-América, América, América, América, América, América- la voz sollozante de Inglaterra repetía una y otra vez el nombre de su amado, haciendo que un profundo eco sonara por toda la casa que estaba oscurecida por los rotos focos que ya no funcionaban, la única luz que era visible era aquella de las desgarradas cortinas de las ventanas.
Y quien había hecho esto, Inglaterra, temblaba en una esquina de su cuarto abrazando sus piernas tímidamente en shock.
No importaba cuanto gritara y suplicara el nombre de su amado, su voz nunca seria escuchada…nunca.
Inglaterra lloraba impactado, triste, sollozando, no podía soportar que su adorado América, Alfred, se hubiera independizado de él.
-¿Porque? ¿Porque algo haci?- se preguntaba entre gritos.
Su mente frágil no duraría mucho en empezar a mostrarle imágenes del pasado y obligarlo a llorar y gritar con aun mas fuerza.
-¿¡Inglaterra!?- De repente Arthur escucho su nombre, alguien, una suave voz que lo llamaba lentamente.
Arthur se arropo con una cobija que se encontraba cercana intentando ocultar su rostro rojo y sus ojos que ya se encontraban rojos y secos de tanto llorar. Pues no deseaba que alguien lo fuera a ver a él, a el el gran Imperio Británico, en tal estado tan patético y débil por una simple independencia perdida.
Arthur escucho los suaves pasos apenas audibles que señalaban que aquella persona no se encontraba cercano a él.
-¡Arthur! ¡Oye! ¿Estas aquí?- la voz volvió a llamar a Arthur, quien seguía llorando con su voz seca que ya no provocaba ruido sin poder detenerse y sin responder temeroso a que aquella persona lo viera en tal estado.
Los pasos se hicieron mas pesados y sonoros, aquella persona sin que Arthur se diera cuenta ya estaba muy cercana, prácticamente a dos puertas, y pronto habría de entrar y verlo de esa manera tan patética que solo le había mostrado a una persona en todo el mundo, a su adorado Alfred.
La perilla se empezó a mover lentamente, abriendo la puerta dejando a Arthur ver a aquella persona que había irrumpido en su casa y haciendo tanto alboroto.
Era Francis, quien al ver a Arthur en tal estado no pudo evitar abrir los ojos en desmesura y quedarse paralizado sin saber que hacer.
-¿A-Arthur?- pregunto tontamente Francia temeroso y aun inmóvil.
-Vete de aquí- dijo Arthur sin más con su rostro tapado con la cobija y sus pequeñas manos que tallaban lentamente sus ojos.
-¿Estas bien?- pregunto Francis desconcertado sin ninguna intención de irse.
Arthur no dijo palabra alguna, haciendo que en la habitación reinara un silencio infernal.
Francia, llamándose tonto a si mismo en su cabeza por haber preguntado algo tan tonto (y obvio), empezó a caminar hacia Arthur rápidamente, casi corriendo la poca distancia que los separaba, arrodillándose frente a él quedando a su misma altura, y sin darle oportunidad a Arthur de gritarle u oponerse lo abrazo fuertemente mientras empezaba a llorar junto con el.
Francia sabia a la perfección el porqué del estado de Arthur, sabia a la perfección que esto era provocado por la reciente independencia de Alfred.
-¡Perdón! ¡Perdón! lo siento tanto- exclamo Francia sollozando al par con Arthur, recordando que el mismo le había dado la idea a Alfred de independizarse y también había ayudado en gran parte a ello, pero lo único que él quería era alejar a Alfred un poco de Arthur, sin darse cuenta le había provocado un gran dolor a Arthur.
Arthur se quedo sorprendido aun sin poder detener su propio llanto y apegándose fuertemente a Francis.
Inglaterra y Francia lloraron juntos, uno por perder a lo mas importante de su vida, y el otro por haberlo ayudado a extraviarse.
Francia continúo abrazando a Arthur firmemente.
-¡Alfred! ¡Alfred!- grito Arthur, quien sin darse cuenta estaba ya recordando nuevamente lo sucedido en la independencia de su amado -no me dejes- murmuro Arthur tiernamente al esconderse en el pecho de Francis, ahogándose en el fuerte olor del perfume que llevaba puesto Francis, mientras se iba quedando dormido lentamente junto a el sollozando y llorando hasta profundizar sus respiraciones y quedarse dormido aun un poco alterado.
-Lo siento, Arthur- dijo Francia al notar al ya dormido y pacifico Inglaterra y posicionarlo delicadamente sobres su cama.
Francia beso dulcemente la frente de Arthur y al acobijarlo con las finas cobijas volvió a murmurar lentamente
-Lo siento-.