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Pastor de Bestias por Jaelinna

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Notas del capitulo:

Muchas gracias por seguir a este trabajo, por estar conmigo y hacerlo especial.

 

gracias!

Se puso el abrigo de piel gruesa para que la nieve no lo tocara y acabará muriendo de frío  mientras salía esa noche, se preocupó incluso de ponerse los guantes gruesos  y pasar aquella bufanda de lana por su cuello, el frío tendía a dejar mudo a aquellos que se les olvidaba esa prenda, incluso los viejos del pueblo contaban historias a los menores acerca de  niños desobedientes que salían de sus camas en las noches y se les congelaba y  quebraba la lengua de frio…

El pensamiento le dio un escalofrío….

Abrió la puerta de su hogar, procurando no ser descubierto, se cubrió la cabeza con la gorra de la capa y se dispuso a caminar.

Sus pasos dejaban huellas en la nieve que la infatigable renovada nevada pronto ocultaba . La capa, antes café oscura, poco a poco se cubrió de un blanco nieve por completo, la brisa, aunque lenta, era tan helada que su nariz ya no la sentía, la cubrió con su bufanda y sintió que las pestañas de sus ojos se caían a causa del hielo que las cubría, pareciera que la nevada tenía como propósito dejar en claro que ella mandaba en ese momento pues le estaba costando de sobremanera llegar a destino.

Vio aquella casa de pronto aparecer en su camino, se felicitó, no entendía por que iba hasta ese lugar, pero necesitaba verlo… hablar con él.

Tocó la puerta de aquella casa, las dos personas que moraban allí estaban en ese momento en el consejo, la llegada de los enviados papales requería de la presencia del viejo consejero del pueblo y de Mu también que como nieto de la máxima autoridad no podía faltar a ninguna de las juntas.

La puerta se abrió, del otro lado de esta el joven del parche en el ojo, el recién llegado al pueblo, lo recibió.

-Hola-saludo Milo bajando la bufanda de su rostro y dedicándole una sonrisa espontánea para el otro- ¿Cómo estás?

-¿Quién eres?-contestó Camus sin más.

-Soy Milo, amigo de Mu y bueno…. ¿puedo pasar?

-¿Para qué has venido?

-Me congelaré de frío acá antes de llegar al por qué-comentó el otro aferrándose a sus propios brazos- si muero de frio no te podré decir, vamos, déjame pasar-insistió.

El otro lo pensó unos segundos, veía como la nevada se daba con fuerza, que todo era blanco, y, de seguro, el frío que debería estar haciendo afuera era para morir con los pulmones congelados si respirabas más de lo aconsejable-adelante- dijo por fin dejando la puerta completamente abierta para que Milo, en cosa de segundos, ya estuviera en la casa  con las manos extendidas hacia la chimenea de la cabaña- ahora dime qué deseas... Milo.

-La verdad deseaba saber más de ti-contestó de forma natural mientras se despojaba del pesado abrigo y se sacaba los guantes-Mu nos contó de ti, pero él es muy malo con las relaciones sociales y más aún los detalles. Dime ¿de dónde vienes Camus?, ¿vas a algún lado en especial? conozco las aldeas cercanas, si quieres te puedo ayudar a orientarte.

-No necesito ayuda, gracias- respondió el otro cruzándose de brazos, apoyado en el marco de la puerta de la sala que colindaba con aquel pasillo que daba a las habitaciones.

-Sé que es normal desconfiar de un chico que llega a la puerta ofreciéndote ayuda sin más, pero quiero conocerte.

-No quieres conocerme-contestó provocando que el otro ríera de una extraña manera, como si él hubiera dicho algo gracioso o hecho un mal chiste, cosa que no hizo, ninguna de las dos, por lo qué no entendía que el otro ríera de esa manera – ¿Qué es tan gracioso?

-En verdad nada, pero me es encantador esa forma tan desconfiada y educada de contestar-comentó Milo divertido mientras se sentaba en el piso y continuaba riendo. El otro lo miró molesto, pero él no se inmuto- ven, toma asiento acá conmigo.

-Es el piso…

-¿Y eso qué?, Mu aun no llegará, y hace frío, te acompañaré hasta que llegue, así no te aburres.

-No me aburro

-¿Por qué desconfías tanto, eh?, no vine a matarte ni nada por el estilo, ven – palpó  el piso a su lado en una clara invitación al otro a sentarse a su lado- no te haré nada.

