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Oscuridad por earendyll

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Capitulo 3

 

Pestañeó varias veces amoldándose a la luz del día. Se incorporó lentamente. Estaba en su futón, en su cama, con su ropa puesta... ¿Pero que demonios había pasado? Al intentar recordar un dolor de cabeza se adueñó de él, tan intenso que soltó un pequeño quejido.

Un toque en la puerta lo distrajo por unos segundos de esa jaqueca matutina y una dulce voz, clara como el agua y hermosa como el cantar de las aves se dejó oir, preguntándole si la dejaba pasar. No sabía aun porque ella siempre preguntaba para entrar si siempre su respuesta sería afirmativa

  • Pasa

Su tono fue seco, no porque le disgustase su presencia, en todo caso lo contrario pero ciertamente ese dolor de cabeza a una hora tan temprana no lo ponía muy contento.

  • Buenos días

Con lentitud la figura de Tomoyo se fue acercando hasta la de él. En vez de andar parecía flotar y siempre la seguía el extraño susurrar de sus ropas al rozar el suelo.

La pequeña muchacha se acercó hasta él, lo suficiente como para sentarse a su lado. Ninguno de los dos hablaba, pero el silencio no era incómodo para ninguno, se conocían demasiado bien. Kurogane sabía que ella estaba esperando a que él empezara con la conversación.

  • ¿Que pasó?

La verdad es que no querían andarse con rodeos, cuanto antes supiera que estaba pasando antes podría solucionarlo. Para ello necesitaba saberlo todo, que había pasado, como estaba aquí, que le pasaba al mago... y sabía que ella tenía mas de una respuesta.

  • Me asustaste Kurogane, te encontramos cerca del rio...

  • Como supiste que estaba en peligro

  • No lo vi en un sueño -dijo justificándose- ya que, como sabes, dejé de ser vidente; pero un mal presentimiento me oprimía el pecho desde la noche anterior. Conforme pasaba el tiempo esa opresión aumentaba como apremiándome, como si alguien necesitase mi ayuda. Rápidamente viniste tu a mi mente y junto con varios hombres fui al río...

  • Ya veo... asi que aunque ya no eres vidente de sueños aun tienes capacidad para eso...

  • Si, la verdad es que yo no sabía que pudiese hacerlo, pero me sirvió para una buena causa

  • Dime princesa – él quería llegar ya a la parte del relato que más le interesaba- ¿Que pasó cuando llegaste al río? ¿Que encontraste?

  • Kurogane...-dijo en un suspiro, como si el simple hecho de rememorarlo le costase trabajo, tristeza- Creo que sabes que me encontré

  • Si lo sé, pero quiero saber que pasó para no haber muerto...¿Que pasó con él?

  • Cuando llegamos, te encontramos en el suelo, agarrado por Fay que bebía fuertemente de tu cuello. Al principio suspiré tranquila porque parecía que lo estabas dejando, pero al segundo vi que estabas inconsciente. Nos costó mucho separarlo de ti. No dejaba que nadie se acercara, quería seguir bebiendo. Pudimos separarlo de ti a duras penas, es un buen guerrero...

  • ¿Como esta él? ¿Que le hicisteis?

  • Has cambiado mucho Kurogane – le dijo con una enorme sonrisa- has madurado mucho...

  • Cállese y responda a mi pregunta -se oyó la risa suave de Tomoyo

  • Él está bien, tuvimos que ponerle un sedante para despegarlo de ti, parecía no querer soltarte. Pero ahora está bien, no te preocupes- Kurogane sin darse cuenta soltó un suspiro de alivio que hizo sonreir a Tomoyo

  • ¿Por qué?

  • ¿Hm? -dijo Tomoyo al no esperar más preguntas.

  • Por qué le atacó la necesitad de sangre, se suponía que debería de poder vivir sin beber de ella

  • La verdad es que a mi también me sorprendió en un principio. También hablé con Yuuko

  • ¿Qué te dijo esa bruja?

  • Debería esperar a que estuvieseis ambos mejor, a él aun no le he dicho el por qué. Él ha estado cuidando de ti todo este tiempo...

  • Porque me dices esto...

  • Por si quieres que lo busque para que sepa que estas despierto. También por si quieres hacerle compañía, no ha estado muy bien estos dias.

