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Único por SHINee Doll

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Notas del capitulo:

Mi querida Rose, esta historia te la debía desde hace semanas y ¡mira que la tenía lista!, pero el destino se puso en mi contra y hasta ahora he podido publicarla. Es diferente de lo que tenía contemplado en un principio, pero estoy segura que igual será de tu agrado. Esto es para ti, mi adora compañera. 

ÚNICO

Sus ojos se dirigieron a la mesa ubicada en la esquina, observando con algo más que curiosidad al único chico ocupándola. No le gustaba pasar su descanso en la cafetería del colegio por todo ese ruido que apenas le permitía escuchar sus propios pensamientos, pero desde que le vio ahí no hubo más quejas. Lee Jinki. No sabía de aquel chico más allá de su nombre y lo poco que había descubierto en esos días, y eso le molestaba, ¿por qué nadie hablaba de él? ¿Por qué no se esparcían rumores? ¿Por qué nadie lo criticaba?


Y vio la respuesta ante sus ojos: Choi Minho. Gruñó molesto, observando como el muchacho de la sonrisa encantadora se levantaba de su asiento y abrazaba al alto con fuerza. Minho era conocido y respetado por todos, capitán del equipo de fútbol y miembro del equipo de basquetbol, el mejor deportista de la generación. El chico se había ausentado una semana entera debido a un importante partido fuera de la ciudad, era lógico haber visto a Jinki solo todo ese tiempo.

— Jonghyun, por Dios. — escuchó la voz de su mejor amigo y sonrió apenas, tragándose todos los insultos que le pasaban por la cabeza en ese momento. —Si sigues mirándolos de esa forma se van a dar cuenta de todo el amor que les tienes.

— Calla, Kibum. — cortó molesto, volviendo la vista hacia el menor. — Cuando te enamores lo entenderás. — se había mordido la lengua ante sus propias palabras, no sólo por reconocer finalmente que le gustaba Jinki, sino por el rostro herido del rubio, quien había agachado la mirada. — No quise decir que tú…

— Me ha quedado claro. — susurró, levantándose sin mirarle.

El castaño permaneció mirando la puerta entreabierta de la cafetería por donde Kibum salió minutos antes, cuestionándose por qué éste había reaccionado de forma tan exagerada. Volvió a centrar su atención en la mesa del fondo, encontrándose con la mirada de un curioso Jinki y el ceño fruncido del deportista. ¿Qué significaba aquello? Vio salir al alto de la cafetería a paso torpe, demasiado rápido para su gusto y la sonrisa de Jinki se le antojó extraña al mirarlo una vez más. ¿Qué pasaba y por qué no era capaz de darse cuenta?

Kibum no se presentó a ninguna de las clases restantes y tampoco lo encontró en la entrada, esperándole, como cada día. Lejos de molestarse como hubiese sido normal, se encontró a sí mismo sintiéndose culpable por el comentario efectuado durante el almuerzo y que hasta ahora daba sentido. Recordó la última plática con su amigo la semana pasada, cuando entre broma y broma dejó ver que había alguien ocupando su corazón, alguien que jamás correspondería sus sentimientos, concluyendo con un “el amor es un asco” que le había robado una sonrisa a él también. Se golpeó la frente con la palma abierta, seguro de que el rubio interpretó su respuesta cortante como un “no sabes lo que es el amor” debido a que no lucharía por la persona que decía querer. A veces era tan tonto e insensible.

— ¿Dónde diablos te has metido, Kibum? — preguntó a la nada, emprendiendo su camino a casa. Ya tendría tiempo a la mañana siguiente para hablar con él y disculpase.

 

 

Kibum se dejó caer en su cama, contemplando el techo blanco de su habitación con una boba sonrisa adornando sus labios. ¿Cómo es que las cosas habían dado un giro tan sorprendente en un tiempo así de corto? Abrazó uno de los cojines coloridos contra su pecho y se rió, encantado por el montón de sensaciones nuevas y hasta ahora desconocidas, por todos esos sentimientos que creía incorrectos y ahora le resultaban los más hermosos del mundo.

— Eres tan tonto, Key. — se regañó juguetonamente, girando sobre la cama y terminando boca abajo con el rostro oculto en la almohada. Sólo recordarlo hacía que sus mejillas se volviesen rojizas y su pulso se acelerara. — Un completo bobo.

No podía creer lo mal que se había sentido ante ese comentario insignificante. Ahora, contemplando su reflejo en el espejo, sin ningún alma en el sanitario para chicos del instituto, se permitía pensar en su reacción por demás exagerada y la posible reprimenda que le haría Jonghyun apenas se viesen de nuevo. Pero, ¿quién era él para juzgarlo de esa manera? Estaba seguro que no fue su intención, pero después de aquella conversación mantenida donde le aseguró renunciar a la única persona que le había gustado en toda su vida, Kibum esperaba una poquita más de consideración al hablar sobre temas de amor. Principalmente porque lo suyo jamás sería correspondido.

