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Mañana será otro día por Tail End Charlies

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Notas del fanfic:

Las partes en cursiva son pensamientos de Leeteuk.

Mañana será otro día

 

Te remueves incómodo en la cama oyendo los sollozos ahogados provenientes del salón. Sabes quién es porque la primera noche que escuchaste esos sonidos saliste del cuarto a husmear, viendo consternado a Heechul, hecho una bolita en el sofá mientras su cuerpo se estremecía por culpa del llanto. De eso ya hace dos semanas, quince noches en las que el menor sale de su habitación para llorar a escondidas, amparado en la soledad que le proporciona la noche. Quince noches de insomnio porque esos son los días que han pasado desde que Hangeng se fue.

 

No se te pasa por la cabeza ir a consolarlo, ni ahora ni esa primera vez; sabes que Heechul es demasiado orgulloso como para aceptar el consuelo de nadie, sabes que no le gusta que vean su debilidades, por eso espera a que los demás duerman para dejar salir su dolor, amaneciendo al día siguiente como si no le afectara nada, tan altanero y sarcástico como siempre, engañando a los demás, que ni siquiera se imaginan lo que ocurre en su propia casa cuando las luces se apagan.

 

Nunca dio muestras de ello, pero crees que Heechul sentía algo por Hangeng; siempre tan cercanos, confidentes, contándole secretos al chino que tú sigues ignorando. Su comportamiento estos días te da la razón: ninguno de ellos ha llorado por Hannie excepto Hee, pero eso sólo lo sabes tú y porque descubriste su secreto, no porque te lo contara él. No, ir contando estas cosas no va con su personalidad, prefiere guardárselo para sí mismo.

 

Eres el líder, pero no sabes qué hacer, no sabes cómo ayudarlo, ni como líder ni como amigo ni como nada. Pero te duele, te parte el corazón oír su llanto sofocado por una simple puerta de madera, que no confíe en ti y deje salir todo su sufrimiento. Te aflige que por una vez no se comporte como una persona normal y te abra su corazón. En ese caso, ¿qué harías? Lo abrazarías, le murmurarías un “Todo está bien, estoy contigo”, te comportarías como el líder comprensivo que eres. Besarías sus labios con suavidad… No, eso no puedes hacerlo, ¿verdad?

 

Cambias de postura una vez más y te quedas de lado, observando la oscuridad que te envuelve, distinguiendo a duras penas las siluetas de los pocos que comparten habitación contigo, oyendo el incesante lloro que ahoga a tu amigo. Suspiras apenado. Siempre has sabido que Kim Heechul no estaba a tu alcance; él es como el sol, vosotros planetas que gravitáis a su alrededor. Por mucho que intentes acercarte, siempre hay una barrera que te impide llegar a él.

 

Aprietas los labios, decidiendo que el mundo, que el amor, es injusto: Hangeng tenía sus pensamientos, su corazón, tenía a Heechul, pero el chino ignoró eso prefiriendo quedar como su amigo, su mejor amigo, quizá, y luego se marchó dejándolo así, llorando cuando nadie lo ve. Porque, aunque no estás seguro, sigues pensando que Heechul estaba (está) enamorado de Hannie, un sollozo más alto que los demás te lo demuestra; Heechul no llora por nadie. ¿Lloraría por ti?

 

Unos minutos después oyes una puerta que se abre para luego cerrarse. Es momento de que el sueño venga a ti sabiendo que el menor ya ha dejado de llorar y se ha metido en la cama, pero no eres capaz de dejarte caer en los brazos de Morfeo. Quieres ayudarlo de alguna forma, aliviar su sufrimiento, pero no sabes cómo hacerlo sin que Heechul te eche de su lado con algún comentario mordaz.

 

Despiertas cuando Shindong te zarandea con suavidad. Abres los ojos lentamente, notando tu cuerpo pesado y cansado, y es que desde que Heechul comenzó con sus serenatas nocturnas que no duermes como se debe, pasando el día como un zombie. Te miras en el espejo del baño y haces una mueca de desagrado; ya incluso empiezan a distinguirse unas leves marcas moradas debajo de tus ojos. Te das una ducha rápida y entras en la cocina donde el resto va llegando poco a poco. Observas a Heechul y reprimes un insulto al comprobar que se ve tan lozano, como si de verdad hubiera dormido sus horas correspondientes, sonriendo y dando los buenos días a los chicos.

 

—Tienes mala cara, Teukie —comenta, burlón.

