Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El chico rubio por aleii

[Reviews - 58]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Bueno... espero que les guste y difruten la historia!!!

y ps... bueno, ojala haya muchos reviews!!

Salí de entre las sabanas queriendo escapar de ellas. Me puse de pie, mirando seriamente mi reflejo en el espejo. Lucía pálido, con el cabello revuelto, despeinado, por todas partes, y mis ojos, se veían grandes, brillantes. Podría haber dicho me veía como siempre, como cada mañana, pero sería como mentirme a mí mismo. Dentro de mí había crecido una pequeña y leve esperanza. Había comenzado a creer que quizás el amor realmente existía, el amor y el destino. Sonreí y fui directo hacia el baño. Quería mejorar un poco mi aspecto antes de que Diego se despertara.

Mire fugazmente hacia la cama. Ahí seguía él con su suave cabello rubio esparcido por la almohada. Su delicado rostro estaba enterrado entre las almohadas y su perfecta espalda blanca, moteada de pecas, parecía incitarme a regresar a su lado, y pasar de nuevo mis dedos por ella como lo había hecho la noche anterior.

Solté un largo suspiro, volviendo a mi arreglo personal. Abrí la llave y pase un poco de agua por mi cabello, tratando de regresarlo a su lugar, dándole un mejor aspecto. A mi cara no podía hacerle nada, siempre había sido demasiado blanco, tirándole a pálido. Y mis ojos, eran tan grandes que la gente solía decir que lucía asustado, o sorprendido. Sonreí al recordar un comentario de Diego la noche anterior “¿Estas nervioso? Luces como si estuviera a punto de comerte”, mi rostro se ruborizo al instante.

Moví mi cabeza hacia los lados, alejando esos pensamientos.

Mire una última vez hacia el espejo y luego salí con paso firme hacia la habitación. Por lo que recordaba en cortos fragmentos, la noche anterior había estado tan nervioso, tan embriagado de una gran felicidad, que no había llegado a asimilar las cosas bien, y… bueno, no había disfrutado plenamente del momento. Esperaba que esta vez mi cabeza pudiera controlar mis hormonas y mis nervios.

Llegué hasta la cama, sentándome en el borde y con lentitud pase mis dedos por aquellas pecas picaras. Las yemas de mis dedos rozaban cada centímetro de esa piel suave y tersa que me hacía soltar largos suspiros al aire.

Eso me hacía recordar todas mis mañanas en el metro, mirándolo de lejos, volviendo cada día en una larga espera por verlo, por mirar aquellos enormes ojos amarillos. Por ver ese delicado y dulce rostro. Por verlo a él. Y al fin, cuando había tomado la fuerza suficiente como declarar mis sentimientos, todo había salido perfecto.

Diego poco a poco comenzó a despertarse. Un ligero movimiento de su nariz, frunciéndola tiernamente, y luego sus ojos se abrieron con lentitud, adaptándose a la luz que entraba por entre las cortinas. Por último, su cuerpo se estiro ágilmente, recordándome a mi gato pelusa.

Y al fin, cuando sus ojos se toparon con los míos, no pude evitar que una boba sonrisa apareciera en mi rostro.

-Hola-dije, en un susurró, sintiendo como todo mi cuerpo se volvía a tensar. Nervioso, comencé a removerme, mirando hacia todos lados menos a él.

-Buenos días-contesto, tomando dulcemente mi mano-es muy temprano para ponerse nervioso ¿no crees?-preguntó

Devolví mis ojos a su rostro. Estaba esbozando una sonrisa de lado.

-No estoy nervioso-musite, mintiendo de manera fatal.

Lo escuche reír.

-Como digas. Y por cierto ¿Qué hora es?-preguntó, mirando hacia los lados, buscando seguramente su celular.

-Las 10 de la mañana-contesté

-Vaya…-suspiro-es hora de irnos yendo-comentó, poniéndose de pie en un salto. Yo no sabía qué hacer, ya estaba arreglado, y limpio. Así que me dedique a obsérvalo caminar por la habitación, recuperando su ropa.

Su cuerpo lucía tan hermoso como la noche anterior. Era delgado, pero atlético, se notaba que hacía ejercicio. De nuevo sentí que me ruborizaba. A mi mente había llegado el recuerdo de mis manos recorriendo ese cuerpo que ahora se movía ágilmente por la habitación.

-¿Qué tanto miras?-preguntó divertido Diego, sacándome de mis pensamientos

-¿Eh?... ah nada-mentí

Diego arqueo una ceja sonriendo.

-Bueno, ya termine. ¿Nos vamos?

