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Aquella estrella. por Cerezza

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Y había veces que Park YooChun le cantaba a las estrellas.

Era en aquellos momentos en que estaba solo, o el resto de sus compañeros realizaban algo en la sala de estar. Todos lejanos a su egoísta soledad, y por sobre todo, donde el bullicio ajeno cubriera sus finos y determinados cantos de ángel corrupto por la familia y la sociedad.

Algunas de sus ovaciones se veían interrumpidas por algún grito/risas de sus amigos ó por los pasos apresurados por el corredor, de alguien dirigiéndose al baño ó hacia la habitación compartida. Otras, se verían cortadas paulatinamente cuando el cansancio hiciera posesión sin tregua de su cuerpo adolorido y magullado.

Para Park, más que luces intergalácticas corroborantes de miles de galaxias existentes, las estrellas, eran promesas ideales guardadas infinitamente por aquella inmensa bóveda negra. Promesas que no podían manifestarse físicamente entre las personas, pero que las luces comprobaban el juramento noche a noche sin olvido. Por esto, contrario a la mayoría de la gente, cuando veía una estrella fugaz, YooChun no corría a pedir deseos, pues una promesa había sido rota. En su lugar, cantaba suavemente sin voz para que esa perdida, fuera reemplazada por cien nuevas más. Más destellantes aún.

YooChun tenía cinco estrellas para él, las cuales miraba cada noche antes de ir arrastrando los pies hasta su helada cama, donde se permitía llorar como cuando tenía cinco años y no entendía porque había tantos gritos destruyendo su hogar. 

Una de sus estrellas, era el amor a sus padres, que aunque ya no estuvieran juntos, sabía que en algún momento de su vida se habían amado tanto como para traerlo al mundo y vivir una corta infancia feliz. 

Una segunda, guardada celosamente para su pequeño hermano YooHwan al cual extrañaba demasiado y lamentaba haber perdido contacto con él, cuando enojado termino cansándose de sus ataques típicos de la adolescencia. Recordaba aún esa batalla donde le colgó la comunicación y desde entonces, aquel orgulloso koreano residente en Estados Unidos no le dirigía la palabra.

Otra para DBSK y el mundo mágico que el grupo creaba a su alrededor con cada risa, lágrima, conversación, gritos, golpes y abrazos de aliento que se daban entre ellos. Su verdadera familia

La siguiente para su amor, la persona que le gustaba lo suficiente para pasar el resto de sus días a su lado, aunque dudaba demasiado y apostaba que nunca se lo diría, aún fuera amenazado a muerte y todo quedara en sus manos al decir un simple Te amo tanto que duele.

La última estrella/promesa era sobre sí mismo, porque Park YooChun necesitaba algo que lo mantuviera vivo, que no le permitiera dejarse vencer o desvanecer. Aún así, a menudo se sentía marchitar, no en un tiempo determinado, pero podía despertar un día cualquiera, mirarse al espejo y notar peor física y psicológicamente, pues sus ojos mostraban un vacío que era casi imposible de llenar.

Nada ni nadie parecía retrasar el culminante momento, pues pronto ni sus cantos a medianoche le alegraban el corazón como las primeras veces en que los realizó. Comenzó a desesperarse, pues si nada lo ataba al mundo... ¿Por qué seguir viviendo? ¿Para qué hacerse más daño? ¿Qué lo motivaba a seguir una y otra vez lo mismo cuando ya sabía los resultados, incluso antes de comenzar la travesíadesconocida?

Un golpecito juguetón siempre saca al barítono de sus pensamientos lúgubres y potencialmente suicidas, como si fuera una pequeña luz entre todo ese caos de sensaciones. Reacciona lento y vuelve ver a todo lo que tenía en mente como si se tratara de una triste película sin chiste, agregadas, claro está, sus finas promesas que como hombre hecho y derecho debía cumplir.

Y eso, de alguna manera, lo hace sonreír.


“¿En qué tanto piensas, Chunnie?” 


Su voz siempre parecía el más dulce de los caramelos. Lentamente deshaciéndose mientras pasaba por el aire llegando a sus oídos como tibias gotas pegajosas y relajantes que podían hacerlo cambiar de parecer en un dos por tres.


