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Please come back to me... por Akira Halakti Motou

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Notas del fanfic:

Los personajes les pertenece a Kazuki Takanashi, sólo la trama me pertenece.

Notas del capitulo:

Los personajes no me pertenencen sólo la trama y bla bla y más bla -.- 

 

 

Sólo copié y pegué x'DDD así qué no me regañen, lean si quieren xD aunque pienso yo.. Que está aburrido c: 

Cuenta una antigua leyenda que, en el antiguo egipto, vivió un príncipe y su sirviente personal. Éstos eran hermanos gemelos. El mayor se llamaba Yami Halakti y el menor Yugi Halakti. Los dos eran muy parecidos, nadie podía identificarlos muy bien. Más sólo ellos mismos.

Pero, éstos fueron separados por sus padres a los 2 años. Yami era muy serio y decidido. Yugi era un niño de corazón, bondadoso y alegre. La sonrisa de su hermano era su felicidad, y la de su hermano la de él. Los dos crecieron muy separados, su madre crió a Yugi como el fiel sirviente personal del príncipe. Y el otro lo crió su padre para que fuera un gran Faraón.


La familia era muy feliz, hasta que una guerra en el desierto se desató, los soldados y guardias se alzaron en armas, algunos esclavos fueron y defendieron su gran reino, lo cual ganaron. Pero los reyes no sobrevivieron, ésto hizo que forzosamente el príncipe subiera al trono.



Aquí comienza la historia, del hijo del mal.









Era un día soleado en Egipto. Yami se encontraba serio como siempre a sus diesiseís años de edad, ya sabía como gobernar, el fue el primer Faraón más joven en subir al trono, sólo tenía 14 años cuando éste subió a su trono. Éste salió al balcón, sus súbditos lo esperaban. Éste río maliciosamente.


—¡Jajajaja todos arrodillence ante mí! ¡Su gran Faraón Yami Halakti!.


Todos obedecieron, odiaban al faraón. Cada vez que se enojaba, mandaba a matar a alguien o cuando hacía falta algo. Ya sea dinero, joyas, o cosas así. Mataba o simplemente, dejaba morir de hambre a su reino 2 días.


—Faraón Yami, sé que soy su sirviente real, pero, ¿no cree que se está pasando algo? —hizo éste una pequeña seña con sus manos, Yami miró a Yugi frunció el seño algo enojado éste decidió no decir nada ya y bajó la mirada.


—¡Levantence todos!, ya, los días de hambre han acabado, ahora, pasen por fila al palacio por su paga. Y un pequeño perdón por tal cosa. Ya pueden ir.


—Algún día entenderás que éstos malcriados merecen mucha mano dura, mis padres lo mal acostumbraron. Bien, ¿qué hora es Yugi?.


—Ums.. Son las 3 mi faraón —.Revisó el sirviente en el reloj de arena que había en una pequeña mesita tallada de madera, adentro del palacio todas las paredes de los cuartos eran de oro. Por fuera de una piedra muy fuerte con pilares blancos.


—¡Vaya!, es hora de la merienda, ¿qué hay mi Yugi?.


—Hay pastelillos mi faraón. Y sus favoritos.


—¿Preparados por ti?.


—Así es mi faraón.


—Yugi, cuantas veces tengo que decirte, no me llames "mi faraón" dime hermano o Yami. Me molesta un poco, y eres de mi sangre. Somos gemelos, y además, tu también deberías ser príncipe.


Yugi suspiró y le dijo a Yami:


—Por más que yo quisiera, pero no puedo desobedecer tal cosa. Faraón.


—¡Bien!. Vamos, ve por mi merienda y lo llevas a mis aposentos.


—S-sí Faraón —hizo una reverencia y se fue a buscar el antojo del faraón. El tricolor menor fue a la cocina y fue rápido a los aposentos de Yami tocó la puerta de oro.


—¡Pasa! —dijo el príncipe del este de egipto.



—Faraón traje sus pastelillos —dijo con la mirada baja.


—Bien, Yugi, siéntate y come conmigo por favor quita esa mirada me partes el corazón—dijo éste con una sonrisa, la levantó y sonrío falsamente pero creíble para Yami.


—Claro faraón.


Éste se sentó con el gran tazón de pastelillos, mientras se los daba en la boca, Yami reía, a Yugi le parecía tierno. El faraón agarró un pequeño pastelillo y le dió uno en la boca a Yugi, éste lo comió sonrojado. Aunque ese día fue muy largo para el Faraón, valió la pena, estár con su gemelo lo alegraba su sonrisa, todo.