El maravilloso momento estaba pasando. La noche anterior todo me había parecido como un cuento de hadas, donde todo sale perfecto, donde nadie sale lastimado y todos son felices para siempre. Debía haberme imaginado que no sería así, que esto había sido sexo casual. Una noche de infinito placer que estaba por terminar.

Mire con tristeza a Diego, queriendo decirle que me permitiera estar un rato más con él, que aunque para él solo haya sido sexo, para mí era más, mucho más. Mi primer beso, mi primera noche alado de alguien, mi primer amor.

Pero ya había pasado “la magia”, así que soltando un bufido, me levante de la cama, llegando hasta su lado.

-Vámonos-dijo, pasando su mano por entre mi cabello. Di un respingo al sentir sus dedos.

Caminamos hasta el elevador en un tranquilo silencio. Era el previo a la despedida, lo sabía. Era algo que estaba en el aire, en el ambiente. Tal como la noche anterior había estado cargada de promesas, de pasión. Esta mañana estaba llena de olvido.

Me enfurruñe, sintiéndome patético por ser tan dramático, por ser tan cursi… pero ¿Qué le podía hacer? Era solamente un chico de 16 años, que comenzaba a comprender lo que sentía. No era fácil.

Mire de reojo a Diego, sintiendo la angustiante tensión de tomar su mano. El elevador entonaba una suave tonada navideña. Ya estábamos cerca de Noche Buena, pronto todo estaría a rebosar de tonos rojos, blancos, verdes y azules.

El pitido del elevador me regreso a la realidad, Diego y yo salimos de él, pasándose mi oportunidad de poder tomar su mano una última vez.

La noche anterior él había pagado el cuarto del hotel, así que no había más que hacer. No más tiempo.

Alce mi rostro hacia él, mirándolo fijamente.

-¿Tienes como regresar?-pregunto mi dulce chico rubio, de ojos amarillos. La noche anterior había olvidado preguntarle de nuevo su edad.

“¿Cuántos años tienes?”, había preguntado. ¿De cuántos luzco?, había contestado él”

-Ayer ya no me dijiste tu edad-dije, sonando calmado por primera vez

Una enorme sonrisa apareció en su rostro.

-Cierto, pues tengo 21 años

Me llevaba 5 años.

-Te ves más joven-dije

-No te dejes engañar-murmuró, guiándome un ojo

Mire hacia la puerta de salida. Ya estábamos a unos cuantos pasos.

-Sí, tengo como regresar-dije, contestando a su anterior pregunta

-Bueno, pues…-alejo su mirada de la mía. Era el momento incomodo de la despedida, donde nadie sabía que decir o hacer. Donde todo parecía un error, cuando llegaban los arrepentimientos-se me está haciendo tarde, tengo que trabajar

-Lo sé-dije, soltando un suspiro. La noche anterior me había comentado que odiaba trabajar de mesero por las tardes de los fines de semana.

-Entonces… este, adiós-murmuró, regresando sus ojos a mi rostro. Sentí un nudo en la garganta. ¡Mierda! ¿Por qué me tenía que poner de melodramático en el peor momento?

-Claro-musite, bajando el rostro. Era más fácil mirar a mis viejos tenis converse que a sus ojos.

-Sergio-susurró Diego. Cada vez que él decía mi nombre era como si un escalofrió me recorriera de pies a cabeza. Alce automáticamente mi rostro, encontrándome con sus ojos.-me encanto tu carta, me encantaste tu-afirmó, esbozando una tierna sonrisa y pasando sus mano delicadamente por mi mejilla

-Ya… a mi igual-dije, no queriendo hablar de más.

-Igual no hubiera funcionado lo de nosotros. Eres muy joven y además…-se detuvo, dudando si continuar. Clave mis ojos en los suyos, sacándole ese último pretexto, así sería mucho más fácil matar mis esperanzas-además… soy heterosexual, y tengo novia, realmente no sé qué me pasó ayer.

Mis ojos se abrieron por la sorpresa. Me quede helado, sintiendo como todas mis esperanzas e ilusiones morían. ¡Maldita sea! Pero si este idiota estaba pisando todo lo maravilloso de la noche anterior. Ojala se hubiera quedado callado.

Deje mis ojos clavados en su rostro con indiferencia. No sé cómo me había fijado en él.

-Ya… bueno, me voy-dije, sonando indiferente

El no hizo nada por detenerme, ni siquiera añadió algo más. Y yo, me largué. No iba a seguir quedando como un idiota frente a él, era lo último que quería. Así que me di media vuelta, caminando con paso decidido por la acera.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).