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Diario de un amor. por Bubble x3

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Notas del fanfic:

Emh, bueno, esto lo hice ayer cuando debería estar haciendo el capítulo de mi fanfic xD pero me emocioné y lo terminé, es lo más largo que he escrito, y eso, me gusta mucho como quedó, espero que a ustedes también les guste♥ :3

Notas del capitulo:

enjoy biurifol pipooooool~

Capítulo primero.

Diario de un amor.

 

A veces, hay cosas que son difíciles, hasta imposibles de decir. Y son justo esas cosas, las que uno más quiere hablar.

El amor es un sentimiento confuso, el amor te llena hasta dejarte vacío, te arde, duele, y es uno de los placeres más grandes del hombre.

 

Y no solo del hombre.

 

Porque él es un niño, el que escribió este dulce delirio de amor.

Y yo solo vengo a compartirlo con ustedes porque ya no puede herir a nadie.

 

Se escuchaba la balada alegre de los pájaros, la tonadilla suave de la mariposa, del colibrí que pasaba de flor en flor. Dulce mañana aquella. Dulce mañana aquella, para todos, menos para él. Odiaba el cielo claro al alba, odiaba sus pensamientos suicidas al verse interrumpido su sueño liviano.

 

-      ¿Qué quieres, abuela? –Preguntó, cubriéndose hasta las orejas con la colcha, su nana pegándole con la vara de la escoba en las costillas.

 

-      ¡Levántate, pequeño mocoso, es hora de desayunar! -Gritó ella, exclamándole al aire mientras bajaba las escaleras.

 

Dio mil vueltas en la cama antes de decidirse a abrir los ojos, frunció el ceño cuando la luz del poderoso sol se estampase en su rostro.

 

Será un día muy largo, pensó.

 

Luego de uno de sus desayunos típicos de familia grande, con su hermano arrebatándole la leche y la mermelada, su abuela controlando cada cosa que comían, su madre sonriendo mientras cosía alguna de las remeras de sus primos. Y sus primos, oh, esos pequeños diablillos escondiéndose bajo la mesa, robando pan para dárselo al perro, que está tan viejo que no hace otra cosa que dormir.

 

En fin, mañana tranquila para él.

 

Le parecía que era el único normal en esa casa de locos, él y su madre, porque aquella tierna mujer jamás hacía nada, siempre les sonreía y los dejaba hacer todo lo que querían, desde salir a jugar o montar bicicletas en los cerros, hasta quedarse hasta tarde haciendo alguna travesura inocente.

 

Tenía muchas ganas de ver a su mejor amigo, que recientemente había llegado de casa de sus abuelos, que por cierto, eran muy diferentes de los suyos. Y en cuanto le hubo pedido permiso a su afable madre, corrió escaleras abajo para salir, dejando su hogar con un sonoro "¡Vuelvo luego!".

 

Caminaba tranquilo por las calles angostas de su pueblito, pensando en aquello que le preguntaría a su amigo, cosas que él quería saber; ¿Cómo es la ciudad? ¿Hay emocionantes o fantásticas cosas que no pudieran verse en su alejada aldea?

 

Tenía curiosidad, pero las preguntas se le olvidaron cuando vio al abuelo de su mejor amigo sentado en el sillón de la sala, fumando uno de esos malolientes puros y una sonrisa desdentada en el rostro.

 

-      ¡Abuelito Yo Han! –Corrió a saludarlo, emocionado. Le tenía mucha estima y admiración al viejito, reía de sus bromas, que aunque tuviese casi cien años era muy gracioso.

 

Hablaron un rato, mientras llegaba su amigo MinHo, que había salido de compras con su madre, un martirio para cualquier niño de once años.

 

Al final del día, luego de haber ido a correr bicis en la plaza, echándose carreras y terminando con más de una herida en sus jóvenes rodillas, volvieron a la casa del alto, que no paraba de alardear de sus habilidades con su bicicleta de montaña, y de los cinco goles que –con suerte– había hecho.

 

De pronto, logró escuchar una de esas palabras extrañas que él no conocía, "¿Diario?", pensó. "¿No es una de esas cosas donde las niñas escriben estupideces rosadas y empalagosas?"

 

Pero no lo culpen, porque todos los niños a esa edad pensaban lo mismo.

 

Y bueno, cuando preguntó que era aquello, quedó bastante satisfecho con la respuesta, porque no era nada de lo que él pensaba.

 

Un diario, pequeño, es donde uno escribe eso que no se puede decir, las cosas que son difíciles de contar. Ahí puedes escribir todos tus secretos, o aquellas cosas que consideres dignas de anotar, para luego sonreír mientras las lees, cuando quieras recordarlas.

 

Entonces, corrió a la tienda de la esquina, y compró un cuaderno de tapas gruesas y azules, por supuesto, para que nadie dudase de su hombría.

 

Y ese día, comenzó este dulce delirio de amor…

 

 

Domingo 9 de septiembre.

 

Mi hermano mayor estaba de cumpleaños; la casa llena, y yo escondido entre los cojines del sillón. Él, como buen adolescente, estaba con sus amigotes, conversando del fútbol y las chicas. Mi madre platicaba con las señoras de la teleserie nocturna que no se pierden ni por la iglesia. Una cabeza llena de hebras castañas fue lo primero que pude observar. Luego, al darse él la vuelta lo contemplé; y se sintió como volver a nacer, como volver a la vida. Era algo como una agradable y molesta opresión en el pecho. Los colores se me subieron a la cara, cuando, por un descuido, nuestras miradas se cruzaron.

 

-      ¿Qué estás…? –Mi madre se giró para mirarme, notando el rojizo color en mis mejillas –Cariño, ¿te sientes mal? –Comentó posando su mano en mi frente.

 

-      No madre… Me siento bien –Agradecí su gesto, y retiré su delicada mano de mi rostro.

