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.aibrepuS por Kiharu

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Notas del fanfic:

Superbia=Soberbia.

 

Aoi y Ruki no me pertenecen. Ellos son trabajadores y personas, que, por derecho, son libres.

Nadie me paga por esto.

 

Notas del capitulo:

Buenas tardes, noches, días, madrugadas.

A todo lector, le advierto que, me tocó el pecado de la Soberbia.

Personalmente, me veo en la libertad de expresarme y decir, que no es mi mayor potencial este tema. En realidad, ninguno. Las cosas vienen y van, y me cabeza e ideas no es la excepción. Por favor, si no les agradó, si les pareció que no lo hice bien, no me lo tomaré a mal. Yo, si diera mi crítica, diría que es una historia bien ligera para leer. Una historia pequeña con un poquitito de erotismo, de intersexualismo, de defectos de personalidad, sumisión y dominación. Y, por supuesto, soberbia.

¿Cómo es tratar con una persona tan, pero tan soberbia, que te haga sentir menos?

Esa es la cuestión.

 

  1. Superbia. .aibrepuS

 

-Takanori, quisiera presentarte a alguien.

-Bien, pero Kouyou, date prisa porque tengo que ir a una cita.

-¿Con quién?

-Conmigo.

-Ah.

 

*

Ya no existe Kouyou, mi compañero de trabajo. No existe el trabajo que alguna vez tuve. No existe Dios, existe él. No existo, soy él. No hay nada debajo de mí, pero tampoco hay nada arriba de mí. Estoy y luego desaparezco. Cuando él viene a mí, cuando él viene y me acaricia el cabello, sé que estoy siendo imaginado por él. Porque él no me dio la existencia. Y, aunque me dibuje constantemente, sé que estoy mal. Sé que soy él. Al final, dejo de existir.

Como ahora.

Me acaban de dibujar, trazaron mi cabello. Ahora soy más alto, ahora, castaño. Hay color rosa, mis caderas son ligeramente más estrechas, mi rostro es diferente. Shiroyama es eso que veo, pero a la vez, sé que él es Takanori. Takanori se aplastó en un lugar curioso. Shiroyama vino por él, le dibujó un sol en el estómago, y sonrió. Takanori fue reprendido porque dijo saber mucho. Shiroyama simplemente confirmó su magnificencia. El sol, su reino, y su conciencia magnífica sobre todo aquel humano.

Dios es…

Yo soy Dios. Por favor, Yuu, Dios, sálvame de mi imperfección. Conviérteme en un ser increíble, en un ser como tú. Tan maravilloso, tan solemne. Dame vida.

Deja de desdibujarme.

 

Me dejo caer, me sostengo, abro mis pantalones, y lloro.

 

Su presencia me desagradaba. No le veía ojos, sus grandes lentes de sol cubrían gran parte de su rostro. Pero aún así, Kouyou dijo que él era un magnífico músico. Un guitarrista, otro que trabajaría para mí.

Yo era Takanori Matsumoto, y solía ser un cantante. Pero entonces entra Yuu, el ser que me dijo que era una vil porquería cantando. No le creí. No los primero siete días. ¿Por qué tuve que creerle? Yo me decía que era maravilloso. La gente me animaba. Claro que tuve dificultades, como cualquier otro artista, pero fui reconocido. Debió ser por algo, ¿verdad?  Yuu, el día en que me conoció, me besó. Con una pasión fuerte, muy salvaje. Reconozco que mis mejores besos los recibí esos días. Después de besarme él dijo “Cántame”. Obedecí, hipnotizado.

Conozco mi orientación sexual.

Sólo una vez quise a una mujer, y esa mujer, murió. Mi madre me vigila.

Así que siempre he preferido a los varones.

O los preferí. Tengo a Yuu… él dice ser lo único que necesito y yo le creo.

Me enamoré de Yuu casi en cuanto me ensalivó los pezones, que fue después de unos minutos de tomarnos un café. Me hizo llorar cuando canté. Dijo que no podía concebir que yo estuviera en la primera lista de música en la radio esa semana. Que era espantoso, que mi voz sonaba como la de un crío que no sabe nada de música. Lo dijo de una manera cruel. Demasiado cruel para ser verdad.