—Yugi, desearía que algunas veces no trates de protegerme a capa y espada.


—Lo siento, Yami. Pero, mi deber es protegerte, y si tengo que matar, tendré que hacerlo, no puedo dejar de proteger al Faraón, se lo prometí a nuestros padres.



—No quiero.



—¿Eh?.



—Si a alguien quiero proteger es a ti. No que tú me protejas a mí.



—Soy tu sirviente real. Y se me concedió eso. Tengo que obedecer.



Yami miró a otro lado triste. Ésto hizo que Yugi se sintiera mal.



—Lo siento... —susurró mientras bajó la mirada.

—No te preocupes, nos protegeremos mutuamente, ¿está bien? —hizo el platillo a un lado y se acerco a Yugi, y lo abrazó el tricolor menor le correspondió.



—Yami, ¿cuándo dejarás de ser malo con los esclavos?.



El Faraón frunció el seño, y alejó a Yugi bruscamente de la cama. Se paró y se fue a su balcón de la habitación que daba la vista casi cerca al río de Nilo.




—Nunca, de forma alguna, no tengo nada qué perder, me da igual todo.




A Yugi le rompió el corazón eso, se levantó y agarró el platillo, y dijo:




—No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes, Yami, ten mucho
cuidado con tus palabras.




Y se fue, éste reaccionó, sabía que su gemelo era muy sensible, lo había hecho llorar corrió para buscarlo, cuando estuvo cerca, Shimón lo agarró y se lo llevó a otro lugar mientras le decía.




—Joven Yami, ¡qué bueno que lo encuentro!, ya terminamos con la entrega, tenemos una junta pendiente, tenemos que ir a mi cuarto.




—No puedo ahorita Shimón, debo ir a donde está Yugi.




—Pues tendrás que esperar tenemos cosas que discutir.




Mientras Shimón hablaba con Yami, el de pequeño de ojos amatistas se encontraba llorando en su cuarto, se sentía nada. Amaba a Yami, con todo su corazón, pero sabía que no podría ser.




—¿Por qué Yami? —dijo con suma tristeza y lágrimas en sus ojos. Mientras recordaba pocos momentos con su hermano, aquellos tiempos en que nunca entendías el por qué de todo. Tomó una larga flautilla y comenzó a tocar una canción triste.






Los pequeños se habían ido de viaje con sus padres, estaban en Europa, necesitaban vacaciones y tiempo con sus hijos. Habían dejado a cargo a uno de sus más fieles sirvientes. Los gemelos se encontraban en un patio grande, jugaban, reían, corrían, hacían un millón de cosas y no se aburrían.




Encontraron muchas rosas, de muchos colores y se hicieron pulseras con éstas, collares, coronas, etc. Yugi tenía una con las ramitas una flor morada. Y Yami tenía una igual a la de Yugi.




—Cuando sea grande, quiero que te pongas esta corona —le dijo el mayor a Yugi, mientras le pasaba una tiara con rosas blancas, y se la puso en la cabeza del menor.




—Tú serás mi reina y yo el Faraón —dijo con una sonrisa.




—¿¡Por qué tengo que ser yo la reina!?.




—Por que sí —el menor hizo un pucherito, y luego empezaron a jugar otro juego, las atrapadas, Yami cayó encima de Yugi aprisionando sus labios contra el piso. Los dos se sonrojaron.




—¿Ahora ya vez por qué eres la reina?.




—S-sí.







Yugi se quedó profundamente dormido, Yami entró a su cuarto, la flautilla se encontraba en una mesita de noche, él había escuchado toda la melodía de Yugi, puesto que la charla de Shimón no fue larga, fue hasta Yugi y se hincó enfrente de él.




Le tocó la mejilla, aún estaba húmeda rastro de que él había llorado hasta dormir. Se sintió muy mal por lo que dijo, pasó su dedo gordo hasta sus labios y los acaricio poco a poco fue a cortando la distancia y lo besó cariñosamente.




Yugi comenzó a despertar sentía que algo se movía en sus labios, vió a su gemelo besándolo con ternura se sonrojó no hizo nada, éste tenía los ojos cerrados, cuando le faltó el aire, se dió cuenta que su hermano estaba despierto. Bajó la mirada triste, Yugi se abalanzó hacía Yami e hizo que cayeran los dos al piso.