-¿Y por que confías en un extraño y más solo?

-Por que si me quisieras hacer algo, no habrías dudado tanto en dejarme pasar… y por que quiero conocerte, te lo dije.

Camus permaneció mirándolo unos segundos con determinación, mientras el otro,  ya con el calor de la chimenea mas cómodo y caliente, se despojó de la bufanda dejando el cuello sin prenda alguna…

-Creo que tienes razón-comentó por fin encaminándose a tomar asiento junto al desconocido Milo.

 

/../

 

Hombres lobo…

Vampiros…

Ángeles caídos….

Aquellos hombres hablaban de tantas críaturas malditas que los aldeanos temían seguir escuchando pues ello significaba creer en mitos que los padres de sus padres alguna vez contaron y que el pasar del tiempo los había catalogado como mitos de pueblo, historias de abuelas para nietos desobedientes y similares acepciones, sin embargo, ahora ya no eran cuentos… sobre la mesa de aquella sala, donde todo el consejo de ancianos y sus descendientes mas directos se encontraban junto al resto de los aldeanos, todos podían ver las cabezas de aquellos seres.

Cabezas de hombres lobo, de grandes hocicos y de dientes que podían desgarrar la madera de una sola mordida, pelo que cubría todo: pómulo, frente, nariz, todo, era la cabeza de un lobo en un tamaño mucho mayor al que conocían en los bosques.

Al lado de ellas, había cabezas con un tamaño menor pero que no dejaban de ser aterradoras; de sus bocas aseguradores se aferraban a la carne de sus labios que mantenían la boca completamente abierta, algunos ancianos podían jurar, que de seguro las quijadas de esas cabezas deberían estar quebradas o trizadas, por que la boca estaba excesivamente abierta para mostrar aquellos colmillos exuberantes.

Los aldeanos las miraron, una a una, perdiéndose en el terror que los rostros demostraban.

-Estas criaturas son los bastardos del diablo-comentó a voz alzada el enviado papal de cabellos de oro, sin inmutarse ni sentirse afectado-ellos, visitan los pueblos, asesinan a sus hijos, violan a sus hijas, acaban con su ganado y si están en sus platos se los comerán a ustedes también, están malditos por Dios, por eso, ellos no caminan de día, por que la única que los resguarda es la noche, el Santo Padre nos ha enviado para acabar con ellos, y este pueblo, que carga con una maldición de diez años sin sol, podría ser un paraíso para ellos.

-Pero…-habló Afrodita, interrumpiendo las palabras del otro-pero han pasado seís de los diez años del invierno decano y no hemos tenido a esas criaturas acá…

-¿Y crees que por eso ellos no los atacaran?-La voz de Shaka sonó con fuerza en la sala

-Pero…

-La ignorancia es comprensible en personas como tú-sabía lo que decía, sabia el calibre de sus palabras, pero el emblema en su brazo, le daba la autorización de decir y hacer lo que él quisiera- ustedes nunca verán a un hombre lobo o a un vampiro y vivir para contarlo, ellos son los bastardos del infierno, ellos son los ángeles caídos que vienen por las almas de los inocentes.

-Aun así…-interrumpió ahora Shura- no podemos dejar a este pueblo solo, menos sin purificar, es por ello que estaremos acá al menos estos cuatro años que quedan, si en este tiempo ellos no aparecen sellaremos el pueblo con la bendición de Dios por los siguientes diez años de verano, y para cuando llegue el próximo invierno decano, tendrán la custodia de Dios.

El murmullo de las personas en la sala no tardó en comenzar, Mu, al lado de Kanon, no dejaba de ver las armas que pendían de los brazos izquierdos de esos dos hombres vestidos de marrón.

-Es por ello-nuevamente la voz de Shura trajo el silencio a la sala- que estamos acá, dennos su apoyo, somos los ángeles de dios enviados por la mano de su santidad, el Papa, y nuestra misión acá es proteger a cada uno de ustedes.

Todos los aldeanos se miraron y terminaron por aceptar las palabras de los enviados, todos menos ese chico que de puños cerrados miraba al mensajero papal de cabellos rubios con odio…

 

/…/

 

-¿No me vas a hablar?

-Te dije que tengo que llegar a casa, el abuelo esta cansado y cuando termine esa junta llegará a comer y dormir, no he cocinado nada y debo hacer algo

-Mu, necesitamos hablar.

