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ricos y humildes por dou-san

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Notas del capitulo:

bueno, aprovechando mis vacasiones de invierno (que son muy cortas para mi gusto) he traido una nueva historia, ojala y espero que les guste, como ustedes creo que ya intuyen es un narusasu antes que todo :D 

gracias.....

los personajes son de kishimoto y todo lo demas que sea lo que sea....

 

 

 

 

                                                                                        dou-san

I

Los Namikaze.

 

 

Los grandes bosques que cubrían los extensos campos verdes… la naturaleza infinita y tranquila… el tierno sonido producido por los pájaros al trinar. La sabiduría y el conocimiento completo se dan en estos terrenos sin señal de la mano del hombre, excepto por una persona que…

Corría con gran agilidad por el gran bosque, esquivando rápidamente los frondosos y robustos árboles que se cruzaban en su camino; robles, eucaliptos, sauces… quebrando las hojas secas y ramas viejas que llegaba a pisar, hasta que  se detuvo frente a un gran tronco hueco, ubicado en el centro de aquella pintoresca selva, el cual era el hogar de un pequeño enjambre de abejas que revoloteaban alrededor de su panal —Aquí es—. Anunció en voz alta, con una sonrisa. Tomó unas hojas del suelo, juntándolas en un viejo tarro de frijoles que sacó del “bolso portátil” que colgaba de su cinturón, para luego derramar un líquido gris dentro, que provocó el surgimiento de un humo desde su interior. Dejó el recipiente en el suelo para después, simplemente, darle una patada con la intención de que golpeara el panal, y así se alejaran las abejas. Se acercó como si nada, tomando un trozo de la colmena que se encontraba cubierto por la dulce miel, pero…

—¡Ah!— Jadeó con sorpresa, en el momento en el que un oso apareció en su retaguardia. El joven sonrió al gran animal, mostrándole su perfecta dentadura. El mamífero, dispuesto a atacar, corrió hacia él con la intención de embestirlo; pero éste, en un ágil movimiento, consiguió esquivarlo. El oso se paró en sus patas traseras, pero el joven aprovechó su torpeza y lo derribó, enfureciendo así al animal —¡Vaya!—  Expresó, mientras tomaba una de sus patas, aplicando el quiebra nueces en su parte noble de macho. El oso chilló de dolor —Si no aprendes a compartir, le diré a mi padre que te cace y a mi abuela que te cocine—. Amenazó justo antes de soltar al animal, quien huyó despavorido.

 

NS

 

Al otro lado del bosque, en una cabaña construida con pinos que se veía bastante tranquila y acogedora, ingresaban dos jóvenes de aspecto humilde pertenecientes a la pequeña aldea aledaña a dicha vegetación.

—Abuela…— Llamó un chico regordete, que se sostenía fuertemente el estómago con un gesto de profundo dolor.  Llegó acompañado de una chica de cabellos rubios.

—¡No me llamen abuela!— Dictaminó la mujer alquimista -por así decirlo-, mientras sacaba el gran cucharon de manera (tallado a mano) de una gran olla, junto con otros artefactos extraños en lo que era la parte trasera de la humilde morada.

—Necesitamos sus conocimientos medicinales…— Explicó la hermosa joven, sosteniendo un cabrito entre sus brazos.

—¿Ah, sí? dime qué es lo que pasa.

—Verá…— Empezó a hablar el chico, lamentándose —Es que… no sé qué comí, pero no puedo eructar—. La mujer de abultado pecho inclinó la cabeza hasta posarla sobre la gigantesca barriga, para luego separarse lo suficiente como para poder brindar un fuerte puñetazo en la boca del estómago del muchacho. El joven de gruesa contextura dejó salir un estruendoso y repugnante eructo, que resonó en todo el lugar; y que, segundos después, se vio seguido por un sonoro pedo. 

—Gracias, enfermera—. Se despidieron los chicos con expresión de alivio, totalmente satisfechos por sus servicios.

—De nada, hijitos—. Se volteó, después de dedicarles una ligera sonrisa, con la intención de continuar con su “cocina”.  

