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El Club De Los Enamorados por Nessa Yaoi Uno

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    El Club De Los Enamorados

 

 Sesión Interrumpida.

 

 

- Eres demasiado blando, odio a la gente como tú – dijo el azabache mirando con reproche al ojiazul.

- Está visto, que me odiaras haga lo que haga, así que…  - observando al enemigo que escapaba perdiéndose en el bosque – Entre lo que tú piensas,  y lo que yo creo, prefiero ser un baka  toda mi vida – caminando de regreso a la aldea.

- ¡Por eso nunca llegaras a ser nadie! Uzuratonkachi… -  apretando con rabia sus puños, sin imaginar que sería lo último que le diría antes de su huida de Konoha, en busca del poder que ambicionaba para llevar a cabo su ansiada venganza.

      Después de ese incidente, muchas cosas habían pasado con el tiempo, nuestro ojiazul había crecido para convertirse en un jovencito muy atractivo y deseable, tanto para chicas, como para los de su mismo género. Aunque con lo despistado que era, jamás se daba cuenta de las miradas más allá de la amistad, miradas que ponían de muy mal humor, y sumamente celoso,  a cierta persona en particular.

      Alguien que trataba todo el tiempo de encontrar excusas creíbles para mantenerse el mayor tiempo posible cerca del ojiazul. Alguien que por su carácter apacible y controlado, nadie diría que su interior estaba hecho un caos por culpa de cierto rubio hermoso y alborotador.

      Los días habían dejado de ser rutinarios desde que se diera cuenta del  interés desmesurado, poco usual, y tal vez inapropiado, hacia otro varón, que no solo no le hacía caso, si no que también gustaba poco de su compañía, por ser poco conversador y…  aburrido, le había dicho la última vez que habían estado juntos en una misión.

      Demasiado calculador, demasiado razonable, con él nada era al azar, no le gustaban las sorpresas, a menos que fueran de su parte, estudiar los pasos del enemigo era su trabajo, adelantarse a los hechos subsecuentes era su principal habilidad, dar un final satisfactorio para Konoha era lo que se esperaba de él. ¿Cómo todo eso no se aplicaba a su favor en cuanto al ojiazul se trataba? Se preguntaba el moreno de cola de caballo, llegando al claro entre los árboles, que servía de lugar de reunión de los chicos cuando no estaban de misión, era algo así como una especie de club donde ninguno tenía tarjeta de miembro oficial, pero cualquiera era bienvenido.

      ¿El pódium? Una gran roca en el centro del claro, ¿Asientos? Un suave y mullido césped, donde podías dormitar si la charla del momento no era de su interés o les aburría. Oh sí, en ese sitio se podía hablar de lo que quisieras y escuchar consejos como modo de apoyo, aunque al final hicieran lo que más les conviniera o se ajustara a  las necesidades de cada quien.

      Si hablaban de posibles parejas, comentarios y opiniones iban y venían, pero no importando lo rodeos que la conversación tuviera,  siempre terminaba en una misma persona, Uzumaki Naruto, cada vez que dicho nombre sobresalía, un sin número de pares de ojos brillaban como estrellas en una noche clara. ¿La razón? Ser el chico más atractivo y prometedor de toda la aldea, sus últimas proezas habían hecho que su hándicap subiera como la espuma, igual que un caballo de carreras en su mejor momento, y eso para algunos, aumentaba las dificultades para conquistar al espécimen en cuestión. 

- “¿Cuáles son mis posibilidades? Siendo que todos y cada uno de estos buitres quisiera poner sus zarpas sobre ese incauto de Naruto, y lo peor de todo, es que ese baka no sabe diferenciar una caricia de un saludo… eso me enferma” Vaya, veo que están todos… o casi – murmuro observando que faltaba el personaje principal de su drama personal, aunque era algo lógico, ya que nunca le habían mencionado dichas reuniones, ni lugar.

- ¿Lo dices por Naruto? No sería prudente tener por aquí al principal motivo de nuestras conversaciones, ¿No te parece, Shikamaru? – dijo por toda lógica el Hyuuga.

- Claro, “Y yo feliz de que ni siquiera sospeche de nuestros encuentros clandestinos para opinar sobre su vida, y de quien sería mejor para compartirla, ¿Qué haría si llegara a enterarse? Ni siquiera yo podría descifrarlo… es tan impredecible” – razono el Nara recostándose sobre la hierba y mirando el cielo.

- Por cierto… ayer tuve una maravillosa visión, estaba cerca del río cuando de repente algo salto al agua desde uno de los arboles cercanos a la orilla – comentaba el Inuzuka apoyando su espalda en el pódium, perdón, gran roca – En un principio creí que se trataba de un enemigo, pero… allí estaba, desnudo como el día en que nació y mirándome con cara de sorpresa – decía con una mirada que distaba mucho de ser amistosa y desinteresada.

- ¿Y qué hiciste? Espera, creo que adivino – opino el gordito del grupo engullendo su tercer paquete de frituras.

- ¿Qué que hice? ¿Pues qué más?  Lo invite a pescar, y me uní a él… también sin ropa, naturalmente -  con una sonrisa golosa, la mirada del Nara lo traspaso como taladro en gelatina.

- ¿Desde cuándo confundes ropa interior con desnudez? Naruto nunca se bañaría desnudo, y lo sabes, al no ser que lo ataran de pies y manos y lo lanzaran al río, y de eso tampoco estoy muy seguro – objeto el Nara mirando de medio lado al Inuzuka.

- Bueno, tal vez exagere un poco…

- ¿Solo un poco? Yo diría que te pasaste dos aldeas y media, como mínimo – decía un muy callado, hasta ese momento, Shino que salto como si  hubiese sido picado con algo filoso – No será… ¿Qué tus deseos te hacen ver cosas? – apoyado en un árbol frente a los demás.

- Gracias por hacerme quedar como un tonto, chico insecto – observando con cierta aprensión al Aburame – Además, ¿Qué haces aquí? Ni siquiera te gusta Naruto, para empezar – comento enfadado Kiba señalando con su dedo a Shino – No como a nosotros, al menos.

- Tengo otros intereses – mirando fijamente al Inuzuka, aunque con sus lentes negros no se notara.

- No hay ningún motivo específico para estar aquí, solo que nos agrada la compañía, y no solo escuchar nuestras propias voces, ¿Cierto? Chicos – dijo el Nara levantando su pulgar confirmando así sus propias palabras.

      Los otros asintieron en silencio, era cierto que fuera de las misiones, el momento que más disfrutaban era cuando se reunían en su club secreto, o casi, pues eso estaba a punto de cambiar. No lejos de allí,  un rubio de ojos azules, buen carácter, y poca disponibilidad para quedarse callado, correteaba a un asustado conejo, que por pura mala suerte, se le había atravesado en el camino.

      En realidad no pensaba hacerle daño, al animalito quiero decir, pero eso el conejo no lo sabía. Así que el peludo corrió poniendo todo su vigor en sus patas traseras, y su voluntad en no ser atrapado tan fácilmente, el orejudo zigzagueó alrededor de arboles, entre matorrales, algún que otro hoyo ocupado por otras familias de orejudos, y finalmente el claro entre la arboleda.

      El patudo, sintiendo que había escapado del problema rubio, y caído en otro mucho mayor al notar todos esos pares de ojos sobre su pelaje, y aturdido por la sorpresa, y sin saber a donde más correr, se estrello en el pecho del Nara y callo desmayado, el peludo, me refiero.

- ¿¡Pero qué rayos?!¿Se murió? Hay, no,…  pobre – se lamento Kiba viendo el cuerpo del desvalido conejo desparramado sobre la hierba al lado del Nara.

- ¡Espera! ¡No voy hacerte…! ¿Eh? ¿Pero qué…? Todos… - grito el ojiazul, irrumpiendo en la escena,  dando traspiés hasta casi caer de boca sobre el mullido suelo - ¡Por todos los cielos! ¿Qué le hiciste a mi amigo? – hiendo hasta donde estaba el Nara, al darse cuenta del drama frente a él.

- Tranquilo, estoy bien… - empezaba a decir el moreno dándose por aludido.

- ¡No hablo de ti, baka! ¡Buaaaa…! Perdóname, no quería asustarte así… neko – se lamentaba el ojiazul poniendo trompita y abrazando al desmayado animalito.

- ¿Neko? ¿En realidad lo miraste bien? ¿No sería mejor… usagi? Naruto – puntualizo el Nara.

- ¡Como lo llame  es mi problema y…! ¿Y qué hacen todos ustedes aquí? ¿Es una reunión secreta, o algo así? A la que no fui invitado, al parecer – sintiéndose excluido e incomodo al ver que todos esos ojos miraban a otro lado, evitándolo – No se angustien, ya me voy – mirando directamente al Nara.

- Espera, nadie dijo que debías marcharte, ¿O si, muchachos? – agarrando la muñeca del ojiazul para impedirle  salir del circulo del club que se había formado en su honor, aunque él no supiera nada al respecto.

- Aun no me dicen a que se debe que… esto es muy extraño – tomando asiento junto al Nara - ¿Tiene algo que ver con alguna misión? – mirando de uno a otro y finalmente al que se supone debía dar una explicación, puesto que era el de mayor rango por allí.

- No, simplemente nos juntamos para hablar del amor, de sus dificultades y ramificaciones – dijo Shikamaru con toda la calma que lo caracterizaba.

- ¿Ah? ¿Es broma, verdad? – abriendo grande sus ojos azules y poniendo cara de circunstancia.

- Y ahora que lo sabes, no podemos dejarte ir – dijo el Hyuuga mientras todos se acercaban al rubio, encerrándolo entre sus extendidos brazos a modo de jaula, ¿Y el pájaro del día? Uzumaki Naruto.

