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A MEDIA HORA DE DISTANCIA por lunayaoi

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Notas del fanfic:

Los personajes de NARUTO no me pertenecen, son propiedad del autor, yo solo los tomo para mis fines creativos nada más.

 

Notas del capitulo:

Bueno para los que me conocen esta es una historia que se me ocurrio de momento y saben que me gusta escribir idioteces a veces.

Para los que no espero que les guste la pequeña historia...

 


El reloj marcaba 6:30 a.m., la alarma empezó a sonar tan ruidosa como todos los días y perezosamente un brazo de color canela se estiraba para intentar interceptar y apagar el molesto aparato sin abrir los ojos. Sin embargo ese día el sol salió más temprano a lo acostumbrado y por sus cortinas se filtraban directamente sus cálidos y luminiscentes rayos, gimoteando y resignado se desperezó y decidió levantarse de su amañadora cama.


 


Todos los días eran lo mismo, levantarse, bañarse, arreglarse y desayunar -algunas veces medio arreglaba el desorden de su apartamento- pero aun así nada cambiaba. Hacía dos años que se había mudado a la gran ciudad y medio año desde que empezó a vivir por su cuenta, mientras recordaba, se observaba en el espejo tratando de arreglarse un poco el cabello (ese día había amanecido más rebelde y enmarañado que siempre) y lucir medianamente presentable.


 


Después del tortuoso cepillado y una simple moña que disimulaba el nido de pájaros que tenía por cabeza, tomó sus llaves y salió rumbo a la estación para coger el bus de las 7:20 a.m.


 


 


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El regalo de su hermano sonó a la misma hora de todos los días, 7:00 a.m., giró y estiró su brazo que con un manotazo apagó la alarma del radio reloj. Se sentó en la cama con las cobijas sobre él, llevó sus grandes manos y refregó con ahínco sus ojos para tratar de despertar completamente. Respiro profundamente y se levantó a preparar su preciado café mientras observaba las noticias del periódico matutino.


 


Al terminar se dirigió al cuarto de baño, observo su patética figura y se lamentó frente al espejo. Tomó crema de afeitar en sus manos y la untó en su rostro con desgano, pasó la cuchilla y limpió la crema con la toalla de mano; después cepilló sus dientes y se metió a la ducha –solo 5 minutos- se repetía mientras realizaba la misma aburrida rutina todos los días. Ya no era lo mismo desde que estaba solo, su hermano mayor se había casado y él tuvo que acostumbrarse a vivir solo.


 


Mientras se acomodaba sus accesorios veía fijamente hacia su ventana. Y vio a un rubio corriendo afanosamente bajo su ventana mientras llevaba un vaso de café y unas cuantas carpetas en sus manos igual que todos los días, sonrió cogiendo sus llaves, se puso sus zapatos y salió del departamento hacia la estación de buses.


 


 


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Llegó bastante apurado, la fila en la cafetería había estado más larga que todos los días y pensó que no llegaría a tiempo para coger el bus. Se paró atrás de la franja amarilla, menos mal era el primero –podía subirse y escoger a gusto su puesto en la ventana- daba sorbos a su capuchino mientras observaba a sus costados, sintió que varias personas se formaron atrás de él, volteó y vio a la misma chica pelirroja con su novio albino los cuales discutían las mismas bobadas, más atrás una chica de cabello rosado vestida de blanco –quizá trabajaba en un hospital- y por último un chico regordete con un paquete de papas acompañado de un joven con cara de fastidio que siempre lo regañaba por comer demás.


 


Era la hora, se acomodó bien su maletín, apretó bien su carpeta y le dio un último sorbo a su capuchino. Ese gran bus rojo paró frente a él, respiró y empezó a sentir como los ánimos de la gente subían,  a sus espaldas el mundo se venía cada vez más sobre sí mismo esperando a que el bus abriera las tres puertas. Los insultos y peleas no se hicieron esperar, la impaciencia por coger un puesto e irse cómodo durante todo el viaje era el anhelo de todos los días y por ello todo, absolutamente todo se valía; las puertas al fin se abrieron cuando el número y el letrero frontal cambiaron, entró empujado, observó con ojo de halcón y divisó su puesto, corrió como si la vida se le fuera en ello y respiró al haberse sentado sin contratiempos en su adorada ventana.


