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Mi niño grande por Tail End Charlies

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Mi niño grande

 

Hangeng pensaba que Heechul se estaba convirtiendo en un pedófilo, y es que la diva, desde hacía unas semanas, no dejaba de mirar a los niños pequeños, sonriendo, pero no con esa sonrisa torcida que prometía muchas maldades, no, si no esas sonrisas de felicidad que pocas veces le dedicaba. Y el chino estaba muy preocupado. ¿Y si le preguntaba al respecto y le decía que lo dejaba por criaturas? Bueno, que eso no era lo peor, que lo peor sería que ahora le atrajeran los infantes. Ya no sabía qué hacer. A lo mejor eran visiones suyas, que a lo mejor la Chula quería volver a su infancia o algo así de rebuscado.

 

Hee estaba con el portátil encima de las piernas, viendo vídeos por You Tube de niños pequeños haciendo monerías. Hangeng se sentó a su lado observando consternado como a su chico se le caía la baba, no literalmente, pero le faltaba babeo y medio para echar a perder el ordenador. Apareció una niña occidental, rubísima con ojos azules, embadurnada en helado de chocolate.

 

—Oh, amor, mira, ¿no es una cucada? — preguntó, embelesado. Vale, ese era un buen momento para salir de dudas.

 

—Chul, ¿eres un pedófilo?

 

Heechul pausó el vídeo y miró a Hannie de forma extraña, como si le hubiera preguntado si debajo de la cama había monstruos. Luego sonrió, pero de la forma “normal”.

 

—Hannie, quiero que tengamos un bebé.

 

Ahora fue el chino el que lo miró raro. ¿Heechul quería tener un hijo? Y es que Hangeng no lo sabía, pero la paternidad había llamado a la puerta (que muchos creían inexistente) de la diva y este la había abierto. Pero entonces el chino entendió ese comportamiento tan anormal y que lo había dejado sin dormir muchas noches. Carraspeó intentando encontrar una manera de darle la mala noticia.

 

—Cariño, verás, es que… No sé si te has dado cuenta, pero somos hombres. No podemos gestar.

 

Se quedaron en silencio, las palabras de Hannie sobrevolándolos como una mala sombra.

 

—“Cariño”, si después de tantos años no sé lo que ambos tenemos entre las piernas, es que me crees idiota o ciego o que no siento nada de cintura para abajo, lo cual ya ha quedado demostrado que no es así — Hangeng sonrió con cierto apuro.

 

—¿Entonces? — La diva suspiró.

 

—¿Te suena de algo la palabra adoptar? ¿Madre de alquiler? O eso o secuestramos a esta niñita rubia tan mona.

 

Y siguió viendo el vídeo dejando a su chico con cara de póker. Intentaba imaginarse a un pequeño Heechul correteando, manipulando, comportándose como una diva y sonriendo de forma torcida. “Dame caramelos o grito que me has raptado”. ¿Y si fuera una niña? Una pequeña Chula coqueteando con cualquiera que pareciera un hombre, quedando embarazada a los quince y con gemelos a los dieciocho.

 

Oh, Dios, ¿y si les tocaba criar gemelos? Pequeño Heechul y pequeña Chula amargando su vida hasta que tuvieran edad de irse de casa. O dos pequeños Heechul. No, por favor, dos pequeñas Chulas. Y Hangeng tuvo ganas de llorar.

 

Hey, pero que él amaba mucho a Kim Heechul y todo lo que eso conllevaba; aceptaba todo del mayor, tanto lo bueno como lo malo, pero una cosa era convivir con Kim Heechul y otra tener que lidiar con el nombrado y uno, o varios, Heechulitos y Heechulitas. Hangeng tenía paciencia, pero no tanta, y la mitad ya se le había agotado con la diva.

 

Además, que la Chula malcriaría al retoño, estaba segurísimo de eso. ¡Él mismo era un mimado!

 

 

 

Pero se les presentó la oportunidad de poner a prueba sus dotes paternas. Una amiga de Heechul debía irse dos días y no tenía con quién dejar a su hijo, así que le tocó a ellos dos hacerse cargo de esa criaturita de tres años llamada Taemin. Un encanto de niño que dejó embelesado a Hangeng y enervó a la diva al segundo de irse la madre.