 

NS

 

Cerca de los pantanos, el silencio adornaba el ambiente; en realidad, todo sería como siempre en aquel lugar si no fuera por los casi imperceptibles pasos de un hombre de elevada estatura, que sostenía firmemente una escopeta en sus manos. Llevaba un sombrero de vaquero ocultando su cabello de un rubio escandaloso, y vestía su preciada chaqueta de cuero. A su frente, un zorro con pelaje abundante y rojizo de gran tamaño olfateaba un rastro detenidamente a lo largo de todo el terreno, hasta que…

—Lo encontraste, Kyuubi…— Musitó sonriente, ocultando parte de su rostro bajo el sombrero. El zorro, con su feroz agilidad, persiguió a un conejo hasta acorralarlo y obligarlo a salir de su escondite, asustándolo por medio de sus aullidos.

Lo siguiente que se pudo percibir en el amplio bosque fue el sonido de un disparo.

—¡No lo dejes ir!— Ordenó con su tono campirano, apuntando otra vez al roedor, para luego disparar y fallar de nueva cuenta.

Se dio de pronto una gran sacudida de tierra, producto del disparo anterior, seguida de una especie de explosiones excesivas alrededor de esa área que sorprendieron tanto al hombre como a los animales. Una gran cantidad de un extraño y viscoso líquido negro se desprendió del suelo, salpicando todo a su alrededor como si fuera una fuente. El hombre se vio bañado por completo por aquella espesa lluvia negra…

—Mira nada más…

 

 

 

 

—¡Abuela Tsunade!— Exclamó aquel joven que anteriormente se vio enfrentado con el feroz oso, cuando se encontraba en busca de algo de miel. Era un chico de ojos tan azules como ese cielo de las montañas, con un cabello tan rubio que era capaz de camuflarse con los destellos del sol, y unas cicatrices en ambas mejillas (causadas por una pelea con otro oso) que le daban el aire de un pequeño zorro.

—¡No me llames abuela!— Replicó a la vez que le lanzaba un cucharón, ahora de metal, a la cabeza de su querido nieto… pero éste, sin ningún problema, lo esquivó. —Santo cielo, Naruto, me sacarás arrugas.

—¡He llegado con mucha hambre! ¿Qué hay para cenar ttebayo?— Tomó unos platos para colocarlos en la mesa hecha de roble, junto con otros cubiertos que organizó de forma perfecta.

—Liebre y tórtola—. Avisó la mujer que, a pesar de sus avanzados años, se veía como toda una adulta joven. ¿Por qué? Fácil, ella era la “alquimista Tsunade” y muchos decían que había descubierto el elixir de la vida eterna.

—¿Y mi papá?— Preguntó, mirando a todos los lados de la casa.

—De caza—. Contestó, en el mismo momento en el que se escuchó el sonido de la puerta abriéndose.

—¡Papá!— Saludó Naruto, con mucho entusiasmo, al hombre que recién llegaba, pero…

—¡Dios santo, Minato!

—¿Qué te paso, tteba?— Cuestionó el menor al hombre que apenas ingresaba en casa: Minato Namikaze. Un hombre alto, de ojos azules y cabellos dorados, con una apariencia muy similar a su hiperactivo hijo —¿Qué es esa cosa negra que te chorrea?— Se acercó un poco, alzando una ceja de manera curiosa.

—¡Y yo qué sé!— Se quejó, sacándose la chaqueta con pesadez —Pero me ha dejado como un pato sin plumas—. Cuando se iba a quitar el gorro, notó de nuevo esa detestable viscosidad sobre él. Observó con detenimiento el objeto, al tiempo que se formaba en su rostro una mueca de fastidio —¡No! ¡Mi sombrero!

—No es cualquier cosa, hijo—. Tsunade se acercó a él, chequeando de forma crítica el líquido sobre el sombrero —Es petróleo.

—¿Y qué es eso, ttebayo?

—Combustible, Naruto—. Continuó su padre —Lo limpiaré después, ¿Qué hay de cenar?

—Conejo y tórtola—. Minato sonrió, sentándose en la silla principal de la mesa.