Pero mientras me lamía la piel, él dijo que estaba gordo. Que mi piel se doblaba asquerosamente. En ese instante yo pensé “es un cabrón”. Creí que apartándome de él estaría bien. Me bajé la playera, me levanté y guíe mi humillado cuerpo hasta la puerta. Él se levantó también. Y me enamoré más. Estaba siguiéndome. Me empotró contra la puerta y me susurró lo guapo que era. Y le creí. Y dejé que me besara, y que lo hiciera de nuevo, y que al final me llevara a su casa.

Cuando las personas llegaron –alguna vez–, a contarme su historia de amor, no fue ni poquito parecido a lo que recuerdo de Yuu. La verdad es que él no llegó y me invitó el café por amabilidad, sino por estar llorando. Tampoco creo que sea de todo malo, es decir, es él. Es grande. Y, como es mejor que yo, he aprendido a valorarlo. Soy demasiado afortunado de vivir con alguien como él.

Supongo que no importa haber perdido mi carrera.

Soy él, ¿verdad?

Shiroyama, ¿dónde está Takanori?

 

Me corto. Me corto. Me corto.

Ofréceme una taza de café bien cargado, Yuu. Quiero, de verdad que quiero una taza de café. Si quieres ponle veneno, pero hazlo tú, Yuu.

Quiero decírselo ahora mismo. Pero no puedo. Mis labios están cubiertos por una pelota. Roja.

Mis piernas están abiertas, atadas a la cabecera de la cama. Mis brazos flexionados, como pidiendo a Dios, y sujetados perfectamente con cinta canela.  Mi culo está tan cerca de los barrotes de la cabecera que siento un poco de frío. Yuu me dejó así, porque salí a caminar el otro día y porque le gusta mirarme así cuando él sale a caminar y regresa. Él se fue un fin de semana y decidí salir con Kouyou, que había llamado. Yuu me gritó y me dijo que yo no podía salir, porque, ¿y si veían lo feo que estaba? Él protege al mundo de lo que soy. Merezco un castigo, como dice él. Aunque considero que dejarme desnudo y con esta cinta, es mucho. Va a dolerme cuando me la quite (seguramente lo hará con fuerza), y voy a llorar.

Soy patético.

Treinta años digo tener, pero parece que tengo cinco.

Soy estúpido, ¿verdad, Yuu? Me lo has dicho esta mañana.

Cuando lo digo al aire, suena feo. Como yo. Soy feo.

Pero él lo salva todo. Es guapo, tiene un cuerpo hermoso, es muy inteligente… quisiera ser él.

 

“Takanori, espero que estés en donde te dejé”.

“Aquí estoy…”

“Eres tan feo”.

¿Tengo que responder “ya lo sé”?

“Takanori, estás gordo. Voy a tomarte unas fotos y las subiré a la red, para que vean en lo que te has convertido. Para que vean qué basura era lo que les gustaba…”

“¡No! ¡Yuu, por favor, no!”

Hay un precio. A veces tengo que ir con él a fiestas, y amarlo. A veces me viste con unas blusas muy hermosas, me pone faldas, y tacones. Eso realmente me gusta. Me hace sentir hermoso. O a veces está lo mejor. Cuando él me deja ver cada uno de sus lunares, cuando me deja ver su bronceado y su vello. Amo eso. Porque él es como una estrella resplandeciente, y yo, yo no soy nada más que una porquería. Me lo ha dejado bien en claro. Y, aunque realmente lo sepa y yo esté plenamente consciente de ello, lo amo tanto que dejaría de ser yo para ser él y vivir por siempre juntos. Creo que es una buena idea, ¿no?  La fusión. La desintegración de Takanori para convertirme en un ser superior a la raza humana. Para ser hermoso. Para tener esa voz que tanto acelera mi corazón. Dios, Yuu, espejo, por favor, conviérteme en él. Quiero ser él. Quiero ser tan maravilloso como Yuu. Quiero volver al mundo artístico. Quisiera que él no me fotografiara en los momentos en que me siento muy humillado. ¿Me humilla? No sé. Es sólo mi odio por mi persona. Soy horrible, soy horrible.

“Hoy quería comprar un refresco a la salida de la compañía, y me encontré con Kouyou. Te juro que es la cosa más incompetente que podría haber existido en esta tierra. ¿Qué le pasa a ese pendejo? No debería trabajar ahí. Le he pedido una guitarra nueva y me ha traído la que estaba en utilería. ¿Debería permitir eso? Yo creo que no. No sé si se estará burlando de mi, o qué, pero yo necesito una guitarra nueva. La anterior la has roto tú, por idiota. Se lo he explicado a Shima cuando me llevó la de utilería. Me pidió que se la enseñara… ¡no confía en lo estúpido que digo que eres! En fin, la revisó y dijo que tan solo le faltaban unas cuerdas. Prácticamente me dijo que usara la misma”.