 

Heechul cerraba la puerta cuando notó que tiraban de la manga de su jersey. Bajó la mirada y vio al pequeño con cara de apuro.

 

—Tengo pipí — Hee sonrió.

 

—El baño está ahí. — Y le señaló una puerta que permanecía cerrada. El niño frunció el ceño.

 

—Pero no puedo ir solo, mami siempre me ayuda.

 

El supuesto adulto compuso su mejor expresión de espanto. ¿Que él debía hacer qué?

 

—¡¡Hannie!!

 

 

 

La diva miraba la televisión sentado cómodamente en el sofá. Para su alivio, Hangeng se había hecho cargo de todo y ya llevaba varias horas entreteniendo al pequeño, que no dejaba de reír. El caso era que ni siquiera había mirado a Taemin, su único intercambio de palabras se había producido durante esos agonizantes segundos al poco de llegar el crío. Molesto, vio como el menor corría hacia él y, de un salto, se sentaba a su lado.

 

—Quiero ver los dibujos.

 

—Estoy viendo una película. — Taemin hizo un puchero.

 

—Pero el papi chinito me ha dicho que me dejarías verlos. — Heechul alzó una ceja.

 

—No es tu papi, es mi hombre, no lo llames así. — Y el pequeño no entendió nada.

 

—¡Quiero ver los dibujos!

 

—¡Que no!

 

—¡Que sí!

 

—¡Qué no, mocoso molesto!

 

—¡¡¡Papi, mami Chul no me deja ver la tele!!!

 

Y comenzó con un berrinche histórico, perforando los tímpanos de “mami” y alertando a “papi”, que apareció en el salón como un tifón, cogiendo a Taemin en brazos, consolándolo, y lanzándole una mirada asesina a un Heechul incrédulo: cuando él tenía una rabieta Hangeng no lo consolaba, lo ignoraba. Y para acabar de arreglarlo, Hannie cogió el mando y cambió de canal, dejándolo en uno donde daban dibujos, Taemin callándose al instante mientras el chino le seguía besando la cabeza.

 

 

 

Ya que Taemin merendaba pegado delante de la televisión, Heechul aprovechó para encerrarse en la cocina con Hangeng, acercándose por detrás del chino, besando su nuca, colando las manos por debajo de la ropa y acariciándole el pecho. Hangeng se giró entre los brazos del mayor y lo besó con ganas, colando su lengua en la boca de Heechul, el cual jadeó y se apretó más contra el cuerpo del menor.

 

—He terminado.

 

Ruborizados, se separaron con una rapidez inhumana, rezando porque Taemin no hubiera visto nada, ambos muy insatisfechos y con ganas de más. Y como si Heechul tuviera una especie de imán, el menor se acercó de nuevo a la diva.

 

—Quiero jugar, vamos al parque. — Y cogió su mano, tirando de él. Chul se soltó.

 

—Ve tú sólo, estoy ocupado. — Miró a Hangeng con intenciones perversas.

 

—¡Heechul, que sólo tiene tres años! — lo reprendió Hannie. Se acercó a Taemin y lo cogió en brazos — Vamos, ya verás cómo haces muchos amigos.

 

Y se marcharon dejando a Heechul atónito; Hangeng, SU Hannie, lo había dejado de lado por esa cosa… niño.

 

 

 

Por fin había llegado la noche y podría dormir. Aún no podía creerse el que hubiera tenido que leerle un cuento a Taemin para que se durmiera. Hangeng había huido cobardemente y lo había dejado expuesto y sin armas a esa frase que todavía resonaba en su mente: “Mami Chul, léeme un cuento”. Hasta que al fin se quedó dormido y él pudo irse a su propio cuarto. Aunque debía reconocer que dormidito era encantador. Hangeng se quedó dormido en cuanto apoyó la cabeza en la almohada y se quedó con las ganas de hacer cositas, pero es que el pobre se había pasado el día de arriba para abajo con el pequeño y ahora no podía ni con su alma.

 

Pero es que Taemin era muy pesado, todo el rato pidiendo cosas, haciendo cosas y sin dejar de hablar, qué pesadez. ¿Y por qué él era “mami Chul” y Hannie el “papi chinito”? Y es que el crío no era capaz de decir Hangeng sin morderse la lengua, pero el caso era que a él le tocaba ser la madre, ¿por qué? Que alguien se lo explicara. Y encima le estaba quitando la atención de su Hangeng; eso era una herejía, como mínimo, y ahora que tenían intimidad iba el muy idiota y se quedaba enganchado a los brazos de Morfeo. No, si la cuestión era estar en brazos de otro.

