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Nunca me abandones por Necoco_love2

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Notas del fanfic:

Oh, esta es sólo una idea que se me ocurrió hace un par de días y que tenía que escribir sí o sí, porque me pareció tan bonita, que no pude evitarlo. De verdad que la amé, tiene un no sé qué, que qué sé yo, que me hace amarlo xDDDD

Supongo que también tiene que ver las cosas que imagino al respecto.

 

Sin más, pues disfruten del fic tanto como yo disfruté escribirlo :3

 

Advertencias: es posible que haya un poco de OoC x'DDD

 

Notas del capitulo:

Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen, son obra del señor Masashi Kishimoto. 

La delicadeza con la que pasaba aquél impecable trapo era impropia de alguien como él. Puede que no la forma tan detallada y perfeccionada de pasarlo una y otra vez con el esfuerzo de alguien que hace las cosas para ser el mejor, pero sí que lo hiciera casi con un cariño que ciertamente, era imposible descubrir de dónde provenía. No es que dijera que se trataba de alguien a quién le faltaba dedicación en sus labores, pero, objetivamente, no sabía que pensar acerca de él.

Quizá no había nada que pensar acerca de él.

Durante un largo rato permaneció así, en silencio, trazando la estrategia pero sin dejar de mirarlo a intervalos, procurando que nadie se percatara de lo que hacía. Fuera anochecía. Los ciervos que curiosos se asomaban a varios metros de distancia se perdieron entre la espesura de los bosques, a través de los árboles añejos y torcidos, tan pronto, a lo lejos, una jauría de lobos proclamó el territorio como suyo. Muchas cabezas se alzaron al escuchar los aullidos lejanos, como provenientes de algún escondite lejano que apenas se imaginaban, pero al instante le restaron importancia.

Muchos chasquidos se dejaron escuchar, pero nadie mataría lobos aquella noche, ni siquiera por error. Los ruidos nocturnos del bosque se introdujeron en sus oídos, jugando con la paciencia y acercándose peligrosamente a la cordura para corromperla. Pero ellos habían sido entrenados para elevar a su máxima potencia la virtud de la paciencia, por lo que escuchar día y noche los malos presagios y los a veces escalofriantes sonidos del bosque, resultaban nada en comparación a lo que podían soportar.

El volvió a mirar en dirección opuesta, donde una hilera de camas provisionales estaban colocadas de manera que los presentes ahí pudieran tomar un descanso. Mandó a todos a dormir tan pronto como jugar con el bolígrafo que sostenía entre una de las manos le pareció aburrido. Fue una orden puesto que tenía la seguridad de que al día siguiente muchas sorpresas estaban esperándolos, y ya había perdido los suficientes hombres de su pelotón como para no estar dispuesto a tener que anunciar más bajas.

A veces, un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer.

Sobre todo cuando tiene bajo su responsabilidad un grupo de soldados dispuestos a arriesgar sus vidas por su patria.

Aunque Itachi prefería pensar que nadie más moriría en el valle sin retorno.

Soltó un pesado suspiro cuando una riña estúpida proveniente del final de la gran tienda llegó hasta sus oídos. Escuchó la voz de su hermano y decidió que por aquella ocasión, les permitiría pelear a ambos a sus anchas. No es que Itachi dudara de las capacidades de su hermano menor, pero por lo menos pretendía que aquél insolente muchacho disfrutara una de las primeras guerras que terminarían por mancillar su inocencia, por arrebatarle la luz ingenua de su ser. Iba a ser tragado por el dragón furioso de los problemas militares entre Inglaterra y Francia y sería vomitado abruptamente y sin delicadeza a la realidad, una en la que los civiles morían, los soldados se sacrificaban, y al final, sólo una paz creada a base de dolor era conseguida.

Salió de la tienda, consciente de que le costaría trabajo dormir. A pocos pasos de distancia, justo en el centro de otras dos tiendas más pequeñas que constituían el cuartel provisional, una pequeña fogata se alzaba juguetona, arrojando unas pequeñas chispas brillantes alrededor, que tan pronto como tocaban tierra se apagaban. Se sentó frente a él, y esperó.

—No tienes por qué hacer esto solo, Gaara—dijo, tras un breve silencio en el que los únicos sonidos que los acompañaban, además del de la fogata, eran los de las aves nocturnas que salían a cazar.

El aludido ni siquiera alzó la mirada. Así como había estado limpiando anteriormente su PSG1, limpiaba con cuidado un rifle normal con mira telescópica, en caso de que algo más grande que un lobo solitario decidiera intentar atacarlos.

