La maestra se preparaba para hablar mientras el pequeño de cabello lila que tenía al lado se encogía como si quisiera hacerse todavía más diminuto.
-¡Clase!- dijo ella -¡Denle la bienvenida a …!-
Pero un portazo la interrumpió, y el niño no dudó en aprovecharse de eso para salir corriendo en dirección de las últimas bancas al fondo del salón.
-Permiso, sensei. ¡Todos a su sitio!- exclamó el director, entrando al aula en compañía de la visitadora del Ministerio de Educación. Los niños y niñas, con sus caritas tiernas e inocentes, se pusieron de pie, permaneciendo así hasta que el señor de traje y lentes les indicó que podían sentarse. Luego de eso, dio comienzo a su explicación sobre la clase que iba a empezar en aquel momento y los métodos que la escuela ponía en práctica. Hablaba solamente para la mujer que lo acompañaba, pues los inquietos pequeños casi no estaban comprendiendo sus palabras.
-Hola…-
El estudiante recién llegado escuchó una voz a su izquierda, pero no respondió porque Suzuki-sensei todavía continuaba diciendo cosas sobre la enseñanza traída de Occidente. El director aseguraba muy convencido que esa disciplina produciría los japoneses y japonesas del mañana. La vocecita insistió, por lo que el de cabello morado decidió voltearse.
-¡Mucho gusto! ¡Soy Ken-chan!-
En aquella gran sonrisa se miraban los nuevos dientes permanentes del niño, que estaban un poco torcidos, pero su gesto seguía siendo muy dulce. Su cabellera roja y lacia tenía un flequillo que casi le tapaba los ojos marrones, y la llevaba atada en dos coletas a los lados de su cabeza.
-¿Y tú quién eres?- continuó el que había hablado, con tono bajito. –Kaede Murakami-sensei no pudo decir tu nombre…
-Me llamo Koredsu, y también me da gusto conocerte.-
Los ojitos del niño de cabello rojo brillaron al toparse con la sonrisa de su compañero. El más grande apretujó la falda de su uniforme, que era a cuadros rojos, blancos y negros, como las de todas las niñas. Estaba alegre y apenado a la vez.
-¡Kore-chan!- exclamó a lo último con emoción, riendo también.
Sin embargo, en ese momento todo quedó en silencio. Suzuki-sensei y la visitadora se habían retirado ya, y ellos no se dieron cuenta.
-Ishii-chan- Murakami-sensei estaba molesta –Sal del salón y no vuelvas hasta que se termine el recreo. Sabes muy bien que no debes hablar cuando estamos en lección.-
Después de que se disculpó y volvió a levantarse, el niño de coletas metió las manitas en los bolsillos de su vestido y se fue. Se alejó un par de pasillos y luego se sentó en el borde de la acera, alzando la mirada para ver a la gente que caminaba por la calle. Ahora tendría que esperar a que sonara la campana, pero sabía que los otros no querrían hablarle porque estaba castigado. Y era injusto, ya que sólo quería conocer a quien había llegado, y fue por eso que había hecho algo que no debía. Juntó las rodillas, se las abrazó y colocó su mentón encima.
¿Por qué era que los niños tenían que ir a la escuela, si él se sentía más feliz estando en su casa? Hizo puchero al pensar en que los únicos que se le acercarían cuando salieran serían Kazzy-chan y Mogwai-chan, pero para molestarlo. Ellos tenían puestos sus pantalones, y se burlarían de él. Estaría solo de nuevo, y el pequeño del cabello lila ya no querría ser su amigo. No tendría con quién jugar y a quién llevar a casa para que comieran juntos los dulces que preparaba su mamá. Miró el cielo y ahí había una ranita enorme igual al peluche que tenía en su cuarto, pero esa estaba hecha de nubes. Ken-chan volvió a esconder el rostro. En sus ojos traviesos dejaron de salir las lágrimas.
-Quiero que me perdones… Por mi culpa te mandaron afuera.-
El niño pelirrojo levantó la cabeza y vio que frente a él estaba su compañero nuevo. Éste miraba hacia abajo y tenía las mejillas infladas.
-Kore-chan es una niña muy linda y no hizo nada malo- contestó el que estaba sentado, y Koreds sonrió de nuevo. –Por eso no se tiene que disculpar. ¿Pero por qué le hablas a Ken-chan? ¿No te importa que la hayan castigado?-
-No, no me importa- contestó decidido el más pequeño. –Tú y yo vamos a jugar.-
El nuevo tomó de la mano al más grande y ambos se subieron en el balancín y luego en los columpios. Sus faldas ondeaban con el viento y se levantaban, pero a ellos no les importaba porque estaban felices. Se divirtieron durante todo el recreo, como si se hubieran conocido desde hacía mucho tiempo.
Pero entonces sonó la campana, anunciándoles que debían volver al salón. El pelirrojo miró a su compañero.
-No quiero ir a clase- le dijo, con firmeza, bajándose del columpio. –Yo sólo quiero estar con Kore-chan. Ven, conozco un lugar donde no nos encontrarán.-
El niño del cabello morado lo siguió, y después de que se escaparan de la escuela por un portón secreto, los dos caminaron varias calles y llegaron a un parque grande y hermoso que estaba solitario. En medio del sitio había un tobogán muy alto, y ambos se sentaron debajo de él.
-No voy a dejar que ellos se acerquen y te digan cosas feas- aseguró Ken-chan mientras Koreds acomodaba su vestido cuando se sentaba. El pequeño de las coletas había recordado el día en que su mejor amigo se fue de la escuela por culpa de lo que le decían los demás. Al igual que a él, sus compañeros no lo habían dejado ser una niña. –No quiero que te alejes de mí como lo hizo Shiina[1]-chan.-
-No llores, Ken-chan- respondió el nuevo de la clase, alzando una manita para retirar las lágrimas del rostro de su amigo. –Te prometo que no me iré a ningún lugar. Y para que veas que no miento, voy a contarte un secreto.-
Los sollozos del pelirrojo dejaron de escucharse. Él mismo terminó de limpiar de sus ojos las últimas lágrimas y miró con atención a su compañero. El de cabello lila se acercó al oído del otro y rodeó su boca con sus manos.
-En realidad soy un niño- dijo en voz muy baja el más pequeño, para después hacer una pausa –Y tú… me gustas…-
Cuando se alejó, las mejillas de Koreds estaban muy sonrojadas y tenía la mirada baja. Tras unos instantes, alzó la cabeza y se encontró con una enorme sonrisa.
-¡Yo también soy un niño!- exclamó feliz el más grande, pero luego de un momento su carita alegre cambió a una de preocupación y tristeza. El otro lo miraba muy sorprendido. –Ahora que lo sabe… Kore-chan ya no me va a querer…-
Koreds, sin decir nada, rodeó el cuello de su amigo y le dio un beso sobre los labios. Cuando se separó de él, los dos se quedaron en silencio, mirándose uno al otro. El niño nuevo de la escuela sonrió como nunca antes lo había hecho.
-Boku wa Anata no Koreds[2].-
[1] Es la escritura de la pronunciación japonesa del nombre de Sceana.
[2] Juego de palabras en japonés, pues puede significar tanto “Yo soy tu Koreds” como “Soy Anatano Koreds”. Anatano Koreds es el stage name completo del baterista de Aura.