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Derrotado por AkiraHilar

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Notas del fanfic:

Dedicatoria: Especialmente para Karin que ama y re ama a esta pareja ^^ Gemela, ¡este ME GUSTÓ! No sé, me llegó la inspiración yendo a la nevera buscando jugo y waaa no sé, me gusto, espero te gusté tambien ^^ y apoyar el evento: ..·..LIBRE ALBEDRÍO..·..
Comentarios adicionales: Simplemente brotó y no sé, me gustó mucho ^^

Allí estaba, recostado a su lado como pensó que nunca llegaría a estar. El cabello lavanda cruzaba a su lado, a un lado del brazo, insudando ese aroma a arándalos y sudor que tanto le fascinaba, y que muy tarde se había percatado de ello. La respiración pausada del joven en medio de un sueño placentero lo sumergía a él a una idílica paz que jamás pensó sentir. Esa contradicción de sentimientos en el pecho a su vez le creaba un malestar que no le permitía dejarse descansar. No, no podía simplemente acostarse y soñar como lo había hecho ya varias veces, como solía caer rendido luego del sexo sin compromiso al que estaba habituado. En esa ocasión había sentido que era diferente… sentía que él solo contacto a esa piel le quemaba los tuétanos y que alguna rara sensación a la que podría llamar felicidad le azotaba el estomago apenas lo sentía murmurar algo entre dormido. Mu a su lado se veía tan indefenso, tan hermoso, tan…

—¡diablos!—masculló molesto consigo mismo, con sus pensamientos, por la sarta de cursilerías que de repente le habían invadido la mente.

Cayendo de espalda de nuevo, con su brazo extendido sirviéndole de almohada a la cabeza de su compañero, Kanon pasó su mano libre para tratar de despejar un poco su cabeza y pensar concienzudamente de cómo había terminado, de nuevo, en ese hotel, con él en los brazos y con la misma sensación que cada vez cobraba más terreno. Miró de reojo aquella cabeza lila y una pulsada que podría denominar dolor le golpeó en la boca del estomago. De repente, su mano libre sintió la necesidad de internarse en esos largos cabellos y cayó, derrotado, ante el instinto que le clamaba acercarse y peinar cada hebra lavanda. Así hizo, dedos ásperos ondularon por la cabeza del menor y fueron bajando por hombro y espalda, hasta tomar el final y enroscarlo lánguidamente entre sus dedos.

El cuerpo vibró y de nuevo aquella sensación de burbujas que le apretaban el estomago, de calor que le apresaba el pecho, como si su corazón se inflamase y no pudiera respirar. Suspiró como si intentara recobrara el aliento y dejó caer su cabeza a un lado, cerca de la de aquel, lo suficiente como para que su nariz entrara y se desviviera con su aroma su textura, entre los cabellos lilas. Volvió a respirar el aroma y aquella combinación no sólo lo llenaba de fuego sino de aire… era ardiente y era fresca… ¡era tan contradictoria! Que no, su mente no podía dilucidar otra cosa que no fuese el quedarse allí, prenderse de ella, respirarla hasta que su organismo se acostumbrara a su aroma y dejara de saberle a algo especial. Convertirla en suya, solo suya…

A su nariz se unió aquel brazo que libre decidió atarse a la cintura de su compañero. Su cuerpo desnudo a pesar de no haber frio buscaba aquel calor… enredándose así sus piernas a las de aquel, sucumbiendo al hechizo en donde ya estaba sumergido y no se había dado cuenta. Cayendo derrotado…

Recordó…

¿Cuántas veces le había dicho a su hermano que era una locura? Si bien ambos ya sabían de sus gustos sexuales, era obvio que lo manejaban de forma distinta. Kanon no creía que era necesario atarse a alguien en especial. Con tantos buenos hombres que habían en el mundo y tan necesitados de buen sexo, no necesitaba algo llamado fidelidad. El lema de Kanon era sencillo y hasta comprensible: “para la sociedad somos unos pervertidos, ¿entonces para que fingir ser monógamos?” Sin embargo Saga creía, tal vez de forma idealista, que si era posible conocer a alguien con quien unir su vida y ser un ente de la sociedad más, formar una familia. Kanon le huía a esa idea como un vampiro al agua bendita.

