Sanji decide morir.
Parte XIX
Kidd Pov’s.
Desperté de nuevo en aquella estúpida celda. De seguro que me creían que era algún tipo de animal para el internado o algo. Mire las dos camas fuera de mi celda, y sus dos dueños seguían dormidos cómodamente. Law el día anterior había traído a Sanji al cuarto cargando, parecía que estaba inconsciente, no creo que se haya dormido, seguro que algo se lo cargaron o algo, por que Law venía con un rostro serio. Pero no pregunte nada, pues estaba cansado por qué me habían sometido a varios ejercicios físicos, pues según los doctores, si estaba cansado, las posibilidades de que atacase a alguien se reducían espectacularmente.
Mire al ojeroso dormir, quien estaba acostado de lado. Su cara serena y tranquila de nuevo me hacía que sentimientos extraños afloraran de todos lados. De nuevo la frustración me invadió, tenía ganas de golpear algo, me sentía raro, diferente, era una sensación de renovación y además, me sentía inútil, como atontado.
-Mhnnn... –gimió bajito y se removió.
Escuche un crujido de la cama, y voltee a donde Sanji dormía anteriormente, pero que ahora estaba despierto, tallando se los ojos y bostezando, como si fuera un niño pequeño.
-Eh Sanji –susurre al Rubio. Me miro como confundido y después alzo una ceja. Lo salude con una sonrisa, me miro, y después miro con cierta mirada fulminante al ojeroso, dormido plácidamente. Se levanto de su cama de un salto y se tambaleo, mientras se ponía una mano en la frente, al parecer se había mareado. Meneo la cabeza y se quedo quieto durante unos segundos.
Le mire curioso, y después de nuevo se recupero y camino hacia Law, y lo agito bruscamente. Me senté en mi cama y suspire, algo me decía que lo que venia iba a durar un buen rato.
El Rubio solo tuvo que zarandearlo un poco, para que después el pelinegro se levantara y bostezara al ver quien había sido el que lo había despertado.
-¿Que pasa Sanji? ¿Te duele algo, te sientes mal? –le pregunto Law, y por un momento, sentí celos del rubio. Celos de que le preguntase como se sentía, de que estuviese preocupado por él. Pues por mí, nadie en el lugar –mas que Sanji– probablemente se preocupaba por mí en lo más mínimo.
-Idiota, ¿Que se supone que pensabas que hacías cuando me pusiste aquel sedante? –dijo Sanji. Vi sorprendido al de cabellos claros, pues parecía ser que ya podía hablar como toda persona normal.
-Oh, sí, siento mucho haber hecho eso, es que tuve que hacerlo, eso se hace siempre que un paciente se resiste. Originalmente era para Zoro, los sintió mucho, no fue intencional, tenía que hacerlo –le explico Law, bufe divertido, y el volteo a verme molesto.
Sanji suspiro y negó con la cabeza.
-Zoro... El, ¿Ya se despertó? -pregunto el rubito, visiblemente preocupado por el mencionado.
-No lo sé, es muy probable, o quizás todavía no, es que no supe cuanta dosis exactamente fue la que le suministraron, así que no podría decirte con seguridad –dijo el pelinegro.
Sanji asintió y salió del lugar.
-Oye, me gustaría que me sacaras –le hable, el volteo y suspiro.
-No me dejaras dormir de nuevo en paz hasta que lo haga, pero solo no te pongas violento ¿Está bien? –pregunto con una ceja alzada. Suspire y asentí. El se levanto con pereza de su cama, y busco las llaves, cuando las encontró, abrió mi celda, y salí con pasos cautelosos. Era la segunda vez que tocaba el piso solo con los pies. Pues anteriormente había estado tocándolo con el rostro y eso, pues me había estado comportando extrañamente violento todas las mañanas.
-¿Puedo hablar contigo? –pregunte nervioso y un poco avergonzado. Le me miro extrañado, pero después asintió con una ligera sonrisa, a la cual no note ni una pizca de burla, solo, había sido una sonrisa.
-¿Aquí o afuera? –pregunto. Solo alce los hombros y me dirigí a la puerta. Mire mi camisa blanca de manga tres cuartos, con nerviosismo, y me decidí a salir. Me siguió de cerca y camine hasta el jardín.
Quería buscar un lugar donde la plática que quería tener con el no se fuera a poder tornar tan tensa por mi culpa. Pues lo que le quería decir, era pedirle perdón, y explicarle que no tenía ningún odio personal o algo hacia él, quería explicarle como me sentía cuando le veía, pues aunque no lo creyese, creía que me había estado empezando a enamorar de él. Quería en él estuviera al pendiente, pues últimamente también se me habían metido las ganas de hacerle cosas indebidas, a él, un hombre, pero alguien que me parecía apetecible.
Vi unas de las fuentes que estaban por la mayoría del lugar, y me acerque, y me senté en el pasto. El por su lado, se sentó al filo de la fuente, viendo el agua.