 

-      Este es mi hijo, querido… –Y tomó él entre sus palmas mis mejillas, apretándolas, haciéndome sonrojar. Besó mi frente, y sentí un vacío abismante en el estómago. Me acercó a él y fue cuando mi corazón se paralizó, dando un vuelco; me abrazó, durando el contacto más de lo moralmente correcto. Pero nadie lo notaba, tal vez y solo son exageraciones mías. Cuando soltó mi cuerpo pude notar como el hueco en mi abdomen se hacía más grande.

 

Escapé, a todo lo que daban mis piernas; corrí sin mirar atrás. Sintiéndome fallecer caí al suelo. Lloraba; las amargas lágrimas traicionaban mi juicio y caían impactando en el suelo. Palpé mi pecho. Mi corazón latía alocado; mi mente seguía recordando el encuentro.

 

Pasaron horas, oía los gritos de mi madre y mi hermano, exagerando llantos mis primos, tías; y mi abuela, que amenazaba con azotarme por huir de la casa.

 

Limpié los restos de lágrimas secas con mi pañuelo, sacudí mis pantalones llenos de polvo. Los alaridos se acercaban cada vez más a mí. No reparé en observar donde me encontraba; corrí desesperado, no hacia ellos, hacia la casa. Me encerré en la habitación, apagando las luces y arrojando mi cuerpo al lecho sentí las tapas de mi diario contra mi espalda.

 

Es tarde, mi familia volvió hace horas; estoy castigado. Buenas noches.

 

 

Martes 12 de septiembre.

 

No había podido escribir en paz hasta el día de hoy. ¡Que esta página la he empezado ayer, y no tenía puesta más que la fecha, nada!

 

Pero bueno, no había mucho que contar hasta ayer… Hoy, le he visto. Y me miró sonriendo, con una de esas sonrisas que dicen muchas cosas, y a la vez nada.

 

Me siento triste, porque desde ese día en la fiesta de mi hermano, celebrando sus grandes "quince años", no he podido verlo. Y mamá habla de él, todas las tardes cuando tomamos el té en el jardín. Que este aquello, que este lo otro… ¡Ni siquiera puedo recordar su nombre!

 

Pero su rostro, y, Oh, su sonrisa, no me la quita nadie de la mente.

 

¿Cómo olvidar ojos rasgados tan relucientes como aquellos?

 

¿Cómo olvidar las pocas palabras que me dijo, con su voz suave rozando mi piel, tan cerca?

 

¿Cómo olvidar aquel abrazo que compartimos, como olvidar lo que sentí al verlo?

 

Ya no cabe en mí otro día sin verlo, sin saber su nombre para anotarlo en mi cuaderno, y esconder este secreto del mundo para que nadie pueda decir nada sobre lo que siento.

 

Lo guardaré en ese rincón oculto de mi habitación, ese agujero que ni tan grande ni tan pequeño, bajo la alfombra, es perfecto para dejarlo inalcanzable a las manos de mi madre, y mi abuela. Si mis primos lo encuentran, no me preocupa mucho, no saben ni leer ni escribir. A mi hermano puedo sobornarlo con algunos secreto que se de él, para que no pueda decir nada de lo que hay escrito en mi cuaderno.

 

Aun así, aunque sé que nadie leerá esto, no puedo evitar sonrojarme, no puedo evitar avergonzarme e intentar escribir todo lo que no puedo expresarle abiertamente a él, pero anotarlo aquí también se me hace difícil, quizá solo en pensamientos pueda tenerlo…

 

Oigo los pasos de mamá. Buenas noches.

 

 

¿Habéis oído cantar a un pájaro en la noche?

Suele ocurrir que un rayo de luna levemente dorado, derramándose por entre el misterio del follaje, alcanza la rama; se acurruca el avecita dormida, y la despierta. No es el alba, como imagina el ave; pero… ella canta.

Luego si la avecilla es lo que se llama un equilibrado y fuerte pajarito, descubre su engaño, hunde otra vez la cabecita en la tibieza de las plumas y se vuelve a dormir.

No obstante, avecitas hay, inquietas y frágiles; para quienes el rayo de luna tiene un poder de sortilegio. Y tras cantar, saltan aturdidas y vuelan…

Solo que, como no es el día el que ha llegado, se pierden pronto en la oscuridad, o se ahogan en un lago iluminado por el pálido rayo de oro, o se rompen el pecho contra las espinas del mismo rosal florido que, horas después, pudo escucharles sus mejores trinos; y encender sus más delirantes alegrías.

¿Cuál es el rayo venenoso que despierta algunas almas en la noche, les roba el amanecer y las ahoga en un existir de tinieblas?

Voy a relataros el secreto de un niño; que enloqueció de amor.

 

 

Viernes 15 de septiembre.

 

¡Estoy feliz! hasta podría saltar de la alegría que me llena. Lo vi, oh, lo vi al fin. Y siento que está más hermoso, más perfecto, más blanco, más sonriente.

 

¡Lo vi!

 

Oh, podría gritarlo todo el día.

 

Pero mi hermano es un bruto. Hoy llegué sonriendo a casa, con una alegría palpable por haberme cruzado con el y apenas saludarlo, y al muy imbécil no se le ocurre nada mejor que nublarme la existencia preguntándole a mamá; ¿Por qué estará tan feliz el niño? ¿No será que ya le llegó la primavera del amor?

 

Y yo sonrojado de rabia, de cólera, queriendo tirármele encima para molerlo a golpes. Pero es mayor, es alto, es más fuerte.

 

Maldito KiBum, ¡Maldito!

 

Si fuera yo él, de tener un hermano tan dulce y tierno como yo, no haría más que hacerme gustos y cumplirme los tontos caprichos, porque eso es lo que debe hacer un hermano mayor, ¿verdad?

