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¿Qué apostamos, Hanamichi? por Paz

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Notas del fanfic:

Último fanfic, el siguiente será de otro año.

Notas del capitulo:

Los pensamientos van en cursiva

 

Es una historia de tres capítulos.

¿Qué apostamos, Hanamichi?

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko

By Paz

 

Capítulo I: La apuesta

 

Se miraron una vez más, alertas a no ceder ni un palmo.

Dos chicos, moreno y pelirrojo. Hielo y fuego. Dos caracteres opuestos totalmente y sin ellos saberlo muy dispuestos a congeniar.

-Ahora… -murmuró Rukawa.

-Nunca. –exclamó el pelirrojo.

Sus miradas firmes y su cuerpo en tensión, el balón en mano de Rukawa, Sakuragi marcándole para impedir que anote. Rukawa hace un amago hacia la izquierda, esperando el movimiento de su rival. El pelirrojo no se dejo engañar, excesivas veces cayó en esa trampa. Una sonrisa asomó en los labios del chico moreno, en sus ojos fríos durante unos segundos asomó una calidez inusual.  Eso si que descoloco al chico de fuego, que cuando quiso darse cuenta, el balón estaba entrando por el aro.

-¡Tramposo! –dijo dejándose caer finalmente al suelo. Llevaban entrenando más de dos horas.

-Ya sabes el dicho, en el juego y el amor….

-… todo vale –concluyó Sakuragi- Esto se esta volviendo aburrido.

-Son prácticas, ¿Qué esperabas? ¿Música de fondo? ¿Aplausos o vítores?

Hanamichi le miró aviesamente.

-Podemos hacerla más interesante.

-¿Qué entiendes por eso? -le miró con curiosidad.

-Una apuesta.

-¿Una apuesta? –preguntó creyendo haber oído mal.

-Hai.

Los ojos de Rukawa se entrecerraron mirando pensativo al pelirrojo, ¿Qué estaba tramando? ¿Qué ideas pasaban por esa cabeza? Supongo que nada bueno para mí. –sonrió mefistofélico, podría ser interesante.

Hanamichi distraído en sus pensamientos no le vió, últimamente tenía bastante descuidado su apartamento, nunca fue ordenado y todo parecía una leonera, donde no encontraba nada.  Donde se mezclaba la ropa sucia con la limpia y donde nada estaba en el lugar correspondiente, era capaz de encontrar un par de calcetines guardados en la cocina y tener restos de comida en su dormitorio. Su amigo Yohei decía que necesitaba un esclavo para mantener el orden en su piso. ¡Un esclavo! No parecía mala idea. Si ganaba podía conseguir que trabajara gratis para él, le haría pintar todo el apartamento que ya estaba necesitando una mano de pintura y también las puertas y…. –aquí sus pensamientos seguían el mismo derrotero que el cuento de la lechera fueron interrumpidos.

-Y… ¿Qué apostamos, Hanamichi? –preguntó mostrando un interés inusitado en él.

-¡Eh!... –sus ojos amenazaban con salirse de sus orbitas ¿Desde cuando era Hanamichi para Rukawa?  No eran amigos, solo dos chicos que se encontraban en la misma cancha a practicar lo único que les gustaba: el basquetball. Que durante los últimos meses no se pelearan y que las discusiones verbales solo quedaran en eso, sin llegar a las manos, no quería decir que fueran amigos. Es cierto que pasaba más tiempo practicando con Rukawa que sus acostumbradas salidas con su “gundam”. Yohei se quejaba que solo tenía ocasión de verlo en la clase o en los recesos o durante sus entrenamientos en el gimnasio.  Su excusa era que quería ser el primero, ganarle al kitsune apestoso. Ahora que creía conocerle un poco más, y su opinión sobre él varió por completo, considerando que no era un obstáculo para conseguir el amor de Haruko, él mismo se lo dijo en una ocasión que parecía muy dispuesto para las confidencias, le dio a entender que estaba interesado en otra persona, su innata curiosidad le llevo a preguntarle quien, solo consiguió una larga mirada y dándose la vuelta para marcharse, fin de la conversación.

-¿Qué apostamos, Hanamichi? –repitió al creer que estaba pensando en ello.

