Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

BOY LOVE BOY por Nanami Jae

[Reviews - 149]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

En las historias siempre debe haber un rival, lo sé. Pero en mi caso, ¿por qué tuvo que ser él?

Ahora todo cambiará en mi vida y de la manera más extraña...

 

 

 

Capítulo 1: Aparece un villano en mi historia de amor

 

 

 

Una repentina lluvia se desató y me sorprendió una noche cuando salía de clases. El resfriado no se hizo esperar y me obligó a quedarme todo el fin de semana bajo una frazada caliente y un termómetro en la boca. 

Hoy amanecí mejor, así que mamá me ha obligado a ir a la Preparatoria.

Antes de exponerme al clima exterior, me puse un gorro de estambre, una sudadera color gris cálido, unos jeans entubados, una bufanda tejida que rodeé en mi cuello y un cubre bocas que a zarandeadas ella me hizo usar.

En cuanto abrí la puerta, la fresca brisa acarició mi pálido rostro y sacudió mi castaño cabello.

Salí de casa bajo un ataque escandaloso de tos.

El cielo estaba nubloso y amenazaba con una llovizna, así que esta vez no me di el gusto de esperar a Carla y corrí a la parada de bus escapando del tedioso clima. Llegué y usé los asientos de espera, pero la banca metálica estaba tan fría, que me levanté al instante en cuanto caló a mi pobre trasero.

—Está frío, ¿verdad? —comentó con tono gracioso un chico recargado en una pared pintada de graffiti callejero.

Yo reí afirmándolo mientras me sobaba insistentemente la retaguardia.

En eso, divisé al bus a una cuadra de distancia y le pedí la parada. El transporte venía a toda velocidad y se detuvo de topetazo, rechinando tan molestamente que me dejó sordo por unos instantes. La puerta se abrió y un chofer con bigote de cepillo asomó la cabeza y me miró con ojos desorbitados.

— ¡Apresúrele que voy a destiempo! —me ordenó impaciente, como si yo tuviera la culpa de su retraso.

Mis zapatos resbalaron cuando subí los escalones húmedos del transporte y eso ocasionó que me entretuviera un poco al acceder. El conductor me avivó con su mano insistente en el volante. Llegué a él todo jadeante y le di mi cupón de pasaje escolar. Arrancó nuevamente antes de que pudiera encontrar asiento y tuve que sostenerme con firmeza del pasamano para evitar caer. Caminé con paso desequilibrado hasta que encontré dos asientos vacíos. Me recorrí hasta del ventanal e intenté mirar el exterior, pero el cristal estaba empañado y no me permitía apreciar nada. Con la manga de mi sudadera que me quedaba un tanto larga, sequé la humedad y el panorama se fue aclarando ante mis atentos ojos color miel.

Mientras indagaba afuera, vi borrosamente la silueta de una chica que pidió la parada del bus en un lugar no indicado. Aún así, el chofer frenó, y lo hizo tan bruscamente, que los pasajeros casi se salen de sus asientos, incluyéndome.

Ella subió veloz y ligera a la unidad con sus cabellos húmedos.

¿Quién podría ser esa hermosa joven?

Nadie más que Carla, la dueña de mi corazón...

La contemplé anonadado mientras recorría el pasillo, al igual que todos los pasajeros masculinos. Y las palpitaciones de mi enamorado corazón fueron aumentando su ritmo cardiaco a cada paso que ella se acercaba.

Ella me divisó al instante, me saludó alegremente y sin detenerse a pensarlo tomó asiento a mi lado. Pese al frío, mis mejillas se tiñeron al rojo vivo cuando sentí los constantes roces de su hombro con el mío provocados inevitablemente por los movimientos bruscos del trasporte. Tímidamente le miré de reojo, ella vestía un cálido blusón, unas mallas cafés y unas botas aterciopeladas que le hacían lucir igual de linda y perfecta que siempre.

—Supe por doña Laura que te resfriaste, ¿te encuentras mejor? —inquirió mientras aplacaba el volumen de su cabellera que se erizó por la humedad.

—No fue nada, ya estoy mejor —reí tímido y bajé el rostro—.De hecho, ya no era necesario usar el cubre bocas, pero... mi madre me ha obligado. Es muy insistente —. Hice una mueca y me descubrí los labios, sonriéndole ampliamente.

Carla rió.

