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El rehén por Paz

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Notas del capitulo:

Os aviso que este capítulo si lo leéis es bajo vuestra responsabilidad ya que contiene violación.

El Rehén

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko

By Paz

II Parte: El rival

Rukawa esperó durante poco más de diez minutos que el hombre se moviera, quien parecía no tener prisa para entrar en la casa.

Finalmente pasado ese tiempo, escuchó los pasos que se perdían hacia el interior de la vivienda. Asomó apenas la cabeza viendo que la puerta había quedaba entreabierta, en ese gesto se notaba la tranquila despreocupación del hombre. Se sentía seguro allí, tuvo que reconocer que aquel lugar estaba perdido en medio del monte, con toda seguridad la zona estaba desierta pues no había distinguido luces durante la última media hora de su persecución.

Las airadas protestas de Sakuragi se cortaron de pronto y supuso que el hombre había cumplido su amenaza de amordazarlo.

Se inmovilizó unos minutos esperando escuchar los pasos del hombre acercándose, no fue así, era evidente que no tenía intención de dejarle solo.  Esa circunstancia le favorecía, pues mientras estuviera entretenido haciendo compañía al pelirrojo él podía seguir buscando. Por su mente no pasó el pensamiento del extraño comportamiento de ese tipo. Su atención estaba en encontrar algo con lo que pudiera deshacerse de ese individuo, la oscuridad le impedía ver los objetos, así que a tientas se movió con cuidado de no tropezar con ningún mueble y llamar la atención de ese sujeto, no antes que él estuviera listo para ocuparse de él.

Finalmente su mirada se posó en las cortinas, se apresuró a llegar hasta ellas y comprobó que efectivamente llevaban un fino cordón, hacerse con él sin hacer ruido fue una tarea ardua. Cuando lo consiguió se acercó despacio hacia donde suponía que estaba Sakuragi y ese individuo.

Estaba cruzando el corto pasillo cuando empezó a escuchar los ahogados gemidos y las jadeantes palabras entrecortadas del hombre.

-Me gustas... si... húm... que estrecho eres, durante todo el viaje.... he pensado mucho en este instante.... ¡¡¡Aaahhh, delicioso!!!!... Sentirme tan ajustado dentro de ti... ¡¡Qué placer tan increíble!!!... Sabía que iba a obtenerlo de ti..., si... muévete así... sigue luchando.... me gusta... ese fuego... esa pasión, me excitas más... sigue intentando liberarte... siente  como… voy a... ¡¡¡Aaaaaahh!!!... siiiiiiii, así... estrecho y profundo..., oh!!!...más...más dentro... mucho más!!! ¡¡¡que bueno eres chico...!!! –sus palabras iban acompañadas de violentas arremetidas.

Rukawa olvidó toda prudencia. Sus peores temores se confirmaron al verles. Se estremeció al ver a Hanamichi esposado a los barrotes del cabecero y los tobillos  maniatados a extremos opuestos de la misma cama, ese tipo estaba encima suyo, manteniendo sus caderas alzadas, mientras le embestía con fuerza una y otra vez, sus rodillas aparecían dobladas por la fuerza que el pelirrojo empleaba para liberarse de su aprehensor, tironeaba para soltar sus tobillos, pero inútilmente, solo conseguía provocar más placer en el hombre, que lo demostraba dejando su cuerpo marcado con fuertes mordidas llevado por la pasión y el frenesí.

Hanamichi permanecía con los ojos cerrados sintiéndose impotente e incapaz de impedir lo que le estaba sucediendo. Sus vanos intentos por soltarse solo conseguían lacerar aún más sus muñecas, su  lucha para impedir la posesión de su cuerpo fue un fracaso, se sentía impotente, las ataduras le retenían en aquella humillante situación y no conseguía soltarse. La postura debido a las ligaduras y cadenas era dolorosa. Su rostro estaba lívido de dolor, las violentas embestidas desgarraban una y otra vez su cuerpo, sin permitirle un respiro, sus ojos aún manteniéndolos cerrados dejaban escapar sus lágrimas que caían a borbotones hacia sus sienes y se perdían entre sus cabellos rojizos. Por entre sus dientes entreabiertos, una apretada tira de tela mantenía su boca amordazada, cuyos labios se veían hinchados y ensangrentados dejaban escapar gemidos de dolor y rabia.

Rabioso Rukawa apartó de un fuerte empellón al tipo que con un grito de sorpresa se encontró fuera del pelirrojo golpeándose contra el suelo al caer en el otro extremo de la cama, se revolvió frenético para encontrarse frente a la más fría mirada en la que además bullía una tormenta de cólera,  a pesar de la oscuridad, le reconoció. ¿Cómo había llegado hasta allí?

