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El rehén por Paz

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Notas del fanfic:

Este fic consta de dos partes.

El Rehén

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko

By Paz

I Parte: Apresado

 

19:30 p.m. Kanagawa

Sakuragi Hanamichi regresaba a su casa después del extenuante entrenamiento que Akagi les había exigido, redoblando sus esfuerzos para enfrentarse al Instituto Kainan, era bien sabido que estos llevaban dieciséis años clasificándose para los Nacionales, lo que daba a entender el gran nivel de juego que tenían los integrantes del equipo durante todo ese tiempo.

Tras la eliminación de Shoyo por el equipo del Shohoku, estos se verían enfrentados a esos poderosos rivales. Ellos estaban dispuestos a derrocar al Rey del Kainan, ese año llegarían a los  campeonatos  nacionales.

Con esos pensamientos, Hanamichi se iba aproximando a su domicilio, la calle aparecía desierta a excepción de dos tipos que conversaban animadamente en el bordillo de la acera, estaban ubicados junto a un coche con el motor en marcha. Supuso que estaban esperando por alguien, ya que no conocía sus rostros, no vivían en la zona, de eso estaba seguro.

Estaba tan agotado que su sentido de alerta no le advirtió del peligro, también fue debido a que al verles no le parecieron peligrosos, siguió andando acercándose a su casa situada unos metros más allá donde esos tipos estaban parados. Acababa de pasarles cuando se le atravesaron rápidos, uno delante y el otro a su espalda donde sintió un leve pinchazo.

-No intentes nada heroico... –dijo al ver la furia en sus ojos al ser sorprendido con la guardia baja- Sube al coche... –ante su inmovilidad le llevaron de un empellón contra el automóvil. Un tercero mantenía la puerta abierta, trastabilló y medio cayó sobre el asiento, pensó en escapar por la otra portezuela, más previendo su reacción apareció por ese lado uno cortándole la retirada y sentándose, cerrando la portezuela, el otro pasó detrás de él, quedando en medio de ambos.

Todo ocurrió tan rápido que ni siquiera le dieron opción para defenderse, se vió estrujado entre los dos hombres por la estrechez del asiento en el que no cabían tres personas y menos aún nadie con su talla, tenía las rodillas pegadas entre medias de los dos asientos delanteros, su bolso quedo enredado entre él y uno de sus aprehensores que se lo quitó echándolo por encima de sus cabezas en el espacio libre tras ellos.

-Ahí no molestará –ladró exasperado por la molestia que ocasionaba.

 Se cruzó de brazos con gesto altanero. ¿Que podían querer esos tipos de él? Es más, qué podía tener él que desearan. No poseía bienes propios, excepto su hogar, herencia de sus padres, con toda seguridad que se habían equivocado. Sería divertido ver sus caras cuando se enteraran que se confundieron de persona. Decidió molestarles un poco más.

-Tengo hambre...

Silencio.

-¿Sabéis lo que significa? –hizo un gesto de llevarse comida a la boca.

Una vez más le ignoraron.

No obtuvo respuesta. Le ignoraban mientras el conductor circulaba por las calles a una marcha prudencial. Era evidente que no deseaban llamar la atención.

Sakuragi con toda intención, clavó sus codos en los costados de sus aprehensores para hacerse con más espacio. Escuchar los dos gruñidos de dolor fue suficiente para que asomara una sonrisa en sus labios.

-¡¡Mantente quieto!!... –apretó con fuerza su brazo, clavándole los dedos en el músculo.

-¡¡¡Más todavía..., si apenas si puedo moverme...!!! –Estaba estrujado entre los dos esbirros- Si sigo más tiempo aquí me ahogaré.

El estrecho interior del coche estaba abarrotado con las cuatro personas y realmente el ambiente se estaba caldeando.

-Abriré un poco la ventanilla –avisó el que conducía. El calor se volvía insostenible y eso que el sol empezaba a ocultarse.

Sakuragi se mantenía tranquilo.