Yami río.




—Lo siento.. No quise herirte, ¿sabes?, si tengo algo de valor, eres tú. Y siempre serás mi hermanito, mi querido Yugi —el de ojos amatistas sonrío con lágrimas en sus mejillas.




—No, Yami, no te preocupes además, pasó —se separó del mayor, una lágrima fina pasó por su mejilla, el tricolor mayor se la secó con su dedo. Mientras Yugi sonreía con sinceridad. Yami también sonrío.




—Te quiero —volvió abrazar a Yugi, éste se puso triste, otra vez, no le podía decir un "Te amo", ¿por qué la vida es tan injusta?. Pensó el de ojos amatistas.





—Yo también Yami.




Pasaron días, Yami y Yugi se fueron de viaje al egipto del norte, Yugi había ido a hacer algunos intercambios al mercado. cuando volteó, vió que éste venía con una persona, éste traía una falda de seda, y una camisa de seda, con varias joyas en sus brazos, orejas, etc etc.

 

Cuando volteó, el tricolor menor hizo lo miso, su mirada la dirigió a su derecha, el de ojos color miel se enamoró del de ojos amatistas, éste hiba a caminar para irse, el de ojos azules se dió cuenta y lo tomó por la cintura.




—Amor, iré a platicar con ese muchacho para darle la bienvenida. Gatito tú eres mi único amor. ¿Por qué no vas al palacio?.




—Está bien, Te amo —el pelicafé besó al rubio y se fue. Jouno se fue a buscar a ese tricolor que le robó el corazón, lo encontró con otro, por lo que parecía era su hermano, le dio un beso casto a Yugi en los labios, y el otro bajó la mirada. Yami lo abrazó y éste le correspondió. El rubio se moría de celos, quería llegar y golpear a ese que tocaba al pequeño.




—Yami, no he encontrado al Faraón de aquí, hay que irnos mejor a nuestro hogar.




—Ehm.. ¿Dijeron Faraón?.




—¿Ah? —.Yugi se posicionó frente a Yami y sacó una pequeña daga puso una cara seria.




—Tranquilo, no vengo a lastimar a nadie —el tricolor menor se tranquilizó y guardó su daga en una bolsita de traía. Jouno se acercó a Yugi tomó su mano y la besó. Yami tosió y miró hacía otro lado.




—Soy Jouno, el Faraón del Egipto bajo. ¿En qué puedo ayudarlos? —dijo mientras le tendía la mano a Yami, éste la tomó y apretó un poquito fuerte, Yugi se fue alado de Yami y se quedó ahí con él como su fiel sirviente.





—Venimos a hacer unos intercambios también compartir lazos de amistad, ¿juegas al "Duelo de Mounstruos"?.




—Claro, yo soy el campeón aquí.




Los tres se dirigieron al palacio de Jouno. Seth, su novio ya lo estaba esperando, cuando Yami vio al novio de Jouno se enamoró profundamente. El rubio se dirigió al de ojos azules y lo abrazó, Yami y Yugi bajaron la mirada y miraron a lados diferentes, el tricolor menor se tocó el pecho, le dolía, como nunca antes, cayó de rodillas al piso el dolor era tan fuerte que lágrimas le salían.




—¡Yugi!, ¡¿te encuentras bien?! —.Éste tenía baja la mirada, se comenzaba a sentir mareado, su mirada se distorsionaba, cayó desmayado.




Eran las 5 de la tarde, Ra todavía no se ocultaba, y Selene tampoco salía aún. Yugi se encontraba en una cama, Yami estaba recostado, pensado en el chico de ojos azules. Se moría de celos, mandaría a alguien para matar a Jouno. Y darle paso a Yami, de forma alguna, se veía que era un extranjero.





No sospecharía. De echo, nadie sospecharía.




Pero por ahora, no se encargaría de eso, cuidaría a Yugi, lo mejor, era irse de ahí, esperar unos días y después, invadir al egipto bajo, de forma alguna quedan cerca, Yami gobierna Egipto del Este. No había problema, es un lugar vecino.




Cargó a Yugi entre sus brazos, tomó una manta de la bolsa de Yugi y lo cubrió para que no sufriera del frío que hay afuera, se lo llevaría devuelta al palacio donde pertenecían. Se lo llevó, mientra Jouno salía de sus aposentos, vio que Yami se iba con Yugi, frunció el ceño y se acercó a él.




—¿A dónde van?.




