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Soñando con el paraíso por Kokuma

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Notas del capitulo:

Por fin el final de este fic, me tardé por falta de inspiración, espero sea de su agrado. XD

ENVUÉLVEME CON PASIÓN

Tsuzuki había querido cocinar para mí, pero por obvias razones le dije que yo prepararía la comida y la cena. Estuvo molestándome mientras preparaba con cuidado el udon, me abrazaba sorpresivamente por detrás e intentaba probar con los dedos lo que hacía.

- ¡Estate quieto, idiota! –le grité cuando tiró el caldo con el antebrazo.

Me miró con unos ojos llenos de inocencia, pidiéndome perdón se fue a la sala a tomar asiento como un niño regañado. No podía evitar esos pequeños arranques de ira que me llegaban de pronto, pero tampoco podía dejar de sentirme conmovido por cada gesto suyo. Limpié todo con rapidez y lo puse a que se terminaran de hacer los fideos para después ir con él. Lo encontré en medio del sillón de tres plazas, con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados.

- Pronto estará la comida –dije mientras me acercaba, no se movió ni un centímetro- ¿Tsuzuki?

Cuando estuve lo suficientemente cerca, me sorprendió jalándome por el brazo y haciendo que me sentara en sus piernas.

- Pero, ¿qué haces…?

Colocó un dedo sobre mis labios para hacerme callar, me abrazó como una madre abrazara a su pequeño, con una mano sostuvo mi espalda y con la otra acarició mi rostro. Se acomodó y me besó con ternura, dándome espacio sólo para respirar un poco y después continuar; era tan tranquilizante estar así, a su lado, disfrutándonos mutuamente.

Su lengua se enlazaba con la mía con gran destreza, en momentos mordía mi labio inferior, deslizaba su mano por mi pecho hasta mi abdomen y subía otra vez. Me acomodé para envolver su cuello con mis brazos, pero de pronto recordé la comida sobre la estufa.

- ¡El udon! –exclamé mientras me soltaba y me dirigía a la cocina.

Por suerte supo bien, y nos sentamos en el comedor a disfrutar la comida. No dejó de hacer bromas con los palillos y hablar sobre lo delicioso que sabían los fideos.

Al terminar salimos a caminar un rato otra vez junto al río, estuvo platicándome sobre varias anécdotas estando recostado, con su cabeza sobre mis piernas.  El tiempo se hizo corto, pronto empezó a oscurecer y unas cuantas luciérnagas se asomaron por entre las hierbas altas, haciendo círculos en el aire y sobrevolando el agua pacíficamente. Por unos segundos me perdí en la imagen.

- Hisoka –me llamó, volteé enseguida-, tengo hambre.

Reí un poco por dentro, Tsuzuki comía como diez hombres juntos. Nos levantamos y dijo que era mejor ir a mi apartamento esta vez. No pregunté por qué, sólo me importaba estar a su lado. Preparé con rapidez un teriyaki, recordando servirle doble porción para que no quedara con hambre.

- Serías una esposa perfecta –comentó mientras ponía el plato frente a su lugar.

Me sonrojé y lo miré, reclamándole el hecho de que me comparara con una mujer; se rió y empezó a comer, esta vez se apresuró a terminar su plato y esperó hasta que yo finalizara el mío.

- Tengo algo para ti –dije a la vez que servía tarta de manzana.

Empezó a comportarse como un niño pequeño de nuevo, se devoró la tarta entera en menos de cinco minutos, su alma pareció descansar. Dejé que reposara mientras retiraba los platos; me disponía a lavarlos cuando me abrazó por atrás.

- Es un poco extraño disfrutar del postre sin que tú hagas lo mismo –recargó su barbilla en mi cabeza.

- Sabes bien que no como cosas dulces.

- Pero tengo en mente algo que quizá te gustará.

Su tono lascivo me hizo temblar; uno de los platos se resbaló de mis manos cuando Tsuzuki me levantó en brazos. No tuve tiempo de quejarme porque me besó de inmediato, al separarnos  me sonrió y me llevó así hasta la habitación.