-Una semana…, no, dos semanas a mi entera disposición –pensó que tenía muchos trabajos pendientes, al ver su mirada sospechosamente maliciosa, cayó en la cuenta que malinterpretó sus palabras- Para trabajar –se apresuró a aclarar- Tengo algunos trabajillos que hacer en mi apartamento y me vendría bien alguien que los hiciera por mi.

-Comprendo…, dos semanas de nuestro tiempo para hacer lo que el otro quiera. Es decir, si yo pierdo trabajare para ti –se imaginaba que tipos de trabajos deseaba que hiciera, su apartamento era zona de guerra, lo vio por casualidad y decidió no volver más, era demasiado para él desenvolverse entre aquel caos de cosas- y si tu pierdes, tendrás que hacer todo lo que yo quiera  ¿no? –no iba a ponérselo fácil, no tenia ni idea de las muchas cosas que se le ocurrían que podía hacer por él. Hanamichi le estaba ofreciendo la oportunidad en bandeja.

-Si…, aunque si quieres elegir otro tipo de apuesta.

-No, estoy conforme, si tu lo estas, adelante. –Vió que Hanamichi asentía de acuerdo con sus palabras- ¿Cuándo vamos a competir?

-Estamos con los exámenes, podemos dejarlo para la siguiente semana –pensó que no le vendría mal estudiar un poco.

-La siguiente semana ya no tendremos clases –empezaba el periodo vacacional de verano- De acuerdo.

Hanamichi se puso de pie, recogiendo su bolso.

-Nos veremos de hoy en siete días, a las ocho –el calor ya no sería tan fuerte y podían rendir más. Además confiaba en su fuerza y en su tenacidad para ganarle, cada día que pasaba progresaba más y sabía que un día estaría por encima del kitsune y su nombre sonaría en todo Japón como el mejor basquetbolista. ¡Sakuragi Hanamichi!

-Aquí te espero –dijo Rukawa con el bolso bajo el brazo. Se marchó sin despedirse como era su costumbre.

-¡Kitsune! –le llamó.

Rukawa se volvió a medias.

-¿Has pensado que vas a pedirme si eres capaz de ganarme? –preguntó curioso.

-Tengo una idea de lo que quiero.

-Cuéntamela.

-Ya te enterarás, si pierdes. –dijo friamente reemprendiendo la marcha.

-¡¡Grrr…, kitsune!!  ¿Qué tendrá en mente? –se echó al hombro su bolso y se fue a su casa, desechando de sus pensamientos al kitsune.

Hanamichi no se hubiera quedado tan tranquilo si supiera lo que maquinaba Rukawa. Este no tenía intención de perder, conocía sus capacidades y las de su oponente, reconocía que en pocos meses alcanzó un nivel de juego excelente, aunque todavía no se podía compararse con él. Así que enseguida de llegar a su casa, se dio una ducha para refrescarse y con el pijama puesto se preparó algo de comer, una vez satisfecho su apetito hizo un par de llamadas, así supo que su padre poseía una cabaña en una pequeña isla cerca del puerto de Tokio, confirmó que seguía siendo de su propiedad y que estaba deshabitada, no pudieron decirle si la vivienda se mantenía en pie, le dieron el nombre del patrón de una barca que trabajaba para su padre y que le llevaría, le llamó también para confirmar ese hecho, quedo muy satisfecho cuando dispuso todo para quedarse allí unos días. Dos semanas exactamente. Dejo escapar una carcajada, cada vez le gustaba más lo que planeaba y fue el Do´aho quien le dio la ocasión de ponerlo en práctica, a él solo no le saldría tan bien. Satisfecho se fue a dormir. En la guerra y en el amor todo era valido.

En otro extremo de la ciudad Hanamichi dormía placidamente ajeno a los planes que cierto Kitsune preparaba para él.

Y sin ellos saberlo, cada uno soñó con el otro.

 

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La semana pasó y finalmente llego el día. 

Hanamichi le contó a Yohei la apuesta que hizo con Rukawa y este le acompañó junto con él resto de sus amigos para ver como jugaban. Ninguno de ellos confiaba excesivamente en el buen ánimo de Hanamichi. Sabían que Rukawa era un fenómeno y que le sería muy, pero muy difícil vencerle, pero aún así estaban allí dispuestos a alentarle.