No hubo más palabras entre ellos, ni si quieran tenían por costumbre despedirse. Con un movimiento de cabeza Kurogane la despidió y sabía que le traería a ese inútil que tenía por compañero.

 

Lo que pasó lo confundía, bebió tan fuerte de su vena que creía que iba a poder morir y sin embargo le daba igual haber acabado asi...por sus manos... debajo suya.

Mago...

Maldito seas...

Quería verlo, necesitaba verlo, saber que al menos estaba bien...

Ese idiota le trastocaba la mente, estaba tan preocupado por él a veces, que sus ojos buscaban su silueta con ansia para comprobar que aun siguiera de pie, bajo el sol, riendo como siempre...

Pero cada vez más, se daba cuenta del hundimiento de su alma, de la pérdida de brillo de sus ojos casi opacos. Deseaba casi con ansia su felicidad, porque había sufrido demasiado, porque había derramado ya muchas lágrimas. Conoció en el viaje lo que era la amistad y el compañerismo. Aprendió lo que era preocuparse de verdad, tanto que no le importó dar su ojo a Syaoran, no le importó usar su magia. Aprendió lo que era tener gente no solo a la que proteger, también que te protegiera, que te ayudara, que te diera la mano en los momentos de más debilidad, y en eso él se jactaba de ser el primero. En un principio su persona lo desquiciaba, casi llegó hasta a odiarlo pero cuando quiso darse cuenta se metió tan profundo dentro de él, que ya era irremediable no tenerle cariño. En eso se parecía a el manjuu.

Unos toques en la puerta interrumpieron sus pensamientos. Conocía perfectamente quien era el dueño de ese sonido.

Y no se equivocó

A los pocos segundos entraba Fay con la cabeza gacha. Mala señal. Quería que lo mirara a los ojos, para poder saber que le pasaba por la cabeza. Cuando se escondía como hacia ahora... esa actitud vomitiva...

  • Mago...

Dijo simplemente cuando llegó lo suficientemente cerca suyo. Fay se hincó de rodillas a su lado y se sentó. Con la cabeza hacia abajo, con el pelo que le tapaba los ojos. Lo único que podía verle eran los labios, que estaba fruncidos en un rictus doloroso, tan fuertemente apretados que juraba vérselos más blancos de lo normal.

  • Kuro..gane...

Perfecto, le llamaba por su nombre, eso solo le podía poner más alerta que antes. “Vuelve a decirme algun apodo estúpido” pensaba Kurogane para sus adentros. Se aguantó de decir nada más. Respira, ten paciencia y aguarda a ver lo que sucede.

  • Dime...

  • Yo... - parecía nervioso, demasiado

  • Cuando la gente me habla me gusta que me miren a la cara

Su voz fue tranquila y bastante fría. No quería sonar asi pero realmente estaba molesto, con él, como no. No había conocido a nadie que le desquiciara tanto y que sin embargo le hiciera tener tanta paciencia, a otro lo hubiese ahorcado con sus propias manos.

Fye lentamente fue subiendo la cabeza, realmente parecía que le costaba trabajo. Sus ojos seguían mirando al suelo. Y sus ojos rojos vivaces seguían de cerca todo movimiento. Sin parpadear. Sin pestañear. Observaba hasta el más mínimo gesto de él que estaba enfrente.

Finalmente, sus ojos se encontraron y parecieron conectados. Sus respiraciones parecieron cortarse. El latir de sus corazones se hizo más rápido. Latían tan fuerte que tenían el sonido en sus oidos.

No había palabras que decirse. Sus miradas parecían desnudarse la una a la otra. El temblor en las pupilas azules, le hizo saber que algo turbio se movia en sus adentros. La brillantez de los mismos le hablaban de inútiles mareas que le azotaban.

  • Yo... lo siento...

Fue conciso pero le hizo temblar. Su rostro permaneció inmutable sosteniendo esos ojos azules. Fye avergonzado, del antiguo suceso seguramente, volvió a bajar la mirada. Esos ojos le quemaban más que las brasas. Y por gracioso que pareciese no lo juzgaban, no le reprochaban... le miraban tan tranquilas que le hizo asustarse. Cualquier persona tendría miedo de la escena que le ocurrió dias atrás, pero él...