 

Mamá, aun con la sonrisa en la cara, me preguntó, ¿por qué tan feliz?

 

Y yo sin saber que responderle, para callarle la boca a mi tonto hermano.

 

Es que él tenía razón, tenía tanta razón en la boca que sentía ganas de quebrarle esa sonrisita altiva que esbozaba.

 

-      Bueno, hoy estuve jugando con MinHo y ¡le gané por tres goles! –Celebré con las manos al aire, fingida emoción.

 

-      ¿Era eso lo que te tenía tan contento? –Inquirió él, con su voz de imbécil sabelotodo.

 

-      ¡Si!

 

Luego de gritarle en la cara con todas mis fuerzas, corrí escaleras arriba, cerré la puerta con pestillo y levanté la alfombra para sacar mi diario.

 

Pero hace horas que está golpeando la puerta, me amenaza, y siento que de tanta fuerza ya la va a echar a bajo.

 

Buenas noches.

 

 

Domingo 17 de septiembre.

 

Desperté temprano, como todos los malditos domingos. Ni siquiera creo en dios, no le hayo sentido en llegar tan puntual a la iglesia si no voy a escuchar nada de lo que ese viejo dice, parado como imbécil casi dos horas, hablando sin cansarse.

 

Y como estoy enojado con el mundo, no saldré en todo el día; tal vez MinHo pueda venir y así le hacemos alguna travesura a la vecina, que es una bruja del demonio y siempre está en su casa gritándole al gato que consiga un trabajo.

 

Mamá me llama, buenos días.

 

 

Más tarde, mismo día.

 

¡Wow! Buena cara puso la vieja cuando vio a su gato llegando con los pelos tiesos, la espalda arqueada como quien ha visto un fantasma y pintado de verde.

 

-      ¡Pero quién te hizo esto, Fufú! –Gritó, sosteniendo entre sus manos arrugadas al animalejo con el nombre más gay en la existencia de los felinos.

 

Y nosotros escondidos detrás de un árbol, riéndonos con descarada fuerza y sonoras carcajadas.

 

Pero llegó mi hermano, y jalándome de una oreja me llevó a casa.

 

-      No le contaré a nadie que estuviste molestando a la vieja loca esa, pero a cambio… -Entonces, por primera vez en quizás toda mi vida, vi el rostro de mi hermano sonrojado hasta las orejas.

 

¿Qué estás tramando, KiBum?

 

-      Tendrás que decirme el nombre de tu amigo –Y yo con la boca abierta dé la impresión. Solo respondí un MinHo a secas, y me encerré en mi cuarto para escribir un rato, que mucha falta que me hace.

 

Aun sigo cuestionándome por qué mi hermano querría saber el nombre de MinHo…

 

Pero cuando lo averigüe, me burlaré de él por el resto de mis días y mis noches, si es algo de lo que me pueda burlar.

 

Tengo sueño, buenas noches.

 

Miércoles 20 de septiembre.

 

¡Odio mi nombre, por él, he pasado la mayor vergüenza la tarde anterior!

 

Llegó él a la casa, yo feliz de la vida viendo su rostro, cada gesto hermoso que hacía al hablar, y de pronto, mamá empezó a hablar de mí, como toda buena madre hace, que yo soy un ángel que nunca hace nada y mis calificaciones son buenas, que soy un niño sano… En fin, esas cosas.

 

Pero él se confundió cuando dijo ella mi nombre, y luego estalló en carcajadas infantiles. Esa me pareció la risa más encantadora y perfecta que podía haber visto.

 

-      ¿Pero que pasa, Jinki? –Ah, su nombre… Es tan masculino, hermoso, pero no va con su rostro… Que es dulce, y con la ternura de un joven.

 

-      ¡Oh, nada! Pero… Es que el nombre de su hijo es tan… -Volvió a reír, escondiendo la cara entre sus manos –Extraño.

 

Y entonces se me aguó la mirada, de vergüenza, de rabia. Él me miró, su sonrisa desasiéndose lento. Corrí, donde me llevasen mis piernas.

 

No escuchaba nada, no sentía nada, solo quería llegar a aquel lugar al que por inercia iba cada vez que quería llorar.

 

Unos pasos, acercándose lento, su rostro claro asomándose entre una de las paredes roídas de lo que había sido un granero.

 

-      Hey, pequeño… -Se hincó a mi altura, mientras sonreía apenado.

 

-      ¿Si? –Pronuncié, la voz temblando entre ligeros jadeos. Pero no me atrevía a verlo a los ojos, no me atrevía porque llorar era algo que los hombres no debían hacer.

 

-      Oh, no llores por favor, discúlpame… -Mi corazón dio cinco volteretas en mi pecho antes de quedarse estático, yo sintiéndome desfallecer entre sus brazos. Me abrazó suave, revolvió mis cabellos con una de sus grandes manos y se fue. Ya no lloraba, pero el sonrojo no se apartó de mi rostro en toda lo que quedaba del día.

 

Pensándolo bien, no lo odio tanto, porque de no ser por aquella desgracia que tengo por nombre, no hubiese sentido su tacto leve, no hubiese visto jamás su sonrisa tan de cerca.

 

Oh, ¡Gracias mamá por tener tan mal gusto para elegir nombres!

 

 

Sábado 23 de septiembre.

 

El lunes empiezan las clases, moriré.

 

Y desde el día de nuestro abrazo en el granero, había podido verlo solo de lejos, conversando con un muchacho demasiado delgado, demasiado delicado para ser un muchacho.

 

Pero mi hermano me lo había dicho.

 

-      Oh, enano tonto, es obvio que es hombre –Había respondido él, y yo no sabía como podía estar tan seguro, solo hizo un extraño gesto con sus manos, como de estar apretando algo redondo entre sus palmas, y regresamos a la casa con la leche especial de la abuela.

