Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Snorq por Necoco_love2

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Oh, no sé ni por qué estoy publicando esto xDDD es tan random, pero tenía que hacerlo, lo debía xDD 

El título es un chiste local con unas amigas, la trama, está inspirada en esta imagen -> aquí

Y todo lo demás, bueno, es todo tan random que no sé ni que pensar de lo que acabo de escribir xDD 

Notas del capitulo:

Como no supe qué poner en las advertencias, puse muerte de un personaje porque, bueno, alguien muere xDDD (en realidad está muerto, pero bah~). 

 

Disclaimer: los personajes de pokémon no me pertenecen, son obra de la compañía programadora de software japonesa Game Freak, con personajes creados por Satoshi Tajiri.

Snorq


Ya no quedaban vestigios del alba. En lo alto del cielo, despejado como en una noche verano, los rayos color naranjas deslumbraban y cortejaban los rayos del sol, que poco a poco se ocultaba en el horizonte. Las estrellas asomaban juguetonas por el cielo a oscuras y la luna, con un sentido tan estricto de la puntualidad, había aparecido mucho antes en el cielo, esperando el momento justo en que el sol terminara de ocultarse para volverse el centro de atención en lo alto, a través de la vía láctea.


El frío le atravesaba la  piel, se adhería a su cuerpo y lo abrazaba de manera escalofriante, sin que pudiera hacer nada para impedirlo. Su cabeza daba vueltas, todo, sin excepción, daba vueltas. Y algo faltaba.


Giró en su propio eje, sin poderse quitar esa devastadora sensación de fatiga. Las baldosas de la estancia en las que se encontraba estaban heladas, como si su sola existencia ahí no hubiera generado ni una pizca de calor humano que menguara la frialdad del suelo sucio. En su fuero interno, ese que luchaba por recuperar la consciencia, se preguntaba, ¿qué había pasado?


Sentía su cuerpo entumecido. Le costaba abrir los ojos, pero no sabía si era por la pesadez de su propio cuerpo, o porque su cerebro le gritaba con fuerza que no lo hiciera. Fuera cual fuera el motivo, su olfato le advertía que algo no estaba del todo bien. No podía percibir ese patético y cursi aroma a coco con limón, ni era capaz de escuchar ese desconcertante “snorq” que su compañero de habitación solía emitir como el ronquido más bizarro que en su vida había escuchado.


La sensación de saber que no estaba en el lugar donde se suponía debía estar, aterradora, le descontrolaba en sueños. Una parte de sí encontraba inútil remover entre sus recuerdos que había ocurrido. No podía haber sido abandonado, la sola idea era como un balde de agua fría en medio del crudo invierno en Alaska.  


Pero Charmander tenía que despertar, porque tarde o temprano tendría que hacerlo, y si lo que sus ojos azules fueran a ver no iba a gustarle, mejor que fuera rápido.


Abrió los ojos poco a poco, difícilmente, sintiéndose físicamente incapaz de hacer algo más que estar tirado. Al abrirlos completamente se sintió vacío, oscuridad fue todo lo que visualizó en medio de la nada, de un paradero que no distinguía y el cual confundía su mente perdida, dispersa y minimizada por una jaqueca que intentaba derribarlo al sueño incómodo una vez más.


— ¿Qué diablos?—se preguntó.


Así debían de sentirse los ciegos, pensó. Tanteó en la oscuridad y sintió una pared al frente, estorbándole. Con trabajo, giró de lado izquierdo, tocando el suelo antes de poderse incorporar. Su mano, en la oscuridad, encontró una cabellera suave y larga, la cuál no pertenecía a la persona que habría esperado estuviera a su lado.  


De inmediato su mente lo traicionó y lo llevó al más desesperado de sus pensamientos, ¿dónde estaba?


¿Dónde se habría metido?


Mientras buscaba su celular, siempre oculto e ignorado en uno de los bolsillos traseros de su pantalón, su mano izquierda se ensució de un líquido ligeramente viscoso, motivo del inusual aroma de la estancia. Angustiado, abrió los ojos azules lo más que pudo, adaptándose a la oscuridad.


Fuera, un rayo iluminó la estancia por breves segundos, los suficientes como para que un grito se ahogara en la garganta de Charmander, impidiéndole hacer algún otro movimiento. Se tensó hasta el punto en que reconoció que estaba metido en graves problemas, y ni siquiera recordaba cómo lo había hecho.