“¿Y lo hiciste?”

“No”.

“¿Qué has hecho?”

“He robado su cartera”.

“Eso está mal, Yuu”.

“No, Takanori, no lo está. Debes comprender que están metiéndose conmigo. Yo soy quien ha hecho que esa empresa navegue en un río de dinero, pero ellos no quieren que yo tenga una guitarra nueva”.

“Pero…”

“Sonríele a la cámara. Se la enviaré a Kouyou”.

“Yuu…”

“¿Qué?”

“Te amo”.

No sé si tengo que decir “¿comprarás una nueva guitarra con eso que robaste?” o, “por favor, me duelen las piernas. Quítame esto”.

No lo sé.

 

*

Hace frío.

No sé cuánto tiempo llevo esperando a Yuu. Va a nevar. Me duele el cuerpo. Antes de salir de casa, tenía fiebre. Manejé la motocicleta con la minifalda que me dio esta mañana, con el sostén, con la blusa, con las gafas, y con mi nuevo color rubio de cabello.

No sé maquillarme muy bien, pero llamé a Kouyou y me dijo más o menos cómo hacerlo. También me dijo que abandonara a Yuu. Demencia es lo que tendría yo si fuera verdad el “no te ama” de Kouyou. Él me ama.

No quiero verme estúpido para su noche de cumpleaños.

Me he convertido en una chica, una hermosa, según Yuu. Ha besado mil mujeres mejores, lo sé… pero estoy tan dispuesto a mostrarle la mejor sonrisa y  la mejor de mis poses sexuales para que él quiera estar conmigo por siempre. Porque sucede que, cuando yo me corto, me esfuerzo, o me odio, él me quiere.

Eso está bien.

El sostén es de Animal Print. Es muy erótico. Erótico, como le gusta a él.

Lo veo. Está ahí, saliendo.

Observo mis manos, están completamente llenas de sangre. Me he hecho cortes profundos.

Seguro que estoy pálido. Mejor.

Incluso he perdido peso. Él dijo que estaba gordo y que prefería ver mis costillas en el sexo que mi piel.

Tengo que gustarle.

La sangre hará la magia, hará que él diga: “Hagamos el amor, Takanori. No estés triste”.

Y me besará, y me besará y me besará... Hasta que se me hinchen los labios.

Y va a hacerme el amor tantas veces seguidas; claro que descansaremos entre estas.

 

Espejito, espejito, ¿Yuu querrá tener pollitos?

 

“¿Qué te has hecho en las manos, Takanori?”

“Nada, Yuu. Feliz cumpleaños. Hace frío, ¿no crees?”

“Eres estúpido. ¿Cómo se te ocurre cortarte las manos? Y peor aún, conducir a estas horas. Estás pálido… oh, espera. Tus mejillas están rojas… ¡Joder! ¿Te has tocado la frente? Estás hirviendo. Joder, Takanori. No sé qué tan idiota puedes llegar a ser. Cada día me sorprendes más. Creí que con el tiempo habrías aprendido de mí. A ser bueno, responsable, solemne, talentoso, cuidadoso. Estás queriendo llamar la atención, sólo es eso…”

“Tu atención”.

“¿Para qué?”

“Para que me hagas el amor, Yuu”.

Me da una bofetada. La merezco.

Pero él se merece ser como yo. Turbio y blanco, soportándolo.

Hoy lo pensé. Estoy siendo muy ingenuo. Él siempre me hace caso cuando sangro, cuando lloro. De ahí en más, sólo me mira y me cuenta sus cosas.

Róbame el aire, Yuu. Eso es lo único que quiero.

Róbamelo como ese primer día en que me hiciste sentir que no valía nada. Y que era como una prostituta por besarme contigo en el trabajo. Deberíamos hacer el amor más seguido.

Aunque yo debería dejar de ser menos dócil. Pero el espejo me lo impide.

Porque Yuu es guapísimo con falda. Con sostén. Con vestido.

El rosa en su cabello es tan perfecto, que cuando me miro al espejo, sólo está ahí.

Mirándome.

Mirándome.

Mirándome.

“Levántame la falda Yuu. No tengo bragas”.

“Eres un estúpido”.

