Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Colla Voce por Rokyuu

[Reviews - 82]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Para aquellos que leen esto luego de Concordanza: Gracias por seguir mis historias :)!

Para aquellos que leen algo mío por primera vez: Gracias por estar aquí, y espero que les guste y si pueden lean también Concordanza :D

Para todos: ¡LANCE! ¡Lance, Lance, Lance, y más Lance! 

Es mi segundo fanfic en español. Esta historia es más pesada en cuanto a los sucesos, al contexto de la pareja y a las limitaciones de las situaciones.  Espero me tengan paciencia para poder construir todo el escenario y que todo se desarrolle de la mejor manera. 

A lo largo de la historia irán aparenciendo Mat y Ray, pero su situación no será muy detallada. Para averiguar más sobre ellos siempre está Concordanza: Overtime :)

Sin más, ¡disfruten de Colla Voce!

Notas del capitulo:

La universidad me tiene sujetada por el cuello, pero esta historia ruega por ser plasmada en... un software procesador de palabras, supongo. Escribir desde la perspectiva de alguien como Lance es refrescante, y estoy segura que será un reto para él y para mí lidiar con lo que se viene...

En este capítulo todavía no hay mención de la pareja de Lance, pero ya pronto lo conocerán, y se darán cuenta de que estos dos la tendrán más difícil que los tórtolos de Mat y Ray.

Y... ¡aquí vamos!

           Mis piernas se movían mecánicamente hacia mi habitación en el segundo edificio del campus. Era un camino que había transitado durante tres largos –larguísimos- años, y a pesar del cansancio que me hacía sentir a punto de caer dormido para jamás despertar, llegué a mi puerta, la 307.

Deberían ser cerca de las 4:30 a.m. Tenía hambre, pero me importaba poco. Luego de más de 10 malditas horas para terminar el último informe del semestre, solo quería dormir. Ignoré a mi compañero de cuarto, que estaba muriendo lento entre las cobijas, y me lancé sobre mi cama. Estaba dormido en segundos.

No soñé con nada. Ni siquiera con la libertad del semestre, los dos meses y medio sin clases que me aguardaban tan pronto abriera los ojos, porque, pues…

Abrí los ojos cuando escuché el sonido estrepitoso de mi alarma. Gruñí. La alarma no se calló, así que gruñí de nuevo.

—Apaga esa mierda o juro por Dios… —Gene sacó la mano sobre las cobijas y me hizo un gesto con el dedo.

Devolví el gesto mientras me arrastraba hasta el reloj. —Espero que tengas un arma con la cual darme un tiro para cuando regrese, ¿de acuerdo? —me puse de pie, tomé una toalla de un montículo de ropa y me dirigí al baño.

—Lo que tú digas, Capitán.

Abrí la llave de la ducha. Lance Trafford, 21 años, estudiante de tercer año de Economía y Negocios en la Universidad de Darin,  y esclavizado por Blackburn Planning desde hacía cuatro meses. De lunes a viernes tenía que estar al pendiente de una alarma puesta a las 6 a.m., ducharme, vestirme, salir trastabillando hasta mi auto y abusar del límite de velocidad para llegar a tiempo al trabajo.

Del campus de Darin hasta la guarida malvada de Blackburn Planning, y haciendo mis mejores maniobras al volante, tardaba unos noventa minutos. Cuando el tráfico estaba muy pesado eran dos horas. Cuando el tráfico era aún más pesado simplemente llamaba para hacer saber que llegaría tarde y que alejaran todo objeto corto-punzante de mi oficina, o sino se atuvieran a las consecuencias.

Mi compañero de cuarto, Gene, se había tomado lo de mi empleo muy bien. Seguro, me sacaba el dedo todas las mañanas, pero eso era poco cuando el resto de mis colegas en la carrera comentaban cuán imposible era vivir con alguien en el campus cuando tus horarios iniciaban tan temprano.

Suspiré. Salí de la ducha más o menos lúcido, por lo menos lo suficiente como para conducir, y empecé el ritual de vestirme para verme como un profesional a medio tiempo. Al fondo de la habitación Gene ya había lanzado las cobijas a un lado para ir al baño.

