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Liveliness por ksjoonah

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Notas del capitulo:

Perdonen la tardanza jaja

Bueno aqui les dejo un nuevo capitulo :)

Espero les guste

m(^.^)m

Capitulo 6

 

Durante la primera semana de habernos mudado a casa de la familia Do, Kyung Soo insistió en hacerme conocer la ciudad. La falta de ánimos, fue un motivo inútil para poder convencerlo de que no me apetecía salir ni a la esquina. Éste de todos modos, siempre lograba su cometido.

-Dale- dijo en tono meloso haciendo un puchero -Verás que te gustará. Goyang es una bella ciudad donde hay mucho que hacer- hasta sus palabras sonaban convincentes.

-¿Por qué no me entierran vivo y me dejan morir por sofoco?- pregunté irónico mientras hundía mi cabeza en la almohada, pero al ver la expresión de desilusión en la cara de D.O, me sentí culpable -Bueno… espera a que me levante- dije y luego salí de la cama.

-Realmente será un gran día- declaró lleno de euforia, al tiempo que me arrastraba hasta el baño.

-¡¿Pero qué haces?!- chillé cuando él me estaba sacando la ropa.

-Te ayudaré a bañarte- dijo inocentemente.

-¡Estás loco! ¡Sal de aquí!- grité mientras lo empujaba fuera del baño -¡Yo me lavo solo!- había cerrado la puerta de un portazo por lo que me asusté de haberle hecho daño. Afortunadamente, no fue así ya que lo escuchaba del otro lado bailotear de felicidad.

Luego de quitarme solo la ropa, abrí la ducha y mientras esperaba que el agua se calentara me miré al espejo. Estaba muy sonrojado por la insistencia de Kyung Soo

-¿Cómo se le ocurre querer ayudarme a lavar mi cuerpo?- suspiré al ver mi reflejo -Si notase lo que me pasa por su culpa- declaré, luego de dirigir una rápida mirada hacia mi entrepierna. No podía permitir que él, se diera cuenta de mi erección matinal -¡Basta de tanta reflexión!- me metí bajo la ducha y dejé que el agua abrasadora se llevase todos mis libidinosos pensamientos.

 

El trayecto al centro comercial pareció ser bastante corto, ya que me entretuve hablando con Kyung Soo de los diferentes negocios por los que me llevaría. No me sentía muy emocionado ya que comprar no era algo que me divirtiese,  pero el hecho de estar junto a él, hacia que mi corazón latiese frenéticamente.

Cuando llegamos, él me hizo recorrer local por local y quiso que me probara montones de prendas. Yo no estaba de acuerdo en que me pagase por todo aquello, pero no paraba de insistir por lo que acepté.

Luego de dos horas de mirar tantos aparadores, cargando alrededor de veinte bolsas de prendas y objetos de decoración, le supliqué tomar un descanso.

-Si tomemos un descanso- dijo aún repleto de energía -Te invitaré a un café en donde sirven unas tortas de maravilla.

Caminamos unas quince cuadras hasta el bendito café y cuando llegamos me desplomé en la silla.

-¿Me puedes explicar por qué tan lejos?- pregunté entre jadeos -Tuve que cargar todo esto y tú ni siquiera me ayudaste.

-No te quejes y fue decisión tuya cargarlo todo solo. Además, es el mejor café de la ciudad. Ya me lo agradecerás- comentó orgulloso y luego llamó a una moza que nos miraba desde que entramos. Pidió unos jugos y de las tortas, una de cada sabor.

-Me imagino que te lo comerás todo ¿cierto?- cuestioné luego de calcular el costo de toda la comida.

-No, te lo comerás tú- dijo con seguridad.

-¡¿Qué ideas tienes?!- chillé -Sabes que a mi no me gustan las cosas dulces.

-No seas tonto. Ya verás que te gustará tanto, que no dejarás nada.

-Pero si ni siquiera tengo hambre- protesté haciendo berrinche.

Él había tenido razón cuando dijo que no quedaría nada. No creí que fuese a ser tan delicioso. Al empezar a comer, me había agarrado mucho apetito y no podía parar.

-Toma, prueba ésta. Es mi favorita- dijo luego de untar la cuchara en una torta e introducirla en mi boca furtivamente, parecía ser de fresa y chocolate.

