Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Call Me. por Angel_Chan

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Serie: Saint Seiya.

Pareja: Shun-Hyoga.

Clasificación: Romance-Drama.

Advertencia: Muerte de un personaje.

Notas: Pequeña continuación de Subway.

Fecha: 15/11/2007.

Beta Reader: Pleasy Stay.

Disclaimer: Todo lo referente a Saint Seiya pertenece a Masami Kurumada y a la Toei.

Call Me.

 

Si hubiese sabido que aquel día lo perdería todo, incluso su vida, talvez hubiese seguido a Hyoga sin dudarlo un instante. Porque nada es lo mismo ahora sin él, que hasta el simple caminar entre la gente sin sentir el agarre de su mano en la suya, lo hace sentir perdido. Sin poder sentir su presencia siempre protectora, siempre amorosa.

“¿Me harás el amor, Hyoga?

Los ojos verdes pestañaron con inocencia sublime.

Habia hecho aquella pregunta hace algo más de tres años atrás.

“¿Aquí?... ¡Por el amor de dios, Shun, estamos en un baño público!”

“Tonto”. La intimidad de su charla consiguió arrancar muecas de desagrado a aquellos que estaban utilizando las instalaciones en ese momento. Los cuales se apuraron en salir de allí, solo un joven encontró graciosa la situación sonriendo a ellos y a los rostros de los demás hombres.

“Me refiero a esta noche. No tengo ganas de volver al refugio. ¡No hoy!”. Terminó de hablar con un tono pesado.

Miraba como sus piernas se movían, balanceándolas sentado sobre el lavamanos. Hyoga lo observaba a su lado secándose las manos luego de usar los servicios.

“Te entiendo, pero… ¿Dónde vamos?”

La pregunta parecía más un llamado a la razón, porque si no quería volver al refugio, ninguno de los dos tendría donde dormir. Sin embargo su compañero le sonrió, alzando sus hombros con algo de gracia.

“No lo sé. Quizás nos sirva un simple lugar que este oscuro”. Con total descaro, besó los labios gruesos, deslizando una de sus manos hasta la hombría de su compañero.

Sabían aprovechar muy bien los besos fugases, casi furtivos… generadores de bocanadas de aires nuevos en momentos difíciles.

 

Volvió a mirarse en el espejo, luego de haber mojado su rostro para no ver las lágrimas que caían de sus ojos. Sabía que estaba llorando ante el recuerdo, en ese mismo baño como si no hubiera pasado tanto tiempo, no había dejado de hacerlo ni un solo día.

—¿Qué hace un muchacho como tú, solo a estas horas y en un lugar como este?

Una voz sonó a su espalda. Una voz modulada, falsamente sedosa. Lo hiso erguirse frente al lavamanos, pudiendo ver detrás de si aquel hombre, gracias al espejo.

—No lo sé en verdad. —Contestó con desgano. —Tal vez, busque dejar de estar solo. —Termino, esbozando una media sonrisa forzada.

A eso se debía su subsistencia ahora, a perder en actos frívolos y vacíos, lo que con tanto amor y devoción le había entregado a Hyoga tantas veces.

—¡Que suerte! Justamente, estoy buscando lo mismo.

Solo con un movimiento de cabeza, aquel hombre lo insto a seguirlo fuera del baño. Shun caminaba a pocos pasos detrás, observándolo, estudiándolo con detenimiento. Desgarbado era una descripción justa para aquel hombre, de facciones demacradas y movimientos afectados. Demasiado amanerado, pensó Shun al verlo caminar, para luego menear la cabeza, ¿Quién era él para juzgar, precisamente?

Si estaba acostándose con hombres por dinero, porque no había podido lograr hacerlo con una mujer, ni siquiera para obtener lo necesario para vivir.

—Mi auto esta en aquel lugar. —Dijo con suavidad, señalando el espacio oscuro de una esquina, justo al lado de un edificio. —Vamos.

Ajusto su mochila en su hombro, como si ese acto le diera más seguridad, sin perder de vista el lujoso auto que les esperaba delante. Se sintió raramente cómodo, sentado en el asiento de pana suave; llevaba días sin dormir, porque dormir equivalía a soñar, a recordar, a sufrir con más intensidad. Se relajó de tal manera que no se dio cuenta cuando el hombre se sentó frente al volante, por lo menos no hasta que oyó que los seguros de las puertas se cerraron automáticamente.

—Paseemos un rato… mi nombre el Richard.

Los labios formaron una mueca burlona, Shun solo sonrió mentalmente, era obvio que ese no era más que un nombre falso, común que los clientes de ese tipo de servicios hicieran eso.

—Richard es un lindo nombre, aunque algo raro para un japonés. —Anuncio con sorna.