Volvió a hundirse en el silencio. Aunque no se quedaba quieto, miraba hacia un lado y otro de las ventanillas para ver por donde le llevaban.

De pronto, lo inesperado, dejo escapar una exclamación de sorpresa al ver a la persona que menos esperaba e que iba recto a estrellarse contra el coche.

-¡¡¡¡Cuidado!!!! –Gritó al ver que llevaba los ojos cerrados-¡¡¡Kitsuneeee!!!! –no supo que le llevó a gritar advirtiéndole del peligro.

Al instante, fue zarandeado con brusquedad obligándole a hundirse bajo el asiento, para impedir ser visto.

-¡¡¡¡¡¡Kitsune!!!!! –llamó gritando nuevamente.

-¡¡Mantente callado o te rajamos!! –dijo amenazante, mostrando ante sus ojos muy abiertos una navaja de considerable hoja.

Tras el encontronazo, el coche volvió a arrancar alejándose del chico de la bicicleta, que quedaba aturdido en mitad de la calle.

 

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Sacudió la cabeza, se sentía confuso tras la violenta colisión con la puerta trasera del automóvil, afortunadamente no circulaba rápido por lo que no sufrió grandes daños. Entretanto intentaba levantar la bicicleta creyó oír una voz conocida. Hubiera jurado que alguien le llamaba y era ese do’aho. No podía ser, tenía que estar equivocado, con seguridad que Sakuragi estaba ya en su casa, disfrutando de una cena caliente. Solo un tonto como él seguía en la calle entrenando aún después de dejar el gimnasio, cuando debía tomarse un merecido descanso con vistas al partido del día siguiente.

Aún perplejo miró hacia el coche que se alejaba. Sus ojos azules se abrieron sorprendidos. Tras la luna del cristal trasero vió un bolso que le resultó muy conocido. No se había equivocado, fue su voz la que escuchó llamándole. Ya no cabía ninguna duda que iba dentro del coche. ¿Por qué le llamaría? Creyó recordar el tono angustiado. Siguió con la mirada fija en el vehículo que se iba alejando cada vez más. No era posible que Sakuragi le llamará a él, y ¿si estaba en peligro? Se interrogó a si mismo, tal vez en caso de necesidad dejaría a un lado su orgullo y recurriría a la persona que más odiaba. Más, que hacía dentro de un coche que iba en dirección contraria a la casa del pelirrojo.

Se montó y sin analizar su reacción empezó a seguir la misma ruta que llevaba el coche. Intentando no perderlo de vista, afortunadamente, su bicicleta no sufrió ningún daño irreparable.

 

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-Os habéis equivocado... –trato de razonar con ellos, olvidando su intención de ser un molesto rehén.

-¡¡Cállate!!! Sabemos quien eres –dijo el que estaba a su derecha.

-Si queréis dinero... –miró hacia su izquierda, viéndole pensó que tenía una cara de perro y gruño como tal sacudiendo negativamente la cabeza- ¿Qué buscáis entonces? –perplejo, miró hacia el otro que permanecía callado, haciéndole gestos al conductor para que girara en una de las calles.

-Solo retenerte por unas horas...

-¡¡¿¿Qué??!!!! Chicos no podéis hacer eso. Mañana a las nueve y media tengo un partido. –Era el enfrentamiento del Shohoku con el Kainan.

-Justamente..., tenías un partido. Tengo una apuesta muy alta a favor del Kainan y el Shohoku no puede ganar, aunque no tenéis ninguna oportunidad con ellos no esta demás cubrirme las espaldas.

-Sois partidarios del Kainan y me habéis secuestrado para evitar que juegue mañana. –empezaba a comprender que realmente estaba en un apuro, sino se presentaba al día siguiente con seguridad que Akagi le mataba antes de dejarle explicarse.

-Así es. Cuando termine el partido te dejaremos marchar. Los jugadores estarán desmoralizados por tu ausencia y no jugaran bien. Un jugador de tu estilo es necesario neutralizarlo.