-No es tan dulce como pensé. Me gusta- declaré.

Me sonrojé furiosamente, cuando D.O rozó su dedo pulgar por mi labio inferior que aún conservaba algo de chocolate, para llevarselo a la boca de forma muy sensual.

-Mucho más delicioso- una gran sonrisa se asomó por su boca y mi corazón empezó a palpitar desbocado.

-¿Te encuentras bien?- preguntó, luego de que su expresión se tornase angustiada al verme.

-Vamos a casa. Sólo estoy muy agotado- no quería que me viese enfermo, pero menos que se diese cuenta de mis sentimientos, por lo que evadí cualquier pregunta.

-Perdona, no debería haberte traído- se disculpaba al tiempo que llamaba a la moza para que nos trajese la cuenta.

-No tienes que disculparte. Fue lo mejor que me pasó en toda la semana.

-Está bien. Volvamos- dijo con una amarga sonrisa. Él no parecía estar muy convencido, por lo que durante el trayecto de regreso me preguntó si quería pasar por el hospital, pero yo me negué rotundamente. Todo lo referido a un hospital, me hacía recordar a Kai, y no pensaba dejar que mis bellos momentos junto a Kyung Soo se vean arruinados por los pensamientos que me traía ese sujeto.

 

Los siguientes días fueron una real tortura. Todos en casa, insistían en que volviese al médico. Kyung Soo les había dicho que yo no me estaba sintiendo bien, lo cual era cierto de algún modo, pero el verdadero motivo de mi malestar era debido a él. No podía decirle lo que sentía, para no arruinar nuestra amistad de tantos años y porque quería mantenerlo lo más posible en mi corazón. Si él estaba junto a mi podría seguir viviendo, eso lo sabía claramente porque representaba mi todo.

 

Después de unos días me enteré que mis buenos momentos se acabarían pronto. Me había levantado de la cama por que me sentía muy deshidratado, por lo que me decidí a bajar a la cocina a buscar algo que calmase mi sedienta garganta.

Cuando me encontraba en la oscuridad del segundo piso escuché voces provenientes de la planta baja. Mi madre estaba hablando con el señor Do y su esposa en la cocina. Al no poder oír bien lo que decían, me escondí tras la puerta entornada y me asomé por la rendija.

-¡¿Por qué Sang Woo?!- dijo mi madre al señor Do, antes de que sus piernas flaqueasen y terminase cayendo al suelo. Sus ojos se llenaron de desbordantes lágrimas y el padre de mi amigo se acercó preocupado.

-No tiene ningún sentido seguir ocultándoselo- declaró él mientras apoyaba su mano en el hombro de mi madre -Él tiene todo el derecho a saberlo. Ya no es un niño, pero sigues tratándolo como uno- sus palabras me hicieron asentir inconscientemente, ya que supuse que hablaban de mí. Quería escuchar más por lo que agudicé mi oído.

-¡No podemos hacer eso!- vociferó la señora Do a su marido -¡La verdad lo enloquecerá!

-¡Mi intención no es asustarlo!- contestó él de la misma forma que su mujer. Parecía que estaban armando un gran alboroto, hasta que repentinamente el señor Do se calmó -Pero no hay otra alternativa. Su estado es peor a cada instante que pasa y los estudios son prueba de ello.

-Pero todos estos años lo he mantenido en secreto- dijo mi madre aún sollozando -¿Cómo debería decirle algo tan doloroso?

-Tarde o temprano lo sabrá y el dolor será aún mayor- finalizó él y ayudó a mi madre a levantarse ya que le resultaba muy difícil.

 

El estar enfermo era una realidad innegable, pero no era tan lamentable como el sentimiento que tenía en ese instante. Sentí que todo a mi alrededor, se basaba en puras mentiras y todos aquellos que creí alguna vez cercanos a mí, eran unos farsantes. Ellos sabían de mi enfermedad y yo era un completo imbecil por no suponerlo.

Ya no podía aguantarlo más, por lo que quise ponerlos en evidencia. Intenté dirigirme hacia ellos pero luego del primer paso, el dolor que recordaba agonizante, se volvió a apoderar de mi corazón. Tomé una gran bocanada de aire para relajarme, pero sentí que mis pulmones no se llenaban y lo volví a intentar. En cada tentativa, el daño en mi pecho era mayor. Traté de sujetarme de lo que tenía al alcance, pero mi entorno se oscureció y caí en lo que creí, mi último respiro.

