-¡¿Y a mí que!? – Decía un rubio furioso mientras hablaba por celular, como respuesta a un “Te amamos” de sus padres.
-Perdónanos Mello. Pero es lo mejor para ti, cariño…- Decía su mamá
-¡Lo mejor para tu puta madre! – Concluyó a continuación cerrando el teléfono.
Todos él en avión le miraban con los ojos como platos, asombrados por su “refinado léxico”.
-¿¡Que!? – Les encaró Mello con una mirada asesina.
Los presentes volvieron a lo suyo. Excepto el pequeño niño que estaba a su lado, el cual le ofreció una bolsa de patatas fritas. El de ojos celestes se la arrebató bruscamente para después lanzarla al suelo del avión y pisarla con enojo.
-¡No quiero tus sucias papas! –
-Antes de que las tiraras no estaban sucias – Vociferó con lágrimas en los ojos.
-¿A qué te tiro yo por la ventana? – Lo amenazó
-¡MAMÁ! – Soltó en llanto
Cuando aterrizaron en el aeropuerto de Japón, Mello bajó de este aun con su cara de pocos amigos y con sus maletas en la mano, maldiciendo a sus padres por lo bajo. ¿De dónde sacó este chico su mal carácter? Si sus padres son cariñosos y amables.
Fue primero a una tienda de armas que se encontraba en un callejón. Era una de las mejores. Sabía de ella gracias a la información que le brindaba internet. Entró de una patada sin temor alguno. El lugar estaba semi-vacío y los de adentro posaron sus ojos sobre el recién llegado. Mello estaba callado, de semblante serio. Miró a su alrededor; Había una mujer rubia con camisa roja y jeans tejanos; Un gordo de camisa negra y calvo de la cabeza, con barba algo larga y canosa; Otro hombre flaco de cabello negro, vestido del mismo color; Y por último, el hombre dueño del local, peli negro, de lentes, y flacucho, de poco cabello, cabe resaltar. El oji celeste rió maquiavélicamente y entró de lleno al local. Se afincó en la barra y dijo firme…
-Dame la IN3 – Suspiró algo fastidiado aun por el viaje.
Los presentes se asombraron. ¿Cómo es que un niño, de apenas 15 años, necesitaba ese tipo de arma?
-¡Ahora! – Golpeó el mesón
El dueño se espabiló y fue a buscarla
-Chico malo ¿Eh? – Dijo la rubia seductoramente mientras le tomaba la cara al chico.
-¡Suéltame vieja! – Se zafó
La mujer se asombró molesta por las sabias palabras del otro. Los dos hombres a su lado soltaron una risita burlona y se tapaban la boca para no aumentar el volumen y no ser descubiertos, pero sus planes fallaron. La mujer les dio una fugaz mirada asesina, y estos, al captarla, se quedaron callados.
-Para tu información, tengo 21 años –
-Óyeme bien anciana – Ella se asustó con la cara del otro – En lo que me entreguen la pistola y las balas… No dudaré en pegarte un tiro entre esas dos cejas peludas – Le empujó la cabeza con el dedo índice.
-¡Me depilé ayer! – Se defendió sacando su espejo compacto y viéndose en él para confirmar malas sospechas.
En seguida llegó el de lentes con el pedido de Mello.
-¿Tiene balas? – Tomó la pistola y la detalló
La chica se espabiló al escuchar la pregunta y un frio le recorrió el cuerpo.
-No. ¿Le busco algunas? –
-Tráeme 18 –Puso el arma en la mesa.
-¿De cuáles? –
-Sorpréndeme Inutil – Dijo “Amable” como siempre, con una sonrisa de lado para nada tierna. El otro se fue en busca de lo nombrado.
-Ellos son mis hermanos, Cesar y Edward. Venimos de Nueva York. Soy Vianca – Le extendió su mano.
Mello se la quedó mirando por unos segundos y luego le dio su más cordial saludo escupiéndosela.
-¡¡¡IIUUK!!! – Gritó dando pequeños saltitos de asco.
-¡Jajajaja! – Rieron sus hermanos
-¡IMBECIL! – Cacheteó al rubio
-¡AGH! – Enfureció este - ¡Trae ya las malditas balas vejestorio! ¡Quiero matar a esta mujer! –
El hombre llegó corriendo con las balas. Definitivamente renunciaría a ese trabajo después de este día, ya ha soportado mucho y realmente el rubio tenía cara de psicópata, seguramente era capaz de lo que sea, lo notaba en sus ojos.