-Así que el Kainan nos tienen miedo –rió con pedantería, aún sabiendo que solo llevaba menos de tres meses jugando y que no era un gran jugador, aún ignoraba muchas cosas para llegar a serlo.

-¡¡¡Idiota!!! –Murmuró entredientes el conductor- Ellos no están en esto.

-¡¡¡Te he oido!!! –Grito sacudiéndole el hombro, al instante fue obligado a apoyarse contra el asiento, manteniéndole los brazos sujetos entre los dos tipos para evitarle que volviera a golpearle- ¡¡¡Nadie me llama idiota sin darle su merecido!!! ¡¡Eh, ya sé!! –Les miró risueño, aunque por dentro estaba tenso- Me habéis elegido a mí porque soy el mejor jugador, habéis tenido miedo de este Tensai.  ¡¡¡Jajajajajajajajajaj!!!! –se reía en sus caras- Aunque yo no este, ellos ganarán –sus seguras palabras, desmentía su risa, estaba diciendo una gran verdad y su convencimiento llevó a mirarse a los esbirros- ¿Empezáis a preocuparos? –interrogó- ¿   Creísteis que soy imprescindible? –sus risas escandalosas aumentaron al ver la expresión avinagrada de sus rostros, no consiguió su propósito de enfurecerlos para que le soltaran, en cambio le agarraron con más firmeza en el asiento, como si supieran que iba a intentar hacer algo. Eran unos tipos duros.

Sus palabras no tenían nada de fanfarronería, sabe que es el bufón de equipo, sus bufonadas y tonterías esconden su deseo de alcanzar su meta: llegar ser el mejor basquetbolista y esos idiotas pretenden, sin saberlo, destrozar su corta carrera deportiva.

Sabe que tiene que esforzarse mucho para cumplir sus sueños y nadie le impedirá conseguir esa dorada meta. Escapar y regresar a Kanagawa. Mañana le espera un partido y no tiene intención de perdérselo.

El cielo se ha oscurecido y la noche ha llegado cubriendo de sombras el exterior, impidiéndole saber hacia donde se dirigen, llevan tres horas circulando, los dos últimos kilómetros se han hecho por un camino de tierra.

-Seguramente que eres prescindible –accedió a reconocer el hombre que iba a su derecha. Tu juego contra el Shoyo fue bastante errático, aunque tengo que reconocer que eres muy bueno con los rebotes, aunque enseguida consiguieron averiguar tus puntos débiles. Ese chico, el moreno, te echo una mano cuando cometió una falta al número ocho.

-Si... –recordó cuando se le acercó y le dijo: “Estas paralizado, tu no eres así” Esas palabras encontraron una rápida respuesta en él. No iba a dejar que le vencieran. Entre las jugadas de Rukawa y sus rebotes les hicieron pasar un mal rato al Shoyo, aún cuando estos a su vez respondían con igual ardor al juego.

Finalmente, aunque habían intentado por todos los medios en ganar, el segundo mejor equipo de la Prefectura de Kanagawa  no pudo con el empuje del Shohoku, en la que se vio desbordado por la vitalidad y esfuerzo de sus jugadores que lo dieron todo de si y mucho más de lo que eran capaces.

 

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Estaba cansado de conducir, de mantenerse alerta, temeroso de quedarse nuevamente dormido y perder la pista del coche. Si tuvo alguna duda acerca de quienes iban en el interior del coche, la había desechado en cuanto dejaron atrás la ciudad y continuaron la marcha por aquella carretera comarcal. Aún cuando era un torpe, Sakuragi no era capaz de alejarse tanto de la ciudad en vísperas de un partido tan importante, ese año tenían que ganar el Intercolegial y si era así él se encargaría de llevarle a jugar aunque fuera a rastras. Le necesitaban. Ese pensamiento le desestabilizó un segundo. ¿Cómo había llegado a tal idea? Fue durante el partido con el Shoyo, estos supieron que él era el eslabón más débil y fueron a por él, cometió una falta para impedirlo y por eso algunos instantes después se le acercó a hablarle, para hacerle reaccionar, sabía que solo por llevarle la contraria comenzaría a jugar sin temor. Sakuragi era el corazón del equipo. Era capaz de sacar el máximo rendimiento de cualquiera de ellos. Tenía que estar con ellos mañana. Era el alma del Shohoku.

