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Mi querida mascota por Angel_Chan

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Notas del fanfic:

Serie:Saint Seiya

Pareja:Shun-Hyoga

Clasificación:AU – Romance

Advertencia:Lemon

Notas:En respuesta al desafío de MarynKimura. Espero que les guste.

Fecha:15/05/12

Beta Reader:Pleasy Stay

Disclaimer:Todo lo referente a Saint Seiya pertenece a MasamiKurumada y a la Toei.

Mi querida mascota

 

Prólogo

 

Llevaba un tesoro entre sus ropas, el único recuerdo que pudo rescatar de la alcoba de su madre antes de escapar. No sería ejecutado, ni muchos menos hechoprisionero de aquel loco y maniático hombre.Claro que no, antes se quitaría la vida él mismo, pero jamás le daría la satisfacción de verlo humillado y degradado. Su orgullo lo era todo, ya que nada le quedaba… y no se postraría ante nadie.

Que el brujo buscara a alguien más para dejar salir sus frustraciones.

“Maldición”, gimió ya sin fuerzas.

Sentía los cascos de los caballos acercársele cada vez más, y estaba muy cansado para seguir su marcha. Las voces llenaban el bosque, y él en verdad no sabía si podría ocultarse por mucho tiempo. Eran los perros, aquellos que el mismo había entrenado, como una fiera jauría de caza… Eran ellos los que lo estaban buscando; pronto lo tendrían rodeado, sentía sus ladridos llegarle desde varias direcciones.

Elevó sus ojos claros al cielo, antes de sentir el primer ataque. Colmillos desgarrando su piel, fieras dentelladas que buscaban reducirlo. Gruñó a uno y a otro, sacándoselos de encima, sabia lo mortales que podían ser, él mismo los había hecho así. Pero en ese entonces no pensó que una situación como esta se llevaría a cabo.

Se defendió duramente, pero nada podía hacer contra las armas de los hombres a caballo. Oyó el disparo por detrás suyo, pero aquel joven caballero había errado su tiro, y uno de los perros cayó a sus pies.

—¡Le dí Capitán, el muy maldito cayó!— Escuchó el grito y la verdad que se sintió aliviado: lo habían confundido, aunque no sería por mucho tiempo. Se deshizo del último perro que aún seguía mostrándole los dientes y se alejó de allí como pudo.

Se arrastró por debajo de setos naturales, entre arboles caídos y barro. Las heridas se llenaban de basura y ramas y más dolor le causaban a cada paso. Pero el seguía andando. Ya no oía a sus cazadores tras él, ni a los furiosos perros aullando.

Ahora si lograría escapar, ahora sí podría.

Atravesó los arboles más grandes que había visto en su vida, y quedó paralizado ante la vista más sublime que tenía ante sus ojos. El claro completo se encontraba bañado por la luz de la luna, una luna llena y plateada.

Pero ya era imposible, no había luna llena esa noche, la luna no se llenaría hasta dentro de dos semanas.

Caminó hacia el centro del claro, lento, casi temeroso. Allí donde la luz brillaba con más fulgor, si acaso algo así era posible. Allí donde una gran lápida descansaba sobre la tierra fresca.

—Aún no sabes de lo que has sido causante… ¿no es verdad?— La voz lo hizo girar, asustado, y ya sin fuerzas para volver a huir.

No comprendía biencómo es que lo había hallado, ya ni siquiera estaba dentro de los terrenos de su reino.

—No, ahora estas en mis tierras, pequeño Príncipe… Y en mis manos está tu destino.

La sonrisa lo heló en aquel lugar. Era como si él… pudiera leer sus pensamientos.

“Jamás me arrodillaré ante tí”

La risa casi histérica de aquel hombre retumbó en el claro, y en el cielo los truenos y relámpagos comenzaron a danzar. Una lágrima se deslizó solitaria por su mejilla.

—No, definitivamente aún no lo comprendes… Ya no hablas en lengua humana, Príncipe… Y lo que menos quiero en este momento es tenerte frente a mí.

La magia, en todo su esplendor; en un despliegue digno de admirarse… Pero eso él jamás lo haría, eran sólo trucos, simple juegos para entretener a los niños. El arte que su madre tanto amaba, a él le causaba risa… ¿Qué creía que hacia aquel brujo: impresionarlo con sus luces?

Pero era más que simple luz y viento, su hechizo se le estaba grabando en los oídos, sin dejarle escapatoria. El viento lo envolvió, como si siguiera las órdenes del brujo, la luz lo cegó, y todo desapareció para él.

—Y creo que para tu desgracia jamás lo entenderás, Príncipe.

La voz se oyó baja, herida. Ahora podía llorar, estaban solos por fin. Dejó que el viento acariciara su largo cabello rojo, mientras todo volvíaa la normalidad, lentamente y en paz.

 

Continuará.

Notas finales:

Notas Finales: ¿Corto?... ¿No digo mucho, no? Y bien, luego de intentar este prólogo más de cuatro veces, este me gustó, y no pienso tocarlo más. Aunque sé que no digo mucho, las cosas se irán aclarando.


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