“En las estrellas”


Su respuesta es corta, pero coherente. Lógica. Incluso, algo mecánica. 

Y de cierto modo, consabida.


“¿Y por qué?”

“Porque son preciosas” Hace una pausa, carraspeando de fondo como si le doliera hablar de una y cada una de ellas. ”¿No lo crees, Susu-ah?”

“Así es Chunnie” Él sonríe con sinceridad y una calidez como un suspiro que envuelve al barítono de pies a cabeza, pero así tan rápido llega, de la misma forma se va... 


Un poco más marchito lo está dejando.


“¡NO! ¿Por qué te has puesto triste?” parece alarmado y da unos saltitos frenéticos al flexionar sus rodillas y volver a extenderlas sólo milímetros “¿Extrañas a tu familia? ¿A tu hermano? Podemos llamarlos...” Ya está marcando los números en su celular, luciendo nervioso y ansioso a la vez al no saber como animar a su compañero.

“No es necesario” lo toma de la mano para detener sus acciones y al mismo tiempo sentir, como un egoísta, la vida y frescura que estallaban por cada poro de su piel “Todo lo que necesito está justamente aquí”


Como un cobarde revela parte de sus sentimientos entre metáforas inconclusas y mal logradas. Deja ir a su rubio compañero cuando siente los ojos aguados y fija la vista en la ventana dirigida hacia el negro cielo, donde veía claramente cómo la estrella de su amante brillaba con intensidad, recordándole de una forma casi grotesca, a su parecer, la promesa que mantenía.



♥ ♥ ♥ ♥ ♥



A la cuenta, Park YooChun llevaba cinco intentos de suicidio. 

Todos eran cubiertos por la cadena de entretenimiento SM, extorsionando al hospital y médicos que trataban ahí al joven compositor cada vez que caía en alguna de sus camillas con peligros de morir demasiado elevados.

El último había sido dos horas después de su conversación con el tierno JunSu, cuando aquel niño había corrido muy contento a atender una llamada de su mejor amigo Lee HyukJae. La sangre en Park hirvió como si hubiese sido puesto bajo un sol abrasador, o en su defecto, cerca de una llamarada inmensa que comiera su piel y entrañas, dejando nada más que cenizas en donde antes había vida.

Vio con ojos heridos como la estrella que resguardaba a su amor, de un segundo a otro, se apagó. Así sin más, ninguna razón consciente en él de hacerla morir. Cerró los ojos, las pestañas mojadas empapando sus rojas mejillas y casi sin pensar se metió al baño azotando las puertas y objetos en su camino.

Tomó la afeitadora común de YunHo y mirándola con curiosidad pasó el índice sobre la navaja y espero que la tentadora sangre escurriera de su dedo, ya entumido. Comprobando su utilidad, se quitó el sweater café que llevaba puesto y se pasó la hoja afilada por la muñeca creando un sendero nuevo en tan pálida piel que se fue tiñendo horriblemente de un carmín venenoso y sucio.

Le bastó con ver un poco de aquel río para caer desmayado sobre las frías baldosas y esperar... que su cuerpo descansara en paz.

De ahí no recordaba más hasta abrir los ojos y que una blancura extrema lo tragara vertiginosamente, mientras las fosas nasales aspiraron dolorosamente el olor de la esterilización que le revolvió el vacío estómago.

JaeJoong lo abofeteó una, dos, cinco veces. Diez quizás.

El líder tuvo que tomarlo de la cintura, apresando los delgados brazos en el proceso y alzándolo lo sacó del cuarto, para callar los horribles reproches que salían de su garganta herida. Aún así, sus gritos histéricos se oían tan nítidos, casi como si estuviese allí, susurrándole al oído con malicia lo estúpido que era.

Recordándole el por qué de sus reiterados intentos de escapar de todo.


“¡Casi se mató!”

“¿Debo felicitarlo por cortarse las venas?”

“No es la primera vez”

“¿Acaso no madura?”

“¿Ya ahora es culpa mía tener un suicida en casa?”



Y entre cada una de sus duras oraciones y acusaciones, un murmullo conciliador y profundo que pertenecía al líder del grupo. Park sintió un pitido horrible que entrecortaba los chillidos de su compañero mayor, al igual como sentía una fuerza invisible presionando su pecho y corazón haciéndolo desesperar.