 

Aún estaba vivo ya que había despertado nuevamente en un hospital y mi madre me observaba evaluando mi aspecto. La ignoré, dirigiendo una mirada a través de la ventana. Ya era de día, por lo que supuse que habría dormido toda la noche.

-¡Al fin te despiertas!- exclamó ella con una sonrisa y me estrechó en un fuerte abrazo. Sentí sus sollozos en mi oído y la alejé de mí.

-¿Acaso te crees que tus llantos me engañarán nuevamente?- ladeé la cabeza hacia un lado y una risa ladina se escapó de mis labios. El disgusto me estaba trayendo nauseas -Ojalá me muera pronto así no tendrás que tolerarme.

-¡¿Pero qué estás diciendo?!- chilló ella con un tono impaciente y me tomó de los hombros para que la viese.

-Eres realmente lamentable- una sonrisa amarga se dibujó en mi rostro, al tiempo que me zafaba de su agarre -¿Pensabas seguir mintiéndome? ¿Por cuánto tiempo más?- esperé algunos segundos para que contestara pero parecía muy nerviosa, lo cual me impacientó -¡Eh! ¡Contesta de una maldita vez!- ahora las lagrimas empezaban a caer por mis mejillas y una se adentró en mi boca. Su salino sabor era más fuerte que cualquier otra vez, por lo que pensé que se debía a que mi tristeza era mayor también.

La miré directamente a los ojos, esperando respuestas. Quería que me dijese que todo aquello era mentira y que había sido todo una locura mía. Sin embargo, mi madre no hizo ademán de hablar, por lo que todo había sido verdad.

-Deberías irte. Quiero estar solo- declaré mirando hacia un lado -Una sola cosa más. Dile a Kyung Soo que entre. Sé que está detrás de la puerta.

Ella no dijo nada más y se dirigió hacia la salida de la habitación. Repentinamente se detuvo, por lo que oí.

-Quiero que sepas que lo siento. Eres mi hijo y te amo- no supe cual era su expresión en ese momento pero pude imaginarlo por su tono de voz. Estaba muy afligida. Tragué duro, con un amargo sentimiento, y cerré mis ojos para liberar tensiones, ya que me sentía muy miserable. Haberle dado la espalda me dio pena, por lo que al menos a D.O, quería hacerle frente.

Cuando Kyung Soo entró al cuarto, no me miraba. Estaba con la cabeza gacha y parecía observar las líneas que se formaban entre los zócalos del piso. Se acercó junto a mi cama.

-Lo siento- dijo luego de romper en un llanto incontenible.

-¿Porque sientes todo? ¡Esto no ha sido culpa tuya!- vociferé, ya que me estaba sacando de quicio.

-Pero…

No podía soportarlo, por lo que lo tomé por el cuello de la camiseta para que se callara. Tironeé más de él, para acercarlo hacia mí y le dí un beso. Como Kyung Soo no parecía reaccionar, lo agarré de la nuca con ambas manos y con un pulgar abrí sutilmente su boca. Me estremecí al sentir su delicioso aliento abrasador mezclarse con el mío, lo cual me excitó y me hizo perder el control. Mi lengua entró en su boca, de forma necesitada, demandando por la suya. Ante esto, él pareció volver en sí ya que intentaba alejarme. Sin embargo, yo ya no me encontraba sentado en mi cama, sino que me había arrodillado y lo sujetaba muy fuerte contra mi cuerpo. Kyung Soo lanzó un gemido, al sentir mis frías manos por la piel de su espalda bajo la camiseta. Cuando noté que me exigía aire, me separé de él pero nuestros labios aún estaban conectados por un pequeño hilo de saliva. Me dispuse a contemplar su sonrojado rostro y emití una risa picarona, al ver que parecía haber entrado en una especie de trance. Me volví a acercar hacia su boca y le dí otro beso, pero esta vez fue un leve roce. Luego uno en el comienzo de su mandíbula y seguí con el cuello hasta llegar a donde se encuentra la clavícula. Dejé una marca de propiedad, la cual hizo que ahogara un gran gemido y me dirigí hasta su oído.

