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Penumbras por J_Wings

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Notas del capitulo:

Hola~

Aquí les traigo otra de mis historias sin sentido.

Está dedicadísimo a mi querida SweetMoon, espero que disfrutes tu regalo un tanto atrasado ¡Te amodoro, bicha amorfa! <333

Y un agradecimiento especial a Génova, gracias por betear mis locuras nenaa~ *3*

Ahora sí...

Cuídense y hasta la próxima ;DD

    Suspiro sintiendo las heladas caricias del viento sobre mi piel desnuda y el cuerpo caliente de otro chico dispuesto a revolcarse en mi cama, a saciar mis fantasías sin conocerlas realmente.

    Me levanto de la mullida cama sin que me importen las protestas que dejo a mis espaldas y abro más las ventanas para mirar la ciudad apenas iluminada por farolas viejas y defectuosas.

    Las prostitutas ya han salido y la magia se halla en su máximo esplendor, la música resuena en suaves murmullos, tan efímeros y melancólicos como  el frío aire de las calles.

   Besos suaves son depositados en mi cuello y me estremezco al sentir ligeras cosquillas pero no me volteo, interpretando mi silencio como una invitación recorriste mi pecho con tus helados dedos y fuiste bajando poco a poco, deslizando tu mano por mi vientre, erizando mi piel, y más abajo, mucho más, pero tomo tu muñeca antes de que llegues a tu objetivo.

    Sonrío seductoramente y te envuelvo en palabras bonitas llenas de promesas vanas, de viajes a lugares exóticos y encuentros ardientes. Y en medio de tanta palabrería te pido que te marches, y te vas, claro está,  con la ilusión de un nuevo encuentro que no se dará. Qué ingenuo eres.

    Miro mi habitación vacía con papeles desperdigados sin cuidado por el suelo, la guitarra a un lado y unas pocas mudas en el closet y me siento asfixiado. Las paredes comienzan a cerrarse y una garra oprime mi garganta; necesito aire.

    Me pongo lo primero que encuentro y prácticamente huyo de la casa. No paro hasta cruzar la esquina y perder de vista mi calle, escapando de su abrumadora presencia.

    Camino sin rumbo entre las calles sucias y desoladas, sin rastro de lujos; después de todo jamás fui amante de lo ostentoso y llamativo, lo mío era lo discreto y mundano.

    Seguí caminando sin importarme que fuese más de la media noche y que se me hayan insinuado tres prostitutas, porque el sofoco se había ido.

    Suspiro profundamente, notando la ruidosa música que sale de un antro y sonrío al reconocer la voz entre los estridentes rasgares de la guitarra y el rítmico golpeteo de la batería. Los chicos de ahora no tienen tan mal gusto después de todo.

    Una farola comienza a titilar en la esquina y un vagabundo se echa a dormir en el suelo, feliz, hoy por fin consiguió una botella de Whisky.

    Necesito un cigarro.

    Miro a mi alrededor, el vagabundo ya no está y apenas hay luz en la calle. Todos se han marchado.

    Suspiro frustrado y reviso mis bolsillos con la esperanza de encontrar alguno hasta que lo encuentro.

    ¿Y el mechero? En casa probablemente, debajo de la cama y cubierto por una gruesa capa de polvo, ¿Qué hace allí? No lo sé, y no me importa demasiado.

    Camino un poco más hasta vislumbrar en una esquina a un reducido grupo de prostitutos.

    Y las luces las hacen brillar, sus rostros ya no se ven cansados y llenos de sudor, ahora resplandecen con el deseo. Su aroma me atrae, tan dulce y fresco, y la llama se enciende pero la ignoro. Estoy cansado, no de ellos ni del sexo, sólo cansado. De todo, de nada tal vez.

   Enciendo el cigarrillo con uno de los mecheros que me ofrecen y me voy, no sin antes darle una ojeada al chico nuevo. Es hermoso, y brilla aun más con la luz de la juventud aún latente en su carita aniñada y llena de una inocencia demasiado pura para su propio bien. Hoy es su noche, se deja abrigar por la lujuria de sus amantes pero hay uno que es especial, y se consume al sentir un fuego distinto, más cálido, más acogedor. ¿Qué crees que haces? El amor está prohibido nene, es mejor que lo olvides y te marches, no, no le digas que sí, sabes que no tienen futuro.

    Y sonrío ante la historia que creé en mi mente, un posible futuro, una ilusión. Qué bonita puede llegar a ser la imaginación.

    Las calles me resultan conocidas y sigo caminando entre la bruma y el murmullo del viento, pero hoy es diferente, hoy tengo un objetivo.

    Puedo escuchar la voz de Ryan, está enojado, no he contestado sus mensajes y se preocupa, no quiere que salga más por las noches.

    Mi celular vibra en algún lugar de mi bolsillo pero nuevamente lo ignoro. ¿A dónde vas, Jay? ¿Qué tanto haces allá?