 

Estoy así por tu puta culpa, porque prefieres llorar a escondidas como si estuvieras haciendo algo malo en lugar de hablar conmigo, ya no como tu líder, si no como tu amigo. Pero claro, no te puedo decir que te escucho llorar por las noches para preservar tu estúpido orgullo. Ni siquiera te importa lo que siento por ti, ¿verdad? Sólo tú, siempre tú. ¿Y yo cuándo?

 

Sonríes con despreocupación, tu hoyuelo marcándose en la mejilla izquierda.

 

—Es mi cara de siempre, si no te gusta no me mires. Si tienes algún problema con eso, ya sabes dónde está la puerta.

 

En ningún momento has dejado de sonreír, pero tu tono de voz ha sido tan frío que todos han dejado lo que estuvieran haciendo para mirarte con sorpresa reflejada en sus facciones, incluso la sonrisa de Heechul se ha quedado paralizada en su cara, durante unos segundos un tanto desubicado por la forma en la que le has contestado. Porque tú no eres así, eres el “ángel”, ¿no? Siempre dispuesto a ayudar a tus dongsaengs, con una palabra amable siempre a punto.

 

Pero incluso los ángeles tienen su límite y la paciencia para con Heechul se te está terminando; su egoísmo, sus malas contestaciones, su sarcasmo, su sonrisa torcida diciéndote que eres menos que nada. Pero es Heechul, tu Heechul. Más de una vez te ha demostrado, a ti y a los demás, que es muy buena persona y que se puede contar con él, pero estás tan cansado de no ser alguien importante en su vida que últimamente no dejas de buscarle defectos para intentar sacarlo de tu corazón.

 

Sin añadir nada más te sientas en una silla, el resto imitándote. Un poco cohibidos van iniciando una conversación mientras tú vas dando sorbos a la taza de café que te ha pasado Kyuhyun. Notas que Heechul te va mirando de tanto en tanto, pero lo ignoras y sigues paladeando ese líquido negro que te está quemando la garganta.

 

—Hyung, ¿tenemos algo para hoy? —pregunta Wookie con un punto de timidez; sabes que el eterno maknae no soporta el que haya tensiones entre los miembros del grupo, no sabe manejar esas situaciones. Le sonríes con calidez, transmitiéndole seguridad.

 

—Tenemos el día libre.

 

Oyes como Eunhyuk murmura un “Joder, sí” y comienza a hacer planes con Donghae, el cual termina un poco atribulado ante todo lo que tiene pensado el mono. Sonríes con ternura y de nuevo notas la mirada de Heechul sobre ti. Eso ya empieza a incomodarte. Los demás van saliendo de la cocina y tú sigues ensimismado con tu café, el cual nunca te había durado tanto.

 

—Hyung. —Observas a Sungmin, el cual te rehúye la mirada, denotando un punto de nerviosismo. Haces un leve movimiento de cabeza, instándole a que continúe. —Tenía pensado llamar a Hangeng para saber cómo está, ¿puedo?

 

Alzas una ceja, incrédulo. ¿Te está pidiendo permiso para llamar a un compañero? De acuerdo que cuando se marchó no le hicisteis una fiesta de despedida, de hecho Kyuhyun se enojó con el chino, pero eso no quiere decir que alguno de vosotros no pueda llamarlo cuando os apetezca.

 

—Minnie, no hace falta que me pidas permiso, todos vosotros podéis llamarlo cuando queráis. —El conejito sonríe con amplitud.

 

—Gracias, Leeteuk hyung. —Se levanta de la silla con intención de ir al cuarto y Heechul se levanta a su vez de su propio asiento.

 

—Espera, voy contigo.

 

Ahora es tu sonrisa la que se queda paralizada en tu cara; claro, Heechul también quiere hablar con Hannie. Tampoco hay que ser físico nuclear para saber eso. Observas como se aleja hasta que se pierde en la habitación junto a Sungmin. ¿De qué hablarán? ¿Heechul le dirá lo que siente por él o le soltará varios insultos bien floridos? No, con el conejito delante seguro que sólo hablarán de trivialidades.

 

—¿Mal de amores, angelito?

 

Dejas la taza de café en la mesa para no tirársela a Kangin a la cabeza, el menor con una sonrisa traviesa bailándole en el rostro. Y te preguntas por qué nunca te llama “hyung” aunque se lo has repetido mi veces.

