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¿A qué sabe el paraíso? por Bomie-go-go

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Notas del fanfic:

Como mi otro fic se basa más en los diálogos para guiar la historia, quise hacer otro donde hubiera más descripciones. Es Minkey porque los amo. No creo que salgan más miembros de SHINee porque es una historia más personal. O algo así…

Las historias que yo cuento son historias de verdad. Historias venidas directo de la vida para ser contadas desde la muerte. ¿Por quién? Pues por mí. ¿Y quién soy yo? Una cuentacuentos cualquiera. Yo narro lo que he visto. Historias de amor, de dolor, de los más puros sentimientos, que al final terminan bajo mi manto sagrado. No es que yo quiera hacerlo, es mi trabajo y nada más. Yo no pedí cargar con todo esto. 


Se preguntaran porque yo, siendo una persona, bueno, siendo lo que soy, tan ocupada recogiendo almas sin ver yo misma mi hora final, termine contando esta triste historia. No lo sé, en realidad no lo sé. Tal vez, sencillamente, es una historia que tenía que ser contada.  


La primera vez que lo vi, tenía tres años. Lo mire por casualidad, una de esas casualidades que solo se comprenden pasado un buen tiempo. Yo no estaba ahí de paseo, yo nunca voy de paseo, yo tenía cierto trabajo que hacer. Un día cualquiera, un alma cualquiera y un chiquillo especial. El pequeño lloraba sin saber realmente porque, sostenía la mano de su padre observando la caja que se encontraba frente a él. No era lo suficientemente alto como para ver el bello rostro que se asomaba de esta. Pero no necesitaba serlo, sabía perfectamente quien estaba ahí. Sabía perfectamente que no volvería a salir. Kibum siempre fue un chico muy listo.

Aquel día me llamo la atención, hacía mucho tiempo que observaba la escena donde algo así sucedía. Estaba acostumbrada. Pero debo decir que el hermoso pequeño en su trajecito negro, aun en esos momentos, era algo digno de admiración. Su pequeña manita sostenía una rosa blanca y su mirada, aunque triste, estaba llena de una seguridad impresionante, como si aquel horrible momento no pudiera derrumbarlo. Sus ojos observaban fijos el frente, cristalinos. Los ojos de Kibum siempre me han gustado. Son de esas miradas que a cualquiera atrapan. Incluso a alguien como yo. Y simplemente, aquel momento no podía deshacerlo. No podía. Kibum era un niño muy fuerte. No creo jamás haber visto a alguien afrontar todo lo que él ha afrontado y seguir así, como si simplemente fuera un día más. Como si fuera una prueba más esperando a ser pasada, solo así.

El pequeño Kibum apenas había cumplido tres años cuando murió su madre. Cuando el destino, la vida, el Señor o lo que fuera se la arrebato. Porque la muerte no lo hizo. Tengan por seguro que yo no fui. La verdad es que es bastante molesto que la gente se empeñe en colgarme milagritos que nada tienen que ver conmigo. La gente muere, eso es inevitable, y yo solo los recojo. Yo no le quito nada a nadie. Pero bueno… Aquella horrible tormenta lo azoto a esa corta edad sin que él pudiera hacer nada. De hecho, probablemente él no entendía nada. Aun no comprendía si aquello era algo horrible o simplemente malo. ¿O tal vez era bueno? Cuando le pregunto a su padre cuando volvería su madre el simplemente respondió: Mamá nunca va a volver Kibum. Sin adornos, sin explicaciones vanas respecto la vida y la muerte. Sin tratar de cambiar una verdad con esperanzas sin sentido. Sencillamente respondió con la verdad. Kibum era un niño muy listo, no necesitaba explicaciones adornadas con colores pastel, con colores que le dieran la esperanza en algo mejor. No necesitaba escuchar que su madre estaría en un lugar mejor porque, aun a esa corta edad, comprendía que quizás ese lugar del que tanto se hablaba ni siquiera existiera. Si me lo preguntan yo tampoco sé si existe o no y honestamente no me importa. Pase lo que pase yo seguire aquí, ¿por qué habría de importarme algo como eso? ¿Por qué habrían de importarme los humanos? Tengo mis propios asuntos como para empezar a preocuparme por los de otros. Jamás en tanto tiempo me había importado alguien, hasta que me tope con Kibum. ¿Por qué me importa Kibum? Es un ser fascinante, un ser extraño, un ser admirable. Debo decir que, aunque me duela, porque vaya que le he cogido cariño al chico, tal vez mas pronto de lo que imaginamos, lo arropare en mis brazos…

Pero ese no es el punto en esta parte de la historia. El verdadero punto de la historia, para los que no hayan entendido todo lo que acabo de decir, vamos que a veces me gusta hablar de más, es que su madre había muerto y el pequeño básicamente estaba solo. O lo estaría...