-¡¡¡Bakayaro!!! –barbotó Rukawa furioso consigo mismo por entretenerse. Él podía haberlo impedido. Descargó su furia en el hombre que creyendo poder contra él se levantó dispuesto atacarlo. Furioso como estaba Rukawa le dejo fuera de combate en unos segundos. Luego con el cordón que llevaba le ató fuertemente manos y piernas a su espalda manteniéndole boca abajo, inmovilizado por completo y pasando al mismo tiempo el cordón por su garganta, si el hombre se movía él mismo se ahorcaría.

Hanamichi abrió los ojos lentamente, contemplando la más formidable escena, Rukawa terminando de atar a su violador y llevándoselo a rastras.

Sin ninguna consideración lo arrastró fuera de la vivienda, sin hacer caso de sus gritos de dolor cuando tiró de su brazo corriendo el riesgo de descoyúntaselo. Para no escucharle, le metió dentro de la boca un trozo de tela.

Volvió al lado de Sakuragi, sus ojos estaban muy abiertos y le miraban con miedo y sorpresa.

-Lo siento... yo... no podía saber... buscaba con que atarle... no sabía... –no acertaba a encontrar las palabras adecuadas para justificar su tardanza, mientras intentaba explicarse, se inclinó para soltar la mordaza, con suavidad pasó su pulgar limpiando la sangre de sus labios tumefactos, acarició sus hombros donde quedaban las señales de los dientes. Inclinó la cabeza, posando unos segundos su frente en su pecho- Discúlpame.

-¡¡¡Rukawa...!!! –sus ojos volvieron a  llenarse de lágrimas, no hizo nada por impedirlas salir, su mirada marrón tenía una expresión de indefensión y desolación.

-Tranquilo... ya paso todo... –se inclinó sobre él, sus brazos le rodearon consoladores, estrechándole contra su pecho.

-Él..., él me... –los sollozos tomaron más fuerzas, sin poder continuar se dejo rodear por el cálido abrazo del Rey del Hielo, ya no le parecía tan frío, sentía que su pecho era acogedor, sus manos en su espalda se deslizaban suavemente tratando de calmarle.

-Ssssssssshhhhhhhh, no hables... no digas nada. –le acunó en sus brazos acallándole. Miró hacia sus pies y vió que estaban atados con tela, eran retazos de su propia ropa deportiva- Voy a soltarte los tobillos –le avisó posándole con suavidad sobre el lecho.

Movió su rostro hacia un costado y siguió llorando despacio, en silencio, los ojos cerrados, sintiendo como masajeaba sus tobillos. Se sentía bien.

-No me dejes... –Sus mejillas se llenaron de rubor al pedírselo.

-Sigo aquí..., solo quería ver si encontraba las llaves de esas esposas. –revisó las ropas del sujeto que había tirado a los pies de la cama, en uno de los bolsillos creyó sentir algo, metió la mano dentro y efectivamente, lo eran, allí estaban las pequeñas llaves. Se acercó hasta Sakuragi, tomó una de sus manos para mantener a la vista la cerradura, al instante con un pequeño chasquido quedo abierta- Ten cuidado. –le comentó mientras abría la otra argolla, sacándosela definitivamente, tenía las muñecas laceradas y sangrantes- Ya estas libre... –se había fijado que las ropas de Sakuragi estaba cortadas y solo quedaban de ellas jirones por debajo de su cuerpo. Su mirada siguió el contorno de ese hermoso joven que se encogía en el lecho, temeroso. Mirada que se congeló al observar las manchas oscuras que se extendían por las ropas destrozadas.

Se sentó en el borde del lecho, posó su mano sobre cabeza acariciando sus hebras rojizas, Sakuragi estaba como ido, no parecía ser consciente de sus caricias, su llanto silencioso, perturbador estremecía su cuerpo dolorido.

-¿Me permites curarte? –solicitó con suavidad, secando las húmedas mejillas.

Sakuragi levantó la mirada sorprendido por la dulzura de sus manos y la calidez de su voz. ¿Era él realmente? El mismo chico con el que siempre peleaba. Se perdió dentro de aquella mirada cálida, sus ojos azulinos tenían una expresión que nunca antes había visto. Dolor y ternura. Era consolador saber que no estaba solo, aunque le humillaba que fuera testigo de su deshonra.

Asintió con un leve movimiento de cabeza.

