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Pasado en el presente por Lunatika Cross

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Blas baja las escaleras del metro rápidamente, nuevamente va atrasado, jamás por mucho que se esfuerza logra llegar a tiempo a sus clases en la universidad.  Al menos esta vez solo eran cinco minutos de retraso, si corría tal vez llegaría unos segundos antes de que el profesor cerrara la puerta.

Pero no.  Tropieza con un hombre tirando al suelo su carpeta con sus trabajos.

- Demonios – maldice, arrodillándose rápidamente a recogerlos, el hombre se detiene a ayudarle recogiendo un par de hojas del suelo.

Tan concentrado está en apurarse lo más posible que no nota la forma en la que aquel hombre se le queda mirando.

- ¿Blas?

Levanta la vista sorprendido al escuchar su nombre, con “esa” particular voz en especial.

 

 

 

- ¿Blas? – escuchó en medio de la oscuridad, rodeaba con los brazos al chico de aquella voz, lo había asustado apareciendo justo detrás de él  precisamente cuando acababa de escaparse de su habitación bajando por el árbol que daba a la ventana de su pieza.

- El mismo – contestó, sonriendo. El chico, a quien aún el corazón le latía deprisa por el susto, volteó sin deshacerse del abrazo. - ¿Esperabas a alguien más? – preguntó frunciendo el ceño, apegándose más a su cuerpo, como marcándolo suyo.

- Claro que no – contestó tomándolo por los brazos alejándolo suavemente de él, tanta cercanía le incomodaba. Blas se dejó apartar,  bajando la mirada con aquella sombra de tristeza como cada vez que eso ocurría.

- Vámonos ya – dijo Blas caminando hacia la calle, dándole la espalda – La fogata ya está lista en el bosque, sólo faltamos nosotros.

- ¿Estás bien? – se preocupó el chico al ver que la actitud alegre del principio se había esfumado.

Aquella inocente pregunta, fue para Blas la gota que rebalsó el vaso. Le molestaba profundamente que el chico, a pesar de sus claras expresiones, no se diera cuenta ni por asomo de sus sentimientos. No se conformaba con sólo ser el mejor amigo.

Volteó decidido. Lo agarró del cuello de la camisa y le estampó brutamente un beso en los labios.

Se la pasaba intentando abrazarlo, hablaba casi sólo con él, lo miraba con tanta profundidad que ya todos, incluso  los padres del chico se habían dado cuenta de lo que sentía, menos él. Ya no había podido soportarlo más.

Al principio el chico trató de apartarlo, pero Blas tercamente profundizó su beso, temiendo que aquel momento mágico para él terminara y tuviese que recibir la mirada de rechazo y de reprobación de su hasta entonces mejor amigo.

Pasados unos minutos finalmente se rindió y se apartó. Ni siquiera se atrevió a mirarlo, dio media vuelta dispuesto a marcharse con el corazón destrozado. Sabía que después de ese impulso su amistad se caería a pedazos y ni siquiera con eso se quedaría

Comenzó a correr hacia el bosque, tratando de aguantar las lágrimas por lo menos hasta estar lo suficientemente lejos para no ser visto por nadie.

A penas y alcanzó a llegar al linde del bosque cuando fue agarrado bruscamente del brazo. Sintió una mano rodeándolo por la cintura haciéndolo girar rápidamente y antes de poder reaccionar tenía unos labios pegados a los suyos.

El sabor y el toque eran inconfundibles. Era él.

Un torrente de sentimientos lo invadió haciendo caer las lágrimas contenidas, se abrazó a él  correspondiendo la caricia, deseando que aquel momento de felicidad no terminara.

                                                                                                                        

 

 

El hombre de aquella voz le pasa sus papeles y él no puede hacer más que guardarlas como en trance, mirándolo como si fuese alguna clase de fantasma por unos segundos.

- Reagan… - murmura al fin consternado

El hombre tiene la misma cara de sorpresa que él. Blas hace un esfuerzo y le sonríe.  