Afortunadamente, aún cuando se alejaban de la ciudad pasando por diversas poblaciones, no había perdido el sentido de la orientación y no tendría problemas para regresar a su lugar de origen, había ido memorizando las localidades que iba dejando a su espalda.

Lo único que lamentable era el cansancio que sentía en las piernas, estaba agotado de pedalear, si los que se llevaban a Sakuragi no se detenían pronto el acabaría al borde de sus fuerzas y les perdería de vista.

Media hora más tarde, sus peores temores se confirmarón, un calambre recorrió su muslo derecho agarrotándosele el músculo, el doloroso instante fue tan intenso e inesperado, que le hizo caer de la bicicleta, se llevó las manos a la pierna para masajear el músculo y calmar el dolor, mirando con rabia hacia las luces traseras del coche al que iba siguiendo, decepcionado por el incidente que le tenía paralizado en mitad del campo.

Sus ojos se abrieron mucho, al ver las luces apagarse, comprendió que se habían detenido. Acaso habían llegado a su destino? Si así era los dioses estaban de su parte.

Renqueando, llevando la bicicleta fue acercándose hasta donde estaba aparcado el coche, ahora una luz desde una ventana le indicaba el camino a seguir.

 

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-¿Qué hora es? –Silencio- Vas a tener que darme algo para comer, estoy hambriento y cuando no como luego juego mal. –les avisó como dando a entender que iba a estar jugando al día siguiente.

-No debe preocuparse eso. No tendrás ocasión de jugar. –dijo Cara de Perro riendo.

El conductor aminoró la velocidad y finalmente se detuvo ante una casa medio oculta entre árboles.

Salieron arrastrándolo al interior de la vivienda.

-Haz lo que tengas que hacer, porque no tendrás ocasión de moverte en bastante tiempo –dijo empujándolo hacia una puerta.

Hanamichi entró, viendo que estaba en el “toire”.

-Vamos, chico... no podemos estar aquí toda la noche –golpeó en la puerta quince minutos más tarde.

Sakuragi salió finalmente.

-¿Quién vive aquí? –preguntó.

-No te importa –dijo Cara de Perro- Vamos a asegurarnos que no intentes escapar. –Llevándole hacia una habitación- Desnúdate.

-¡¡¡Queeeeeeeé!!!!!!! No pienso hacer tal cosa. –dijo avanzando un paso y poniéndose en posición de defensa, no vió a su espalda al conductor, que le golpeó por la espalda con una pesada maza. Se derrumbó al suelo con un quejido.

-Le has dado demasiado fuerte...

-No creo..., mira ya esta reaccionando, démonos prisa.

Hanamichi sintió como le tomaban por los sobacos y le arrastraban por la habitación, le alzaron colocándole sobre algo mullido, levantaron sus manos por encima de su cabeza, al instante percibió alrededor de sus muñecas un frío helado, estaba aturdido aún por el golpe, su cabeza era sacudida por un fuerte zumbido.

-Sujetarle los pies –dijo Cara de Perro.

-Qué vais a hacer? –preguntó al verle que sostenía en la mano un arma blanca de considerable hoja.

-Te lo pedimos por las buenas y no quisiste.

 La hoja se acercó al extremo de su pantalón, intento moverse, pero sus manos estaban sujetas y al mirar vió que le habían esposado a los barrotes de una cama metálica. Sus sacudidas solo conseguían lastimar sus muñecas.

-¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! –su grito no le sirvió de mucho, en instantes el afilado filo cortaba la tela como si fuera mantequilla y Hanamichi se vió despojado de toda su vestimenta, ni siquiera le dejaron sus zapatillas deportivas.