Me depositó con suavidad sobre la cama, comenzamos un beso profundo y húmedo. Me dejé llevar por mi compañero, nunca había tenido relaciones íntimas con nadie, por lo que no sabía qué debía hacer ni en qué momento. Seguramente sabría cómo me sentía porque me sonrió antes de empezar a desabrochar los botones de mi camisa, procurando aumentar la pasión segundo a segundo; levanté mi torso un poco para que pudiera retirar la prenda, continuamos con el beso. Paso un brazo por debajo, a la altura de mi espalda y me levantó hasta que ambos estuvimos frente a frente, de rodillas sobre el colchón; por primera vez sentí todas sus emociones, tan extremas como las mías, llenas de un pasado doloroso que se había apaciguado hasta ser lo que era, amoroso y deseoso de contagiarme con su paz.

Enseguida empecé a desvestirlo con lentitud, quitando la corbata, bajando los elásticos del traje, desabrochando los botones de su camisa; pronto estuvimos sólo con los pantalones puestos. Recorríamos ansiosos con las manos nuestros torsos desnudos, nuestros labios parecían estar hechos para mantenerse unidos; desabrochó mi pantalón e hice lo mismo con el suyo, pero no los bajamos de inmediato. Nos acostamos otra vez, bajó su boca hasta mi cuello y fue besando cada centímetro de mi piel hasta llegar a los pezones, en donde se detuvo a succionarlos con delicadeza; mis gemidos se escuchaban cada vez más mientras Tsuzuki se acercaba a mi vientre sin dejar de acariciar el resto de mi cuerpo; deslizó mis pantalones hasta sacarlos del juego, hizo lo mismo con mi ropa interior.
Por fin me tenía completamente desnudo bajo él, a su merced; pensé que para él sería desagradable mirar mi cuerpo de adolescente, sin dudarlo intenté cubrirme con una cobija pero la apartó de inmediato y me miró extrañado.

- Es que yo –inicié titubeando-, bueno, mi cuerpo no es…

Me besó para silenciarme, supe que entendía a qué me refería.

- Tienes un cuerpo perfecto, Hisoka –sus palabras eran dardos dulces que golpeaban mi corazón y lo ablandaban-. Finamente formado, delicado, hermoso.

Terminó por deshacerse de su ropa interior y regresó a besar mis labios; nuestras partes íntimas hicieron contacto entre sí, sentí el calor que emanaba de ambos al unirse, con cada roce se encendían más y pronto se tornaron duros por completo; cerré los ojos con fuerza, la excitación se apoderaba de mi cuerpo como los sentimientos más fuertes lo hicieran también.

Nos separamos, me hundí en sus ojos violeta, acarició mi rostro; dejó un camino de besos antes de llegar a mi órgano sexual y dar unos pequeños besos en él, giró el rostro hacia mí con una leve sonrisa de complicidad, ahí abajo estaba muy prendido; aparté la mirada avergonzado cuando lo introdujo por completo en su boca, intercalando besos, succiones, movimientos con su mano, haciéndome gemir un poco más fuerte. Continuó así por unos minutos, subió hasta mi rostro de nuevo depositando un beso en mi frente, luego en mi nariz, en ambas mejillas; tomó mi mano y la dirigió a su parte íntima, abrí los ojos por la sorpresa, lo encontré sonriéndome como siempre, inicié los movimientos; seguí mis instintos suponiendo que lo que me había hecho sentir bien, lo haría sentir bien a él también. Pude observar su rostro, tenía los ojos cerrados y los sonidos que hacía me indicaban que lo disfrutaba.

Apartó mi mano, besándome separó mis piernas y se colocó en medio, acarició mis extremidades inferiores y subió hasta la parte interna donde intercaló unos ligeros toques a mi miembro, luego colocó mis piernas sobre sus hombros. Extendió el brazo y del cajón en el pequeño buró junto a mi cama sacó un tubo de lubricante, dejándome un poco confundido, pues no sabía a qué hora había podido ponerlo ahí. Abrió la tapa y vació un poco sobre sus dedos, llevándolos hacia mi entrada; el espeso líquido tocó mi piel y un escalofrío me recorrió.

- Está un poco frío –le dije.

- Ya se calentará –me guiñó un ojo.