-Kanon, en serio que no puedo, tengo que...

-¡Mu!-lo tomó del brazo y lo apoyó con fuerza contra la puerta trasera de la casa del pastor, el golpe hizo que la espalda del menor terminará aplastada contra la madera y con el mayor mirándolo con atención-¿Por qué me evades?, ¿Por qué no me vez a los ojos?

-No… no sé de que me hablas.

-De esto-comentó con la voz en un susurro tomando el rostro de Mu con la otra mano y dirigiendo la mirada del menor a la suya, Kanon, apoyó su frente contra la del joven pastor para que los ojos inevitablemente se encontraran- ¿Qué pasa…?

-Tu…. Kanon… ¿tú me ocultarías algo?-preguntó temblando, quizás del frío por que la nevada era muy fuerte, quizás por la sensación de sentir la piel de Kanon tan cerca de la suya, ese aliento que lo ponía nervioso y lo acorralaba contra la puerta-¿Lo… harías?

-Sabes… que no, sabes todo de mí.

-Entonces… ¿de dónde lo conoces?

-¿Qué?

-Tu… y Camus…-ese nombre de nuevo…-¿Por qué se hablan como si se conocieran desde antes?

El otro se quedo allí, siguió con la mirada puesta sobre los ojos del otro, ahora, soltando el brazo que en un principio había sido su prisionero  y solo estaba ahora apoyado con su frente, no había más que una mirada intensa conectándolos.

La mano de Mu subió hasta la mejilla de Kanon, siempre tenía una temperatura agradable, como si el invierno no se sintiera en su piel, era agradable al tacto, por lo que no lo dudó  y  lo abrazó con fuerza, dejó que se acorralara el mismo entre la pared y Kanon, este último, se sintió sobresaltado por la emoción de sentir los brazos de Mu rodear su cintura con fuerza, mientras el rostro de él se escondía en su cuello del otro con anhelo, como si en ese pecho se protegiera de todo.

-Mu… entiendes lo que siento… ¿verdad?

-Si...-respondió aferrándose más al otro, metiendo sus manos por la tela de la ropa del joven herrero… si… el resto de su piel era aun mas caliente que su rostro o manos- lo sé desde hace mucho tiempo

-¿Mucho?- las palabras de Mu lo sorprendieron…-¿hace cuánto es… mucho?

-El…-besó su cuello- el tiempo suficiente para empezar a buscar las fuerzas para… besarte- y buscó los labios del otro, y aquel beso  fue tan dominante que no se detuvo a pensar en nada mas que no fuera la entrega de sus labios mutuamente. Kanon no se midió en nada, no detuvo sus manos cuando buscaron la piel de Mu, no se midió en morder sus labios escuchando el sonido que se gestaba entre sus bocas por el nivel de intensidad de los besos que se prodigaban el uno al otro.

Suerte fue que estuvieran en la parte trasera de la casa, en aquel patio en el que se hallaba la puerta posterior del hogar Mu estaba siendo tocado sin reparo alguno por las manos de Kanon, pronto sintió la amarra de sus pantalones ceder, la prenda por la ley de la gravedad terminó a la altura de sus rodillas, la brisa del frio recorrió su cuerpo y tembló, quizás del goce de que los dedos de Kanon, hábiles con el hierro y el fuego, masajearan su miembro que se sentía al rojo vivo a causa del deseo que lo consumía.

Pareciera que mientras más cerca tenia Mu la piel de Kanon menos frío sentía, al punto de que cuando Kanon giró su cuerpo, dejándolo apoyado de manos contra la pared y con su firme y fiero miembro  apegado a sus glúteos, no sintió escalofrió alguno.

Mu trató de separarse un poco de la pared,  pero el cuerpo de Kanon se lo impidió, aferrado de una manera completa, no dejaba que Mu se moviera de alguna forma, se frotaba contra el cuerpo del menor mientras lamia sus oídos y los besaba con hambre, mordiendo sin control el pabellón de estos.

En un segundo, tomó la pesada capa de piel que traia Mu a sus espaldas y que en algún momento había terminado en el piso para ponerla tras sus caderas y  afirmarla con sus manos a las manos de Mu, envolviéndolos a los dos en ella. El menor sostuvo la tela, mientras el otro, escupiendo su mano con su propia saliva, masajeaba su propio sexo y untaba con ello la entrada intima de Mu, rodeando el anillo de carne con sus dedos húmedos de su propia saliva.