Una mano en su hombro le hizo reaccionar pegando un pequeño brinco de la sorpresa. Sus ojos subieron rápidamente a los de él para encontrarse, no con la mirada calma y casi fría, sino con una más cálida que hizo que se le estrujara el corazón

  • No pasa nada... pero la próxima vez, cuando tengas problemas, no solo por tu necesidad de sed, háblalo conmigo, no hagas nada tú solo.

  • Kuroga...

  • Para ya de decir idioteces- lo interrumpió bruscamente- No quiero escucharte hablar más

Sin esperárselo un puño cayó sobre su cabeza, haciendo que cayera hacia atrás

  • ¡Pero que! -dijo sorprendido mirando a Kurogane

Este aun desde su misma posición lo miraba con una sonrisa en los labios. Fye lo miró y no pudo evitar reirse también suavemente. No sabía como pero Kurogane podía leerlo tan bien, podía sacarlo del fango más espeso de una ciénaga.

  • Bueno creo que es un precio justo por la sangre prestada ¿no? - Le dijo sonriendo de lado juguetonamente

  • ¿Desde cuando te cobras la sangre que bebo de tí?

  • Desde ahora, al menos me divierto después dándote una paliza

  • Seras...

Sin esperárselo ni proponérselo, o quizás si de parte de Kurogane, estaban riendo, hablando y discutiendo como hacia tiempo no hacían. Parecían como niños molestándose el uno al otro.

Tomoyo desde afuera escuchaba todo mientras se tapaba con una mano la boca y reía silenciosamente. Ambos eran almas gemelas ¿Cuanto tardarían en descubrirlo?

Con lentitud volvió a entrar en aquella espaciosa habitación. Apenas notaron su presencia se sentaron y esperaron a que llegara a sus altura. Ella se arrodilló y tomó asiento junto a ambos

  • He venido a hablaros sobre lo que creo que pudo suceder, del porqué ahora tu necesidad de sangre ha vuelto...

Ambos asintieron con la cabeza. Notó el decaimiento de Fay. La verdad es que esperaba que como todo, esto hubiese sucedido por algo, y que ese algo sirviera más para acercarlos que para otra cosa. Lo sentía por Fye, sabia de sus sentimientos y casi sabía con certeza que le cruzaba por la mente. También el hablar con Yuuko le sirvió de mucha ayuda. Hace poco el mago había ido a hablar con ella para una propuesta escabrosa y en verdad esperaba que Kurogane le hiciera cambiar de idea.

  • desde que recuperaste tu ojo ya no tienes la necesidad de beber sangre puesto que tu magia te mantiene.

  • ¿Entonces?- preguntó Kurogane extrañado

  • Pero no olvidéis que con magia o sin ella, tú sigues siendo un vampiro -dijo mirando fijamente a Fye- y tú – sus ojos esta vez miraron a los de Kurogane- eres su presa, así lo elegiste tu mismo

  • Eso ya lo se... -susurró con fastidio. Odiaba que le recordaran que había sido una elección enteramente suya. No se arrepentía de ello

  • Sigo sin entender porque he tenido la necesitad tan fuerte después de un año sin beber ni una sola gota de kurogane

  • Hay algo que quizás ninguno de nosotros le dio demasiada importancia

  • ¿El qué?- Fye estaba inquieto. Al menos ahora podría obtener respuestas a esta duda

  • Que hay un lazo. Un lazo que os une. El lazo del cazador y la presa. Por mucha magia que tengas Fye, ese lazo seguirá ahí -respiró profundamente antes de continuar – Ese lazo es irrompible...

La miró a los ojos. Ya sabía que había un lazo entre ellos, algo que ataría sus destinos, que los haría ir de la mano hasta que el final de los días de Kurogane supusiese el suyo propio.

  • Siempre hemos sabido del lazo del vampiro y la presa – la voz de Kurogane se escuchó lejos para los oídos del vampiro

  • Si, pero algo ha cambiado

  • ¿Cambiado? -susurró Fay quedo, empezando a comprender por donde iban las cosas

  • Si... ¿No os habías dado cuenta?

  • Tomoyo-hime es mejor que vaya al grano, no tengo mucha paciencia -ciertamente de eso carecía Kurogane, nadie podía decir lo contrario

  • El lazo se está desequilibrando, destruyéndose

  • ¿De que hablas? - dijo Kurogane exasperado- ¡Hable claro!

