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Un mundo para nosotros por szukei

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Notas del capitulo:

Para contextualizarse, recomiendo leer el capítulo nº3, para que puedan entender mejor la trama de este capítulo, y el siguiente también

Capítulo nº9: El destino siempre lastima a los inocentes 

 

Había sobrevivido milagrosamente a esa terrible gripe, y gracias a la compasión de Vasilicia, no había vuelto a practicar la alquimia durante algunos días. Pero Miroslav estaba perdiendo la paciencia, no iba a dejar que su hijo se saliera con la suya, su destino estaba fijado, Fyodor se convertiría en alquimista estatal.

 

Tras algunas semanas, un tarde apareció Miroslav junto a un hombre delgado y de apariencia descuidada, y reunió a la familia en el salón, para dar un anuncio importante.

 

- Querida, niños, les presento a Feng Qian. Este caballero es miembro de un clan cercano a la familia real de Xing. ¿Saben dónde está Xing, verdad?. Es un país muy lejos de aquí, y además el señor Qian sabe rentanjutsu. Fyodor, éxplicanos por favor qué es el rentanjutsu.

 

- Es la alquimia que se practica en Xing. A diferencia de nuestra alquimia, el rentanjutsu es usado con fines médicos, usando círculos de purificación. También usan flujos de energía, llamados lungmei, respetando su curso, y moldeándolo de forma apropiada.

 

- ¡Mira qué brillante eres, Fyodor! Y ya que eres tan inteligente, sabrás por qué está aquí el señor Qian, ¿no es así?

 

Los ojos de Fyodor se clavaron en los de su padre, mientras Vasilicia abrazaba a su pequeño Hans. Había mucho tensión en el aire, todos sabían el por qué de la presencia de Feng en ese lugar, y por mucho que Fyodor quisiera protestar, no había nada que pudiese hacer. Estaba todo decidido.

 

- Me va a enseñar rentanjutsu, al menos eso creo.

 

- ¡Bien, bien, hijo! Vasilicia, tesoro, sirve ya la cena, todo esto se está poniendo interesante. Venga, señor Qian, siéntese por favor.

 

Miroslav y su invitado hablaban sobre trivialidades, se notaba que Feng estaba nervioso, sabía que debía enseñarle rentanjutsu a Fyodor, pero no sabía muy bien para qué. Lástima, pues si ese humilde ser hubiese sabido el aterrador plan que tenía fabricado Miroslav para su hijo, jamás se hubiese prestado para algo así. Pero como dicen por ahí: ojos que no ven, corazón que no siente. Al menos por ese entonces.

 

Fyodor escuchaba en silencio la conversación de su padre y su nuevo tutor. Hans se apoyó a su lado, colocando su mano en la espalda de su hermano, y con un rostro apenado, se dirigió a él.

 

- Hermano, ¿aprenderás rentanjutsu para ser un alquimista estatal?

 

- Claro, debo hacer un truco especial, ¿recuerdas? No podré hacerlo si no aprendo rentanjutsu.

 

- ¿Y cuál es ese truco especial? ¿Me lo enseñarás cuando seas alquimista?

 

- Tal vez.

 

Echando la cabeza a un lado, Fyodor le sonrió a su hermano. Por su mente pasaban las imágenes de su posible futuro; sabía que ese "truco especial" era demasiado peligroso, significaría romper varios tabúes alquimicos, y si algo llegara a salir mal... sería el fin. Pero no quería que su hermano supiera eso, no quería hacerlo sufrir. Si llegara a enterarse, Hans se pondría a llorar y a gritar, rogando que no lo hiciera, pero debía hacerlo. Aunque eso implicara mentirle a su propio hermano.

 

El entrenamiento fue tranquilo, Feng se entretenía mucho hablándole a su pupilo sobre la filosofía de vida existente en Xing, el respeto al flujo de energía, el uso debido del rentanjutsu. Y los oídos de Fyodor, acompañado varias veces de Hans, se disponían antentos para deleitarse con esa cultura lejana que se les hacía tan distinta a la realidad que vivían en Briggs. Por las noches ambos comentaban lo maravilloso que sería vivir en Xing, curando a los enfermos mediante el uso del rentanjutsu, y así ganarse la vida. Podrían tener una casa cerca del palacio del Rey, Vasilicia prepararía banquetes enormes todas las noches, y Miroslav dejaría de estar enojado todo el tiempo, y hasta volvería a sonreír. Todo parecía un sueño, la vida en Xing terminó siendo una meta que se habían propuesto juntos sin acordarlo.

 

Feng también les contó sobre su familia. Tenía una esposa, y cinco hijos, todos al servicio de la familia real de Xing, debían protegerlos con su propia vida. Esta responsabilidad se traspasaba de generación en generación, pero era un trabajo tan pesado, que Feng había decidido marcharse por un tiempo al extranjero para descansar un poco de esa extenuante labor. No pensaba dejarla, tampoco se cuestionaba si sus hijos y su esposa estaban dispuestos a continuar, y no era porque no le interesaba saber cómo se sentían, sino que todos en Xing habían crecido siendo inculcados con respeto hacia la familia real, más que a cualquier otra cosa.