— ¿Te encuentras bien? — pegó un salto al escuchar aquella voz que tan bien conocía. Asintió sin girarse, fingiendo que se arreglaba el cabello, mirando a través del espejo al único chico que no deseaba ver en ese momento. La vida solía jugarle muchas bromas de ese tipo. — Key, por favor, no necesitas mentir.

El rubio se estremeció al escuchar de nuevo, después de mucho tiempo, aquel apodo juguetón. Se giró, con las manos aun sujetando con fuerza el lavabo tras su espalda, con aquella sonrisa por demás falsa en sus labios delgados, con su máscara de indiferencia puesta. Sin embargo, ésta sólo duró el tiempo que al menor le tomó encontrar sus ojos pequeños. Minho siempre podía derrumbar sus muros.

— Jonghyun y tú han discutido. — habló bajo, con su sonrisa triste. — Es la primera vez que lo hacen, ¿verdad? Siempre están tan felices, sonriendo, bromeando… Son la pareja perfecta. — Kibum abrió la boca, sorprendido por aquellas palabras, incapaz de decir algo coherente. — ¿Tan malo ha sido?

— No hemos peleado. — cortó de inmediato, reaccionando por fin. — Y no somos pareja. — su voz se elevó un poco, avergonzándolo. Desvió la mirada, perdiéndose el brillo en aquellos enormes orbes marrones y la enorme sonrisa que se adueñó de los esponjosos labios.

— ¿Jonghyun y tú no…? — el rubio negó, mordiéndose el labio. Acaso, ¿Minho pensaba que ellos dos eran algo? — Key, mírame. — obedeció, encontrándose al alto más cerca de lo que esperaba, con su rostro a escasos centímetros del suyo. — Me gustas.

— ¿Q-Qué? — los labios gruesos se adueñaron de los suyos en un beso lento, dulce, el cual correspondió con su corazón latiendo violento y el rostro encendido. Un par de roces después se separaron, mirándose a los ojos, nerviosos. — También me gustas.

— ¡No, no, no! — chilló con el rostro enrojecido, pataleando. — Kibum, contrólate. — se regañó de nuevo, sonriendo de la misma forma que llevaba haciéndolo desde que Minho le besó. — ¡No! — se cubrió con la almohada, rodando sobre la sábana clara. — ¿Cómo voy a verlo mañana?

Esa noche Key durmió con una sonrisa dibujada en sus labios. Había gustado de Minho durante bastante tiempo, era el único chico que llamó su atención. Se conocieron cinco años atrás, fueron buenos amigos, luego comenzaron a crecer, cambiaron sus gustos, avanzaron grados e hicieron nuevas amistades. ¿Cómo podía seguir interesado en alguien que siquiera le miraba? Lo que Kibum no sabía cuando se hacía esa pregunta cada noche, es que Minho también se cuestionaba lo mismo y que se dormía pensando en él.

 

 

 

Jinki entró al salón de clases con su expresión preocupada, llamando la atención de todos aquellos que estaban acostumbrados a contemplar su enorme sonrisa. Buscó con sus ojos a su mejor amigo, encontrándolo de pie frente a la ventana. Avanzó hacia él, ignorando al único que se atrevió a cuestionarle si todo estaba bien.

— ¡Minho! — el aludido se giró y le miró un par de segundos, luego centró de nuevo su atención en lo que fuese que se encontraba viendo antes de su llegada. — Desapareciste ayer, no estabas en casa cuando fui a buscarte, no tomaste ninguna de mis llamadas… — el menor se limita a asentir, restándole importancia. — ¿Dónde te metiste?

El mayor suspiró, consciente de que su amigo no le daría ninguna explicación. Dejó que su vista se perdiera en la misma dirección que la del alto, encontrándose con ambos Kim de pie bajo un gran árbol. Jonghyun mantenía el ceño fruncido y los brazos cruzados, Kibum hablaba animadamente mientras movía excesivamente sus manos. ¿Eso era lo que Choi Minho observaba con tanto esmero? El rubio se giró de repente, mirando en la dirección que se encontraban ellos, sosteniendo la mirada del deportista, brindándole una sonrisa traviesa. Lo siguiente que supo Jinki es que la mano de Minho se había cerrado alrededor de la suya y ahora corrían torpemente por el pasillo hacia los jardines. ¡¿Qué demonios estaba pasando ahí?!

— ¡Te digo que es verdad! — escuchó quejarse a Kibum, señalando acusadoramente a Jonghyun con un dedo.