Pero claro, como si el asunto ya no fuera molesto con sólo ver la cara de su hermano ante cada nueva conquista y de las mañanas que llegaba luego de algún encuentro rápido con dos o tres; apareció entonces aquel hindú con el que Saga intentaba probar su teoría. Los veía, y una pulsada ardía en su estomago cada vez que Saga lo llevaba a casa a sólo comer y ver televisión, o que salía como si fuese a una presentación especial, perfumado hasta que mareaba y con aquella sonrisa que nadie le podía quitar. Hasta sintió envidia, y buscó muchas veces hacerle ver a su hermano que también salía con esa sonrisita a ver a quien se pescaba en el camino pero no… ni él era tan ingenuo, ni su hermano tan idiota, como para pensar que esa sonrisa no era fingida.

Y entonces supo que habían comenzado una relación en serio, y aquella paz que destilaba Shaka era para él algo molesto tal como el sólo olor a incienso que desde ese momento le daba jaquecas.

Entonces ocurrió esa mañana, donde Kanon llegaba después de otra noche acalorada de sexo y encontró al rubio levantado con una bermuda puesta y con el delantal de la cocina puesto haciendo el desayuno. Sí, allí supo que se había quedado con su hermano. Vio de reojo al “novio” y no pudo evitar buscar que rayos había tenido para que Saga estuviera como un menso detrás de él. Claro, lo que vio había puesto algunas fichas a su favor que quitó en cuanto el rubio abrió la boca.

—Deberías pensar en asentar cabeza y dejar de meter la otra en cuanto agujeros ves en el camino.

¡Y maldición! ¡Fue como si le hubiera echado una maldición! Porque a los días había tenido que ir al médico luego de darse cuenta que su otra cabeza como estaba no podía entrar en ¡ningún hueco! Una infección había pescado en sus andadas promiscuas, quizás por mucho alcohol se le olvido usar el condón o quien sabía que; el hecho es que ahora debía estar tomando pastillas, echándose una cremita y sin sexo… ¡por un mes! No fue difícil que su hermano se diera cuenta de sus cambios de hábitos durante los primeros días, y que luego con su afilada percepción supiera a que se debía, lanzando una carcajada graciosa con la que se burlaba de su suerte. Saga decía que fue el Karma, pero Kanon estaba seguro que fue Shaka quien le echo el mal de ojo o algo parecido.

Fue en esa época que recibió la invitación de su hermano, la que tomó de muy mala gana porque no quería pasar otro sábado viendo todos los canales sin posibilidad de salir y ya sintiéndose como drogadicto en abstinencia por falta de sexo. Un primo de su pareja acababa de arribar en Grecia, ayudaría a Shaka en su negocio de textiles y ya que iban a salir con ellos no querían hacer mal tercio, así que allí estaría él para entretenerlo.

Así conoció a Mu.

El movimiento del tibetano entre sus brazos le hizo regresar de sus pensamientos. Abrió sus ojos medio cansado, dándose cuenta que entre pensamiento y pensamiento estuvo a punto de quedarse dormido. Lo que le había despertado era que Mu se movió y ahora en vez de darle la espalda, lo tenía de frente a su pecho, donde llegaba el aire caliente que exhalaba el menor. Sin meditarlo simplemente sucumbió al instinto que le hizo dejar un beso en aquella cabeza y obligó a sus brazos a rodearlo sobre protectoramente. Escuchó de esos labios su nombre en un tenue susurro y algo de él se sobresaltó, al punto que sus ojos se humedecieron como si quisiera llorar… Obviamente, doblegó esa sensación, cerró los ojos, y dejó que el aroma a arándalos le permitiera descansar.