—¿Y Kyuubi?

—Esa bestia cobarde desapareció tras el estruendo de los charcos—. Explicó el mayor.

El rubio menor dejó salir una pequeña carcajada, para luego dirigirse hacia la puerta con intención de cerrarla; pero se detuvo al sentir un objeto que le impedía realizar la acción —¡Kyuubi!— Exclamó con tono alegre, dejando pasar al animal que traía un conejo muerto en el hocico. El zorro observó a Minato con una expresión de “¿Quién es cobarde?” —Sólo fue a buscar su comida—. Aclaró, para luego cerrar la puerta y dirigirse a cenar con su familia.   

 

 

 

Un helicóptero sobrevolaba los campos verdes, en búsqueda de una casa en específico, hasta que…

—¡Aquí! ¡Es la residencia Namikaze!— Señaló una casa de madera, en cuya parte delantera se veía a un joven jugando con un animal.

—Descenderemos de inmediato—. Anunció el piloto. El helicóptero se acercaba a la tierra a paso lento. Con su estruendoso sonido espantó a las ovejas, a los caballos y a las cabras, dejando a las vacas y a los cerdos gimiendo en sus corrales.

—¡¿Qué es eso ttebayo?!— Gritó Naruto, sosteniéndose con una mano el sombrero de paja que amenazaba con salir volando debido al fuerte viento, mientras Kyuubi subía con rapidez hasta su hombro derecho.

—¡¿Qué diablos…?!— Tsunade salió de la casa, preocupada porque las ropas no se cayeran de su tendedero. Observó con detenimiento la aeronave, hasta que el movimiento cesó y notó cómo Minato salía exaltado de la casa.

—¡¿Qué es esto?!

—¡Señores Namikaze!— Exclamó un hombre de apariencia elegante que bajaba de un salto del transporte, con otro sujeto de aspecto similar siguiéndole los pasos.

—¿Quién demonios es usted?— Cuestionó Tsunade, a la defensiva.

—Y usted, señora, debe ser la esposa del señor Namikaze—. Comentó con una sonrisa aquel hombre que llevaba un mondadientes en la boca y que, a pesar de su traje formal, también portaba un pañuelo en la cabeza.

Tsunade carraspeó suavemente ante dicho comentario —Bueno…— Sintiéndose halagada, se llevó las manos a la cintura.

—No, es mi madre—. Corrigió Minato, con una expresión divertida en su rostro.

—Ya veo… Señor Namikaze, déjeme presentarme: Genma Shiranui, para servirle–. Extendió su mano de forma educada, pero se vio rechazado burdamente por el rubio mayor –Y éste es mi compañero, Hayate Gekko.

El nombrado tosió un par de veces antes de retomar la palabra —Buenas tardes—. El sujeto poseía un rostro que se mostraba realmente demacrado. Parecía más un enfermo que un ejecutivo, además de que tosía constantemente.

—¿A qué debo su visita, señores?— Habló el dueño de casa con tono firme, mirando con dureza a los visitantes.

—Hemos venido a hablar de negocios, Señor. ¿Podríamos pasar?

—Mamá—. Llamó a la rubia, quien le dedicó de inmediato una mirada –Prepara un poco de jugo de ciruela para los señores; aunque siento que esta visita será corta—. Los invitó a pasar, seguidos por Naruto que llevaba a Kyuubi en su hombro.

—Bien, Señor…

–Tomen asiento–. Solicitó Minato, dejándole las palabras en la boca al hombre con el palillo en los labios. Tomó un paño y su sombrero, disponiéndose a continuar con la limpieza del mismo —Ahora, díganme–. Naruto dejó a Kyuubi abajo, y tomó asiento frente a los hombres.

—Bueno, Señor Minato…

—¡Oh!— Exclamó el rubio de repente, interrumpiendo sus palabras —Por favor, dígame Señor Namikaze—. Sonrió a los ejecutivos. Se percibía la tensión en el ambiente. Aunque su verdadera intención era hacer negocios, ambos hombres se sentían bastante incómodos ante esos peculiares personajes de cabellos rubios.

