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EL VIOLÍN DEL DIABLO por Midoriko Sama

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Notas del fanfic:

Bueno, la canción homónima de Mägo de Oz no es tan buena que digamos, pero la letra me inspiró en hacer esta belleza. Espero que les guste.


La canción y el fragmento pertenecen al libro disco de Gaia, Gaia III: Atlantia de Mägo de Oz. Si tienen oportunidad de escuchar la sonata en Sol menor Opus 1 #4 “Il Trino del Diabolo”, háganlo… ¡Es estupenda! A lo largo de la obra (fan fict), hay otras composiciones, si quieren escucharlas, si los recomiendo.

Notas del capitulo:

Bueno, aquí está el capi. Disfrútenlo en compañia de la oscuridad...

EL VIOLÍN DEL DIABLO.

INTRODUCCIÓN:

“… Cuenta así la leyenda que, en una noche de 1713 un profesional del violín, Giuseppe Tartini, obsesionado con la composición perfecta, tuvo un sueño con el Diablo. En él, el diablo se le aparecía con un atuendo hermoso y perfecto, proponiéndole un pacto. Le otorgaría un violín con el cual tocaría la melodía perfecta, pero a cambio, Giuseppe le ofrecería su alma. Giuseppe, ansioso y cegado por su ambición aceptó el pacto sin pensárselo dos veces. Entonces el diablo empezó a tocar una melodía fascinante. ¡Gloriosa! Con tal destreza y facilidad, que dejó al músico impresionado al oír una composición tan perfecta y hermosa de tal ser tan horrendo y malicioso según decían, porque él, lo que veía, era un hombre de una belleza deslumbrante que disfrutaba tocando el violín, del cual salía una melodía plácida y pacífica. Si así era el demonio, ¿Cómo serían los ángeles? Parecía más bien un ángel…

 

Al día siguiente, al despertar, recordó perfectamente tal melodía y empezó a escribirla con tal habilidad que no daba crédito a lo que experimentaba. Cuando terminó de completar la sonata, se dio cuenta de que había un nuevo objeto en su habitación. Se trataba de un violín precioso, violín color caoba que destellaba. Era como si el violín le hipnotizara, tenía algo que le hechizaba, algo mágico. Entonces cogió el violín y se dispuso a tocar, y tocó una y otra vez la sonata hasta que llegó la noche. Pero algo pasaba, no salía como él deseaba, como la había oído tocar. No paró de tocar en todo el día, olvidándose así de sus obligaciones. Pero no era igual, no transmitía la belleza y bondad que transmitió el Diablo tocándola. Al final Giuseppe enloqueció y se suicidó al verse imposibilitado de repetir la sonata…

 

El violín que le dio el Diablo fue heredado por los familiares de Giuseppe, y pasó de mano en mano. Aún sigue existiendo y circulando por algún lugar de este mundo. Incluso hay quien dice que si el violín cae en manos de un joven músico, el Diablo se presentará ante él para ofrecerle el mismo pacto que a Tartini. Giuseppe tituló esta sonata –El Trino del Diablo-y hoy en día somos muy pocos los músicos que nos atrevemos a tocarla…”

El Violín del Diablo, capítulo VIII, Mägo de Oz.

La historia que a continuación se presenta no es la clásica temática de un mundo rosa. No. Así como el ser humano, una historia tiene matices interminables que nunca alcanzaremos a comprender: amor, odio, tristeza, felicidad… y en cada uno de ellos hay pasión. La pasión mueve al mundo y no puede haber un solo ser humano que no lo haya inspirado para crear algo… En esta ocasión, permítanme, lectores, introducirlos en el amplio arte de la música; esa misma que incitar al ser a soñar con un mundo fuera de sus posibilidades, incluso más oscuro del esperado por la mente…

 