—Nos vamos de aquí. Tengo que llevarlo al médico de mi tierra.




—¿Por qué no se quedan?, yo mando a un médico para él. Y se irán mañana a primera hora si quieren.




—N-no gracias...




—Pero nada, estás en mi reino, además, con éste frío que hay ahorita, morirá o qué se yo —dijo éste tomando a Yugi entre brazos, y se lo llevó a los aposentos en que estaba éste, habían dos camas, así que le dijo a Yami que se pusiera cómodo. Jouno logró indentificar a Yami de Yugi, éste tenía ojos diferentes al de su hermano, un mechón enfrente y los demás rubios hacía la derecha, mientras que Yami tenía tres más hacía arriba, y los otros mechones rodeaban a su cabeza. La personalidad se veía a simple vista de los dos.




La personalidad de Yami era dura, seria y cruel. Y la de Yugi, buena, cariñosa y a la vez, decidido. Una persona muy fuerte. Más bien los dos.




—Buenas noches, Yugi —.Dijo Jouno. Yami se había puesto de mal humor, no le gustaba que Jouno estuviera cerca de Yugi. Lo mataría. Lo haría, por santo RA que lo haría.




—Buenas noches Yami, descansa, cuida bien a Yugi.




Ya habían pasado días, el Faraón y su sirviente habían llegado a Egipto del Este, donde Yami gobernaba, Egipto estaba dividido en 5 partes, la parte Norte, gobernaba Jouno, la del sur Bakura, el medio Teana y la del Oeste Mokuba. Seth era un extranjero del mar Mediterráneo. Se notaba a simple vista.




—Faraón, ¿me ha llamado?.




—Así es Asim. Quiero que vayas a Egipto del Norte, dile a los guardas que cambien su aspecto y...




—Faraón, no lo haga.




—¡Cállate Yugi!. ¡Ya me cansé de sufrir, quiero fuera a Jouno!.




—Quiero que maten a todas las personas, para este tiempo, Seth ya se habrá ido, pero Jouno todavía no. Así qué, ¡mátalo!. ¡A TODOS! no quiero que quede nada de ese reino, luego yo me apodero de él o veo que le hago.




—Si mi Faraón.




—Y en cuanto a tí Yugi, haz lo que quieras, sólo que no me molesten, cuando te llame quiero que me traigas mi merienda, ya sabes pero ésta vez frutas. ¿Me oíste bueno para nada?.




—Sí Faraón.




—Después buscas a mi caballo Akil. Y tú vendrás conmigo. Si pasa algo, te encargarás.




—Sí Faraón.




—Bien, vete.




Yugi se retiró, él sabía que el reino ya se levantaría en armas, tuvo una visión, no se la diría a Yami, sólo a una persona de confianza, esa persona sería Shimón.




—Tengo una idea... Aunque, me costará mucho.




Yugi corrió, buscando la casita de Shimón, era shamán, así qué podría hacer pósimas, pero antes, tendría que tomar algo del faraón, para poder hacer lo que necesita, y algo de él. Agarró lo que necesitaba, y se fue corriendo, no fue mucho tiempo, ya que conocía su casita. El viejo se sorprendió de ver a Yugi allí. Así qué le preguntó:




—¿Yugi qué haces aquí?, ¿te pidió algo el Faraón?. ¿Alguna pósima o conjuro?.




—No, Shimón, soy yo el que te va a pedir algo. Necesito hablar contigo en privado, tuve una visión, fue... ¡FUE HORRIBLE! —éste se abalanzó hacía Shimón, lloraba, eso le preocupó al viejo, así qué lo llevó a un cuarto secreto que tenía, ahí platicaron Yugi no paraba de llorar, le dio las cosas que necesitaba, e hizo la pósima. Yugi la tomó y la metió en su bolsita que traía.




—Yugi, el efecto tiene a lo mucho la 12 horas, lo que equivale a la mitad de un día, ¿estás seguro de ésta decisión tan arriesgada?.




—Sí, mi deber es proteger a Yami, si debo dar mi vida lo haré, pero todo tiene sus consecuencias, yo asumiré todo, aunque RA no me acepte para ir con él. Sé que seré castigado, sé que algo malo haré, y será la petición de mi hermano, pero tengo que obedecer, y lo haré, cueste lo que me cueste.




—Nunca ví a alguien en mi vida que diera la vida por su hermano por que hizo infeliz a medio mundo. ¡¿Por qué tú Yugi?!, Yami debe pagar por todos sus actos!. Tiene que ser responsable.