- ¿P-Pero que hacen? – sintiéndose como el pobre conejo que dormitaba entre sus manos.

- A lo que se refiere, es que después de saber la naturaleza de nuestras acciones, debes convertirte en miembro, así estarás en las mismas condiciones que lo demás, y guardaras el secreto por la cuenta que te tiene – explicaba de lo más serio el Aburame.

- ¿Acaso los insectos te comieron el cerebro? Se toman todo esto muy en serio, ¿Cierto? Vamos, neko, ¿No se te antoja un poco de lechuga? – hablándole al conejo que había despertado luego del golpe, y del susto.

- Al menos síguenos la corriente, ¿Quieres? Es más divertido así – pedía Kiba agarrándose del cuello del rubio – Como cuando jugamos a los espías en el bosque, ¿Recuerdas? Anda, no seas aguafiestas – suplico al ojiazul.

- Ahhh, no me mires con esos ojos de perro abandonado, sabes que no lo resisto – riendo junto con el Inuzuka – Bien, bien, me apunto al juego… o lo que sea que estén tramando aquí, ¿Qué tengo que hacer? – esperando escuchar las instrucciones de boca de alguno de ellos.

- Que lo decida Shikamaru – opino el gordito Chouji - De todos nosotros, es el más calificado, ¿No creen? – todos estuvieron de acuerdo en cuanto a eso.

- Si ustedes lo dicen… – murmuro el rubio, no muy convencido de la decisión de los demás - ¿Y bien? Espero no se te ocurra nada extraño como iniciación, está bien que yo sea  un poco alocado e imprudente en ocasiones, pero…

- Bésame… - dijo con todas las letras el Nara.

- Y eso… es precisamente a lo que yo llamo una locura – refuto el rubio con sus mejillas totalmente ruborizadas, los otros aun no salían de la sorpresa por la tarea impuesta por el Nara.

- Lo sabía, después que te llenas la boca diciendo lo capaz que eres… ¿Y no puedes con un simple beso? Eres un fiasco – presiono el Nara, obligándolo a reconsiderar la petición.

- ¡Cállate! No es que no pueda hacerlo, es solo que… ¿No podías pedir algo menos vergonzoso? ¿Por qué eso tan de… chica enamorada? – arrugando su cara.

- ¿Crees que quiero ponerte en el mismo aprieto que el Uchiha? O en realidad… ¿Fuiste tú quien lo beso a él?– pregunto con cierto amargor el moreno.

- Ponerme en aprietos… ¿Acaso no lo estás haciendo tú en este momento? Y si fui yo o él el que lo inicio, no lo recuerdo, porque…  ya ni siquiera pienso en eso – acariciando al orejudo mientras recordaba el incidente con el azabache.

- Olvida lo que dije, solo quería comprobar algo – dijo satisfecho el Nara por la reacción del rubio, luego dio media vuelta para volver a la aldea.

- ¿Comprobar qué? ¿Qué no soy lo suficientemente confiable como para pertenecer a su club de enamorados frustrados? Demonios… - mirándolos a todos y cada uno de sus captores, por así decirlo.

- ¿Un club? Oye, no lo había pensado… suena bien – comento el Inuzuka.

- Por supuesto, y si quieres puedes poner una reseña en el periódico local, de seguro tendríamos muchísimos más miembros – dijo irónicamente el Nara.

- Si hiciéramos eso, dejaría de ser secreto, ¿No es así? – dijo el de mejillas regordetas.

- Obvio – recalco el Hyuuga.

- A todas estas, todavía no decidimos que hacer con el intruso, ¿Y bien, Shikamaru? – apresuraba el Aburame.

- Indudablemente que tiene que ser algo de lo que no quiere que se entere todo el mundo, algo que él crea vergonzoso, algo de lo que no quiere que se entere su amor rosa – refiriéndose a la Haruno -  Algo como… esto - agarrando al ojiazul por la cintura y besándolo ansiosamente en la boca.

      El Nara apretaba cada vez más fuerte el cuerpo del rubio contra el suyo, aprovechando el momento que quizás no se repetiría de nuevo, queriendo guardar en su memoria el sabor de los labios, y al mismo tiempo, el calor del cuerpo del ojiazul. Pero a veces es peor el remedio que la enfermedad, ¿Cómo poder olvidar aquello por lo que tus noches son una pesadilla, y los días un recordatorio de lo que te espera de nuevo al caer el sol?

      Pero ya estaba hecho, y sabia que lo lamentaría en lo que pusiera su cabeza sobre la almohada. En cambio, pensó que ese momento de dicha valía todo el arrepentimiento que vendría luego, después de todo, un pedacito de dicha no hace el cielo, y si te acerca un poco más al infierno. Dicen que un minuto de felicidad puede durar toda una vida, para los más románticos, tal vez, pero siendo realistas, no para aquellos que quieren vivir con gran intensidad un amor arrollador que dure toda una existencia, de lo contrario, habremos pasado sin pena ni gloria por este bendito mundo. 

      Luego de la sorpresa, y la falta de aire, el rubio se echo hacia atrás en un intento por apartar a Shikamaru, pero al parecer, el moreno no estaba muy de acuerdo con eso, así que decidió retenerlo un poco más entre sus brazos, ya que las manos del ojiazul estaban ocupadas con el cuerpo del peludo orejón.

- ¿Q-Quieres soltarme ya?

- ¿Cuál es la prisa? Puede que la vez anterior con el Uchiha no fuera culpa tuya, un mero accidente, pero éste… ha sido con toda intención – hablando muy cerca de la cara del rubio.

- Oh, sí…  ¡Van a quedar de muerte lenta! – celebraba Kiba cámara en mano.

- ¿De dónde diablos sacaste eso? ¡Trae para acá! Kiiiiibaaaa… - deshaciéndose de los brazos del moreno y correteando al Inuzuka para arrebatarle el aparato que captura momentos felices tanto como los vergonzosos.

- Siempre la llevo conmigo, nunca se sabe que se puede encontrar de interesante por ahí – escondiéndose tras el Nara.

- Yo las guardare – recibiendo las instantáneas de manos de Kiba – Ahora que tengo éstas, estás en mis manos – sentencio el Nara metiendo las pruebas del delito, quiero decir del apasionado beso,  en su bolsillo.

- ¿Chantaje? – pregunto el rubio achicando sus ojos.

- Puedes llamarlo un seguro, así no iras contando por ahí todo lo que aquí se habla – explico el Aburame.

- ¡Pero si nunca los he escuchado hablar de nada! Puedo irme pacíficamente y olvidar que me tope con ustedes el día de hoy… Jejejeje… - retrocediendo lentamente hacia la arboleda.

- Ni lo intentes – amenazo el Nara paralizando al rubio con su técnica de sombras - ¿Quieres que estas fotos circulen libremente por ahí?

- ¿No pensaras…?

- Pruébame – mirando muy seriamente al ojiazul.

- ¿No crees que con eso serias tú el más perjudicado? Digo, contrario a ti, yo no tengo ninguna reputación que cuidar – dijo el rubio encogiéndose de hombros.

- Baka, ni yo sería capaz de hacer algo así a un amigo – sonriéndole cariñosamente al ojiazul.

- ¿Ah? – sorprendiéndose del proceder del Nara.

- Ya nos divertimos bastante por hoy – mirando a los otros, que al igual que él reían de la cara pasmada del ojiazul – Aquí tienes – entregándole las fotos al rubio – Olvida todo, el mal rato, el beso… tan solo era un juego, “Que yo perdí, por cierto” – pensó con pesar el moreno.

- Esperen, entonces todo lo que dijeron antes… ¿Era mentira? – un poco decepcionado.

- Lo de la parte de hablar sobre el amor, es cierta, ¿O acaso crees que nos encontramos aquí por casualidad? Siempre que alguno tenga un problema amoroso, contamos con los demás para que nos orienten o aconsejen – una muy buena explicación de parte del Hyuuga.

- Pero no entiendo, ¿No somos muy jóvenes para saber cosas acerca del amor?

- Naruto… tienes dieciséis, ¿Qué no sabes nada de nada? ¿Qué me dices de Sakura? – recordó Kiba.

- ¿Qué hay con ella?

- ¿Cómo qué hay…? Estabas enamorado hasta los huesos, baka, eso todo el mundo lo sabe – dijo el Inuzuka empezando a enfadarse,  la pasividad del rubio lo estaba sacando de quicio.

- Ni siquiera estoy seguro de si eso era amor…  o simplemente falta de cariño, al no tener familia, creo que quise aferrarme a los que tenía más cerca – decía con ojos de nostalgia.

- Eso incluye al Uchiha, ¿No es así? Mala elección – opino el Nara.

- No lo fue en el momento, inclusive ahora  sigo pensando de la misma manera, y estoy seguro que… algún día lo traeré de vuelta – esa era una resolución tomada mucho tiempo atrás, una promesa inquebrantable, aunque aún no había sido capaz de cumplirla.

- Se hace tarde, será mejor que nos retiremos ya – aconsejo el Nara, no queriendo continuar con la conversación, y mucho menos cuando se hablaba del Uchiha menor.

- ¡Hey, esperen! ¿Volverán a reunirse aquí de nuevo? ¿Cuándo? Quiero participar también – pidió el rubio siguiendo al grupo.

- Un domingo entre semana – ironizo el Nara.

- ¿Y eso que quiere decir? Shikamaru, baka – arrugando la boca en señal de enfado.

- Que no sabemos a ciencia cierta cuándo será la próxima vez que… ¿Piensas quedártelo? – pregunto el Nara señalando al orejón en los brazos del ojiazul.

- Por supuesto que sí – frotando su nariz con la del confundido animal.