Rukawa se levantó yendo a la cocina para buscar paños limpios y agua para lavarle primero. Llevó todo lo necesario al cuarto donde Sakuragi seguía sollozando.

Extendió un lienzo por debajo de su cuerpo, primero se ocupó de lavar sus muñecas, comprobando que no tenía heridas profundas, solo el roce del metal sobre la piel, aún así las vendó y para que no se vieran las vendas, las cubrió con sus bandas elásticas, siempre llevaba consigo una más por si surgía alguna emergencia. Luego con delicadeza, comenzó a pasar el paño húmedo por su vientre y... le vió estremecerse.

-Siento que el agua este fría. –dijo sin dejar de asearle.

-No..., no importa... –susurró ruborizado, sin poder evitar sentirse así, no fue dolor. El delicado roce de la tela en su piel le produjo una sensación placentera, la suavidad de sus movimientos, la mirada fija en su rostro para no abochornarle aún más, era un punto a su favor, nunca imaginó que tras esa máscara pudiera existir un chico sensible. Turbado por lo que sentía cerró los ojos.

En ese instante, Rukawa le miró a su placer, deleitándose en su pecho, donde sus tetillas de puntas sonrosadas le atraían como un imán, queriendo librarse de su ensoñación, bajo la mirada por su vientre llegando hasta su enrojecido miembro, donde se evidenciaba el brutal trato que había tenido en los pocos minutos que él se había entretenido, con cuidado para no tocarle con sus dedos pasó la tela alrededor de su órgano, refrescándolo, un suave gemido escapó por entre los labios del pelirrojo. Su mirada ascendió hacia su rostro turbado con sus pensamientos, Sakuragi seguía con sus ojos cerrados, sus mejillas aparecían sonrosadas, nunca antes le había parecido hermoso, más ahora viéndole, en esas condiciones, herido e indefenso, nació en su pecho un sentimiento de protección hacia él.

Su mano envuelta en el paño, se posó en sus muslos presionando hacia su interior, al instante, se apartaron permitiéndole pasar su mano cuyo paño se enrojecía con la sangre que brotaba de su cuerpo lacerado. Hundió varias veces el paño en el agua, escurriéndolo antes de cubrir su mano con él, la frescura de la tela humedecida aliviaba en parte sus magulladuras.

-¿Puedes volverte? –pidió en un susurró.

Sakuragi lo hizo tras un corto titubeo, Rukawa comprendió sus sentimientos. Debía ser bochornoso para él, que su rival fuera quien le estaba socorriendo y no solo eso, también que fuera testigo de su vergüenza. Para no prolongar más su tortura psíquica, pasó el paño humedecido por detrás de sus muslos, quitándole la sangre pegoteada a sus nalgas que fueron tomando ante sus ojos un aspecto muy atrayente.

-Voy a... –se interrumpió al ver su nueva disposición, Sakuragi alzó levemente sus caderas, al tiempo que le permitía un acceso total a su cuerpo. Un escalofrió recorrió a Rukawa al ver su dilatado ano, lacerado y sangrante aún, deslizó alrededor con sumo cuidado sus dedos, un estremecimiento recorrió el cuerpo de Sakuragi- Lo lamento... –se disculpó apresuradamente mientras sumergía el paño en el agua. –un sollozo se dejo oír amortiguado por la almohada- Te dejaré el paño para que te refresque –murmuró haciéndolo así cuando se aseguró que ya no sangraba- Intenta dormir unas horas. –cubrió su desnudez con una sábana.

-No podría... –sus pensamientos danzaban alrededor de lo sucedido- Quédate a mi lado. –solicitó como un niño pequeño que necesita la protectora compañía de un adulto.

Se recostó a su lado, pasándole el brazo por su cintura, al instante, sintió que se acurrucaba contra su costado, su mano cálida se posó en su pecho, sintiendo su calor a través de la tela de su remera, su rostro se ocultó en el hueco de su cuello, erizándole el vello con el suave aliento de su respiración agitada, posó su mano libre sobre la suya oprimiéndola con calidez. Tembló sabiendo que él estaba desnudo en sus brazos, confiado, el calor de su cuerpo se trasmitió al suyo en el instante mismo que se le acercó.

-Rukawa..., ¿cómo? –preguntó después de unos instantes.

-Cuando choque con el auto creí oír tu voz, miré y reconocí tu bolso. Os seguí.... –comprendió lo que deseaba saber.

-Gracias...

-Yo pude haberlo impedido. Estaba fuera cuando se fueron los otros y él se quedo..., si hubiera sabido. Perdóname...