—Señor Namikaze, venimos en nombre de la corporación Akatsuki con el fin de realizar un trato con usted, respecto al reciente hallazgo del yacimiento de petróleo.

—¿Se refieren a ese charco negro?— Preguntó el joven rubio.

—Así es–. Coincidió Hayate.

—Nosotros podríamos proporcionarles una mejor vida—. Empezó a hablar Genma –Imagínese, Señor… Bueno, supongo que ustedes conocen las grandes ciudades.

—Somos campestres—. Expuso Tsunade, sirviendo con brusquedad un poco de jugo en los vasos de los invitados –Pero no nos vea con cara de idiotas, hijito.

—Madre–. El de ojos azules hizo una señal con la mano, indicándole que debía controlar su humor.

—Usted, joven Namikaze—. Se dirigió a Naruto –¿Ha ido a la escuela?

—No—. Respondió sonriente.

—Lo ve, ¿Señor?— Regresó su mirada a los ojos del mayor –Podría brindarle muchos beneficios a su hijo. Sería capaz de acceder a grandes sumas, inimaginables, de dinero.

–¿Se refiere a esto?– Tsunade mostró varias pepitas de oro que sacó del bolsillo de su delantal.

—¡Dios mío!— Se levantó el más sano de los dos –¡¿También poseen una mina de oro?!

—Mamá, guarda eso.

—¡¿Se imagina las oportunidades que tendrían con todo esto?! ¡Podrían conocer otros lugares, aparte del campo! ¡Su hijo podría estudiar, Señor!

—Perdóname, hijito—. Pidió Tsunade, dando un golpe a la mesa tan brutal, que casi consigue partirla en dos –Mi nieto puede que no haya ido a la escuela, pero definitivamente sabe más que ustedes dos juntos.

El hombre de apellido Shiranui carraspeó levemente antes de aclarar: –No nos referimos a la sabiduría— Tosió, demostrando incomodidad –Señora.

–En realidad, la abuela Tsunade se refiere a que aquí en casa he aprendido cosas de niveles universitarios; sé de economía, ciencias y naturaleza, matemáticas, lengua castellana, y otras cosillas más ttebayo– Sonrió con soberbia, esperando la última palabra de su padre.

—¡Por favor, Señor! ¡La fuente de petróleo que se encuentra en sus tierras ha sido la más grande descubierta hasta ahora!– El Namikaze terminó de limpiar su preciado sombrero con total calma, para acto seguido colocárselo y mirar al hombre que tenía enfrente. El ejecutivo se veía desesperado.

—¿Cuáles son las cosas que se me ofrece a cambio? Y me refiero a algo que yo no posea, Señor…

—¡Minato!— El aludido levantó una mano por segunda vez, en un intento por tranquilizar a su madre.

—¿Y bien?— Ambos tipos estaban en blanco, no sabían qué decir, y por ello perderían el negocio de su vida.

—¿Nos daría tiempo para pensarlo?

—Sólo espero que sean razonables, señores…

 

NS

 

El cielo nocturno es siempre tan hermoso… lleno de centenares e infinitas estrellas, esos astros  tan místicos…

Naruto yacía recostado en una de las ramas de un gran roble que se encontraba cerca de su hogar, y que le permitía divisarlo desde allí debido a la altura de éste; pero, en ese momento, sólo se dedicaba a pensar… con Kyuubi recostado en su regazo, dormitando mientras él admiraba la infinidad oscura del universo.

—La ciudad…— Murmuró, contemplando la constelación de orión. Él no conocía la ciudad, ni la playa, y mucho menos otros países. Su vida siempre estuvo ligada al campo, y no se quejaba, porque en realidad no le molestaba una vida tranquila, pacífica, sólo con los conocimientos que su abuela le ha dado con el pasar de los años. Y es que ella aseguraba que con eso era más que suficiente. —Ah… ¿Sabes, Kyuubi? Hay algo en mi cabeza que me grita que vayamos a la ciudad, ¡No! ¡Algo en mi corazón!— Se sentó mirando al fiel zorro, con un brillo intenso en sus ojos –¡Estoy seguro de que encontraré algo valioso allí, ttebayo!— Kyuubi no emitió sonido alguno; sólo observó a su amo, transmitiéndole sus sentimientos en ese momento —Sé que piensas que soy un tonto, tteba—. Tal y como le había dicho una vez su abuela: “existe una lenguaje universal, la lengua raíz del árbol que une a todos los seres”; y él siempre la ponía en práctica –Bien–. Kyuubi se posó en el hombro del rubio —Vámonos–. Anunció, antes de empezar a descender tan ágilmente como había subido.