—No me vengas con estos sermones, Itachi—replicó sin formalidades—. Si tengo insomnio crónico, por lo menos que me sirva de algo en esta guerra.

Itachi se llevó una de las manos a la cara, cubriéndose los labios como si las palabras que pretendía decir no tuvieran forma de ser exteriorizadas sin que las consecuencias fueran malas. Le dedicó una mirada significativa al de ojos verdes y decidió que fuera cuál fuera su reacción, no le importaría. Al final de cuentas, el capitán era él, y no ese taheño que parecía obsesionado con la limpieza de sus armas.

—Mañana quiero que estés al frente de la subdivisión de Naruto—dijo, mientras barajeaba las posibles reacciones de Gaara.

Escuchó un ligero chasquido al cerrar los ojos y, al abrirlos, lo primero que observó fue el cañón del rifle de Gaara apuntándole por encima de la fogata.

— ¿Qué?—soltó el pelirrojo, dándole la oportunidad para que pensara en la forma de cambiar sus palabras para que Itachi le dijera precisamente lo que quería escuchar.

El moreno no se amedrentó.

—Lo que escuchaste—le respondió—. Vas a estar en la subdivisión con Naruto y nada de lo que me digas me hará cambiar de parecer.

El labio inferior de Gaara tembló, pero en ningún momento los brazos que sostenían el arma con el que apuntaban al rostro de su superior flaquearon. Sus ojos lo miraron con la severidad de alguien que iba en serio y que no estaba para bromas, pero Itachi tenía la certeza—o quería tenerla—de que por mucho que no le gustara la idea, el de cabellera pelirroja no dispararía el cañón.

Al menos no mientras él fuera el objetivo en la mira.

— ¿En qué demonios piensas?—cuestionó el de piel nívea—Entiendo que seas un Uchiha y que por ser capitán del escuadrón hagas lo que te venga en gana, pero joder, ¡esos malditos franceses intentaron matarme, Itachi! ¿Lo recuerdas? ¡¿Entonces por qué carajos vas a mandarme a la subdivisión que menos acción tendrá en el este?!

Itachi apartó de un manotazo el arma de Gaara de su campo visual. Miró al de ojos claros y le habría gustado, quizá por primera vez desde que habían llegado a Paimpont de forma íntima, que él iba a encargarse de vengar el intento de asesinato de Sabaku no Gaara, el hijo de uno de los capitanes del ejército más respetados de las fuerzas de Inglaterra. Pero a Gaara la cursilería absurda en aquél momento no le haría cambiar de parecer. Se limitó a responderle con la impersonalidad de un capitán, a manera de que el menor no hiciera un alboroto mucho más grande que despertara a sus hombres.

Por increíble que pareciera, los deseos de venganza de Gaara opacaban y reducían los intentos de Itachi por protegerlo, y al menos por una vez, quería que el menor se ciñera a sus deseos y sus buenas intenciones.

Se levantó de la fogata, decidido a reflexionar muchas cosas antes de empezar  moverse por la madrugada. Gaara soltó un bufido y le pidió que esperara, tratando de ser comprensivo con la postura en la que estaba el mayor.

— ¿Por qué con Naruto? Sabes que separarlo de Sasuke afecta su capacidad de concentración. Es muy impulsivo.

Itachi asintió con una leve sonrisa en los labios, mirándolo casi con dulzura.

—Pero tú eres el único a quién Naruto no desobedecería, ni siquiera por Sasuke. Se rumora entre los soldados que tú no te andas con juegos, y Naruto sabe que no dudarías en dispararle si se atreve a desobedecerte.

Gaara frunció el ceño, pero no parecía molesto. No supo si las palabras de Itachi eran un tipo de halago bizarro o una advertencia de no tomarse las cosas tan en serio, pero después de eso dejó que el azabache se marchara a dormir, bufándole tras el gesto cariñoso de desordenar su cabellera en un intento de despedida nocturna. No había ni tiempo ni ánimos para besos y abrazos, pero a ambos les sentaba bien.

Porque en tiempos de guerra los soldados pensaban en que todo terminaría, en que regresarían a sus casas sin problemas y que Inglaterra volvería a ser pacífico, que al alzar la vista no habría fuerzas aéreas surcando los cielos ni bombas que iban a parar a ciudades evacuadas. Itachi y Gaara, soldados de élite, no tenían mucho a lo cual volver. Se entregaban cuales soldados dispuestos a morir por defender sus ideales y, en el intento, se consolaban con el entendimiento mutuo, con esos labios que calmaban sus sentidos y los llevaban a una realidad utópica donde sus corazones se calentaban con ese cariño que en una realidad tan tosca, se brindaban.

