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Wish Egoist por Van Phantomhive

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Notas del capitulo:

Como siempre uso y abuso de los personajes de Nakamura-sensei, y hoy más que nunca por el cumpleaños de este lindo Tsundere XD

Las primeras estelas de luz alumbraron la ciudad de Tokyo haciendo brillar a las flores debido al rocío nocturno; en uno de los cientos departamentos existentes, la tranquilidad era abrumadora pero enseguida fue corrompida por los alaridos de un hombre.

 

-¡Nowaki, te dije que me despertaras temprano!

 

El supuesto mencionado jamás respondió, el comedor y la casa entera estaban casi vacía, salvo, por su (en estos momentos) único residente: Kamijou Hiroki, profesor de literatura de la prestigiosa universidad Mitsuhashi, un hombre serio y trabajador, con un físico aceptable; la cabellera castaña cubría elegantemente las pálidas facciones de este y junto a sus orbes chocolates le otorgaban una belleza sin igual. Lamentablemente todos estos buenos puntos se iban por la coladera, quizás por uno de sus insignificantes defectos: la paciencia.

 

Digamos que Hiroki no es de las clase de personas que no ayudaría a todo aquel que se lo pida, si fuera así entonces no sería educador. El problema radica en lo siguiente; en su materia es todo un prodigio y apasionado, tanto que se molesta fácilmente con sus alumnos cuando estos no prestan la debida atención a sus lecciones.

 

 La gracia de estas situaciones es que el castaño desarrolló la costumbre de lanzar todo tipo de objetos, desde las típicas tizas hasta enciclopedias de grueso calibre con el fin de atraer la atención a una parte importante de la lección, o como muchos sabrán para castigarlos por distraerse de la misma. A causa de este singular comportamiento y la falta de paciencia, los alumnos lo apodaron como el Demonio Kamijou.

 

Tras esta breve presentación, retomemos la queja del maestro, usualmente este tiene como habito que su pareja lo despierte cada mañana. Sorprendentemente su novio tiene una personalidad totalmente opuesta a Hiroki; de carácter amable, gentil, servicial y con una impecable sonrisa acompañada de unos profundos ojos azules oscuros al igual que su cabellera; Kusama Nowaki es el fiel reflejo de lo que todo el mundo llama ángel.

 

Luego de convivir por más de seis años, la relación entre el ángel y el demonio atravesó todo tipo de adversidades pero manteniéndose fieles a ellos mismos. A pesar de los años, el castaño siempre se le olvida que el moreno tiene guardias nocturnas varias veces a la semana y que éste no volvía hasta el día siguiente a las últimas horas de la tarde.

 

Ese día como cualquier otro, el profesor se alistó de manera apresurada, saliendo un poco desalineado del departamento. El trayecto largo y tedioso fue insufrible, trayendo como obvia consecuencia la llegada tarde a la universidad. Respirando entrecortadamente llegó a la sala de profesores del departamento de literatura.

 

El lugar se hallaba vacío, el jefe y colega de Hiroki, Miyagi You, al parecer se encontraba dictando la clase del mencionado.

 

La primera clase la dio por perdida y la hora de la misma estaba por finalizar, el educador aprovechó el intervalo de descanso que había entre esta y la siguiente para recobrar la compostura y se recostó en el sillón que decoraba la posada; de ese modo la inconsciencia lo llevó a su mundo.

 

A los diez minutos transcurridos una figura aparece en el lugar quejándose de la juventud de ahora; un hombre que pasaba los treinta y cinco años, su andar y su físico encubrían la edad, junto con los cabellos negros azabache y los ojos del mismo tono que demostraban la seriedad y el profesionalismo que requería la enseñanza universitaria.

 

Dejó en el escritorio más cercano los libros utilizados como material de referencia para dictar la clase que no le pertenecía; con aburrimiento observó todo el cuarto, reparando finalmente en la presencia del dormitado castaño.

 

Una idea traviesa se le cruzó por la mente y sigilosamente se acercó para quedar de frente a Hiroki y asustarlo; porque en parte le causaba gracia el temperamento encabronado que este último poseía. Dicha idea se puso en duda ya que el castaño se removió un poco, Miyagi, pensó para si mismo que el profesor tenía suerte por tener a él como jefe porque si fuera otra persona, en esos momentos lo hubiera violado.