 

Dio un respingo cuando notó que alguien le daba unos golpecitos en la mejilla.

 

—¿Qué quieres ahora? — siseó, enfurruñado.

 

—Me he despertado y no puedo dormirme, ¿puedo quedarme con vosotros? — Heechul suspiró.

 

—No, no puedes, esta es mi cama, vete a la tuya.

 

Alarmado, vio como el mentón de Taemin temblaba, anunciando otra famosa rabieta, una de esas que hacían que Hangeng no viera nada más que al niño ese. Frustrado, se hizo a un lado, pero Taemin gateó por encima de Heechul, quedando entre ambos adultos. Y la diva quiso ahogarlo, porque ni siquiera podría estar cerquita de Hannie, que, inconscientemente, abrazó al pequeño. ¡Tenía que estar abrazándolo a él! Y Heechul quiso llorar de rabia.

 

 

 

Al día siguiente, cuando despertó, se percató de que Hangeng ya no estaba en la cama, Taemin atravesado en el lecho, sus pies casi delante de su divina cara. Se levantó malhumorado y se dirigió a la cocina, donde el chino estaba haciendo el desayuno. Se acercó a él y lo besó con suavidad, cortando cualquier intento de ir a más por si el alien los volvía a sorprender. Se sentó a la mesa y bebió un poco de café, escupiéndolo al instante.

 

—Hostia puta, como quema.

 

—Hostia puta — repitió Taemin.

 

Espantados, los dos mayores se giraron, viendo al niño de pie, mirándolos sonriente, sin saber qué acababa de decir. Hangeng miró a Heechul de mala manera, algo que hacía de forma demasiado habitual desde el día anterior, y luego caminó hacia Taemin, agachándose para quedar a su altura.

 

—Taeminnie, no debes repetir lo que digan los mayores, y menos si sale de la boca sucia de mami Chul, ¿de acuerdo? — El menor asintió con la cabeza y Hannie le revolvió el pelo — Venga, antes de desayunar te bañarás.

 

Heechul se tensó, apretó los puños y vio cómo se alejaban. ¿Boca sucia? ¡¿Boca sucia?! ¡Pues eso no era lo que decía cuando se la mamaba! ¡Maldito Hangeng! ¡Maldito Taemin! ¡Malditos todos!

 

 

 

Terminó de guardar los platos en el armario y vio a Taemin sentado a la mesa del salón, entretenido con un libro para colorear. Hangeng había ido a comprar, así que, sin nada qué hacer y aburrido, se sentó en la silla enfrente del niño y lo miró mientras pintaba los dibujos, poniéndose histérico al ver que se salía de las líneas y utilizaba colores que no iban donde tocaba, es decir, ¿un árbol lila? La voz de Taemin lo sacó de sus pensamientos.

 

—¿Por qué no me quieres? — Heechul no respondió y el pequeño siguió hablando — Papi chinito dice que sí que me quieres, pero que eres complicado.

 

—No se llama “chinito”, se llama Hangeng — suspiró —. No es que no te quiera, es que eres indigesto. — Taemin lo miró confuso; no sabía que significaba “indigesto”. Siguió pintando.

 

—Tengo un amigo que se llama Minho. Es muy bueno conmigo y a veces duermo en su casa o él en la mía. Lo quiero mucho, ¿sabes? Cuando seamos mayores viviremos juntos y nos daremos besitos, como hacéis papi chinito y tú.

 

—Pues si para entonces sigues pintando así de mal, Minho te dará una patada en el culo y se irá con un dibujante de cómics.

 

Taemin dejó de pintar y apretó con fuerza el lápiz de color, los labios tensos en una fina línea, los ojos aguados.

 

—Oh, no, ni se te ocurra llorar, pequeño mutante,

 

Pero el niño comenzó a llorar desconsoladamente, Heechul en modo pánico nivel más cien. ¿Qué debía hacer? ¿Qué hacía Hannie en esos casos? Se acercó a él y lo cogió en brazos.

 

—Por amor de Dios, tienes berrinches por todo: mami Chul no me deja ver los dibujos; mami Chul no me lleva al parque; Minho no me quiere. ¿Acaso tienes un grifo o qué?