Angello Andreotti, a sus 20 años, era uno de los músicos más destacados dentro del Conservatorio de Sicilia en Italia. Siempre tocaba en clases magistrales para sus alumnos que apenas lograban entender la pasión desbordante hacia la música. Sus colegas maestros opinaban que sería capaz de dar un concierto en el mismo Teatro Di La Scala Di Milano, pero él estaba convencido que eso era sólo un escalón que debía subir para reconocerse como uno de los músicos más famosos del mundo…

 

En cuanto a su carácter, diría que tenía un gran carisma para enseñar, tanto que sus clases duraban más del tiempo disponible. Sus grandes ojos azules se fijaban en los de los demás al hablar y reflejan tranquilidad. Muchos decían que era casi anormal su comportamiento, pero no lo sabían con certeza. El trato con sus colegas no era muy diferente, a pesar que su discreción era envidiable. Trataba de manejar con destreza su personalidad alegre y amable, pues la conocía bien…

 

Una tarde, volviendo del Conservatorio y en una de esas tardes calurosas, donde lo más que se desea es estar bajo  la sombra de un árbol, decidió comprar cuerdas para el mejor amigo que lo acompañaba en sus éxitos y fracasos, su violín. Había escogido el color negro cuando fue diseñado y construido especialmente para él por un laudero. Al entrar a la tienda de instrumentos musicales –frecuentada desde los tiempos de sus estudios –,  pidió sus cuerdas al conocido encargado de tantos años.

--Necesito un par de cuerdas para mi violín, por favor, Giaccomo…

--¡Por supuesto, Signore Angello! –respondió Giaccomo, hombre regordete y simpático, que se dirigió a la bodega para conseguir lo que había solicitado, sin dejar de sonreír. La visita del joven músico le alegraba la tarde, ya que aprendía más de sus instrumentos y la música para recomendar a los principiantes.

 

Al fijar la vista en el mostrador, pudo notar que en el fondo se encontraban diversas partituras antiguas. “Seguramente, sacó su colección de obras maestras”. Pensaba en silencio al leer los títulos de las piezas y sus compositores hasta que una de ellas llamó poderosamente su atención. No le podía quitar la vista de encima. Algo que, seguramente, no era de este mundo… Como un sueño del que parecía no despertar… Algo que me llamaba de lejos y no sabía qué hacer…

 

--¿Podría verla? –preguntó a Giaccomo, quien regresaba de la bodega con las cuerdas requeridas. Éste asintió gustoso y abrió el compartimento para entregarle con cuidado la partitura.

--¿Es para otro de sus conciertos, Signore? –quiso saber el encargado. Pero Angello negó con la cabeza observando cada nota de la obra. Sus páginas amarillentas dejaban ver que había sido escrita con tinta antigua y que apenas si se lograban distinguir. Lo miraba como si descubriera algo importante. – ¿Signore? –insistió el hombre. Observaba su rostro de fascinación y cuando le pasó la mano por los ojos, haciéndolo reaccionar, Angello despertó del sueño en el que se hallaba por unos segundos. Atónito. Sólo le restaba hacer algo:

--Eh, sí, estoy bien… ¿Cuánto cuesta? –preguntó todavía sosteniendo el folleto. Giaccomo se llevó una mano a la nuca y sonrió nervioso. “Mala señal”. Pensaba el italiano. Conocía a la perfección todas las reacciones del vendedor. Estaba apenado. No, era algo más, pero no lograba distinguirlo con claridad…

--¿En serio quiere llevárselo, Signore?

--Por supuesto, Giaccomo. De no ser ese caso, no te habría preguntado el precio. –dudaba mucho. Giaccomo no quería deshacerse de esa obra. Tragó saliva antes de explicar:

--Pues verá… esta partitura es genuina. Pertenece a la maldición de Tartini que…

--… le intercambió el Diablo por su alma, lo sé. –completó aburrido. Su colega se lo contaba casi a diario y ya se estaba hartando de esa situación. Comenzaba a acabársele la paciencia. –Soy maestro del Conservatorio, por eso lo sé, pero sospecho que no quieres vendérmela… -por primera vez en su vida, la mirada se tornó salvaje por tratar de despojarle de su capricho. Pero no quería comportarse como un niño de siete años, así que  lo desapareció al sonreírle a Giaccomo. El regordete vendedor enrojeció y desvió la mirada convenciéndole de lo contrario:

--¡Claro que sí, Signore! ¡Quiero que sea uno de nuestros representantes de música a nivel mundial!