 

Y no es para menos, la pose en la que se hallaba no era muy sugerente pero se podía sacar provecho de la misma, la camisa semi-desabrochada, las mejillas un tanto sonrojadas, la boca entreabierta, si… la vista muy deseable, muy angelical. Argumentos que sobran para demostrar el por qué Nowaki se enamoró a primera vista, aun así tanto Miyagi como el resto del mundo conocen perfectamente las consecuencias de despertar a la fuerza a una persona y en particular, a cierto demonio francotirador de libros de peligroso calibre.

 

Sin dar marcha atrás, el mayor se aproximó al otro, delicadamente lo zarandeó pero el castaño siguió imperturbable en el mundo del ensueño. El moreno probó una nueva táctica, con una mano golpeaba levemente la cara del dormido llamándolo.

 

-Kamijou, despierta.

 

-Mmm… -replicó medio molesto el durmiente.

 

-No me obligues a hacer algo que no quiero. –al no tener respuestas, You realizó una acción un tanto temeraria.

 

Lentamente se aproximó al rostro de Hiroki, el suave hedor del aliento se sentía, conservando la distancia; el moreno colocó un par de dedos en los labios de su subordinado y con ligeros masajes, logró introducirlos dentro de la húmeda cavidad; provocando con ellos el sonrojo de su compañero. Luego de unos segundos los retiró y el otro entre suspiros murmuró el nombre de la persona que más apreciaba.

 

-No… waki.

 

-Ah, por qué tengo que ser yo el que lo despierte. –se lamentó Miyagi; como toda respuesta diré esto: porque es el destino y porque la escritora, o sea yo, quiero.

 

Sin meditarlo mucho, y con los dedos ensalivados fue contorneando el rostro del profesor logrando que este suspirara y se removiera en el asiento. El corto recorrido finalizó en uno de los cartílagos del oído de este, pequeños masajes en la delicada zona provocó que Hiroki hablara en sueños.

 

-Nowaki… basta… -decía sonrojado el durmiente, confirmando y reafirmando el lado tierno y adorable que raras veces mostraba ante los demás.

 

Los movimientos se iban adentrando en el órgano, de igual manera y con la misma intensidad, lo hacía en el otro, para Kamijou era un tanto placentero y dicha sensación se manifestaba por medio de palabras incoherentes, con cierto pesar You dijo sus últimas plegarias:

 

-Tuve una buena vida pero por qué tuve que elegir a este hombre como mi verdugo.

 

Luego de un corto suspiro, el profesor retomó su serio semblante y con ayuda de los húmedos dedos penetró en los oídos del castaño, impregnándole la fuerza necesaria para que este reaccionara. Y funcionó, el malestar causado por tan vil treta despertó y encabronó a Hiroki; lo primero que hizo fue removerse en el asiento asustado y como acto de autodefensa agarró su maletín y se lo lanzó al agresor.

 

Miyagi alcanzó a esquivarlo pero esa bomba era la primera de muchas otras, libros y mas libros, finos, delgados algunos, otros eran gruesos y con un digno peso difícil de llevar; para el demonio nada era imposible y todo objeto era considerada una arma letal.

 

-Basta Kamijou, ya estuvo. –dijo Miyagi refugiándose detrás de una de los escritorios y escapando apenas de la zona de tiro.

 

-Miyagi…. Sensei… lo mataré… -dijo enojado Hiroki, en sus manos llevaba uno de los volúmenes de la enciclopedia de Oxford, si era una de las balas preferidas del castaño, un diccionario de prominente calibre.

 

-Pero al menos ya estas despierto, no Kamijou-sensei. –refutó con tono gracioso el catedrático.

 

-Esa no es la manera de despertar a la gente. –refunfuñó el otro.

 

-No será la manera, pero funciona. –sentenció el otro con toda la seriedad del mundo, el enojo de Hiroki era bastante aterrador, un aura oscura y asesina llenaba todo la sala, la persona que hubiese entrado en esos instantes ya estaría muerta bajo la asfixiante y nada atemorizante neblina negra que salía del profesor.

 

-Miyagi-sensei… es usted ¿un niño o un adulto?

 

-Un profesor de literatura con un sueldo aceptable. –respondió inteligentemente el superior, el subordinado lo miró con todo el aire asesino serial, pero luego de meditarlo y respirar un poco se calmó.

 

El moreno se salvó, por ahora, pero el entrecejo del castaño dejaba muy en claro que ese sería un día normal, y probablemente un tanto peligroso si no sabía mover bien los hilos.

 

Las siguientes clases transcurrieron de forma normal, ambos educadores enseñaban con sus métodos y costumbres. Y más de uno salía victorioso del campo de entrenamiento espartano y del anfiteatro griego.