 

—A nuestros padres no le gustaría que hubiera dejado morir a Yami, si se presenta ese tipo de situación, y él muere, sabiendo que pude haber echo algo, juro que no me lo perdonaría. Aunque se supone que debería ser al revés, que él me proteja a mi, pero soy su sirviente, y lo protegeré a capa y espada. Así fuiste tú cuando nuestros padres nunca estaban. ¿Me dirás que no es cierto?.




Shimón se quedó callado, tenía razón. Tenía razón.




Yugi llegó al palacio, Yami se encontraba furioso, a Yugi se le pasó la hora, la merienda, sabía que pasaría si el Faraón no come su merienda.




—¡YUGI! —se oyó un gran grito, el tricolor menor preparaba su mejilla para la gran bofetada de Yami. Los dos eran guerreros. Éste guardó unas pósimas en una pequeña cajita y la puso debajo de su cama de madera, las mujeres corrieron con terror del Faraón, éste sólo suspiró, bajó la mirada, entró a la habitación susurrando un leve "¿Sí Faraón?".




—¿Dónde estabas?.




—Yo.. Con Shimón.




—¿Y qué hacías con él?.




—Le encargué algo personal. Faraón.




—¿Qué es eso "personal"?.




—Para alguna emergencia si pasa algo —éste escuchó como Yami se paraba, empezó a temblar cuando lo tomó por los hombros, tembló más levantó la mano y preparo fuerza suficiente para cuando le diera una bofetada, Yugi levantó la cara con miedo, sus ojos se notaban tristes, apagados, cansados. Su hermano se dio cuenta, ¿pero en qué se había convertido?. Bajó la mano. El tricolor menor tembló mucho más, abrazó a su hermano, estaba en shock, ¿cómo pudo dar un cambio tan repentino?.




—Perdóname Yugi, no quiero ser un mounstruo.




—Entonces, si tú no quieres, yo lo seré Yami por tí haría lo que sea, aunque sé que el precio será muy caro —dijo éste sonriendo con tristeza, quedaron abrazados por un largo tiempo.




Ya habían pasado días, el ejército volvió, su consejero real había llegado, le dijo que no encontró a Jouno, así que mandó a Yugi que lo matara.




—Quiero que lo mates Yugi. No me importa si su mejor amigo sale lastimado, perro, gato, pez lo que sea. Lo quiero ver muerto. No limpies tu daga, quiero ver su sangre derramada en tu daga, sé que eres un buen guerrero. ¡VE!, dijiste que harías lo que sea por mí, ¿no es así?, pues ve. Eso hazlo por mi —a Yami le resbalaban unas delgadas lágrimas por sus mejillas, Yugi también, respiró hondo y dio el sí.




—Yami, no por favor no llores, lo haré por tí, dame tres días, me llevaré a mi caballo, pero, por favor, no llores descansa, ¿sí?.




El tricolor mayor miró a su hermano menor, en sus ojos radiaban tristeza, soledad, unas ganas tremendas de llorar, pero se tragaría sus lágrimas, no le importaba a Yami si sintió algo por Jouno, sólo lo quería ver fuera del camino. Y así, poder conquistar a Seth.




—¡Gracias Yugi!, eres el mejor sirviente que he tenido.




Yugi no se esperó eso, si no un "eres el mejor hermano que he tenido." Pero nunca vino, cuando estuvo fuera del cuarto, fue al establo, lloró, todos los caballos se le acercaron, se acostaron junto a él, mientras que éste estaba sentado, sufría, y mucho. Aparte del egoísmo de su hermano, soledad y cariño. Aunque su madre si le dio, fue muy poco. Más recuerdos le vinieron a la mente...





Yugi corría, ellos sólo tenían unos 6 años, sus padres intentaban dibujarlos en una piedra, para una foto, por decirlo así. Sus padres los calmaron, y pudieron dibujarlos, los dos estaban riendo, eso quedaría como un recuerdo para ellos. Se alejaron de sus padres, los dos estaban tan llenos de vida, que, con tan sólo verlos, las personas se alegraban.




—Yami... Yo... Etto...




—Dime Yugi.




—¿Me quieres? —éste bajó la vista, sabía que su hermano era frío y algo gruñón. Pero su corazón era mucho más grande... Era.




