Y de nuevo, se volvían a encontrar en la misma repetitiva situación que los envolvía todas las noches. Todos los días de sus vidas eran iguales desde hacía un par de años, y ambos lo sabían mejor que nadie. Pero tanto Alex, como Kyle, amaban sus monótonos días, pero más amaban las noches en las que todo se volvia repetitivo, monótono, igual. Siempre se volvía lo mismo.
Siempre era la misma habitación la que Alex visitaba en medio de la noche con la excusa de que su habitación era fría y no lograba conciliar el sueño allí.
Siempre era la misma cama, donde Kyle acostado y mirando el alto techo, esperaba con impaciencia y deseo, la llegada de su mejor amigo.
Siempre era la misma sensación de calidez cada vez que Alex se sumergía entre las mantas de la cama de su amigo y se acurrucaba contra este.
Siempre eran los mismos brazos que lo abrazaban posesivamente, solamente por la noche, y a los que se aferraba mientras comenzaba a sentir cariñosas caricias por su espalda.
Siempre eran los mismos besos dulces en su pecho cada vez que él lo acariciaba, dando por iniciada así la noche.
Siempre los mismos roces, caricias, besos, lamidas, suspiros, jadeos y gemidos que ambos se proporcionaban mientras la luna era la única confidente de sus actos.
Siempre los mismos gemidos incontrolables que se producían cada vez que dejaban volar sus mentes y se convertían en una sola persona, llenos de pasión y cariño hacia el otro, mal disimulados.
Siempre la misma sensación de estar haciendo algo malo cuando los labios de Kyle lo besaban para que olvidara que en cuanto el sol saliera, ambos harían como si su cama no hubiese presenciado el más puro acto de amor entre los dos.
Siempre el mismo sentimiento de amor cuando Alex gemía su nombre cuando ambos llegaban al clímax abrazados.
Y por desgracia, siempre era el mismo sentimiento de culpabilidad que los embargaba cuando, mirando al techo todavía abrazados, se preguntaban innumerable número de veces cuando fue que habían dejado de verse como algo más que amigos y se habían vuelto tan egoístas como para desear que el tiempo se detuviera.
Y siempre, el mismo sentimiento de amistad que fingían tener a la mañana siguiente mientras reían e intentaban no pensar en lo mucho que se amaban.
Siempre era lo mismo entre ellos dos y ambos lo sabían y asumían, pero por mucho que desearan que las cosas cambiaran, ninguno de los dos se arriesgaría a pronunciar las tan deseadas palabras que podían unirlos, o por lo contrario, separarlos para siempre.
Porque sabían que si lo hacían, nada volvería a ser lo mismo, ya fuera para bien o para mal. Por eso preferían que las cosas siguieran siendo las mismas, porque por lo menos, Kyle sabía que Alex era suyo y Alex sabia que también Kyle era de él.
Y aunque ambos deseaban que las cosas cambiaran, ambos amaban que las cosas fueran siempre las mismas.