Antes de llegar a la cancha ya sintieron los rebotes en el aro. Rukawa ya estaba allí. La confianza en si mismo era completa porque llevaba practicando solo desde hacía poco más de media hora. Se detuvo al sentir voces, vió que era él con sus amigos.

-No hablamos de traer animadores –dijo Rukawa cuando se acercó y le saludó- Creí que no les necesitabas para jugar. –Nunca le agradó ese chico que iba con él. Lo reconocía estaba celoso de él.

-Se irán si crees que te harán perder concentración –atacó a su vez Hanamichi.

-A mi no me molestan –dijo Rukawa –Solo ese moreno que nunca se despega de tu lado -pensó.

-Podéis jugar como si no estuviéramos –prometió Yohei- Estaremos callados. –miró a su amigo haciéndole un gesto de victoria.

Rukawa ni se molesto en contestarle.

-¿Cómo siempre? –preguntó yendo a mitad de la cancha.

-Si. –miró hacia Yohei- Si quieres puedes quedarte –enseguida siguió a Rukawa.

-Supongo que si pierdes cumplirás con tu parte.

-Lo dudas ¿acaso?

-Solo deseaba estar seguro. ¿Sabe tu amigo las condiciones de la apuesta?

-Si.

Rukawa tiró el balón en alto, al mismo tiempo que ambos saltaron para hacerse con él. El uno a uno comenzó, el balón estaba en manos de Rukawa que en pocos minutos marcó sus primeros dos puntos.

Fue un partido reñido por ambas partes, ninguno de los dos quería perder, Hanamichi porque la idea de tener a Rukawa trabajando para él le resultaba irónico, la motivación de Rukawa era más valida y por tanto su esfuerzo jugando era notorio, se jugaba su propio futuro y no estaba dispuesto a perder, por primera vez le importaba otra cosa que no fuera el basquetball, se entregaba por completo, dando todo de si mismo, poniendo en practica toda su técnica, toda su experiencia.

Dos horas después era evidente para Yohei y sus acompañantes que los dos jugadores estaban agotados y al límite de sus fuerzas, sin embargo ninguno de los dos deseaba darse por vencido, los dos querían ganar y aunque continuaban moviéndose por la cancha con menos agilidad que al principio seguían allí, corriendo, driblando, robando balones y encestando cuando tenían oportunidad de hacerlo. Ninguno de los dos se daba por vencido.

Yohei sabía que aquella iba a ser la última jugada. El balón lo tenía Hanamichi y se movía veloz por la cancha hacia el aro dispuesto a meter el balón por  y marcar su último punto, el que le daría la victoria. Sin embargo, de forma inesperada, como un rayo, Rukawa corrió tras él, le robo el balón de las manos y antes que pudiera darse cuenta Hanamichi llego hasta el área de tres puntos y lo lanzo, el balón realizó una curva perfecta en el aire y cayó en el centro del aro marcando los tres puntos. Rukawa ya no lo vió, estaba seguro que iba a lograrlo, después de lanzar se dejo caer de rodillas al suelo respirando con fuerza. Todo su cuerpo se sacudía tembloroso.

-Vamos, Kitsune –Hanamichi le pasó el brazo por la cintura y le ayudó a levantarse, no estaba disgustado con él era un buen perdedor y reconocía que aún no estaba a la altura de Rukawa- Yohei acompáñanos con los bolsos –le pidió.

-¿Dónde le llevas?

-A su casa.

-Puedo ir solo –Rukawa se apartó de su lado, tomo su bolso  y se volvió para marcharse, apenas dio unos pocos pasos se tambaleo, sintió la suavidad de unos brazos que le sujetaban y una voz muy lejana.

-Kitsune testarudo… -Hanamichi lo recogió antes que se golpeara contra el suelo.

-Se ha desmayado –dijo Okus.

-Me quedaré con él hasta que se recupere –dijo llevándolo hasta un banco donde lo dejo tumbado. Dobló su chaqueta de deporte y la puso bajo su cabeza- Así esta más cómodo.

-¿Desde cuando te preocupas por él? –preguntó Yohei sorprendido de la solicitud de su amigo.

-Yo no me preocupo. Sólo espero que se reponga. No olvides que me ha ganado, tiene que decirme que tengo que hacer. –se justifico enojado con la suposición errónea de su amigo.