—¡Sí te quiero!, ¡y mucho! —Yami abrazó a su hermano pequeño, éste sonrío, como nunca en su vida, lo mejor para él, en esos momentos, fue tener entre sus brazos a su hermano. A Yugi lo calmó eso. 





Yugi se encontraba cabalgando a su caballo. Iba hacía donde se encontraba Jouno, sus corazonadas nunca fallaban, lo pudo encontrar entre algunos arbustos del desierto. Sentado, llorando, se sintió mal. Su amistad con Jouno no era mucho. Sólo unos conocidos. Se sentó alado de él. Platicaron, cuando éste tuvo toda la confianza, Jouno salió.




Le había dado la espalda a su enemigo, fue cuando Yugi aprovechó a enterrarle la daga, en su corazón, Jouno sintió un líquido carmesí, y un gran dolor en su pecho, volteó a ver a su primer y último mejor amigo, éste derramaba lágrimas, le dolía ver a Jouno así. Y más por que lo hizo él. ¿Qué clase de mounstruo era?.




—Yugi.. ¿Por qué?.. Te di mi confianza.. —éste había caído en la tierra, que se tornaba a un color rojo oscuro. Puso su mano en su pecho para parar algo el desangrado, sin embargo fue inútil. Éste estaba muriendo.




—Lo siento.. Pero tengo qué proteger a Yami... —le dió la espalda, se subió en su caballo, y se fue de ahí, dejando a una persona, triste, con rabia, y soledad. Con un leve susurro, de sus últimas palabras dijo:




—Los pecados que han cometido, serán pagados con su sufrimiento. Alguien vengará mi muerte... —Jouno fue serrando los ojos, recostado en el frío y solitario desierto.




Yugi se encontraba en camino, ya estaba amaneciendo, su ropa se había manchado de sangre, llegó a primera hora, Yami se estaba bañando, cuando salió encontró a su hermano en un rincón, sus ojos estaban algo cansados, rojos, pero seguía llorando, su rostro radiaba tristeza y arrepentimiento. Pero eso no bastaba, él dijo que mataría por su hermano, tenía que cumplir su promesa.




—Yugi, ¿te encuentras bien?... —su ropa estaba manchada de sangre, su daga estaba alado, con más sangre seca. Yami estaba orgulloso de su hermano, cumplió su promesa. Pero éste se sentía peor que nadie.




—Sí Yami, me encuentro bien —sonrío tristemente, con nostalgia, abrazó el cuerpo de éste, lloró, lloró y lloró en los brazos de su hermano. Se sentía protegido en éstos. Se quedó dormido. El tricolor mayor lo cargó hasta su cuarto, lo acostó, se veía tan tierno, era su hermano, con una cara de un ángel, pero era un asesino.




—Te quiero Yugi.. —susurró el Faraón.




—Yo.. También, Faraón —susurró Yugi, apenas era audible. Éste sentía un horrible dolor en su pecho, sentía tristeza y miedo. ¿Por qué?. Una pregunta sin respuesta.




—Shimón, ¿qué noticias me traes? —.Dijo Yami sentándose en su trono, mientras esperaba alguno de sus súbditos.




—Pues, mi Faraón, hay una revuelta. Las personas están enojadas por que no le han aumentado el salario. No tienen muchos días de descanso. También se rumorea que el príncipe Seth volvió al reino del Norte para ver a Jouno.




—¿¡QUÉ!?. ¡Esos malditos mal agradecidos!, ¿qué Seth vino?. No se me hace raro. En cuanto el cuerpo de Jouno. No me interesa. Que lo vea.




—¿Y su sirviente, Faraón?




—Descansando, tuvo una noche larga, déjalo que descanse.




______________________________________

 

—¡Vamos! ¡ustedes son los esclavos, ¿no están cansados de ser maltratados y explotados?!




—¡¡¡SÍ!!!.




—¡PUES LEVÁNTENSE EN ARMAS EN CONTRA DEL FARAÓN!.




Esa muchacha era Teana, y junto con su esposo Tristán y el vengativo príncipe, buscaban venganza, todas las personas del pueblo se levantaron en armas, el sirviente del Faraón y éste, agarraron su sable egipcio para poder defenderse. El ejército del Faraón salió para defenderle, la guerra duró muchos días, semanas, meses y 1 año, hasta que al fin, hubo un ganador.