 

—¿Qué sabes? —El moreno se encoge de hombros sin dejar de sonreír, lanzando miradas esporádicas hacia el cuarto donde se han encerrado Heechul y Sungmin. —Celoso, ¿verdad? Seguro que te estás preguntando de qué estarán hablando Hangeng y el conejito y porqué quería llamarlo.

 

—Confío en Minnie, no me interesa lo que puedan estar diciendo. —Reprimes una carcajada. —El celoso aquí eres tú, querido líder.

 

Entrecierras los ojos decidiendo si es ahora cuando debes tirarle la maldita taza y hacer que se calle y deje de sacar a relucir todos tus males. Te remueves incómodo en la silla y observas consternado a Yesung y a Wookie llevando en brazos a las tortugas del mayor.

 

—¿Adónde vais con eso? —preguntas sin tacto alguno, aunque no ha sido tú intención decirlo de ese modo.

 

—A la azotea para que les dé un poco el aire —responde Yeye sin dejar de mirar con amor al monstruo verde más grandote que descansa en sus brazos.

 

—Sí, los bebés necesitan pasear un poco —secunda Ryeowook. Miras cómo salen por la puerta mientras mueves la cabeza con incredulidad.

 

—Tú adoptarás a la gata de Chul, ¿no?

 

Vale, o se calla de una maldita vez o de verdad que le tiras la vajilla entera a esa cabeza hueca que tiene Kangin sobre los hombros. Te masajeas el puente de la nariz intentando mantener la calma y entonces se te enciende un lucecita.

 

—¿Crees que Heechul siente algo por Hangeng? —Kangin sonríe triunfante, sólo le falta gritar un “¡Lo sabía!”.

 

—Si es así tiene la guerra perdida desde el primer día —comenta con simpleza. Lo miras sin entender. —¿No lo sabías?

 

—¿El qué?

 

—Caray, eres el líder pero no te fijas en nada. Heechul te tiene cegado. —Frunces el ceño y durante un segundo tus ojos se posan sobre la taza de café. —Hangeng perdía el culo por Donghae. ¿Por qué crees que Hyukjae no los dejaba solos ni al sol ni a sombra? Es un mono listo, aunque un poco celoso… y posesivo. Sí, digno de un mandril con sus hembras.

 

Sueltas una carcajada que seguro que han oído hasta las tortugas de Yesung allá en la azotea. Entran Sungmin y Heechul en la cocina y miras el reloj con disimulo; han estado hablando con Hangeng casi treinta minutos, cómo han repartido esos minutos el conejito y Chul, es algo que ignoras. Minnie se acerca a Kangin y lo besa con suavidad en los labios para luego sentarse a su lado, Heechul se sienta a tu lado pero tú te levantas enseguida.

 

—¿Adónde vas? —te pregunta Hee.

 

A cualquier lugar donde tú presencia no haga que mi corazón dé saltos.

 

—Con YeWook y sus bebés.

 

Sigues con la mirada a esos animales que se mueven de forma perezosa por encima de las baldosas de la azotea. Corre una suave brisa que desordena tu cabello y te hace sonreír. Ahora entiendes por qué Jongwoon se compró las tortugas, no porque le hagan compañía, sino porque su lento andar, aunque parezca mentira, relaja, hipnotiza y te deja la mente en blanco. Yesung es más listo de lo que parece.

 

No recuerdas como se llaman los bichos, bastantes cosas tienes ya en la cabeza, así que les has adjudicado un nombre al azar: la más grandota ha sido rebautizada como Barril de Mantequilla; las otras dos más pequeñas Arizona y Nebraska. El porqué de esos nombres ni tú lo sabes.

 

—Arizona se va a caer por el tragaluz —avisas sin dejar de observar el lento avance de la tortuga. Aunque ante tanta pasividad andarina, es más probable que antes te quedes calvo a que ella se caiga. Yesung te mira sin entender y tú resoplas, te acercas a Arizona y la giras para que empiece su recorrido por otra ruta menos peligrosa.

 

Te sientas en el suelo y miras divertido como Ryeo se ha subido a la espalda de Yesung, dirigiéndolo de un lado a otro para “atacar” a los “indios apaches” (convertidos en tortugas) que intentan “conquistar” las praderas de Super Junior.

 

—¿Ya se te ha pasado el síndrome pre menstrual? —Durante un segundo te tensas y maldices a los antepasados de Heechul; estás en una maldita azotea observando a unas malditas tortugas para no tener que estar con él y ahora es él el que quiere estar contigo. Optas por no decir nada. —Ya veo que no.