- Voy tarde – dice Blas agachando la mirada, caminando rápidamente hacia el andén del metro, dándole la espalda, evita con todas sus fuerzas que un torrente de recuerdos invadan su mente.

Reagan lo sigue, el metro aun no llega y Blas no tiene como escapar.

- ¿Cómo has estado? – pregunta tímidamente Reagan intentando superar aquella incomodidad tan latente.

- Excelente – contesta Blas esforzándose por sonreír – ¿y tú? Escuché que te casaste.

No comprende por qué esa simple oración le parece tan dolorosa.

 

/I heard that you're settled down,

That you found a girl and you're married now,

I heard that your dreams came true,

Guess she gave you things I didn't give to you. /

 

Reagan lo mira preocupado, sin decir nada, con una expresión de culpabilidad que hace a Blas desviar la vista, molesto por aquella muestra de compasión e interiormente aguantando la tristeza que esa verdad le provoca.

- Mis felicidades – dice Blas sonriéndole luego de ese incómodo silencio, que destruyó toda esperanza de que la información fuese mentira.

El silencio que sigue es desesperante, ninguno sabe qué decir. Los recuerdos se arremolinan en sus mentes, en medio del caos de sus pensamientos no son capaces de encontrar ninguna palabra incapaz de abrir de una herida con el tiempo ya sellada.

 

                             

 

Crecieron en un pueblo pequeño. Donde era más que difícil mantener un secreto y la gente era tan anticuada que miraba como si de verdaderos demonios se tratase a Reagan y a Blas aunque a penas estuviesen caminando juntos, pues todos sabían que habían dejado de ser sólo amigos.

Por eso solían escaparse al bosque. Allí se sumergían en su propio mundo, sólo existían ellos dos, todo lo demás dejaba de ser importante. Reían, se besaban, charlaban, se acariciaban, o simplemente disfrutaban de la compañía del otro. Eran felices allí.

Ese día Reagan se sentó a los pies de un árbol y entre sus piernas Blas descansaba, entrelazaron sus dedos disfrutando de aquella paz y felicidad.

- Debería ser así todo el tiempo- murmuró Blas sonriendo.

Reagan no dijo nada, se limitó a estrechar la mano de Blas dándole un apoyo silencioso.

- Te quiero ¿sabes? – le dijo girando el rostro para mirarlo a los ojos.

Reagan acaricio su mejilla con la mano libre.

- Lo sé – le sonrió con dulzura, sus ojos demostraban la intensidad de sus sentimientos – Yo también te quiero.

Blas sonrió inmensamente feliz, besándolo, esa mirada lo había desarmado por completo.

 

 

 

El sonido del metro al llegar los espabila. Las puertas se abren y una marea de gente baja, haciendo Blas tenga que apegarse a Reagan para no ser aplastado por la multitud. 

El corazón de Blas se acelera y lo detesta. Se siente vulnerable. 

Había luchado tanto para dejar el pasado en el pasado, pero ahora este insiste en ponerse frente a él, desarmando sin piedad su grato presente.

Suben al metro, apretados por la gente. Uno junto al otro. 

Sus miradas se conectan por unos segundos pero Blas no puede mantenerla.

Reagan le saca una cabeza de altura, su pelo castaño muy bien peinado, sus facciones varoniles, mas no toscas están por fin completamente desarrolladas, esos ojos mieles casi amarillos son aun capaces de hipnotizarlo, observa incluso aquella cicatriz casi imperceptible bajo el mentón, está vestido de traje negro y una sobria corbata azul; le parece tan diferente, pero a la vez tan endemoniadamente familiar. Blas siente que se queda sin aliento.

Es terrible. Todo lo que creía enterrado lo abofetea en la cara como diciéndole “esto no se ha terminado”

- Escuché que estás a cargo de la construcción del nuevo centro comercial – comenta Blas haciendo un esfuerzo para que Reagan no note todo ese revoltijo de sentimientos que su cercanía le produce.- Fue tu sueño desde pequeño ¿no?

- Así es – contesta parcamente. Incomodándose ante la cercanía.