Y sin más, con fuerza, de una sola embestida, entró en Mu con fiereza y una fuerza descomunal.

Mu gimió tan fuerte del dolor y del placer que sintió no solo su ano ser casi desgarrado sino también su garganta. Con fuerza apretó la piel que cubria las caderas de él y de Kanon, y que estaban aferradas a su mano de extremo a extremo.

Kanon posó las manos en las caderas de mu, sin separarse de él y entró una vez mas,  por la estatura de Mu, Kanon embestía en ascendente, pero de a poco, Mu fue retrocediendo de la pared, las contantes embestidas hacían que su mejilla se dañara por los golpes contra la madera, por lo que de a poco se fue separando, inclinando de apoco su cuerpo, sin que Kanon dejara de abatirlo con fuerza, con fiereza, sus manos, aferradas como las patas de las bestias a la tierra, se tomaban de sus caderas o de su cintura dependiendo de la fuerza con que lo estocaba. El sonido de los golpes de los glúteos de Mu contra el cuerpo del otro era fiero, bestial, casi endemoniado.

Gemidos sonoros se escuchaban con claridad entre ellos, los de Kanon parecían verdaderos gruñidos, casi como el de un animal en celo que en época de apareamiento se encontraba con la mejor hembra a montar, mientras Mu gemía de la excitación, del dolor, de cómo el pene de Kanon tocaba con tanta precisión ese lugar interno que hacía que ni la misma tempestad importara, su cuerpo ardía, se encendía como las llamas del infierno.

No se detuvo, no midió nada, penetro sin mesura alguna, Mu entre sus jadeos pidió por mas, y más se le fue concedido, sus piernas ya las sentía desfallecer, colapsaría en cualquier momento, de eso estaba seguro, por lo que cuando sintió el orgasmo invadirlo, no fue sorpresa que las estocadas de Kanon fueran aun mas fuertes, al punto de llegar a pensar  que sus huesos terminarían astillándose de tantos golpes que había recibido.

Sus entrañas se apretaron con tal fuerza que oprimieron el miembro de Kanon en su interior, y  segundos después fue él  quien alcanzó el orgasmo con un tipo rugido ahogado. Acabo as{i en el interior del joven pastor que perdía su castidad y virginidad de aquella salvaje manera.

Las respiraciones se comenzaron a relajar, mientras Kanon salía del cuerpo de Mu que cansado caía de rodillas al piso, aun con los pantalones al final de sus piernas y frío ya que la piel que los cubría resbaló ya hacia un lado, Mu sintió el frio de la nieve en sus glúteos….

-Kanon….-le hablo… pero no hubo respuesta….

 

/…/

 

Le dio una fuerte patada al masetero de la sala, ¿Qué se creía ese rubio?, ¿pensaba que por tener un cargo y ser enviado del Papa podía hacer eso?, sí.. el sólo era un muchachito de pueblo con deseos de conocer el mundo  y aprender de las bellezas que de seguro existían fuera, pero aun no podía, no hasta que el invierno decano terminara, y él pudiera demostrarle a su padre que era un hombre que podía hacer las cosas por su propia cuenta.

Tomo uno de los libros del escritorio de su padre y lo levanto para lanzarlo lo más lejos posible, con el fiel objetivo de destruir lo primero que se le cruzara por delante y de preferencia de color dorado, así pensaría que era la cabeza de Shaka.

Cuando alzo la mano a lo alto, para lanzar el libro, sintió su muñeca ser fuertemente agarrada, y acto seguido, giró su cuerpo encontrándose con unos ojos negros como la noche, o como contaba su padre cuando el era un niño, “ojos de oscuridad vírgenes de luz”…. Asi eran esos ojos extranjeros.

-¿Lanzas libros siempre?

-No.-contesto tajante-solo cuando un idiota se cruza en mi camino.

-¿Seré la victima?-preguntó. Quizás las palabras fueran un chiste, pero el otro no sonrió ni mostró gesto alguno de querer hacer eso.- ¿Es por Shaka y la forma en cómo te trató, verdad?-las palabras trajeron como consecuencia que Afrodita abriera sus ojos  asombrado, no se apartó de donde estaba, no había notado que su muñeca aun estaba afirmada de la mano del extranjero con acento particular y que aun él mismo sostenía el libro en esa mano-Sí… es por él.