 

Lo miras de refilón; sentado a tu lado, observa con el ceño fruncido las monerías que está haciendo Wookie, que ya se ha bajado de su “caballo” y le está dando ánimos a Barril de Mantequilla para que camine hacia él, como si la tortuga fuera un bebé dando sus primeros pasos. Te mordisqueas el labio inferior; Heechul no tiene la culpa de no sentir por ti lo que tú sientes por él. Tampoco eres el primero en sufrir por un amor no correspondido y tampoco serás el último. Tienes veintiséis años, ya no tienes edad para ir montando dramas como si fueras un adolescente.

 

—Siento lo de antes, no quería sonar tan duro.

 

No dice nada, tampoco te mira. En realidad no sabes si te ha escuchado. Yesung coge a Nebraska (¿o es Arizona?) y le susurra algo para dejarla de nuevo en el suelo. Ryeowook se acerca al mayor y lo abraza por la cintura, ambos mirando como las tres tortugas siguen con su lento caminar.

 

—Me importa una mierda que me insulten, que me odien o que me critiquen, pero me duele que tú me trates así.

 

Observas a Heechul (el cual sigue sin mirarte) sintiendo un montón de emociones y sentimientos. Tu primera reacción es sorprenderte; pensabas que para Heechul no eras nadie, quizá un buen amigo y su líder, ya está. El que le moleste un mal comentario tuyo dirigido a él ha hecho que se te removiera algo. Por eso ahora notas un nudo en el estómago mientras el corazón te late con rapidez.

 

No me digas esas cosas, ¿no ves que me ilusionas? ¿No te das cuenta de lo que provocas en mí con cualquier nimiedad? Casi prefiero que me ignores, por lo menos así no me confundes.

 

—¿De qué has hablado con Hangeng? —Ahora sí que te mira, pero su cara no denota nada y no sabes qué pasa por su cabeza. Simplemente se encoge de hombros.

 

—Le he preguntado cómo le iba todo.

 

—¿Sólo eso?

 

—¿Debía decirle algo más? —pregunta con las cejas alzadas, asombrado.

 

Sí, que lo amas y que quieres que vuelva, por ejemplo.

 

Notas algo en tu pie izquierdo y ves a Nebraska o a Arizona, ya no las distingues, intentando trepar por tu zapatilla de deporte. Silenciosamente le agradeces su aparición, porque ha evitado que tuvieras que dar una respuesta. La coges y miras sus ojos oscuros, intentando adivinar qué piensa una tortuga cuando sus patitas dejan de tocar suelo firme y se mueven inquietas en busca de una superficie en la cual apoyarse. La dejas de nuevo en el suelo y miras cómo se aleja con una lentitud exasperante.

 

—Heechul, si tuvieras algún problema o te sintieras mal por algo, ¿me lo dirías?

 

—Claro, eres una de las pocas personas en las que confío.

 

Mentira, mentira, ¡mentira!

 

—¿Sabías que Hannie estaba enamorado de Donghae?

 

Heechul frunce el ceño y aparta la mirada. Está dolido, lo sabes, pero tú también lo estás, él te hace daño: con sus acciones, con sus palabras. Sólo quieres devolverle una parte del dolor que te hace sentir. En esos momentos te importa poco ser una mala persona. Además, se supone que no sabes lo que Chul sentía por Hangeng, así que sólo es un poco de cotilleo entre amigos, aunque para ti es una forma de echar sal a la herida.

 

—Sí que lo sabía —responde con dureza, y notas un poco de amargura en su voz.

 

—¿Te los imaginas juntos? Qué gracia. Creo que harían una pareja rarísima…

 

Y sigues hablando. Tu boca se mueve sola, no piensas, sólo dejas que las palabras vayan saliendo, haciendo hipótesis de cómo serían esos dos dentro de una relación estable, golpeando a Heechul con cada oración, sabiendo que lo estás matando pero sin poder parar.

 

—¡Cállate de una puta vez!

 

Todo se ha quedado en silencio, incluso parece que el ambiente ha enmudecido. Yesung y Ryeowook os miran con asombro. Atemorizado, Wookie agarra con fuerza un brazo de Jongwoon y se aprieta contra su cuerpo. El mayor le susurra algo, cogen a las tortugas y se marchan de la azotea, dejándoos solos. Tragas saliva con dificultad, queriendo retroceder en el tiempo hasta esa pregunta que has hecho sólo para dañar a Heechul y restablecer tu orgullo un tanto quebrado.