 

Mamá dice que vendrá más seguido desde ahora, que es muy bueno en matemáticas y esas cosas, y que a KiBum le va muy mal entonces será su tutor.

 

¡Oh, destino cruel! ¿Qué te he hecho, dime, qué te he hecho yo para recibir tanto castigo?

 

Mi estúpido hermano no merece pasar tiempo con él.

 

O escuchar su voz dulce…

 

¡No!

 

Yo soy quien sueña con él todas las noches, yo soy quién escribe este diario solo para poder decirle de alguna forma cuánto lo quiero.

 

Estoy molesto, buenas noches.

 

 

Lunes 24 de septiembre.

 

Lo vi hoy, mientras le enseñaba a mi hermano por quinta vez una lección que hasta yo entendí.

 

-      ¡Pero, KiBum, si es muy fácil! –Hacía dicho él. Su sonrisa me turbó unos cuantos minutos.

 

Y para cuando me di cuenta, Jinki ya tenía que irse.

 

KiBum estaba sonrojado…

 

¿Estará enfermo?

 

Já, se lo merece por robarme a mi Jinki.

 

Y por empujarme al pozo en la casa del abuelo…

 

Pero más por robármelo.

 

Tengo mucha tarea, ¡La maestra nos explota!

 

¡Son ochenta y seis ejercicios que resolver! ¡Y para mañana!

 

¿Cómo puede dejar tanta tarea? ¡Recién empieza el semestre y ya quiero vacaciones!

 

Solo me queda esperar hasta el miércoles, hermoso día en que él viene, al igual que los lunes y viernes.

 

¡Estoy feliz, podré verlo tres días en la semana!

 

Pero también estoy triste, por los ejercicios que tengo que hacer.

 

¡Pero también estoy feliz, porque ya me puso un apodo!

 

"Jjong" me había llamado, pidiéndome con su voz dulce y una sonrisa un vaso de agua, ¡Y es que al pobre le duele la garganta de tanto gritarle a mi hermano fórmulas, que su pobre cabeza teñida no puede retener!

 

¡También tengo tarea de literatura!

 

Moriré encerrado entre tantos libros, buenas noches.

 

 

Jueves 27 de septiembre.

 

¡Qué le pasa a la gente!

 

Siento que cada día mi abuela me quiere menos, o me odia más, ayer, le he pegado a KiBum porque le robó un beso en la mejilla a Jinki, y él, para más remate, no ha dicho nada.

 

¡Es que casi hiervo de pura rabia, maldita sea!

 

Y mi abuela, como quiere tanto a KiBum y a su estúpido cabello rubio, y que él es una blanca paloma que no hace nunca nada, me castigó.

 

¡Estuve encerrado todo el día!

 

De no haber sido por MinHo, que entró por la ventana de mi habitación, hubiese pasado la peor tarde en la historia de mi vida por su culpa.

 

Y ahora con orgullo puedo ver como cubre su nariz herida y su ojo morado con maquillaje.

 

¡Casi le rompo su estúpida nariz respingada, por… Por estúpido y… Y mayor, y alto, y por rubio!

 

Tuve suerte, porque mamá intervino, si no, Kibum me hubiese devuelto el golpe, y como es mayor, y más fuerte, buena cara tendría yo ahora.

 

Gracias mamá, eres la mejor.

 

También, a mis lamentos, se une que MinHo pasa más tiempo con Jinki que yo mismo.

 

¡Todos lo conocen!

 

MinHo me cuenta que su hermano mayor es amigo de Jinki, y que hasta se ha quedado a dormir en su casa.

 

¡Joder, que envidia!

 

Y alardea de conocerle, que es muy simpático, dice el desgraciado, e inteligente, se burla de mí.

 

Pero no puedo hacerle nada, es mi mejor amigo, y aunque sea un maldito ladrón de… De personas, aun le aprecio.

 

Solo espero que no lo vea jamás con otros ojos, ¡Por que yo mismo lo mato!

 

¡Mi hermano llegó a casa! Es hora de hacerse el dormido para que no me saque los ojos…

 

Buenas noches, si sobrevivo tendré la alegría de ver mañana a Jinki.

 

 

Sábado 29 de septiembre.

 

Le he roto un vidrio a la vecina, y KiBum me ha visto.

 

Fue hace como tres horas y algo, estoy muy asustado.

 

De pronto, mi hermano entra en la habitación y dice con una sonrisa molesta;

 

-      Estás en problemas, Jjongie…

 

Y yo siento ganas de sacarlo a patadas, pero iría a decirle a mamá, o peor, a la abuela, y yo no quiero que ella se entere.

 

¡Podría estar castigado toda la semana, o hasta un mes!

 

Y la vieja loca me haría trabajar en su jardín para pagarle su estúpida ventana, y el "enorme susto" que pasó.

 

Entonces, KiBum se sonroja hasta las orejas, yo no lo entiendo, pero continúa hablando.

 

-Hagamos un trato, enano, tú dile a tu amiguito ese, MinHo… Que lo espero en la plaza allá cerca de la heladería, y yo le digo a la vieja que yo rompí su puta ventana con mi balón de fútbol.

 

Abrí enorme los ojos, o eso creo, y la risa escandalosa y molesta de KiBum se escuchó dos cuadras a la redonda.

 

Acepté sin pensármelo mucho, y ahora él está castigado por dos semanas, que de seguro no pasará un día hasta que se escape a jugar con sus amigotes, o salir con alguna chica.

 

Mi hermano es muy extraño, pero ahora me siento agradecido con él.

 

Decidido, no esconderé sus cremas para el rostro, ni su preciado tinte rubio.

 

Oh, aunque sus lentes de contacto, me los quedo.

 

¡Obligado estará a usar gafas, por desobedecer a mamá!

 

Y ahora me voy con MinHo, iremos a montar bicicletas al cerro, con sus "amigos mayores".