—Si, tal vez… ¿Y el tuyo, cuál es? —Richard volvió a utilizar aquel forzado tono sedoso, mientras una de sus manos comenzaba a subir por el muslo de su acompañante.

De repente sintió miedo y su mente se nublo.

—Shun. —No pudo mentir. Su atención se fijó en desviar la mano de sus intenciones.

Con seguridad, pero sin ser demasiado brusco, Shun aparto la ‘caricia’ del otro hombre. No recibió reproche alguno por ello, en una clara evidencia de que había captado el mensaje.

—Ya veo, y dime… ¿Cuánto cuesta este paseo conmigo? —Alcanzo su billetera con una mueca de superioridad, y haciendo gala del dinero, arrojo varios billetes de nominación extranjera entre las piernas de Shun.

Era mucho dinero, más del que había recibido nunca, o visto siquiera; a excepción de aquella vez.

—Pero espero que sepas que no espero ningún tipo de límite.

Shun asintió levemente, el hombre había perdido el tono de dulzura y sedosidad. Tomo el dinero y lo guardo en su mochila, estirándose en el asiento con sensualidad estudiada.

—Ábrete al pantalón, y comienza a tocarte para mí.

Lo obedeció, sintiendo los ojos fijos clavándose en su cuerpo en cada movimiento que realizaba su mano. Si hubiese tenido algo en el estómago, de seguro lo hubiese echado fuera. ¡En verdad sentía nauseas!

Y el vehículo en movimiento no lo ayudaba a dominar su malestar.

 

“Hyoga, tengo algo que confesarte”

La voz sonaba harto infantil, soñadora, a pesar de sus 14 años ya cumplidos. A media voz, y casi tan inocentemente como el resto de su ser, bajo las sabanas de su cama en el hogar. Hablaba tan suavemente, susurrando, para que solo Hyoga lograra escuchar sus palabras.

“Si”. Los ojos celestes se cerraron en la oscuridad, absorto en solo escuchar la voz de su amigo.

“Hace unas noches atrás tuve una erección…”. Escupió con total descaro, haciendo que Hyoga tuviera ganas de romper a reír. “Y aplaque mis más bajos instintos, pensando solamente en ti”.

Tal declaración hizo que el rubio casi se ahogara.

“¿Cómo?”.

“Lo que oyes. ¡Me toque pensando en ti!”.

En realidad, el solo pensamiento de eso era altamente halagador y excitante para Hyoga, aún más porque pensaba que su amigo estaba a años luz de esas necesidades tan básicas. Peo no podía dejar de entenderlo, incluso él había encontrado satisfacción en calmar sus deseos con la sola compañía del muchacho que dormía junto a él, y sin saber nada.

“Ven”. Susurró con una sonrisa en los labios, para luego sentir el movimiento en la cama a su lado. Shun abandono su lugar para dormir junto a Hyoga, atravesando un escaso espacio que los separaba. Pero esa vez, compartirían la cama de manera muy diferente… no solo para conciliar el sueño uno en brazos del otro.

No debía de haber problema, mientras no hicieran demasiado escándalo, a los demás muchachos no les importarían lo que pasaba debajo de sus sabanas.

Lo suyo era reconfortante, e íntimo; el sentir el calor de un cuerpo conocido, acompañando las frías noches del hogar. Algo tan raro de sentir para ellos, en su mundo solitario de orfandad. Se acomodaron, abrazados, antes de comenzar a proferir caricias y besos en total silencio.

Hyoga comprendió rápidamente, por el toque inexperto pero seguro de aquella manos blancas, que su amigo y compañero ya no era un niño, y que como él, también necesitaba aprender lo que era el placer y el amor… ¡Necesitaba el lugar de amante, y amado!

 

—Hazlo despacio… muy lentamente. —Jadeo aquel hombre a su lado, tratando de no apartar la vista del camino.

Shun asintió mordiendo sus labios, imitando un jadeo suave, muy bien practicado. Debía dejar que su mente volara lejos de allí, pensando en otras cosas, tal vez en otras veces más placenteras que esa, si quería poder llegar a un orgasmo.

—Muy bien… así me gusta. —Oyó, y cerró sus ojos para trasformar en oscuridad, aquella voz  por alguna otra perdida en su mente.

Comenzaba a sentir la excitación crecer en su cuerpo, el calor subió a su rostro teniéndolo de un tono rojizo. Pero debió detenerse. ¡Lo había olvidado por completo!

—¿Qué haces? —Richard se oyó frustrado, al notar como las manos blancas abandonaban su trabajo.

Shun no hizo caso a la mueca de fastidio de aquel hombre, no podía llevar a cabo aquello sin antes… abrió su camisa hasta el segundo botón de esta, notando que volvía a tener la atención del hombre, y como mojaba sus labios lentamente con su propia lengua.