 

NS

 

—Minato–. Tsunade, sentada cómodamente en una mecedora, pronunció el nombre de su hijo con el fin de captar su atención. La rubia llevaba un viejo y pesado diario en su regazo –Me gustaría que lo reconsideres; aparte, ¿Por qué razón iríamos a la ciudad de Konoha?

—Ya te lo he dicho, madre—. Contestó, dedicándose a mirar un cuadro donde aparecían él, su difunta esposa, Kushina, y Naruto –Quiero que Naruto conozca otros lugares…

—¿Qué te hace pensar que él quiere conocer otros sitios?

Minato, ante esa pregunta, se volteó para poder mirar fijamente los ojos de su madre. Luego de algunos segundos, le sonrió con seguridad –Porque lo he visto mirando el horizonte; soñando despierto con conocer más allá de los prados… además, también quiero que vaya a una escuela, apenas tiene 17 años y sé que no le será difícil adaptarse.

—Él posee los conocimientos necesarios para todo hombre–. Contraatacó —Ir a una escuela… ¡En esas cosas sólo nos enseñan a desear lo material, y a quedar ligado a lo terrenal! Naruto sabe lo que suelen enseñar en las escuelas ¡Y hasta más!– Exclamó la enfermera, satisfecha por dejar en claro los dones de su adorado nieto, olvidando por completo sus falencias.

–“Porque todas las personas tienen una idea exacta de cómo debemos vivir nuestra vida. Y nunca tienen idea de cómo vivir la suya propia.”* ¿Recuerdas eso, madre?

—¿Cómo olvidarlo? Lo dijo tu padre Jiraiya antes de emprender su viaje por los densos y traicioneros terrenos de Suna— Rió con sorna —Bueno…— Sonrió al recordar el mencionado lugar —El desierto sólo es traicionero para quien no es capaz de escucharlo.

–Por esas mismas palabras quiero preguntarle a Naruto si prefiere quedarse o cumplir su añoranza, ¿Sabes? Puede que sea “el principio favorable”*, ¿No te parece? Puede que el destino esté animándonos para emprender este viaje.

—Puede ser, me alegra saber que algo has aprendido—. Sonrió Tsunade, levantándose de la mecedora para apoyar su mano en el hombro de su hijo, denotando el profundo orgullo que sentía por él.

Su hijo simplemente soltó una alegre carcajada. En eso, se escuchó el sonido de la puerta abriéndose, que provocó que ambos rubios voltearan en su dirección y así notaran cómo Naruto ingresaba a la habitación, sonriente como siempre —¡Hijo! ¡Me alegra que aparezcas justo en este momento!

—¿Eh? ¿Por qué?– Su padre avanzó hasta él, apoyando ambas manos en los hombros de su muchacho.

–¿Qué te parecería irnos a la ciudad?

—¿La ciudad?— Naruto no se molestó en ocultar su asombro —¡¿Hablas en serio?!— …ni su alegría.

—Claro, bueno, eso es si tú quieres.

—¡Por supuesto!— La mujer sonrió de lado, al igual que su hijo.

—Bien, entonces… ¡Dentro de poco nos iremos!— Exclamó con alegría —¡Los Namikaze se irán a vivir a Konoha!

 

NS

 

El gallo empezó a cantar anunciando el comienzo de un nuevo día; pero los habitantes de aquella aldea ya habían empezado su movimiento desde hace algunas horas atrás, más específicamente, alrededor de una casa en particular…

—Entonces… ¿De verdad te irás, Naruto?