—Lo sé, las madres nos procuran demasiado, pero lo hacen porque quieren que nos encontremos saludables y protegidos. Así que, trata de entenderla y hazle caso a todo lo que te ordene  —aconsejó con dulzura.

—Es verdad —sonreí entre dientes y sin opción, volví a usar el cubre boca.

En realidad aparenté estar de acuerdo con ella, pero nadie me podía quitar de la cabeza la idea de que mamá es muy extremista en sus cuidados y que me sigue procurando peor que a un niño de cinco años pese a que ya soy mayor de edad. Me cuida mucho más que a Eli, ¡mi hermana menor! Digo, ser el hijo de mami es tan patético... que me bese antes de salir de casa, que se asegure que me cepillo bien los dientes todas las noches, de abajo arriba y de arriba abajo; o que no me deje salir de casa si no estoy bien abrigado, y que en temporadas húmedas como esta me haga usar el triple de ellos; ¡o qué decir de que debo irme a la cama antes de las nueve!

Me sorprende que pueda caminar por mis propios méritos.

—Las mamás son unas almas amorosas y protectoras —continué fingiendo.

Ella asentó con la cabeza su acuerdo.

Mientras viajábamos juntos, así, conversando tan cálidamente, caí en la cuenta de que la vida siempre tendrá para mí, imprevistos agradables como el de hoy, que tuve la gloriosa fortuna de encontrarme a Carla sin haber planeado y calculado nuestro encuentro como todas aquellas miles de veces que hice de todo para lograr estar con ella, como lo estoy justo ahora.

Y sucedió hoy, cuando yo no lo concebí.

Esto me hizo pensar si debería simplemente dejar mi vida y al amor en las manos del destino. Dejar todo surgir.

Quizá sea piadoso conmigo y me tenga agradables sorpresas futuras...

 

*~~~*~~~*~~~*

 

Por desgracia el camino fue más corto que de costumbre, ya que el conductor fue apresurado y jugó a las carreras con otras rutas, saltándose algunos semáforos y esquivando ancianitas. Nos sentimos aliviados cuando pisamos suelo seguro, salvos de haber sido víctimas de un accidente vial y así, ser el infortunado encabezado del periódico matutino.

—Deberían quitarle la licencia de conducir —hablé bajo el cubre bocas.

Y entonces Carla sonrió nuevamente.

Feliz por haberle robado una sonrisa más, caminé junto a ella hasta la preparatoria con el pecho hinchado de orgullo.

Con lo popular que es, los chicos y las chicas que pasaron cerca de nosotros se detuvieron al instante y saludaron a Carla, arrebatándome como rufianes la exclusividad de su valiosa atención. Y aunque yo también saludé a sus conocidos, fui cruelmente ignorado, como si en realidad no mereciera su valiosa escucha o como si estuviera cubierto por la capa invisible de Harry Potter.

Malhumorado metí las manos en los bolsillos de mi pantalón y seguí caminando junto a mi amada, en silencio, mientras ella hablaba exaltadamente con sus amigas.

Nos detuvimos a la entrada de la escuela y ella seguía sin mirarme.

¿Había olvidado que yo estaba ahí? ¿A su lado?

Inevitablemente, seguía siendo ese fantasma que deambulaba en el mundo de los vivos y que nadie lograba percibir...

Intenté interferir en su interesante conversación, decir algún comentario ingenioso o hacer varias señas con las manos para que me notaran, ¡y que les recordara que yo me encontraba ahí! ¡Qué no les permitiría que me excluyeran de esa manera! Pero... sinceramente no sabía de lo que hablaban, temas como "chicos guapos" y "esmalte para uñas". Nada de lo que podía interesarme o de lo que yo tuviera conocimiento. Así que, apartado y encogido de hombros, esperé pacientemente hasta que Carla se acordara de mí, volteara y me sonriera.

Sólo eso me bastaba y satisfacía...

Vivía mendigando de sus migajas...

Las contemplé un buen rato en un sitio donde no pudiera estorbar, y entonces me percaté de la esfera transparente que envolvía y encerraba a Carla y a sus amigas en su mundo de popularidad al que yo no podía traspasar por aquella barrera. 

Una persona como yo, no tenía acceso.

Me lamentaba de mi condición en el interior, cuando de pronto una mano me jaló del brazo y me alejó de ahí.