- Finalmente sí lograste ser ingeniero – le sonríe amablemente, sintiéndose cínico por ello – Enhorabuena, me alegro mucho por ti.

- Gracias.

 

/Old friend why are you so shy?

ain’t like you to hold back or hide from de lie./

 

Las cortísimas respuestas de Reagan le molestan,  se siente tan lejano. Pero así era. O así se volvió luego de un tiempo, le dolía recordarlo.

 

 

 

- ¡Mira el par de maricas! – se burlaban los chicos de la escuela, al verlos hablar en los recreos.

- ¡Jódanse reprimidos!- les gritaba de vuelta Blas indignado, a él no le importaba qué dijeran, pero no era ciego y podía notar claramente las expresiones afligidas de Reagan cada vez que alguien decía algo o los miraba con reprobación. Acarició dulcemente la mano del otro.

– No importa – le dijo Reagan sonriéndole sin ganas, la verdad era que comenzaba a cansarse de ser tratado de esa forma, tan sólo deseaba que los dejaran en paz de una buena vez.

- Lo sé. Eres tú el que no se ve tan convencido – le sonrió tratando de darle ánimos, preocupado porque ese tipo de situaciones terminara por alejarlos.

Reagan apretó la mano de Blas con cariño, deseando poder besarlo sin tener que contenerse. Le parecía completamente adorable ver esa mirada azul oscura tan preocupado por él. Desordenó el cabello negro de Blas con una caricia algo brusca.

- No me mires así – dijo el más alto al recibir esa mirada penetrante, sabía que le molestaba que hiciera eso, siempre decía que lo hacía sentir como un niño pequeño. – Me dan ganas de besarte.

La mirada de Blas  se suavizó, sonrojándose levemente.

- Entonces no me trates como a un niño – se quejó de todas formas.

- Pero lo eres – lo molestó, por alguna razón la diferencia de tres años entre ellos parecía afectar demasiado a Blas.

- ¿Eso crees? – Sonrió Blas entonces, de forma traviesa, acercándose a sus labios– ¿Tendré que demostrarte que he dejado de ser un niño?

Reagan se apartó de inmediato, sabía que sería capaz de besarlo allí frente a toda la escuela con tal de demostrar su punto.

- Bien, tú ganas – se rindió, caminando hacia su clase pues el timbre acababa de sonar indicando que el recreo terminaba – Nos vemos después.

Blas se colgó de su cuello por detrás, dándole un beso en la mejilla. Un par de chicos se les quedó mirando.

- No hagas eso ¿quieres? – le pidió Reagan dándose cuenta de que los miraban, sumamente cohibido.

Blas lo soltó y el de ojos mieles se fue a su clase. Un sentimiento de vacío le invadía cada vez que Reagan lo alejaba para guardar las apariencias.

 

 

Las puertas se abren en la estación siguiente. Es la estación en la que Reagan se baja, se despide con un movimiento de la mano y las puertas se vuelven a cerrar.

Blas lo ve alejarse mientras el metro se pone en movimiento. No sabe por qué, o no quiere saberlo, le duele tanto pensar en que quizás ya no lo vea nunca más.

No. No puede soportar esa idea.

Por eso, en contra de todo buen juicio, al día siguiente se encuentra tocando el timbre de la casa de Reagan con un vino en los brazos.

Sabía que sólo eran estúpidas esperanzas… pero simplemente no podía evitarlo

/I hate to turn up out of the blue uninvited,
But I couldn't stay away, I couldn't fight it,
I had hoped you'd see my face,
And then you'd be reminded that for me it isn't over./

 

Una mujer de ojos negros, de pelo rubio y ondulado, muy bella y femenina le abre la puerta. Quiere correr, pero en lugar de eso sonríe.

- Buenas tardes, ¿Reagan Doyle vive aquí?

- Sí – contesta amablemente – ¿Quién lo busca?

- Soy Blas, somos amigos de la infancia

- Oh, ¿enserio? – Sonríe sorprendida – Pasa, por favor – lo lleva a la sala donde Reagan lee el periódico – cariño, tienes visita. ¿Traigo café?