Tomó con desespero las municiones y comenzó a cargar el arma con ansias. Ya quería oír gritar a la chica.
-¡Edward! ¡Cesar! ¡Vámonos ya! – Dijo apurada mientras tomaba su chaqueta de cuero. En eso, se escuchó un disparo.
Después de estar en ese lugar, tomó un Taxi hacia su nuevo instituto. Al llegar se paró en la gran entrada de este mientras lo contemplaba. Vio a muchos jóvenes afuera conversando, jugando, se les veía muy alegre.
-Aquí llegué yo. Para hacerles sufrir – Se dijo con una sonrisa malévola.
Sacó una tableta de chocolate y la mordió victorioso para luego adentrarse en el lugar.
Caminó por el centro del jardín principal con un semblante serio y despreocupado.
-¡Cuidado Matt! - Fue lo que se escuchó, y luego Mello cayó al suelo.
Un pelirrojo, un poco más alto que Mello, había tropezado con este, ya que corría despistado. Cuando el rubio abrió los ojos solo se encontró con la cara del llamado “Matt” que… ¿¡Lo besaba!?
-¡AHG! – Lo empujó Mello con la cara roja de la pena. Le había robado su primer beso.
-Lo-Lo siento – Se disculpó el de las Googles en la cabeza – No era mi intención. No te vi –
El rubio se restregaba la boca para quitar todo rastro de ADN del pelirrojo, quien solo le observaba un poco asustado por su mirada.
-Necesito mi chocolate – Musitaba -¿¡Donde esta mi chocolate!? – exclamó
Al ver al piso divisó a su amado; moribundo y sucio, pidiendo auxilio. Lo tomó entre sus manos y con lágrimas exageradas en los ojos lo miraba como si esperara un “Estoy Bien” de este.
-¡Eres un MALDITO PERRO! – Le lanzó el chocolate, aun duro, en la cabeza de Matt
-¡Auch! – se quejó este sobándose
Mello estaba fúrico y apenado por lo que había ocurrido hace un momento. Su cara estaba roja, no tanto de cólera, sino por el desprevenido beso. Metió su mano en el bolsillo en busca de su fiel amiga pero… no la sintió.
-¿¡Eh!? – Rebuscó mejor pero no había señales de ella hasta que…
-Hola – Sonrió un pelinegro de alta estatura y algo encorvado, con una mano en el bolsillo y la otra sosteniendo en alto la pistola, con solo dos dedos, como si le tuviese asco.
-¡Devuélvemela! –
-No es necesario – dijo tranquilo – Vamos a la oficina del director – comenzó a caminar esperando que el de ojos celeste le siguiera. Pero al contrario se dispuso a abalanzarse sobre Matt para golpearlo, destruirlo, masacrarlo, romperlo en miles de pedacitos, pero sus ideas fueron destruidas al sentir como el chico de ojeras le halaba de la camisa arrastrándolo, y nuestro protagonista, cruzado de brazos.
-Mihael… ¿No? – habló un hombre de tercera edad
-Así es –
-Es un placer jovencito. Espero que… -
-Sí, si, ya – Dijo fastidiado con una vena de impaciencia resaltada en su cabeza – Dame la llave de mi dormitorio y la clase en que estaré. Y luego puedes callarte. –
-Toma – Suspiró el hombre entregándole un papel junto con la llave
-Gracias – Dijo de mala gana arrebatándoselo de manera grosera. Luego se levantó para salir del lugar.
-Es un buen chico – Dijo sonriente el hombre que estaba parado al lado del director una vez que el otro se fue.
-¿Tú crees Watari? – Le miró preocupado
-No ha cambiado en nada - Rió
Caminó por los pasillos en busca de su habitación
-24… 35… 46… ¡48! Debe ser esta – se paró en frente y pudo escuchar un molesto ruido. Así que pegó su oreja en esta para poder oír mejor.
-¡Rápido rápido!... ¡El cristal será mío imbécil!... ¡Toma esto…! – Fue interrumpido por la puerta que se abrió. Se le quedó mirando a esta de la cual se asomó un rubio.
Los dos jóvenes se veían uno al otro, estupefactos al darse cuenta de sus identidades.
-¡T-TU! – Exclamó Mello con cierto asco en su semblante
-Ho-Hola – Dijo con una sonrisa nerviosa el pelirrojo