— ¿Qué hacías en medio de una conversación de chicas? —indagó Lolo extrañado.

—Sólo hacía un intento más para ser parte del mundo de Carla, pero al parecer un Don nadie como yo, jamás pertenecerá a su nivel social —cabizbajo, respondí.

Lolo se limitó a decir cualquier comentario y no hizo más que resoplar malhumorado, ya que detesta escuchar mis comentarios negativos y deprimentes de todos los días.

Pero yo no puedo evitar sentirme de esa manera, cuando la vida se dedica a recordarme que aunque Carla me hablé o me salude de vez en cuando -quizá sólo por cortesía-, eso no cambiará el hecho que soy y seguiré siendo invisible a sus ojos y a todos los de su alrededor.

—Si tan sólo fuera como él, quizá Carla sí se fijaría en mí... —suspiré con agonía y señalé a Diego, el chico más popular de la preparatoria.

Él se encontraba junto a la entrada, conversando con sus amigos mientras que las chicas que pasaban a su lado lo miraban discretas y suspiraban al ver su perfecta y blanca sonrisa.

— ¿Te refieres a Diego? —evitó reír Lolo.

—Sí, él es perfecto —suspiré acongojado.

Lolo no se contuvo más y se carcajeó.

— ¿Y por qué dices que es perfecto? —preguntó gracioso.

—Es rubio, tiene ojos de color, y su silueta aunque delgada, es atractiva.  Es inteligente, aseado, ordenado, de carácter sensible y caballeroso. Es justo como les gusta a las chicas. Es una persona muy buena y dadivosa, y además... él no tiene que lidiar con ni una sola molesta peca en su rostro como yo—. Y me tallé violentamente las mejillas como si fueran producto de una molesta alergia.

—Espera, a qué te refieres con que Diego es una buena persona... —me interrumpió Lolo frunciendo el ceño.

—Supe que la otra semana fue a una perrera y adoptó a un cachorro que iba a ser sacrificado —señalé aún asombrado y emotivo—. También ha organizado campañas contra el maltrato animal.

Pero mi amigo seguía riendo de lo que decía y con más potencia, como si le pareciera absurdo lo que escuchaba salir de mi boca.

— ¡Lo importante es que todas las chicas mueren por él aunque tú no parezcas comprenderlo! —concluí, quejumbroso.

—Pues tu Casanova que tanto idolatras, va tras su siguiente víctima —me tomó de las mejillas y me volteó la cara para que fuera testigo—. Y mira, qué magnifica coincidencia, los dos son rubios, quizá puedan tener unos hijos preciosos.

Y entonces contemplé cómo el rubio se acercó coquetamente a Carla y la saludó.

— ¡Yo sí lo mato! —me abalancé y rechiné los dientes, olvidando al instante, todas sus virtudes anteriormente mencionadas, y llegando a la fría conclusión de que realmente no era tan sorprendente guapo, ni un pan de Dios, y que valía una mierda.

Lolo me sostuvo para evitar que hiciera una de mis estupideces, igual como siempre lo hace. A veces me pregunto cuántas tonterías pude haber cometido si él no hubiera interferido en todas las ocasiones. Además yo no era rival para nadie. Un niño de kínder sin duda me pondría una paliza.

Resignado, observé a distancia cómo Carla y Diego conversaban animadamente. Él en particular, parecía estar insinuándosele.

— ¡Me pregunto qué le estará diciendo! —exclamé desesperado y me froté el oído con el dedo como si de esa manera, mi tímpano lograra agudizarse un poco más.

—Si nos acercamos a una distancia que nos permita escuchar, ¿me prometes que te calmarás? —se rindió Lolo.

—Sí, sí —acepté casi al instante y lo jalé, apresurándolo.

Nos detuvimos a unos cuantos pasos cerca de ellos, mientras fingía detenerme ocasionalmente para sacar algo de mi mochila.

— ¿No estamos siendo demasiado obvios? —susurró Lolo.

Yo lo callé, pues no me dejaba escuchar con claridad la conversación:

— ¿Qué hiciste este fin de semana? —curiosa, le preguntó Carla al rubio.

—Me levanté temprano y fui a un bosque que hace días sufrió un incendio ocasionado por la indulgencia humana y planté unos árboles —respondió Diego con orgullo.

—Impresionante —murmuré.

