-¡Shun por más tiempo que dures en la ducha no estarás más limpio!- gritaba un joven de 17 años, cabello café y ojos azul oscuro al mismo tiempo que golpeaba la puerta.
-De acuerdo, de acuerdo. Ya salgo- respondía el hermano menor mientras cerraba la llave de la ducha.
-¡Eso me dijiste hace 10 minutos!
El menor salió del baño con agua aún escurriendo de su cabello, el ceño fruncido y una toalla en la cintura para luego adentrarse en su cuarto, azotando la puerta al cerrarla.
Shun Kido era un atractivo joven de 15 años, su cabello era café y sus ojos de un deslumbrante verde esmeralda. Shun vivía con su padre y su hermano Ikki, su madre no solía estar en casa debido al gran puesto que tenía en el trabajo y rara vez iba a quedarse.
-¿Y tu hermano?- preguntó su padre al verlo llegar al comedor.
-Lo vi saliendo del baño cuando salí de mi cuarto- decía el menor de la casa mientras empezaba su desayuno.
-¿Qué fue ese fuerte golpe de hace un momento?
-Nada- respondía secamente Shun recordando cuando había entrado a su cuarto enojado por la insistencia de su hermano para salir del baño.
Un par de minutos después, Ikki bajo y se sentó en el comedor para empezar a disfrutar de su desayuno, lo único que se podía oír era el ruido de los cubiertos contra los platos, las mañanas en la casa Kido casi siempre eran iguales.
Al terminar su desayuno, ambos hermanos fueron a cepillarse sus dientes, luego acomodaron las corbatas de sus uniformes y salieron de su casa, no sin antes despedirse de su padre.
Las clases habian comenzado una semana atrás, Shun e Ikki estudiaban en una de las preparatorias mas prestigiosas de Tokio, Shun cursaba primero e Ikki tercero.
Antes de llegar a la puerta principal, los hermanos se separaban e iban en busca de sus amigos.
Para haberse conocido hace una semana, Shun había conseguido un gran amigo, Seiya Takamura, con quien siempre se encontraba en la puerta para luego ir juntos al salón de clase.
Por otro lado, Ikki llegaba solo a su salón, a él le gustaba encontrarse con sus amigos allí y hablar de muchas cosas, en especial sobre deportes.
-¡Ikki!- lo saludó su amigo Isaak -Por fin llegaste, estuve esperando a que llegaras toda la mañana.
-¿A qué se deben tantas ganas de verme?- preguntó mientras ponía su mochila sobre su puesto.
-Si quieres yo responderé tu pregunta- escuchó una voz a sus espaldas que no oía hacía un buen tiempo.
Ikki se giro y le brindo una sonrisa a aquella persona que no vio en mucho tiempo.
-¡Hyoga! Cuanto tiempo.
Hyoga, un ruso-japonés que acababa de cumplir 17 años, estaba en el mismo grado que Ikki e Isaak por su gran capacidad mental. Se conocían desde primero y se convirtieron en buenos amigos en poco tiempo; Hyoga había partido a Rusia a mediados de cuando cursaban segundo, y al parecer por fin había regresado.
-No fue tanto, aunque debo admitir que los extrañé muchachos- decía Hyoga sonriente.
-¿A qué se debe tu regreso?- Ikki pensó que su amigo nunca volvería.
-Decidí terminar la escuela aquí en Japón. Tal vez considere la universidad tambien aquí, pero de eso si no estoy seguro.
-Bueno, aun queda tiempo para pensar en eso, apenas estamos empezando la segunda semana de clases- intervenía Isaak.
Los muchachos se sonrieron entre sí e hicieron que Hyoga les contara como había sido su medio año en Rusia.