-Vete a tu casa, seguro que mañana te lo dirá. –dijo Noma.

-Marchaos vosotros –se enfureció con ellos- No voy a abandonarle aquí. Empieza a oscurecer, pueden robarle o asaltarle, si le pasará algo así…, iros –no continúo la frase.

Yohei dejo los bolsos bajo el banco e hizo un gesto a los muchachos para marchar.

-Mañana te llamo a casa.

-Bueno, si no estoy no te preocupes, seguro que estaré con el kitsune.

-Si necesitas nuestra ayuda, llámanos –dijo riendo Takamiya.

-Seguro.

Cuando los pasos y las voces de los muchachos se perdieron en la distancia, Hanamichi se sentó en el suelo, de frente al Kitsune. Le observó durante largo rato, luego, cansado penso que el pecho de Rukawa se veía sumamente cómodo y sin pensarlo dos veces pasó su brazo por encima rodeándole con gesto protector, dejo su mano apoyada en su hombro y con cuidado de no despertarle puso su cabeza en su pecho quedándose dormido enseguida.

Rukawa despertó por la incomodidad de su cama, creyó en un primer momento que estaba en su dormitorio, esa suposición quedo olvidada cuando fue consciente del peso sobre su pecho y el calor de una mano junto a su cuello, abrió los ojos y su sorpresa fue enorme al ver la roja cabellera de Hanamichi, ¿Qué estaba haciendo allí?Giro la cabeza y vió que estaban en el parque, recordó que estaba muy cansado y ahí se detenían sus recuerdos, debió desmayarse, se emocionó al pensar que Hanamichi se preocupó de su bienestar y que estaba cuidándole. ¿En que momento de su relación comenzó a cambiar? Levantó con cuidado para no despertarle el brazo y suavemente poso su mano en su cabeza, dejando que sus dedos sintieran la suavidad de sus cabellos. ¿En que momento me enamoré de él? ¿Fue acaso su vitalidad lo que me atrajo, su alegría de vivir, su tenacidad para jugar? Fuera lo que fuera, le amo y conseguiré que tu también me ames.

-¿Qué haces, kitsune?

Sus miradas se cruzaron y su mano se detuvo en su cabeza para retirarse despacio.

-Tenías una hoja seca en el cabello –dijo lo primero que se le ocurrió.

Hanamichi no respondió, despertó con la cálida suavidad de sus caricias, al principio quiso apartarse, luego, penso que se sentía bien, notando el delicado roce de sus dedos en su cabeza y que se estaba a gusto, ese pensamiento le sobresaltó. Él no era de esos. Se levantó de golpe.

Rukawa lamento perder el calor de su cuerpo, cálido y suave. Se sentó, llevándose la mano al cabello para apartarlo momentáneamente de su rostro.

-Es tarde…

-Las tres… -dijo Hanamichi.

-¿Por qué te quedaste? –le miró.

-Por la apuesta. ¿Acaso creíste otra cosa?

-No. –Su voz sonaba triste- A las nueve nos vemos en el vestíbulo de la estación. No te demores el tren sale diez minutos después.

-¿Qué pretendes? –pregunto cuando se recuperó del shock recibido.

-Cobrarme una apuesta. Dijiste dos semanas para lo que yo quisiera ¿verdad?  No necesitas llevar mucha ropa, te sobrara toda –le advirtió riendo mientras se marchaba- Hasta luego, Do’aho.

Hanamichi creía estar alucinando. El kitsune riendo, no podía ser cierto, ¿en que realidad había saltado? ¿Cuándo se lo cambiaron? ¿Ese no era su Kitsune? ¡Alto! Un momento, -sacudió la cabeza- ¿desde cuando era su Kitsune? Él también empezaba a desvariar. Con esos pensamientos se apresuró a llegar a su apartamento.

Se tumbó en su cama después de tirar al suelo la ropa que la ocupaba.

-Estoy cansado. –murmuró antes de dormirse.

 

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El persistente sonido del teléfono le arrancó de su sueño, estaba dispuesto a estrellarlo contra la pared cuando recordó que Yohei le dije que le llamaría.

Se levantó, más bien pareció arrastrarse por el suelo, apartando papeles y diversas prendas hasta dar con el teléfono debajo de una pila de ropa sucia.

-Moshi, moshi –contesto adormilado.