--Entonces, dime el precio. –insistió Angello. Con el rubor todavía en las mejillas, Giaccomo le susurró:

--Son 3000 Euros…

--Es muy poco por lo que vende. –sentenció y sacó del portafolios una chequera. La empezó a rellenar con su negra pluma fuente y dejó el cheque en el mostrador. –Te daré 10,000 por ella… no mal vendas tu colección, Giaccomo…

--No lo haré, Signore. –Angello guardó la partitura y avanzó hasta salir de la tienda. Caminó para dirigirse a casa y practicar con el violín la pieza tan controversial. Si estaba maldita, era casi obligatorio desafiar su naturaleza. Pensando en eso estaba, cuando oyó que alguien gritaba en la calle. Era Giaccomo alzando su mano para llamar la atención del concertista. No se acercó y de lejos, Angello hizo un ademán con la cabeza para escuchar lo que tenía que decir el regordete amigo:

--Signore, se le han olvidado sus cuerdas para su violín…

--No las quiero… más adelante las compraré… Grazie… -respondió alejándose más del local y olvidando por completo lo encargado.

 

Suena el son de una canción

Sueño sin temer

Algo nuevo alrededor me inunda en su placer, ¡Oh!

Y me rompe en dos…

 

Junto al  trípode y sosteniendo el violín con una mano, leía con detenimiento la partitura que había comprado anteriormente. La estudiaba e intentaba ejecutarla en su mente sin conseguir el resultado esperado. Analizaba la obra maravillándose cada vez más con ella. Acordes perfectos, armonía equilibrada, sonido barroco, ¿Era acaso que la leyenda era cierta? ¿La habría compuesto el Diablo a Tartini para entregarle su alma? Había tantas dudas que le desconcentraban y tenía que volver a empezar otra vez a hilvanar la melodía…

 

Al colocar el violín en mi hombro y deslizar suavemente el arco por las cuerdas, se produjo la primera nota. Sonaba limpia pero le faltaba algo.

 

--Seguramente es práctica. –se dijo. Sonrió. Siempre pasaba cuando se aprendía una nueva pieza. Los dedos se aligeraban conforme practicaba más y más hasta dominarla por completo. Era cuestión de disciplina. Nada más.

 

Volvió a tocar otra de las notas y antes de correr una vez más el arco, se oyó el timbre musical de la puerta. Depositó el violín en el escritorio y salió del estudio a abrir. ¿Quién podría ser aquél sujeto que había interrumpido sus prácticas? Toda duda se disipó al ver en el dintel a su colega especialista en guitarra flamenca con su inseparable instrumento en el hombro. Su cabello se aclaraba por los intensos rayos del Sol y sus ojos moros estaban cubiertos por las gafas oscuras que solía llevar siempre, a pesar de estar adentro.

 

--Hola, Angello. –saludó el intruso. Sonrió el italiano y lo invitó a pasar. Una vez que el guitarrista estuvo sentado en la sala con una taza de café enfrente, le informó con alegría desbordante, típica de él:

--Bueno, te he visitado para decirte que, en el nombre del Conservatorio de Sicilia, irás a dar un curso en Suiza.

--¿En serio? Pues, qué bueno, Shura. –el joven músico no estaba muy convencido. Más bien, distraído. Su sueño se hacía realidad y este viaje era un escalón más para alcanzarlo. Era como tocar a Dios. Eso lo tenía claro, pero no podía hacer nada para dejar de pensar en otras cosas. Shura se quedó mirándolo con extrañeza. Era para que Angello pareciera más contento, y entendía perfectamente su reacción.

