La Nota menor
El incómodo silencio que inundó la habitación amenazaba con hacer llorar las paredes. Y no es que Naruto estuviera esperando que la casa volase por los aires ante tremenda confesión (aunque con el carácter de su madre nunca se sabía). Lo que nunca se esperó, fue ver a su madre riendo a carcajada batiente. Aquella cristalina sonrisa le había caído como bálsamo curativo, y no solo para alivio suyo, sino para el de Sasuke que estaba a punto de sufrir una conmoción después de tan poco caritativa confesión.
—Bien, me alegra que te haga feliz la noticia—comentó tentando su suerte.
—Cariño—susurró con voz dulce la pelirroja, mientras tomaba la cara de su hijo entre sus manos— hasta los postes de luz lo sabían, incluso los sirvientes hacían apuestas; lo que sí hubiera sido noticia sería la fecha de la boda— la carcajada de Minato, una particularmente alegre, junto a tan amable y cálida respuesta por parte de Kushina fueron el ancla necesaria para fijar de nueva cuenta el alma de Sasuke al mundo terrenal.
Los padres de Naruto lo aceptaban, sin mayor reparo.
¿Acaso se podía ser más feliz?
Cuando la pareja Namikaze los dejó solos por fin, Naruto había decidido rescatar unos diarios de campo de su padre que, alegaba, serían útiles para un trabajo final que tenía pendiente. Oda a la holgazanería del rubio y su muy estable humor, se encontraba ahora rebuscando entre cajas los socorridos trabajos de Minato que, en su tiempo, habían sido apasionadamente leídos por Naruto al menos un millar de veces y habían sido en gran parte culpables de que hubiera elegido la misma carrera que su padre.
Sakuke se encontraba abriendo la última caja de esa estantería para revisarla mientras el rubio subía a rescatar otra más al desván. Entre todos los cuadernillos había uno con una particular, horrenda e inconfundible caligrafía.
Le daba gracia que el titulo rezará “Cuaderno de seguimiento” pues a todas luces y por aquel pobre intento de fechar acontecimientos ahí plasmados, era un diario. Era de los tiempos de primaria hacía ya algunos ayeres. En él contaba cosas de lo más triviales y de manera muy escueta . Naderías, comida, colores y objetos que le gustaban, que a pesar de los años no habían tenido el gusto de cambiar y que, además, él ya harto conocía. Una de esas hojas llamó particularmente su atención: “Mis amigos”. De entre todos los nombres trazados ahí el suyo no figuraba y según la fecha que rondaba ellos ya se llevaban aceptablemente bien. Se sintió un poco desilusionado pero al seguir avanzando lo que seguía era un listado más pequeño: “Las personas que más quiero”. Con letras grandes y como cabecera estaban las palabras ‘mamá’ y ‘papá’ seguidas de sus abuelos y su tío favorito. Eso no lo sorprendía. Lo que si lo sorprendió es que en la parte final de la hoja y bajo un enorme borrón se encontraba su nombre en pequeñas y renegadas letras, como si le hubiera costado trabajo escribirlo allí. Como si fuera poco sumarlo al torrente de emociones al que había sido expuesto las últimas semanas, otro calorcillo se instaló en su pecho de manera permanente.
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Kushina acomodó de manera distraída un largo mechón rojo tras su oreja y, tras meditarlo por un par de minutos, se aventuró a cuestionar a su dubitativo esposo, que parecía haber encontrado algo interesante en la impoluta pared de su habitación.
—¿Te arrepientes de haber apoyado a nuestro hijo con esto?—llevaban siendo pareja haría mas de 20 años, sabía lo que pasaba por esa rubia cabeza.
—No es eso y lo sabes—se apresuró a contestar, dándose el lujo de perderse un momento en los calmados pozos azules de su esposa, ganando de paso toda la confianza que necesitaba para confesar sus resquemores—. Puede que sea solo una tontería mía pero me hubiera gustado oír los jugueteos de otros pequeños en esta casa, oír vocecitas que me llamen ¡abuelo!, con la misma alegre sonrisa que él tiene.
Kushina enternecida, abrazó a su esposo y depositó un afanoso beso en sus labios.
—Pero tu hijo es feliz ¿no? Y tal como los vi, no creo que lo vaya a dejar jamás, ni quiero que lo haga —confesó—. Además, y es algo de lo que quería hablarte, tal vez no puedas oír los pasos de nietos en este instante, ni oír que te llamen abuelo, pero eso no quiere decir que en un futuro eso no sea posible —zanjó, y ante la atenta mirada de su esposo tomó sus manos dirigiéndolas a su vientre—. Puede que el que viene sí resuelva hacerte abuelo.
Minato exploró cada rincón del rostro de su esposa sin hallar broma en lo que decía, porque, si había entendido bien (y no era un tonto) ella sugería que estaba embarazada.
Embarazada otra vez.
La felicidad se hizo patente en sus ojos que, como si fuera explosión, se expandió a todo su cuerpo y para cuando su esposa se dio cuenta ya estaba por los aires, siendo víctima de su euforia.
Tal vez ‘papá’ era mejor que ‘abuelo’.
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Naruto había encontrado lo que necesitaba en el último lugar, cómo siempre, y justo cuando ingresaba a su habitación de nueva cuenta a decirle a Sasuke que dejara de empolvarse entre cajas en desuso, lo halló leyendo un cuadernillo que él conocía a la perfección. Estaba tan ensimismado que no notó cuando se colocaba a sus espaldas para ver mejor que era lo que tenía tan interesando al moreno.
Era eso.
Sonrió para sus adentros, y se acordó de cuánto le había costado aceptar que ese cabrón (porque lo seguía siendo), además de ser todo un desgraciado, era alguien a quien quería, y mucho. Sólo el tiempo le había pasado factura de lo lejos que había llegado ese cariño y, tal vez, si hubiera leído esa simple nota antes, se habría ahorrado muchos problemas. Después de todo la nota menor en esa hoja era, sin duda, la persona más importante para él.
—Es algo desconsiderado de tu parte meter la nariz en algo que no es tuyo—resolvió hablarle por fin mientras le pasaba los brazos por la cintura y pegaba la boca a su oído—. Sabía que el gran Sasuke Uchiha debía tener un defecto.—Notó cómo Sasuke se ponía rígido al verse descubierto y decidió castigarlo un poquito más—. Eres irremediablemente metiche.
—No lo creo, —se apresuró a corregir el otro, imprimiendo el mejor tono de seguridad que podía usar—, mi nombre está ahí después de todo.
—Siempre te sales con la tuya ¿no? De cualquier modo, a la larga todo lo mío es o será tuyo, así que ahí tienes. Tal vez tenga que tomar a consideración la idea que mi madre propuso hace un rato.
—¿Y eso es?— preguntó el moreno levantando una ceja, en un tono inquisidor que lo hacía ver irrefrenablemente sexy. La respuesta a su retadora pregunta fue un húmedo y bien recibido beso de duración prolongada. Naruto cortó el contacto y juntó sus frentes viéndolo directamente a los ojos.
—Que nos casemos —respondió por fin. Sonriendo, observó como Sasuke adquiría un tenue color rojo, la única muestra de que algo en su interior se había alterado. Lo que nunca se esperó, fue la sonrisa que apareció después.
—Está bien— aceptó sin más. De cualquier modo, se la pasaba más tiempo en compañía del rubio y en su casa que en la suya propia.
Aunque quedaba algo que aclarar.
—Pero el vestido lo llevas tú. —Sonrió—. Y yo sigo conduciendo.
Fin………………………………………..