—Hey, Capitán… ¿Ese es un informe sobre el escritorio? —preguntó somnoliento mientras me pasaba de largo. Paré en seco. Volteé a ver la carpeta y, en un solo movimiento, tomé llaves, billetera, corbata, reloj, informe y salí hecho un relámpago de la habitación.

Corriendo como desquiciado por los estrechos pasillos, me puse el reloj con una mano y con la otra empujé llaves y billetera en mis bolsillos. Luego busqué mi móvil para llamarle a…

Mi móvil.

—¡Mierda! — di un giro brusco que casi me hizo besar el suelo. Al parar de nuevo frente a mi puerta la corbata se deslizó de mi cuello. La tomé, la metí en el bolsillo de mi chaqueta y volteé para abrir la puerta, pero me encontré con Gene. Sostenía en sus manos mi móvil, con una actitud de burla.

—…Gracias —murmuré mientras lo tomaba y empezaba a buscar un nombre entre las llamadas recientes—, te debo una. Nos vemos luego.

Emprendí camino nuevamente. Entre una cosa y la otra, pude encontrar el número que buscaba y lo marqué. No recibí respuesta hasta que ya estaba corriendo por los escalones.

Primero escuché el vacío. Pájaros cantando. Algún tipo de movimiento. —…¿Hm? ¿Hola? —respondió por fin, con una voz ronca que por alguna razón me enfureció.

—¿Mat? Necesito un favor. Me urge un favor. Te lo ruego. Te lo suplico. Por Ray, ¿sí? Hazlo por Ray, por favor…

Mat gruñó en el teléfono. —¿Lance? Augh… ¿Qué tiene que ver Ray en esto? Y en todo caso, ¿qué necesitas a las 7:05 de la mañana?

Llegué al parqueo. Lancé la carpeta y mi chaqueta sobre el asiento del copiloto. Tomé mi corbata y luché por anudarla con la ayuda del espejo retrovisor.

—Verás —dije al fin, poniendo el auto en marcha—, tengo que entregar un informe a las 8, el último informe del semestre, y necesito que vengas y lo entregues por mí.

—Que lo entregue algún compañero tuyo.

—La mayoría ya se ha ido de regreso a sus casas.

—¿Y por qué rayos no entregaste esa cosa antes?

—Oh, no sé… ¡¿Será porque tengo que trabajar de 9 a.m. a 3:30 p.m.?!

Mat suspiró. Al fondo escuché otra voz respirando hondo, gruñendo, y más movimientos. Tomé un giro más bruscamente de lo usual. Fruncí el ceño y tomé el volante con rabia.

—Estás revolcándote con aquella bestia, verdad.

—¡¿Qué?! Revolc… ¡No!

Metí el pie sobre el acelerador. —Pues estaré allí en 5 minutos así que pónganse decentes, par de calenturientos —corté la llamada y lancé el teléfono a un lado.

Mat era mi mejor amigo. Años atrás, cuando estábamos en secundaria, había sido también mi compañero en el equipo de fútbol y mi vice-capitán. Era un tipo callado cuando no tomaba confianza, pero divertido cuando lo llegabas a conocer. Hablaba honestamente, jamás mentía, pero tendía a guardarse sus preocupaciones.

Varios de esos aspectos disminuían cuando estaba junto a su novio. Fue durante el último año que tuve la mala suerte de encontrarlos juntos, pero por alguna razón no pude excluirlos. Supongo que llegué a pensar que si Mat era una excelente persona, no había por qué juzgarlo solo porque sus intereses amorosos fuesen un poco fuera de lo común.

Ambos habíamos decidido estudiar en Darin. Yo escogí Economía y Negocios, mientras que Mat se inclinó más hacia los Bienes y Raíces. El plan inicial era que ambos nos mudáramos al campus, pero él se decidió en el último momento por rentar un apartamento a unos 20 minutos de la universidad junto a ‘la bestia’, como tórtolos. Augh.