 


Rápidamente el bus se llenó, al frente vio a una pareja de jóvenes abrazados, la chica iba recostada en el pecho del muchacho riendo felizmente mientras él le hablaba tiernamente al oído. Sonrió por la escena pero luego recordó su estado civil momentáneo y observó su triste semblante en el reflejo del vidrio, tratando de olvidar se colocó sus audífonos y se fue escuchando su música preferida… eso sí que le levantaba los ánimos.


 


 


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“Maldición” se repetía una y otra vez, mientras que era zarandeado de un lado a otro por el capricho de la gente que estaba delante y detrás de él. “que nadie tiene cultura ciudadana??” se preguntaba mientras el bus “J72- Las Aguas” se detenía y abría sus puertas. En cuestión de tres segundos había sido entrado a la fuerza y reducido a su más mínima expresión, lo que su escasa perspectiva le permitía, divisó a las mimas niñitas idiotas que le miraban y cuchicheaban entre si poniéndose rojas cada vez que él las miraba despectivamente, atrás suyo, digamos que solo sentía la respiración y el calor corporal de otro hombre… como lo sabía? Ni pregunten. A su otro lado, iba su vecina de piso, Hinata Hyuga, bastante tímida pero buena gente apachurrada como el resto.


 


En fin, mientras trataba de respirar una dulce anciana se ofreció a llevarle la maleta; que hermosa imagen vio cuando aquella dulce señora tomó la mano de su acompañante, otro octogenario y le dio un beso cariñoso mientras el anciano se levantaba y se dirigía a la salida. Hoy en día, muy pocos matrimonios llegaban a esa edad… ni siquiera el de sus padres duró tanto; aquello le recordaba que no había podido conocer el amor por idiota.


 


 


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Una mini pantalla en lo alto le indicaba que la próxima estación era su destino final, como pudo se puso de pie y empezó a acercarse hacia la salida llevándose a cuanto enano y grandulón estuviera por delante, se sentía como sardina enlatada y no era para menos, alguien le respiraba en el cuello y si volteaba era seguro que podría besarlo, un escalofrío le recorrió de solo pensarlo y antes de pensar algo más, aquella voz con acento español avisó de la llegada a la estación… gracias al cielo!!


 


La semana se le había pasado volada, ya era viernes y se avecinaba el aburrido fin de semana. Se dirigió hacia el botellón de agua que se encontraba allí, tomo el vaso de plástico y lo llenó, se recostó sobre el mesón de la cocina en un extremo a comer su paquete de minichips (son mini galletas que son adictivas) en una esquina mientras los demás hablaban de frivolidades y de sus planes para salir esa noche… todos gritaban con algarabía, es viernes!!!


 


Simplemente decidió ignorarlos, terminó de un trago el vaso de agua y botó el paquete en la caneca azul. Sacudió sus ropas y salió disparado de allí, su jefe caminaba rápidamente hacia su puesto y si no lo encontraba era regañada fija.


 


La situación no paso a mayores, gracias a dios se desvió al otro cubículo así que pudo respirar en paz. Era la anhelada hora del almuerzo, se dirigió al restaurante que tenía mesas al aire libre, pidió el plato del día y comió tranquilamente. Después del postre, una rica gelatina de sabores, fue hacia la caja, tomó dos dulces y le sonrió a aquella muchacha a la que conocía bien, por que él era cliente frecuente de allí, salió del local y pudo ver que un hombre de cabellos azabaches ahora se sentaba en la mesa que él había ocupado minutos antes, tenía una muy buena vista.


 


Se sonrió para sí y se devolvió a su alocada oficina…


 


 


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Más de media humanidad se había bajado ya, podía respirar en paz y arreglar su maltrecha vestimenta que parecía un acordeón. Cuando pudo moverse, se percató que muchas de las féminas que se encontraban en el bus lo observaban  descaradamente, pero él ya estaba acostumbrado a esa atención, así que le restó importancia, le pidió el maletín a la amable anciana y se bajó en la estación que le correspondía.