— ¡Patético! —vociferó Lolo y comenzó a reírse escandalosamente.

Rápidamente le cubrí la boca con mis manos y frente a los rubios, fingí estar en una conversación aparte, pero Carla y Diego ni siquiera nos tomaron en cuenta.

En eso, la chicharra sonó para la entrada a clase.

— ¡Se te acabó el tiempo Diego imbécil! —grité glorioso y Lolo usó de igual manera sus manos en mi boca para callar mi imprudente entusiasmo.

Carla se despidió y se alejó de él. Y la tranquilidad volvió a mi cuerpo.

En eso...

— ¡Espera! —Diego la detuvo repentinamente, tomándola de la muñeca—. ¿Quisieras ir conmigo a una cafetería saliendo de clases? Hay muchas cosas de las que quisiera hablarte.

—Idiota —murmuré bajo los dedos de Lolo que sobre mi boca intentaron callarme y que me vi tentado a morder.

—Y finalmente lo hizo —comentó mi amigo dándome palmadas en la espalda para reconfortarme —. La ha invitado a salir.

Cuando estaba a punto de colapsar en los brazos de Lolo de manera dramática...

—Lo siento Diego, ya he quedado con alguien esta noche —le respondió Carla.

Igual que todos los de alrededor, me quedé petrificado, sin creer haberla escuchado... ¡despreciar al chico más guapo de la escuela! Digo, ¿qué chico podría ser más guapo que el rubio de Diego? ¿En verdad existía alguien que le hiciera competencia?

El chisme se expandió a todos los grados y grupos y era de lo único de lo que se hablaba en clases. Desde un principio Carla y Diego fueron considerados como la pareja perfecta, y estaba casi predicho que andarían. Siempre fueron vistos como el rey y la reina en los bailes.

Los murmullos merodeaban por los canchas deportivas, en la sala de ciencias, de teatro y de música; en los baños, los pasillos y hasta en la sala de maestros.

Los compañeros de mi salón también se apresuraron en hablar de ello en cuanto el maestro abandonó el aula.

Cabizbajo, puse mis codos sobre el pupitre y suspiré acongojado mientras oía el mismo tema de conversación.

Una bola de papel se dirigió velozmente hacia mí y me pegó fuerte en mi cabeza. Con una mirada molesta volteé a mi costado. Lolo rió con la mano todavía con la posición de lanzamiento.

—Deberías estar feliz porque Carla no aceptó su invitación  —comentó.

— ¿Debería estarlo? —inquirí y bajé la mirada, fingiendo leer el tedioso libro de física.

Miré de reojo cómo Lolo me observaba con el entrecejo fruncido, sin entender mi comportamiento. Pero no me molesté en darle explicaciones.

 

*~~~*~~~*~~~*

 

Cuando las clases concluyeron mi amigo y yo salimos corriendo antes de que la salida de la escuela se atascara. Si nos atrasábamos, ya no lograríamos alcanzar el camión de las ocho y cinco exactos, que es el que pasa con asientos vacíos y que no logra trasportar a nuestros traviesos compañeros de clase, quienes tienen la costumbre de molestarnos durante el viaje.

Exitosamente alcanzamos el transporte, igual de sudados y jadeantes que siempre. El chofer nos saludó cuando nos reconoció, le devolvimos el saludo y corrimos a ocupar los primeros asientos que encontramos.

— ¿Y hasta cuando piensas hablar?  —me preguntó Lolo mientras yo miraba por la ventana.

No respondí.

—En verdad, que no entiendo por qué te pusiste así —señaló quejumbroso.

Resoplando, decidí por fin responderle.

—Es sólo que, me puse a pensar que si Carla le rechazó una invitación a Diego, con mucha más razón a mí. Si él que es perfecto, no fue suficiente para ella, ¿por qué debería serlo yo? Si antes creía que mi posibilidad de andar con Carla era de un 10%, ahora las probabilidades se han minimizado a menos del 1%! —expliqué—. Yo seré pésimo en matemáticas, pero hasta alguien como yo sabe, que esas son cifras que no me favorecen en absoluto.

Él me miró con reproche.

—Te menosprecias demasiado —añadió—. Y sabes que lo odio.

— ¡Es la verdad! ¡No puedo compararme con Diego! —dramaticé.

El chofer nos miró desde su hombro.