- ¿Cómo mascota, o como cena?

- ¡Cállate! Shssss… no digas eso, lo asustaras – tapando las orejas de la cena, quiero decir, del conejo.

      El asustado animalito movía nerviosamente sus bigotes, mientras observaba con mirada extraviada, y abultados  ojos, de uno al otro de aquellos humanos entre pecho y espalda, es decir, uno lo sujetaba y el otro lo miraba con cara de querer devorarlo. ¿Qué hacer en una situación como esa? El peludo se decidió por lo más obvio… vaya que le estoy dando royo al pobre animal, morder los dedos del ojiazul y salir por patas.

- Creo que lo de la cena fue demasiado – comento por lo bajo el Nara viendo como el conejo corría entre los arboles hasta perderse de vista.

- ¡Mira lo que hiciste! Diablos…  sobándose el dedo donde el orejudo había clavado sus dientes.

- ¿Yo? Fíjate bien, sospecho que recordó por culpa de quien llego hasta aquí, en primer lugar – puntualizo el moreno.

      En medio de aquella conversación sin sentido, se habían quedado rezagados de los demás, lo que al Nara no le importo demasiado en realidad. Estar a solas con el ojiazul era suficiente para su interesado corazón y su castigada libido, lo que le hacía preguntarse si no era mejor adentrarse en la verdad, o seguir soñando en que algún día obtendría al rubio para sí.

      Lo segundo lo mantenía a salvo, mientras que lo primero hacía peligrar su propio pellejo si el ojiazul llegara a enterarse de las cosas que pasaban por su calenturienta mente, cosas que harían sonrojarse al mismísimo Ero-sennin, y eso ya era decir mucho. Entre ambas alternativas, se inclinaba por la segunda, siempre tendría ocasión de confesar lo que sentía si  reunía todo su coraje…  y vivía lo suficiente.

- Como sea, pero gracias a él descubrí el lugar de sus reuniones secretas – poniendo cara de quien encuentra la equis del tesoro – Que a todas estas, no me trago eso de que se juntan para hablar de amor, precisamente -  observando con mirada incrédula al moreno – Ustedes algo traman, algo de lo que no querían que yo me enterara, ¡Confiesa! ¿Qué es? Dime, Shikamaru – demandando una respuesta.

-  Que puedo decir… nos pillaste, estamos organizando tu despedida de soltero, ¿Qué tal? – guiñándole un ojo al rubio.

      El ojiazul dejo caer sus brazos a los lados como si hubiera recibido un golpe de mazo en su cabeza, sus ojos trataban de enfocar su mirada en la cara del Nara. Abrió su boca, pero ningún sonido salía de ella, el moreno lo observaba mientras trataba de aguantar la risa que pugnaba por salir de su garganta.

- ¿M-Mi, mi… mi qué? – se escucho por fin de la boca del rubio.

- Ah, pero ahora que recuerdo… dejaste escapar al novio – mirando por donde había salido corriendo el conejo.

- ¡¿Te crees muy gracioso, verdad?! ¡Eres un redomado idiota, estúpido, insoportable… Nara! Apártate – dándole un empujón al moreno para echarlo a un lado.

- Ese es mi apellido, no un insulto… tontito – siguiéndole la pista.

- “Ese Shikamaru, ¿Pues que se cree? Burlándose de mí como si yo fuera un payaso, y ahora que recuerdo… todavía no lo he golpeado por haberme  besado, o mejor no, lo ideal es que piense que no le di ninguna importancia a eso, al igual que lo hice con Sasuke. Es más, debería…”  - deteniéndose y dando la vuelta para encarar al moreno que caminaba tras él – Aquí tienes – devolviendo las fotografías al Nara – Y si quieres, hasta puedes enmarcarlas y colgarlas en tu habitación.

- ¿Por qué haría eso? – mirándolo con seriedad.

- ¿Ah, no quieres? Por las molestias que te tomaste al obligarme a esto, pensé que te gustaría conservarlas, pero no hay problema, puedo romperlas y olvidar todo el asunto – dispuesto a rasgarlas delante del rostro del Nara.

- ¿No te parece una tontería? – pregunto el Nara.

- ¿Qué cosa?

- Este jueguito de “fingir que me interesa”, y de tu “no me importa lo que piensen”…  es ridículo, ¿No te parece? – acercándose al rubio.

- Pero es cierto, si no, no te las devolvería, o puedes dárselas a alguien más de tu grupo de “desinteresados” – reanudando su paso.

- “¿No es un verdadero sol? ¿Cuándo aprendiste de sarcasmo? No pareces tú, obviamente no has crecido solo en cuerpo,  andar con Jiraiya-sama ha influido mucho en tu desenvolvimiento, o ciertamente has madurado mentalmente por tu propia cuenta… eso hace las cosas más interesantes aun” – pensaba el Nara poniéndose de nuevo en marcha.

- ¿Qué tanto hacen ustedes dos? Ya apresúrense, me muero de hambre – dijo con enfado Kiba a los rezagados.

- ¡A mí que me cuentas, baka! ¿Acaso soy tu nana? – reclamo molesto el rubio.

- ¿Qué le hiciste, Shikamaru? – al notar el mal humor del ojiazul - ¿Acaso le contaste lo de que uno de nosotros quisiera ser su novio…?

- ¡Cierra la boca, baka! Demonios… - dijo el Nara alzando sus brazos.

- ¡Ups! Creo que metí la pata… - dijo el Inuzuka tapándose la boca con las manos.

- ¿Te parece, idiota? – puntualizo el Nara mirando con reproche al otro moreno.

      Otro golpe de mazo para el ojiazul, pero esta vez la conmoción duraría un poco más que la vez anterior, el rubio miraba de uno a otro como quien está dentro de la casa de los espejos, viendo su propia imagen por todos lados y no encuentra la salida, o sea totalmente perdido y confundido. Los dos morenos lo observaban esperando que dijera algo, ya fuera con la boca o con sus puños.

- ¿Ya ves? Debiste haberte mordido la lengua… no, ¡Hubieras quedado paralizado por tu propia estupidez, demonios! – el enfado de Shikamaru era mayúsculo, temía que después de eso el ojiazul dejaría de hablarles por toda la eternidad, luego de una buena paliza, claro está.

- Bueno, ya está dicho…  ¡Lo hecho, hecho está! – refunfuño el Inuzuka.

- ¿Qué quisiste decir con eso de mis novios… qué? Pregunto el rubio reaccionando al fin.

- Pretendientes, más bien – suavizo el Nara.

- ¿Tú también? – mirando al moreno con cola de caballo.

- ¿Por qué de la pregunta? ¿Te parezco poco adecuado? ¿Es eso?

- Para nada, es solo que me parece extraño, tú nunca me has tomado para nada en serio, aparte de que… ¡¿Qué es esto?! ¡Todos somos chicos! Demonios… – grito alterado de cara al Nara.

- ¿Y qué con eso? ¿Acaso el amor es menos valioso si te enamoras de un hombre? Dime que no crees eso en verdad – pregunto el Nara esperando una respuesta favorable.

- No estoy en contra, al contrario… a mi me…

- Oye, Naruto, ¿No estás enfadado, verdad? – pregunto temeroso el Inuzuka.

- Debería, pero pensándolo bien…  es un asunto bastante interesante – opino el ojiazul poniéndole sazón al asunto.

- ¡Shikamaru, Kiba! ¿Qué sucede? Se quedaron atrás – pregunto el Hyuuga, que junto con Shino y el gordito Chouji, regresaron para saber que  retrasaba a los demás.

- Ya lo sabe – dijo por respuesta el Inuzuka.

- ¿Qué sabe…quien, qué cosa? – el Aburame.

- Naruto… de nuestras intenciones – dijo por lo bajo Kiba.

- ¿Cómo…? – Neji.

- Gracias al boca floja de… - decía el Nara.

- ¡Ya dije que lo siento! No fue a propósito, se me escapo – apenado ante los otros.

- Supongo que tarde o temprano se enteraría, no vale la pena llorar sobre la leche derramada – declaro Shino en apoyo al Inuzuka.

- Muy filosófico – ironizo el Nara.

- Bueno, ahora solo resta escuchar que es lo que opina el causante de todo esto – sugirió el gordito.

- Suena como si fuera culpa mía… ¡Hump! Ustedes y sus rollos sentimentales, ¿Y qué es lo que quieren que haga al respecto? ¿Elegir  alguno para que se sienta contento y realizado? Prefiero una cita con el conejo, gracias – dijo el ojiazul cruzándose de brazos.

- Eso es, podríamos realizar una ronda de citas, y así sabrías cuál te gusta más -  sugirió Kiba al rubio.

- ¿Quién iría primero? – Hyuuga.

- Oigan… - intervino el ojiazul levantando su pulgar.

- Podríamos jugarlo a piedra, papel o tijeras – Shino.

- Oigan, esperen… - de nuevo el rubio.

- Ah, no soy muy bueno en ese juego – Chouji.

- ¿Quieren escucharme…? – Naruto.

- O podríamos escribir nuestros nombres en papelitos y sacarlos de un sombrero, no te digo – dijo el de más  sarcasmo del grupo, o sea el Nara.

- Me largo de aquí -  el ojiazul, siendo que no era escuchado…

      El círculo de tontos, es decir de candidatos, seguían discutiendo cual sería el método más idóneo para elegir cuál sería el primero en tener una cita con el ojiazul, tan absortos estaban en sus propias opiniones, que no se dieron cuenta de la desaparición del rubio. El único en notarlo fue el Nara, mientras pensaba que todo aquella situación se le había ido de las manos.