“Ya sé que lo soy. Levantámela. Oye, ¿no tienes nada para que deje de sangrar? Estoy sintiéndome mareado. Y tengo mucho frío, Yuu”.

“Ya no se puede contigo, Takanori. Sube a la motocicleta, vayamos a casa”.

“¿Y me vas a besar?”

“No”.

“¿Por qué no? Estoy vestido así por ti. Estoy sangrando por ti…”

“Es mi cumpleaños, bésame tú”.

“Pues, siéntate, aquí, conmigo”.

Lo hace, sumisamente. Tengo que hacer este tipo de cosas para que él me tome en cuenta. No me molesta. Lo haré tanto como pueda para que él no se vaya de mi lado. Voy a escucharlo. Voy a quererlo.

Acerco mi cara a la de él. Cierra los ojos; el vaho escapa por sus labios y su nariz. Con suavidad, presiono sus labios con los míos. Está tan caliente. Tan suave. Somos uno, y somos mejor que cualquier otra maldita pareja, yo lo sé. Porque nos entregamos lo más que podemos. Él me dice sobre él, y yo estoy siempre para él. Siempre. Él siendo el Dios y yo siendo el súbdito. Dios ayuda a las personas cuando caen.

Yuu va a sujetarme cuando caiga.

Porque él dice ser Dios, y yo lo entiendo.

*

“Te odio”.

“Yo te amo, Yuu”.

“Eres una basura”.

“Lo soy”.

“¿Por qué no dices nada más?”

“Porque tú también eres basura”.

Muerde mi pezón y mi erección tiembla. Si me preguntaran cómo me gustaría que me hiciera el amor, diría que quisiera que metiera sus dedos en mí, los agitara, me masturbara, y me hiciera eyacular. Luego, yo podría practicarle un sexo oral bien practicado. No me gusta ser penetrado. Me siento débil e idiota cuando lo hace, aunque al final pierdo la noción cuando él me dice lo mucho, mucho, que me ama.

Y después, cuando está por eyacular, él me susurra la muerte.

Yuu es complejo. Dice quererme, pero dice que estoy feo.

Pero no soy nadie, él es Dios. Y yo no voy a meterme en estas cosas malas.

*

“Me tiene harto”.

“Pero Kouyou no te ha hecho nada…”

“¡No te pongas de su lado!”

“¡No estoy poniéndome de su lado!”

“Ah, claro. Y por eso dices que no me ha hecho nada”.

“Yuu, tú crees que si estuviera de su lado, ¿estaría aquí? En bragas, arriba de tu erección. No seas idiota”.

“Estás aquí porque quieres. No te quejes”.

“¡No me estoy quejando!”

“Cállate, desagradecido. Si tanto quieres a ese pendejo, lárgate con él”.

“¡¡Pero yo te quiero a ti!!”

No está bien que me pegue tanto, recientemente. Desde que comenzó a hacerlo sin propósito de sexo, comencé a quejarme y rebelarme. Supongo que todo lo opuesto a lo que pensó que pasaría si lo hiciera. Pero no sé. ¿Se está aburriendo de mí? Tengo miedo de eso, pero no quiero perderlo. Sería demasiado triste.

Soy un maldito maricón activo en traje de sumiso, por un cabrón soberbio.

Me canso. Y eso sólo quiere decir que ya toqué fondo en la depresión, y, que soy igual de cabrón que él.

Me levanto de sus piernas. Le hago una seña obscena.

“No eres el único sobre la tierra, Shiroyama. Mírame, mírame mientras me corto a ver si te perras importa”.

Voy por el cúter, lo abro, y debajo de las bragas, junto con los demás cortes, me hago uno profundo. Las lágrimas brotan. Estoy siendo demasiado estúpido, y el dolor me pega en los huevos como si fuera agua fría que me despertara.

Soy basura y lo insulté.

Yuu se levanta, acalorado. Me rodea con sus brazos y me abraza.

“¡Eres un pendejo! Un cerdo, un animal, una bestia, pequeño pedazo de basura…”

Me levanta en brazos, y me besa.

Es la única manera de tenerlo…

 

*

“Al final, soy él”.

Por más que intente verme a mí, él ya me comió. Y yo, mientras me consumo, me lo como a Él.

Notas finales:

No sé qué más decir.

Pero, claro, si me dejan un comentario, me harán feliz.

¿A qué lo dejarán, verdad?

Gracias por el tiempo.

Jurado, por favor.


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