Sanji decide morir.
Parte VIII
Kidd Pov’s.
Me encontraba en un camión, junto con otras personas, algunas con camisa de fuerza, otros con el rostro tapado, otras con cadenas, otros como yo, con esposas en las muñecas. Todos nosotros, íbamos a diferentes internados y manicomios, en mi caso, es Shichibukai Yard, un reconocido manicomio. Me pregunto en estos momentos como esta mi padre, de seguro esta histérico por que no me trajeron a la fuerza hasta acá.
Sentí como el camión se detuvo, y las puertas se detuvieron por enésima vez. Un hombre se acercó a mí, con expresión sonriente, pero no una de esas sonrisas de burla ni mucho menos. Parecía simplemente… feliz. Si, la felicidad… algo que anhelo y hasta ahora no se me ha dado, cuanto desearía experimentar un poco de ello.
-Vamos amigo –dijo mientras me veía. ¿Me decía a mí?
No dije nada. El hombre, era pelirrojo, se acercó a uno de los hombres que nos vigilaban y pidió algo, le entregaron unas llaves, y se acercó hasta a mí de nuevo con estas.
-Bien, de seguro han de estarte doliendo como el mismo infierno tus muñecas –dijo mientras agarraba las esposas, metía en la cerradura las llaves y me las quitaba. Estaba sorprendido sin lugar a dudas, pero no lo demostré. Empezó a caminar y me hizo señas de que lo siguiera.
-Señor no puede… –decía uno de los guardianes.
-Oye, es un chico normal que necesita ayuda, no un reo –dijo el hombre al otro, el cual solo se quedo callado.
-Pero ha dejado casi muertas a muchas personas… no te dejes engañar por su edad Shanks –dijo otro hombre. Grande, con una cicatriz cruzando el puente de su nariz, pelo negro al igual que ojos fríos del mismo color. Su cabello estaba todo hacia atrás, y vestía muy elegantemente.
-Mooo Cocodrilo, eres muy frio con los demás, se mas amable con el nuevo –dijo el que supuse su nombre era “Shanks”, o al menos así le decían.
-Ha habido cuatro nuevos en el mes, ¿A cual de todos te refieres? –pregunto sarcástico e intimidante el hombre elegante. Solo solté un pequeño bufido y me rasque la nuca.
-Te equivocas, no todos los nuevos han llegado –dijo Shanks.
-Cierto, pero igual llegara en la noche, anda llévalo adentro ya –dijo malhumorado el hombre elegante. El pelirrojo asintió y me indico por donde entrar, solo le seguí en silencio.
-Me parece que ni tiempo para cambiarte te dieron –dijo con una risilla.
-Si, los bastardos se negaron, pensaron que me escaparía –dije mientras bostezaba. Me sentía cansado, pues después de mas de cinco horas viajando y demás en un carro apretujado de loquitos, como que si era muy pesado, y mas cuando no podía ponerme en posturas que eran mas cómodas, pues siempre que lo intentaba, uno de los guardias me apuntaba con el arma, a lo que era una advertencia. No quise dar problemas, por lo que mejor me quede todo sentándote y con dolor de espalda.
-Bien, sígueme, quisimos ponerte en una habitación junto con otro dos chicos, uno es de tu edad, y otro, bueno, solo te gana por un para de años, espero que no se lleven mal –dijo sonriendo mientras se detenía en una puerta blanca, la cual abrió y me cedió el paso.
Entre y vi a mi alrededor. Era algo curioso que no se pareciese en nada a un hospital, pero a la misma vez si, tal vez fue que me decepcione al ver que no hacían sufrir a los pacientes como en esas películas de terror, quizás si era todo ficción. O quizás era que el olor a enfermo no inundaba el lugar, no estaba muy seguro.
-Esas son las camas de tus compañeros, por las noches se cierran las puertas, por lo que no podrás salir, es por seguridad tuya y de los demás, y el baño es la única puerta además de esta –dijo mientras me veía, aun con esa estúpida sonrisa que me crispaba un poco para ser sincero, no sabia por que estuviese sonriendo, quizás se burlaba de mi situación, o algo así.
-Pero, ¿Qué pasa si de repente quiero violar a alguien o matar? –pregunte con indiferencia mientras me aventaba a la cama sin ningún pudor, importándome un bledo de quien fuera.
-Oh, para eso les dimos a tus compañeros unas pistolas de electricidad. Un disparo y quedaras retorciéndote en el suelo y como chicharrón, es por seguridad de ellos, además, son fuertes, el director los eligió específicamente para que compartieran contigo –dijo el. ¿El director los eligió? Uh, miren que seguro me siento…
-Estoy tan seguro de que eso no servirá como que tu disfrutas de todo esto –dije mientras suspiraba.
-No disfruto de ver sufrir a los demás Kidd, solo intento ver a todo lo positivo y sonreír –dijo mientras se dirigía a la puerta.
-Ah, se me olvidaba, tu cama es la que esta en la celda, detrás de esas cortinas, solo los enfermeros te podemos dejar salir –dijo mientras se rascaba la cabeza y se reía.