Él solo necesitaba quitarse aquella joya: el crucifijo era de oro, finamente labrado y engarzado en piedras.

—Déjame adivinar, ¿dejas de ser creyente cuando trabajas? —Casi una media sonrisa se podía ver en sus labios. Había buscado un lugar oscuro y desierto a un costado de un camino rural.

—No. No soy creyente. —Contesto secamente. Solo era por demás cuidadoso en lo que se refería a ese objeto.

¿Y cómo no serlo? Si eso había sido lo último que Hyoga le había dado. Y era lo único que lo ataba al mundo real, y aun no lo dejaba caer en las sombras, por mucho que estuviera acostumbrado a estar en el barro.

 

Creyó que habían logrado escapar, que ambos estaban a salvo, su solo calor lo hacía sentirse tranquilo en medio de tanta gente. De aquellas personas que los miraban sin disimulo nada le pasaría mientras él estuviese allí para cuidarlo.

Pero el miedo a perderlo siempre estaba presente…

“No te preocupes”. Le había dicho en aquel tren. “Mira esto”, su mano se extendió hasta extraer de entre su ropa aquello que quera enseñarle.

“Para…”

“Para ti”. Sus ojos brillaron a la par de los suyos.

“Pero es de tu…”. No lo dejo reprocharle, ni devolverle el presente.

“¡No, técnicamente es mía!... y tengo derecho a regalársela a quien yo quiera”.  Una sonrisa burlona se dibujó sin problema ante la mirada infantil de su compañero.

“Igual… además, ¿Por qué te desprenderías de ella?”

No importaba cuanto quisiera hacerlo reflexionar… Hyoga estaba decidido a darle su más preciado tesoro.

“¡Si está contigo, estará conmigo!”

Más que una afirmación, sus palabras habían sido una promesa; de que nunca lo dejaría solo, ni siquiera cuando ya no estuviera a su lado.

 

—Entonces, no te la quites. ¡Déjatela! —Los labios de Richard se ensancharon en una mueca difícil de leer, pero parecía querer saltar sobre él en cualquier momento.

¿Dejársela puesta? ¡Jamás cometería tal sacrilegio!

¿Y luego como podría seguir? No, prefería romper el lazo que lo seguía uniendo a Hyoga, por ese corto periodo, tal y como acostumbraba hacerlo, para luego volver a abrazar el único recuerdo que le había quedado tangible de él. Por ningún motivo dejaría que Hyoga se enterase de lo bajo que había caído… podo para sobrevivir sin él.

—No, gracias. Dime que quieres que haga. —Trato de cambiar el tema, modulando su voz de manera sensual.

—¡Quiero que te dejes esa cosa puesta!... y que te agaches entre mis piernas. Vamos, ven. —Dijo, estirando su mano, peligrosamente hacia lo que Shun tanto protegía.

—¡No juegues con esto! —La voz de Shun se dejó oír, enojada y profunda, en un tono que ni siquiera él se conocía.

—¿Crees que voy a robártela? —Richard elevo la voz hasta lograr estremecer por entero el cuerpo de Shun; ahora no parecía tan inútil como lo había catalogado Shun en un comienzo. —¿Acaso no te dan cuenta de que tengo el suficiente dinero como para comprarte aquella baratija, y más si así lo deseo?... ¡Y quedamos en que no había limites!

Tomo a Shun de los hombros, presionándolo contra el asiento del auto.

—Deberías saber ya, que no eres menos puto por llevar esa cosa al cuello. —Forzándolo, logro quitarle, por fin, el rosario de las manos, herméticamente cerradas.

—¡Suéltame! Te lo advierto. —La voz de Shun se oía furiosa y temerosa al mismo tiempo.

Intentaba recuperar lo que era suyo a como diera lugar. Lo único que le daba algo de paz, de tranquilidad.

—Aunque pensándolo bien… es una pieza muy valiosa, ¿no lo crees? —Forcejeo algo más, hasta quitarse al joven de encima.

La cabeza de Shun golpeo la puerta del auto, provocándole una herida que pronto comenzó a sangrar, manchando el tapizado del asiento. El golpe y el dolor lo aturdió lo bastante como para dejarlo sin reacción, lánguidamente estirado bajo el peso del cuerpo de su atacante.

En ese momento, todo incluso el objeto que había robado, paso a segundo plano para aquel hombre, tenía el control entero de la situación y eso lo estaba excitando, podía someterlo cuanto quisiera, y quizás luego, dejarlo allí. Comenzó a desvestirlo rápidamente, olvidado ya totalmente de lo que había querido quitarle en un principio, porque al fin de cuentas, acabaría teniéndolo todo.