 

--¿No querías eso? Siempre me dices que quieres ser reconocido dentro de la música de conservatorio, ¿O no? –el rostro de extrañeza se hizo cada vez mayor. Lo notó enseguida y Angello se justificó cruzando una pierna:

--Claro que lo quiero, Shura, es que… estaba pensando en otra cosa.

--¿Qué es lo que te hace ser tan distraído, Angello? –preguntó intrigado el español. Suspiró y el anfitrión lo condujo al estudio donde tenía el violín y la partitura en el atril. Al llegar a la habitación, le dio a Shura la partitura y éste la examinó con cuidado de no maltratarla. Al cerrar la partitura, descubrió el título y su compositor. Su rostro formaba esa sensación de curiosidad, por lo que Angello le informó aburridamente:

--Es la sonata en Sol menor, Opus 1, número 4: “Il Trino del Diabolo” de Giuseppe Tartini, como puedes ver...

--Pero, ¿Cómo has conseguido esto? Es… genuina… -pasaba sus ojos por las amarillentas páginas. Shura era de esos hombres que se dejaban llevar por las cuestiones sobrenaturales y, en especial, esta partitura se le hacía escalofriante. Llevaba una historia negra tras esas páginas. Angello sentía todo eso. Se conocían muy bien el uno al otro para no darse cuenta… Pero la emoción de sostenerla entre sus manos no era nada, a comparación del dueño, que se extasiaba con sólo verla. –Pero dicen que esta pieza es muy difícil de interpretar, ¿No lo crees  así, Angello?

--Sí. Voy a tomar este Opus como un reto. –finalizó tomando con delicadeza la obra y abrazándola con fuerza. –Significaría mucho para mi carrera… -dejó el libreto en el escritorio y le preguntó sonriendo. – ¿Y bien? ¿A qué parte de Suiza tengo que ir?

 

*+*Angello*+*

Me cuenta la historia del mundo y detrás

Me acuna en su lecho de espinas mortal

Cumple mis deseos y mi voluntad está a punto de arder…

 

La hermosa ciudad de Zurich es un paraíso. La arquitectura de ese lugar es como un sueño hecho realidad para mí. Sólo conozco de Italia la isla más grande: Sicilia, mi hogar. Camino por las calles envuelto en la caliente gabardina de fieltro. Shura se le había pasado por alto el no decirme del clima tan frío, a comparación de Italia. Cargando mi violín como portafolios en una mano y de la otra mi equipaje, llego finalmente al lugar citado y en el que daré clases por un año completo. “Muchos sonidos para ocultar su ocupación”, pienso al oír las diferentes voces de cantantes estudiantes.

 

Al observar la fachada, descubro que un grupo de estudiantes con un maestro, según mis suposiciones, se habían congregado en la explanada principal. Cuando se percatan que yo había llegado, se acercan a mí y el maestro me saluda extendiendo la mano sonriente:

--Me alegra que haya llegado a las instalaciones, profesor Andreotti. Soy el director del conservatorio de Zurich. –le correspondo al gesto inclinando la cabeza un poco. Después el director me abraza y me voltea al grupo de estudiantes. –Ellos son sus nuevos alumnos. Empezará a partir de mañana con sus clases…

--Quisiera recorrer las instalaciones ya que me quedaré un año aquí. –pido sereno. Tengo una reputación que mantener y sé que rumores sobre mi persona se esparcirán como un perfume. Dicho esto, el profesor da dos palmadas y sonriendo, llama a uno de los estudiantes:

--Aphrodite de Reynold, quiero que guíes al profesor por el conservatorio, por favor.