 

Lo miras; mantiene los labios apretados en una fina línea intentando detener el temblor de su mentón. Los ojos se le empañan, pero ni por esas llora delante de ti. Y ahora menos, siendo que le has fallado de la peor manera. Te tapas la cara con las manos; quieres pedirle perdón, pero tienes la impresión de que serían palabras huecas, aunque te duele haberle dicho todas esas cosas.

 

—Heechul…

 

—No digas nada más, ¿acaso no has tenido suficiente? —Coge aire un par de veces y su intento de llanto pasa a mejor vida. —¿Hoy te has levantado con ganas de joderme o qué?

 

No sabes qué decir, claro. Si las cosas fueran distintas, desde que os habéis despertado que os estaríais comiendo a besos y todo sería idílico, en plan película romántica o de novela barata. Pero ahí estáis, tú soltando bobada tras bobada, haciéndole daño sólo porque las cosas no son como tú quieres.

 

—No eres el único que sufre por amor —comentas de forma desapasionada.

 

—¿Tú también? —Asientes con la cabeza. —No me lo habías dicho.

 

—Tú tampoco me cuentas muchas cosas.

 

Ahí estás de nuevo, atacando. Da la impresión de que se está convirtiendo en una costumbre bastante malsana. Y parece que Heechul lo ha notado.

 

—¿Qué te pasa Jungsoo? Llevas unos días un poco raro.

 

Lo que me pasa eres tú.

 

Muerdes tu labio inferior y durante unos segundos observas las manos de Hee. Disimuladamente alzas una de las tuyas con intención de entrelazarla con una de las de él, pero a medio camino te detienes. Titubeas. La mueves un poco más. Te detienes de nuevo. Mordisqueas un poco más tu labio. Dudas. Terminas colocando tu mano en su posición inicial, encima de una de tus piernas.

 

 

 

Una noche más el llanto de Heechul te desvela; debía amar muchísimo a Hangeng si aún sigue así. Ese pensamiento te parte el corazón un poco más; está a un paso de romperse por completo. Te levantas de la cama y parado delante de la puerta dudas sobre si es conveniente aparecer en el salón e interrumpir. Suspiras, resignado; a estas alturas qué más da, bastante te has equivocado ya. Errar una vez sería la guinda.

 

No te ha oído llegar, así que te da tiempo para verlo sentado en el sofá con las piernas cruzadas encima del mueble, abrazado a un cojín y con los ojos hinchados y rojizos. No sabes cómo anunciarte. Decides carraspear, provocando que Heechul dé un respingo y te mire, primero asustado, luego atónito. Cuando se conciencia de que alguien lo está viendo en su peor momento, se seca las mejillas con rapidez y hace ver que ahí no está pasando nada. Te sientas a su lado, ambos un poco incómodos.

 

—¿No puedes dormir? —pregunta, aún con la voz un tanto quebrada.

 

—Hace días que te oigo llorar por las noches. —Al saberse descubierto se abraza más al cojín y se encoge intentando desaparecer. Esta vez no lo piensas y coges una de sus manos, entrelazando sus dedos, dándole un apretón firme para darle algo de confianza. —Todo está bien, estoy contigo.

 

Te mira a los ojos con tal intensidad que terminas ruborizándote levemente. Desvías la mirada con los nervios comiéndote por dentro mientras el corazón comienza a golpearte el pecho con demasiada fuerza. Entonces deshace la unión de vuestras manos, lo que provoca que ese desbocado palpitar se detenga y durante un segundo se te olvide respirar.

 

—Ya no es tan doloroso como al principio, pero aún no estoy preparado para estar con nadie.

 

Estás a punto de comenzar a reír como un demente; de forma sutil y elegante te ha rechazado, aun cuando ni siquiera te ha dado tiempo a declararte. ¿Tan fácil de leer eres? Te sientes tan patético y ridículo que ahora eres tú el que tiene ganas de comenzar a llorar.

 

—Quizá más adelante —sugieres en un susurro para que no note el temblor de tu voz.

 

—Sí, más adelante.

 

Te levantas del sofá evitando su mirada, sonríes con aparente despreocupación y andas hacia la habitación.

 

—Buenas noches, Heechul.

 

Deseas aún sin mirarlo, tampoco esperas a que te conteste. Cierras la puerta detrás de ti y te metes de nuevo en la cama, empezando a llorar en silencio. Gracias a Dios que mañana será otro día.

 

 


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