—Diego es apuesto pero no perfecto, y no es buena persona aunque finja serlo —afirmó Lolo y desvió la mirada.

— ¿Por qué lo dices? ¿Sabes algo que los demás no? —interrogué interesado y abrumado.

—No, pero lo presiento y sabes que nunca me equivoco —dijo y se rascó el cabello que esta vez llevaba teñido de rosa.

Lolo cree poseer una habilidad intuitiva que le permite según él, conocer la verdadera personalidad de las personas sin importar lo que aparenten. Todavía recuerdo que hace tres años, Lolo me dijo que el vecino amable que siempre regalaba a mi familia tazones de azúcar, era malo, quizá un asesino. En realidad nunca mató a nadie, pero sí era un ser mezquino con sucias intenciones.

— ¿Crees que Diego es una mala persona?—insistí perplejo.

—No lo sé, pero hay ocasiones, en que las personas que creemos "buenas" no los son, y a las que juzgamos, tienen mejor moral —señaló—. Pero lo que sí te puedo asegurar, es que Diego se masturba en los baños después de la clase de orientación sexual.

—Pero si en esa clase recientemente nos han puesto sólo vídeos de sexo animal —me tapé la boca para evitar vomitar.

—Sí, Diego es un cerdo —rió.

— ¿Y eso tiene algo de malo? Yo también me excito viendo cómo las jirafas se aparean —comentó repentinamente el chofer, que se inmiscuía en nuestra plática—.Gracias a esos documentales descubrí, que hasta en los animales se puede encontrar la homosexualidad, ¿lo sabían? Tengo una colección, puedo prestárselas. Ahí lo explica todo.

Lolo y yo nos miramos entre sí, con los ojos desorbitados y meneamos la cabeza en desacuerdo, y escandalizados.

— ¡Aquí nos bajamos! —apresurados nos pusimos de pie y nos colgamos las mochilas a la espalda.

 

*~~~*~~~*~~~*

 

Caminábamos por el parque, cuando no pude contener por más tiempo mis impulsos de hablar.

—Lolo… ¿sabes lo que más me preocupó de los sucesos de este día?

— ¿Qué cosa?

—El motivo por el que Carla rechazó la invitación de Diego. Le dijo claramente que ya había quedado con alguien esta noche...

—Pudo haber sido un pretexto de parte de Carla para rechazar sutilmente a Diego—intentó calmarme mi amigo—. No significa que sea forzosamente cierto.

— ¿Y si no? ¿Y si existe alguien más que Diego en la vida de Carla? ¿Alguien mejor que ese perfecto chico rubio y que logró conquistarla? ¿Y que en este preciso momento, mientras tú y yo platicamos,  se esté viendo con esa persona?

—Dime Ángel, ¿cómo puedes mortificarte tanto por una persona que no sabes si realmente existe?

 

 

*~~~*~~~*~~~*

 

 

—Llegas a tiempo, la cena está caliente —me recibió mamá mientras acomodaba la mesa.

Cogí el volante escolar fotocopiado que estaba al pie de la mesita de la sala y vi a Carla en él. Había sido nuevamente nominada al concurso de "Miss Estudiantil" de este semestre. Quizá no lo mencioné, pero ella anhela ser modelo y su cuerpo es perfecto para ello. Hace poco, repentinamente decidió serlo y se puso a practicar ejercicio y seguir una estricta dieta, y logró conseguir en poco tiempo propuestas como Edecán para eventos ostentosos pese a ser aún muy joven.

¿Será por eso que no se fija en mí? ¿Es ella un sueño demasiado inalcanzable para mí?

— ¿Y Lolo no vino a cenar hoy? —preguntó mamá mientras me servía sopa.

Reaccioné ante su pregunta y aparté la vista del volante.

—Hoy no —respondí y tomé asiento en el comedor.

—Iré por tu hermana, tu ve cenando —me ordenó y caminó hacia la puerta.

— ¿Dónde está Eli? —inquirí.

—Con la hija de mi comadre, ya sabes que se la vive ahí —me recordó.

— ¡Yo voy por ella! —me levanté rápidamente.

— ¡Tú siéntate y trágate la sopa! —apuntó a la silla.

—No hay problema, yo iré por Eli —insistí y caminé a la salida.

Entonces mamá me cubrió el paso con la mano y me miró con reproche.