 


Ya era viernes y como era costumbre, el jefe los reunía para hacer el balance de la semana y otras babosadas más. En promedio y según sus cálculos ya era media mañana y aquel vejete seguía hablando, ¡¿cómo era posible eso?! Se gritaba mentalmente tratando de no dormirse. Todos reían ante los estúpidos chistes del jefe menos el, su política nunca fue ser lame botas y no iba a empezar ahora.


 


Menos mal todo había terminado y la hora del almuerzo había llegado. Fue al restaurante de la esquina, era el único que satisfacía sus gustos culinarios además de que ahí podía comer un postre sin morir envenenado por el azúcar;  pudo ver que su mesa estaba desocupada, se sentó y al instante le trajeron el plato del día. Dirigió su vista a la entrada del local y vio a un rubio saliendo mientras guardaba la factura y abría el empaque del dulce, “siempre sonriente” pensó mientras volcaba su atención de nuevo en el almuerzo.


 


Observó su teléfono celular y vio que era la hora de entrar a su jaula, debía entregar el proyecto antes de las tres y media… debía apurarse.


 


 


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Su feliz tarde se había reducido a nada, el viejo pervertido que tenía por jefe había llegado a su escritorio y literalmente se le sentó en la mesa.


 


-          Deberías haberle dejado el azul…


 


-          Pero si usted me dijo que lo pusiera rojo


 


-          Naruto… yo nunca dije eso


 


-          Pero… pero…


 


-          Pero nada, por favor cámbiale los colores y entrégamelo antes de las seis.


 


-          Pe… arggggg


 


Se retiró siendo esa su última palabra, Naruto se dio de topes contra el escritorio mientras se maldecía por su suerte. A sus veintitantos su vida era monótona y fastidiada por aquel asqueroso ser que le miraba como presa sexual… que suerte la suya!! Pensó mientras daba círculos con su cabeza tratando de relajarse.


 


Ya había sido acosado por más de media oficina, su escultural cuerpo color canela, cabello rubio largo y enmarañado, ojos azul y encantadora sonrisa le habían hecho merecedor de acosos y citas fallidas con idiotas que no valían la pena. Bostezó y dirigió toda su atención a la computadora mientras realizaba los arreglos al diseño “según las especificaciones del jefe”; esa sería una tarde bastante larga y por no decir tediosa…


 


Horas después, ya la mayoría se habían ido en combo o en parejas, él era el único que no tenía una gran vida social solo porque había rechazado a la mayoría (por no decir todos) de los hombres de la oficina. Al fin había terminado y se preparaba para el largo y pesado viaje a casa, tomó el ascensor y se dirigió a la salida. Era perfecto, las cosas no podían empeorar estaba lloviendo a cántaros y adivinen que… si, él no había traído su sombrilla. Aquello seguramente era lavada y gripe fijas.


 


Bajó del ascensor y se colocó bien la chaqueta, menos mal su maleta era impermeable pero sus zapatos no. La lluvia se hizo realmente fuerte y resignado decidió quedase a esperar un poco más, esperando a que el aguacero menguara, los minutos pasaron y afuera seguía igual, su cansancio era más y si tenía que mojarse lo haría. Se preparó y se dispuso a salir, miro a los costados y no dio tres pasos cuando sorpresivamente alguien lo tomo del brazo  y lo protegió bajo una roja sombrilla.


 


-          Sa… Sasuke??


 


 


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Podía ver a través de la ventana aquellos nubarrones grises que vaticinaban una tormenta segura. Menos mal era precavido y había traído su enorme paraguas consigo –además de servirle como arma para poder entrar en el transporte público todos los días- bufó y se dedicó a terminar aquel trabajo.


 


-          Sasuke.


 


-          Señor?


 


-          Te encargaré del otro proyecto también… al presidente le gustó tu idea y pidió que tu la desarrollaras.


 


-          Pero es que…


 


-          Nada de peros, lo harás y punto.


 


-          Espere!!