Ese era el lugar al que me dirigía. Tuve que buscar un lugar donde dejar el auto, pues ellos no contaban con un estacionamiento. El apartamento que rentaban era relativamente amplio, seguro, no tan caro, pero metido en una zona casi exclusiva para peatones. Lo último que quería era tener que correr más contra el reloj, pero no tenía opción.

Subí los escalones hasta el segundo nivel, donde ellos vivían. Una vez frente a la puerta toqué el timbre y revisé la hora en mi reloj. 7:19. Tenía que seguir corriendo.

—Dios. Mírate. ¿Y se supone que así vas al trabajo?

El que había acudido a abrir la puerta era Ray, estudiante de artes culinarias y el novio de Mat. Aunque ya nos teníamos confianza y de vez en cuando nos llevábamos bastante bien, la mayor parte del tiempo reñíamos por cualquier estupidez. No sabía bien por qué, la verdad. Simplemente era como una reacción involuntaria entrar en una actitud sarcástica al estar cerca del tipo.

—Pues así es. Resulta que yo no necesito uniformes o algún gorro tonto para demostrar que hago bien mi trabajo —dije, y me invité a pasar dentro. Una vez en la sala de estar vi a Mat sentado en el sofá sosteniendo una taza de café y tomé asiento en una silla a su izquierda.

Coloqué la carpeta sobre la mesita al centro. —Aquí está. Con el Licenciado Lear, tú sabes dónde —me puse de pie para irme. Mat arqueó las cejas. Ray imitó el gesto unos metros más atrás. Esos dos podían llegar a ser unos dolores de cabeza…

—Ya, ya, sé que siempre acudo a ustedes cuando sucede algo así, pero entiéndanme un poco, ¿sí? —pasé a un lado de Ray, de nuevo rumbo al recibidor. Señalé mi reloj. — Estoy contra el tiempo todo el tiempo, y salir del campus no es tarea fácil. Incluso mi tiempo de estudio disminuye. Solo… —me encogí de hombros— solo este favor y los dejaré en paz por un par de meses.

Ambos se cruzaron de brazos. Guardaron silencio por unos minutos y luego empezaron a sonreír. Malditos. Siempre hacían lo mismo. Jugaban con mis sentimientos.

—Sabes que no nos molesta ayudarte, Lance. Es solo que…

La expresión en el rostro de Mat me confundió. Ray tenía algo similar en la mirada, pero no pude descifrar qué era. Algo así como cuando tus padres quieren hablar contigo, supongo. Esa es la sensación que me dio.

—¿Es solo que qué? —me aventuré a preguntar. Ellos consideraron responderme, pero terminaron encogiéndose de hombros.

—Nada. Vete. Vas tarde.

Hubiera protestado si eso último no  hubiera sido una gran verdad. Mi reloj marcaba las 7:23 a.m. Seguramente volvería a llegar al filo de la hora. Hice un medio puchero y me di la vuelta. Paré un brevísimo momento frente al espejo del recibidor, chequeando mi apariencia.

Mi cabello rubio, medio ondulado, empezaba a salirse de control; tendría que recortarlo tan pronto pudiera. Mis ojos verdes contrastaban de una manera bastante brusca con las bolsas oscuras alrededor de ellos, evidencias del desvelo de meses anteriores. Mi piel ligeramente bronceada ya estaba cubierta por el brillo del sudor debido a los apuros.

Hice un puchero de nuevo. Lance estaba ahí, pero por Dios que esas carreras terminarían haciéndome parecer un drogadicto. Me erguí de nuevo, acomodé mi camisa y me percaté de Mat y Ray viéndome al fondo del pasillo con expresiones burlonas.

—¿Qué?

—Miss Trafford tiene una hora de llegada con que cumplir…

—Oh, vete al infierno, Raymond…

Antes de que la risa de esos dos me insolentara más, salí del apartamento y corrí al auto. Una vez ahí pude dejar salir sin ninguna reserva la sonrisa en mi rostro. Eran un dolor de cabeza, pero eran mis amigos, y por los amigos yo haría cualquier cosa. Era por momentos tontos como esos por los que me atrevía a decir, en aquel tiempo, que mi vida era tranquila.