Shun tardo en volver a reaccionar, elevando las manos para quitarse aquel ser de encima. Estaba asustado como nunca, y sus ojos comenzaban a humedecerse.

—¡Quédate quieto! Tendrás que hacer lo que yo diga, quieras o no.

Reprimió el gemido entre un suspiro pesado, sintiendo que sus propios brazos pesaban más de lo que recordaba. Se lo tenía totalmente merecido, por optar llevar el camino más fácil, el más autodestructivo que podía elegir.

—Ahora si no habrá restricciones. —Hablo bajo, con un tono lubrico asqueante. Muy cerca de su oído. —No tendrás dinero, ni ‘amuleto’… y quién sabe si te dejo vivir.

Un escalofrió lo recorrió entero, por un lado sentía como aquel hombre lo terminaba de desvestir completamente, acariciando sus muslo; sentía la lengua ardiendo sobre su piel, mientras lamia sus hombros y cuello, y el frio… el más leve y soportable de sus problemas.

Era el frio del acero sobre su cien izquierda, clavándose con saña en la piel nívea, hasta marcarla de rojo.

Mordió sus labios al tacto de los dedos humedecidos que pretendían jugar en su interior, esquivo la mirada de aquella sonrisa asquerosa, yendo a dar directamente frente a la visión de su única salvación.

Estiro sus dedos hasta rozar el rosario, completamente olvidado en el asiento a su lado, cerró los ojos tan fuerte, como su mano se aferraba a aquella cruz.

 

Lo oyó, aún más fuerte que años atrás, y rogo porque esa vez si haya acabado con lo que quedaba de su vida. Si es que le podía llamar a sí.

“¿Qué haces ahí parado?”

Abrió los ojos, encontrándose a sí mismo de pie, con ambas manos fuertemente cerrada contra su pecho. Ahora parecían arder menos… pero sin embargo se quedó inmóvil.

Por un momento tuvo miedo de moverse y que todo fuera simple imaginación suya, un sueño que hilo con sus ojos cerrados, para no despertar a su realidad.

“Se suponía que no debía venir aun…”

La fue imposible resistirse a la caricia de esa voz tan conocida, de aquel abrazo que lo envolvió en cuerpo y alma.

“Te extrañaba”, el llanto. “Te extrañaba mucho”.

Lo volteo para verlo a los ojos. Sabia cuán grande era su amor, él lo sabía todo, y quiso calmarlo, pero… ¿cómo? No tenía la misma sabiduría que su madre para explicarle lo que acababa de suceder. Lo abrazo, siendo lo más sincero que podía ofrecerle; abrazarlo y no dejarlo ir, ya nunca más de su lado. ¡Jamás, volver a dejarlo solo!

Suspiro ante el llanto incesante, y se alejó para ver mejor el rostro de su viejo compañero. Shun aún tenía sus palmas herméticamente cerradas, pero ahora las llevaba cerca de su boca, repitiendo un sinfín de ‘gracias’, una y otra vez.

“¿Que tienes allí, Shun?”. Hablo muy suavemente, como quien le pregunta a un niño pequeño, para no asustarlo. Tratando de convencerlo para que le mostrara sus manos.

La sonrisa en los labios finos, se ilumino en segundo, de manera trémula, dibujándose entre el marco de lágrimas que caían por sus mejillas.

“Esto…”, abrió una de sus manos. “Me ayudo a no caer”. Las piedras del rosario cayeron hasta quedar colgando de su mano entreabierta. “Y esto…”, comenzó a abrir el otro puño. “Me ayudo a liberarme”. Dejo que el casquillo de la bala cayera de su mano, justo en medio de ellos dos.

 

Era demasiado para permitirlo, no lo dejaría, antes prefería…

 

Lo recordaba, claro que lo recordaba todo, como imágenes entre cortadas que cruzaban su mente a una velocidad inusitada. ¿Tal vez…?

 

Su mano firmemente aferrada al acero, luchando por su única salvación. Fueron sus propios dedos lo que…

 

“Ahora eso no importa… ¿No lo crees?”.

“Por supuesto, ahora estoy contigo… ¡No importa más nada!”.

El abrazo la entrega… todo más allá del cuerpo, del alma y de la vida misma.

“¿Me llamaste, no?”. Hyoga hizo una mueca de dolor al recordar la voz que clamaba por su ayuda, antes de que todo sucediera.

“Si, pero fuiste tú, el que me llamo primero”.

 

Camine por mucho tiempo a tu lado,

Sé cuándo vienes y cuando vas,

Sé adónde estas y adonde quieres ir,

Aprendí a seguirte por el mismo camino

No me culpes, porque luego de tanto tiempo

Solo puedo encontrarte a ti

Porque tu camino es el mío

Y el lugar donde estas…

Ahora… ¡También mío será!

 

Fin.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).