Su padre se mato once años después. ¿Ven como yo no soy la culpable? Ese hombre hizo todo solo, retando al destino supongo. Kibum llegó del colegio, abrió la puerta de su cuarto y lo encontró ahí, colgado al lado de la silla de su escritorio. El escritorio en el que todos los días hacia sus tareas. El escritorio donde estaba el retrato de los tres, cuando todo estaba bien, o al menos parecía estarlo. Los ojos de Kibum se abrieron de par en par, volvieron a ser cristalinos, hermosos. Un suspiro salió de su ser, estaba resignado, lo entendía todo. Quería entenderlo todo. Observo a su padre una última vez, giro sobre sus talones, No aguantaste papá fue lo que susurró al salir. ¿Quieren saber porque lo hizo? No estoy segura realmente, el padre dejo una nota en el escritorio para Kibum, en ella argumentaba que se iba porque ya había visto al amor de su vida sufrir una fatal enfermedad e irse y no estaba dispuesto a pasar por lo mismo con su hijo. Ah, porque Kibum está enfermo, pero eso lo contare después…

 Kibum leía esa nota todos los días antes de dormir. La leyó tantas veces que la memorizo por completo. Memorizo las trescientas palabras que la componían, una a una, con sus puntos y comas. Y aun así, no lo comprendía, no comprendía a que se había referido. Kibum estaba bien, no estaba enfermo, nunca lo había estado, ni siquiera un catarro, nada. Llevaba catorce años de su vida siendo un chico sano, un chico completamente normal, con una vida que podía definirse como feliz. ¿Por qué su padre había hecho eso? Al chico le gustaba pensar que no había soportado un año más sin su amada y que decidió acudir a ella. Aquello era más romántico. Nunca le dijo a nadie lo de la nota. Ni  a los policías que habían ido a ver el cuerpo, ni a su tía que a partir desde aquel momento de encargo de él hasta que murió. Si, su tía también murió. Vamos, que la vida de Kibum es increíblemente extraña. No creo que tenga mala suerte o algo por el estilo. Me gusta pensar que es solo que, a veces,  las pruebas se le ponen a los chicos fuertes para demostrar que son mejores que otros. Porque, le pese a quien le pese, Kibum, con todo lo que le pasa, es mejor que miles de personas más a las que no les pasa nada. Vamos, que yo las he visto a todas. Su tía murió hace un año, cuando Kibum cumplió los 17, un año después de que la enfermedad lo aquejara. Su padre tenía razón después de todo…

 Kibum enfermo a los dieciséis, un cáncer en la sangre o algo así, la verdad es que no me parece relevante porque aun así, Kibum sigue igual que siempre. ¿No les dije que el chico es fascinante? Quiero decir, he visto a miles de personas enfermar de lo mismo y tirarse a la depresión, culpando al mundo, a Dios, al destino, incluso a mí de lo que les pasa. Pero no Kibum, el sigue como siempre. Como si nada pasara. Ese chico es interesante.

Kibum termino quedándose solo. El dinero no le preocupaba, sus padres le habían dejado lo suficiente como para estudiar y costearse el hospital, las medicinas y todas esas cosas. A pesar de todo Kibum no se sentía solo, ni triste, ni nada. Kibum no sentía nada. Kibum, tristemente, dejo de sentir hacia tiempo. Un día decidió que era lo mejor. Hacia lo que tenía que hacer. Vivía como tenía que vivir.  Eso era todo. Eso fue todo. ¿Creen que es triste esta historia? Pues les diré que están muy equivocados. Esta historia no es triste, tristes fueron las circunstancias...

Notas finales:

¿Què les pareciò? 


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