Entonces, sus ojos se enfocaron de nueva cuenta en el cuerpo a su lado, que inerte, yacía sin vida, indefenso y casi patético.


No encontró su celular, para su mala fortuna. Al instante recorrió por su mente la posibilidad de echar a correr y salir de ahí, pero no tenía ni la menor idea de a donde correr, donde esconderse, donde buscar a Pikachu.


— ¿Dónde estás?—preguntó a la nada, como si de verdad alguien fuera a responderle.


Pero no obtuvo respuesta, más que de los truenos que fuera se cernían, haciendo de teloneros a la tormenta que se adivinaba en las nubes grises, cargadas de furia hecha agua.


No le gustaban las tormentas. No cuando estaba solo. Ni con una muerta a su lado.


Charmander no era el tipo de persona que fácilmente se encontraba asustado por una simple tormenta, pero ahí estaba, encerrado en una habitación desprovista de muebles, junto a una chica muerta, sin el menor indicio de vida en ese lugar además de él. Miraba a través de la ventana esperando ver algo, o alguien, pero no había nada más excepto bosque, uno que parecía extenderse hasta lo más lejos que su vista alcanzaba a llegar.


Intentó abrir la ventana, percatándose que estaba sellada. Se llevó las manos al cabello pelirrojo y cerró sus ojos azules, pensando en una solución. En momentos de tensión, Charmander no era especialmente bueno para encontrar una solución a los problemas. Contando con la compañía de Pikachu, que le brindaba cierta serenidad y coraje, se sentía capaz de enfrentar incluso a los Dioses. Pero, solo, se sentía tan impotente y minimizado que deseó, por un instante, sucumbir a sus más oscuros impulsos.


Había cosas con las que podía lidiar. Solía meterse en incontables problemas y siempre—o casi siempre—, salía impune de ellos. Era un muchacho con esa detestable suerte de los que se comen al mundo haciendo siempre lo que se les viene en gana, pero ninguna de sus fechorías había incluido nunca una muerte.


No que él supiera, claro está.


Se mordió el labio inferior, pensando. Se acercó a lo que parecía una puerta para intentar abrirla, pero estaba cerrada por fuera.  Maldita la hora en la que había accedido asistir a esa fiesta donde el whisky había sobrado. La llama que se encontraba en su corazón ardía de miedo y desesperación, su estómago ardía de los nervios y su mente, aún atormentada por la terrible migraña, casi le gritaba que hiciera lo posible por salir de ese encierro, aún si tenía que matar a otra persona para conseguirlo.


Pero, en primer lugar, ¿había matado él a la chica de la habitación?


El olor de su sangre pútrida resultaba intolerable para su olfato, no lo había notado antes debido a su preocupación. Entre sus aleatorios pensamientos de angustia, la imagen de Pikachu se hacía presente constantemente, con su cabello rubio despampanante que le adjudicaba un estereotipo, cuando menos, errado en su persona. Pensó en sus ojos cafés, siempre radiantes, y se preguntó donde se encontraría. ¿Estaría bien?


¿Estaría tan preocupado como él lo estaba?


¿Pensaría en él?


Ahuyentó todo pensamiento cuando acudió a su mente la posibilidad de que Pikachu estuviera en problemas más graves que él. A veces, por culpa de sus insensateces, el chico rubio se veía inmiscuido en situaciones en las que resultaba mucho mejor que no se metiera. Y ahí se encontraba él entonces, culpándose por no poder ser el súper héroe que Pikachu merecía, el dragón de fuego audaz que no se doblegaría ante nada con tal de salvarlo. En su lugar, no era más que la salamandra a veces inútil e indefensa que tenía que ser salvado por él.


Y, pese a que lo quería bastante, le hería su orgullo hasta límites insospechados.


Miró a su alrededor y se encontró con un pequeño banco aterciopelado en una de las esquinas de la habitación. Buscó el interruptor tratando de iluminar la habitación, pero no lo encontró. Sacó de su bolsillo un mechero con forma de dragón e iluminó apenas unos cuántos centímetros de su campo visual que le permitieron observar a la chica muerta, pálida hasta adquirir un color de piel gris, de cabello ligeramente verdoso y con un collar pendiendo de su cuello.


Nunca en su vida la había visto.


Volvió a enfocarse y se dirigió a la puerta, golpeándola con todas sus fuerzas con el banco, esperando poder salir de ahí. Deseando acabar con la pesadilla que en vorágine intentaba tragárselo hacia la oscuridad, lejos de todo. La puerta no cedió al instante, pero sí después de un rato en el que su único pensamiento fue correr en busca del chico rubio que debía de estar en algún lugar, preguntando por él.