 

-

 

Eran las 3:33 p.m. cuando recibí una llamada de Mat. Estaba todavía en el elevador, bajando hacia el segundo nivel para resolver un último asunto antes de largarme de ahí. Aún faltaba un piso más, pero decidí salir para contestar el móvil.

—Hola, Mat.

—Hey, Lance. Entregué tu informe. El Licenciado Lear dijo que deberías pagar por mi asistencia.

Solté una risa sonora que hizo voltear a uno que otro empleado. Me dirigí a las escaleras para llegar hasta el segundo nivel y hablar más tranquilamente.

—No te parecería tan sorprendente si escucharas sus clases. El tipo está obsesionado con las ganancias.

Mat también rió. —En todo caso —dijo un poco más serio—, ¿tienes algo hoy en la tarde? ¿Crees que puedes pasarte por acá?

No era para nada extraño encontrarme en aquel apartamento más de una vez al día. Después de todo, ahí vivía mi mejor amigo, y Ray sabía cocinar bastante bien…

—¿Habrá comida?

—Maldito interesado. Sí habrá. Pero no comerás nada hasta que terminemos de hablar.

—Hngh —gruñí, irritado—¸¿entonces quieres hablar? ¿Sobre qué? —Recordé su actitud rara de la mañana, cuando parecía que había querido decirme algo. Decidí rápidamente que sería mejor no oponer resistencia—. …Ahí estaré.

—Me alegra ver tu cambio de disposición. Te esperaremos a eso de las 5, entonces. Nos vemos, Lance.

Y cortó la llamada. Miré el móvil por unos segundos antes de guardarlo en mi bolsillo. Sentía una inmensa curiosidad por saber de qué trataba aquel asunto, pero para llegar a eso primero tenía que cerrar un último trato.

Busqué una silueta familiar entre el mar de escritorios frente a mí. Había hombres calvos prendidos del teléfono, otros hurgando entre cajas de documentos, mujeres mayores con lentes potentísimos mirando extrañadas un papel y, por fin, ella.

Faye Richardson era la más nueva oficinista de Blackburn Planning. Su cabello castaño, largo y ondulado, rodeaba un rostro ovalado y perpetuamente sonriente, unos labios delgados y ojos azules. Era delgada, alta, fina. Y era mi novia.

Levantó la mirada del computador que estaba frente a ella y la dirigió hacia mí. Sus ojos se iluminaron.

—¡Lance! —gritó, con voz chillona, al tiempo que se alzaba de su escritorio y me rodeaba con sus brazos. Revisé nuestros alrededores y la gente parecía demasiado ocupada como para preocuparse por nosotros, así que devolví el gesto.

—Hola, cariño —dije, tomándola de los hombros y viéndola de cerca. Su rostro era radiante y no tenía ojeras. Tuve celos por un momento—. Voy de salida. Solo vine a verte antes de largarme.

Su rostro se tensionó un brevísimo instante, pero la sonrisa se mantuvo. —Y… ¿nada más que quieras decirme?

Fruncí el ceño para tratar de recordar cualquier cosa más que debiera decir. Nada.

—Nah, solo eso. Y, bueno, acabo de salir de una junta y parece que estaremos ocupados por unas cuantas semanas, así que dudo que tenga mucho tiempo aparte de los fines de semana de costumbre. A mediados de julio tendré una semana libre. Quizá te lleve a alguna parte entonces.

Esa última parte la había agregado improvisadamente al ver que Faye se tensionaba más y más. Aún así, no dejaba de sonreír. Era un poco extraño ver esa actitud en ella, y había aprendido a acostumbrarme, pero demonios…

—O sea que no tenemos planes para hoy. Bien. Está bien. Vete y llámame cuando tengas tiempo, ¿sí? Porque seguramente te cuesta un mundo lograr meter a tu chica en tu agenda ocupada.

Quité mis manos de sus hombros y me crucé de brazos. Hacía menos de una semana habíamos discutido por la mismísima razón, y me había costado cincuenta dólares de mi bolso y dos horas más en el tráfico reconciliarme. ¿Y ahora quería empezar de nuevo?