 

Un chico con una cabellera y ojos de cielo se acerca a nosotros y se inclina en señal de respeto. Su piel, pálida; su mirada, inocente; su sonrisa, traviesa. Con una belleza que tal vez no sea de este mundo…De uno más lejano que el Oriente y tan hermoso como una rosa… Me quedo pasmado al ver que el chico de, al parecer, mi edad me indica que entremos con la mano extendida. Los pies no me responden y mi corazón da un vuelco al sentir lo tersa que es su piel. Mi mente se queda en blanco. Estoy absorto mirándolo detenidamente… tanto que no puedo quitarle la vista de encima… creo que soy muy evidente…

 

--Profesor Andreotti, ¿Le sucede algo? –pregunta el llamado Aphrodite. Parece que su voz es la dueña de un ángel del paraíso. Sí, definitivamente me encuentro en el mismísimo Edén perdido. Hago un esfuerzo casi sobrehumano para contestar y seguirlo de cerca. No quiero perderme de esa bella aparición ahora… Casi irreal… si la pierdo por un segundo, voy a caer en el precipicio de la desesperación…

 

--No, no es nada. Empecemos. –finalizo mis pensamientos y tomo voluntad de mi mente para analizar y memorizar cada aula. Caminamos al patio principal y llegamos a una puerta de aula. Ahí, Aphrodite desliza su mano para abrirla e introducirse a ella, mientras me explica sonriente:

--Ésta es el aula donde lo veremos impartir clases. Espero que nos deleite con su hermosa música de violín…

--¿Todos ustedes son…? –pregunto casi indiferente. Tengo que formar una barrera para no perder ante tanta belleza humana. Aphrodite me sonríe más y contesta asintiendo:

--Somos estudiantes de cuerdas. Muchos de nosotros empezamos nuestra carrera aprendiendo a tocar la guitarra para poder dominar nuestro instrumento, profesor.

--Me gustaría oírte tocar para evaluar tus conocimientos. –mentira. Lo que yo quería comprobar era la habilidad musical que poseía y, ¿Por qué no decirlo? Deleitarme con sus acordes. Fue entonces que el sonrojo de Aphrodite se hace presente… un sonrojo parecido al de una jugosa manzana…

 

--Pero, profesor, hoy no traje mi violín… -se excusa. Le entrego el mío diciéndole impaciente:

--Toma el mío. Quiero oírte.

--Está bien. –cuando lo hubo sacado de su estuche y colocado en el hombro izquierdo, comienza a tocar una melodía extraña, pero a la vez, hermosa, fuerte, ¡Gloriosa! Mi asombro se hace más grande cuando con pavor reconozco la obra. Los ojos se me contraen y creo que por unos segundos me falta el aire. Con trabajo y conteniendo el aire restante en mis pulmones, exclamo:

--¡Il Trino del Diabolo! – ¡No podía creerlo! Está tocando la misma obra que yo trataba de ejecutar. Antes, ejecutarla era un reto, pero ahora… ¡Es una obsesión! ¿Cómo era posible que el chico tocara esa pieza cuando se rumoraba que fue escrita por el mismo Diablo?

 

Aphrodite deja de tocarla al ver mi rostro desencajado, ¿Tanto terror provocaba esa obra? Se estará preguntando, supongo, ¿Por la leyenda oscura tras las notas? No podía comprenderlo, pero deja el violín con cuidado en su estuche y se disculpa conmigo inclinándose un poco y juntando sus palmas:

--Lo siento muchísimo, profesor. No quería ponerlo de esa manera. Discúlpeme. –cuando observo aquellos ojos sinceros, me calmó y sonrío apacible. “No creo que este chico sepa sobre la historia de Tartini. Seguramente, le atrajo su sonido, ¡Sí, eso debe ser! No hay otra cosa que pensar”, me trato de convencer. Le tomo del hombro donde unos momentos atrás sostenía mi violín y lo tranquilizo. Siendo la persona tan comprensiva que soy, yo, su nuevo profesor, no iba a permitir que le quitara el sueño de ser un profesional:

--No te preocupes, Aphrodite. Es sólo que… es una melodía muy difícil de ejecutar… es todo… -la sonrisa se instala en el rostro del suizo y levanta la cabeza irradiando felicidad… tanta que mi alma se alimenta de ella y crece…