-¿Qué pasa? -pregunto tranquilamente, aunque evitaba tener contacto visual conmigo. Parecía que se creía lo que la otra vez le habían dicho. Aquel día que me vio, que me comporte como un animal salvaje, después de todo eso, de que me sedaran y lo pusieran a cuidar de mí, ese día pude escuchar cómo le advertían que no me viera a los ojos, jamás, pues parecía ser que me creían como un salvaje, que me crispaba cuando me veían a los ojos. Pero era todo lo contrario, aborrecía que no me viesen a los ojos. Sentía su miedo hacia mí, y como cada palabra la decía con cautela, como si con una palabra que me dijese mal, yo fuese a explotar y echármele encima.
-Tsk... ¡No te creas todo lo que te digan! -le dije mientras me revolvía el cabello nervioso y veía al suelo.
-¿Q-que de todo? -pregunto nervioso y miro mi rostro algo temeroso, pero no se movió.
-No pasara nada si me ves a la cara, yo... Quiero que me vean y me traten como alguien mas, no soy muy diferente a cualquier persona ¿Sabes?, así que también tengo mi personalidad y mis defectos, soy igual a cualquiera de afuera -le dije algo molesto. Era cierto que me comportaba violentamente, sobre todo cuando me hacían enfurecer, pero tampoco era un salvaje, o algo parecido. Yo entendía y las cosas que hacía, también me dolían al último, sobre todo cuando se que no pude contenerme.
-No, eres igual a los demás de por aquí, ¿Por qué debería tratarte diferente? tienes problemas psicológicos, bueno, lo que digo es que, tienes tendencias asesinas, comportamiento violento, al igual que de repente podrías violar a cualquiera en el lugar, ¿Aún así, pides ser tratado como los demás?.... Yo también estoy enfermo, por eso duermo con ustedes, pero también quiero ser un doctor y empecé con este del lugar, por lo que me ves por eso con las batas de uno -dijo él.
Esta vez, si. Me miraba, y sus ojos se encontraron con los míos. Tenía unos ojos hermosos, nunca había visto unos así, llenos de una inocencia y seriedad combinadas, que te llevaban a tal punto en el que querrías verlos a todas horas, todo el tiempo. Eran tranquilizantes, apaciguaban el tormento que llevaba dentro de mí, las muertes que cargaba, pareciese que no fuesen nada contra aquella mirada intensa que me dirigía. Sabía que del era inocente -aunque igual, normalmente inocente, tampoco sin llegar a ser un idiota-, que jamás había experimentado el haber asesinado, pero sus ojos eran serios.
-¿Tu también? -pregunte sorprendido, cuando salí de su mirada que me atrapaba y consideraba atrayente, tanto que llegaba a seducirme sin darnos cuenta ni uno ni el otro. -Por su puesto, ¿Que creías? ¿Que estaba durmiendo ahí y quedándome a vivir por puro gusto? Claro que no, si por mi fuera estaría estudiando en una universidad normal, con amigos, compañeros, maestros y un entorno que todo universitario debe tener, pero no puedo, por eso estoy aquí -dijo alterado, le tome las manos y él se asusto un poco, incluso sentí como su piel se ponía chinita. Había hecho ademan de apartar las manos, pero se lo impedí, estrechándolas mas fuertes.
-Yo no te trato como doctor, eres joven, no quieres eso, que te traten como a un viejo verde –le dije mirándole.
-¡Claro que quiero que me traten como a un doctor! ¡Me da igual si me consideran un viejo verde! –dijo haciendo pucheros, parecía ser que poco a poco me agarraba confianza, pues sus manos, que antes estaban tensas, ahora estaban relajadas entre las mías, aunque seguía teniendo la piel chinita.
-¿E-enserio? –pregunte, con una gota cayendo de mi sien. ¿Quién querría que lo tratasen como viejo verde? Obvio, el.
-¡Claro, entre más respeto, mejor! –dijo el serio.
-Pero te sigo mirando como a un niño –le dije.
-Por que eso tú así lo quieres, pero algunos si me hablan como si fuese doctor –dijo con otro puchero. Me había sentado junto a él, sin soltarle las manos. Yo no estaba nervioso, y el parecía tampoco estarlo.
-Hablas como si en realidad lo apreciaras –dije y le di un pellizcon en las manos.
-Pues sí, lo aprecio en verdad –dijo serio. Lo mire un tanto extraño y cuando voleo hacia otro lado, me atreví a darle otro pellizcon mas fuerte, pero nada, ni siquiera una mirada amenazante que me indicase que lo había sentido. Era como si no se hubiera dado cuenta que le había dado unos pellizcones. Deje nuestras manos por la paz, no fuera a ser que si aunque no lo sintiera, me viera haciéndolo y entonces si me daría una tunda, y el desmadre no quería empezarlo a horas tan tempranas de la mañana.
-Bien, creo que… es hora de desayunar –le dije sonriendo ligeramente. El asintió.
-Eres un chico extraño, esta vez no te pusiste violento –dijo parándose. Le vi y sonreí abiertamente.
-No me lo dicen muy a menudo –dije algo sarcástico, pero aun sonriente. Parecía que ahora nos llevábamos un poco mejor con esta pequeña charla. Y pensar que con esto, el me trataría mejor.
-Y a mí no me pellizcan muy a menudo las manos –dijo riendo, al verme colorado, ¡Si que lo había sentido!
-Pensé que no te habías dado cuenta –murmure volteando hacia otro lado. Y mejor nos dirigimos a desayunar.