—¡Yami vámonos! —Yugi tomó a Yami por la muñeca y corrió con éste a una parte secreta que sólo ellos conocían, le pasó algo de su ropa a Yami, le dio un líquido transparente, pronto sintió un cambio en el cuerpo, el que era Faraón, ahora era el sirviente, y el que era sirviente, era el Faraón, había tomado ropa de él. Se puso sus joyas, todo, para que pareciera él.




—¿¡Qué coños haces!?




—Debí decírtelo hace tiempo, ¡YAMI ESO NO ERA UNA REVUELTA!. ¡Era una revolución en contra de nosotros!. Dije que daría la vida por tí. Y lo haré. Quiero que te escondas, no salgas, después, huye, al reino del norte, hay un navío en una semana, llegarás, llévate algunas cosas de valor e intercámbialo por comida o qué se yo. Pero no vuelvas.




—¿Y qué va a ser de tí?. ¡YUGI NO PUEDES HACER ÉSTO!.




—Yami, recuerda, si nunca hiciste algo loco por tu hermano, no supiste quererlo. Es lo que haré yo, pagaré todo lo que hice, con mi vida. Lo haré por ti, idiota.





Habían pasado los primeros días de la revolución. Yami se defendía, Yugi se posaba siempre frente a él, para protegerlo. Seth estaba ahí, y Teana también peleaban los dos contra Yugi, logró hacerle daño a la única mujer que estaba entre ellos, el Faraón se preparaba para un golpe, pero su hermanito lo amortiguó. Había mucha sangre, por todas partes.




Seth tenía acorralado a Yami, apunto de matarlo, cuando quiso enterrarle su sable Yugi se lo arrebató. Estaba cansado, pero tenía las suficientes fuerzas para tal cosa. La de ojos azules estaba rendida, en el piso con sangre, cortadas y golpes. Su hermano estaba dando la vida por él. Y éste, estaba muy asombrado. Odiaba a Seth, el Faraón odiaba a Seth, lo aborrecía.




—¡Déjalos Seth!, tenemos que recuperar fuerzas, ¡vámonos!.




Éstos se fueron, Yugi soltó su sable, estaba muy cansado, tenía muchas cortadas, el tricolor mayor tenía muy pocas, cayó al piso rendido. Yami se acercó a él lo cargó y lo curó, estaban en una situación muy crítica.





Los dos salieron, Yugi que era Yami, ahora, lo habían golpeado, alejaron a su hermano de él, ya que para ellos. No tenía nada que ver en asunto, no derramarían sangre inocente, los que decían que eran sirvientes fieles, se fugaron, dejando sólo a Shimón, quién murió en esa gran guerra sin fin, los dos gemelos ya tenían 17 años. Recién cumplidos. El tricolor mayor que se parecía al menor, lloraba en un mar de lágrimas, veía como su hermano sufría los golpes que debían ser para él.




—¡Por favor paren! —gritó. Teana sintió lástima, hizo que pararan los golpes, le pusieron unas cadenas de fierro, traídas del otro lado del Mar Mediterráneo. Pesaban, una en las muñecas y otra en los tobillos, al encadenado le sangraba la boca, la cabeza, sudaba, se le veía cansado. Sonrío para su hermano que estaba ahí.




—Tu muerte será a las 3 y la mitad del día. Vete despidiendo de tu hermanito, basura —le dijo Seth, lo llevaron a un calabozo, le quitaron las cadenas, y lo encadenaron a la pared. Bajó la cabeza, sus lágrimas empezaban a hacer presencia. Sintió que alguien venía, y vió a su hermano, y sonrío, trató de parar las lágrimas.




Yugi (Yami) cayó de rodillas, se lamentaba todo lo sucedido, después de todo era su culpa. Lloraba, a Yami (Yugi) le partió el corazón y susurró un leve "No llores, todo estará bien".




—Ojalá que ésto no pasara. No quiero verte morir. No por mi culpa.. —susurró el tricolor menor. Éste sonrío con tristeza.




—Sé que tú hubieras dado la vida por mí, ¿verdad?...




Yugi (Yami) lloró aún más. El que era Faraón, ahora tenía la apariencia de su hermano...




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—¡Gente hoy se hará justicia!. ¡EL FARAÓN PAGARÁ POR TODOS SUS PECADOS! —gritó Teana, el faraón se veía devastado. Lastimado y cansado.




Así que lo agarraron y lo tiraron al piso, lo golpearon, salía sangre de su boca, tosía sangre, tenía muchos moretones en su cuerpo, pero la cara no.




—Al faraón se le matará como se viene en mi tierra.