      Recordaba lo sencillo que era todo cuando solo hablaban de los posibles escenarios con el rubio, todo era remotamente probable solo en sus mentes, pero ahora todo pasaba de lo imaginario a lo práctico, y eso era algo que no podía controlar aunque quisiera, todo estaba en  otras manos que no eran las suyas, imposibilitándolo para manejar las probabilidades a su favor y conveniencia.

      A todo esto se sumaban las habilidades de cada quien a la hora de  conquistar al ojiazul, no quería ni imaginar las triquiñuelas que usarían para envolver en sus redes a alguien tan fácil de sugestionar como al rubio. Tenía que idear la forma de que todas esas citas terminaran en desastre, y aunque él no fuera el elegido, al menos no terminaría viendo a su rubio en otros brazos, eso si Naruto accedía a seguirles el juego.

- “¿Qué debería hacer con todos esos baka, y sus alocadas hormonas? Salir con ellos tal vez sea divertido, ¿Pero que estoy diciendo? Eso sería como pintarme una diana en la espalda y pasearme por el escondite del  Akatsuki…  espeluznante, esperare a ver qué es lo que deciden al final, ¿Qué es lo que esperan conseguir de mi? Un momento… no pensaran que yo…  ¡Sah! Primero muerto que bañado en sangre” – pensaba mientras se dirigía al Ichiraku, parada obligada para el rubio antes de regresar a su casa.

- Ya dejen eso, ¿Quieren? Hace hambre – se quejaba el gordito.

- Estoy de acuerdo, los que no tengan misión mañana, preséntense aquí y terminaremos de acordar los turnos para salir con Naruto – dijo amargamente el Nara.

- Oye, ¿No parece como si Shikamaru estuviera sufriendo por algo? – pregunto Kiba en  tono muy bajo al Aburame.

- ¿Recién te das cuenta de eso? Shikamaru realmente está enamorado de Naruto, mientras que tú lo tomas como un juego, para él es muy doloroso ver como todos compiten por el afecto de la persona más importante en su vida – explico al oído de Kiba, Shino el chico de los insectos.

- ¿Cómo supiste de eso?

- Observando.

-  Creo que ese no es mi fuerte – mirando de medio lado al Aburame.

- Lo sé, si así fuera, ya habrías notado que… - dejando colgar la frase.

- ¿Qué? ¿Sabría qué…? – curioso por lo que seguía.

- No importa – término diciendo Shino mientras ajustaba sus lentes oscuros.

 - Odio a las personas que no terminan lo que empiezan – reprocho molesto el Inuzuka.

- Luego de saber esto, ¿Qué harás? ¿Seguir en la contienda? O por el contrario… – interrogo Shino interesado en las acciones del sucesor de los Inuzuka.

- Si me pongo en su lugar, tampoco me gustaría que me arrebataran a mi persona especial… en fin.

- Kiba… ¿Qué sientes realmente por Naruto?

- Bueno, me gusta su compañía, su alocado temperamento, y su gran corazón… ¿Crees que es poco?

- Eso es lo que siente la mayoría de las personas que lo conocen, pero eso no es amor, es más bien… admiración, por tu bien “Y el mío” es esencial que sepas la diferencia, Kiba.

- Lo dices como si fuera algo malo, rayos – un poco confundido  con la explicación del Aburame.

- En cierto modo, así es – dijo Shino como final de la conversación.

      Hacía rato que el ojiazul había llegado a su casa, y después de bañarse, pensar por un momento, y vaya que eso le cuesta trabajo, decidió irse a dormir ya que no le encontraba ninguna lógica, según su criterio, a todo lo acontecido después de tropezarse con los chicos esa tarde. ¿Qué los habría llevado a reunirse… y que para hablar de amor? Demasiado aburrimiento, tal vez, pensaba el rubio mientras trataba de decidir si entrar en el juego, o no. Otro día, en el puente…

- ¿Tampoco hay misión hoy? A este paso acabare con todos mis ahorros, Kakashi-sensei – protestaba el ojiazul al ser informado de la falta de trabajo por su maestro.

- No eres el único, casi estoy en banca rota también.

- ¿Qué no habrá algo que podamos hacer y por lo cual nos paguen? Sin ser las misiones, quiero decir – arrugando su rostro por el fastidio.

- deberíamos mirar los anuncios clasificados, tal vez haya algo ahí… - sacando unas hojas dobladas de su bolsillo trasero – Veamos… - paseando su vista por las líneas de tinta.

- ¿Desde cuándo te interesa el periódico? Pensé que lo único que leías era ese estúpido libro de Ero-sennin.

- Desde que comenzó esta crisis, por la que tenemos menos trabajos, y con eso, menos dinero, ¿Comprendes? Aquí al algo… ¿Te gustaría ser un acompañante? – mirando a su pupilo.

- ¿Y eso que es? – sin comprender.

- Digamos que…  hay personas que no consiguen pareja y le pagan a alguien  para que les haga compañía, algo así como una cita… más o menos – explico el peligris.

- ¿Pagan por hacer eso? Creo que me equivoque de profesión, ¡Pero suena muy fácil! ¿Y qué tengo que hacer para…? – entusiasmado con la idea.

- Lo primero es; presentarte ante la persona que coloco el anuncio, y ponerse de acuerdo respecto al pago – echando otra ojeada a la hoja de periódico.

- ¿Y cómo voy a saber cuánto deberé cobrar? Lo que sería justo o no… ¿Qué no hay otra cosa ahí que pueda servirme?

- Es eso…  o ser niñera – dijo el peligris encogiéndose de hombros.

- No soy muy bueno para eso tampoco, demonios… - rememorando ciertas experiencias – Me tocara hacer como las chicas.

- ¿Qué cosa? – pregunto con curiosidad el ninja copia.

- Dieta, hasta el próximo trabajo, al menos – dijo resignado – A no ser  que… - recordando que aun quedaba la resolución de los chicos del club.

      El peligris lo observo con extrañeza y luego dejo al ojiazul con sus propias cavilaciones. Citas significan salir a pasear, bombones y flores, comilonas en el campo, y lo mejor de todo, no tienes que preocuparte por soltar ni un solo centavo, tres o cuatro invitaciones bastarían hasta su siguiente misión, pensó el kitsune. No habría ningún problema mientras los chicos se comportaran y no se pasaran de la raya, de lo contrario, un golpe de puño bastaría para ponerlos en su lugar.

 

Rosas  +  Bombones = Problemas

     

      Mientras meditaba sobre todo eso, y sin apenas darse cuenta, llego al claro entre la arboleda de la tarde anterior, y donde su vida se complicaría más de lo que hubiera imaginado jamás. Tan distraído estaba, que tropezó con un bulto en el suelo, lo cual provoco que enterrara su cara en la hierba y su orgullo en el bolsillo.

- Tan de mañana y ya le estas dando a lo torpe – comento el Nara al rubio reposando sobre su estomago – Da gracias que aun no he desayunado, que si no…  ¿Estas cómodo? – pregunto con media sonrisa el moreno.

- ¡Es culpa tuya por estar tirado ahí! ¿Qué no tienes nada que hacer? – todavía sobre el Nara.

- Eso debería preguntarte yo a ti – acercando su rostro al del ojiazul - ¿O es que regresaste a buscar a tu novio de orejas largas, eh? – sintiendo la respiración del otro por la cercanía de sus caras.

- No tengo que decirte nada, y al parecer no soy el único sin trabajo que hacer – avergonzado se reclino hacia atrás, la proximidad de los labios del moreno le hicieron recordar el beso de la tarde anterior.

- No cambies de tema, ya veo…  ¿Es curiosidad lo que te trajo hasta aquí? O por el contrario…  sabias que estarían solo y por eso viniste – observando muy seriamente al rubio.

- ¿De qué rayos estás hablando? No  tenía intención de… ni siquiera lo pensé, simplemente camine y camine, como vine a dar aquí… por kami que ni yo mismo lo sé – sentándose con la mirada baja frente al Nara.

- ¿Me creerías si te digo que yo te llame? ¿Qué mil veces pronuncie tu nombre en mi mente para atraerte hacia mí? ¿Qué tienes que decir a eso?

- Pues diría que como táctica no está nada mal – cruzando sus brazos.

- ¿Táctica? – pregunto sorprendido el moreno.

- Está claro que quieres ganar la oportunidad de ser el primero en salir conmigo, y te confieso que casi caigo con esas palabras tan… seductoras, Shikamaru – sonriendo pícaramente.

- ¡Oigan ustedes dos! ¿Qué hacen solos aquí? ¡Eso es trampa, Shikamaru! – grito Kiba, acompañado del Aburame, al verlos en el centro del claro.

- No me culpes, primero que nada, yo ya estaba aquí, él fue quien  apareció de improviso – señalando al rubio – Si tienes algo que reclamar, díselo a él, baka – recalco el moreno molesto por la interrupción de los recién llegados.

- Al parecer debimos tardar un poco más – dijo por lo bajo el chico insecto al ver la cara de molestia del Nara.

- ¿Por qué lo dices? Ni siquiera sabíamos que Naruto estaría aquí – dijo Kiba al Aburame.

- ¿Saben algo de los otros? – pregunto Shikamaru refiriéndose al Hyuuga y Chouji.

- Neji tiene misión, en cuanto al gordis, no sé en que anda  -  informo el Inuzuka sentándose junto al ojiazul.

- Que suerte tiene, daría lo que fuera por tener una misión y así poder llenar mi estomago… hasta mi alma, si fuera preciso – dijo el rubio suspirando.

- No hables muy alto, el diablo está escuchando – aconsejo el Nara, como queriendo decir, no pidas porque puede ser que se te conceda, y eso no siempre es bueno.

- No dirías eso si estuvieras en mi misma situación de austeridad, suerte de ustedes que tienen familia que los mantengan, en cambio yo tengo que conseguir mi propio rámen… que injusta es esta vida – dándole un toque dramático a la frase.