  • ¡Estáis rompiendo vosotros mismo el lazo que os une! Vuestro distanciamiento, vuestra falta de contacto... estáis alejándoos el uno del otro. Cada vez más...

Eso era exactamente lo que Fay estaba intentando hacer desde hacia tiempo. Alejarse de él. Alejarse de la persona que le provocaba estos sentimientos que no debía de tener. Antes de que lo dañara tenía que alejarse, alejarlo. Pondría distancia aunque le doliese ¿Por qué todo salía en su contra? Sabía que el corazón del ninja estaba ocupado desde hacía tiempo por la princesa, también sabía que la princesa amaba a ese hombre, lo vio en sus ojos apenas llegó a este lugar. Como le brillaban cuando hablaba de él, como lo seguía con la mirada discretamente, como quería rozar aunque fuese su mano

  • Tu instinto de vampiro ha salido a flote para evitar que os separéis, para que busques con la ansia de un bebedor de sangre a su fuente de alimento. Ese instinto sabe que si os separéis moriréis el uno sin el otro. Y tu más que nadie Fay. Dependes completamente de Kurogane.

Kurogane se quedó callado sin emitir ninguna palabra ni a favor ni en contra. ¿Que pasaba por su cabeza?

Tomoyó miró a ambos y la mirada de ternura que le dirigió a Fay le hizo temblar de culpa, ambos sabían lo que sentían el uno por el otro. Esa sonrisa hizo que casi derramara lágrimas de remordimiento. No debía sentir lo que estaba sintiendo.

Pero había algo que le dolía aun más, y era saber que Kurogane también la amaba a ella. La complicidad, la forma en que se miraban intensamente a los ojos. Era él el que se estaba metiendo en medio, el que distanciaba a Kurogane de Tomoyo. No debería de sonreirle. No a él.

No quería hacer sufrir a esa princesa que tanto lo había ayudado. Notaba que la estaba traicionando. Una vez más las personas que estaban a su alrededor sufrían, sufrían por su culpa. Apartó la mirada compungido y la sonrisa tierna de Tomoyo se esfumó dando claramente a una de extrañeza y preocupación

Deja de preocuparte...

Deja de mirarme...

No merezco la ternura de tu mirada, de tus gestos o palabras

¡Tenia que hacer algo!

Algo para evitar que Tomoyo sufriera

Que kurogane sufriera

 

De repente sus ojos se abrieron. ¡Claro! Eso debería de haber hecho hace tiempo.

 

Alzó la mirada y vió a la princesa y a Kurogane hablando... como si él no estuviese. Realmente parecía que sobraba. De todas formas ¿Porque estaba triste? Debería de estar contento de que estos dos estuvieran... juntos... felices...riendo

 

Se despidió con una sonrisa. Ya había tomado una decisión. Ciertamente no sabía porque no lo había hecho antes... en realidad si lo sabía, por cobarde

Al fin dejaría de causar sufrimiento. Al fin dejaría de causar dolor. Al fin dejaría dejaría que cada quien siguiera con sus vidas. Al fin tomaba una buena decisión

 

 

Kurogane miraba los extraños gestos en la cara del rubio ¿Que pasaba por esa atolondrada cabeza?

Un presentimiento nada bueno le embargaba. Algo iba a suceder, estaba seguro ¿Con aquel mago? Seguramente, era especialista en buscarse problemas. Lo tendría vigilado.

Cuando se levantó con una sonrisa y pidió irse, lo siguió con la mirada. Apenas se despidiera de la princesa lo perseguiría. Iba a dejar las cosas bien claras

  • ¿Kurogane?

La dulce voz de Tomoyo lo sacó de sus pensamientos. Lo miraba con esa apacible sonrisa suya que te embriagaba y llenaba de paz. La misma sensación que desprendía su madre.

  • ¿Decía algo?

  • Veo que estas muy preocupado por él

  • Si, ese idiota se comporta extraño desde hace algún tiempo y su mayor enemigo es él mismo

  • Comprendo

El silencio se interpuso entre ellos. La verdad es que cada uno estaba en sus pensamientos. El de uno estaban llenos de un mago inútil y el de ella por el moreno enfrente de sus ojos.