-Así nos aseguramos que no intentes escapar. -Le dijeron cuando tomó en respiro en la extensa diatriba que les dirigió, amenazándoles con todo tipo de males en cuanto pudieran verse las caras bajo otras circunstancias- No te molestes en gritar, nadie te escuchará. Tómatelo con calma, solo serán algunas horas, después que acabe el partido te soltaremos y podrás volver sin problemas a tu casa.

Hanamichi no les hizo excesivo caso, es decir, ninguno. Durante las siguientes dos horas se paso gritando, pidiendo ayuda e intentando por todos los medios poder soltarse. Solo consiguió lastimarse a si mismo y quedar medio afónico.

 

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Estaba trabando su bicicleta cuando escuchó el escalofriante grito de Sakuragi que le sobresaltó. ¿Qué le estaban haciendo? ¿Qué peligro estaba corriendo su pelirrojo? En su preocupación no se dio cuenta del pronombre posesivo que había utilizado para referirse a Sakuragi. Su mirada angustiada se volvió hacia la casa que estaba próxima. Se incorporó y rápidamente dirigió sus pasos hacia la ventana donde se veía luz y con cuidado atisbó hacia el interior. Era una sala y aparecía vacía.

En el coche ya había comprobado que no había nadie, así que todos estaban dentro de la casa con Sakuragi.

Desde donde estaba escuchaba la voz de Sakuragi, más sin comprender su significado. El tono enojado era suficiente para hacerle comprender que seguía estando en buenas condiciones físicas y que no había perdido su natural beligerancia.

Iba a apartarse cuando escuchó pasos,  los vió eran tres tipos y más bien parecían divertidos. En sus rostros aparecían unas sonrisas que no eran nada amenazantes.

-¿Qué estaba pasando allí? –Se preguntó- Acaso se había preocupado en vano? Tal vez mal interpretó todo y Sakuragi estaba con ellos. Si así era, ¿dónde estaba él?

Comprendió que iban a salir y con cuidado se acercó para escucharles lo que decían.

El chirrido de la puerta al abrirse le permitió oírles con claridad, más no así ver sus rostros pues le daban la espalda.

-¿Qué hacemos ahora?

-Volvamos a casa. Conduciré yo... –era la voz de Cara de Perro, más Rukawa no lo sabía.

-Crees que hacemos bien dejándole solo? –preguntó el que conducía.

-Cortaré el suministro de luz, así tendremos la seguridad que no habrá ningún inconveniente. –volvió sobre sus pasos.

Rukawa miró hacia atrás, al instante la luz que salía a través de la ventana se cortó.

-Yo... creo que será mejor que uno se quede... nunca se sabe que puede ocurrir... si os parece bien, me quedaré yo... –se ofreció el conductor- Además he estado conduciendo muchas horas, me conviene descansar.

-Si prefieres pasar la noche vigilándole..., no se te ocurra soltarle, ese chico es fuerte y podrá contigo.

-No pienso hacer tal tontería. Me asegurare de amordazarlo, tampoco quiero escucharle.

-Mañana después del partido volveremos.

-Traerme algo para comer. –pidió.

-De acuerdo.

Rukawa supo que no se había equivocado, Sakuragi estaba de rehén de esos tipos. Habían comentado que volverían después de partido, y comprendió que ese era el motivo de su secuestro, le retendrían para que no pudiera jugar.

Los faros del coche iluminaron un instante al hombre parado junto a la puerta. Rukawa se pegó temeroso contra la pared de madera de ser descubierto, cosa que no ocurrió.

Ni él, ni el hombre que quedaba allí, supieron lo que hablaron sus compañeros, mientras las luces se posaban en el hombre, Cara de Perro preguntó.

-Crees que hacemos bien dejándole quedarse?

-Por qué no? –preguntó a su vez.

-Ya sabes el motivo. Ese chico...

-Dejémosle que se divierta un rato.

Cara de Perro no muy convencido asintió, alejándose cada vez más de allí. Convencido que el chico iba a sufrir la peor humillación en su joven existencia, tampoco él pensaba hacer nada por impedirlo.

Continúa...


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