 

De seguro Kyuhyun hyung, y Chang Min hyung, a quienes MinHo siempre menciona como sus "inseparables compañeros de aventuras".

 

Buenas noches.

 

 

Lunes 1 de octubre.

 

¡Al fin se termina septiembre!

 

Y no sé por qué esto me alegra, pero hay algo en ese mes que no me gusta.

 

Quizá, porque un fatídico día en ese molesto mes, nació KiBum.

 

Si, eso debe ser.

 

Lo bueno de octubre es que hay siempre pocos exámenes, y ya empieza a hacer más calor, así que no tengo que preocuparme por abrigarme bien antes de salir, y se acabaron los caldos desabridos de la abuela.

 

"Es que hace mucho frío, y sus defensas van a bajar…"

 

Puras mentiras.

 

Lo que ella quiere es envenenarnos con sus sopas sin sal. Oh, pero su adorado KiBummie, no, él come lo que él quiera, porque es el consentido, el príncipe, maldito suertudo, que el mundo lo hizo alto, y mayor, y fuerte… Pero él se hizo rubio, eso sí.

 

A veces detesto ser el menor, y mamá dice.

 

"Lo bueno de ser el menor, es que eres el favorito de todos…"

 

¡Otra mentira más! Oh, madre, ¿cómo pudiste engañarme?

 

Y bueno, mientras yo pienso esto, Jinki está en la sala, enseñándole a KiBum. Pero yo ya no me atrevo a ir, a mirarlo a escondidas como hago siempre que viene.

 

Siento ganas de llorar, cada vez que le sonríe a mi tonto hermano, siento ganas de llorar cuando lo abraza, celebrando que aprendió algo nuevo.

 

¡Él es mío, maldición!

 

Nadie lo entiende. Ni MinHo, que siempre está hablando de él, y le brillan los ojos mientras lo hace. Ni KiBum, que aprovecha su idiotez para acercársele más de lo necesario, y rozarlo en cada momento. Ni ese niño flacuchento y femenino, con quien reía aquella vez en la esquina.

 

Creo que existe una palabra para eso…

 

¿Celes?

 

¿Celos?

 

Creo que era Celes… Pero bueno, el caso es que ya no quiero ni asomarme por ahí cuando él está.

 

Y me duele perder valioso tiempo de observarlo.

 

Es hora de cenar, Jinki se fue hace horas.

 

Buenas noches.

 

 

Yo corregí sus errores ortográficos, y cambié algunas de sus palabras, que ni siquiera existían, para que ustedes puedan entenderlo.

Después de todo, él solo tenía trece años cuando escribió este diario.

 

 

Jueves 4 de octubre.

 

Sigo pensando que el mundo está loco.

 

Estoy castigado, por el resto de la semana.

 

¿Por qué?

 

Eso me pregunto, ¿por qué, madre, tú que siempre eres tan buena, que pasó con esa mujer?

 

La cosa es esta, mi hermano dijo una palabra rara, bisexual, dijo que él era bisexual, mientras conversaba con sus amigotes en su habitación.

 

Yo estaba bajo su cama, escondido. Mi plan era regarle pegamento y miel en sus pantuflas, porque el muy maldito se había comido mi postre el día anterior. Y bueno, escuché su molesta voz en el pasillo, y corrí a esconderme, él entró y creo que estuve más de media hora ahí abajo, entre las boletas de calificaciones que KiBum escondía bajo el colchón, y sus zapatos, que no eran un par ni dos, ¡Eran diez pares, quince pares quizá! Y yo no podía respirar bien entre tanto cuero y papel arrugado.

 

Luego se fue a la plaza, y yo me escapé por la ventana al patio, para que después la abuela no dijera que yo andaba husmeando en el cuarto de mi hermano.

 

Corrí a la huerta, donde mamá arreglaba sus plantitas y regaba sus flores.

 

-      Mamá, ¿Qué significa ser bisexual? –Pregunté entonces, y ella casi se cae al voltearme a ver.

 

-      ¿Qué preguntas son esas? ¿Dónde oíste esa palabra?

 

Me miraba con el ceño fruncido, y yo jamás de los jamases había visto a mamá tan enojada.

 

-      Pero mamá yo solo quiero saber…

 

-      ¡Nada, te vas ahora mismo a tu cuarto y no sales de ahí en toda la tarde, estás castigado!

 

Y yo la miré con los ojos llorosos, porque mamá nunca me había gritado, ni cuando ensucié su vestido más caro con vómito, ¡Ni aquella vez me gritó como lo hizo ese día!

 

Entonces corrí a la casa, dedicándole una ultima penosa mirada.

 

Y luego llegó a mi cuarto mientras yo buscaba nada en las paredes.

 

-      Estarás castigado el resto de la semana, y no quiero volver a escucharte decir esa palabra –Su voz sonaba seria, su mirada severa. Se fue, y yo quedé más confundido y sobretodo, castigado.

 

¿Se le puede culpar a uno por no saber?

 

Y bueno, ahora debo cumplir con un castigo que no merezco, mientras afuera de seguro MinHo, Chang Min y Kyu están jugando en el parque o montando sus bicis.

 

Me duele la mano de tanto escribir, buenas noches.

 

 

Sábado 5 de octubre.

 

Mamá olvidó lo del castigo, y ya puedo salir con mis amigos, o con mis primos chicos.

 

Pero cada que me mira, siento como… ¿Preocupación? no sé, algo relacionado con el miedo, en sus ojos.

 

Estoy triste, porque Jinki no ha venido, y KiBum está preocupado, porque tiene un examen de esos importantes en unos días más, y hay algo que aun no puede entender.

 

¡Rubio tonto!

 

Le digo yo, y corro a esconderme en la falda de mamá.

 

Mi hermano es un rubio tonto muy violento.

 

Y hoy le pregunté que significaba ser bisexual.

