/Kibum POV/
Minho y yo habíamos encontrado aquella cantina dónde ponían música latina, uno de los muchos días que salimos sin un tumbo fijo. Bailábamos al ritmo de “Bésame Mucho”, reíamos viéndonos a los ojos, él con sus manos en mi cintura y las mías sobre sus hombros, ni si quiera sabíamos si lo hacíamos correctamente. Pero ese era nuestro momento, en ese lugar mágico que todo parecía una fiesta que celebraba nuestro amor. Nuestros cuerpos pegados siguiendo el ritmo, nuestras sonrisas juguetonas, miradas cómplices y besos fugaces. Todo era perfecto.
Como a las una de la madrugada cerraron la cantina, no nos habíamos tomada más que una margarita cada uno y mucha agua, así que seguíamos muy cuerdos y felices.
Estaba lloviendo, era lluvia de intensidad media. Estábamos tomados de la mano, contemplamos la calle desierta y la lluvia por un momento para luego vernos directo a los ojos cómplices y sonreír traviesos.
Salimos corriendo bajo la lluvia, sin rumbo, disfrutando de la soledad de la madrugada, el obscuro cielo sin estrellas ni luna, la luz opaca de los faroles y las gotas de agua golpeando nuestro cuerpo. Corrimos y corrimos tomados de las manos.
Me tiré sobre él enredando mis brazos entorno a su cuello, besándolo como si fuera la última vez, con todo el amor que tenía en mí. Él me rodeó la cintura con sus brazos, apretándome fuerte contra él, como si quisiera que fuéramos uno solo.
Besándonos bajo la lluvia, regalándonos miradas de amor, sin hacer uso de las innecesarias palabras, pues esas miradas lo decían todo.
***
Escuché el monótono pitido que de cierta forma lo odiaba, pues me recordaba que ahora era necesario escucharlo y lo amaba porque escucharlo de esa manera, intermitente y regular, me decía que seguía con vida, que no se había ido de mi lado. Muchas veces, cuando dormía, de repente mi mente me jugaba una broma, haciéndome escuchar un pitido continuo, haciéndome despertar alarmado, llorando.
Abrí mis ojos y lo vi frente a mí, con un semblante relajado, sus grandes ojos fijos en mí, con su brillo tenuemente apagado por el cansancio y regalándome una leve sonrisa.
Mi asiento frente a un costado de su camilla, siempre dormía ahí, a veces dormía con él, pero no quería estorbar, así que la mayoría de veces no le hacía caso y dormía en la silla. Solo me separaba de él cuando me obligaban o tenía necesidades como ir al baño para bañarme u otras necesidades fisiológicas. A veces hasta las enfermeras me obligaban a comer, desde que está aquí he bajado como diez quilos.
Mis lágrimas empezaron a salir por sí solas, el sabor dulce que el sueño de nuestra historia dejó en mi cambió a uno amargo por nuestro triste presente.
-Kibum...- dijo sorprendido- Amor, ¿por qué lloras?- pregunto débil y sorprendido. Se hizo más a un lado de la cama dejándome espacio para que yo me acostara a su lado, y así lo hice. Escondí mi cara en su pecho que respiraba con un poco de dificultad, mientras el besaba mi cabeza y acariciaba mis cabellos con una mano y con la otra mi espalda.
-Discúlpame- dije con voz quebrada- En vez de ayudar yo…- decía con dificultad por el llanto- hago que te preocupes por mí, cuando tienes que descasar mucho…
-Shhhh- dijo el apegándome más a él todavía acariciando mi espalda con amor- ¿Por qué lloras mi vida?- mi llanto tan amargo se pronunció por el lindo apodo.
-Si soy tu vida entonces vive… Tu eres mi vida y si te vas me muero- apreté con fuerza la ropa de paciente que traía.
-No digas esas cosas mi amor, mi vida, mi todo; si eres así, ¿como se supone que descansaré en paz?- me decía en un tono cálido.
-¿Recuerdas cuando íbamos a aquella cantina donde ponían música latina?- evadí un poco el tema- Soñé con la vez que estuvimos besándonos bajo la lluvia luego de haber bailado aquella canción que tanto me gusta… Llegamos a casa, nos estábamos quitando la ropa mojada el uno al otro incluso antes de entrar a casa, hicimos el amor en el sillón de nuestra sala con los relámpagos silenciosos iluminando nuestros cuerpos desnudos…- el llanto que se había tornado silencioso se volvió ruidoso, como si alguien estuviera torturándome tan fríamente.
-Lo recuerdo todo a la perfección- tomó mi mentón para que elevara mi cabeza y lo viera, limpió mis lágrimas y luego me dio un beso- ¿Extrañas hacer el amor? ¿Quieres que lo hagamos en este momento?
-Eres un babo- reí leve- Extraño tu buena salud- lo besé- Lo que más deseo en este mundo es que estés bien.
-Kibum, mi Kibum… Sabes que esta tonta enfermedad no me dejará tranquilo, cada día estoy peor y mi cuerpo no soporta el tratamiento…
-Ya cállate Minho- lloré- ¿Por qué me haces sufrir de esta manera?
-Sabes que odio verte sufrir, haría cualquier cosa que me fuera posible para que no sufrieras. Pero esto no lo puedo detener… Prométeme que seguirás con tu vida- puso mis manos en su pecho y me miró directo a los ojos- Promételo.
-Amor, ¿cómo se supone que viva sin ti?- negué con la cabeza.
-Sabes que te cuidaré, que siempre estaré ahí aunque no me veas, velaré por ti, lo prometo- pegó su frente con la mía haciendo que nuestras narices se junten.
-Por favor no te vayas, no me dejes…
-Siempre estaré ahí, lo prometo, porque te amo…
Abrazados acostados en una camilla del hospital, besándonos, diciéndonos cuánto nos amábamos, sentía como poco a poco se desvanecía en mis brazos.
***
Arrodillado en forma de imploración en aquella iglesia donde estaba llevándose a cabo el velorio de Minho, estaba Kibum.
-¿Por qué? ¿Por qué lo separaste de mí? ¿Por qué te lo llevaste de mi lado? ¿Cómo se supone que sobreviviré a esto?
Se acercó al féretro.
-Por favor, llévame contigo y no me dejes solo, no me dejes sin ti. Por favor…- empezó a casi gritar llorando, lo besaba y abrazaba, varias personas trataban de detenerlo. Estaba besando un cadáver, alguien que ya no estaba.
***
Bailando bajo la lluvia…
Bésame, bésame mucho, como si fuera esta noche la última vez.
Bésame, bésame mucho, que tengo miedo a perderte,
perderte después…
~FIN~