- No digas tonterías, ninguno de nosotros dejara que mueras de hambre, frio… o amor – dijo el Nara mientras lo observaba con ojos de enamorado hasta los huesos.

- Eso es muy cierto – corroboro Kiba mirando de reojo al Aburame.

- Al menos de lo primero y segundo, lo tercero es algo muy personal, ¿No es así, Shikamaru? – pegunto con toda intención Shino.

- ¿Y porque le preguntas? Él solo sabe de estrategias y nubes, no tiene cabeza para nada más – dijo el ojiazul sacándole, en una mueca, la lengua al moreno.

- Es porque somos caballerosamente torpes, ¿No lo crees así, Shino? – dijo Shikamaru devolviendo la pregunta al de los insectos.

- Concuerdo contigo – Shikamaru, al igual que él, eran personas de pocas palabras pero muy observadoras, sabía que el Nara ya había notado su especial interés en el pequeño cachorro de la familia Inuzuka.

      El ojiazul y Kiba miraban, sin entender nada, del Nara al Aburame. No era algo de extrañar ya que los dos sufrían del mismo mal, o sea, eran igual de despistados, y tratándose de que vieran más allá de las peleas y diversión, eran totalmente ciegos. Mientras los enamorados observaban a sus respectivos prospectos, un par de ojos negros como el abismo más profundo los observaba, pero centrando su atención en el caóticamente hermoso rubio ojiazul.

      Con su poder al mínimo, para no ser detectado por los otros ninjas,  se acerco lo más que pudo al cuarteto que descansaba en el centro del claro, su intención inicial era irrumpir entre ellos y tomar lo que vino a buscar, pero luego decidió llevar las cosas con más tranquilidad,  en un ambiente más intimo y sin ningún estorbo que pudiera interrumpir cualquier cosa que quisiera hacer con su valiosa presa rubia. El cuerpo del ojiazul se tenso por un momento, como en esas ocasiones que sientes un escalofrío en la columna, signo inequívoco de que algo malo está sucediendo o está a punto de suceder.

- ¿Naruto? – pregunto el Nara al ver al rubio dirigir su mirada a todos lados alrededor de ellos como buscando algo familiarmente conocido.

- No es nada, creí sentir… seguro lo imagine – murmuro sonriendo sin sonreír.

- Ya me dio hambre – dijo Shikamaru levantándose y sacudiendo su ropa mientras hacia una señal casi imperceptible  al Aburame.

- Ya casi es mediodía – entendiendo y devolviendo la señal al Nara.

- Con razón mis tripas están haciendo fiesta – dijo el rubio sobando su estomago – Vaya, no tengo lo suficiente como para…  - sacando unas monedas de su bolsillo.

- Ya cambia esa cara, yo invito – sugirió el Nara poniendo su brazo sobre los hombros del rubio.

- ¿En serio? Mira que puede salirte bastante caro, hoy no desayune… - advirtió el rubio con sus ojos brillando como estrellas fugaces.

- Por ti… la quiebra si es necesario – pegando su frente a la del ojiazul ruborizándolo por completo al hacerle recordar lo de su beso.

      El Nara sintió que unos ojos lo acuchillaban desde lejos, lo que lo hiso cerciorarse de que sus sospechas no eran fundadas, alguien los estaba observando, y tenía la completa seguridad de saber de quién se trataba, la sensación del rubio también la había captado él pero de distinta manera, la sentía opresiva, desafiante, y sobre todo muy peligrosa.

      El ojiazul y Kiba emprendieron el camino de regreso pensando en llenar sus hambrientos estómagos gracias a la generosidad del Nara, y mientras ellos caminaban sin parar de hablar, los otros quedaron rezagados, a propósito, para tratar de emboscar al observador indeseado si es que se podía, tal vez sería posible puesto que los ojos negros  estaban ocupados en seguir los pasos del tan deseado zorrito.

- “Mucho tiempo ha pasado desde que llene mi mirada con tu presencia, y ya es hora de que regreses al lugar donde debes estar… pensé que podría… que podría alejar tu imagen de mi mente, pero fue algo imposible de lograr, dobe – pensaba el azabache mientras sentía que su cuerpo quería correr desesperadamente, como si tuviera voluntad propia, hacia el rubio, tomarlo en sus brazos y escapar hasta un lugar desconocido incluso para él mismo.

      Sus ojos, mente, cuerpo y corazón estaban enfocados en un único objetivo, por consiguiente no noto la cercanía del Nara y el Aburame, ambos ninjas cercaron al azabache imposibilitándole que pudiera escapar de algún modo, en ese momento no les importo que sus vidas corrieran peligro a manos del Uchiha menor, solo pensaban en proteger aquello que era lo importante en sus  vidas, la amistad para uno y el amor para el otro.

- ¿Se te perdió algo? Uchiha – intervino Shikamaru colocándose sobre la misma rama frente al azabache.

- Vaya, quería ahorrarme las interrupciones, pero veo que no va poder ser – poniendo su mano en el mango de su espada.

- No contestaste mi pregunta – dijo el Nara afilando su mirada, mientras en su mente estudiaba todas las posibilidades para salir ilesos de aquella situación.

- Sobra la explicación, existe solo un motivo por el cual pisaría de nuevo esta aldea… - poniendo mucha atención a los movimientos del Nara.

- Uzumaki Naruto – dijo con dolor el moreno como si le estuvieran arrancando el corazón en ese instante - ¿Por qué la insistencia? Te alejaste de él y de todos sin un ápice de remordimiento, luego de salvarlo en muchas ocasiones, intentaste matarlo el mismo número de veces… es a lo que yo llamaría sentimiento morboso de dependencia.

- Está vivo porque así lo quise, existe porque es mío, respira y continúa presente porque todo mi ser lo reclama… no hay nada de morboso en eso – dijo el azabache afilando su negra mirada.

- Pero si de locura, ¿Desde cuándo pase a ser de tu propiedad, Uchiha Sasuke?  - pregunto el ojiazul desde una rama por arriba de la del azabache, ¿Cómo llego ahí? Se preguntaban el Nara y Shino.

- Desde que no te mate la primera vez – observando intensamente al kitsune.

- Y yo que creí que estabas siendo compasivo – agachándose hasta casi quedar sentado sobre la rama.

- ¿Que quieres hacer con él, Naruto? – pregunto Kiba montado sobre Akamaru desde otro árbol frente al Uchiha menor.

- ¿Hacer? Lo único que quiero es que se marche por donde vino y nos deje en paz, estoy… estamos muy bien sin él – sintiendo que su cuerpo se estremecía al mirar al azabache – “No quiero caer en lo mismo de nuevo, ¿Por qué tuvo que aparecer ahora? Ya casi había olvidado lo que alguna vez sentí por él… demonios, ¿Por qué no puedo odiarlo?”

- Ciertamente así es – comento feliz el Nara  al escuchar las palabras del ojiazul.

- Ah, ya entiendo – observando la cariñosa mirada que Shikamaru daba al ojiazul – Así que el muerto tiene doliente – quitando la mano de su espada y cruzando los brazos, como quien se encuentra en algún tipo de reunión social – Vaya, veo que compartimos el mismo gusto por el dobe… - la expresión en el rostro del Nara paso de la ira al total desprecio por el Uchiha.

- ¿De qué rayos estás hablando? Shikamaru es mi amigo, él jamás pensaría en traicionarme… no como tú – saltando de la rama donde estaba hasta la del Nara.

- Tan despistado como siempre, Uzuratonkachi – dijo el azabache con una sonrisa sardónica - ¿Se lo dices tú o lo hago yo? Chico de las sombras – su sonrisa se convirtió en una mueca al dirigirse al Nara.

      A todas estas, el kitsune no entendía muy bien que era lo que decía, o mejor dicho, insinuaba el azabache con sus medias palabras. No era lo mismo para el Nara ya que él si apreciaba el significado que entre líneas traían esos comentarios, el Aburame salió de su escondite ya que pensó que no tenia caso seguir oculto a la percepción del Uchiha, estaba convencido  de que éste ya había notado su presencia, de todos modos dejo a sus insectos en alerta por si las dudas.

      Todos estaban colocados en torno al azabache,  protegerían a Naruto a costa de sus vidas de ser necesario, de eso no había duda, aunque sabían que de ponerse las cosas difíciles ellos serian los salvados y no los salvadores, siempre era así con Naruto, éste tendía a tomar los problemas de todos para sí sin echarse atrás en ningún momento, jamás permitiría que alguien saliera lastimado, y mucho menos por su causa, normalmente eso hacía mucha mella en su estado de ánimo.

- Podría acabar con todos ustedes, pero eso llamaría mucho la atención y no vine aquí hacer fiesta, así que me iré ahora, pero recuerda, algún día volveré a por lo que es mío… no te quepa la menor duda, uzuratonkachi – mirándolo fijamente.

- ¿Qué te parece en unos cien años más, eh? – pregunto desafiante el ojiazul.

- Nos vemos, dobe – envolviéndose en un remolino de hojas y desapareciendo.

- Y todos estaremos esperando – asevero el cachorro Kiba.

- Pasando a otra cosa…  - el rubio.

- Tenemos que decidir lo de las citas – dijo alegremente el Inuzuka.

- Dejemos eso, chichos… siempre puedo atrapar algunos peces – por lo de apaciguar su hambre hasta la siguiente misión – No sería justo para ninguno de ustedes que yo participara en ese disparate, piénsenlo, alguien siempre va perder… y normalmente ese soy yo, además está bien como juego, pero…  – saltando de la rama al suelo.

- Pero yo si quiero esa cita contigo – le dijo el Nara al pararse a su lado.