 

El mediodía llegó a todo su esplendor, la hora de la comida se hizo presente en todo el campus universitario; estudiantes y profesores tomaban unas horas de descanso luego de una intensa y densa mañana y en la sala de profesores de literatura no era la excepción.

 

Por un lado Hiroki miraba con cierto rubor en sus mejillas su comida, el joven médico le había preparado con antelación el almuerzo del día: unas bolas de arroz, unos pequeños camarones y ensalada para acompañar, variado y extraño pero sabiendo que lo había hecho él, lo hacía feliz aunque jamás lo diría al mundo.

 

Por el otro lado You miraba con cara de póker su almuerzo, arroz y repollo cocido, aunque el cocido este cerca de lo quemado; después de observar desganado su comida observó de reojo a su colega y con una sonrisa pícara comentó mientras se disponía a degustar lo preparado por el joven e inexperto cocinero terrorista.

 

-De verdad siento envidia, la “novia” de Kamijou es tan atenta. –el sonrojo del aludido se intensificó. –Lástima que mi vecino no sea tan cariñoso como lo es tu pareja. –comentó simplonamente el mayor, el menor miró de reojo el perfil de su jefe, notando el semblante pálido que tenía este cada vez que tragaba un bocado de comida.

 

-Sensei… si no le gusta por qué no se lo dice. –preguntó con cierta lástima Hiroki.

 

-Porque no me gusta que la gente se desmotive por algo tan insulso, además… tengo mis recompensas. –respondió con una leve sonrisa.

 

Reconozcamos que las habilidades del joven terrorista mejoraban paulatinamente, en parte hacía feliz a su compañero y en parte a sí mismo, aunque eso no cambiaría el hecho de que el menor siga siendo arisco con sus amistades y familiares.

 

El subordinado meditó unos segundos las palabras, se dio cuenta que detalles como esos no eran agradecidos y al menos devueltos a su dador pero cómo iba a devolver esos favores si eran escasos los momentos compartidos por ambos.

 

Su breve ensoñación fue interrumpida por el timbre y vibrado del celular, al ver quien era el que llamaba su corazón empezó a latir rápidamente.

 

-Hola.

 

-Hola Hiro-san, ¿estas ocupado? –respondió dulcemente la voz del auricular.

 

-No, estoy almorzando y ¿vos?

 

-Descansando de las emergencias. –un incomodo silencio surgió de la nada, hasta que el pediatra siguió. –Probablemente salga temprano.

 

-¿En serio? –respondió sorprendido el educador, no era frecuente esa posibilidad.

 

-Sí, a qué hora sales.

 

-A las 7 de la tarde.

 

-Entonces te recogeré, Hiro-san.

 

-De acuerdo. –el tono carmín se apoderó de las mejillas de este. –Nos vemos, Nowaki.

 

-Hiro-san. –llamó tiernamente el doctor.

 

-Dime.

 

-Te amo, Hiro-san.

 

El tono de llamada finalizó dejando atrás a un demonio rojo de la vergüenza, para su superior era gracioso ver esa reacción porque detrás de toda esa fachada de hombre serio y amargado se podía ver en unos breves lapsos a un joven enamorado y lleno de sentimientos. Para rematar la pena que tenía el educador, Miyagi dijo con toda soltura lo siguiente:

 

-La juventud de ahora,  tan vivaz y llena de energía, que lindo debe sentirse enamorado, verdad Kamijou-sensei.

 

Con el nerviosismo a flor de piel el otro se levantó de su asiento y se fue del lugar con la típica excusa de que quería caminar para que la comida se le asentara. Cuando You se quedó solo miró el escritorio de su compañero, la comida apenas había sido tocada.

 

-A pesar de todo Kamijou sigue siendo un niño. –comentó mientras almorzaba su repollo chamuscado.

 

Mientras el castaño calmaba sus nervios y recuperaba el semblante, a una distancia considerable en un edificio grande y majestuoso el cual llevaba por título Hospital Central, un joven pediatra disfrutaba sus últimos momentos de ocio mirando con felicidad el paisaje que se colaba por el ventanal de la sala de descanso.

 

-Parece que alguien esta de buen humor. –dijo con tono divertido un chico rubio de amigables facciones.

 

-Buenas tardes Tsumori-sempai.

 

-Creo imaginar el motivo de esa sonrisa radiante.

 

-Espero que imagine bien, sempai.

 

-Ha, ha Kusama-sensei no me considere tan malpensado. –el silencio tras aquel comentario fue rotundo, y el rubio pediatra  dándose cuenta habló rápidamente. –Me imagino que Kamijou-san debe estar muy ansioso.