 


Un fuerte portazo se escuchó cuando su jefe salió, estaba ahogado de trabajo y le agregaban más piedras para que se hundiera el con todo y barco. Él era un genio de nacimiento al igual que su hermano, sin embargo ni las finanzas o las ingenierías le llamaban la atención; tenía veinticinco, nunca había tenido compañero/a sentimental y su vida era del asco. Lo tenía casi todo, era alto y de contextura física fuerte, piel nívea y ojos y cabellos negros, un sex appeal  envidiable y un porte inigualable; pero sus niveles sociales eran nulos.


 


Ese día todos sus “compañeros” de oficina le habían insistido -con más perseverancia que las veces anteriores- que saliera con ellos a beber esa noche y de paso se irían a bailar, él ya les conocía ese truco, si él iba todas las mujeres de la oficina irían también solo por conquistarlo sin embargo su negativa fue rotunda. 


 


A él solo le había interesado una sola persona en su existencia y por su idiotez no se pudo acercar a ella, lo veía todos los días en la universidad, tomaban las misma clases e inclusive iba al café donde trabajaba, pero en ninguna de esas ocasiones pudo hablarle y cuando decidió hacerlo ya era demasiado tarde, él se había mudado y con él la oportunidad de llegar a algo más que simples conocidos. La verdad era que su amor platónico sabía quién era él porque él fue su tutor algunas ocasiones o porque les toco sentarse lado a lado.


 


No había sabido nada de él, salvo que se había mudado a ésta ciudad pero la inmensidad había evitado que se encontraran de nuevo. Suspiró quedamente, tomó sus pertenencias y salió rumbo al zoológico con ruedas para llegar a su casa; cuando bajó del ascensor y se dirigió a la salida se percató de la persona que estaba en la puerta, sus ojos debían estarle jugando una mala pasada pero cuando vio el perfil y aquellos hermosos y azules ojos asomados por los dorados mechones que se deslizaban delicadamente por sui rostro.


 


Estaba a punto de marcharse y en un impulso logró atajarlo antes de que se mojara, lo protegió bajo su sombrilla y le sonrió.


 


-          Sa… sasuke?? –vaya sorpresa, si lo recordaba.


 


-          Hola Naruto.


 


-          Que sorpresa!!!


 


-          Lo mismo digo, que haces por aquí?


 


-          Eh?? Trabajo aquí. No me digas que tú también??


 


-          Pues si…


 


Sasuke y Naruto caminaron debajo de la sombrilla mientras hablaban de sus vidas, por coincidencias ambos se dirigían a la misma estación y tomaban el mismo bus. Hablaron todo el camino animadamente, el azabache aun no podía creer que aquel en quien estaba pensando estuviera a su lado –bastante cerca- hablándole como si lo conociera de toda la vida. Naruto se bajó dos estaciones antes de la suya, se despidieron y cada quien siguió su camino a un fin de semana aburrido.


 


 


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Como todos los días, se levantó sin ganas de ir a trabajar, pero tenía que hacerlo y con el mayor de los pesares realizó la rutina de todos los días, gracias a dios los lunes su cabello lucía normal y hasta bonito podía decirse. Salió a la misma hora de todos los días directo a la cafetería por su capuchino, aunque por capricho cambiaría el café por una jugo de naranja combinado con zanahoria, una rara pero deliciosa combinación.


 


Se dirigió hacia la otra esquina y ahí vio el puesto de la señora que desde las seis de la mañana empezaba a trabajar allí vendiendo jugos y emparedados para los transeúntes que como él desayunaban de camino a la estación. Mientras terminaba de degustar su jugo se chocó intempestivamente con alguien que iba de salida, al recuperarse vio que era nada más y nada menos que Sasuke Uchiha, un pelinegro que lo había salvado de una gripe el viernes pasado.


 


-          Buenos días! –saludó.


 


-          Mm?? –el azabache se dio vuelta hacia la voz- Naruto??!!


 


-          Hola!


 


-          Hola… que haces por aquí??


 


-          Vivo por aquí, me dirigía hacia la estación.


 


-          Ahhh


 


-          Qué raro… -mencionó.


 


-          Qué??