    No lo sé. Soy un vagabundo más en esta tierra, sin un lugar al cual regresar, porque me aburro de todo con facilidad.

    Entonces, ¿Por qué esta vez es diferente? ¿Por qué voy allí? Noche tras noche, sin falta, a la misma hora.

    Y me frustro.

    Intento dar marcha atrás pero mis piernas no responden, siguen por sí solas. Y mi mente grita pero mi cuerpo se revela, no quiero…

    Pero se ha acabado el tiempo, ya he llegado.

    Las dudas desaparecen y algo burbujea en mí, desplazándose por mi cuerpo en un cálido exhalar.

    El parque está desolado. Los columpios se mecen con el helado viento y un oso de peluche observa las estrellas, su dueño lo ha olvidado, ya no quiere jugar.

    Y me preocupo porque hoy no has venido, te extraño y eso me enfurece ¿Desde cuándo eres importante?

    Pero ahí estás y sonrío al verte dormido bajo ese árbol, tan despreocupado e ignorante de todo que dan ganas de golpearte.

    Qué imbécil eres, siempre tan calmado con esa sonrisa cansina, como si nada pudiese tocarte, como si nada te importara.

     Creo hacer ruido porque te despiertas, tus ojos se pierden en la noche antes de reparar en mi presencia.

    Y sonríes, tan dulce y expectante que me haces sentir una mierda, porque el olor de ese chico aún permanece en mi piel y sé que puedes sentirlo pero no dices nada, nunca lo haces.

    Y no lo entiendo.

    Porque tú y yo no somos nada, sólo somos dos solitarios llenos de sueños inconclusos y metas borrosas. Tú te ocultas en la fantasía de tus libros, con dragones y magia, y yo en mis letras llenas de enojo. Dos artistas sin futuro en este mar de inconstancia.

    Somos patéticos.

    Me siento a tu lado y el ahogo desaparece, ya no existe nada más y eso me gusta.

    El enojo se va y las letras en mi cabeza van cambiando, tienen más sentido, pero hoy destilan algo más… Frustración, miedo, incertidumbre; porque esto no tiene sentido.

    Y lo incierto me asusta, ¿lo sabías?

    Por supuesto que no, tú no eres de muchas palabras y a mí me gusta perderme en las estrellas que no puedo vislumbrar en un cielo viciado. Nunca hubo muchas palabras entre nosotros, sólo sé tu nombre y nada más.

    Tus dedos rozan superficialmente mi brazo y una corriente lo recorre, y comienzo a marearme, los pensamientos se vuelven difusos y… necesito otro cigarro.

    Tus ojos color miel se posan en un punto indefinido del cielo antes de posarse en mí y tus labios se entreabren. Y luego no sé quién soy.

      — Jay…- No terminas la oración porque mi boca invade la tuya en un demandante y demoledor beso.

    Es demasiado. Todo es demasiado. Las miradas, los roces, las palabras no dichas ¡Basta! Quiero que acabe, pero abres tu boca y me pierdo junto a ti en la corriente de emociones.

    Y mi pecho arde, no, está quemándome. El fuego consume mi alma y las cenizas se dispersan con tu respiración, desapareciendo entre las calles sucias y llenas de sueños frustrados en esta pequeña ciudad perdida en el tiempo.

     Y la poca cordura que nos queda se esfuma, perdiéndose, al igual que nuestras ropas, en algún punto entre los besos y las caricias.

    Gimes ruidosamente cuando mi mano se desliza por tu entrepierna, llevándote hasta el mismísimo cielo y más allá.

    Y perdido en el placer me adentro en tu cuerpo, disfrutando de ese calor que me aprisiona de forma tan exquisita. Ya no hay frío, ni miedo, no hay más que nuestros cuerpos fundiéndose en la oscuridad de la noche.

    Beso tus labios, esos de los cuales me he vuelto un adicto y embisto tu cuerpo con fuerza, tocando ese punto en ti que te hace gritar incoherencias.

    Y vaya que gritas al sentirte llegar, asustando a nuestro pequeño espectador. Pero eso está bien, el peluche ha encontrado de qué hablar con la luna.

    El suelo tiembla cuando me vengo en tu cuerpo y las estrellas se ven más cercanas, casi tangibles.

    Suspiras al sentirme salir de tu cuerpo, tan somnoliento e incómodo, una piedra se ha clavado en tu espalda y el vagabundo ha aparecido de nuevo.

    Sonrío como hace mucho no lo hacía, porque por fin le he encontrado un sentido a esta sombra. Mañana enfrentaré los gritos de Ryan y el hecho de que inicie la gira.

    Pero nada de eso importa ahora, no en este momento.

        Porque, aunque me fuese por mil años, al regresar, te encontraría en el mismo lugar, dormido bajo ese árbol, disfrutando de sus noches de fantasía. Y al despertar volverás a sonreír…

    Y todo tendrá sentido de nuevo.

  


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