 

-No lo creo, pero en cambio yo si.

 

-Pues no lo parece.

 

-Es que hoy… es un día muy especial. –dijo Nowaki con un semblante radiante de vida, sus ojos reflejaban el amor inmenso que profesaba al profesor.

 

-No me diga que hoy…. –aventuró Tsumori meditando un poco, y como la falta de sonido afirmaba su suposición, entonces comentó con una sincera sonrisa. –Mándele mis saludos a Kamijou-san… si es que puede Kusama-sensei. –murmuró este ultimo por lo bajo saliendo de la habitación de descanso.

 

El joven pediatra no escuchó ese último porque aun seguía divagando pero tras un par de llamados por los altoparlantes volvió a su realidad, y salió corriendo para atender a los más necesitados.

 

La tarde transcurría como de costumbre en el ajetreado mundo estudiantil, en uno de esos cambios de hora, Hiroki fue a tomarse un corto descanso pero dicho tiempo de ocio se vio interrumpido por la presencia de uno de los tantos seres humanos que podía sacarlo de sus casillas, y no me refiero a Miyagi.

 

Un hombre de la misma edad que Hiroki, pero que era mayor por un par de meses, de cabellera platinada, de impactantes ojos violetas, con una vestimenta similar a la del educador pero con aires mas relajados, obviamente estoy hablando de una de las eminencias de la editorial Marukawa, el ganador de los premios Naomori y Kikukawa, el segundo hijo del gran imperio Usami, la otra persona que saca de quicio a Hiroki es naturalmente su mejor amigo de la infancia, el insuperable e idolatrado novelista Usami Akihiko.

 

-¿Qué haces aquí? –espetó Hiroki apenas lo vio.

 

-Que modales Hiroki, con razón tus alumnos te tienen miedo. –saludó cortésmente el novelista.

 

-Akihiko… no respondiste la mi pregunta… ¿qué demonios te trae a la universidad? –dijo conteniendo toda la ira del mundo.

 

-Necesito inspiración y que mejor lugar para conseguirla, el librero de la sala de profesores del departamento de Literatura. –respondió con simpleza.

 

-Como siempre vienes a esconderte de tu editora. –comentó Hiroki en un suspiro, tras ver por unos segundos al escritor e ignorando todo arranque asesino, continuó con su rutina.

 

Mientras uno acomodaba los libros, el otro leía tranquilamente uno, desviando su mirada hacia el paisaje de la ventana en medio de la apacible tranquilidad, la voz del escritor volvió a salir.

 

-Hiroki, tengo un paquete de tus padres en mi casa.

 

-¿Eh? ¿Por qué mis padres siempre te lo envían a vos todas mis cosas?

 

-Porque su hijo jamás muestra señales de vida. –contestó Akihiko con toda la calma del mundo, ganándose el sonrojo del literato y una mirada asesina.

 

-Pues ellos pudieron haberme preguntado. –se justificó inútilmente.

 

-Al menos llámalos, sabes que tu madre esta preocupada.–ambos hombres se miraron, esas miradas donde se pueden entender sin necesidad de cruzar palabras.

 

-De acuerdo. –sentenció finalmente Hiroki.

 

-Bueno aprovechemos y vamos a buscar el paquete. –dijo lleno de convicción arrastrando al profesor con él.

 

-Espera Akihiko, aun tengo clases que dar.

 

-Olvídalas, tu jefe te puede cubrir.

 

-Pero…

 

-Nos fuimos, con permiso sensei. –dijo el novelista abriéndose paso al mismo tiempo que Miyagi entraba al cuarto.

 

-¿Kamijou a dónde vas?

 

-Lo siento Miyagi-sensei, imparta mis clases por favor, tardaré bastante al volver.

 

-No te preocupes, disfruta del resto del día. –se despidió cordialmente el moreno.

 

El escritor arrastrando al otro lo condujo luego de un trecho con el deportivo rojo y la habilidad de corredor de carreras del conductor a la glamorosa y espectacular residencia de este ultimo.

 

-Akihiko sabes perfectamente que no puedo quedarme todo el día.

 

-Ya lo sé, deja de gruñir que iré a buscar el paquete. –dijo el aludido para luego escabullirse a la segunda planta en busca de ese objeto.

 

Después de perderlo de vista, el castaño se sentó en uno de los sofás esperando que dicho intervalo no se alargara, observó un poco a su celular y la hora marcaba las cinco de la tarde, el tiempo sobraba.