Y seguir recordando…

Aquella tarde había ido con su hermano a encontrarse con su pareja y su primo en el parque principal de la ciudad. Luego de las primeras presentaciones, caminaron juntos mientras conversaban de varias cosas, antes de tomar el auto y dirigirse a distintos lugares turísticos de Athenas. Kanon estaba aburrido, viendo al muchacho que callado escuchaba todo lo que decía su hermano y lo que Shaka a veces aclaraba en su idioma, ya que parecía no comprenderlo del todo. Le pareció un niño perdido en la ciudad, con aquel cabello claro cayéndole con soltura, los dos puntos extraños en la frente y esos ojos grandes y expresivos viendo todo. Demasiado inocente, pensó, y cubierto además. Según Shaka aún Mu no se acostumbraba a vestir de otra forma que no fuera la de su comunidad, así que para Kanon era como andar con un sacerdote al lado.

Le pareció aburrido, insípido, insignificante…

Pero allí estaba, era mejor estar con ellos y reírse del nuevo extranjero que quedarse en la casa deprimiéndose por la falta de ejercicio. Por esa razón los acompañó una segunda, tercer y cuarta vez a esas salidas donde ya su hermano no le importaba decirle con seriedad que “necesitaba espacio”. Se río un tanto de la situación, imaginándose que por los momentos Shaka estaría más preocupado ayudando a su primo Mu a adaptarse que en ellos que estaba en su reciente relación. Por ello, aquella vez que salieron a una plaza donde había intercambio cultural, dejó que la pareja se adelantara y atajó a Mu a un lado, para que Saga tuviera el respiro que necesitaba con el rubio. Le tomó del brazo y casi lo empujó para que lo siguiera, notando que al menos ya usaba pantalones normales y no se vería tan raro caminando a su lado, aunque tuviera aún un mantón rodeándole el cuello, verde, tan verde como esos ojos.

—Debes estar aburrido de las historias de mi hermano—dijo, recordó, encogiendo sus hombros—. Te enseñaré una mejor historia.

—Pero Shaka…

—Créeme que muy por dentro él tampoco te querrá cerca justo este momento—aludió con una sonrisa perversa y el otro estrujó sus puntos—. Mira, allí, donde esta ese buzón de correo—el muchacho siguió la mano que señalaba—, allí una vez me golpeé cuando intentaba patinar a los trece años, me abrí la cabeza y cuando vi a Saga que se acercó asustado, me hice el muerto. ¡Vieras la cara de espanto que puso!

—¡Que malvado eres!

—Y allá, en ese barandal, recuerdo que se sentó una viejecita que intentaba comer helado y se le caía por todos lados…

Y para cuando se dieron cuenta, estaban ambos rojos de la risa.

El muchacho aburrido más bien tenía mucho que contar respecto a su cultura. Cosas graciosas que pensó jamás oiría, fueron relatadas por aquel tibetano y Kanon las reservaba para usarla en alguna cita cuando ya terminado su periodo de santidad. Pensó que le sacaría provecho, y siguió frecuentando la salida de sus hermanos sólo para hablar con el muchacho y seguir compartiendo esas cosas de las que nadie más se atrevería a compartir.

Fue de esa forma que conoció que al muchacho le gustaba los automóviles, le daba curiosidad conocer como trabajaban y Kanon, siendo un fanático de ellos y los motores, emocionado iba con sus revistas de motores a mostrarle los nuevos modelos, y los autos de ediciones pasadas. Y cuando pidió que ya, luego de estar tres semanas acompañándolos en su cita, le tocaba escoger lugar; se le ocurrió ir primero a un museo del automóvil, donde la pareja se quedaba atrás distraídos y nada interesados con lo que mostraban, mientras que él y Mu veían los modelos. Casi a empujones convencieron a la pareja de sentarse en uno de los primeros auto y tomarse una foto.