—Lo haces para ver a la hija mayor de mi comadre, ¿verdad? A la tal Carla.

Bajé la mirada y me sobé la nuca al haber sido descubierto.

Mi madre suspiró profundamente.

— ¿Cuántos años han sido los que has estado ilusionado con ella? ¿Y la cantidad de tonterías que has hecho en su nombre? —me reprendió, como si fuera algo malo— Pero sobre todo, ¿cuánto tiempo más vas a desperdiciar tu juventud para esperar por alguien que jamás llegará?

—No lo sé, pero no pararé nunca. Me llegue a amar o no —afirmé con entereza—. Así que no te metas en mis asuntos como siempre lo haces.

 Y di otro paso adelante, determinante. Ella atenuó su rostro y me tomó del hombro.

— ¿Y si ella no es para ti? ¿Y si buscas a alguien más? —aconsejó suavemente.

— ¡No hay nadie más que Carla, esa persona no existe! —exclamé—. ¿Escuchaste? ¡NO EXISTE!

“Esa persona no existe...”

— ¡Tu obsesión por ella está arruinando tu vida amorosa! ¡Siento coraje e impotencia al saber que, por ser ella el motivo, no hayas bailado el vals en la primaria, la secundaria, o ahora la preparatoria con otra chica y que te hayas quedado sentado! ¡O que tus recuerdos de San Valentín estén vacíos! ¡Y que sigas estando solo! —señaló cabreada.

—Lo siento, Carla es a quién quiero —continué firme en mi decisión.

Mamá se rindió, y me dejó pasar.

Yo abrí la puerta y Salí.

—Solo ten en mente algo, Ángel... —me detuvo. Volteé a verla—...apenas tienes dieciocho años, hay mucho por vivir. Cupido es inesperado, tal vez la persona destinada a ti, apenas está por llegar a tu vida, así que, si no vas a renunciar a Carla, está bien, pero no le vayas a negar a otra persona que entre en tu corazón si te lo pide.

Ignorando las palabras de mamá, crucé la calle corriendo.

Aún no tenían validez...

Llegué a toda prisa a la casa de la familia Sandoval y después de prepararme mentalmente, presioné el timbre de la puerta con cierta inseguridad y nerviosismo.

La mamá de Carla salió a atenderme.

—Hola Ángel, ¿buscabas a tu hermana Eli? Ella está ahora jugando baraja con mi hija Jenny, en un momento la llamo.

—Sí, gracias sue...

Callé mi estúpida lengua, por poco le decía suegra.

Me ruboricé. Ella me sonrió mientras regresaba adentro.

Escabullí la mirada por la puerta entornada para intentar ver la sala y así cerciorarme si Carla se encontraba por ahí. Pero no, otro día transcurría y nada pasaba...

—Adiós madrina, adiós amiga Jenny —se despidió mi hermana de ellas mientras yo arrempujaba su silla de ruedas.

Me di la vuelta para asegurarme si de por suerte, Carla se asomaba por uno de los ventanales y no, mi esperanza por este día, había muerto. Una vez más.

Al cruzar la calle no pude evitar preguntarle a Elizabeth, si Carla se encontraba en casa, y extrañamente esta vez, mi hermanita no me ignoró y decidió responderme.

—Ella no está, mi Madrina le marcó varias veces a su celular porque no ha llegado de la escuela y su padre se molestará si se entera, pero al parecer el móvil lo tenía apagado y no hubo manera de comunicarse con ella —me informó mientras miraba atenta un papel.

— ¿No ha llegado? ¡Pero ya es tarde! ¿Y su celular lo tiene apagado? ¡Es muy raro, le pudo haber pasado algo! ¿Y si la secuestraron? —exclamé alterado.

—Un novio suena más lógico —comentó—.Esa es la razón de sus acciones, ¿por qué eres tan estúpido y extremista?

— ¡¿En verdad crees que sea eso?! —pregunté aún más aterrado.

¿Acaso consideraba que un novio era peor a que hubiera tenido un accidente?

Cuando Eli levantó la mano para darme un zape, se zafó el papel que sostenía en sus manos.

El papel fue meneado y llevado lejos por el aire.

Eli lo miró con agonía cuando lo veía alejarse. Parecía deprimida.

— ¿Es la nota de tu tarea? ¿Algo importante? —pregunté.