- Por favor, amor – le da un beso muy tierno a su esposa, sonriéndole mientras desaparece en la cocina, tan solo entonces se percata de la presencia de Blas y su expresión de felicidad cambia drásticamente por una de aflicción. – Blas…

- Hola… - se esfuerza por sonreír, pero siente que su corazón  se cae a pedazos, realmente parecían una pareja feliz. – Te traje un regalo – deja el vino sobre la mesa – para felicitarte por tu boda. A pesar de todo, fuimos los mejores amigos ¿no?

- Sí, lo fuimos – contesta seriamente.

- Quería que supieras que te deseo lo mejor, eras mi mejor amigo y siempre quise que fueras feliz y veo que lo eres – dice Blas consiguiendo al fin esbozar una sonrisa triste.- Es terrible tener que hablar en pasado, ojalá pudiésemos seguir siéndolo.

- Podemos…-  Dice Reagan inseguro, tiene miedo de acercarse y que el otro lo malinterprete. Ambos saben que las cosas jamás volverán a ser como antes.

 

/Never mind I’ll find someone like you

I wish nothing but the best for you

Don’t forget me I beg I remember you said

Sometime it last in love but sometimes it hurts instead/

 

 

- ¡Que no me beses frente a todos! – le gritó Reagan a Blas, empujándolo, desesperado e irritado ante las acusadoras miradas del resto. Blas lo miró herido, sus ojos se llenaron de lágrimas – Lo siento, Blas, no fue mi intención - se acercó, pero Blas retrocedió asustado.  – No te alejes…

- ¿Sabes qué? No te entiendo – le dijo enojado Blas – me apartas de golpe y luego no quieres que me aleje ¡eres un idiota! Te importa más lo que diga el resto que yo ¿verdad? – Lágrimas de rabia contenida comenzaron a caer – Si yo fuera una chica no te importaría, pero ¿sabes? ¡No lo soy! ¡Enfréntalo!

- Blas…- trató de acariciar su mejilla, pero fue apartado con un manotazo.

- Si te acercas demasiado te pueden mirar mal ¿no? – le dijo ácidamente.

- Blas, lo siento… - le dolía tanto verlo así. – Pero yo no puedo con esto…

 

/Never mind I’ll find someone like you

I wish nothing but the best for you

Don’t forget me I beg I remember you said

Sometime it last in love but sometimes it hurts instead/

 

Blas suelta una pequeña risa lastimera, sabe que ser amigos es imposible, sabe que no importa que en su rostro se refleje que su amor no se ha extinguido,  sabe que no hay nada que pueda hacer  para que Reagan lo bese y lo abrace como su corazón y todo su ser le ruega que lo haga. Sin embargo aún así, no tiene idea por qué se negaba a aceptar que ya no lo vería más.

Que el pasado debía seguir siendo pasado.

- Detesto verte sufrir – le dice Reagan abrazándolo al fin, la inmensa tristeza en el rostro de Blas le hizo olvidar toda precaución.

Detesto que no me ames piensa Blas, aferrándose al cuello de la camisa de Reagan acercándolo a él plantándole un beso apasionado, dejando a la vez que las lágrimas corrieran.

Se aleja al notar que no responde. Le duele pensar que esta vez Reagan no lo perseguiría para besarlo de vuelta.

Lo mira una última vez y se va. Reagan no dice nada, no puede, le duele verlo así y no poder corresponder a sus sentimientos.

 

Con suerte el destino no les volvería a jugar esa mala broma y no se empeñaría en juntar el pasado con el presente.

Nada bueno sale de eso.

Notas finales:

Hooola!

Espero que les haya gustado esta mini historia, es algo triste... pero bueeeno así es la vida xD

¿Comentarios?

Ah, por cierto, los fragmentos utilizados son de  "Someone like you" de Adele, canción hermosa.

Lu Cross ^-^

Si la vida no me sonríe yo le hago cosquillitas.


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