—¿Sabes qué? Sí me cuesta, y demasiado como para que reciba esta actitud a cambio, así que mejor me largo antes de que me encuentre atrapado en el maldito tráfico de la tarde por tres horas antes de llegar a un campus vacío y solo con un dolor de cabeza capaz de matar a alguien. Porque me encanta el tráfico. Adoro tener cinco o más horas muertas todos los días en las que solo paso maldiciendo a otros conductores mentalmente. ¡Lo amo más de lo que te amo a ti!

Nadie volteó. Supongo que ya se estaba volviendo una rutina que la mitad de las ocasiones que bajaba ahí terminaran en discusiones.

La sonrisa de Faye desapareció por un momento. El teléfono en su escritorio empezó a sonar. Nos vimos fijamente a los ojos; ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder. Entonces ella se sentó de nuevo y se llevó el aparato a la oreja.

—Blackburn Planning, Faye al teléfono, ¿en qué puedo ayudarle? —contestó, sonriendo.

Di un puñetazo sobre su escritorio y me di la vuelta, caminando como llevado por el demonio hasta el maldito estacionamiento, para subirme a ese estúpido auto que ya era mi segunda casa. Lo puse en marcha y huí de ahí, encontrándome pronto con las colas del tráfico.

Subí el volumen a la radio y repasé todas las maldiciones que me sabía en voz alta. Me mordía los nudillos para no explotar.

Ray tendrá la cena lista —pensaba—¸y probablemente será buena, muy buena, y hablarás con Mat sobre lo que sea que quiera discutir y él no adopta esas actitudes estúpidas así que será una charla civil, entre personas pensantes…

Repitiendo eso como un mantra, al fin llegué al edificio. Encontré un lugar para dejar el auto sin mayor dificultad y subí los escalones hasta el apartamento mientras sentía el cansancio y estrés de la noche anterior y esa tarde sentándose sobre mis hombros.

Toqué el timbre y Mat abrió la puerta casi instantáneamente. Sonrió al verme, pero su sonrisa no era burlona ni sarcástica, sino de simpatía.

—Pasa adelante, Lance.

Asentí y di pasos largos hasta desplomarme a lo largo del sofá en la sala de estar. Tomé un cojín, lo aplasté contra mi rostro y solté un grito ahogado.

—Woah. ¿Largo día, eh, Lance? —escuché a Ray decir desde la cocina. Respondí con un pujido irritado y me quité el cojín para aspirar el aroma de lo que fuere que estuviese haciendo.

—Ah, maldita sea. Eso huele fenomenal. ¿Estará listo pronto?

—En unos veinte minutos, si consideras eso como pronto —sonidos metálicos. Probablemente estaba horneando algo—, y de todas maneras, primero debemos hablar.

Pujé de nuevo. Mat se sentó en una silla frente a mí y pronto Ray se le acercó y se apoyó en un costado de la misma. Ambos me vieron con ese aire a padres regañones.

—Es sobre lo de esta mañana, ¿no? —me erguí en el sofá y me puse más serio —, ¿qué querían decirme?

Mat le dio un suave codazo a Ray. Ray frunció el ceño, se aclaró la garganta y me dijo —Mat y yo pensamos que deberías mudarte, Lance.

Huh.

Me tomó un par de minutos procesar aquella sugerencia.

—¿Mudarme? —Repetí, incrédulo—, ¿mudarme yo?

Ellos asentían, como si lo que decían fuera algo completamente lógico. Por un instante pensé en lo que me había repetido mientras conducía de regreso del trabajo, y empecé a dudar de lo que había dicho sobre esta ‘gente pensante’.

—A ver… —alboroté mi cabello con ambas manos—, ¿por dónde empiezo? Hm… ¡¿Cuánto dinero piensan que gano?! No, no, esa no es la pregunta, debería ser un ¿¡Cuánto dinero piensan que debo en créditos estudiantiles?! Mi salario me sirve apenas para pagar mis clases sin entrar en una deuda más grande, y si rentara cualquier apartamento en esta área o en un área más cercana al trabajo, como creo que ustedes insinúan, pagaría un ojo de la cara en alquiler…

Ellos no se preocupaban. Imbéciles, los dos. Me miraban como si en verdad eso no fuera problema.