 

Él me respondió, con una cara que, más calmada, imposible.

 

-      Es cuando a alguien le gustan los hombres y las mujeres, enano.

 

Y yo corrí a escribirlo en una hoja suelta de mi cuaderno de geometría, porque es el que siempre está en el suelo de mi habitación y es más fácil encontrarlo que ir a sacar mi diario de debajo de la alfombra.

 

¿Por eso mamá se escandalizó cuando lo pregunté, y se puso blancuzca como quien ha visto un fantasma?

 

Que exageración.

 

Digo, es que eso no tiene nada de malo.

 

Pero la abuela siempre lo ha dicho, y yo odio cada vez que lo dice.

 

¡Los niños no saben nada! los adultos siempre tienen la razón.

 

Y agrega un "sobretodo los viejos" como para darse aires de sabia, e insultarse al mismo tiempo. Aunque sería una mentira muy grande, hasta para el mismísimo MinHo, que no dice nada que pueda ofender o herir a alguien, el decir que la abuela es joven, porque no lo es.

 

Ahora que lo pienso, no sé ni cuando nació, ni que edad tiene… Nunca ha celebrado su cumpleaños, ¡Con lo amargada que es!

 

También, me siento cada día más solo, más triste, y no sé, como que tengo ganas de llorar, en las noches muerdo la almohada para que no se escuchen mis sollozos, para no despertar a mis primos, y preocupar a mi madre, que está pálida la pobre.

 

Pero llega un momento donde de pronto empiezo a calmarme, y no puedo seguir llorando, por más que quiera.

 

¡Es que uno se queda con la pena dentro!

 

Lo peor de estar triste, es que entristeces a la gente que te rodea.

 

No a mi abuela, que siempre está enojada, ni a mis primos, que son tan chicos que no se dan cuenta de nada, ni a mi hermano, que se la pasa fuera de casa.

 

Pero a mamá le afecta verme apenado.

 

Por ejemplo, dejé de salir a jugar con MinHo, dejé de montar bicicletas, dejé de correr.

 

Ya no tengo apetito, y ella está preocupada, parezco enfermo. Estoy paliducho y flaco, tanto o más que ella.

 

Pero sé que todo es por la pena que tengo. De no verlo, de sentirlo lejos, todo me afecta.

 

 

Domingo 6 de octubre.

 

Ha venido, ha venido a verme.

 

De no ser por mi estado, ese que te lastima hasta parpadear, y te duelen hasta los cabellos, habría saltado por toda la casa.

 

Ha venido, ha venido a verme.

 

Y me ha hecho cariños toda la tarde, porque mamá estaba en el mercado, y la abuela con ella, mis primos estaban con sus padres, KiBum perdido en sus fiestas, y sus chicas y sus amigos. No había nadie que pudiera cuidarme, y él al enterarse se ofreció amablemente a hacerlo.

 

¡Es tan lindo!

 

Me ha leído cuentos, hasta de esas novelas de amor empalagosas y de niñas, que antes a penas y podía soportar leerlas por obligación en la escuela, creo que estoy madurando.

 

Descubrí muchas cosas de él este día.

 

Por ejemplo, jamás deja de sonreír, ni siquiera cuando se cae, o se golpea los costados con los pomos de las puertas.

 

Y otra cosa más, es muy torpe.

 

Es más torpe que mi abuela cosiendo, que está tan ciega que no ve nada.

 

Pero para eso está ciega, porque cuando es para pillarme una mancha en la camisa, la ve a kilómetros.

 

Y bueno, él se tropezaba cada dos minutos.

 

Cuando iba a buscarme los medicamentos, cuando los traía, y hacía malabares con el vaso de jugo, hasta llegar a mí con la mitad del jugo en el vaso y la otra mitad en el suelo.

 

Pero su torpeza lo hace más humano, y contradiciéndome como siempre, me hace verlo más perfecto.

 

¿Cómo alguien puede tener una sonrisa tan brillante?

 

Estoy feliz, y triste al mismo tiempo.

 

Porque el día de hoy ha sido el más alegre de todos, porque estuve con él.

 

Pero estoy triste, también, porque cuando se ha ido, sentí unas ganas de llorar inmensas, de lanzarme a sus brazos, y gritarle que no se fuera nunca.

 

Se despidió con un beso, en la frente, por supuesto. Pero sueño con algún día… Poder probar sus labios, que siempre esbozan bellas sonrisas.

 

-Me miro al espejo, estoy muy sonrojado, me arden las mejillas-

 

Y no tengo nada más que contar, buenas noches.

 

 

Lunes 7 de octubre.

 

Mamá me ha obligado a quedarme en reposo, hoy y mañana. Porque estoy cada día peor, y parece que la visita de Jinki me hizo más mal que bien.

 

¡Qué injusto!

 

Y yo que hace días no hablo con MinHo, que no sé porque no ha venido a verme, que no se nada de él y de su vida, que si ya están haciendo los equipos para competir contra los otros colegios.

 

¡Es desesperante!

 

Y como yo soy un "preadolescente con complejo de niña caprichosa" como dijo KiBum, le diré a mamá que llame a su casa, y que venga a, por lo menos, saludarme.

 

 

Más tarde, mismo día.

 

Estoy demasiado sorprendido ahora, no puedo pensar…

 

MinHo me dijo…

 

¡Ni siquiera puedo escribirlo!

 

Quizá mañana pueda, después de todo, tengo bastante tiempo libre, para pensar en todo lo que me dijo, hasta en su rostro triste y avergonzado.

 

Por ahora, solo quiero dormir.

 

Buenas… No, malas noches.

 

 

Martes 8 de octubre.

 

Tengo sueño, son casi las cinco de la mañana, pero es que en verdad, no puedo más con esto.

 

-      Jonghyun, yo… -Bajó la vista, y pequeñas lágrimas empezaban a asomar sus ojos.