Ella no respondió nada, solo se acongojó.

— ¡Iré tras él! —anuncié determinante y corrí.

— ¡No lo juntes, no es necesario! —la escuché gritarme.

La ignoré, ya que había prometido hacer por ella, todo lo que la inmovilidad le prohíba hacer.

— ¡Qué no lo juntes! —insistió histérica.

Sé por qué me pedía con insistencia que no lo hiciera. Eli quiere ser independiente aun en su condición y el hecho de que haga las cosas por ella la hace sentir inútil e incapaz. Pese a ello, continué detrás del papel que danzaba con el viento; que esquivaba mis brazos y que jugaba conmigo, como si estuviera burlándose de mí.

Me sentí como un idiota viéndome a mí mismo corriendo en círculos y tirando manotazos al aire, sin efectividad alguna. Se me estaba dificultando atraparlo.

Por fin, se atoró entre el follaje del árbol de la señora Ruiz. Tuve que trepar el tronco y cuando lo desprendía de las ramas, me pinché un dedo con las espinas que había entre las hojas.

—Auch —me quejé y me apresuré a lamerme mientras hacia un puchero.

Eli me miró desde lejos con discriminación.

—Yo pude haberlo cogido más rápido que tú —gritó—. ¡ERES LENTOOO!

Intentaba no prestarle atención a sus insultos cuando el árbol se sacudió impulsado por una fuerte oleada de viento, y el papel voló de nuevo, en total libertad.

Me subí a una rama más alta, para evitar que escapara más lejos, cuando de pronto una sandalia rosada me pegó y me marcó la cara.

— ¡Bájate de mi hermoso árbol! —me ordenó la dueña, histérica.

Y miré con melancolía, cómo el papel escapaba nuevamente de mi alcance...

Sin pensar en la altura, brinqué encima del papel y lo aplasté con mi estómago.

La caída dolió, y me había ensuciado la ropa y alborotado el cabello, pero había sido un rescate victorioso del que me enorgullecí.

Tomé la cuartilla sobre mis manos y le eché un vistazo a aquello que me había costado tanto trabajo atrapar...

No era el apunté de la tarea, ni otra carta de su amiga Jenny, ni mucho menos un dibujo de un conejo tierno y esponjoso que Eli haya diseñado e iluminado...

Desde el primer instante en que mis ojos se cruzaron con ese volante promovedor, me impactó tanto, que mis pupilas se dilataron y se engrandecieron.

Las fotografías de un joven muy apuesto estaban impresas en él. El muchacho parecía de la misma edad que yo, a diferencia de que él reflejaba madurez y una actitud tajante y engreída. Su cabello era tan oscuro, que parecía la capa de una sombra, llevaba un moderno corte de mohicana y sus oídos estaban perforados por unos brillantes piercings plateados.

Y de pronto, me topé con sus ojos...

Error.

Me perdí en ellos... para siempre.

Sus pupilas color azabache, reflejaban una mirada fiera y profunda que al instante me atraparon inevitablemente, haciéndome su eterna víctima. Eran tan expresivos que pude ver reflejada la inmensidad del universo en ellos.

Eran tan intensos y tan envolventes, que me desnudaban y me llamaban. Tan extrañamente hermosos y magnéticos.

Palpitante, aparté la vista de sus ojos que eran como esferas dimensionales, atrayéndome, absorbiéndome. Pero no pude evitar seguir mirando detenidamente, cada detalle de él.

Llevaba el mentón elevado, de una manera como si estuviera retando con la misma perversidad de un pandillero. Y su sonrisa, cínica, atrevida, se dibujaba en aquellos labios tan sensuales, carnudos y bien formados.

Sobre su piel bronceada, se marcaban aquellos músculos en pecho y brazos, dando a su cuerpo una figura perfectamente estética, como el de un modelo profesional que he visto posar en las revistas de moda masculina.

 Lucía unos vaqueros, mostrando un poco las carnudas piernas que se marcaban bajo la tela desgarrada, y en sus manos grandes y viriles llevaba puestos unos guantes de cuero oscuro para conducir. Una mano tocándose el cuello con el codo elevado y la otra, la tenía sumergida en el bolsillo trasero del jeans. Estaba calzando unos padrísimos Sneakers de marca, blancos y con líneas negras, de aquellos que venden en tiendas de prestigio y que siempre había querido estrenar, pero por su caro precio me limité en apreciar desde el aparador. Por otra parte, una las dos tomas fotográficas impresas en el papel, gracias al enfoque utilizado, lograba que se mostrara perfectamente que usaba un moderno chaleco blanco con gorra y un dragón dibujado en la espalda, haciendo alusión a una pintura china de pincel y tinta negra.

