Sanji decide morir.
Parte VII
Sanji Pov’s.
Estaba tan nervioso por saber, que hasta había dejado de respirar con tal de saber y no tratar de llevarme una sorpresa por los todos los años que me reste con todo esto.
-Tienes dos semanas, quizá dos semana y media de vida como mucho –dijo el tal Smocker.
¡¿QUE?!... No, eso no podía ser cierto, mi vida no se había podido acortar tanto… ¿O si?
Mis manos estaban temblando, pero mejor trate de tranquilizarme, y suspire.
No tenia por que estar asustado, eso era lo que yo estaba buscando pero de manera más rápida y sencilla: la muerte.
Me di cuenta que Cocodrilo se esforzaba por no sonreír, parecía divertido con la situación. Ya he pasado por este tipo de situación en la que te hacen creer que se preocupan por ti, pero la verdad es que adoran verte sufrir, y así sentirse ellos agradecidos por vivir más “felices” que los infelices a los que mienten.
Negué con la cabeza, pero no les decía a ellos nada, si no era más bien para tratar de ordenar las ideas dispersas que tenia volando por mi cabeza.
Bien Sanji, al parecer, no podrás salir vivo de aquí, te quedan unos catorce o diecisiete días si es que tienes suerte. Además de que el director disfruta verte sufrir en algo como esto.
Bien, estaba decidido, me suicidaría de ser necesario en el internado, y además, no le daría el gusto al director Cocodrilo de disfrutar más un sufrimiento ajeno, y mucho menos, mi sufrimiento, de verdad que no le daría el placer del disfrute.
“Entonces no falle” escribí, y ellos al leerlo me vieron algo sorprendidos, pero yo solo sonreí macabramente. De verdad que no dejaría que se compadecieran o se burlasen de mi.
-No –fue lo único que dijo el director Cocodrilo, algo más serio. Después vi como parpadeo varias veces algo anonado, y después se fue algo pensativo.
Pasaron unas horas, mientras trataba de acostumbrarme al movimiento de mis piernas, pues cuando intente caminar solo logre llegar al piso de boca. Mis pies también estaban dormidos por tanto sedante. Así que Smocker me dijo que lo mejor que podía hacer, era tratar de mover los pies hasta por lo menos sentir que tenia unos, ¡Pues en verdad que sentía que no tenia piernas!
Intente mover los dedos de mis pies, pero nada sucedía, para mi era algo horrible, pues era como si me hubiesen amputado las piernas, y si eso pasaba, ¿Cómo daría patadas cuando me metiera con alguien por estos lugares o si quería impresionar a una hermosa damisela con mis hazañas? Si que era todo un rollo.
Después de una media hora mas, logre mover los dedos de los pies, y aunque todavía no podía hablar, ya me había hecho amigo del tal Smocker. Era una persona amigable y de mal carácter, cuando lo hacías enojar claro esta. Y de verdad que tiene un balance muy estricto en cuanto a su carácter, pues con la mas mínima cosa ya se molestaba, por lo que había que andarse con cuidado con el. Y la verdad que a él le encantaban los puros como a mi mis damiselas y los cigarros.
“¿No tienes cigarrillos?” pregunte con la libreta.
El me miro y se rio.
-¿Qué acaso quieres acortar tu tiempo de vida? –pregunto burlón mientras expulsaba el humo en mi rostro, a lo que solo cerré los ojos y con las manos disperse el humo de mi rostro.
“Quien sabe, no lo había pensado, pero es una forma irónica, morir por lo que mas me gusta hacer, moriré por fumar, igual me iba a dar cáncer tal vez, así que no importa, ¿Y tienes si o no?” le escribí, a lo que me vio algo raro. Saco de un cajón, dos cajetillas de cigarrillos y me las aventó, a lo que la cache inmediatamente.
-Ya sabía que eras un mocoso de los míos, así que compre de los de veinte cigarros, tienes cuarenta. Dos para cada día, no habrá más, y quiero que te lo guardes en secreto ¿Entendido? –pregunto a lo que asentí agradecido.
“Gracias” le escribí. A lo que el asintió y de nuevo dejo salir aquel humo de sus puros.
-Bien, creo que podría sacarte en silla de ruedas ¿Quieres? –pregunto a lo que mi rubia cabeza asintió emocionado y excitado por conocer aquel lugar al que todos temían.
“Vale, me gustaría conocer algunas personas de por aquí, tal vez pueda hacer algunos compañeros” escribí y se lo enseñé. Su cara de nuevo se puso en modo seria. A verdad es que alguien que no lo conocía bien, podría decir que no notaba la diferencia de cuando estaba a cuando estaba de mal humor, pero yo, que en tan poco tiempo había comprendido su personalidad, sabia distinguir lo que su rostro mostraba, aunque fuera poco.
-No creo que ellos quieran hablarte o algo, son muy reservadas las personas en este lugar, seria extraño y tendrías suerte de que alguien te hablara al primer día, sabiendo de seguro que Ace ya les dijo a los demás que morirás en mas o menos una semana y media seguramente –dijo el. Fue hacia una puerta y vi desde lejos que había muchas cosas de medicina y saco una silla de ruedas para mi, la cual armo y le mire cuando me tendió las manos.
-Vale, deja de mirarme como bobo, que no tenemos mucho tiempo, y más de rato ya no tendré ganas, y a ver como le haces –dijo molesto. Yo solo asentí, le tome las manos y me avente, no quería caerme, pero el solo me agarro de las caderas y me cargo.
-¡…! –quería gritarle que era un idiota, y que me bajara, pero la voz, como siempre, no me salió. Él se rio. Me moví un poco, pero solo logre moverme lo suficiente para que casi me dejara caer. Me cargo estilo nupcial y me puso con cuidado en la silla. Solo agarre la libretita, y escribí. A lo cual al mostrárselo baje la cabeza sonrojado y desviando el rostro para que no viera mi roja y vergonzosa cara.
“Idiota…” pero él se volvió a reír. Me sentía humillado de verdad, tener que ser llevado en silla de ruedas por alguien mas era una cosa, y otra muy diferente que me creyeran tan desvalido que habían tenido que cargarme estilo princesas de película.
-Vale, vale, iremos a ver el lugar así que alégrate –dijo con la habitual calma en su voz. Solo asentí con la cabeza, pero aunque no estaba incomodo ni nada, estaba algo nervioso y sentía rojo mi rostro, de seguro era la excitación de conocer un lugar nuevo, y el lugar donde pasaría mis últimos días.
Creo que mas o menos unos catorce días… o diez, eso era seguro, pero me pregunto si alcanzare a sobrevivir tres semanas… o por lo menos las dos y media que menciono Smocker.
En verdad que era algo desesperante el tener que estar esperando tu muerte para una fecha acordada, tal vez fue una mala idea