-Yo…

-Quisiera en nombre del papado y de mi compañero extender mis mas sinceras disculpas.

-¿Eh?

-El te ofendió al tratarte así y nosostros no vinimos a crear conflictos, por lo que te extiendo mis disculpas por lo ocurrido.

Afrodita se quedó literalmente de piedra ante lo sucedido, no espero que ese hombre fuera hasta la sala contigua de la asamblea, donde el tendía a estudiar, a extender sus disculpas en representación del idiota… bueno, del compañero que tenia.

El de cabellos y mirada oscura de apoco fue soltando la mano del otro, pero sin alejarse de él, aun estando ahí, con su presencia y seriedad…

-En verdad espero nos puedas disculpar

-Bueno… estaba molesto pero esto… este ehm….

-¿Deboo entender que mis disculpas no bastan?, creo la ofensa fue mayor de lo que pens…

-¡¡No!!, es decir, sí, digo…-se puso las manos en la cabeza tratando de pensar unos segundos, ordenar sus ideas, cuando escuchó un leve sonido. Por tratar de forzar su mente a pensar había cerrado sus ojos, y tras escuchar ese particular sonido, al abrirlo, vio media sonrisa en los labios del extranjero…

-Te vez gracioso haciendo todo eso…

-¿Te ríes?-el otro parpadeó un par de veces ante esas palabras, -digo, desde que te vi has estado serio y… y no me pidas disculpas, sé que soy ignorante por ser de una aldea como esta, pero pronto saldré de aquí, conoceré el mundo y ya no seré mas…

-No lo eres.

-No trates de hacerme sentir mejor cuando, tu amigo tuvo la razón.

-¿Por qué lo dices?

-Por que estando acá, nunca seré un hombre de mundo, el quizás conoce más lugares que  los que yo conozco solo  de palabras, no me sirve de mucho leer y estudiar tanto cuando no conozco el exterior como de seguro él sí…

-No necesitas conocer el mundo para descubrirlo- respondió el otro buscando en el libro que Afrodita tenia en su mano-esta ilustración, corresponde a la capilla de la santa sede en el poniente, -buscó otra mas- esta de acá, es la sede del consejo de su majestad en occidente… tu puedes conocer el mundo completo desde estas hojas… y te puedo ayudar con ello.

-¿Ayudarme?, ¿y cómo podrías?-una idea... una extraña pero  agradable idea...

-Pasaré aquí acá los próximos cuatro años, te puedo ir contando cómo son los lugares que leas y aprendas y así, cuando alguien te pregunte el dia de mañana como es el lugar que nombres, podrás describir lo que te relate.

-Pero no es lo mismo-un gesto infantil de pena tiñó su rostro…- seria mentir, es como decir que estuve ahí cuando tu fuiste quién en verdad lo estuvo.

-¿Y quién dijo que no estarás?, podrías postular a la corte como los consejeros o a un puesto a la corona como asistente, ellos siguen a los emblemáticos por todo el mundo, conocerás lugares que solo la mano de Dios y los ojos de los emblemáticos han visto…

El otro se imaginó eso y debido al impulso de la felicidad abrazó con fuerza a Shura… y este, acarició sólo una vez el pelo del otro para separarse después.

-Lo... lo siento Shura, es que… nunca pensé que hubiera una posibilidad.

-Siempre la hay, ahora ve a descansar, y duérme temprano.

-Sí jajaja lo haré ¡y no soy un niño para que me mandes a dormir temprano, eh!

-Hoy no es cualquier noche, ¿has leído de la tercera luna menguante?

La sonrisa de Afrodita se fue perdiendo mientras hacía memoria de que significaba esa expresión… la recordó.

-Me iré a mi casa y apagaré las velas temprano, descansa Shura- lo pensó unos segundos y actuó.

El beso en la mejilla del extranjero se quedó por largo rato en la memoria de ellos dos…

 

/…/

 

No lo encontró por ninguna parte, lo llamó en múltiples ocasiones pero no apareció… ¿Dónde se había metido Kanon?