 

Pero en el fondo de su ser presentía que todo este día posiblemente no terminara como lo hubiera deseado, y parte de eso es cierto porque mientras él aguardaba a que Usami le entregara la encomienda en el otro lado de la ciudad, un joven médico lidiaba con las consultas y las emergencias que surgían cada tanto.

 

-¡Kusama-sensei lo necesitamos en guardia! –gritó una enfermera entrando de golpe en el consultorio donde el moreno atendía a un pequeño niño.

 

-Disculpen, en un rato regreso. –se excusó el doctor.

 

Corriendo junto con otro paramédicos que le informaron del estado del enfermo, atendieron con todo el profesionalismo y la rapidez necesaria para no dejar que las heridas se infectaran. A diferencia de Kamijou, para Nowaki las horas se iban con una velocidad vertiginosa y en otros momentos no pasaban más.

 

Después de atender a las emergencias, y terminar las consultas pendientes, el joven observó el reloj de una de las salas de espera, éste marcaba un poco más de las cinco de la tarde. Solo  faltaba media hora, y después iría a recoger a su amado castaño.

 

El lapso transcurrió, y ansioso se apresuró a los vestidores, en medio del cambio de ropa, Tsumori entró de golpe y un poco agitado dijo:

 

-Nowaki te necesitamos, por favor.

 

El rostro del moreno era de desconcierto total, sabía que su profesión tenía estos pequeños percances por eso sin dudarlo acudió al llamado.

 

Regresando al cálido y aireada sala de estar donde el Hiroki esperaba con toda la impaciencia del mundo al retorno del dueño de casa, observaba con ojo crítico todo el lugar, el orden, la limpieza y la sensación hogareña se respiraba por cada rincón. Dentro de sus pensamientos algo le decía que eso se debía al inquilino que alojaba Akihiko, unos vagos recuerdos tenía de aquel chico porque tan pronto se había situado al lado de este para reprocharle un par de cosas se escapó enseguida tras cruzar una breve mirada.

 

Algo le decía que ese chico era uno de sus alumnos pero dicha conclusión se evaporó porque el mayor hacía acto de presencia con un pequeño paquete en sus brazos.

 

-Ten.

 

-Gracias.

 

Una corta examinación demostraba que era algo pesado y concreto, al abrirlo sus ojos se iluminaron y miraron sorprendidos a su compañero; este con una suave sonrisa y relajado semblante dijo:

 

-Feliz Cumpleaños, Hiroki.

 

-Gracias. –respondió automáticamente  el desconcertado profesor.

 

-Bueno después lo comerás. –el otro sabía a lo que se refería, a Usami no le gustaba los dulces y además era la clara indirecta de que esa torta tendría otra función para más adelante.

 

-Akihiko.

 

-Dime.

 

-¿Cómo están ellos? –preguntó con una mirada lejana y una voz que no dejaba entrever los sentimientos del castaño.

 

-Bien, mejor que vos, porque no viven con el entrecejo fruncido y porque no revolean libros a diestra y siniestra.

 

-Gracias por realzar mis virtudes. –ironizó Kamijou.

 

-De nada. –contestó su mejor amigo.

 

-Creo que es hora de irme. –dijo después de consultar la hora.

 

-Te llevo.

 

-No hace falta, idiota.

 

-Insisto.

 

La lucha de voluntades de ambos hombres era implacable pero finalmente se impuso la del novelista, llevando a Hiroki a dónde este le indicara. El aventón no duró mucho, el castaño descendió nuevamente en la universidad ganándose la curiosidad del plateado.

 

-¿Por qué volvemos acá?

 

-Porque me olvidé mis cosas.

 

-Distraído.

 

-Y de quién es la culpa. –refutó fulminando con la mirada a Akihiko. La respuesta nunca llegó porque éste se hizo el desentendido  e ignoró lo que decía. –Gracias por traerme y… gracias por lo otro.

 

-¿Cuál otro? –al igual que Miyagi, al escritor también le gustaba fastidiar el humor del catedrático.

 

-Ese otro… la torta. –respondió con un leve sonrojo.

 

-De nada.

 

-Nos vemos.

 

-Que termines bien, Hiroki.

 

De esta manera ambos amigos se separaron, Hiroki buscó sus pertenencias y esperó el resto del tiempo en la puerta de la universidad. El aire suave de la primavera resoplaba pero aun así el frío aun estaba presente, se acomodó más en su abrigo y esperó pacientemente la llegada del doctor.