¿De que hablaba este hombre? ¿Celda?
Se dirigió hacia unas cortinas blancas –como casi todo en el puto hospital– y las corrió, dejando ver una gran celda, y dentro de esta, una cama y una mesita de noche, como cada cama tenia a su lado. Era lo mismo, solo que dentro de una jaula.
-Que bien, ahora se supone que seré mascota del manicomio ¿O que? Mira que chistosito –dije sarcástico y con una sonrisa tan falsa como que soy rubio, mientras le veía.
-No, nada de eso Kidd, anda, entra –dijo mientras sacaba una llave.
-Solo porque estoy cansado –murmure mientras le veía con cierto odio. El solo sonrió y entre a la celda. La cerró y de nuevo me avente a una cama, pero esta vez, si era mi cama. Se fue y ni siquiera hizo ruido con la puerta.
-Un momento… ¿Cómo sabia mi nombre? –apenas me daba cuenta que yo no le había dicho nada. Ah, pero él era un enfermero ¿no? Era obvio que tenía que saber de sus pacientes tan siquiera el nombre.
Cerré los ojos y me acomode, el lugar era cómodo, me acostumbraría rápidamente, solo esperaba no hacer mucho alboroto por aquí, no quería andar haciendo problemas por ahora.
Sanji Pov’s.
Smocker me enseño al menos un poco mas de la mitad del internado, y tuvo razone n cuanto a la sociabilidad conmigo dentro del lugar, pues nadie me hablo, solo cuchicheaban entre ellos, pero la mirada que mas me llamo la atención, fue la de un chico extraño de pelo verde y ojos del mismo color, una mirada profunda a la que no le encontraba significado. ¿Furia? ¿Odio? Pero si no le conocía, ¿Por qué seria eso?
No descubrí el motivo de por que sentí que su mirada me seguía hasta cuando hablaba por escritos con Smocker, y una mirada curiosa se posaba en sus orbes verdes, seguro estaba descolocado del por que escribía en una libretita. Hubo un momento en el que me harte y le mire enojado, pero el ni se inmuto, me seguía mirando de igual forma.
Todo el lugar enserio que era grande. Había diferentes tipos de pacientes, y cada uno tenía una habitación la cual compartía dependiendo el espacio y su enfermedad. Parece ser que a mi me dieron dos compañeros, solo esperaba poder llevarme bien con ellos.
-Bien Sanji, tengo que llevarte al cuarto –dijo mientras me llevaba aun en silla de ruedas, creo que noto mi desagrado a aquel chico de cabellos verdes, por que me hablaba y solo hacia caso omiso, pero en cuanto dijo eso voltee a verle y asentí gustoso. Que bien que muy apenas sentía mi trasero, pues estaba seguro que si lo sintiera como siempre, me dolería por haber estado más tiempo sentado de lo que acostumbro.
“Dime, ¿Hoy es el primer día para lo de mi muerte y eso?” le pregunte.
-Idiota, mañana es cuando empezara la cuenta regresiva, es algo obvio –dijo mientras se paraba delante de una puerta, junto conmigo. Me dejo, y abrió la puerta, volvió y de nuevo empujo la silla de ruedas para meterme dentro. De verdad que estaba cansado, ¡Y eso que estuve dormido durante todo este tiempo!
Me sentía nervioso, no quería que llegara mañana y tener que estar contando hacia atrás lo que me quedaba de vida. Que curioso, yo que quería morir, y ahora que tengo lo que quiero, es como si quisiese devolverlo. Bueno, es algo así, pues yo no pedí saber cuanto me quedaba de vida, yo había querido una muerte rápida y sin sufrimientos, pero al parecer no todo es como lo planeamos.
Me cargo y esta vez ni siquiera me moleste en escribirle algo insultante, solo suspire cansado. Se sentía horrible ser mudo, pobres de los que serán así permanentemente, de verdad que lo sentía. No podía hablar, expresarme, muy apenas podía reír, y eso que lo había con mucho esfuerzo y muy apenas salía mi voz.
Me dejo en la cama, sentado y me dio un cartucho muy grande, sabia lo que era, lo había visto en esas películas de detectives que una vez fui a ver con mis damas. Era una pistola de electricidad, si la persona era disparada, quedaba como chicharrón. Podía ser o no, algo mortal, pero dependía los volteos que le pusieras, y al parecer, este es muy bajo, y solo tiene 80 volteos, no mataría ni a una mosca, pero si que le dolería mucho.
Mire a mí alrededor, apreciando cada detalle del nuevo cuarto que compartiría con dos personas, de las cuales admitía tener curiosidad por saber.
Había dos camas, una enfrente de otra, y una jaula en la esquina, al lado de la cama en la que yo no estaba. La jaula era grande, y dentro había una persona, acostada en una cama. Al lado izquierdo de cada una de las camas había un pequeño buro. Había dos cuadros, uno al lado de la jaula, de unos girasoles, y otro al lado de la mía, justo por encima de mi buro.
-Tu compañero al parecer ya se ha dormido, tendrás que esperar hasta mañana para poder conocerlo –dijo Smocker.