Como esa luz de esperanza que no se extingue.

Sin embargo, al final de todo, seguían en guerra. Y todos sabían que en la guerra, así como en el amor, muchos corazones siempre mueren.

 

Fue cerca de la madrugada, cuando el resto dormía, que Gaara se percató de que algo no andaba bien. Abrió los ojos cuando una parvada de aves salió volando a varios metros de distancia en la oscuridad de la noche y se concentró en los sonidos, estando más alerta a cualquier anomalía de los alrededores. La señal que necesitaba se la dio un ciervo que corriendo frenéticamente cruzó el campamento, asustado ante la imagen e Gaara enfocando su rifle, pero más asustado por lo que se avecinaba.

Entonces, cuando escuchó el primer disparo, no le quedó duda alguna.

Sacó la pistola de bengalas de su bolsillo derecho y la disparó sin el menor miramiento para alertar a los campamentos vecinos del ataque enemigo. El ruido comenzó a despertar a los soldados que dormían y mientras Itachi se preparaba y daba indicaciones sobre qué hacer en el ataque sorpresa, Gaara comenzó a disparar a diestra y siniestra con su rifle, empleando la mira telescópica equipada con infrarrojo para detectar a los infelices franceses que osaban atacarlos mientras dormían.

Cayeron tres antes de que a Gaara se le unieran otros dos francotiradores más, y para ese momento ya todos estaban evacuando el campamento, directo a sus puntos de ataque. En medio de las órdenes estrictas, Gaara le dedicó a Itachi una mirada profunda, casi como el equivalente a un abrazo acartonado que le diera fuerza. Que les diera fuerzas para no morir. Dejó que Naruto se le adelantara junto al resto del equipo y permitió, por breves segundos, que el capitán Uchiha Itachi, soldado de elite, le pusiera pesadamente una mano en el hombro, pidiéndole de forma impersonal lo que en su fuero interno deseaba con tanto fervor:

—No muera en el intento, soldado.

El de ojos claro se marchó rápidamente, cargando su desarmado PSG1 en una mochila y con su rifle  entre las manos. Anduvieron a paso acelerado en dirección al este, donde pasando un riachuelo pequeño se encontraban las ruinas de una casa de piedra abandonada y consumida por el tiempo y donde se esperaba la llegada del escuadrón de refuerzo de los franceses.

Los pocos ciervos que habitaban el lugar huían desesperados, así como las aves tan pronto se escucharon las armas de fuego cantar el himno de la guerra. Gaara miró en retrospectiva su vida mientras dirigía a un grupo de 30 hombres hacia las ruinas en el valle sin retorno, preguntándose realmente si su motivación en esa guerra consistían en la simple venganza en contra de aquellos que lo habían secuestrado, junto a otros hijos de políticos y militares, para declarar abiertamente la guerra.

No es que no encontrara satisfacción en tomar venganza por todos esos hijos que nada tenían que ver en los problemas políticos y militares del estado, pero, ¿en verdad eso era todo? ¿Había algo más, escondido tras la imagen de Itachi que se le venía a la mente y que lo llevaba a pensar en él como un motivo, además de su padre, por el cual se había unido al ejército?

Gaara torció un gesto abrumado en su rostro y volvió en sí cuando, poco antes del amanecer, arribaron a las ruinas. Caminando por el campo abierto en el claro del lugar, abruptamente tuvieron que detenerse y volver sobre sus pasos cuando un ave se posó en medio del lugar y una mina explotó, haciendo que todo el campo, al parecer minado, comenzara a recibirlos con explosiones.

Los franceses habían tomado el campamento de las ruinas, y habían descubierto el plan.

Gritó con fuerza que  todos retrocedieran, hasta que las minas dejaran de explotar. Los soldados franceses salieron y comenzaron a disparar a los pocos soldados ingleses que conseguían visualizar por encima de las nubes de tierra  que se alzaban con cada nueva explosión. Naruto daba indicaciones a los hombres, mientras preparaba su rifle para el momento en que los franceses comenzaran el ataque. Mas no necesito que los franceses empezaran, tan pronto como la última mina explotó, Gaara, oculto tras un frondoso árbol, soltó el primer disparo que derribó a uno de los franceses encubiertos en lo más alto de las ruinas.