 

En el hospital, el bullicioso reinante se esfumó dejando a todos con una tranquilidad en su alma, los pacientes estabilizados y los niños revisados descansaban en sus respectivas habitaciones. Nowaki chequeó los historiales médicos y reajustaba con ellos los medicamentos que debían recibir los mismos.

 

Los llamados a consulta y las intervenciones dejaron al moreno más cansado de lo que ya estaba, ese hecho no pasó por desapercibido a su superior.

 

-Nowaki, ya esta bien puedes retirarte.

 

-Pero Sempai, sabe que por la falta de personal no podrá sobrellevar con todo esto.

 

-Gracias pero estoy seguro que podré con ellos.

 

-Me quedaré para asegurarme que todos están bien.

 

-Como gustes.

 

Tras el paneo auto-propuesto el joven médico quedó satisfecho por su labor, y observó finalmente la hora, las nueve de la noche. Un breve estado de shock lo azotó, era increíble que las horas pasaran tan rápidamente, no queriendo creer el horario preguntó a un par de enfermeras por la hora y ellas le respondieron lo ya sabido.

 

Asustado y triste fue a su gaveta para cambiarse y salir rápidamente del establecimiento, siendo lo más formal y educado posible.

 

Hiroki miraba el cielo, la ansiedad había disminuido en su persona con el pasar del tiempo, las estrellas del firmamento mantenían atrapado los ojos del profesor en ellas. Con un suspiro se dijo a sí mismo.

 

-Al final siempre pasará lo mismo, pero bueno eso es inevitable es su trabajo.

 

Con cierto pesar y desgano apartó su mirada del cielo nocturno y a paso lento se encaminó sin rumbo fijo por las calles, meditando toda la relación que llevaba con el joven pediatra. Sabían que ambos se querían, eso era incuestionable, pero quizás la desilusión de todo esto era los cortos periodos de tiempo que compartían los dos.

 

Con cierto pesar, sacó su celular pero no marcó el número del doctor.

 

-Hola, residencia Kamijou. –dijo una voz femenina.

 

-Hola soy yo.

 

-¿Hiro-chan? ¿Por qué no nos llamaste antes? –reprochó su madre.

 

-Sabes que siempre me olvido porque estoy saturado de trabajo.

 

-Pues podrías hacer un poco de espacio y llamarnos no crees.

 

-Lo intentaré.

 

-¿Y cómo vas con tu pareja?

 

-Bien, estoy esperando en casa a que regrese. –mintió convincentemente el castaño. -¿Y ustedes?

 

-Estamos bien, tu padre se sorprenderá cuando le comente que nos llamaste.

 

-Sí bueno… creo que alguien toca la puerta madre, debo colgar, cuídense.

 

-Hiro-chan espera un segundo.

 

-Dime.

 

-Felicidades por tu cumpleaños. –el desconcierto volvió a apoderarse de su persona, y un minuto de silencio se adueñó en la charla, alarmando un poco a la madre de este. – ¿Hiro-chan estas ahí?

 

-Sí… gracias y cuídense, adiós. –dijo este finalizando la llamada.

 

Hiroki meditó mientras continuaba caminando sus propias reacciones, no se había olvidado que el día de hoy era su cumpleaños; su desconcierto se debía a que no era sentía lo mismo. Las maneras de Akihiko, de las formas indirectas de Miyagi, y de sus padres, lo alegraban en cierto punto pero no lo llenaban; solo quería escuchar esa felicitación de él.

 

Cuando se dio cuenta de su deseo egoísta, se hallaba sentado en la banca de una plaza, la inconsciencia y el deseo reprimido se manifestaron llevándolo a ese sitio: la plaza donde se conocieron por primera vez.

 

Para sus adentros el profesor se decía:

 

“Sé que le importo, pero lo único que quiero es oír su voz… mi único deseo lleno de egoísmo es escucharlo decir esas palabras.”

 

Unas pequeñas lágrimas se fugaron de sus ojos, se reprochó a sí mismo por su conducta, era un adulto trabajador, no un niño de primaria.

 

Volviendo con el causante de aquellos pensamientos, Nowaki se encontraba en la vacía entrada de la universidad, sabía que había roto nuevamente su promesa y lógicamente fue presuroso a su casa con la esperanza de hallar al enojado profesor en ella. Sin embargo el departamento seguía a oscuras y tan vacío como siempre, extrañando y preocupando más al moreno, marcó infinitas veces al celular de su pareja pero sin obtener respuesta.