-¿Aún estas dormido? –preguntó una voz sumamente familiar, pero que no identificaba, decididamente no era Yohei.

-No… -quien fuera no necesitaba saber que tenía razón.

-Estas dormido –afirmó ahora la voz- Por eso te llamo, recuerdas nuestra cita.

-¿Cita? Pervertido, yo no… -grito al teléfono convencido que era una de esas llamadas, entonces se le hizo familiar esa voz- ¿¿Rukawa? –inquirió- ¡¡Aaaaaaaahhhhhhhh!! –Grito al recordar que debía encontrarse con él- ¿Qué hora es? Me he dormido –grito soltando el teléfono y dando zancadas por la habitación para llegar a la puerta, sus pies se enredaron con un objeto que estaba atravesado en  medio dando con sus huesos en el piso- Por lo menos ya tengo el bolso, -murmuró al ver con que tropezó, recordó también que no había colgado el teléfono, sin levantarse del suelo, se arrastro para tomar el tubo- ¿Estas ahí, Rukawa?

-Si. ¿Te has hecho daño? –a través del teléfono llego el sonido de su caída.

-¿Daño? ¿Lo dices por el golpe? No ha sido nada –negó frotándose la rodilla dolorida.

-Ponte hielo en la rodilla –dijo Rukawa.

-¿Cómo puedes…? –miró el teléfono como si fuera un objeto extraño, ¿Cómo sabía donde se golpeo? Ni que estuviera viéndole.  Levanto la mirada hacia la ventana de su dormitorio, allí estaba, con una media sonrisa en los labios y un móvil junto al oído. Se levantó y fue a abrirla- ¿Qué haces aquí? –le interrogó.

-Pensé que era mejor venir a buscarte. Es pronto. –aclaró.

-Ve hacia la puerta. Te abriré.

Algunos instantes después le hacia entrar en la sala.

-Siéntate, estaré listo en unos minutos –dijo tirando por detrás del sillón ropas y revistas hasta dejarlo libre.

-Eres un desastre, Hanamichi. Ahora comprendo que trabajitos querías que hiciera.

-Pero no gane…, así que te libraste. –Se sintió algo avergonzado de que viera su apartamento tan abandonado, aunque no era aquella la primera vez que veía el desastre en el que vivía- ¿Has desayunado? –preguntó de pronto.

-No.

-Me daré prisa y prepararé algo.

-Si quieres, puedo hacerlo yo. –se ofreció gustoso.

-¿No te importa? Gracias…

Rukawa vió que la cocina era otra catástrofe, ¿cómo podía vivir en un lugar así?  -se quito la chaqueta y arremango sus mangas, mientras iba preparando el desayuno iba lavando los cacharros que se amontonaban en el fregadero y la mesa, cuando terminó tenía mejor aspecto. Encontró dentro de la heladera una caja con zapatos, los llevo a la sala sin saber donde dejarla. Hanamichi parecía demorarse, así que comenzó a recoger las revistas y la ropa, sin olvidar mirar detrás del sillón. ¿Cómo podía ser tan desordenado y más aún vivir en aquel desorden?

Cuando Hanamichi salió del dormitorio se detuvo sorprendido al ver la pila de revistas junto a la mesa baja al lado del televisor, la ropa limpia acomodada en un montón, la sucia dentro de una bolsa y el kitsune dormido en el sofá, si que era activo y rápido, y cuando paso a la cocina y la vió reluciente, no la reconoció, además la mesa estaba dispuesta para comer, pan caliente y mermelada, zumo de naranja y café con leche.  Había sido capaz de hacer todo en menos de cuarenta minutos, en cambio él no se ponía de acuerdo para organizarse y empezar a hacerlo, daba tantas vueltas que se cansaba y lo dejaba todo abandonado.

-Espero que no te moleste que recogiera tu apartamento –dijo una voz a su espalda.

-Te lo agradezco, si quieres puedes seguir con mi dormitorio.

-¡Do’aho! No abuses de mi amabilidad.

-Lo siento…. –se llevo la mano a la cabeza desconcertado por la sonrisa que acompañaba sus palabras- Kitsune ¿estas enfermo?

-No que yo sepa. ¿Por qué?

-Sonríes y hablas demasiado. Tú no eres así.