Podría haberse quedado. Quizá Charmander no lo comprendía, en todos los momentos de su vida existían cosas que podrían haber sucedido pero que terminaron no sucediendo. Cuando se tropezó en las escaleras de una casa deteriorada por los años, abandonada a su suerte en medio del bosque, no vaciló. Tuvo oportunidades de volverse atrás, a la espera, vergonzosa, de que Pikachu acudiera a rescatarlo, porque siempre acudía a su lado. Podía esperarlo, pero no lo hacía. Seguía adelante porque se estaba aferrando a algo, al escape de esa realidad distorsionada; se aferraba a la realidad a la que pertenecía, no la que estaba involucrada con chicas muertas, sino la que quería para él y para su compañero, una donde pudieran huir juntos, lejos de todo aquello que se empeñara por separarlos.


Si había una motivación para que un adolescente aterrado actuara bajo sus impulsos, esa era el amor. A esa edad, era la única materia con la que más le preocupaba lidiar, por no poder ser capaz de sobrellevar lo que sentía dentro de su pecho, porque no era capaz de que su rendimiento fuera el que en su fuero interno deseaba. Mas se aferraba a ello porque era lo único que tenía. Lo único que le brindaba la seguridad de actuar de la forma en que lo hacía, era el hecho de que, estuviera donde estuviera, Pikachu siempre conseguiría alcanzarlo.


Y nunca pretendería dejarlo solo.


 


Corrió atravesando el campo abierto antes de entrar al bosque cuando en medio de la oscuridad tropezó con algo que moviéndose avanzaba a su dirección, cayendo de bruces en el suave césped.


— ¡Mierda!—gritó— ¿Quién está ahí?


La tormenta eléctrica parecía no haber terminado. Un relámpago, no muy lejos de ahí, iluminó su campo visual, permitiéndole ver a la persona con la que había caído al suelo. Sus ojos azules de pronto se iluminaron, se olvidó del dolor punzante en su cabeza y se abalanzó en pos del chico rubio que tenía el rostro cubierto de tierra, la expresión radiante de volverlo a ver, y los brazos cubiertos de rasguños.


El nudo que se había anidado en su estómago desapareció. Si bien, encontrarlo en ese estado no era menos preocupante, saber que seguía con vida, y que ahora estaba con él, aliviaba de sobremanera la desesperación que se había apoderado de su mente. Indeciso, lo estrujó entre sus brazos, se embriagó del aroma cursi de su cabello de niña y besó torpemente una de sus mejillas ardientes por la carrera, sin que le importara lo ridículo que tal vez se veía actuando de aquella forma.


Por mucho que no lo dijera, por Pikachu estaba dispuesto a hacer cualquier cosa. Lo que fuera. Sentía por él una de esas series de sentimientos que agitaban su pecho, encendían la llama de su amor y permanecían indelebles, pasara lo que pasara. Y resultaba tan irrefutable, que únicamente le quedaba sentirlo, vivirlo.


— ¿Dónde diablos estabas?—le preguntó.


—Tú y el alcohol no se llevan muy bien—respondió Pikachu, evadiendo la pregunta.


Charmander cortó el abrazo, ligeramente avergonzado. Pikachu tenía razón.


— ¿Dónde estamos? Cuando desperté estaba en una habitación oscura, junto a un cadáver y…


—No hay tiempo para explicaciones—repuso el rubio—. Tienes que incendiar la casa, Char.


— ¿Qué?—replicó el pelirrojo, sin entender.


—No hay tiempo, Char—le dijo Pikachu, con el terror reflejado en sus ojos—. Tienes que incendiar la casa. Sin pruebas, no hay crimen, ¿verdad?


«¿Verdad?»


— ¿De qué estás hablando?—indagó, confundido.


Pikachu se levantó del suelo, mirando por encima de su hombro. Tomó a Charmander de la mano y echó a correr en dirección a la casa de la cual el pelirrojo había escapado, pensando en las potenciales soluciones que tenía del problema del que ambos debían salir ilesos.


Justo antes de llegar, Charmander se detuvo. Sin comprender la situación, miró al rubio, que parecía consternado por algo que no parecía dispuesto a decirle. Una sola mirada debía bastar para que el menor comprendiera los motivos de su reticencia a tal acto, en medio de la nada, tampoco se sentía seguro de absolutamente nada. Y si tenía como objetivo proteger a Pikachu, no lo estaba consiguiendo.