 

Pasaron los meses, y Fyodor, incluso Hans, aprendieron a utilizar el rentanjutsu, hasta pudieron realizar algunas transmutaciones respetando el flujo de energía, cosa que antes ignoraban completamente cuando usaban alquimia. Ahora veían todo desde otra manera, a Vasilicia eso le fascinaba, pero a Miroslav solo le interesaba que Fyodor aprobara el examen de admisión para ser un alquimista. A pesar de eso, Hans y Fyodor continuaban en su burbuja inflada por Feng, imaginando una mejor vida en Xing, como si no hubiese nada de qué preocuparse.

 

El día antes del examen de admisión Feng se había marchado en la mañana, antes de que la familia despertara. Los niños se apenaron, pero Fyodor se prometió a sí mismo que no iba a defraudar a su tutor, jurando con su vida a que iba a pasar el examen. Miroslav había preparado el carro, alcanzarían a llegar a Central antes del mediodía del día del examen. Era un viaje largo, y difícil, pero no había otra forma de llegar, pues no tenían dinero para ir en tren. Vasilicia había preparado comida y abrigo para que nada faltara en el viaje, y partieron apenas salió el sol.

 

El carro anduvo y anduvo, Hans y Fyodor estaban en la parte de atrás, abrigados por unas mantas oscuras. A veces Miroslav se detenia un poco para estirar las piernas, pero siempre apresuraba a su familia para continuar con la travesía. Fyodor entonces se preguntaba qué pasaría cuando llegaran a Central, cuando llegara el momento de ponerse frente a King Bradley, el Führer, y hacer aquella transmutación que jamás había ensayado. Se le ponían los pelos de punta, pero luego sentía el respirar inocente de Hans, y se tranquilizaba. Todo saldría bien, todo saldría bien.

 

Central era una ciudad inmensa, bajo la luz del sol parecería imposible que allí se definiría el futuro de una familia proveniente del otro lado del continente. A los ojos de los demás, la familia Romney eran unos simples campesinos, que de seguro venían a Central para obtener mejores condiciones de vida, y vaya que era cierto. Pero a nadie se le hubiese pasado por la mente que aquél capaz de cambiar la situación de esa gente era Fyodor, de tan solo quince años.

 

- Vasilicia, tú te quedarás aquí en el carro, junto a Hans. Y tú obedecerás cada cosa que diga tu madre, ¿me oíste? Volveremos apenas hayamos acabado con esto.

 

- Fyodor...

 

Vasilicia comenzó a llorar, mientras Fyodor se fundía con ella en un abrazo que deseaba ser infinito. Ambos sabían el riesgo de realizar una transmutación de ese tipo, y no había nada en ese mundo que pudiese asegurarles que todo saldría bien. Los dedos de su madre le acariciaban las mejillas, como si fuese alguna forma de entregarle protección.

 

Fyodor se alejó de su madre unos pocos pasos, hasta que vió la expresión confusa de Hans. Sus ojos estaban nublados, estaba a punto de llorar, y no sabía por qué. Quizás el ver a su madre tan destrozada le estaba transmitiendo una sensación angustiante, como si su hermano jamás volveria a salir de aquellas puertas que estaban frente a él.

 

- Pulga, prómete que irás a vivir a Xing, y que saludarás al señor Qian de mi parte.

 

- Iremos juntos, hermano. Tú vas a tener que saludarlo.

 

- Je je, tienes razón. Entonces, prométeme que harás esa bella casa cerca del palacio real, ¿lo harás, verdad?

 

- Seguro, y podremos ver al Rey y a su familia. Mamá nos cocinará rico, ¿verdad?

 

- Todas las noches, Hans.

 

- Y veremos los fuegos artificiales de los que nos habló el señor Qian.

 

- No hay otra cosa que quisiera hacer, pulga.

 

- Y trabajaremos como médicos, y tú...

 

- Pulga, prómeteme que irás a Xing, júralo.

 

- Lo... lo juro, ¡y tú también júralo!

 

- Lo juro, pulga.

 

Y entre los llantos desconsolados de Vasilicia, y entre la mirada esperanzada de Hans, Miroslav cogió a Fyodor del brazo, y lo jaló hasta el interior del cuartel. Las puertas se cerraron frente a Hans, y éste se sentó en el carro a esperar a que saliera su hermano... convertido en alquimista estatal, y listo para marcharse con él a Xing.

Notas finales:

Lamento la demora, pero la universidad me consume T^T

Ya estoy escribiendo el siguiente capítulo, así que espero poder subirlo pronto (:


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