-No podías saberlo..., me has salvado... –vió su intención de negarlo- Lo has hecho, estas aquí, a mi lado, es suficiente –su mano se deslizó fuera de la suya, la yema de sus dedos acariciaron su piel con la blancura de la nieve y que la claridad de la luna llena le permitía ver, sus ojos se perdieron dentro de esa mirada azul que en aquellos instantes tenía el color del cielo en calma- Rukawa... –su voz fue apenas un susurró, una petición sin palabras, sus labios hinchados se ofrecían temblorosos.

Los tomó entre los suyos con suavidad, despacito para no lastimarlos. Sabía que luego Sakuragi se odiaría por su debilidad, en esos momentos le necesitaba, queriendo borrar con él la impronta que ese desalmado había dejado en su cuerpo y en su alma. Sabía que instintivamente el pelirrojo le estaba utilizando, necesitaba comprensión, calor humano y allí solo estaba él, no le importó, su cercanía, ese dulce contacto le hizo comprender además que ansiaba sentirle más íntimamente, su lengua se deslizó suavemente por entre sus labios entreabiertos, el gemido de Sakuragi le llevó a apartarse unos milímetros temeroso de lastimarle, su mano ahora en su nuca le atrajo contra él para no romper ese contacto, su boca se abrió por completo a él. Ahora fue él quien gimió. Adentrándose en su exquisita boca, recorriendo cada rincón, cada resquicio, embriagándose con el dulce licor de su saliva, libando de su lengua ardiente que chocaba una y otra vez contra la suya en una dulce batalla de sacudidas. Si por él fuera, aquella caricia se hubiera prolongado eternamente, más la falta de aire les hizo apartarse jadeantes, mirándose con incredulidad, sorprendidos de las emociones que había levantado en sus ánimos aquel contacto.

Sus dedos acariciantes siguieron el contorno de su rostro, percibiendo su agitación, su mirada estaba fija en la suya, expectante, indecisa, ignorando que deseaba Sakuragi.

-¿Puedo...? –sus mejillas ardían ruborizadas.

Asintió sin saber que le pedía.

-No me parece correcto que estés vestido y yo no –aclaró y al decirlo su mano se deslizó por su pecho hasta alcanzar el borde de su remera alzándola por encima de su cabeza para sacársela, su siguiente paso fue besarle y mientras prolongaba la caricia, consiguió alcanzar la cinturilla del pantalón bajándoselo hasta los tobillos, del resto se encargó Rukawa.

Se alzó sobre su cuerpo, sorprendido al rozar su erguida masculinidad. Sus miembros se tocaron, frotándose uno al otro, dejando que suaves gemidos escaparan de sus gargantas. Tímidamente, su mano se movió por su espalda hacia sus nalgas, presionándolas contra él, provocándole de forma que sus penes se masturbaban uno al otro.

-¡¡¡Hanamichi!!! –su nombre escapó de entre sus labios estremecidos.

Su cuerpo temblaba al ardor de sus caricias, las intensas emociones que experimentaban fundían rápidamente el nombre que recibía. El hielo de su corazón se derretía con el fuego del pelirrojo. Sus manos acariciantes se deslizaban por ese cuerpo adorable estimulándole y llevándole a desear más, sus labios húmedos se posaban en su pecho, tomando uno de aquellos botones que despertaron su deseo.

 Hanamichi sentía que su lengua, sus labios y sus dientes amenazaban con hacerle perder el escaso juicio que poseía, sentía como su cuerpo recibía descargas de placer que vigorizaban una y otra vez su miembro llevándole hasta el éxtasis, arrebatándole el animo, su dedos se cerraban suavemente alrededor de su miembro y rozando con sus uñas la sensible piel de su escroto agrandando el placer que experimentaba.

-¡¡¡¡Kaede.....!!! ¡¡¡¡Hazlo ya!!!! –estrechó el abrazo, rodeando su cadera con sus piernas.

-No quiero lastimarte...

-Se que no lo harás –aunque sus palabras parecían seguras, en su mirada asomaba un resto de temor.

Con suavidad la punta de su miembro se deslizó entre las nalgas de Hanamichi posesionándose ante la castigada hendidura del pelirrojo que no pudo evitar dejar escapar un quejido ante el agudo dolor que invadió su lacerada carne aún cuando Kaede lo intento despacio, por temor a lastimarle más de lo que ya estaba.

Kaede se inmovilizó al oírle.

-Sigue... –sus mejillas ardían ante su petición, apretó sus labios para no dejar escapar ni un suspiro.