La guerra había empezado, de verdad. Quizá le era meramente indiferente, o el hecho de ser criado bajo la mano dura de un militar le había brindado la personalidad adecuada para soportar semejante tipo de situación, en el que ágilmente armó su PSG1 y comenzó a disparar certeramente a los franceses que incautos asomaban apenas una parte de cuerpo visible, la suficiente para herirlos. Cualquiera que fuera el motivo, Gaara no lo sintió como tal. Matar sólo por matar incluso, después de cierto número de víctimas, resultaba aburrido. Pero tener un batallón que procurar desequilibraba su atención, porque no sólo tenía que cubrirse a él, sino que también tenía que mirar por todos los demás.

Las balas danzaron de un lado al opuesto, derribando enemigos y a veces perdiéndose en ese limbo de fusiles que se extraviaban de los fusiles de guerra que usaban los soldados. En su fuero interno lo sentía como algo demasiado minimizado, una guerra que lamentablemente no era como las nórdicas y que a Gaara tanto gustaban, esas donde sólo a espadazos y machetazos el triunfo se decidía.

Durante un momento fue así, hasta que las verdaderas dificultades comenzaron cuando se dio la primer baja y los heridos casi superaban ya el número de soldados intactos. La estrategia no se modificó, pero las ansias de Gaara de terminar con todo lo llevaron a disparar con mucha más rapidez y precisión para acabar con las fuerzas francesas mientras aún le quedaba tiempo a los heridos más graves de salvarse.

Tras las primeras horas, Itachi no apareció dentro de sus pensamientos. Naruto lo cubrió en todo momento y tampoco dio señales de pensar en Sasuke, lo cual el de ojos verdes tuvo que reconocerle como un punto adicional a su buen desempeño durante el combate armado. No obstante, guerra era guerra, y no terminaba sólo con haber vuelto a recuperar las ruinas. Antes de que pudieran establecerse en las ruinas, cuando el sol ya estaba iluminando el día desde el cielo, nuevas bengalas se alzaron por los aires en el oeste, pidiendo ayuda.

Naruto, tan pronto la notó, se mostró ansioso y desesperado, y lo miró significativamente, buscando algún tipo de respuesta para una pregunta que secretamente tenía miedo de exteriorizar ante Gaara. Durante los primeros momentos el taheño se vio en la necesidad de ignorarlo para establecer a la tropa e idear una estrategia, pero entre más vueltas en círculos daba Naruto, merodeando como un zorro impaciente, llegó a la conclusión de que había cosas que no podía seguir retrasando.

Y llegó a ello únicamente cuando una segunda bengala proveniente del norte le indicó a Gaara que el pelotón de Itachi necesitaba refuerzos. Quizá, por Sasuke, no lo habría pensado. No lo tenía en suficiente estima, si era sincero, pero le tenía un poco de compasión porque Naruto le agradaba, y el rubio quería con una enardecida pasión al azabache más que a nadie. Más que a sí mismo. Habría dejado marchar a Naruto sin problemas luego de que cumpliera su deber, pero el de ojos azules se sentía con la necesidad de obtener su permiso para poder correr lo más rápido que pudiera en auxilio del único hombre al que al parecer había querido con tanto fervor.

Antes de que Naruto se despidiera acompañado de un grupo de soldados, lo observó, leyendo la preocupación en su rostro, y se preguntó si Naruto estaría viendo lo mismo en su expresión perfectamente impertérrita, en esos ojos ilegibles y esas maneras tan indiferentes que tenía. Había sido entrenado para olvidar el dolor, para acabar con el enemigo y para no tener compasión con nadie. Pero a un soldado no se le enseña a ignorar el llamado del amor cuando finalmente, incluso de forma desagradable, llega.

Gaara se marchó justo después de Naruto, solo, porque era lo bastante autosuficiente como para no necesitar de nadie más. Dejó a cargo a un soldado y salió lo más pronto posible, lleno de recargas para su rifle que colgaba a su espalda y con el fusil de guerra entre sus sucias manos.

Destruyó todo a su paso y acabó con los pocos enemigos con los que llegó a toparse. Desesperado por encontrarse con que sus peores pensamientos no se habían materializado en el mirador de las hadas, un francés moribundo le disparó en la pierna izquierda en el campo vacío de batalla, ganándose con ello las maldiciones del pelirrojo acompañadas por un disparo en la frente que terminó con su vida.

Había desesperación en sus movimientos, frustración y por encima de todo eso, miedo. Era difícil imaginárselo. Para él, que había tenido a Itachi siempre a su lado desde que se había vuelto uno de los soldados del escuadrón de su padre, imaginar su vida sin él resultaba titánicamente atroz, como arrebatarle a un Dios del Olimpo su título y sus poderes, como quitarle la vida misma y las motivaciones para existir.