-Me vuelves loco- declaré con un aire de superioridad, después de escuchar los sonidos de placer que salían con fuerza por su garganta -Me gustas- dije ahora con seriedad para que entendiera que no era un juego y me acosté nuevamente en la cama.

-¿Cómo? ¿Tú… cómo?- tartamudeó sorprendido. No parecía comprenderlo, pero no pude explicarle nada ya que tocaron la puerta. A su vez, Kyung Soo aún parecía ensimismado en sus pensamientos.

 

-¡Adelante!- exclamé para que el que fuese que estaba afuera me escuchara.

Mi madre entró a la habitación, seguida del señor Do y se acercó a mi amigo.

-Ven D.O.- dijo tomándolo por los hombros para que él la acompañase, pero esté no se había enterado siquiera de su presencia -Tu padre tiene que hablar de algo importante con Suho- agregó empujándolo fuera de la habitación.

Una vez ellos salieron, el señor se sentó junto a mi cama.

-Me imagino que sabes a que vengo ¿no?- dijo al fin.

-Si- admití -Padezco de algo en el corazón ¿cierto?

-Es complicado de explicar- se tomó unos momentos para meditar sus palabras -Tu corazón habitualmente, late el doble de rápido que uno normal y esto lo traes de nacimiento.

-¿Qué quiere decir?- cuestioné.

-El problema es que en estos últimos años pareces haber sufrido mucho estrés y esto produjo que tu corazón cambiase radicalmente su ritmo y a su vez tengas problemas circulatorios graves.

-¿Puede ser más específico?- no lograba entender a donde quería llegar con tanto término médico.

-Si no te operamos pronto, tendrás un fallo cardíaco- trataba de ser lo más claro, pero la única forma para que pudiera comprenderlo, era siendo directo y preciso -Por tanto una muerte inminente.

-Muerte- dije con amargura.

-Pero todavía estamos a tiempo. Habría que operarte urgentemente y…- se vio interrumpido.

-No voy a operarme- expuse callándolo -Esa es mi decisión.

-¡Pero con la cirugía y un tratamiento estarás curado!

-No tengo motivos para arriesgarme a una operación de la cual no se si luego podré contarlo. Esta es mi resolución- eso era lo que yo quería en ese momento.

-Con que necesitas motivos ¿eh?- escuché una voz conocida tras el señor Do. Ambos curiosos, nos asomamos para ver de quien se trataba. Una risa socarrona se escapó de mis labios cuando lo vi. El sujeto que recordaba muy molesto, estaba bajo el umbral de la puerta.

-¿No te enseñaron a tocar?- pregunté irónico, al tiempo que realizaba el gesto para demostrarle como se hace.

-Toqué pero nadie pareció escucharme, por lo que entré sin permiso- declaró en una gran sonrisa y luego saludó al señor Do.

-¿Cómo estás Kai?- preguntó el médico sentado junto a mi cama.

-Bien, sólo pasaba por aquí.

-Que incordio- comenté del asco que me producía ver su falsa sonrisa regodearse por el lugar.

-¡Suho debes comportarte!- exclamó el señor Do -A partir de ahora él será tu médico- agregó en lo que produjo, que quisiese ahogarme en un océano o ahorcarme. No era una mala idea, ya que de todos modos pronto moriría.

-Es un chiste ¿no?- emití un sonido de disgusto -¿Él mi médico?- empecé a reírme a carcajadas y ellos parecieron no entender que me resultaba tan gracioso por lo que callé tapándome la boca.

-Los dejaré solos para que hablen- dijo al fin el padre de mi amigo y se fue por donde entró.

 

Una vez solos, nuestras miradas se cruzaron y Kai ya me atravesaba con sus grandes ojos.

-Los niños traviesos necesitan una buena dosis de disciplina ¿no estás de acuerdo?- comentó y empezó a caminar hasta donde yo estaba.

No me habían asustado sus palabras, sino lo que veían mis ojos. Su sonrisa era seductora pero también poseía maldad. Esa fue la primera vez que alguien me causaba tal aterradora sensación. 

 

Notas finales:

Sobre la enfermedad de Suho...

¬¬ jaja fue medio invento ;P

 

Bueno nos vemos pronto n.n


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