Allí lo vio, vio la expresión de Saga tan feliz al lado del rubio, vio ese abrazo protector, vio el brillo de su igual en esas pupilas mientras acomodaba la cámara. En ese momento sintió algo que le aleteaba en el pecho, percibió aquella calidez cuando vio a su hermano besar con una dulzura tal a su compañero y apretó el botón, para inmortalizar el momento. Mu decía que le tomaran otra, Shaka aún renuente no estaba seguro de si era buena idea, y Saga batallaba para tenerlo allí abrazado, pese a que había otras personas que quizás no vieran bien su comportamiento. Tomó más fotografías y aquello no se alejó… tomó forma.

La forma del perfil de Mu sonriendo por la felicidad de su primo.

Cuando acabó el tiempo de ayuno obligado; él se preparó como lo hacía siempre, se miró al espejo y se halló vacío. No lo comprendió, pero con un mohín de malestar fue a intentar seguir con su vida, a encontrarse con un griego, a tener sexo… encontrarse más vacío yaciendo al lado de otro.

¿Pero qué escusa se inventaría? Sea lo que sea que le estuviera pasando, para él debía ser algo pasajero… así quiso convencerse… así quiso hasta que…

—Alo—contestó la llamada cuando estaba en medio de una de sus citas.

—¿Kanon?—y la voz lo había sorprendido. Se reintegró en el asiento como si quisiera fingir que estaba solo y no acompañado, con esa música, en algún bar gay—. ¿Dónde estás?

“En un bar, tratando de fingir que no me haces falta”

Cuando él mismo se escuchó ese pensamiento, mordió sus labios, perturbado con aquella irreverente idea que no pensaba dar más cuerda y buscando un lugar, tan pronto como pudo, para tener una conversación sin la música estridente.

—¿Qué paso? ¿Cómo tuviste mí…?

—Lo tomé del teléfono de Shaka—explicó—. Mira, ¿no sabes que ha pasado?—y Kanon no entendía porque su corazón latía tan acelerado, porque esperaba algo de esa llamada—. Entre Shaka y Saga, no sé, Shaka ha estado decaído y ya no sé cómo hacer para animarlo. Dice que nunca va a volver a confiar en nadie y…

—¿Shaka y Saga?—todo le era inesperado, pero algo de decepción se filtró al darse cuenta que la llamada tenía otros motivos—. No, no sé nada. No te creas, Saga no es de estarme contando sus problemas—escuchó el resoplo angustiado, se sentía tan preocupado…—. Trataré de hablar con mi hermano y te contaré.

—Te lo agradecería. No, no quisiera que lo de ello se cayera… no sé… yo…

—Comprendo…—internamente se halló también con la misma sensación.

En el fondo le gustaba aquella teoría.

Sin darse cuenta, se encontraban juntos en algún parque o cafetería cada vez que aquellos tenían problema, hablaban de lo que ellos le decían y viendo ya la situación de forma objetiva, iban a hablar con cada uno de ellos para que estos se sentaran y resolvieran. Para cuando lo analizó, se encontró haciendo de padrino de su hermano intentando ver que la relación funcionara. Y aunque siguieron los problemas, en cada salida cada vez se hablaba menos de ellos, modificando sus temas de conversación hacía cualquier trivialidad, más tarde en lo que hacía cada uno… Después en lo que pensaban de la vida.

Y mensajes…

“¡Ey!, recuerda que tienes que ir hoy a sacarte la nacionalidad, puntos.”

“Ya lo sé, me has tenido toda la semana recordándome. ¡Y ya con Shaka es suficiente!”

“¿y, que tal saliste? ¡Yo nunca salgo bien en esa foto!”

“¡Terrible! ¡Parezco un muerto! Además que se burlaron de mis puntos.”

“¿Se burlaron? ¡Pero como no hacerlo! ¡Son graciosos!”