-Lo tendré en cuenta –le miró gélidamente, sus palabras cortantes desconcertaron al pelirrojo- Se nos hace tarde.

-Siéntate. –ese si era el kitsune que conocía.

Lo hicieron al mismo tiempo, así como estirar su mano para servirse la leche caliente, sus dedos se rozaron apenas, Hanamichi retiro su mano para que se sirviera él primero, sin embargo, Rukawa interpretó que no deseaba ningún contacto con él. Eso le entristeció porque entonces su plan tenía pocas posibilidades de éxito.

-¿Dónde vamos? -Preguntó curioso.

-A Tokio –ese no era el destino final, así que no perdía nada diciéndoselo.

 Hanamichi hubiera querido seguir preguntando, pero la actitud cerrada del chico de hielo le impidió hacerlo. Parecía molesto con él, más no recordaba que podía ser, ¿Qué dije o hice que le ha molestado?  Siguió comiendo hasta terminar todo. Recogieron la mesa y como aún tenían tiempo se vió en la obligación de lavarlo todo, dejando cada cosa guardada en su lugar. Rukawa le ayudó secando. Realmente era un desastre, reconocía que necesitaba a su lado alguien que le motivara a ser más ordenado y sin saber porque lo hizo su mirada se detuvo unos segundos en el kitsune que en ese instante le daba la espalda.

-Si no nos apresuramos no llegaremos –dijo.

-¿No viste un coche delante de tu puerta? –preguntó Rukawa.

-¿Es tuyo? –sus ojos se abrieron asombrados.

-De mi padre, creo. No lo se exactamente. –Rukawa se encogió de hombros. Solo tuvo que llamar a la persona que todos los meses dejaba una suma de dinero a su nombre en un banco y pedirle un coche y allí estaba a su disposición una hora después. Eran muy eficientes los empleados de su padre. Nunca antes sintió necesidad de llamarlos, le bastaba con recoger lo necesario para vivir y olvidar lo demás. 

-¿Tienes padre? –pregunto sorprendido de la revelación.

-¡Claro, Do’aho, como todos!

-Mi padre murió.

-Lo siento –se disculpó- Salgamos o se hará tarde.

Hanamichi recogió su bolso que echo al hombro y salió de la casa, cerró con llave pero no se la llevo la guardó en un adorno que colgaba de la puerta. Nadie podía saber que estaba allí excepto Yohei, normalmente era quien entraba y le hacía un poco de limpieza en el apartamento. Tampoco se excedía, solo lo necesario para poder sentarse. Era la primera vez que en mucho tiempo no tenía acumulación de objetos por los sitios más inverosímiles.

Rukawa se demoró un rato junto a la puerta, fingiendo acomodarse el cordón de una de sus zapatillas deportivas, en realidad, cuando Hana se adelantó tomó la llave de su escondite y con una sonrisa satisfecha le siguió.

El chofer guardó el bolso en el maletero del coche y mantuvo la puerta abierta para que pasaran los jóvenes.

Durante el trayecto ninguno de los dos se dirigió la palabra, Hanamichi cuando de canso de mirar por la ventanilla, dedico su atención al interior del vehículo, amplios asientos en medio un tablero de mandos con diversos botones, ya sabía que uno de ellos bajaba el cristal que los aislaba del conductor, una mesa diminuta, una repisa donde veía un par de copas y vasos, sorprendido por la elegancia del mismo, un poco antes de llegar a su destino no pudo menos que volverse a su acompañante y preguntarte.

-¿Puedo hacerte una pregunta?

-Ya la has hecho –respondió con frialdad.

-Cierto, pues otra. –no se amilanó por su tono.

Rukawa asintió.

-¿A que se dedica tu padre?

-No lo se, exactamente. Creo que tiene negocios con… –bajo el tono de voz y añadió- la Yakuza.

Hanamichi le miró asustado.

-No te preocupes, nadie sabe que soy su hijo. Me ha mantenido aparte siempre.

-Pero… el coche con chofer, ¿como…?

-No necesita dar explicaciones de sus actos. Además es la primera vez que recurro a  él.

-A la…  -iba a nombrarla temeroso, como si pudiera escucharle a través del cristal ahumado.