- ¿Por qué insistes en eso? Acabo de decir…

- Eres lento para ciertas cosas, así que te lo diré claramente… estoy enamorado de ti… siempre lo he estado – con toda la sinceridad plasmada en sus palabras y mirada.

- Creo que mis oídos no están funcionando muy bien, ¿Qué tú qué? – con sus ojos como platos.

- Oíste bien, ¿Tan detestable te parece eso? – agarrándolo por los brazos, los demás decidieron que era mejor marcharse viendo que las cosas se ponían algo tensas entre aquellos dos.

- Escucha, Shikamaru, yo… creo que iré a buscar al conejo, ¡Adiós! – soltándose y corriendo como quien huye de un cobrador.

- Vaya, creo que lo espante, pero tampoco sería interesante que hubiera dicho “yo también” de primera mano – sonriendo ante la idea de digamos cortejar al rubio hasta que cayera rendido.

    Eso iba ser lo más difícil que el moreno hiciera en su vida, pensar que estrategia seguir para cercar al zorrito sin que llegara a sentirse acorralado. Por otro lado el ojiazul corría con las palabras del Nara resonando en su cerebro, y sin mirar por donde iba choco contra un árbol y cayo de espalda cual largo era, el rubio quiero decir, echado en el suelo con los brazos extendidos y un chichón en su frente trataba de procesar la información que por lo demás era difícil de analizar por su ingenua mente.

    Después de todo, que alguien te diga de repente que está enamorado de ti no tiene nada de raro, al menos que sea un chico igual que tú, eso sí que sería extraño, o eso pensaba ciertamente el ojiazul, ¿Qué debería decir? ¿Cómo debería comportarse al estar de nuevo frente a Shikamaru? Esas preguntas por el momento sin respuestas venían a complicar la ya complicada vida de nuestro rubio ojiazul.

    Mientras tanto, con las manos en sus bolsillos y el rostro del zorrito en su pensamiento, el Nara regreso a la aldea y camino por aquí y por allá sin siquiera responder a los saludos que recibía por su camino, preguntándose donde estaría el ojiazul en esos momentos paso por el Ichiraku, no estaba, regreso en sus pasos hasta el campo de los tres troncos de madera, tampoco allí, paseo por el puente y sus alrededores, ni rastros del rubio, lo único que quedaba por revisar era su casa, y ahí era donde la cosa se ponía cruda.

    Nunca antes había estado en la morada del Uzumaki, quizás ya iba siendo tiempo de hacerle una visita social, pero el incidente de su confesión estaba demasiado fresco y tal vez no era conveniente asustarlo dos veces el mismo día, así que decidió que era suficiente lo acontecido esa jornada, regreso a su casa pues las cosas habían estado bastante flojas últimamente debido al Akatsuki, quienes les habían obligado a recortar las misiones para reforzar la defensa de la aldea y del rubio ojiazul, ya que ese era su principal objetivo.

    Por otra parte, y dentro de la seguridad de su casa, el zorrito caminaba el departamento como animal enjaulado mientras repasaba lo acontecido hasta ahora, recordaba el beso del Nara y su sorpresiva confesión de amor, hasta llego a pensar que todo había sido una broma y que más tarde se reirían de ello.

- “Es una locura, pero lucia tan serio al decirlo que no me quedo más remedio que salir corriendo, ¿Qué iba a responderle? ¿Qué habría dicho cualquiera en esa situación? Tal vez si fuera una chica no resultaría tan extraño… ¿Qué debo hacer ahora? ¿Cómo debo comportarme cuando lo vea de nuevo? Fingir que nada paso y actuar como siempre… aunque no creo que él deje las cosas así, seguramente espera una respuesta de mi parte… demonios” – revolviendo su cabello como quien se sacude la caspa.

    En los días subsecuentes el rubio trataba en lo posible no encontrarse con el moreno ni de casualidad, pero todo parecía estar en su contra y la falta de misiones no ayudaba en nada a su propósito, si de repente caminaban por la misma calle, el ojiazul daba la vuelta y se perdía entre los callejones más próximos, el Nara hacia lo indecible para forzar un encuentro, pero el zorro siempre conseguía una excusa para largarse, y sí no podía, se aseguraba que no fueran los únicos en el lugar, en las noches tenia sueños en donde el Nara lo besaba, abrazaba y muchas cosas más que prefería no recordar al despertar y que lo ponían en una situación embarazosa, como por ejemplo, mojar su pijama con sus fluidos corporales.

    Cada noche se repetía el mismo sueño y ya no sabía que debería hacer para mitigar el deseo que crecía día con día, lo más fácil sería sucumbir ante lo que el moreno quería de él y dejar que la naturaleza siguiera su curso, pero aun no estaba seguro de sí sus sentimientos llegaban a la altura de los del Nara, aunque sus sueños húmedos de cada noche le daban la pista perfecta para aclararlos, una persona no se deja besar o tocar solo por curiosidad, pensó, y menos si se trata de alguien del mismo sexo.

    La paciencia del Nara se estaba agotando y ya no se sentía seguro de poder aguantar otro encuentro con el ojiazul,  quedarse tranquilo y ver los toros desde la barrera cuando en realidad deseaba estar en el ruedo y dar algunos pases de capote, por así decirlo, y hablando del hacedor de sus fantasías, este se mostraba al otro lado del puente por donde el Nara caminaba esa mañana, el zorro al verlo dio media vuelta.

- ¡No te atrevas a moverte de ahí! Lo digo en serio, no me obligues a detenerte por la fuerza, Naruto – el rubio quedo paralizado y sorprendido ante la explosividad del moreno, nunca lo había visto tan enfadado antes.

- ¿Qué quieres? Tengo prisa – girando su rostro hacia el otro.

- ¿En serio? ¿Para hacer qué? En lo único que has estado ocupado es en esquivarme cada vez que me ves – acercándose con paso seguro hacia el rubio – Pero déjame decirte algo, para huir de mi tendrías que mudarte de planeta, y aun así buscaría la forma de encontrarte – casi pegándose al cuerpo del otro.

- No escapaba, tan solo… - sin poder dar una excusa coherente ante lo obvio.

- ¿Entonces que hacías, jugabas a las escondidas conmigo?Sabes que eso es muy infantil incluso para ti.

- Es que no tenía nada que decirte,  por eso yo… aun no estoy seguro de que respuesta darte – con sus mejillas comenzando a teñirse de rojo.

- ¿Qué necesitas para decidirte? Solo dime que es lo que sientes por mí en realidad – temeroso de una negativa.

- ¡Aun no lo sé, demonios! Todo fue tan repentino, pero de algo estoy seguro… por tu culpa no puedo dormir en las noches, nunca antes había pensado en esas cosas hasta que tú llegaste con tu “te amo” y confundiste mi cabeza – desviando su mirada avergonzado.

- Eso quiere decir que te pongo nervioso, es un comienzo, ¿Y Qué  haces al respecto? ¿Te tocas pensando en mí? Yo lo hago todo el tiempo – dejando resbalar su mano desde su pecho hasta su entrepierna - Incluso ahora estoy duro como una roca con tan solo verte – acercándose un poco más al rubio – Tu belleza es un pecado, ¿Lo sabías? Como quisiera poner esto entre tus piernas – atrayendo la mano del rubio hacia el bulto bajo su ropa – Lo que quiero decir es que… no creo que alguna vez esté satisfecho, no hasta que te haya desnudado completamente… no hasta que te haya comido igual que a una galleta, desde el primer mordisco hasta la última migaja, Naruto -  mirando muy intensamente al otro.

    El ojiazul trato de retirar su mano del palpitante y duro musculo, pero el moreno no se lo permitió, su termómetro de la vergüenza había llegado al tope y amenazaba con explotar en cualquier momento, jamás pensó que el Nara pudiera ser tan desinhibido sobre esas cosas, por su modo de ser, seguramente nadie creería que pudiera ser tan ardiente e incitador al tratarse del tema del sexo, el ojiazul intento varias veces más quitar su mano pero falló el igual número de veces.

- ¿Cómo dices esas cosas? Y ya suéltame, ¿Qué no te das cuenta en donde estamos? – refiriéndose al lugar que podía ser transitado por cualquiera en cualquier momento.

- ¿Y tú no te das cuenta de cómo estoy yo? Naruto… – masajeando su bulto con la mano del rubio – Al menos ayúdame a terminar – los ojos del Uzumaki casi se salen de sus cuencas.

- ¿Ahh?  ¿Quieres que yo…? – recuperando su mano por el susto.

- ¿Vas hacer que te suplique? – con su respiración agitada y su frente perlada de sudor.

- ¿Cómo me pides que haga tal cosa? Además… los dos somos chicos, eso está mal, ¿O no? – poniendo cara de duda.

- ¿Según quien? Y que ambos seamos hombres no hace la diferencia, no puedes decir que no te gustara hasta que lo hayas probado antes – agarrando al ojiazul y obligándolo a seguirlo hasta los arboles lejos de cualquier transeúnte indeseado.

- ¡Espera! ¿A dónde me llevas? No me aprietes tanto – tratando de soltar los dedos que parecían soldados a su muñeca.

- A mostrarte que no hay nada sucio ni detestable sobre el sexo, y mucho menos cuando hay amor de por medio – casi llegando a su destino.

-  ¿Acaso te pedí lecciones particulares? – asustado no por lo que el moreno pudiera hacerle, si no de lo que él mismo podría ser capaz ya que el Nara había despertado su vena erótica.