  • El lazo se ha debilitado -comenzó a hablar Tomoyo- por el distanciamiento que hay entre vosotros

  • Distanciamiento...- Su voz sonó en un murmullo, solo eso, un murmullo

  • Distanciamiento no solo físico, también emocional

Los ojos de Kurogane se cerraron mientras bajaba la cabeza. Cruzó sus brazos sobre su pecho y pensó, como siempre en aquel idiota

  • Fay tiene miedo de sentir lo que siente - Dijo Tomoyo, esperando al fin captar su atención- él nunca a sentido lo que está sintiendo ahora. Solo ha sentido el dolor, el odio... Esto es nueva para él. Tienes que enseñarle a sentir

  • Eso lo supe desde hace tiempo

Kurogane se levantó del futón. Desde la posición de Tomoyo se veía imponente. No movió la cabeza para mirarla, solo se movieron sus intensos ojos rojos

  • Voy a ir a por él, he tenido una mala sensación

Ella simplemente asintió. También lo había notado. El mago durante toda la conversación se estaba mostrando cada vez más extraño

  • Suerte

  • Gracias

Con un asentimiento de cabeza se marchó. Algo en su pecho le decía que se diera prisa. Algo sucedía, cada vez estaba más seguro. El tiempo apremia.

 

 

 

 

Fay fue al cuarto de baño de su habitación. Entre las mangas llevaba una pequeña navaja de hoja bien afilada. Se paró frente al espejo. Mirándose. Estudiándose. Había cambiado mucho en este tiempo. Sus ojos se veían más marchitos que nunca. Nunca se había visto tan delgado, demacrado, de pómulos respingones por la delgadez. Las oscuras ojeras bajo sus ojos. Sus labios estaban tan pálidos como el resto de su cara. El sufrimiento de dañar a Kurogane lo martirizó en esos días. Como deseó que abriera los ojos. Y como se dio cuenta apenas los vio que todo fue por su culpa. Él no lo culparía, ni si quiera se resistió a él cuando lo obligó a dejarle beber de su sangre.

Sus ojos seguían fija a la imagen gemela del espejo. Cuanto más se miraba más asco se daba, no por su aspecto físico tan deplorable, sino por ser quien era.

Y cuanto más pensaba mas deseos tenía de hincar el filo de la hoja contra la piel de sus muñecas.

Con lentitud miró la blanca piel, tan fácil de rasgar y acabar con todo...

Pasó un dedo por la cuchilla y rápidamente apareció la sangre en él. Ciertamente estaba afilado.

La herida se cerró al instante. Maldito poder empírico. Haría tantas heridas y tan profundas que se desangraría antes de poder regenerarse.

La cuchilla parecía más brillante que nunca, tentándolo con sus suaves destellos.

Acercó la cuchilla

La punta rozó su piel

Se hincó profundamente

Y avanzó por su piel.

El dolor no le impidió nada. De la herida comenzó a sangrar profundamente, cayendo gota tras gota y después un hilo continúo que parecía no acabar. Una imagen se le pasó por la cabeza

Kurogane

Si él moría de esta forma dañaría una vez más a él. Pero si lo pensabas bien le hacía sufrir más en vida que si una vez se acabase todo. Con determinación volvió a abrir la brecha ya cerrada

Kurogane...

Una lágrima se escapó de sus ojos. ¿Por qué lloraba? No quería separarse de él. Que egoísta...

Con saña se hincó con más fuerza la navaja como castigo. Merecía morir con dolor

  • Kuro...

Se acercó la navaja a la garganta mientras la cogía con ambas manos para clavarla con más fuerza

  • En verdad lo siento...

 

 

 

No sabía porque pero ya no andaba por los pasillos, sino que corría, corría como hacía mucho no corría, con desesperación ¿De qué? Ni él mismo lo sabía en ese momento pero parecía que alguien lo guiaba

La puerta de Fay se hallaba ante el. Respiró un par de veces indeciso si entrar o no. ¿Estaría descansando? La voz de Fay se escuchó dentro

  • Kuro...

¿Acaso lo estaba llamando? Un pequeña sonrisa afloró en sus labios.

  • En verdad lo siento...

¿Pero que decía? Estúpido, iba a entrar nada más que para decirle que no tenía que disculparse de nada, que no importaba que bebiese tan fuerte de él. Nada de eso importaba...