“¡Tarado! Hablamos ahora, voy a abrir la tienda.”

“Va, tampoco quería hablar contigo.”

“¡Tonto! Hasta el mediodía.”

Sin pensarlo, acercándose.

Sin quererlo… siguiéndole.

Saliendo ya sin la excusa de que Shaka y Saga se habían peleado. Platicando sin que ellos tan siquiera salieran en la conversaciones. Seis meses en eso, seis meses donde los amantes ya no le sabían igual. Donde salía, tomaba un cuerpo y luego se preguntaba si algo estaba mal en él por no disfrutarlo tanto como quisiera, por no poder simplemente sacar una sonrisa tan jovial como la de su hermano luego de haber estado con su pareja.

Si algo le estaba enfermando, si algo lo estaba desviando.

Adjudicó sus sueños con Mu a algún complejo malvado de estar con el primo de su cuñado. No podía ser más. No, no podía ser él. No podía ser la carnosidad de sus labios que se encogían al esbozar una sonrisa. No podía ser el brillo de sus ojos verdes ante un motor de automóvil, hablando de si tenía nueve cilindros o tantos caballos de fuerza. No era el cabello con el que peleaba porque sin importar que usara para atárselo, siempre terminaba cayéndose por lo lacio que era. No eran los puntos que hacían divertida formas cuando se enojaba, cuando se sorprendía, cuando se reía.

No, no podía ser el oír su voz en las mañanas cuando llamaba a desear buenos días, ni la voz soñolienta cuando lo llamaba en la madrugada, después de haber terminado con un amante y pensando en él, sólo para ver que hacía, quizás esperanzado con que pensara en él.

Hasta ese beso… esa noche que luego de llevarlo al cine lo dejaba frente a su casa y ya iba a salir corriendo a buscar a algún amante para dejar fluir las ansías que tenía encerrada por él. Esa mirada verde que lo observó esperando alguna respuesta, esa atracción que nublo su vista y encalambró sus piernas. Él como inmóvil sólo pudo ser testigo de cada milímetro conquistado por el tibetano, hasta hallar sus labios, saborearlos…

Desarmarlo… derrotarlo…

Cayó vencido antes el roce límpido, ante esa caricia bucal. Abdicó en cuanto esas manos tomaron sus brazos buscando mayor roce y se dejó ir, atrapado, capturado por las manos enemigas, respondiendo el beso, quedando sin alma en ese justo instante. Su corazón latió enfurecido, se derretía dentro de él, junto con sus pies que ya no tocaban suelo, ni sus ojos que no dejaban de ver estrellas en el firmamento encerrado en sus parpados. Fue sometido, cayó rendido…

Entonces ya no fue a buscar amantes, porque no le saciaban. Se encontró absorto pensando en que le pasaba, en porque andaba distraído, en porque lo pensaba y al final… en una de las salidas había logrado más, había logrado tocarlo, tomarlo.

Cada beso era una liberación y una atadura. Cada roce era un vuelo y una tensión al suelo. Cada vez que le besaba sentía que estaba siendo perdonado y condenado a algún crimen. Más le devoró, con la lentitud que no se le tiene a un amante ocasional, con la ternura que de seguro tendría el marido a su esposa virgen, con devoción…

Sólo sabía que le habían emboscado, que Mu tomándole de la mano lo llevó a aquel hotel y él, como animal que iba a ser degollado iba obediente e incrédulo. Sólo se quedó de pie y totalmente superado cuando el muchacho se desnudó y con paciencia fue buscando que la ropa lo abandonara también. Nervioso como nunca en su vida y sin saber qué rayos estaba sucediendo, dejó de pelear contra su instinto y su pecho que golpeaba severamente clamándole que lo tomara.