Aunque se movía con extremo cuidado, Hanamichi sentía como si estuviera partiéndole en dos, de pronto percibió su quietud, se sentía lleno de él, ajustado, buscó su mirada, enseguida sus labios tomaron contacto con los suyos, su intensa caricia le hizo durante unos minutos olvidar su sufrimiento, cuando empezó a moverse suavemente dentro de él, el dolor cedió dando paso al más exquisito de los placeres, su cuerpo fue invadido por el más sublime de los goces que le arrebató el sentido hasta estallar en una copiosa eyaculación, al mismo tiempo que Kaede alcanzaba su orgasmo y llenaba las entrañas de su pelirrojo con su ardiente semilla.

Jadeantes, respirando con inusitada fuerza, continuaron abrazados mientras lentamente se recuperaban. Pasado un corto instante, Kaede se movió, deslizándose fuera del pelirrojo.

-Descansa un rato. –le susurró acomodándole encima suyo, miró hacia la ventana, la luna brillaba en lo alto, una hermosa esfera blanquecina, que parecía brindarles su luz- ¿Estas cómodo?

-Mucho –murmuró soñoliento.

Unos instantes después Kaede creyendo que dormía, le susurró junto al oído.

-Ai shiteru, Hanamichi.

-Ai shiteru, Kaede... –murmuró y enseguida se durmió, sin percibir el asombro en el chico de cabellos negros que feliz buscaba sus labios, dejando un suave beso en ellos antes de quedarse también dormido.

 

§§§§§§§§§§§§§§§§§§

 

-Nos hemos dormido –se sobresaltó Hanamichi, despertando asustado a Kaede, su brusco movimiento le produjo un fuerte escozor de dolor en su esfínter.

-¿¿¿Qué???!!! –vió el dolor reflejado en su rostro- Hanamichi!!! –supuso que se arrepentía de lo ocurrido entre ambos, sus últimas palabras solo fue un reflejo de lo que le escuchó a él.

-No vamos a llegar al partido. Akagi nos matará.

-Tranquilo. –su espíritu se aquietó, él no parecía arrepentido.

-Necesito ropa, cómo?

-Te prestaré la que yo llevo de repuesto. Iré a buscarla.

Se levantó, se vistió apresuradamente y fue a recoger su bolso que estaba junto a la bicicleta. Al regresar observó que colérico había sacado fuera de la casa al tipo que violó a Hanamichi, se fijo que estaba en una critica situación, no solo por las ataduras que le mantenían inmovilizado, sino porque había caído encima de un hormiguero, con la consiguiente molestia, ya que bastantes hormigas se paseaban por su cuerpo, con una perversa sonrisa se adentró en la casa saliendo algunos minutos después con un frasco en la mano y un afilado cuchillo de cocina en la otra.

La mirada del hombre se desorbitó desconcertada al verle acercarse y más aún cuando comenzó a sentir ese líquido que caía primero a lo largo de su espalda y resbalaba por sus nalgas, hacia su perineo dejando un rastro que llegó hasta su miembro y de allí a la tierra que lo fue absorbiendo lentamente, también sintió que caía sobre sus brazos y piernas dobladas, al moverse para evitar que siguiera echándole encima eso, apreció que se trataba de algo pegajoso. 

Rukawa le quito a medias la mordaza para que no se ahogara al gritar, con algo de esfuerzo podía terminar de quitársela él, dejando el frasco vacío al alcance de su mirada. La etiqueta decía “miel”, se alejó un par de metros y clavó en tierra el cuchillo.

Si el hombre intentaba llegar hasta el cuchillo, removería el hormiguero produciendo la natural movilidad de las hormigas que atraídas por el azúcar invadirían por completo al hombre.

-Has tardado... –murmuró impaciente.

-Lo siento, me retrasó un asunto importante.

-Más que yo...

-No... –prefirió no decirle lo que había echo. Sacó del bolso, una remera limpia, un pantalón deportivo y sus zapatillas de repuesto. Al parecer esos tipos se llevaron las de Hanamichi, no pudo encontrarlas por más que miró. Seguramente que quisieron para asegurarse que no podía escapar, recordaba haber visto que uno de ellos llevaba algo bajo el brazo y que echaba al asiento de atrás del coche.

Hanamichi no sin dolor logró vestirse, continuas sacudidas estremecían su trasero, lo que conllevaba el contraer su ano para mantener controlado esa parte de su cuerpo y evitar el daño, al tiempo que apretaba los labios para conseguir que sus gemidos quedaran frenados en su garganta.

-No vas a poder jugar... –dijo Kaede al verle.

