Una vez más el estío griego se presenta ante mí cual feroz enemigo. Me siento a merced del calor que cautiva y recorre mi cuerpo. He buscado el alivio del agua. La he dejado adueñarse de mí en un vano intento de ganarle la batalla a este bochorno insoportable. Apenas he terminado de secarme y ya me siento, de nuevo, empapado en sudor.
Tengo prisa por salir del cuarto de baño. El vapor acumulado me resulta irrespirable. Aspiro profundamente al atravesar la puerta, pero el aire también es caliente aquí. Sé que podría hacer algo al respecto… Pero dudo que fuese correcto… Mientras camino, mis pies descalzos disfrutan del fresco tacto del mármol. En pocos pasos estoy en mi habitación.
Milo no está.
En su lugar, en la cama, sólo aprecio una cálida humedad que se extiende desde el hueco de la almohada, donde descansaba su cabeza, hasta casi el final del colchón, donde reposaron sus pies. Hace un rato bromeaba con que terminaría derritiéndome. ¿Será que se ha derretido él? ¿Será este charquito lo único que me quede de su irresistible presencia?
Oigo unos pasos a mi espalda y en seguida siento unos brazos cerrándose sobre mi cuerpo y unos labios posándose sobre mi hombro.
-¿Tú no ibas a ducharte para librarte del sudor? –me pregunta sonriendo. Puedo notar sobre mi piel la mueca que sus labios han compuesto.
-Creo que no ha funcionado –admito derrotado.
Se ríe.
-¿Puedo saber qué pensabas ahí plantado?
-Nada… Tonterías –le confieso-. Pensaba… que tal vez te habías derretido sobre las sábanas.
-Camus… -su voz suena seductora-. El calor te está afectando…
Mientras habla, gira a mi alrededor hasta quedar frente a mí.
-Si yo me derritiera…, tú te derretirías conmigo –me asegura.
Sin darme tiempo a responder se apropia de mis labios. Los chupa y los mordisquea mientras sus manos se deshacen de la toalla que me había enrollado en la cintura. Mis manos, ociosas, se dedican a recorrer su cuerpo. Quizás debería poner límites a esa manía suya de pasearse desnudo por mi Templo.
Como guiados por una brújula nuestros pies nos conducen hasta la cama. Aprovechando su necesidad de tomar aire ahora soy yo quien busca su boca. Abarco sus labios con los míos y nos embadurnamos de saliva mientras nuestras manos pugnan por ganar terreno al incansable sudor.
Tumbados sobre el colchón jugamos con nuestras encabritadas desnudeces hasta que en un ágil movimiento Milo se monta sobre mí. Su cuerpo se yergue, su pecho se dilata al llenarse de aire, cierra los ojos deliciosamente y con un suspiro se funde conmigo. Yo lo miro. Comienza a moverse cadenciosamente; con el rostro apuntando hacia arriba, la espalda arqueada y los músculos en completa tensión; escalando hacia el orgasmo, mientras yo pienso que, ahora sí, estoy seguro de que nos derretiremos los dos.
FIN
Como ya me había ocurrido en una ocasión anterior, AY no me permitía subir este drabble por no llegar al mínimo de palabras exigido para publicar; es por eso que estoy escribiendo aquí esta explicación, para rellenar :P