 

El llanto de Taemin arreció mientras la diva le daba golpes en la espalda para calmarlo.

 

—¿Qué haces, Hee? Lo vas a descoyuntar — dijo un escandalizado Hannie. Se acercó a ellos y cogió al niño, que hipaba — ¿Qué le has dicho? — preguntó de forma acusadora. La diva bufó.

 

—Que Minho se iría con un dibujante de cómics.

 

—Jod… digo, caray, ¿cómo le dices eso? Minho es su mejor amigo. — Chul se cruzó de brazos.

 

—¿Tú sabías lo de ese pervertido? Me ocultas información, Hannie, y eso no me gusta.

 

El chino lo ignoró olímpicamente y miró a Taemin, que se limpió la nariz con una manga.

 

—¿Quieres que llamemos a Minho? — El niño asintió con la cabeza.

 

Heechul bufó de nuevo; gracias al cielo que en unas horas el pequeñajo se iría.

 

 

 

Y la diva nunca estuvo tan aliviada como cuando entró la madre de Taemin por la puerta; estuvo a punto de llorar de felicidad al ver que el pequeño tenía los minutos contados en esa casa. Hangeng, un tanto triste, lo cogió en brazos sin dejar de besarlo en las mejillas y hacerle carantoñas, diciéndole que lo echaría de menos y que volviera cuando quisiera, el niño un poco triste también al tener que irse.

 

Hannie lo dejó en el suelo y Taemin se quedó mirando a Heechul, este último a punto de gritarle que se marchara ya y lo dejara a solas con su hombre.

 

—Dile algo amable — le susurró el chino mientras le daba un leve golpe en las costillas con el codo. Chul respingó y compuso su mejor sonrisa falsa.

 

—Cuando estás callado eres un encanto. — Bueno, eso era algo amable, ¿no? Taemin sonrió ampliamente.

 

—Tú también.

 

Y por una vez, el gran Kim Heechul se quedó sin palabras.

 

 

 

Ya era de noche y por fin estaban solos. Hangeng tenía muchas ganas de Heechul, pero este no estaba por la labor. Frustrado, sacó la mano del interior del pantalón del pijama del mayor y apoyó la espalda en el cabecero de la cama, la diva aún con la mirada perdida en el techo.

 

—¿Qué ocurre? — preguntó Hannie.

 

—Ya no quiero tener hijos.

 

—¿Y eso? — Hangeng estaba un poco decepcionado; la verdad es que esa experiencia con Taemin le había hecho cambiar de opinión respecto a eso de tener descendencia.

 

—Son pesados: no paran de hablar, molestan y ensucian. Son unos escandalosos. — Y entonces el mayor se tapó la cara con una almohada para que el chino no viera su sonrojo — Y me quitan tu atención, casi no me has hecho caso.

 

Se quitó la almohada del rostro cuando oyó a Hangeng riendo a carcajadas, las lágrimas corriendo por sus mejillas. Heechul se sentó en la cama y frunció el ceño. ¿Acaso se estaba burlando de él? Se cruzó de brazos y esperó a que el idiota de su novio se calmara, lo cual sucedió unos largos minutos después. Hannie se secó las lágrimas mientras intentaba regular su respiración, intentando no reírse de nuevo cuando vio a Chul enfurruñado a su lado.

 

—Dios, Hee, ¿pero no te has dado cuenta? — Como el mayor no dijo nada, siguió hablando — Te has descrito a ti mismo: — Y comenzó a enumerar con los dedos — no paras de hablar, ensucias, eres escandaloso y reclamas mi atención a cada segundo del día. ¡Eres como un niño grande!

 

Heechul se sonrojó hasta la raíz del pelo; ¡él no era un niño! Suspiró cuando Hangeng comenzó a besarle el cuello, pero no iba a corresponderle, no señor, ese sería su castigo por decir que era como un niño.

 

—La diferencia es que a ti te puedo hacer cosas de mayores — le susurró sensualmente en el oído mientras una mano se movía lentamente por su pecho. La diva se estremeció —. Eres mi niño grande.

 

Y Heechul se dejó hacer sin rechistar, porque no podrían tener hijos naturales, pero el proceso para crearlos, eso sí que lo podían practicar.


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