Se puso de pie y subió sus ropas, todo el cuerpo le dolía de una manera horrible, sobre todo la cadera y el ano, nunca había pensado que su primera vez fuera de esa forma y que al “terminar” se quedara solo…

Entró a su casa por la puerta trasera, aun adolorido, se encaminó por el pasillo para llegar a la sala y recostarse al lado de la chimenea, fue entonces cuando llegando a ella notó que Milo estaba completamente recostado en el sofá. El dormía cubierto con una manta hasta el cuello, descansaba tranquilamente con la respiración lenta, mientras Camus estaba sentado en el piso con la mirada clavada en el fuego…

Mu se acercó como pudo hasta Milo, por su mente muchas cosas pasaban, como el que hacia Milo ahí, y si por casualidad debido al silencio de la casa ellos hubieran escuchado lo que había pasado.

-No te escucho-fueron las palabras de Camus, como si le hubiera leído la mente- vino hace como dos horas, me habló de muchas cosas del pueblo y se quedó dormido en el sofá.

-Gracias….-comentó, acercándose a el chico, y con dificultad, sentándose a su lado, frente al fuego-yo…

-No digas nada-dijo el otro concentrado en las llamas del fuego.

-No fue apropiado… y yo no soy así.

-No te estoy pidiendo explicaciones.

-Pero te las quiero dar.

-Y yo no las quiero escuchar.

Silencio…

Mu no recordaba cuando había sentido tanto frío frente a una chimenea encendida al rojo vivo, con fuertes troncos de leña alimentando su llama.

Camus, con una abrazadera en su mano, movía los leños del fuego, para que se quemaran mejor.

-Milo… ¿a que vino?

-No lo sé, según él, a acompañarme.

-¿Por… por qué no se fue cuando debía?-preguntó, sintiéndose mal por que Milo estaba recostado en ese sofá que era de él, por que Milo tenía a alguien que estaba cuidando su sueño mientras él, después de… sí, haber tenido sexo, por que a eso no se podía llamar hacer el amor, había terminado solo, con la mitad de su cuerpo al aire y... solo…-¿Por qué se quedó?

-¿Sabes que noche es hoy?

-No…

-Hoy es la tercera Luna Menguante, es la luna en que los lobos andan en celo, buscan a hembras que procrear y si para la tercera vista de la luna, es decir, si para la tercera vez que ven la luna ellos no han montado buscan al siguiente ser vivo, puede ser una mujer o un hombre y si no es de su especie terminando la montura los asesinan-comentó como si nada- no podía dejar que él estuviera fuera, de que lo encontrará un lobo, se lo pudo haber violado y luego asesinado… fue un milagro que a ti no te asesinaran hoy afuera Mu.

El otro no sabía que decir, no sabía que sentir, no tenía idea de cómo expresar todo lo que tenía en su pecho,  no sabía si tener vergüenza, odio, pena, rencor, todo se acumulaba en su pecho, deseaba vomitar, deseaba salir de ahí y gritar, deseaba… desaparecer.

-¿Nos…. nos escuchaste?

-Los vi…-Mu quiso correr, pero ya era tarde….-Milo se había dormido y los escuché, pensé que podría ser un lobo y Salí, rodeé el contorno de la casa y los vi, pero regresé aquí, tenía que asegurarme de que Milo estuviera bien.

-Bien….-comentó con media sonrisa y sus ojos rojos… se preocupó por él que dormía tranquilo como un bebe, mientras él se había quedado solo tras… tras…

El frio desapareció…

Por que sintió el calor de un abrazo…

Y cuando se dio cuenta de todo, se largó a llorar en el pecho de el chico que a su lado, lo abrazaba, Camus había rodeado la cintura del pastor con uno de sus brazos y lo atrajo hacia sí, para envolverlo en sus dos extremidades y depositar la cabeza de Mu sobre su pecho.. Se desahogo.

-Te dije que te cuidaría Mu, te dije que la mitad de mi alma es tuya… mientras él… mientras pasaba, esperé y vigilé que nadie viniera, que nada despertara a Milo… no te preocupes por nada esta noche… solo descansa…

Mu pasó los brazos por el cuello del otro y se refugió en él, lloró todo, soltó todos sus temores ahí, escondido de todo.

-Ya no hay nada que temer….-rozó con sus dedos el cuello del mas joven, del pastor en sus brazos… corría… la sangre por las venas de Mu, corría como las lagrimas por sus mejillas- esta noche y las que siguen no habrá mas lobos…  no dejaré que ninguno se acerque a ti…

 

 


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