Me quedé estupefacto. El joven me parecía una persona fascinante. Y poseedor de un aura misteriosa.

Sin ser saciado aún, continúe mirando anonadado y algo celoso aquella perfección que me obsesionó y que no me permitió apartar la vista.

Aquella belleza varonil causó una gran impresión en mí, tan difícil de explicar...

Hablo de que, había visto chicos guapos en todas partes. En los anuncios de TV, los actores de novelas románticas y películas de acción por los que mueren mamá y Eli; en las revistas y hasta me he topado con muchos de ellos en la calle, digo, hasta en la preparatoria, como Diego, pero este chico, algo poseía que lo diferenciaba de los demás, algo que no puedo explicar ni sé con exactitud que es...pero que me atraía fuertemente; que me arrastraba con la misma fuerza de un huracán.

—Regrésame el volante —pidió mi hermana e inflando las mejillas, cruzó los brazos.

Yo continué abstraído en la imagen. Totalmente inmerso.

Giré la cuartilla y divisé la información al reverso, y esquinado en la hoja, el icono de un lobo aullando a la luna:

"SHOW DEL LOBO"

Fantasía sexual

Lunes, miércoles y sábados a partir de las 12 p.m.

Antro - Bar Blue Rose, en el centro de la ciudad.

Para reservaciones privadas, llame a estos números:

Cel.: 33 11 94 41 * *

Tel.: 38 61 24 * *

 

—De... de dónde sacaste esto, ¿Eli? —balbuceé indignado y mirándola con reproche, estrujé los labios para evitar decir cosas que no debía. Aunque lo más probable era de que lo hubiera recogido en algún lugar de la calle, del portón de una casa, o de la mano de un boletero.

— ¿De dónde lo sacaste Elizabeth? —insistí.

Ella me evadía con aire distraído y fingía no mirarme.

— ¡Contéstame! —le ordené airado.

¿Cómo una niña de apenas nueve años llevaba en manos un anuncio para contrataciones de eventos eróticos? Aunque tratándose de mi hermana, nada debería sorprenderme.

Pero esto, era inclusive peor. Sobrepasaba sus límites.

—No es mío, se lo pedí prestado a una amiga, ¿ya estás contento? —refunfuñó y cruzó los brazos.

— ¿Una amiga? ¿Fue Jennifer? ¿Acaso ella te lo dio? —señalé incrédulo y meneé la cabeza descartándola, pues aquella nena, derramaba inocencia en su mirar.

—Te dolerá si te digo cómo lo conseguí y luego te deprimirás y posteriormente te suicidarás —indicó irónica y viró los ojos—.No estás preparado mentalmente para escuchar esto, hermanito.

— ¡Dime! —ordené con más énfasis.

—Bueno, si estás seguro... —continuó retrasándose en su propósito—. Si ya lo pensaste bien...

—¡¡Dilo ya!! —exploté.

Ella se sobresaltó.

— ¡Lo hurté de la habitación de Carla! —confesó al fin—. ¡La chica que tanto amas conservaba una publicación de esta índole en el cajón de su buró! ¿Satisfecho?

Me pregunté si mi hermana mentía para hacerme sentir mal, como de costumbre.

Esta vez anhelaba que fuera así...

Y me sentí tan sensible frente a la realidad.

—Mientes —hablé con la voz quebrada.

Tenía que estar bromeando...

Atravesando la información, con plumilla de tinta roja, un número privado de celular fue escrito de manera apresurada.

Y me pregunté quién era verdaderamente ese chico para Carla...

Pero sobre todo, quién era él...

Y la inquietud por conocerlo apareció.

El chico que no existía, terminó existiendo.

Ojalá jamás se hubiera cruzado en mi camino.

Ese chico del volante.

Notas finales:

Sé que la historia va muy lenta pero no se arrepentirán si le tienen paciencia, o eso espero XD

También pueden leer mis historias desde facebook, los espero en: http://www.facebook.com/FanficsYaoiNanamiJae


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).