—Por favor—pidió, sin pretender sonar demasiado suplicante.


Los ojos de Pikachu se humedecieron ligeramente, dejando a la luz ese temor que agitaba su pecho incontrolablemente. Cada segundo que perdían era mucho más valioso que ninguna otra cosa, y no se podían dar el lujo de desperdiciarlo sólo así. No obstante, al mismo tiempo el rubio era un rendido esclavo de todas las voluntades del de ojos azules. En medio de la encrucijada reciente, optó por mantenerse alerta, a la espera de la señal que advirtiera que debían salir corriendo de ahí.


— ¿Quién mató a la chica?


—Tienes tendencias pirómanas, no lo niegues ahora—recibió como respuesta—. Tienes que incendiar la casa, por favor. No nos queda mucho tiempo—insistió—. Vienen tras de mí…


— ¡¿Quiénes?!—preguntó frenético.


Pikachu soltó un suspiro.


—El equipo rocket. Nos tendieron una trampa y ahora estamos en el bosque de Creuse.


Maldita sea, pensó Charmander. ¿Qué alternativas tenía? Encarar los problemas no era la solución, porque fuera como fuera, llevaba las de perder contra una organización criminal que tenía una insana obsesión hacia el muchacho rubio que ahora le miraba casi suplicándole para que lo salvara.


A veces los héroes también necesitan ser salvados.


Sin pensarlo dos veces, entró de nuevo a la casa abandonada, obligando al de ojos cafés a esperarlo fuera. Poco a poco, gruesas gotas de lluvia comenzaron a empaparlo, hasta que la tormenta dejó caer toda su furia incontenible en un bosque olvidado y pobre al que nadie acudía. Ya no había marcha atrás, una vez que dentro del lugar una llama de fuego ardiente iluminó el interior, no podrían volver a París nunca más. No sabiendo que serían acechados día y noche con el mero propósito de secuestrarlos.


El pelirrojo salió de la casa, que poco a poco iría siendo consumida por las llamas hasta que de ella no quedara nada. No sintió remordimiento alguno por la chica muerta con la que había despertado. Al final de cuentas, si muerta estaba, por algo era. Y confiaba, ciertamente, en que no había sido su culpa.


Cogió la mano de Pikachu y con la otra lo tomó del cuello para acercarlo a su rostro y poder besarlo tan suave y pasionalmente como en ese momento podía. El rubio aferró sus manos a su espalda, buscando un poco de ese alivio que el de ojos claros siempre le proporcionaba. Echaron a correr bajo las gotas de lluvia cuando sus oídos alcanzaron a escuchar a los lejos una camioneta que difícilmente se habría paso entre el bosque para alcanzarlos.


Se dirigieron una mirada rápida y se adentraron en el bosque, dirigiéndose al río Limousin. Amarse era como morir lentamente, Charmander le reía su felicidad y Pikachu le lloraba su pena. Sin embargo, al final del día, ambos sabían que su relación, fuera cual fuera, no tenía muchas probabilidades de mantenerlos con vida. Saboreaban la amargura de un final sin felicidad que presentían, pero que todavía podían confundir con una esperanza.


Porque las peores cosas ocurren en nombre del amor, y James, del equipo rocket, no iba a vivir hasta tener de vuelta a Pikachu entre las paredes de su habitación, sin importar lo que tuviera que hacer para conseguirlo. Y Charmander, en comparación, era sólo un simple muchacho que no podía ofrecerle a Pikachu más que la dulzura de una relación simple y hermosa y el futuro incierto de quién no sabe qué quiere.


Aun así, Pikachu deseaba con fervor estar a su lado. Por eso huían. Si iban a intentarlo, y fallar, por lo menos que fuera en algo importante. Por lo menos que fuera siguiendo a sus corazones.


Pero Charmander no permitiría que fallaran, saldrían de Francia y encontrarían un lugar que James no podría encontrar. Y todo, porque ambos se aferraban al amor que se tenían. 

Notas finales:

¿Merece algún comentario? xDDD

Espero que les haya gustado esta idea tan... tan rara xDD 

Como finalmente salí de vacaciones, decidí aprovechar para escribir algo. Y de paso, para intentar ponerme al corriente con lo que tengo sin finalizar xDD

Besos & abrazos, Necoco. 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).