-No, Do’aho. Verás es algo más complicado de lo que parece, mi padre no quiso separarse de mi madre, pero si comprendió que yo corría peligro a su lado, porque cuando creciera podían exigirle que formará parte de ellos, así que renunció a mi. Me envió con una familia, lejos de ellos, lo supe de casualidad cuando tenía doce años, creía que eran mis verdaderos padres. Me sentí estafado en mis sentimientos, huí de ellos y durante algún tiempo viví por las calles. –Vió el interés que mostraba Hanamichi por su relato- Decidí que nadie más podía volver a herirme.

-Que triste, no conoces a tus padres –murmuró Hanamichi.

-Si le conozco. A mi madre solo por fotos, murió hace mucho tiempo, él apareció una noche, en el edificio abandonado donde pasaba las noches, me llamó por mi nombre y supe que realmente me conocía, me pidió que le acompañara y así lo hice. Me llevo a Kanagawa y me dijo que aquí estaba a salvo, me inscribió en una escuela y me preguntó si quería vivir solo o necesitaba la compañía de otra persona. Preferí vivir solo. Me dio un teléfono y que llamará siempre que lo necesitará. Nunca lo hice antes. Supongo que se sentirá satisfecho porque finalmente he recurrido a él.

-Tu padre sabrá así que le quieres.

-¿He dicho yo que le quiero? –preguntó friamente.

Hanamichi no pudo contestar, porque en ese instante, el coche se paró y la voz del conductor se dejo oír.

-Hemos llegado, señor.

Rukawa iba a pulsar el botón que descendía el cristal que los separaba del conductor cuando una mano cálida se posó sobre la suya.

-¿Puedo…? –pidió como un niño ante un juguete nuevo.

Kaede asintió retirando su mano. Hanamichi apretó el botón y enseguida el cristal bajo por completo.

-Abra el maletero, nosotros nos ocuparemos de nuestros bolsos. –el cristal comenzó a subir- ¡¡¡Hana deja de jugar!!!! –le reprendió con un brillo divertido en sus ojos.

El hombre asintió. Hanamichi descendió rápidamente, Rukawa se demoró unos minutos hablando con el chofer, le vió entregarle algo pequeño porque no pudo distinguir lo que era.

Rukawa finalmente descendió, recogió su bolso y cerró el maletero con firmeza. Con un gesto de despedida el chofer arrancó y partió.

Diez minutos después cómodamente sentados en el tren, se dispusieron a esperar la salida.

Llegaron a Tokio sin inconvenientes. Durante el resto del tiempo Rukawa no volvió a hablar, considerando que ya lo había hecho en exceso, a las preguntas de Hanamichi, solo asentía con la cabeza o cortos monosílabos, el chico pelirrojo cansado de no obtener respuestas concretas, se calló y observó la ciudad, era la primera vez que salía de su ciudad. Los grandes edificios eran impresionantes quedando fascinado por lo que veía, o mejor dicho impresionado. El taxi rodaba a una marcha normal y le permitía ver todo con comodidad. Rukawa le observaba en silencio, su entusiasmo compensaba con creces el sentimiento de rebajarse a pedir algo a su padre. Ya debía saber que había recurrido a él y que estaba haciendo algo más que pasarle dinero para vivir. Aprovecharía al máximo esos días, gracias a Hanamichi serían sus primeras vacaciones.

Hanamichi se detuvo cuando le vió entrar al puerto deportivo.

-¿Qué pasa? –se detuvo al ver que no le seguía.

-¿Tienes intención de montarte en una cosa de esas? –preguntó a su vez.

-¿No me dirás que tienes miedo, Do’aho? –le respondió con otra pregunta sabía cual iba a ser su reacción.

-Por supuesto que no, este tensai es muy valiente, se atreve con cualquier cosa. –fanfarroneó.

-¿Cualquier cosa? –Preguntó Rukawa esperanzador- Bueno, pues primero buscaremos nuestro transporte y después ya veremos. –miró un papelito donde tenía anotado el nombre de la barca que los iba a transportar a su destino.

Hanamichi empezaba a pensar que cometió un grandísimo error al hacer tan descuidadamente aquella apuesta, por la actitud del kitsune estaba seguro que no iba a gustarle nada cumplir su parte. Seguro que le haría pagar de mala manera todas las peleas y discusiones que habían tenido a lo largo de aquellos nueve meses. Ya empezaba a preocuparse. ¿Dónde le llevaba? ¿Por qué tan lejos de su casa? ¿Acaso estaba secuestrándole y él iba tranquilamente? Reconoció que su padre pertenecía a la mafia japonesa y si él…. –se paró de golpe.