    Teniéndolo donde lo quería, el moreno lo pego de espaldas a un árbol y comenzó a besar frenéticamente su rostro, cuello, mordisqueando también las rojas orejas y metiendo su mano dentro del pantalón del estupefacto ojiazul, este comenzó a sentir un calor extraño que recorría su cuerpo y se concentraba en su entrepierna, hábilmente el Nara masturbaba el miembro que empezaba a despertar a algo nuevo y delicioso, súbitamente el moreno desabrocho y bajo las prendas que le estorbaba para lo que quería hacer a continuación, el Uzumaki, ante la sorpresa, se había quedado sin habla y sin saber porque sus piernas comenzaban a temblar.

- S-Shikamaru… ¿Qué es lo que…?

- Es placer, Naruto… placer puro y simple – luego de masajear con su mano el miembro del ojiazul – Es el cielo, ¿No es cierto? Hazme lo mismo a mí – cambiando de posición con el rubio, aunque este estaba un poco recio hacerlo ya que estaba sintiendo demasiado bien  - Pero en vez de la mano quiero que uses tu deliciosa boca – bajándose su ropa hasta los tobillos.

- Wau… - fue lo único que pudo decir al ver lo largo y carnoso del pene del moreno - ¿Pretendes que ponga eso en mi boca? ¿Y para qué haga qué? Además, yo no sé como…  - con cara de circunstancia.

- Solo abre – poniendo su mano en la parte de atrás de la cabeza del rubio – Yo me encargo de lo demás - ansioso por meterse en la húmeda cavidad rozo los temblorosos labios del ojiazul pidiendo entrada.

    Lentamente, y ante la duda de si hacerlo o no, el Uzumaki abrió grande su boca ya que podía más la curiosidad que la incertidumbre de saber cómo se sentía dicha acción en sí, en lo que el moren se sintió envuelto por la calidez de la parte que usamos para comunicarnos, comenzó un lento vaivén que lo transportaba más arriba del cielo, sin darse cuenta, la lengua del ojiazul entro en juego al igual que su mano que prontamente se había dirigido hacia su propio miembro y comenzó a masturbar, como si tuvieran vida propia, al mismo ritmo que el moreno empleaba para meter y sacar el suyo de la boca del zorrito.

    Cada uno estaba enfocado en su propio placer, aunque las expectativas del Nara iban más allá de lo que el rubio sabia, o sea de lo que estaba sucediendo en ese momento, del sexo entre dos hombres, el moreno bajo su vista y sonrió para sí mismo al observar a su compañero masturbándose con frenesí mientras mantenía sus ojos cerrados y su boca ocupada en chupar su miembro, una escena de lo más erótica y caliente, pensaba el Nara, unos cuantos movimientos más y ambos se corrieron a la par, el ojiazul tosió al atragantarse con el espeso liquido.

- Rayos… por poco me ahogo – al no poder sincronizar su agitada respiración mas efecto de tragar -  Tiene un sabor extraño… aunque no desagradable – murmuro por lo bajo.  

- No tengo que preguntarte como te sentiste, ya que puedo verlo en tu cara – levantándolo para abrazarlo – Y te sentirás aun mejor cuando lo ponga – acariciando el rostro del rubio.

- ¿Poner qué en donde? – pregunto con curiosidad.

- Pues esto… aquí – con una mano llevo la del rubio a su pene y la otra  al agujero que te lleva a un estado celestial.

- ¡¿Qué… qué dices?! Imposible… – separándose tan rápido del Nara,  se enredo con sus pantalones que tenía hasta sus tobillo y cayó de nalgas al suelo – ¡No inventes! Eso es… eso es… -  sin poder asimilar bien la información.

- ¿Pues como pensabas que dos hombres lo hacían? – ayudándolo a levantarse, lo que el rubio aprovecho para poner sus pantalones en su lugar.

- Ni tampoco tengo una idea clara de cómo lo hacen un hombre y una mujer, para que me vengas con eso de… ¡Es que ni siquiera puedo imaginármelo, rayos! Eso solo sirve para una única cosa… tú sabes – refiriéndose a su trasero.

- Y también para lo que quiero hacerte… - tratando de acercarse al otro.

- ¡Definitivamente no! Solo de pensarlo me dan escalofríos – retrocediendo unos pasos – Y tú lo tienes tan… demonios, me romperías en dos – observando e aun erecto miembro del moreno.

- No te asustes por mi talla, te preparare muy bien antes de calzarlo en tu agujero, ¿Qué dices? Te reto, no puede ser peor a que te rompan todos los huesos en una pelea, y tú sabes muy bien de eso – tratando de convencerlo por las buenas, de no dar resultado estaba dispuesto a violarlo allí mismo.

- No estás ayudando, y sabes perfectamente que no soy un cobarde, solo tratas de confundirme para que te deje hacer lo que quieras con mi pobre trasero – aun así no podía apartar su mirada del pedazo de carne a un metro de él, cosa que al moreno no le paso desapercibida.

    Siendo consciente de la atracción que su pene ejercía sobre el rubio, El Nara comenzó a tocarse muy lentamente ante los ojos de mirada fija sobre él, el ojiazul serraba sus dedos aferrándolos a sus pantalones a la altura de sus muslos, las ventanas azules no perdían detalle de los movimientos del moreno, y aunque se obligaba apartar su vista, esta no le obedecía, parecía hipnotizado con la erótica visión que comenzaba hacer que su propio miembro despertara como si fuera una reacción en cadena.

- Ya deja eso, se que lo haces para provocarme, y que sienta la necesidad de querer saber cómo se las arreglan los hombres para meter algo como eso en sus traseros – señalando la hombría del moreno – Y aunque yo te quisiera, que no estoy admitiendo que sea así, eso es algo que tendría que pensar muy bien.

- ¿Por cuánto tiempo? – sin dejar de mover su mano.

- ¿Cómo voy a saberlo? Aunque te aseguro que no es algo que decidiré mañana – poniendo inconscientemente su mano en su propia entrepierna y masajeándose sobre la tela.

- Esperare…  solo si promete que me permitirás tocarte cuando lo desee y de la manera que yo quiera – desabrochando de nuevo el pantalón del rubio y sacando su hombría para unirla con la suya – Frota los dos juntos a la vez y veras que bien se siente – adueñándose de la boca del ojiazul y besándolo con toda la pasión de su ser.

    Después de eso, Shikamaru siempre se las arreglaba para disfrutar del rubio cada vez que se le apetecía, lo que prácticamente era todo el tiempo, en cualquier lugar que se lo encontrara, sí lo veía por la calle lo jalaba hacía el callejón más próximo, pegaba su espalda contra la pared, y apretándolo con su cuerpo, lo besaba hasta casi dejarlo sin aire. Otras veces lo atacaba por la espalda y lo abrazaba fuertemente mientras se frotaba contra su trasero y llenaba de besos y chupetones el cuello del ojiazul. Ni siquiera estar en compañía de los demás muchacho, me refiero a los del club, y con los cuales el rubio creía estar a salvo, le impedían al Nara sus actos amorosos y extremadamente sensuales.

- Wau, eso se ve tan… provocativo – murmuro el Inuzuka al observar al moreno manosear al ojiazul, y a este tratando de detener las manos que lo devoraban por todas partes.

- ¿Te gustaría que te trataran de la misma forma? – fue la pregunta del Aburame a espaldas del cachorro y muy cerca de su oído, lo que le causo que un agradable sensación recorriera todo su espina dorsal.

- ¿A mí? No negare que siento curiosidad…  ¿Pero con quien? – haciéndose el tonto, ya que hacia un par de días que al cerrar sus ojos veía la figura del chico de los insectos, era como lo llamaba, haciéndole toda clase de cosas pervertidas.

- No tienes que buscar muy lejos, aquí estoy yo – abrazando inesperadamente a Kiba, aun arriesgándose a que este le diera un golpe por su atrevimiento, el moreno solo respiro hondo y se dejo hacer sin oponer resistencia - ¿Qué te parece si vamos a otro lado? He deseado hacerte el amor desde hace mucho tiempo, Kiba – sugiriendo tener más privacidad para lo que tenía en mente.

- ¿Lo dices en serio? ¿En verdad te gusto? Dime desde cuándo – ofreciendo su cuello para ser devorado.

- Desde siempre, ¿Acaso no lo habías notado? Mi cachorro despistado, y no solo me gustas… también te amo, tonto – ahumándosele los lentes por el calor que emanaba su cuerpo.

- Pero tú siempre vivías insultándome – reprocho el moreno.

- Tú tienes la culpa, hablando siempre de Naruto…  estaba celoso, así de simple, ¿Ya podemos irnos? No sé sí pueda aguantar más tiempo – agarrando por el brazo al Inuzuka para salir de allí.

- De acuerdo, que desesperado – murmuro el cachorro dejándose arrastrar.

    La nueva pareja desapareció en busca de un mejor lugar para mostrarse su afecto, Shikamaru y Naruto quedaron solos sin nadie que espiara lo que hacían, o más bien lo que el Nara trataba, mientras que los demás llevaban rato que habían desertado en vista de que no pintaban nada quedándose allí. Mientras tanto el moreno intentaba bajar los pantalones del ojiazul y este trataba de impedírselo, parecían dos gatos ensartados en una pelea en la que nadie sabría a quien apostar.

    Esta clase de juego se hacía cada vez más rudo e interesante, era cierto que el trato había sido que el Nara podía hacer lo que quisiera, o casi todo, con el cuerpo del rubio, pero nadie estipulo que el Uzumaki tenía que hacérselo fácil, Shikamaru cada vez se desesperaba más y Naruto más se divertía viéndolo sufrir, pero como dicen por ahí, todo tiene un límite,  y ya hacía rato que el Nara había cruzado el suyo.

- ¡Oye! ¡Eso no se vale! Eres un tramposo – protesto el ojiazul al ser envuelto por la técnica de sombras del moreno.