 

Saliendo a las calles fue buscándolo entre los lugares que ambos frecuentaban sin dar con el paradero del profesor, la búsqueda se alargó por una hora más y cansado se sentó en una banca del centro comercial, meditando en los otros lugares donde podría estar. Por un momento se le cruzó que posiblemente estuviese con el novelista, a pesar de sus celos, sabía que ellos no estarían juntos. Luego repensó un poco donde estaría, y con una vaga idea se encaminó finalmente a ese sitio que considera improbable pero no imposible.

 

El aire frío de la plaza y la falta de gente hacía temblar al castaño, sus lágrimas salían espaciadas y miraba a la nada. De pronto ese frío se fue por un sorpresivo abrazo y una voz conocida le susurró al oído:

 

-Te encontré, Hiro-san.

 

El mencionado no respondió nada solo se dejó abrazar un rato, el médico sabía su falta y con un tono de arrepentimiento comentó:

 

-De verdad lo siento mucho.

 

-No te preocupes, es tu trabajo. –respondió mecánicamente el castaño.

 

-No está bien, nuevamente rompí una promesa que le hice a Hiro-san.

 

-Como dije esta bien, no estoy enojado.

 

-Tu cara no dice lo mismo. –sentenció Nowaki mirando con tristeza el rostro lloroso de Hiroki; de verdad no pensaba que una escena de su pasado volvería al presente y no en esta situación.

 

-No me hagas caso. –dijo el profesor limpiándose las lágrimas, otro cálido abrazo lo atrapó, la voz de Nowaki se dejó oír nuevamente.

 

-De verdad lo siento, tenía planes para este día pero como siempre mis ocupaciones me lo posponen.

 

-¿Planes? –cuestionó sintiéndose querido porque sabía lo feliz que se sentía al escuchar una idea donde lo involucraban a los dos y que por azares de la vida no se llegó a cumplir.

 

-Sí, pero eso no importa, lo único que es importante es que puedo decirlo todavía, Feliz Cumpleaños Hiro-san. –dijo con una sonrisa en su rostro, a pesar que la oscuridad se había agolpado en ese sitio, el castaño vio con suma claridad su expresión, ese pequeño deseo egoísta por fin se cumplió y la verdad era incomparable como esa frase podía llenarlo de sentimientos cálidos.

 

-Gracias Nowaki. –respondió feliz y con unas lágrimas que querían escapar, y que fueron retenidas por los suaves besos del moreno.

 

La delicada sensación se convirtió en una pasional porque ese mismo contacto se trasladó a los labios del castaño, sus lenguas jugaron en sus bocas por un rato y luego de separarse por la falta de aire, se separaron mirándose a los ojos indicándose que eso debían seguirlo en la comodidad y calidez del hogar.

 

Esos fogosos besos se reanudaron apenas pusieron un pie en la casa, y entre besos el profesor dijo:

 

-Nowaki… en la entrada… no

 

-Entonces dónde…

 

-Dónde quieras pero no en la entrada.

 

-Como gustes Hiro-san.

 

La batalla entre el ángel y el demonio comenzó, la ropa se iba perdiendo lentamente por la casa, y en la habitación de ambos el moreno repartía innumerables besos por el cuello del otro, los suspiros y los primeros gemidos de este adornaron la habitación.

 

Nowaki se deleitaba con la voz de su pareja, y el juego continuó subiendo de tono, desde la boca fue descendiendo a los botones rosados, endureciéndolos con mordidas y lamidas, despertando en ambos sus más bajas pasiones.

 

El doctor sin tregua a dejarlo que contrataque, siguió con su húmedo paseo mientras sus manos hacían un recorrido similar pero en las piernas de este. Para Hiroki era muy placentero que lo tratase con tanta delicadeza, sabiendo que pronto iba a perder la razón.

 

Enseguida ese hecho fue sucediendo ya que el moreno comenzó a engullir con vehemencia el miembro del castaño, Hiroki entre gemidos apenas lograba articular una frase completa, aun así el joven seguía con su trabajo.

 

-Nowaki… ahh no tan fuerte… me voy… ahh… venir….

 

El mencionado no hizo caso y la velocidad de su boca aumentó, las lamidas que recorrían toda su extensión y el movimiento del mismo provocó que el oro se viniera, llenando con su esencia la boca del doctor. Este sin reparo y sin vergüenza se lo tragó dejando más rojo de la pena a Hiroki, con una voz suplicante su compañero le pidió:

 

-Hiro-san… no me hagas esas caras… no ves que me provocas… -dijo mientras se posesionaba para la siguiente fase, unos dedos intrusos se colaron en la entrada del castaño, y Nowaki lamía con dulzura los lóbulos, el volumen de los sonidos fue subiendo gradualmente.

