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ARCT por Dr-H

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En algún lugar recóndito de Seul ( y cuando digo recóndito es que no aparece ni en Google Earth), bajo la nube de polución capitalista, en un marginal barrio donde la noche parece eterna, donde la calle pertenece a gagnsters famélicas y putas de medio pelo. ¿o era al revés? Es irrelevante.

La historia que nos ocupa transcurre no lejos de allí, en un callejón aun más olvidado si cabe, tras pasar un garito de 'vete tu a saber que' y un pajarería donde te piratean la PlayStation; encontramos, con el aspecto exterior de un videoclub 'snuff', la tienda de Alimentación "St. Arcturus de nuestras Virtudes".

Este nombre suele despertar la curiosidad de quienes se topan con este establecimiento, o como mínimo, supone un incentivo más para alejarse tanto de él como las leyes fronterizas lo permitan. Este nombre se origina a raiz de la última voluntad del primer dueño del local, católico y un ávido estratega cuando se ponía al mando de los Terran en 'Starcraft'. Por suerte para todos ese nombre se abrevió a algo más cool como 'Arct', gracias a la sugerencia de un gafapaster que pasaba por allí, y que fue asesinado a los veinte metros.


Es un día normal en Arct, con el normal titineo de los fluorescentes, el normal aroma adulzado y requesón, el normal zumbido de la nevera de los refrescos y la normal selección de éxitos del pop en el estéreo. Hoy toca 'Garabatos' el último álbum de D'Nash.


Tras el mostrador, donde la carcoma campa a sus anchas, podemos encontrar a Kibum. Puede que no sea ni el más guapo ni el más carismático de los dependientes, pero desde luego, tampoco es el más listo. No se puede decir que su trabajo sea estresante, pero no por eso está exento de aventuras. Ahora mismo podemos encontrarle leyendo la autobiografía no autorizada de John Fitzgerald Kennedy mientras muerde un cable pelado.


Entra el primer (y posiblemente único) cliente del día; Minho, un muchacho fornido (debido en gran medida a que sufría un agudo caso de 'primo hijodeputa', quien debido quizás a algún trauma infantil, descargaba su frustración hijoputiense arrojando objetos pesados como ceniceros, frigorificos o un bidé sobre su primo Minho, y claro, a todo se hace uno ¿no? ¿o que?). Bajo aquel torso trabajado también hay, como suele ser habitual, un par de piernas, ridículamente largas en este caso, que llegaban hasta el suelo.
Kibum levanta la vista un momento para observar a Minho, arquea una ceja y vuelve la vista al libro. Minho se pone tenso ante esta reacción, pero mantiene la compostura, y tan grácilmente como lo haría un hipopótamo con siete balazos en las patas, se bambolea entre las estanterías, para detenerse junto a las verduras. Las analiza. No es una gran variedad, ciertamente. Hay unas cuantas batatas con el aspecto de tumores (malignos), unos puerros recubiertos de algo que parece caspa y un par de nabos preocupantemente gigantescos.


Avanza hasta la nevera, que zumba con ese sonido propio de un depredador, como si en cualquier momento fuese a abalanzarse sobre la clientela para devorarlos uno a uno (algo que jamás había ocurrido, salvo aquella vez). La abre y coje un 'Niño Coco', es quizá lo que más se vende en Arct, una aberrante lata roja con un dibujo demoníaco de un niño mefistofélico, y que sabe a algo así como leche con agua de fregar.


De la nevera pasa al pasillo de los dulces, aunque puede que 'Dulces' sea un tanto relativo. A pesar de lo colorido de las bolsas y de esas fotos que espantan a los diabéticos, las chucherías no son sino legumbres o fruta fosilizada, recubierta de un barniz amargo. Minho agarra un par de bolsas de caramelos 'Fuk da Police' y unos chicles 'Herpy Derp'. Su siguiente parada son los congelados, aquí llega lo bueno, manjares del mar amarillo como merluza, salmón comunista marino, patatas patatuquis y deliciosos san jacobos de delfin. Tampoco hay que olvidarse de las gambas 'Querido Líder', importadas desde las mejores piscifactorías de Pionyang. Una nube de vaho brota del congelador cuando el muchachote lo abre para coger unas patatuquis. Tras el agobiante calor cuasi-humano de la calle, esa ráfaga gélida le despeja las ideas, le refresca el corazón, y deja sus pezones en modo 'cortar diamante'.


Kibum vuelve a levantar la vista por encima del libro y observa la estampa, el muchachete tiene ambas manos apoyadas a ambos extremos del congelador, mientras observa el fondo con la vista perdida. Un fino hilo de saliva cae por la comisura de sus labios, justo encima de las gambas 'Querido Lider', aunque no parece darse cuenta. Unos segundos después sale de su englobamiento y mira al rededor con preocupación, hasta que sus ojos sufren un estrepitoso choque frontal con los de Kibum, y el alargado cliente de los pezones de adamantio se queda totalmente petrificado, como un conejo cuando le enfocas con una linterna.


-¿Que? ¿Bien? -pregunta el dependiente. Minho responde con un patético carraspeo y se escabulle en el pasillo de las especias cual Predator adentrandose en la jungla.


Tras unos segundos y varios extraños sonidos después, reapareció junto a la torre de cestas, de esas que siempre tienen un guante transparente para manipular la fruta pegado en el fondo (curioso lo menos, si tenemos en cuenta que en Arct jamás a habido guantes como esos). Nada más le queda a Minho por comprar, avanza hacia el mostrador, donde Kibum parece el custodio de un fuerte levantado con cajas de chicle, Kinder Bueno y pilas alcalinas.


Deja las cosas encima y empieza a buscar la cartera en su mariconera como excusa para evitar otro cruce de miradas.


-Setemil cuatlosientos chincuenta po favon.


-¿Perdón?


Kibum escupe una flema -Sietemil cuatrocientos cincuenta, por favor.
Minho deja el dinero en el mostrador mientras el dependiente guarda todo en una precaria bolsa de plástico sin quitarle la vista de encima.

-No vienes mucho por aquí. -espeta sin más.

-No, la verdad -le contesta al peculiar hombrecillo del fuerte de pilas y chocolatinas.

-Porque conozco a todos los que pasan por aquí. Y tu no eres de los que pasan por aquí. -Le gusta dejar las cosas claras.


-Estoy de paso -guarda el cambio en la mariconera distraidamente.


-¿Y no vas a volver? -No sabría definiros en que tono ha dicho esto.


-No lo se. -Ni esto tampoco.


-Entonces dime al menos tu nombre. -Pardiez, que situación tan embarazosa para el pobre Minho. El que tan solo ha parado a comprar algo de picar para ir tranquilamente a su casa a ver "La jungla de cristal".


Decide no darle mayor importancia y decir su nombre, aunque unos nervios que ni un experto en nervios sabría explicar se apoderan de él y su lengua decide echarse una siestecita.


-¡Zoy Mingo! -dice en un tono preocupantemente alto.


[Aquí va un silencio incómodo]


-¡Encantado Mingo! -Responde Kibum alzando también la voz, dando por supuesto que su cliente ha sufrido una sordera repentina.


La música de D'Nash cesa, el zumbido de la nevera apenas se escucha, el único sonido notable es el de la bolsa de plástico cuanto Minho la recoje del mostrador y se dirige hacia la salida. Una última mirada por encima del hombro para notar los ojos de Kibum aun clavados, y sale de 'Alimentación St. Arcturus de nuestras Virtudes' para no volver jamás

 

 

 

Notas finales:

8D <3


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