- En la guerra y en el amor todo se vale, y ya estoy cansado de tanto rodeo, ¿Quieres que te tome a la fuerza? Entonces voy a darte gusto – acercándosele mientras manipulaba las sombras a su antojo.

- ¡Tiempo! ¡Tiempo! – como pidiendo pausa en un partido de algún deporte.

- ¿Más del que te he dado ya?  ¿Le pides calma a un cuerpo que está a punto de estallar? El juguetear contigo solo me acarrea dolor en mi parte baja, pero se acabo, hasta aquí llego mi calma, y te advierto que esta vez pienso llegar hasta el final, ¿Sabes lo que eso significa, verdad? Vete preparando porque voy a ir hasta el fondo – haciendo que sus sombras se encargaran de desnudar al ojiazul.

- Hay, por dios… quizás tengo un poco de culpa de que estés molesto, pero… ¿No podríamos discutirlo un poquito más? ¡Ya sé! Podríamos hacer lo de la última vez… jejeje… ¿Sí? – apelando a lo primero que se le ocurrió para salir del embrollo.

-  ¿Te parece? – con una sonrisa que no le daría ni a su propia madre,  por lo terrorífica que lucía, digo.

- Bien, hora de ponerse serio, hare lo que me pidas, pero libérame primero – refiriéndose a las sombras que a estas alturas lo habían dejado como su madre lo trajo al mundo.

- ¿No pensaras escapar, cierto? – haciendo que sus sombras depositaran al ojiazul sobre su propia ropa encima del tronco de un árbol talado, tan grande que parecía una mesa redonda, que técnica tan genial, ya la quisiera yo a la hora de limpiar mi casa… en fin.

- La duda ofende – poniendo cara solemne.

- Sí, igual que un payaso fumándose un cigarrillo frente a los niños, ¿Y eso qué? solo haz lo que te diga– deshaciendo su técnica de sombras camino unos pasos y se paro frente al encuerado rubio – Es perfecto – clavando su mirada en el cuerpo de sus sueños – Mastúrbate para mí… lentamente.

    El ojiazul tomo su miembro y comenzó acariciarlo tal y como el Nara le había pedido, agacho su mirada fingiendo vergüenza cuando en realidad deseaba que el moreno lo observara, mientras el Uzumaki hacia su juego de mano, Shikamaru se iba despojando de su ropa sin quitarle la vista de encima en ningún momento, era tan excitante ver los movimientos del rubio sobre su propia carne que el pene del moreno inmediatamente se puso en guerra.

    No pudiendo evitarlo, el  Nara se acerco y acaricio con su pene todo el rostro del ojiazul hasta detenerse en su boca, ya no tenía que decirlo, Naruto abrió grande y comenzó hacer lo que el otro con su silencio le pedía, estuvieron así por un largo rato hasta que se corrieron, Naruto en su mano y el moreno en la cavidad bucal del primero, Shikamaru recostó al rubio sobre el tronco y se dedico a versarlo y chuparlo por todos lados, los chupetones en el blanco cuello dejaban secuelas encima de las que ya estaban desapareciendo, se ocupaba en marcar ese cuerpo como su territorio inconquistable para otros que decidieran aventurarse en tierras prohibidas bajo pena de muerte.

    Las manos, igual que la boca del moreno, viajaban de aquí para allá como por un camino que no estaba señalado en ningún mapa, como en una caminata que se recorre por instinto, más no por señalamiento, las extremidades llenas de dedos al fin encontraron el mensaje en la galleta, la guinda del pastel, la perla en la ostra… el hoyo en uno, pero el Nara decidió que los dedos no eran suficientes para el trabajo ya que lo que él deseaba hacer era otra cosa más excitante y deliciosa, así que uso su lengua para lamer y chupar la entrada del rubio, la sin hueso entraba y salía a todo lo que daba en el estrecho agujero mientras ambos miembros volvían a excitarse para ponerse en acción.

    El rubio gemía como un condenado mientras que el Nara se deleitaba haciendo los preparativos para comerse el tan ansiado platillo principal, luego de un rato de jugar con su lengua metió tres dedos de una sola vez, el ojiazul ni lo noto, estaba tan abrumado por el placer que si lo pinchan ni siquiera se hubiera enterado, adicionalmente a lo que ya había hecho, el moreno busco en su chaleco una pequeña botella de aceite perfumado y vertió un poco en el agujero y otro poco en su propio pene, lo aceito muy bien al igual que al orificio donde tenía sus dedos y masajeo un poco más a fin de causarle la menor molestia en su penetración en terreno por conquistar.

    Sin pensarlo más, o mejor dicho, sin poder aguantar por más tiempo, jalo las caderas del ojiazul hasta el filo del tronco, con una mano sujeto los tobillos del rubio al aire, y con la otra coloco su arma de punta roma en la puerta del paraíso, toco la puerta varias veces, o sea que metió y saco la punta en par de ocasiones, hasta que se deslizaba de forma deliciosa y resbaladiza, el Nara creyó ver estrellas brillantes al meterse por entero dentro del túnel del rubio, jamás en su vida había sentido nada semejante, le parecía estar nadando dentro del placer para hundirse después en los mares de la locura.

    A pesar de que no se movía, empujaba su hombría hasta casi desplazar el cuerpo del rubio de su lugar, a cada arremetida sin embestida, el ojiazul jadeaba y gemía más alto, al parecer su punto de placer se encontraba en lo más profundo, así que al parecer el Nara no necesitaba moverse demasiado para volver loco a su rubio de ojos azules, sin salir en lo absoluto movía su pelvis arriba, abajo y hacia los lados como en un baile erótico y sexi. Pero la necesidad apremiante de sentir su carne rozando aquellas estrechas paredes era insoportable, así que abandono su pasividad para cambiarlo por un poco de comportamiento salvaje.

    Ya que su  zorrito no se había quejado de dolor o cualquier otra molestia, el Nara decidió emplearse a fondo, sus embestidas ganaron en fuerza y profundidad, acción que traía loco al Uzumaki, no podía articular palabra ya que los gemidos y su rápida respiración ocupaban todo su vocabulario. Luego de un minuto el moreno decidió cambiarlo de posición, sin siquiera sacar su miembro del agujero, lo volteo boca abajo y se coloco entre las largas y torneadas piernas, apoya sus manos en las blancas nalgas y continuo con su alocada danza del mete y saca, el moreno apresuro sus movimientos ya que sentía que no aguantaría por mucho más tiempo, por el ojiazul… ni pregunten, estaba tan fuera de este mundo que lo único que podía escuchar eran los latidos de su propio corazón en contraste con los balbuceos del moreno a punto de estallar, lo que sucedió minutos después de su, digamos… perfecta faena.

    El orgasmo fue tan explosivo que ambos quedaron sin palabras y sí mucho de suspiros, y entrecortadas frases que ninguno de los dos entendía dadas las circunstancias, pero eso no venia al caso, lo importante era que habiéndose unido a ese nivel entendieron que de ahora en adelante no podrían vivir el uno sin el otro, sobre todo el ojiazul, el cual hasta ese momento aun albergaba sus dudas sobre si realmente amaba al Nara, todo ese placer y desenfreno le confirmaban que por muy pequeño que fuera el sentimiento hacia el moreno, había crecido en fuerza e intensidad, y eso lo hacía sentirse muy feliz y completo.

- ¿Estás bien? ¿Sientes algún dolor o…? Aunque viendo tu rostro lo dudo mucho – recostado sobre la espalda del rubio.

- Bien, solo me preguntaba si alguno de mis otros pretendientes sería tan bueno como tú en esto… o quizás mejor – comprobando el alcance de tolerancia del moreno.

- ¿Quieres que te maquille los ojos de morado? No me tientes, no soy bueno manejando los celos, Naruto – dándole un mordisco en la espalda.

- Pero tienes que reconocer que sin un punto de comparación no podría definir qué tan bueno eres o no… tonto ni siquiera pensaría en hacer esto con alguien más que no seas tú – haciendo una sonrisa burlona - ¿Piensas quedarte ahí por más tiempo? – refiriéndose a que el moreno aun seguía dentro de él.

- ¿Te molesta? Se siente muy bien estar así, además aun no hemos acabado, fue mucho esperar para solo una sesión – besando para marcar su propiedad.

- ¿Haremos todo de nuevo? – feliz como lombriz.

- ¿Pues qué esperabas? ¿Crees que me conformaría con tan poco? Dame unos minutos y te hare gritar hasta que quedes afónico.

- Promesas, promesas… - incitándolo.

- Veras de lo que soy capaz para que solo puedas pensar en mí y en nadie más – comenzando a moverse despacio y sin prisa.

- Demuéstramelo…  mi amor.

    Ese día cubrieron lo que una pareja normal haría en una semana, pero no importaba lo cansado de sus cuerpos ya que sus almas continuarían mostrando eterna insatisfacción, lo que los obligaría a  estar juntos por siempre. El club de los enamorados quedo disuelto ya que dos de los miembros habían conseguido lo que querían, dos nuevas parejas se habían formado para iniciar una nueva relación muy diferente a la de ser solo amigos, lo que era de agradecer en ese universo tan peligroso e incierto como lo era el mundo de los ninjas.

 

Fin.

 

Notas finales:

¿Que tal les parecio el fic? ¿Demasiado caliente, quizas? Otra cosa, ustedes se preguntaran que pinta Sasuke en todo esto, pues veran, le gusta pasearse por mis historias cuando no tienen nada que ver con él, le encanta el protagonismo, dado que no le doy mucha importancia en sí... en fin. No me hagan mucho caso, creo que le estoy dando al loco... tal vez.

Nos veremos pronto, besossss para todos y chaito.

                                                                            Nessa Yaoi.


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