 

Tras introducir el tercer dedo y de jugar un rato adentro del mismo, Hiroki gimió de la forma más placentera y erótica que Kusama jamás había presenciado, nuevamente hizo la misma acción obteniendo un resultado idéntico.

 

-Nowaki… basta… por favor….

 

-Hiro-san estas duro de nuevo. –refutó este tocando ambas zonas al mismo tiempo y teniendo como respuesta un gemido de este. Dicha aventura generaba que el mayor moviese más sus caderas para tener dicho contacto, el orgasmo fue tal que excitó al doctor, no creía que el profesor fuese tan sensible y tan apasionado si tocaba en esos lugares.

 

Hiroki estaba cansado, su cuerpo no quería responder como realmente quisiera, para Nowaki era más maniobrable ya que lo sentó sobre él y las embestidas iniciaron. Los jadeos y el aliento del profesor se colaron en el oído deldoctor, el castaño lo abrazaba con fuerza para tener mejor soporte, y el miembro de este se fregaba en las abdominales de ambos provocando que el placer y la lujuria aumentasen a una velocidad sin límites.

 

El clímax no se hizo esperar, y antes de que este colmara a los dos, el doctor habló:

 

-Te amo… Hiro-san.

 

-Yo también… ahh… te amo, Nowaki.

 

El rostro del doctor se sorprendió nuevamente, y dejó escapar una expresión que sólo Hiroki conocía y que muy pocas veces le notó.

 

El orgasmos finalmente se presentó y las corrientes eléctricas del mismo los atacaron, viniéndose ambos en distintos sitios, para el menor dentro del cuerpo de su querido profesor y este entre ellos, con la respiraciones entrecortadas se recostaron en la cama en medio de un afectuoso abrazo.

 

Sin mediar palabra ambos se sumieron en el país de los sueños donde Morfeo era su gobernante, como la primera vez y otras tantas veces, ambos dormían tranquilos y en paz consigo mismos.

 

Al día siguiente y con los rayos azotando el rostro del durmiente castaño, lo despabiló con lentitud y con cierta lentitud se levantó. Un suave dolor sintió en su cadera, pero no era tan fuerte como para no dejarlo caminar, con pasos parsimoniosos se encaminó a la cocina donde el olor a comida se colaba por el cuarto y agolpaba toda la casa.

 

-Buenos días Hiro-san. –saludó dulcemente Nowaki.

 

-Bue-Buenos  días, qué haces.

 

-El desayuno, ya pronto estará por favor espera un segundo.

 

Aprovechando ese tiempo, el profesor se lavó la cara y los dientes, luego al volver al comedor, encontró en ella un desayuno un tanto extraño: los platos estaban llenos de comida pero el que se hallaba enfrente de él tenia no tenía nada, solo una cajita azul adornada con un listón dorado.

 

-¿Y esto? –se extrañó examinando el objeto.

 

-El desayuno y el regalo de Hiro-san. –dijo simplemente el doctor, sorprendido por el detalle de  Kusama, Kamijou desató delicadamente el listón y con el mismo procedimiento abrió la cajita. Los colores de la cara se subieron de pronto y miró sorprendido al otro, este entendiendo la mirada explicó con tranquilidad pero un tanto apenado. –De verdad tenía un mejor plan, y no sabes cuanto lamento no haberlo hecho de forma apropiada, mi regalo era y es… Hiro-san… ¿quisieras casarte conmigo?

 

La vergüenza, los sentimientos encontrados y la sorpresa dejaron sin habla por unos minutos al profesor, sin poder creerlo pero creyéndolo, sin esperarlo pero esperándolo, respondió en un susurro:

 

-Sí, acepto.

 

 La felicidad embargaron ambos corazones, el deseo egoísta fue más allá de lo imaginado, un deseo egoísta donde ambos compartían un mismo fin y una ilusión que se convirtió con el correr de los años en realidad.

 

Esa mañana Kusama Nowaki y Kamijou Hiroki lo recordarían por el resto de sus vidas, el hilo rojo de un destino egoísta los unió para siempre.

Notas finales:

creo que me quedó medio cursi pero bueno hecho con ganas salió todo esto, espero que les halla gustado, aun no me acostumbro a lidiar con las personalidades de ellos XD

algun comentario sea bueno o no es bien recibido

 

Adyuu


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