 


-          Siempre paso por aquí a la misma hora, pero esta es la primera vez que me encuentro contigo…


 


-          Mmm –el azabache meditó las palabras- eres tú el que pasa corriendo todas las mañanas con un vaso de café a esta hora??


 


-          Si!! Por??


 


-          Así que eras tú… -susurró para luego sonreír- es que yo vivo acá –señaló el edificio- y pues siempre te veo pasar pero no sabía que eras tú; además hoy tuve que salir temprano por trabajo.


 


-          Ya veo…


 


Ambos tomamos el mismo bus, nos sentamos lado a lado y hablamos de todo y de nada a la vez. Como nuestro destino era el mismo, no interrumpimos la conversación. Sasuke me contó todo lo que había hecho después de la graduación, también me contó sobre el matrimonio de su hermano y su vida de soltero. Descubrimos que somos vecinos de manzana y acudimos a la misma cafetería por el café matutino.


 


Cuando paró el ascensor, me bajé y despedí de él; prometimos almorzar juntos. Lo llevaré a aquel restaurante al que siempre voy, sé que la comida de allí le encantará.


 


 


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No hallaba la hora en que el maldito reloj de la pared marcara la 12:30 p.m., Naruto lo había citado en la recepción del edificio a esa hora para llevarlo a almorzar a un “rico restaurante”. La mañana se le hizo endemoniadamente lenta pero nada ni nadie le opacaría ese día; afortunadamente y gracias a su encanto, una de sus tantas compañeras le había cambiado el turno del almuerzo, así que podía salir media hora más temprano.


 


Su oficina estaba hecha un chiquero, papeles y reglas por todas partes, en el tablero acrílico se veían notas pegadas en collage con las citas, anotaciones y pensamientos para el nuevo proyecto. Al fin el minutero se posó en el número 6, y como alma que lleva el diablo salió disparado hacia la recepción. Los ascensores bajaban atestados de gente, tuvo que esperar dos minutos para tomar uno que bajara menos lleno.


 


Y allí estaba, con una hermosa sonrisa y ese cabello rubio radiante que se ondeaba al viento.


 


-          Listo Sasuke?


 


-          Listo… a dónde vamos??


 


-          Hay un restaurante en la esquina que te –pero fue interrumpido.


 


-          El de doña Margarita?? Si lo conozco!!


 


-          Si??


 


-          Sí, yo almuerzo todos los días ahí!


 


-          Igual yo!!


 


Ambos reímos sonoramente al darnos cuenta de ese pequeño detalle, al llegar nos dirigimos por instinto a la misma mesa y cogimos la misma silla. No lo podíamos creer, y reímos aún más.


 


Desde aquella ocasión, me di cuenta que Naruto y yo hacíamos lo mismo todos los días en los mismos lugares, no nos habíamos encontrado antes porque nos llevábamos “media hora de ventaja para todo” dijo él con una gran sonrisa. Era cierto, si antes me hubiese levantado más temprano, tal vez nos hubiéramos encontrado mucho antes; pero el destino es caprichoso y nosotros fuimos su entretención.


 


A partir de ese día, las cosas para Naruto y Sasuke cambiaron, almas gemelas separadas por media hora en el tiempo se reunieron gracias a un mal día, en el que Naruto tuvo que quedarse media hora en el trabajo gracias a su jefe y Sasuke tuvo que salir media hora temprano al suyo. Aquellos minutos fueron la diferencia entre la felicidad y la soledad, muchos destinados están separados solo porque el tiempo o el espacio no es el correcto; así que madrugar o a quedarse hasta tarde puede hacer la diferencia.


 


El azabache al fin se dio valor para invitarlo a salir, luego de varias citas ocasionales e invitaciones a cenar a sus respectivos apartamentos, vino el noviazgo, luego se fueron a vivir juntos y el resto es otra historia…


 


Final.

Notas finales:

Bueno, comentarios sugerencias y demás son recibidios con mucho gusto. Igualmente si tienen sugerencias de historias para mi, con mucho gusto las haré para ustedes.

hasta  otro fic... si algo estraordinrio no ocurre!!

 

Bye!!!


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