-Me gustaría ver quien es capaz de impedírmelo –dijo con fiereza.

Kaede hizo un gesto conciliador. No deseaba pelearse con él, no cuando estaba así.

-Marchemos entonces... –al pasar por el salón recogió un par de cojines. Hanamichi iba a necesitarlos para sentarse.

Al salir fuera de la vivienda, la mirada de Hanamichi no pudo menos que fijarse en el hombre desnudo que se sacudía violentamente, atado de tal forma que él con sus sacudidas estaba ahogándose.

No estaba de humor para fanfarronadas, por ello se le acercó sin apresurarse, también porque cada paso era una tortura, sus ojos se posaron en el frasco de miel lleno de hormigas que se estaban dando un festín, al volver la mirada hacia el tipo que le contemplaba aterrado se fijo en los regueros oscuros que se movían por todo su cuerpo, identificando sin dificultad a los voraces insectos que acudían al convite. Evidentemente empezaba a sufrir las consecuencias de su acción.

Su mirada suplicaba ayuda, se giro yendo junto a Kaede que le esperaba imperturbable.

-Tendré que tener cuidado contigo, no haciéndote enojar. –murmuró al conseguir situarse a su lado.

-Tú nunca llegas a ese extremo –dijo con una suave sonrisa al tiempo que le ayudaba a andar, pasándole el brazo por la cintura- Ni siquiera te aproximas. –reconoció.

Hanamichi apoyó todo su peso en él impactado por el esbozo de su sonrisa.

-¿Qué hora tienes? –preguntó sentándose encima de los cojines al acomodarse tras Kaede, con las dos piernas en la misma dirección. A horcajadas era un suplicio.

-Las seis... –miró las agujas fluorescentes.

Los baches del camino de tierra fueron una autentica martirio para el pelirrojo que apretaba con fuerza los labios para no gritar de dolor. Sus manos se aferraban delante de Kaede, quien de tanto en tanto apoyaba la suya en ellas, en un gesto consolador.

Finalmente tomaron la carretera, la firmeza del macadán permitió a Kaede ir más de prisa, sentía a Hanamichi apoyado en su espalda y por su silencio le suponía dormido.

Kaede pedalea con fuerza, tragando kilómetros, el viento le daba en el rostro, más no sentía frío, su cuerpo estaba caliente al contacto con el pelirrojo. Él encendía sus sentidos, manteniéndole alerta.

Sin embargo, Hanamichi no dormía. Se mantenía estrechamente abrazado a él, pensando en los giros extraños que ha tenido su vida, en la que sorprendentemente el basketball ha influido mucho. Por su causa, conoció a Haruko, por el amor que sentía hacia ella entró a formar parte del equipo después de ganar el desafío contra Akagi, también recibió otro desengaño amoroso cuando Haruko le mencionó que estaba enamorada de Rukawa, un gran jugador de basketball, y cuando finalmente le conoció le admiró porque él solo había vencido a cuatro matones, admiración que se trocó en rencor cuando supo su nombre, Rukawa Kaede, le odio por ser mejor que él, porque no solo tenía el amor de Haruko, sino también la admiración de sus porristas, deseo ser tan bueno como él y luchó con todas sus fuerzas por aprender, al punto que llego a amar ese deporte, el basketball paso a ser lo más importante en su existencia, es cierto que tenía muchos puntos débiles en su contra, con tesón aprendió los tiros sencillos, el slam dunk y además era él Rey de los Rebotes, era competitivo en extremo y daba todo de si por jugar, animando al resto del equipo, a causa del basketball esos tipos le secuestraron y le violaron, aún así a través del dolor sentía que su vida seguía atada a ese deporte, que lo llevaba metido en su sangre, por eso iba a jugar ese partido, iba a demostrarles a todos que nadie podía contra él y lo más increíble es que gracias al basketball estaba junto a la persona a la que creía su rival. ¿Podía enamorarse en una noche? Indudablemente, si.

Ajustó más su abrazo alrededor de su cintura, sabiendo que a su lado todo estaba bien. 

Rukawa iba rápido, atento a la carretera, aún así percibió el suspiro de Hanamichi y como su abrazo se volvía más apretado. Supo que estaba despierto.

-¿Deseas que pare un rato? –preguntó preocupado por su estado, llevaba una hora en la misma postura.

-No... –dijo aunque su cuerpo clamaba “Si..., si..., párate”- Si nos entretenemos no llegaremos a tiempo. Estoy bien.