 

-      Pero, hermano, que pasa… -Le abracé por los hombros, como todo buen amigo, dándole leves caricias en la espalda.

 

Cayó de pronto al suelo, de rodillas.

 

-      Jonghyun, yo… -Parecía en un estado donde solo podía repetir eso. Una y otra vez.

 

Le levanté el rostro, y se me encogió el corazón al verlo.

 

Mi mejor amigo, mi hermano, mi compañero de juegos, de travesuras. Jamás le había visto llorar, siempre tenía una sonrisa en su rostro, siempre feliz, siempre irradiando alegría a todos.

 

Siempre preocupado por todos los demás, nunca por él.

 

-      Jonghyun yo… -Volvió a bajar la mirada, y yo solo podía abrazarlo, susurrando frases que parecían acrecentar su llanto.

 

-      Tranquilo… Dime ya, ¿que pasó? –Mi paciencia empezaba a agotarse, aparte del hecho de que me dolía verlo triste.

 

 

 

-      Yo creo… -Hizo una pausa, apreté con fuerza una de sus manos, pero suave, dándole fuerzas para continuar.

 

"Creo que me gusta KiBum"

 

Mi mundo se desmoronó con esa frase.

 

Y él se deshizo en llanto entre mis brazos, yo impactado, él pidiendo perdón entre sollozos.

 

Cuando se fue, grité fuerte, muy fuerte, ahora me duele la garganta, pero no me arrepiento.

 

Estaba confundido.

 

¿Cómo podía gustarle el imbécil de KiBum?

 

¿Mi hermano y mi mejor amigo?

 

¿Es que KiBum no tiene suficiente con ser siempre el centro de atención en todo, el preferido de la abuela, el mayor, el alto, el fuerte, el rubio, el fiestero, el divertido, el bisexual, el que tiene a Jinki cada lunes, miércoles y viernes?

 

¡No!

 

¡Ahora también quiere robarme a mi amigo el muy maldito!

 

¡Lo odio tanto!

 

Es que si él no hubiera nacido, todo sería mejor. La abuela me querría, no tendría que soportar compartir todo con un estúpido teñido que no sabe ni sumar, sería yo el mayor, sería yo el alto, el fuerte, quizá no el rubio, o tonto como él. Y podría hacer todas esas cosas que no puedo y él si, porque tengo trece y él tiene quince.

 

Dos años no es tanta diferencia, digo yo.

 

Y entonces recuerdo que Jinki tiene dieciocho años, que es un universitario y que pronto se irá de este pueblucho a buscar nuevos horizontes en la gran ciudad.

 

Ahí si que hay diferencia.

 

Lloro pensando que no volveré a verlo, y luego me calmo, sin que yo lo quiera, y solo me queda pensar, mirando el techo de mi habitación mientras siento un vacío inexplicable y molesto, como esa opresión en el pecho que sentí cuando lo vi por primera vez.

 

 

Jueves 10 de octubre.

 

Ayer fui a clases, y me desmallé mientras el profesor explicaba algo sobre el incendio de las cosas o la inercia, no recuerdo muy bien.

 

Desperté en el hospital, con un dolor horrible de cabeza y unas mangueritas en el brazo.

 

Mamá estaba más blanca aún, yo podía ver mis venas a través de la piel de mis brazos flacos.

 

Entró el doctor a la habitación, dijo que yo tenía anemia, y debía guardar reposo por lo menos un mes.

 

¡Un mes sin clases!

 

Pensé feliz en aquel momento, y ahora recuerdo que no tengo nada más que hacer, que ir a la escuela era lo único que podía distraerme de pensar en él.

 

No puedo escribir nada más, me arden los ojos por las lágrimas, me pica la nariz y solo quiero llorar hasta dormirme.

 

Buenas noches.

 

 

Nadie supo jamás el secreto escondido en la locura de ese niño, ni su madre, hoy convertida en su esclava, poseyó nunca el secreto que guardaban las palabras que siempre repetía, mientras sonriendo miraba a la nada.

No diré aun como cayó en mis manos este cuaderno dulce e ingenuo, me lo entregó la casualidad, y lo guardé respetuoso, con el respeto que merece un niño enamorado y triste.

Y ahora su hermano está muy lejos, su madre muerta, y él, encerrado en su locura.

 

 

Miércoles 15 de noviembre.

 

Llegó MinHo llorando a mi casa, yo sin saber que hacer o como reaccionar solo lo abracé.

 

Él gritaba y se retorcía entre mis brazos, yo desesperado, acariciando sus cabellos como podía mientras le sobaba la espalda con la otra mano.

 

-      ¡¿Qué pasa?! ¡Dime, MinHo, dime! –Le grité muy cerca del rostro, porque le hablaba y el no parecía querer responderme ni una sola palabra.

 

Entonces entró KiBum a la habitación, furioso, sonrojado, sollozante.

 

Se llevó a mi amigo del brazo, y se encerraron en su habitación.

 

Yo me quedé en el suelo, llorando, sin poder moverme, apenas podía respirar.

 

Llegó mamá a casa, y se asustó cuando me vio echado en el suelo, con lágrimas secas en las mejillas, los ojos rojos.

 

Yo no pude decir nada, corrí al cuarto de KiBum, y no había nadie, solo la ventana abierta de par en par, y dos siluetas alejándose a lo lejos.

 

Yo no… Yo no puedo más.

 

 

Jueves 23 de noviembre.

 

KiBum no se apareció en una semana por la casa, y para más remate, Jinki no está, no lo ha visto nadie y estoy más triste que nunca.

 

Vuelve, por favor…

 

Ya no soporto ver a MinHo llorando todos los días, no soporto ver a mamá triste, y que trate de esconder sus lágrimas con sonrisas temblorosas, porque ya no funciona.

 

Ya no soporto esto.