Ese hombre me estaba matando con gentileza extrema, los cambios de personalidad que aparentaba lo dejaban a uno estupefacto, lleno de dudas que se resolvían una a una bajo su dirección.

Un dedo se adentró en mí, mis esfínteres estaban un poco punzantes pero con la cantidad de prolongaciones incrementándose gradualmente hasta tres, se acostumbraron; hizo varios movimientos circulares hasta que se aseguró de que estuviera listo. Puso la punta de su miembro en mi entrada y la restregó un poco, volvió sus ojos hacia mí, nunca dejó de llevar esa cálida sonrisa que me congeló.

- Relájate, Hisoka.

Contuve la respiración cuando marcó presión y entró con precaución; me pareció que el tiempo se hizo largo mientras toda su longitud alcanzaba fondo, no había imaginado que mi compañero tuviera tales medidas. Cuando su abdomen se detuvo con mis genitales, esperó unos segundos antes de iniciar un vaivén lento; intenté controlarme pero no lo logré, gemía quedamente sin parar. Tenía razón, el frío pasó y un calor como nunca antes lo había sentido me invadió por dentro.

- ¡Ah, ah! ¡Tsuzuki! –sumisos gritos salieron de mi boca cuando la velocidad aumentó.

Sus caderas golpeaban rítmicamente mis glúteos, gotitas de sudor perlaban nuestros cuerpos; el placer era tanto que enterré mis uñas en las sábanas, las retorcí entre bajo mis manos. Dobló mis piernas hasta que tocaron mis hombros, me besó apasionadamente, enseguida nos movimos hasta quedar en posición de cuchara, alzó una de mis piernas para permitir la libre entrada a su miembro en mí y continúo con las estocadas, cada vez más rápidas, más profundas. Pude escuchar sus gemidos, un poco callados por la concentración, su respiración estaba sobre mi cuello; giré la cabeza lo suficiente para que me besara, y lo hizo con cariño. Abrió sus preciosos ojos violetas y penetró en mi alma, era el único que podía hacerlo con tal energía y pasión.

- Te amo, Hisoka –articuló con los labios.

De mis ojos rodaron lágrimas, me volteé y hundí el rostro en la almohada, sollozando. Nada hasta ese momento de mi vida me había vuelto tan feliz, tan pleno; depositó besos en mi hombro. Un gemido ronco se dejó oír y eyaculó dentro, fue suficiente para que yo hiciera lo mismo sobre las sábanas, soltando sonidos descontroladamente. Nuestras respiraciones era lo único que se podía escuchar en la habitación, mi pecho subía y bajaba. Salió de mí con sutileza, nos quedamos así un minuto antes de que me girara y lo abrazara, escondiendo mi rostro en su pecho.

- ¿Hisoka? –alzó mi barbilla y me miró.

Acarició mi cabeza y besó mi frente. Dejó ir un largo suspiro, giró su cuerpo y me dejó bajo él, para analizarme detenidamente.

- ¿Estás bien?

Asentí con la cabeza, no podía hablar debido a la gran excitación de la que había sido preso; secó mis lágrimas con el dorso de su mano, tomó una de las mías y depositó un largo beso en ella.

- Te amo, Hisoka –repitió con una voz profunda, calmante.

Lo atraje hacia mí para unir nuestros labios, supe desde ese momento que nada podía separarme de él, nunca más podría alejarme de su lado.

- Tsuzuki, yo también… -me detuve un poco, pero era hora de dejar de dudar, no necesitaba más pruebas de su amor- Yo también te amo, Tsuzuki.

Como él siempre hiciera, repetir su nombre era la única manera de no soltar el hilo con la realidad, ahora comprendía que seguramente había sido tan penoso como para mí aguantarse por tanto tiempo sin decir nada acerca de sus sentimientos.

Una sonrisa nueva surcó su rostro, soltó una ligera risa y me arrastró hasta acomodarnos bien juntitos bajo las cobijas, uniendo mi frío y su fuego.

- Buenas noches, Hisoka.

- Buenas noches, Tsuzuki.

Notas finales:

Disfruté escribiendo especialmente este fic. Por favor, no olviden comentar.

Gracias por leer. :)


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