Los orbes castaños del chico se habían cruzado con los suyos al tiempo que el alto liberaba su mano. Se miraron por un tiempo que le pareció eterno, completamente embobados, buscando en los ojos del otro algo que desconocían. Negó lentamente, despertando del trance, girándose hacia Minho y Kibum, pero los encontró un tanto alejados y sonriéndose de una forma extraña, mientras el rubio golpeaba el hombro del menor y éste se reía de vez en cuando. Frunció el ceño, confundido.

— Creo saber cómo te sientes. — habló Jonghyun, llamando la atención de Jinki. — Es difícil ver a la persona que te gusta con alguien más, ¿no? — el mayor estaba sorprendido, inseguro de la respuesta que debía brindarle al más bajo. Además, ¿por qué hablaba de tal cosa? — Kibum debía soportar ver a Minho contigo, él debía soportar verlo conmigo, y yo verte con él. Irónico, ¿verdad? Hemos creado un embrollo sin ser conscientes siquiera y todos hemos salido heridos.

— Jonghyun, no sé qué tratas de decir. — murmuró avergonzado, revolviéndose los cabellos.

— Kibum se ha lamentado durante mucho tiempo el querer a Minho. — Jinki sonrió, comprendiendo por fin lo que estaba ocurriendo. — Siempre pensamos que ustedes dos eran algo. Y por eso se rindió, creyendo que nunca sería correspondido.

— Lo cierto es que Minho le ha querido siempre. — completó, mirando a ambos muchachos aun riendo. — Pero él creía que Kibum y tú eran novios y… Me costó mucho convencerlo de arriesgarse. Después de todo, ¿qué podía perder?

— Nada. — Jonghyun habló para sí mismo, dándole sentido a las palabras de Jinki. ¿Qué podía perder si se declaraba al mayor? — Absolutamente nada.

— Sólo míralos ahora. — siguió, atrapando su atención. — Siento envidia de ellos.

— ¿Por qué? — el mayor lucía avergonzado de sus palabras, pero para Jonghyun no había nada más adorable que las expresiones de Lee Jinki.

— ¿Hay alguien que te guste? — cuestionó con cierto nerviosismo, sintiendo sus mejillas arder. — Disculpa la indiscreción, pero…

— Hay alguien. — sonrió, sabiendo que esa era una oportunidad única para declararse.

Jinki se había quedado sin palabras. Esperaba que el menor dijese que no, así tendría una oportunidad para acercarse a él y tratar de ganarse un lugar en su corazón. La desilusión que sintió fue visible en su rostro, incluso para los dos que se encontraban apartados. Minho había pensado en interferir, pero la mano de Kibum sujetando la suya se lo impidió. Debían arreglarlo solos.

— Es una persona maravillosa. — habló de nuevo, buscando los ojos pequeños y siempre curiosos de Jinki. — Es un chico muy atractivo, con los ojos más bonitos que he visto en mi vida y la sonrisa más hermosa y sincera de todas. En ocasiones es algo tímido, bastante torpe, pero eso lo vuelve adorable. Es muy listo, risueño, simpático y alegre. Es el único que ha logrado que mi corazón enloquezca y mi mente se quede en blanco.

— Oh. — estaba seguro que lloraría si seguía escuchándolo hablar así de esa persona tan especial. ¿Cómo podía él competir con alguien así? — Debe ser… maravilloso.

— Lo es. — respondió, acercándose antes que el otro se apartara. Tomó el rostro del mayor con ambas manos, mirándolo a los ojos, sonriéndole con dulzura. — Lo eres, Lee Jinki. Eres maravilloso y por eso me he enamorado de ti.

Sus labios eran suaves, dulces, cálidos. Sus sentimientos eran puros, sinceros, reales. Jinki sonrió contra la boca ajena, olvidándose de los espectadores curiosos, entregado completamente a aquella caricia que encerraba un sinfín de emociones. La declaración de Jonghyun daba vueltas en su cabeza, se había grabado en su corazón, le robaba el aliento. Sabía que el menor le quería, por fin lo sabía. Se abrazó al cuerpo trabajado, masculino, tomando con fuerza la camisa entre sus dedos, separando los labios para que la lengua traviesa del castaño recorriere su boca, acariciara la suya y terminara de robarle la cordura.

Se separaron lentamente, sin desear hacerlo en realidad, tratando de normalizar su respiración. Jonghyun le acarició la mejilla, buscando nuevamente sus ojos y diciéndole, sin palabra alguna, que no mentía y que su corazón le pertenecía. Jinki le regaló una de sus enormes sonrisas, con sus ojos pequeños brillando, con sus mejillas encendidas.