—Luego está el problema de buscar un lugar, y de verlo, y hablar con el intendente y firmar contratos y demás. Sí conocen mis horarios, ¿cierto? ¿Y piensan que alguien va a mostrarme un apartamento tan tarde? Y si encontrara a alguien dispuesto, ¿creen que voy a sacrificar mi tiempo libre para tanto ajetreo? ¿O en verdad creyeron que era estúpido y que no había pensado en esto antes?

Ray suspiró hondo. —Por supuesto que no podrías rentar un apartamento solo…

—¡¿Entonces por qué lo sugieren?!

—Sugerimos que lo rentes con alguien, con un compañero —intervino Mat.

Paré en seco. —¿Compañero? —dije, sorprendido en verdad por la insinuación—, ¿compartir un apartamento a mis 21 años?

—Pues no es para nada raro. Todos los estudiantes saben que entre más personas se unen a la causa, menor es la renta individual, y gozan de más libertades que en el campus.

No quería aceptarlo, pero Mat tenía un punto muy válido. Aunque solo me faltara completar un último año de universidad, rentar un nuevo apartamento con alguien sería mucho más fácil…

—…Pero, ¿quién sería mi compañero? La mayoría de colegas de la carrera no planean mudarse y no pienso poner un anuncio en el periódico para que cualquier desquiciado aparezca…

Ray soltó una risa burlona. —Podrías mudarte con tu novia, ¿no?

Bufé y le disparé una mirada asesina. —¡¿Estás loco?! ¡Si la oficina me queda a hora y media, ella me queda a dos horas!

—Renta un apartamento por esta zona con ella, entonces.

Bufé de nuevo. —¿Y tu piensas que ella me ayudaría con el alquiler?

Mat abrió los ojos en sorpresa. —Pues no sabemos. Tú la conoces mejor.

Así era, y la conocía lo suficientemente bien para decir, muy a mi pesar, que Faye no daría un solo centavo si nos mudáramos juntos. Seguramente solo pagaría su comida, algún gusto extra para sí misma. Y lo arreglaría todo con esa sonrisa tan suya, y la manera en que jugueteaba cuando estábamos solos… O la manera en que solía hacerlo, antes, cuando no discutíamos tanto…

Si nos mudáramos juntos, ¿discutiríamos más?

—Augh —, cubrí mi rostro con ambas palmas y gruñí—. Ella no es una opción. Todavía no.

Y entonces Mat dio un zapatazo sobre el piso. Descubrí mi rostro y lo vi sonriendo como si acabara de tener una revelación, y a Ray viéndolo extrañado.

—¡Múdate con nosotros, entonces!

No podía verme a mí mismo, pero estoy seguro que la quijada casi se me cae por la sorpresa.

—¡¿Huh?!

—¡¿Ah?! —Ray se puso de pie—, Mat, no crees que…

Pero Mat siguió hablando, emocionado.

—Puedes mudarte acá mientras te buscamos un buen compañero. Yo puedo preguntarle a los de mi carrera o a otras personas que conozca, e igual no es como si no pasases aquí la mitad del tiempo, ¿cierto? Podemos acomodarnos hasta que lo necesites. Y quizá así mejore tu ánimo, y puedas descansar más.

Ray siguió viéndose un poco inseguro sobre el asunto, pero el rostro de Mat terminó convenciéndolo. Supongo que yo no era el único que se preocupaba por ellos, o el único que se daba cuenta del ritmo inestable de mi vida. Un cambio sería bueno.

Recuerdo haber dicho antes que mi vida era tranquila, ¿no? Pues fue aquel día en que decidí mudarme del campus que di el primer paso en falso, y la tranquilidad llegó a su fin. 

 

Notas finales:

Los reviews siempre me hacen sentir feliz por dentro y me recuerdan que tengo que actualizar :) Gracias por leer, y si dejan review ¡doble gracias!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).