El mensaje del perverso acosador suele ser voluntariamente vago; con ello genera confusión y aún recurre a negar lo dicho para eludir los reproches. Al tiempo que se abstiene de terminar sus frases, utiliza alusiones y envía mensajes sin comprometerse.
Esa mañana ahí luces y coches. Todos los alumnos de su colegio permanecen fuera, amontonados e inquietos. Curioso, intenta abrirse paso entre la multitud sólo para notar las miradas clavarse sobre su nuca. Nervioso.
-¿En serio?
-No creo…
-¿Eso le dijo?
-¡Que terrible!
-¡Que cruel!
-¡¿Cómo se atrevió?!
-Pobrecilla…
- Con razón…
-¡Fue su culpa!
-Estaba deprimida estos días, ¿no?
-Pero, no estaba enamora de….
-¡Era su amigo!
-¿Un beso?
-¡Yo los vi juntos!
-Pero eran amigos y aun así…
-¡Ellos fueron!
-¡Por la culpa de ese chico!
-Y el otro chico, ¿no estaba enamorado de ella?
-No lo sé…
-¡Estoy segura!
-¡Que tonta!
-Por un chico ella….
-La entiendo.
-¡¡¡Pobre chica!!!
Se siente desfallecer. Quiere gritar. Camina más rápido entre los demás alumnos para ver. Saber…
Frente a la puerta del colegio descansar dos o tres coches patrullas, ve gente de azul oscuro entrar y salir. La puerta principal deja el paso abierto para todos, solo alguien no combina con el panorama.
-¡Ciel!- quiere gritarle, llamarle pero el chico se mantiene con la mirada algo perdida, un hombre le acompaña. Ve a su amigo asentir casi imperceptible un par de veces, una palmada en su hombro y el uniformado se aleja. Ciel baja las espaleras principales con lentitud como si fuera cualquier otro día.
Camina lentamente hasta él. Hasta la multitud de curiosos adolescentes obligados a mantener la distancia… Frente a frente al fin.
Una pequeña y elegante caja blanca le es tendida por el moreno silencioso.
-Para ti.
Reconoce la letra demasiado elegante y sofisticada del regalo. Su admirador.
-…En tu mesa de clases- siempre Ciel contestando antes de preguntar.
-Ella…- quizá ella…Lizzy.
-No. No fue ella.
Al abrir la caja de detalles azules encuentra un perfecto corazón de chocolate negro. Siente las lágrimas amontonándose en sus ojos, siente las miradas de todos sobre él, esa mirada azul intenso frente a él. Guarda el regalo.
Alois y Ciel parten ignorando los murmullos.
Más tarde la policía estaba en su casa como Ciel le había advertido, protocolo, preguntas.
“-Si, dijo que le gustaba.
-…
-No, le dije que no me gustaba
-…
-Parecía estar bien.
-…
-Lo siento mucho.”
Era verdad pero seguía sintiendo que no era todo. La terrible sensación de no saber apoderándose de él.
Más tarde descubriría, al probar el dulce, que era exquisito y de su marca preferida. El chocolate es dulce pero le sabe amargo. Se pregunta si así fueron las lágrimas de la dulce Elizabeth antes de morir, antes de decidir poner la soga en su cuello y saltar. Pobre Lizzy, alguien con tantas amigas pasando todo el fin de semana colgada y sola en el baño de chicas, quizá… sus celos que le hicieron tratarla tan mal le habían llevado hasta allí.
Culpa y miedo enraizando en su pecho.
El teléfono suena y oye del otro lado la única voz capaz de calmarle. Ciel, como siempre.
-¿Qué tal el regalo?
-Amargo.
-Perfecto…
“No me intentes engañar.
No me quieras abandonar.
No pongas tus ojos sobre nadie más.
Creo que podría enloquecer.
¿Me dejarías besarte, ángel de alas rotas?”
“Es tonta tu lucha, Alois. Mi querido Alois”