— ¿Puede tu corazón aceptarme? — preguntó el más bajo, sonriendo con cierto aire coqueto. Jinki se rió, lanzándose a sus brazos. Tomaría eso como un sí.

 

  

Minho sonrió al observar la escena protagonizada por su mejor amigo y el del rubio. Se giró hacia Kibum, encontrándolo perdido en sus pensamientos, con la sonrisa bonita bailando en sus labios rosados. ¿Un “me gustas” era suficiente? Negó. Se sentía torpe después de escuchar la declaración de Jonghyun. La mano de Kibum se apoyó en su brazo, sus miradas se cruzaron y el más bajo sonrió, adivinando sus pensamientos.

— Yo no soy Jinki. — comentó divertido, con las palabras precisas para despejar sus dudas. — No necesito una confesión cursi y por demás ensayada…

— ¡Te he escuchado, Kibum! — se quejó Jonghyun, provocando la risa de Jinki y que el rubio negase.

— No necesito nada de eso para saber que soy especial para ti. — continuó, con sus orbes puestos en los del alto. — Porque puedo saberlo con solo poner mi mano aquí. — dejó su palma descansar en el pecho del deportista, a la altura de su corazón. — Él nunca miente.

— Y el cursi es Jonghyun, ¿no? — se burló el menor de los cuatro, recibiendo un golpe por parte del rubio.

— Serás idiota. — se quejó el de mirada felina, riendo. Jonghyun y Jinki se habían acercado ya, divertidos por la expresión de Minho al ser golpeado sin delicadeza alguna.

— Key. — tomó su mano y entrelazó sus dedos, sonriendo. — Te quiero.

— También te quiero, Minho. — soltó sus manos y le rodeó el cuello, sintiendo los brazos del alto envolver su cintura.

— Creo que el más cursi de todos es él. — murmuró Jinki, dejando que su espalda chocara con el pecho del castaño y los fuertes brazos le rodearan. — No se imaginan todas las cosas que he tenido que escuchar sobre Kibum en los últimos dos años.

— ¿Qué cosas? — saltó de inmediato el de ojos gatunos, mirando a ambos y finalmente a Jonghyun. — ¿Qué dijo de mí?

— ¡Oh! No es nada. — se excusó rápidamente Minho, mirando serio a Jinki, quien sólo podía sonreír ampliamente. — De verdad, Kibum, no es nada.

— Mentiroso. — se quejó, soltándolo y formando un puchero.

“Kibum es adorable cuando hace eso, ¿verdad, Jinki? Cuando coloca un puchero en su rostro y cruza los brazos, sientes tu corazón detenerse y te prometes a ti mismo cumplir cada uno de sus caprichos, te vuelves débil y sabes que no puedes negarle nada…”

Minho cubrió la boca de Jinki con su mano, completamente avergonzado por lo que decía el mayor. Kibum les miraba con los ojos muy abiertos, incapaz de creer las palabras dichas por el otro. Realmente, ¿Minho pensaba de esa forma?

— ¡Y eso no es todo! — chilló Jinki, apartando la mano del alto. — La última vez que bailaste… — se soltó del agarre de Jonghyun apenas intuir las intenciones de su mejor amigo y echó a correr lejos de ahí, riendo cada vez que estaba a punto de ser atrapado por un sonrojado muchacho de orbes enormes.

— No sé si quiero saberlo. — se quejó Jonghyun, pasando un brazo por los hombros del rubio.

— Cállate, Jjong. — murmuró con vergüenza. — O le diré a Jinki todo eso que murmuraste dormido la última vez que te quedaste en mi casa.

— No serías capaz de…

— ¡Jinki! — el rubio corrió lejos del abrazo del más bajo. — ¡Tengo algo que contarte también!

Jonghyun soltó un suspiro, con una idea en la mente. — ¡Hey, Minho! ¿Te gustaría escuchar una historia?

Lo siguiente que supo el deportista es que Jinki había tropezado al tiempo que Kibum le alcanzaba, cayendo los dos sobre el pasto. Jonghyun y él habían corrido a la vez hacia ellos, resbalando con quién sabe qué cosa y acabando en igual condición que los dos primeros. Y mientras los cuatro estaban ahí, cubiertos de tierra, confundidos por las vergonzosas caídas, la campana que anunciaba el final del almuerzo se dejaba escuchar. Ya después podrían continuar contando los secretos de los demás o… Bueno, tal vez deberían dedicarse a disfrutar de ese sentimiento tan único.

Notas finales:

¿Valió la pena esta larga espera? Pronto estaré de nuevo con todas ustedes, mis queridas lectoras, subiendo todo lo que escribí en este periodo de ausencia. Un enorme abrazo y un beso a cada una. Las quiero. 


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