Al abrir la puerta de golpe

Lo vio

A cámara lenta parecía ver como el pequeño cuchillo iba hacia el cuello de Fay con una fuerza espantosa, capaz de atravesarselo completamente

Sin darse cuenta llegó al baño de dos zancadas y de un bofetón tiró a Fay contra el suelo. El cuchillo en el descuido se le clavó en el brazo. Lo arrancó de golpe tirándolo al suelo

Los ojos de Fay lo veían espantado, increíblemente abiertos

  • Kuro..gane...

 

 

La respiración de Fay estaba entrecortada ¿Que había pasado? De repente se encontraba en el suelo, con el labio partido y...vivo...

Miró desde su posición. La figura de Kurgane se encontraba imponente. Sus ojos rojos brillaban tanto como las llamas del averno. La mirada de furia, de odio e incluso asco. Ver eso hizo que más lagrimas corrieran por sus mejillas. Dios mio...

De repente Kurogane lo agarró de la ropa del pecho con tanta fuerza que lo levantó del suelo, dejándolo de pie. Sus ojos se enfrentaron directamente a los de él y la vergüenza le hizo apartarlos. Escuchó un bufido de Kurogane.

Esperaba oírlo gritar, pegarle otro golpe ¡Lo que sea! Pero este silencio lo estaba matando.

De otro tirón lo llevó de vuelta a la habitación y lo dejó caer en la cama.

Antes de darse cuenta le estaba curando las heridas de las muñecas, o más bien limpiando la sangre de la heridas casi cerradas. No podía dejar de llorar. Lo había decepcionado. A él.

Con rudeza le levantó la barbilla mirando si el cuchillo había dejado alguna marca en el cuello. No lo había ni rozado. Al menos eso alivió a Kurogane.

Las palabras no salían de su garganta pero cuando vio la profunda herida en el brazo de Kurogane intentó curarla. Él de un tirón se lo impidió. Como pudo sacó las fuerzas necesarias para hablar

  • Al menos déjame hacer esto por ti

Y ahora si lo dejó. Se mordió los labios de culpa mientras limpiaba esa herida. Ninguna de sus heridas había dolido tanto como esa. Le dolía el corazón ¿podía ser eso posible?

  • A partir de ahora no te dejaré solo ni un instante, donde vayas tu iré yo

  • Kurogane...

  • No quiero hablar -lo cortó rápidamente- te ataré con cadenas a la habitación si hace falta para que no hagas nada

  • Kuro...

  • ¡NO HABLES!

El grito lo hizo brincar asustado. La voz de él lo hizo temblar ligeramente. Malditas lágrimas traicioneras que no paraban de salir

  • ¡Maldita sea!

Maldecía Kurogane por lo bajo. Con suavidad le limpió las lágrimas de las mejillas, pero apenas limpiaba una salía otra, mojando su rostro. Él le secó hasta la última gota que salió de sus ojos para manchar sus mejillas.

La suavidad del contacto, la ternura del mismo, hizo que apoyara con cariño la cara hacia esa fuente de calor humano y él no se negó. Esa maravillosa mano siguió allí pegada a su piel. Era tan cálido... No se merecía a alguien como él...

  • Lo siento...

Las palabras de Kurogane le impresionaron. No pudo evitar mirarlo a los ojos. ¿porque se disculpaba?

  • No quería hacerte llorar... yo solo...

Pero no dijo nada más. Simplemente ambos se acostaron en la misma cama. Pocas veces la compartieron durante sus largos viajes y las veces que lo hicieron Fay intentó pegarse a él lo máximo posible. Kurogane nunca repelió su contacto.

Ahora era diferente. Cada uno miró hacia el lado contrario de la cama, intentando que ningún miembro de su anatomía tocara al otro. Parecía que cada vez se alejaban más...

¿Qué pasaría a partir de ahora?

Notas finales:

Buenooooo despues de un tiempo aqui estoy con este intenso capitulo donde se revelan los sentimientos de muchos (o no de tantos) y de como parecen atormentarlos mas que nada. fay sufre muchisimo por sus sentimientos y kurogane... bueno él es otra historia aun jejejeje

Este capitulo quedó un poco gore y sentimentalista ¿Que os ha parecido?

Gracias por seguirme. No puedo actualizar más rápido lo siento :(


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