Kaede supo que no era cierto, no estaba bien, no podía estarlo, aunque su razonamiento era correcto, si querían llegar al partido debían perder el menor tiempo posible. Todavía les quedaban muchos kilómetros por recorrer. Mentalmente maldecía a esos mal nacidos que habían buscado un lugar tan apartado para esconderle.

-Estoy bien... –repitió Hanamichi, frotando su mejilla en su espalda.

Kaede fingió creerle.

 

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-¿Alguien les ha visto? –preguntó Akagi impaciente por décima vez y al borde de un ataque de nervios.

Se encontraban esperando frente a la preparatoria para marchar todos juntos al estadio, sin embargo, ni  Rukawa ni Sakuragi se habían presentado.

Rostros cariacontecidos fue la única respuesta que obtuvo.

-Marchémonos –propuso el entrenador Anzai- Ellos irán directamente.

-¿Cómo puede estar tan seguro?

-Les conozco, este partido es primordial, ellos lo saben, por el motivo que sea se presentarán allí.

Todos asintieron a sus palabras y se dispusieron a marchar.

 

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-¿Dónde estamos? –preguntó Hanamichi viendo que el sol brillaba en el cielo azul. Había visto el disco anaranjado y como iba ascendiendo en el horizonte hasta alcanzar su máximo esplendor.

-Ya falta menos... –esas eran sus únicas palabras desde los últimos veinte kilómetros.

Hanamichi dejo escapar una risilla al oírle. La palma de su mano se movió hacia su pecho, acariciante, desestabilizando un segundo a Kaede, en cuanto se enderezó tomó su mano y volvió a ponerla junto a la otra en su cintura, para asegurarse que no la movía anduvo los siguientes minutos con ella entre la suya.

Estaban atravesando una pequeña población con un rico olorcillo despertó el apetito de Hanamichi.

-¡¡¡Tengo hambre!!!

Kaede se detuvo al instante, él también sentía apetito. Sacó de su bolso los últimos yenes de que disponía y se acercó al puesto donde una anciana vendía el fruto de su trabajo para esa jornada. El joven le entregó todo lo que llevaba, recibiendo a cambio dos cuencos con arroz.

Hanamichi devoró su parte en pocos minutos y se quedo mirando a Kaede que intentaba apresurarse para reanudar la marcha.

La anciana desde su asiento miraba a los jóvenes, pensó que por su altura aquella ración no era suficiente, además el pelirrojo miraba a su amigo con expresión hambrienta. Sirvió un tazón y se acercó al chico que sin lugar a dudas parecía encontrarse incomodo sobre la bicicleta.

-Ohayo gozaimasu  –saludó.

-Ohayou –respondió respetuoso Hanamichi, mirando el tazón que le ofrecía la mujer.

-Omake.

-Nani??!! – Sorprendido- Domo arigatou gozaimasu –se apresuró a tomarlo de sus manos agradecido.

-Douitashimashite.

La anciana le miró satisfecha al ver con que expresión de felicidad daba cuenta de sus alimentos.

-Itadai kimasu –murmuró cuando concluyó devolviéndole su tazón.

-Chotto mate dokho!!! –llamó la anciana cuando Kaede estaba a punto de reanudar la marcha.

Dos rostros se volvieron hacia ella, interrogantes.

Vieron que se dirigía nuevamente hacia ellos llevando dos pequeños envoltorios y se los ofrecía.

Hanamichi tras recogerlos y abrir uno de ellos, vió que era un pastel, al instante la boca se le hizo agua.

-Domo arigatou –dijeron- Sayonara

-Dewa mata. –Agregó Hanamichi, indicándole así su intención de volver, mirando hacia atrás y dirigiéndole una última despedida- ¡¡Qué amable ha sido con nosotros!! –murmuró pasando su pastelito a Kaede, entretanto él comía el suyo- ¡¡Delicioso!!

-Nadie se puede resistir a tu encanto –dijo Kaede.

-Si no hice nada...

-Mirabas mi comida como si quisieras más.

-Eso si... –reconoció- No he comido nada desde ayer al mediodía. Qué pasa? –preguntó cuando Kaede disminuyó la velocidad que llevaba sin llegar a detenerse.

-¿Estas seguro de lo que dijiste anoche? De tus sentimientos hacia mi –aclaró por si no le comprendió.

-¿Crees que te utilice?

-No me importaría si así fue, asumí ese riesgo.

-¡¡¡Detente!!! –pidió.

Rukawa así lo hizo. Se bajo para mirarle de frente, sujetando la bicicleta para que él pudiera mantenerse en el asiento. Al instante sus brazos le rodearon y su boca se pegó a la suya en una suave caricia que a medida que pasaban los segundos iba volviéndose más apasionada.