—¡Así es, Kiba!— Contestó con tono jovial, a la vez que halaba con fuerza unas cuerdas para amarrar unas cajas detrás de la “camioneta”, de un aspecto algo rústico. 

—No te preocupes, primo, nosotros cuidaremos de tus bichos—. Comentó una chica que traía un corderito en sus brazos.

—Te lo agradezco, Ino—. Le removió algunos cabellos del rostro, sonriéndole con cariño, a lo que la chica se sonrojó —¡Oye, papá! ¡¿Qué más falta?!— Gritó desde su lugar a su padre, que se encontraba dentro de la casa.

—¡Faltan dos cajas!— Respondió éste con el mismo volumen de voz, debido a la distancia.

—¡Voy por ellas!— Expresó, mientras corría entusiasmado en dirección a la casa, pero… justo en ese momento, se percató de algo. —¿Eh? ¿Y la abuela Tsunade?

—¿Qué?— Tanto padre como hijo se miraron por unos momentos…

 

 

 

 

—¡De aquí no me mueven!— Gritaba Tsunade sosteniendo con fuerza un rifle entre sus manos, moviéndose al compás de la mecedora ubicada en la parte trasera de la casa, en su “laboratorio”.

—Pero mamá, no podemos dejarte aquí sola.

—¡La ciudad mis polainas! ¡Yo no voy a ningún lado hasta que tu padre regrese y mucho menos sin partirle el coco!

—¡Pero, mamá! ¡Ya envié una carta a mi padre diciendo que nos mudaríamos!

—¡Pero, vieja! ¡Qué terca eres!— Se quejaba Naruto, por su parte. 

—¡Terca tu otra abuela! ¡A mí nadie me mueve de esta mecedora!

 

 

 

 

—¡No pienso ir a ningún lado! ¡Suéltenme ahora mismo, par de atolondrados!— Se quejaba la rubia mayor, removiéndose de un lado a otro en su mecedora que yacía amarrada en la parte trasera del llamativo vehículo.

—¡Cierra el pico, abuela!— Naruto, en un acto desesperado, afirmó aún más el amarre del asiento de su abuela.

—¡Mocoso irrespetuoso! ¡¿Y quién diablos va a conducir?!— Cuando la anciana se enfadaba, no había quien la pudiera detener. Y mucho menos quien le cerrara la boca —¡¿Acaso tú, Minato?! ¡El que chocó el auto contra el baño conmigo dentro de él! ¡¿O tal vez Naruto?! ¡El desquiciado que casi nos mata en la cena cuando intentaba atropellar a un pollo!

—¡Yo no voy a conducir, abuela!— Exclamó Naruto, desesperado y avergonzado por recordar ese accidente. Minato se llevaba una mano al puente de la nariz, musitando para sí mismo un “Dios, dame fuerza” —¡Va a conducir el primo Shikamaru!

—Bien, con eso estoy más tranquila—. Miro en línea recta al camino.

—¡Hey!— Gritó el menor, al borde de la ira.

—Siempre tan problemáticos…— Musitó un chico de cabello negro (sostenido por una coleta alta) con una expresión de fastidio en su rostro. Bueno, con gusto Minato o Naruto habrían conducido, pero Shikamaru era el único en los alrededores que había viajado a la ciudad. ¡Hasta se había graduado de la universidad Sannin! —¿Nos vamos?

—¡Sí!— Naruto subió en la parte de atrás del vehículo, junto a Kyuubi, mientras Minato tomaba el asiento de copiloto con la escopeta en sus manos —¡Vámonos! — Y fue tras ese grito que todos los habitantes de la pequeña aldea los despidieron con disparos al cielo y exclamaciones de buena suerte.

 

Notas finales:

espero les haya gustado el primer cap

 *Ambas expresiones hacen parte del libro “El alquimista” de Paulo Coelho. Es decir, no me pertenecen.

a parte de esto ojala les haya sido de su agrado, espero poder continuar con este y mi otro fic 

 

muchas gracias

 

 

                   nos vemos

 

 

                                                           dou-san


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