Chocolate y valeriana (Reto #1 Ya quisieras...)
A veces a Harry le da la risa cuando piensa en su época de estudiante. Eran tan tontos por aquel entonces… Pero luego se acuerda de Colin, de Tonks y de Remus, de Fred y George (porque no hay George sin Fred, Harry). Se acuerda de Snape y de Dumbledore, que dieron la vida para que pudiera ganarle a Voldemort.
Y ya no tiene ganas de reírse, tiene ganas de llorar, de limpiar toda esa angustia que se le instala en el pecho y le sube por la garganta. Las noches en las que se acuerda de la batalla, Harry Potter tiene pesadillas hasta que llega su amante.
—Vamos, Harry, arriba. Te traigo una poción para dormir, ¿vale?
La poción es amarga y nunca sabe bien, pero ayuda. También ayuda la barbilla de Draco apoyada en su hombro.
—En realidad nunca me odiaste…
—Ya quisieras…
Pero mientras le atrapa el sueño, el rubio no quita la barbilla del hueco de la clavícula. Lo hace casi una hora después, cuando se ha asegurado de que el otro no tendrá más pesadillas por esa noche.
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Acerca de la reproducción de las veelas (Reto #2 Adivina... ¡soy veela!)
Draco odia cuando Harry decide irse a vivir una temporada al mundo muggle. Y el problema es que cada vez lo hace más a menudo.
—Bueno, realmente no tienes obligación de venir, ¿sabes?
—Por favor, Harry —bufa—. Como si pudiera confiar en ti mismo para mantenerte alejado de los líos.
El joven estudiante de auror se ríe, diciendo que supone que tiene razón. Se ofende, es un Malfoy… ¡por supuesto que tiene razón!
—¿Cómo crees que podría burlarme de los nacidos de muggles? ¡Oh, vamos, Potter! ¡Son bromitas inocentes!
Por lo menos tendría que reconocerle que ni siquiera se estaba refiriendo a ellos como sangre sucia, aunque Merlín sabía lo que le estaba costando.
—Bueno, podrías decirles que eres un veela.
—No hay veelas machos.
—Dato que ellos, convenientemente, acostumbran a ignorar. Total, ya tienes el pelo rubio y la piel pálida y eres guapo, ¿qué más necesitas? Tranquilo, en cuanto te gradúes y comiences a dar clases podrás ponerlas en práctica tanto como quieras.
El chico que vivió dos veces bosteza y Draco le tira una almohada a la cabeza, bromeando sobre lo idiota que es.
—Oh. Y yo que pensaba que te habías enamorado de mí por mi musculatura, mis ojos verdes y mi insuperable carisma.
—Idiota —repite, lanzándole la almohada de nuevo mientras intentan no reírse. Fallan estrepitosamente y se acurrucan juntos bajo las mantas para deshacerse del maldito frio del invierno y la humedad londinense.
Por un momento, todo es silencio.
—En serio, ¿como demonios existen veelas puras si no hay machos de la especie y ni siquiera son inmortales?
—Luna diría que tiene algo que ver con los twinfles.
—Ya.
—Y estoy seguro de que Hermione pensará que se trata de partenogénesis —continúa. Ante la cara extrañada del otro, se apresura a aclarar que se trata de un concepto muggle.
—De pronto los twinfles parecen una buena idea.
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Cerrar los ojos (Reto #3 Volver al futuro)
Las guerras solo suenan un poco bien cuando las cuentas, muchos años después, piensa Harry. Ahora, en ese mismo momento, metidos en medio de toda la mierda, no se siente como si hubiera héroes. No se siente un héroe, a pesar de que dicen qué es el más grande de todos. Se siente un niño asustado.
Quizás diecisiete años es demasiado pronto para hacer adulto a alguien.
Una vez Malfoy le hizo viajar al futuro. Estaban borrachos y le escuchó todas las penas mientras se desahogaba.
—Shh, cierra los ojos, Potter —había dicho—. Imagínate dentro de diez años. Has ganado, y estás casado con esa Weasley que tanto te gusta —había protestado, pero el slytherin no le había hecho caso—. Todo está bien, y tú y yo hemos enterrado el hacha de guerra.
—Me gusta eso.
—Sí, Potter, no más problemas. Todo estará bien dentro de diez años. Todos estaremos bien.
Quizá por eso le salva de las llamas en la sala de menesteres, para que todos puedan estar bien dentro de diez años.
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Cicatrices mágicas (Reto #4 Sectusempra)
Harry recorre con sus dedos el pecho desnudo de Draco, siguiendo las líneas de las cicatrices. Las mismas que él causó en su sexto año y que aún siguen ahí. No sabe que pensar, y el rubio se estremece bajo su toque.
—¡Por Merlín, Harry! ¡Tienes los dedos helados!
El aparta un poco los dedos y se quedan así, quietos y en silencio en una cama demasiado grande, durante lo que parece una eternidad.
—No te las quitaste.
—No quise. Era la prueba más tangible que tenía en aquel momento de que lo que yo hiciera le importaba a alguien.
—Pudiste habértelas quitado luego.
—Luego me recordaban a ti, Harry.
No sabe que decir.