La respiración acelerada y trabajosa ocultaron todo, menos el sonido de las lágrimas escapando de inocentes ojos. Todo... menos eso.


“BASTA” su alarido destrozando conversaciones entre pasillos y cortando pensamientos sin razones de cualquiera que estuviera cercano a su habitación privada en aquella clínica. “¡Sólo cállenlo!”


Y no dolía la mejilla magullada gracias a las cachetadas de Kim JaeJoong, ese tan comentado mejor amigo. 
Tampoco dolía tragar la sangre que emanaba de su herida. 
Menos el dolor de su muñeca vendada y asegurada a un costado de su cama con alambres y hebras de elástico.

Pero si alguien le preguntaba, si había algo que dañaba. Y eso era el llanto descontrolado de Kim JunSu y las lágrimas tímidas del menor del grupo.


“Lo siento...” articuló con dificultad al haberse herido la garganta al gritar. Les sonrió mirándolos con la vergüenza teñida en la cara y la súplica en sus ojos “De verdad lo siento mucho... Lo siento, lo siento...” y se mantuvo repitiendo hasta que la voz se le puso ronca y la boca se le secó.


El mayor se acercó a la cama, ya sin el fuerte agarre de un anonadado YunHo, con la pasividad digna de una serpiente y se paró frente a YooChun esperando el momento indicado para atacar. Debía ser justo y preciso. Ahí.


“¿Y qué sientes YooChun-ah?” ladeó la boca hacia un costado, sus manos apretando las mantas de la cama con tanta fuerza que algunos juraron, la había roto “¿El no haber muerto con éxito? ¿El no haber podido huir?” 


Y sus palabras ante los oídos del enfermo son el más puro y letales de los venenos. 
Pero en el fondo de su corazón, sabe que tiene toda la razón.

Lamenta no haber muerto en ese momento ó en alguno de los anteriores, pues ahora se siente incluso, si se puede, más destrozado.


“¡JaeJoong!” el líder pone en sobre alerta al otro, pero no da marcha atrás y continua su frío escrutinio.

“¿Te has cortado la lengua también?” es cínico al hablar, al mirar y al gesticular “¿Por qué ese afán de morir, eh?” muerde sus labios y retrocede, dándole a YooChun la impresión que ha desistido, pero sólo retoma más fuerza, como aquel que baja la velocidad de su carrera para luego acelerar y terminar ganándola. “¿Por qué eres tan malagradecido?


Sus palabras rompen algo en YooChun y son más poderosas que el puñetazo más horrible que en su vida haya recibido. Sus ataques son invisibles no permitiéndole defenderse en cuanto vienen, menos resguardar lo poco y nada que queda de vivo en él.


Está marchito.


Al no obtener la atención necesaria, el mayor se habría ido nuevamente a los golpes de no ser por el firme agarre del líder en él, impidiéndole moverse libremente y darle al barítono un poco de lo que merecía.


Tú no sabes” susurra el pelinegro deteniéndose cuando JunSu deja salir un quejido agudo y sorprendido “No sabes JaeJoong-hyung y nunca, nunca lo sabrás” cubriéndose con las sábanas hasta la cabeza da por terminada la conversación.


Uno a uno los miembros comienzan a salir para darle un poco del descanso que merece luego de vivir tan dramática situación. 


“Me gustaría saber” la voz quebrada del cantante guía resuena por las cuatro paredes de la habitación y ya no queda nada de aquel chico fuerte que quiso golpearlo para hacerlo entrar en razón, sólo un simple jovencito que llorando se siente el más inútil al no poder ni siquiera prestar un firme hombro a su mejor amigo “No sabes cuanto me gustaría saber” entre sus sollozos, YunHo lo cuida y se lo lleva medio en brazos a, donde YooChun supone, será el automóvil para luego meterse ambos en la cama y sanar con besos su dolor.

“¡Haré tu pastel favorito Chunnie!” y sólo su voz quebrada es suficiente para querer matarse nuevamente.


Porque dolía tanto.
JunSu, duele tanto
Pero tu estrella sigue ahí, sonrió entre gotas de agua al mirar por las rendijas de la cortina y notar con sumisa alegría que no podría irse... no, hasta cumplir aquella promesa. 


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