 

Ordenaré mis cosas hoy, y mañana me iré, no sé donde, pero lejos, muy lejos de aquí.

 

Está decidido, no hay vuelta atrás, no hay tiempo para arrepentirse.

 

Solo… No quiero estar solo… No me dejes solo…

 

Por favor.

 

 

Viernes 1 de diciembre. No, en realidad no sé, no me interesa.

 

Ha pasado ya una semana, me faltan el pan y el agua, estoy solo, escondido entre cajas vacías que la gente tira, para que otra gente como yo las use de improvisado hogar, para protegerme del frío en las noches, y el viento cuando está helando.

 

Extraño a mi madre.

 

Y escucho mi nombre en las bocas de todos los que pasan fuera de este callejón sucio, que nadie conoce.

 

Están buscándome.

 

Y yo…

 

Estoy solo…

 

Extraño su sonrisa…

 

Lo extraño todo de él…

 

Y entonces, como una ilusión, se aparece frente a mis ojos, yo me siento flotar, él me carga y me lleva, siento su aliento rozándome.

 

Estoy en una habitación, en su habitación. Todo huele a él, todo tiene su dulce fragancia.

 

Ya no estoy solo…

 

Él está conmigo…

 

Está conmigo… Porque me ama.

 

¿Él me ama?

 

 

Lunes 4 de diciembre.

 

Él siempre me sonríe.

 

Me sonríe.

 

Y yo le sonrío, solo a él, porque me hace… Feliz.

 

Ayer me besó.

 

Ayer me besó.

 

Ayer me besó.

 

Sus labios son dulces.

 

Yo sentía las mejillas arder, y cerré los ojos, mientras me perdía en el sabor de su boca.

 

Luego, me cargó hasta su cama, yo volando en un cielo de fantasía.

 

Besó cada rincón de mi cuerpo, sin darme cuenta yo ya estaba desnudo, y él igual.

 

Su piel es muy suave.

 

Sentí un dolor muy fuerte, lloré.

 

Y él besó todas mis lágrimas.

 

Yo no podía dejar de llorar…

 

Él arremetiendo contra mi cuerpo, el dolor nunca se fue.

 

Luego, sentí algo extraño, que me llenó, que me dejó jadeando sobre las sábanas.

 

Él se acostó a mi lado, me abrazó, mi corazón latía alocado.

 

-      Te amo… -Susurré, y el solo sonrió contra mis labios, y me besó por última vez.

 

Sus labios son… Muy dulces.

 

Y yo… Estoy ¿Feliz?

 

 

Viernes 8 de diciembre.

 

Ahora él me besa todos los días…

 

Todos los días.

 

Y todos los días siento ese dolor, pero ya no es tan molesto.

 

Todos los días le digo que lo amo.

 

Todos los días él sonríe, pero nunca me responde.

 

Él me ama.

 

Él me ama.

 

Él… ¿Me ama?

 

Yo… Yo no quiero que él se vaya…

 

No… No me dejes solo.

 

 

Jueves 6 de enero.

 

Estoy en casa.

 

Mamá llora todos los días a mi lado.

 

Llora, ella llora y me… Duele.

 

Él no ha vuelto a aparecerse.

 

No… No te vayas…

 

Vuelve.

 

Yo lo amo.

 

Yo lo amo.

 

Y él… ¿Él me amó?

 

MinHo… Él era mi mejor amigo.

 

Y yo escucho su voz… A veces, él está gritando.

 

Las voces vienen del cuarto de KiBum.

 

Ya… No quiero seguir.

 

Vuelve…

 

 

Viernes 7 de enero.

 

La abuela se murió.

 

 

Sábado 8 de enero.

 

Mamá está cada día más pálida.

 

 

Domingo 9 de enero.

 

Mis tíos se llevaron a los primos.

 

 

Lunes 10 de enero.

 

KiBum no aparece, él no aparece.

 

Estoy solo.

 

No…

 

 

Martes 11 de… enero.

 

No ha vuelto.

 

Sus labios eran muy dulces.

 

Extraño ese dolor…

 

Extraño… Extraño a mi madre.

 

Ella, ella ya no entra a mi cuarto.

 

Yo… Yo estoy muy solo.

 

Yo… Yo lo amo.

 

Y él, él me amó.

 

Lo sé, me lo decían sus sonrisas.

 

Pero… Por qué se fue…

 

Yo… Era tan feliz.

 

Yo, ¿era feliz?

 

Y él… Sus besos… Su piel…

 

Ya no…

 

Ya no más.

 

 

Hoy.

 

Mamá murió.

 

 

Hoy.

 

Yo lo veo… A veces ellos me hablan…

 

 

Hoy.

 

Yo no quería estar solo… Yo solo quería estar con él.

 

Para siempre.

 

 

Y ya en esta parte el diario se vuelve inconexo y confuso, las fechas no coinciden, las palabras mal escritas y pocas tienen sentido.

 

La oración que más se repite es;

 

Él me ama.

 

Él me ama.

 

Él me ama.

 

Y al final de cada página siempre pone;

 

¿Él me amó?

 

Pero lo que nadie sabe, es de este dulce delirio de amor, ese rayo venenoso que despierta algunas almas en la noche, les roba el amanecer y las ahoga en un existir de tinieblas.

 

Voy a relataros el secreto de un niño; que enloqueció de amor.

 

Y quizá, este no sea el final.

 

Pero para no dejaros con la duda...

Fin.

Notas finales:

dkghjsdog emh, bueno, les gustó? xD está inspirado en el libro "El niño que enloqueció de amor" y, para quienes lo han leído, algunas partes las saqué del libro, se los recomiendo, es bastante kawaii :3 y eso, déjenme reviews o hago una huelga de OneShuts o_ó también puedo ser ruda si quiero(? xD bueno eso, love para todos♥, see ya!


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