--Gracias, profesor. Ahora espero con más ansias sus clases…

--Yo también lo espero… -mi rostro se torna serio y le susurro cruzándome de brazos. –Sólo te pido que no ejecutes más esa pieza. Muchos podrían enloquecer con sólo oírla…

--Está bien. Haré lo que me pide, profesor… -contesta Aphrodite sin entender ni una palabra de lo que había dicho, pero su rostro transmitía el prometerse no tocarla frente a nadie… si la leyenda es cierta o no, no debemos tomar riesgos… puede que el suizo sea de alma bella, pero de voluntad pobre… tendré que conocerlo mejor para sacar mis conjeturas…

 

Prefiero ocultar la persona que fui

Cuanto más le pido más puedo exigir

Me atrapa en su mundo y no quiero escapar

De este sueño y sentir su mal…

 

--Hoy vamos a hablar sobre Paganini… -la clase, al día siguiente de mi llegada, había dado comienzo. Yo, sentado en el escritorio con la pierna cruzada y el saco en la silla, observaba a todos los alumnos desde esa panorámica vista. Muchos rumores se habían esparcido en la escuela sobre mí: que si  realmente podía enseñar a unos chicos tan brillantes que ya no necesitaban a alguien tras un escritorio, que si era un virtuoso o un fraude. Lo cierto era que esperaban que llegara el día prometido para que yo pudiera enseñar mis armas docentes…

 

--¿Y bien? ¿Alguien quiere decirme algo sobre Paganini? –pregunto a la clase y un chico de alborotados cabellos castaños levanta la mano. Le cedo la palabra y el chico opina:

--Que es el metalero del Romanticismo… -todos reímos ante su comentario tan fuera de lugar. Todavía tomándome del estómago, me dirijo a él:

--Tu nombre y tu instrumento, por favor…

--Aioria Kamaranlís, guitarra clásica y eléctrica, profe. –responde mirándome divertido con sus ojos verdes. Cierro los ojos comprendiendo a la perfección su opinión y los vuelvo a abrir para continuar amablemente:

--Bien, tenemos un dato importante, ¿Alguien más? –todos se quedan en silencio e insisto. – ¿Nadie? Vaya, creo que los he subestimado, chicos… creía que éste era un grupo destacado… -un chico de cabello azulino  largo levanta la mano y yo asiento. El chico se presenta:

--Milo Antares, arpa… circula por ahí una leyenda negra de pacto con el diablo, ¿En realidad fue cierto eso, profesor? –están tocando puntos esotéricos. Me levanto del escritorio remangándome los puños de la camisa, me vuelvo a la clase y pregunto interesado:

--¿Alguien quiere contestar la pregunta de su compañero Milo? –un chico de cabellera larga rubia con los ojos cerrados levanta la mano. Recargándome en el escritorio le indico. - ¿Tu nombre e instrumento?

--Shaka Gautama Muny, cítara… eso no es tan cierto. Paganini poseía una habilidad de nacimiento. Unos dedos tan largos que alcanzaba perfectamente las notas que otros violinistas no.

--Esa habilidad que dices se llama Aracnodactilia. –corroboro a la clase, quien se ha quedado estupefacta con la nueva información. –Dedos tan largos que le sirvieron mucho haciendo de este caballero un virtuoso. Y eso, Milo, es la parte científica de la explicación…

--En cuanto al pacto que tuvo con el Diablo, puede que haya tenido un sueño como Tartini y lo haya orillado a sobresalir… -comenta Aphrodite sin pedir la palabra, pero no me inmuto. Si esto se convierte en una plática amena, mejor. “Este chico es intrigante, entonces ¿Sí conoce la historia de Tartini?”, pienso al girar mi vista en ese ángel. El silencio se hizo presente en el aula. Es muy cierto que Aphrodite había aparecido un día en la escuela, según los comentarios del director, y demostró ser uno de los mejores dentro de ella. Realmente tenía diversos apodos: el jefe de grupo, el virtuoso, el más hermoso de todos… y cada uno de ellos, posee algo de verdad. Eso lo aseguro. Tuve que carraspear para inundar la habitación con ruido y analizar la explicación con detenimiento:

--Puede que sea cierto lo que dices, Aphrodite, que haya soñado con el Diablo y así crear sus caprichos como Goya, pero díganme todos, ¿Qué eso no es parte del subconsciente del hombre? Algunos psicólogos dirían que eso es correcto porque, ¿Alguno de ustedes, alguna vez, no ha soñado algo así? Esos sueños de ser más que los demás y brillar ante un escenario o ser reconocidos… eso, mis queridos alumnos, es el éxito, nuestro éxito por el que luchamos a diario…

 

Muchos de los presentes asienten emocionados por las palabras de ese extraño hombre al que ven delante como profesor. Ciertamente, la clase todavía tenía mucho que aprender. Entre murmullos de aprobación, una chica de cabello rojizo levanta la mano y le cedo la palabra. La chica sonríe al presentarse:

--Soy Marín Tenmaru, Shamizen. –su rostro se torna más serio. –Pero explíquenos, profesor, en específico ¿Cuándo es el momento del éxito en el escenario? ¿Cuándo todos nos aplauden o cuando alguien se nos acerca para felicitarnos?

--Es muy buena tu pregunta, Marín. Veamos. –me llevo una mano a la barbilla y cavilo unos instantes. –El éxito no sólo es eso. Pondré un ejemplo: cuando toco el violín, no es un éxito el que mucha gente me vea, ni los premios que reciba, sino empieza en el momento en que interpreto la primera nota y termina en la última. Lo demás, viene a demostrar a cuánta gente le puedes alimentar el alma con tu música. El arte es subjetivo y cada humano tiene la capacidad de apreciarlo.

--Entonces, ¿El momento en el que tocamos nuestros instrumentos es un éxito? –pregunta Aphrodite comprendiendo el significado real de la clase. Asiento sin inmutarme de la interrupción del suizo. Camino por las bancas en donde están sentados y continuó:

--Así es, muchachos… Ahora, quiero que, al llegar a su casa, practiquen para evaluarlos en cuanto a su ejecución. Puede ser el tema que prefieran para mostrar. La clase ha terminado.

 

Todos se levantan de sus lugares y despidiéndose de mí, salen del aula. Sólo hay un integrante que se queda sentado mientras recojo mis libros que no fue necesario utilizar. Al percatarme de que mi ángel no había volado aún, me vuelvo a mi alumno y le pregunto cómplice. Necesito saber su opinión:

--¿Qué tal estuve, Aphrodite?

--Me ha inspirado más para tocar la pieza “Prohibida”, profesor… pero prometí no hacerlo frente a nadie. –contesta honestamente el suizo. Para entrar más en camaradería, le corrijo serio:

--Lámame Angello. Soy Angello a secas, Aphrodite…

--Bueno, sólo le puedo decir que espero con más ansias la próxima clase… Angello…

--Yo también, querido alumno… espero tu ejecución fascinante… tienes que practicar mucho… -me quedo en silencio por unos segundos para recordar algo importante que debo decirle. – ¡Ah! Y Aphrodite… Cuando sepas que es lo que te falta, ven a mi oficina y te ayudaré con eso… sobre todo para explotar tu potencial…

--¿Significa que todavía no soy lo suficientemente bueno para alcanzar el éxito? –la indignación se apodera del rostro del suizo. Cierro mi portafolios y me dirijo a la salida para dar otra clase con los principiantes. Al voltear, le expreso sonriendo y finalizando:

--Eres bueno, uno de los mejores del conservatorio, pero no te presiones por ello… no te hace falta…

Continuará...

Notas finales:

Bueno, realmente ya lo terminé, pero debido a que es muy largo lo pondré en partes, ¿Ok?

gracias por leerlo y disfrutenlo.

cualquier cosa, duda, jitomatazo, reclamo o demás... posteen, ¿si??? grax.


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