-Te amo, Kaede. No se como paso, pero es así. –una suave sonrisa asomó en sus labios- Nunca lo dudes.

-Yo también te amo, Hanamichi.

-Gracias, por rescatarme.

-No fue suficiente –se lamentó.

-Para mi si..., tú me ayudarás a olvidarlo. Tu amor es lo único que me importa ahora.

-Lo tendrás siempre.

-Y tú el mío.

Abarcaron sus rostros con sus manos, mirándose a los ojos, lentamente acercaron sus labios dándose un suave beso para separarse y reanudar su marcha.

 

§§§§§§§§§§§§§§§§§§

 

-Diez minutos, solo quedan diez minutos –estalló Akagi en los vestuarios, donde todos estaban preparados para el gran partido y esos bakas no habían aparecido. Seguro que se habían peleado en algún descampado y vaya uno a saber donde se encontraban en esos momentos. Aquella era su última oportunidad, la esperó con ansiedad durante tres años. El día que finalmente podían desafiar al Kainan. El lema del Kainan es “victoria constante”. El Shohoku necesitaba romper esa racha de victorias que arrastra tras de si, para demostrar a todos que también ellos son buenos jugadores.

Abstraído en sus pensamientos no se dio cuenta del alboroto que se crea en el vestuario hasta que el excesivo tumulto le hizo volver a la realidad para encontrarse ante los dos jóvenes desaparecidos. Se levantó dispuesto a golpear a Hanamichi, más sus ojos se abrieron sorprendidos cuando se encontró frente a Rukawa que se interpuso en su camino, delante del pelirrojo.

-No vas a golpearle. ¿ Quieres golpear a alguien? Si eso te hace sentir mejor, busca a los tipos que anoche le retuvieron. -Hana le había contado los motivos de su secuestro confirmando sus sospechas- Quisieron impedir que hoy no pudiera jugar y lo han conseguido...

-No sigas... te dije que jugaré... –le interrumpió Hanamichi- No he recorrido casi trescientos kilómetros para quedarme sentado en el banquillo.

Todos estaban sorprendidos, nunca antes habían escuchado hablar tanto a Rukawa y menos aún que saliera en defensa del pelirrojo y que este le hablará tan amigablemente.

-Do’aho...

-Baka kitsune...

Se miraron, más no había rivalidad en ellos, ni deseos de pelear, uno estaba constando un hecho, el otro ratificaba una creencia.

Más no era aquel el momento de explicaciones y tras cambiarse de ropa, no tardaron en salir a la duela al mismo tiempo que por el otro extremo lo hacían los jugadores del Kainan.

El estadio parecía que iba a venirse abajo, los nombres de ambos equipos se escuchaba  atronador por los simpatizantes de uno u otro equipo.

Kiyota entró en la duela declarando que el Kainan ese año era más fuerte que nunca, porque le tenía a él como el mejor novato del año. Hanamichi y Kiyota, segundos antes de comenzar el partido se enfrentaban en mitad de la duela, llevando a cabo entre ellos exhibiciones de quien domina mejor el balón. Aparece Rukawa con expresión aburrida, Kiyota apunta hacia el chico moreno y alega que él no es el novato del año, afirmación que Hanamichi confirma ante la sorpresa de ambos. Solo están de acuerdo en uno cosa, los dos afirman derrocar a Rukawa, en ese instante, intervienen los capitanes de ambos equipos dejando caer sus puños cerrados con fuerza sobre las cabezas de sus jugadores, pidiéndose disculpas por el comportamiento de sus jugadores.

Y tras unos instantes el partido comienza....

FIN

12 de junio de 2004

Paz

Notas finales:

El fic ha sido corregido y añadidas algunas frases a fecha de hoy 24 de julio de 2012

 

Glosario Japonés

 Bakayaro: insulto, de forma suave “bastardo”, pero realmente se traduce por “hijode...”

Ohayo gozaimasu: Buenos días, hasta las 11 AM aproximadamente.

Omake: palabra que significa para ti.

Domo arigatou gozaimasu: Muchísimas gracias.

Douitashimashite: De nada

Itadai kimasu: dió gracias por la comida.

Chotto mate dokho: espera un poco joven Sayonara: Adiós

Dewa mata: es hasta luego, hasta pronto

 

 

 

Autora: pido disculpas si se advierte algún error en la conversación con la anciana, mi japonés se basa simplemente en un  vocabulario de palabras o frases sueltas.


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