Y en medio de ese grito alterado y desesperado por encontrarlo, escuchó que lo llamaba, debajo de un par de escombros que se removían escuetamente con su esfuerzo por darse a encontrar.

Avanzó lo más rápido que su pierna se lo permitió y se arrojó a su lado, apartando los escombros, con movimientos lo suficientemente nerviosos como para hacerle dudar de su estabilidad. Itachi tenía rota una pierna y una herida de bala en el brazo derecho. Sus ojos, nublados por la sangre que corría de estos, apenas fueron capaces de enfocar a Gaara, ese muchacho antisocial y amargado que únicamente a él le había dedicado sus sonrisas más inocentes, sus palabras más largas y significativas, sus sentimientos más puros y sinceros.

Si había una palabra que definiera lo que ese muchacho tan detestable le hacia sentir no habría habido otra que no fuera amor.

— ¡Itachi! ¡Itachi, mírame!

«Mírame, y mírame sólo a mí. Todo va a estar bien»

Pero no todo iba a estar bien, y ambos lo sabían. Sus heridas sangraban y el dolor era insoportable, pero el dolor de esa posibilidad de perder a la única persona que había sido capaz de comprenderlos en ese mutismo superaba con creces cualquier otro dolor físico que pudieran hacerles.

—Tienes que renunciar a la vida que habías planeado para tener la vida que te espera—dijo Itachi.

— ¿De qué demonios me hablas?—indagó el pelirrojo, disparando la última bengala que le quedaba en su pistola y rompiendo el ahora sucio trapo con el que limpiaba sus armas para contener la herida del brazo del mayor.

—Esperaba salir ileso de esto, te iría a buscar y habría sido yo quien estuviera curando tus heridas. La vida que planeaba era protegerte a capa y espada de todo lo que pudiera hacerte daño, pero en cambio la vida que me espera eres tú cuidando de mí…

—Eso es tan jodidamente cursi—le respondió el pelirrojo—, mejor cállate y no te esfuerces, no tardarán en venir por nosotros—finalizó, porque sabía que no tenía oportunidad de sacarlo de ahí en las condiciones en las que ambos estaban.

—Gaara…—lo volvió a llamar, acariciando delicadamente el rostro suave del menor—aunque las circunstancias nos obliguen a pasar menos tiempo juntos, recuerda que es sólo para poder estar siempre juntos en el futuro.

—Si sigues así, te juro que te voy a disparar.

Itachi le sonrió, sin que la sangre en su rostro corrompiera la belleza de esa sonrisa que le dedicó en medio de la desesperanza. Lo miró con todo el amor que posiblemente no le expresaría en forma de palabras y lo tomó entre sus manos, besándolo con esa dulzura que el capitán del escuadrón situado en Paimpont se guardaba únicamente para él. La luz de sus ojos se apagó finalmente, y la voz de Gaara, ronca y ligeramente temblorosa por la incertidumbre, le llegó como canto angelical a sus oídos, esos que habían sido casi ensordecidos con el estallido de la granada que había soltado para salvar a sus soldados.

No importaba que se hubiera quedado ciego, mientras el rostro níveo de Gaara fuera lo último que sus ojos hubieran visto antes de perder la luz, Itachi podría vivir con la condena de no poder volver a verlo nunca más. Mientras permaneciera a su lado, en la paz y también durante la guerra, Itachi se sentía casi inmune a los estragos de la cruel vida.

Mientras Gaara nunca lo abandonara, no habría obstáculo que Itachi no pudiera vencer. 

 

Notas finales:

Por si se lo preguntan, eso del Valle sin retorno y el Mirador de las hadas es de verdad, el bosque de Brocelandia, o de Paimpont, es un bosque francés que está situado entre estos dos sitios, el valle y el mirador. Me pareció un muy bonito lugar para situar la historia.

 

El PSG1 de Gaara es un tipo de fusil francotirador construido por la empresa alemana Heckler & Koch dedicada a la fabricación de armas de fuego.

 

Y bueno, he aquí el final de la historia. Me gustaría que me hicieran llegar sus opiniones para saber qué tal está. Yo sé que al principio pudo ser algo aburrido, pero para ser la primera vez que escribo algo relacionado con la guerra yo quedé feliz con el resultado OwO

 

Agradecería que me dejaran un review para conocer sus opiniones.

 

Besos & abrazos, Necoco. 


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