¿Qué sucedía? ¿Qué estaban haciendo allí? Aunque no había promesa ni palabras, aunque Mu no le había dicho nada de sentir algo en especial, Kanon no pudo tratarlo como a otros amantes. ¿Era sexo ocasional? ¿Era sexo sin compromiso? No pudo dilucidar nada más cuando las piernas blancas se abrieron y le ofrecieron su manjar, cuando él, totalmente enloquecido fue a adorar el fruto de los dioses y le escuchó clamar la coral que dejaba en silencio a la mejor coral eclesiástica. Y cuando bebió de él, aquella pulsada de nuevo penetró.

¿Y ahora qué? ¿Qué buscaba? ¿Qué hacía allí?

El menor buscó su rostro con sus manos, lo llevó hacía a él, lo forró entre sus brazos… Buscó de nuevo sus labios, volvió a besarlo, a susurrar su nombre… a encarcelarlo en esos ojos verdes profundo, a ahogarlo en esas dos lagunas espesas que no le dejaban respirar y al mismo tiempo, se convertía en su nuevo oxigeno.

Como si fuese un dragón marino, y pudiera respirar bajo esas templadas aguas…

Y así había pasado, una segunda… una tercera… una cuarta. Sin palabras, ni compromisos, ni promesas…

¿Entonces qué rayos eran?

Abrió sus ojos y se dio cuenta que estaba boca arriba, al ser lo primero que vio el techo frio de la habitación. Vio que sobre él, recostado en su pecho y rodeado por sus brazos estaba Mu, dormido. Al parecer habían cambiado de posición mientras dormían. Apartó un mechón lila que cayó, de nuevo, rebelde sobre el rostro de nácar. Se sonrío… Recordar todo, verlo todo como un agente fuera de sí había sido suficiente para detectar las mismas señales que había visto en su hermano. Exactamente las mismas:

Los mensajes en las mañanas preguntando tonterías, bañarse de perfume ante cada salida, planificando los encuentros, viéndose el espejo hasta cinco veces antes de salir… la misma sonrisa, el mismo brillo, las sensaciones de protección, sentir que con otro no podría siquiera igualar lo que sólo él le hacía sentir. Su hermano le había preguntado esa tarde mientras esperaba la llegada de Shaka, antes de verlo salir. Le había dicho con una sonrisa complice:

—¿Seguro es otra salida casual? Juraría que estoy viendo mi reflejo de hace un año.

—¿Estás loco? Nada de eso… yo no.

Negándose a lo evidente…

Trató de controlar la carcajada a si mismo que le brotó del alma, intentando así no despertar a su compañero. Pasó una de sus manos hacía la frente, apretando el otro brazo con ese cálido cuerpo.

—¿En qué momento me enamoré de ti?—se preguntó… al aire.

Suspiró un poco más, sintió como si algo navegara por su sangre, una especie de felicidad quizás, el inicio de algo tal vez… ¿su derrota?

Acarició la cabeza lila, peinó su cabello y luego delineó el perfil con su dedo. Se sonrió.

—Te amo…—susurró…

—Lo sé…—escuchó.

Abrió los ojos como platos. Tragó grueso. Esperó que Mu levantara su cabeza, le sonriera, le dijera algo pero… no, no se movió, no hizo nada, no…

—Kiki… deja eso allí…

No era con él… Kanon no pudo evitar de nuevo burlarse de él mismo.

¿Cómo no amarlo? ¿Cómo no quererlo? ¿Cómo no desearlo para él solo? ¿Cómo no pensar que él era lo mejor que le había pasado en su vida?

Lo abrazó con más fuerzas y Mu por inercia se fue acomodando mejor a él, dormido y murmurando otras cosas. Besó su frente, olió de nuevo su fragancia, acomodó las sábanas.

Ya que el amor le había llegado de golpe y lo había derrotado, le tocaba probar la teoría de su hermano por sí mismo.

Lo interesante fue hallarse pensando que en eso difícilmente perdería…

Notas finales:

Un trabajo que hice hace meses y no había publicado. Espero les guste.


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