-¿Qué te pasa, Do’aho? Estas pálido. –miró hacia el puerto, donde la mirada del pelirrojo estaba fija- Oye si realmente no quieres ir, puedo buscar otro lugar –indico preocupado- ¡Hanamichi! –llamó sacudiéndole al verlo rígido como una estatua.

Al oír su nombre volvió el rostro y le miró. Su tono y su rostro mostraban inquietud.

-Regresemos a casa – Rukawa estaba decidido a volver sobre sus pasos, se detuvo al ver que no le seguía- ¿Qué ocurre ahora? –empezaba a inquietarse.

-Dime donde vamos..., no me gusta no saber donde me llevan.

-Yo tampoco lo se. Es una pequeña isla, al parecer pertenece a mi padre, yo lo ignoraba hasta hace unos días. No recuerdo su nombre, el representante de mi padre aquí en Kanagawa me dijo que tiene una cabaña, un pequeño puerto y una playa de arena y palmeras. Pensé que unos días de relax nos vendría bien.

El rostro de Hanamichi cambio su expresión se veía más relajada.

-¿Cómo se llama ese barco que nos llevara?

Rukawa se lo dijo. No le resulto difícil comprender que Hanamichi estaba pensando lo peor de él. Realmente estaba asustado.

-Nunca te haría daño…. –murmuró para si.

Hanamichi le escuchó y bajó la mirada avergonzado de sus pensamientos. El resto del viaje procuró ser más amable con él. La barca que les llevó era de pescadores, al parecer era lo único que podía llevarles. El viaje iba a durar poco más de una hora y tras pedir permiso Hanamichi, tomo una caña de pescar y se dedicó a echar el sedal con un cebo al agua. No pesco nada, pero al menos estuvo tranquilo y relajado. Entretanto Rukawa hablaba con el patrón del barco. Así se entero que no había ningún medio de transporte a la isla, que solo yendo expresamente allí podían salir, que estaba deshabitada desde hacia unos quince años, le dio a entender con sus palabras que conocía al propietario aunque durante esos últimos años no le vió por allí, ni supo de ningún otro barco de mayor calado que se acercara a la isla. Ellos eran los primeros en mucho tiempo. La isla no era extensa, tampoco excesivamente pequeña.

Rukawa  escuchándole pensaba que tal vez no fue una buena idea ir allí y si no tenían un techo sobre el que cobijarse, ni comida, ni ropa, ni nada, ni siquiera la posibilidad de marchar si efectivamente tenía que ir exclusivamente a buscarlos. Decidió comprobar primero si disponían de un lugar cómodo para habitar, lo demás era cuenta de ellos.

Cuando llegaron al pequeño puerto, antes de desembarcar, Rukawa le pidió que esperara hasta que él viera si podían quedarse, junto con el coche le habían entregado un sobre, en su interior  encontró un plano del lugar donde se ubicaba la cabaña, así que decidió ir a ver si seguía en pie.

-Voy contigo –Hanamichi recogió sedal y guardó la caña.

-Quédate –le pidió mirando hacia el patrón del barco- No tardaré.

-¿Es segura la isla?

-Si. No creo que ni los piratas se atrevan a meterse con la yakuta, con toda probabilidad saben que la isla esta protegida. Intentare regresar lo más rápido posible.

Hanamichi le miró marchar y después se acercó al barco pasando un pie hacia la cubierta sentándose en la borda quedando a horcajadas. El patrón del barco se mantuvo ocupado en sus asuntos, entretanto Hanamichi esperaba el regreso de  Rukawa, empezaba a impacientarse una hora después cuando le vió regresar.

-Nos quedamos –dijo cuando se acercó- Al parecer alguien se nos adelantó y ha dejado todo preparado para recibirnos.

Hana recogió sus bolsos y se despidió del patrón del barco con una inclinación.

Rukawa hizo otro tanto después de pedirle que no olvidara regresar por ellos al cabo de dos semanas.

-Estaremos aquí esperándole a esta misma hora. –y Rukawa fue tras los pasos de Hanamichi.

 

Continúa…


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