—Vamos, dígame príncipe Seth. ¿Cómo matan en su tierra?.




—¡CORTÁNDOLE LA CABEZA! —gritó éste. El tricolor que estaba entre el público empezó a llorar, el prisionero no quería mirar al público. Lloraba, le dolía y sólo habían pasado 3 horas.





Después le arrancaron la camisa de seda, lo amarraron a cuerdas entre dos maderas en la parte alta del palacio. Así la gente no vería mucho. Yami (Yugi) sonrío para sus adentros.




Lo azotaron con el látigo muchas veces hasta que Seth se cansó, éste no soportaba ya más. Yugi (Yami) no soportaba verlo así, quería ir allí sacarlo y nunca volver. ¿No podría estár pasando esto o sí?... Quería que todo fuera un sueño, volver a empezar.



Hasta que al fin, el momento había llegado, la hora de la muerte del Faraón. Lo amarraron, éste miró a los dos, Teana vío a alguien igual a él. Su hermano gemelo estaba abajo, se lamentó de tal cosa, ahora entendía el verdadero cariño de su hermano, no lo matarían a él. Sería sangre inocente derramada.

Y no querrían que los aldeanos se enojaran.




—¿Últimas palabras, Faraón? —río cínicamente Seth, el tricolor mayor tenía escondida su cara entre sus mechones rubios, parte de sus cabellos tricolores los tenía alrededor de su cara.




—¡Vaya!, es hora de merendar —sonrío tristemente, y susurro un te amo a su hermano al aire, mientras miraba hacía abajo. Cuando le cortaron la cabeza, Yugi (Yami) volteó, no quiso ver. Pero logró entender ese "te amo" en el aire, ahora se daba cuenta por qué su hermano había dado la vida por él. Por que lo amaba. Y no dejaría que su sangre se derramara sin haber hecho algo.




—Idiota, idiota, idiota —se repitió una y otra vez, Teana fue hacía él y le entregó un brazalete del faraón y la pulsera de rosas. Soltó muchas lágrimas, se sentía culpable de dejar sin un hermano a alguien. ¿Pero qué más podía hacer?, lo hecho hecho está. Y no hay vuelta atrás.




—Yo... Lamento... Espero que me perdones por haber matado a tu hermano.. Pero la gente merecía justicia, y no callarían sus lamentos hasta haber derramado su sangre.




—¿Te divertiste matando a mi hermano, Teana?.




—No.. No era un juego Yugi.




—Jajaja, si claro, pero para el estúpido de Seth sí.




—¿A quién llamaste estúpido enano? —el pelicafé quiso darle un golpe, el único tricolor que quedaba dio un paso atrás. Algo en el aire había parado su golpe, la mitad del cuerpo del "Faraón" se materializó, sus ojos no se veían, puesto que había una sombra negra, al rededor de él había un aura negra.




—No toques a mi hermano, o cuando mueras, te envío al infierno conmigo.




—¿¡Qué!?.




—Estás advertido —el tricolor se volteó, y levantó la cara de Yugi (Yami) en unos segundos sus ojos se veía ternura, amor y tristeza a la vez, Teana no se lo creía. Aunque el pequeño haya traído una manta encima para no reconocerlo, pudo hacerlo. Éste derramaba lágrimas y bajó la mirada. El ahora espíritu, también se materializó, las personas se empezaban a ir a sus hogares pocos se quedaron a ver tal espectáculo, tres luces salieron del cielo.




Pronto se iluminaron tres puertas, la voz del amado de Seth se oyó y dijo:




—Tienes que elegir una puerta, pero yo lo he decidido por ti. No tienes derecho a elegir, así que vendrás conmigo —le indicó la puerta y entró , y todas las demás puertas desaparecieron, Yugi (Yami) se fue de ahí.




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El tricolor salió del reino egipcio, y se fue al otro lado del mar mediterráneo, guardó en la bolsa de su difunto hermano algunas joyas para poder intercambiar, y el papiro donde estaban los dos dibujados, tenían unos 6 años, aparecían sonriendo, abrazados, pero no de la misma estatura, nadie lo reconocía. Recordó una anécdota en su pasado...





—¡YAMI!, ¿dónde estás?... ¡Yami!...




—Pero si miren quién es... El sirviente del príncipe Halakti, ¡oh! esperen, ¿no deberías ser príncipe?...




—¡NO!. Ni si quiera da la pinta de príncipe —el tricolor menor bajó la mirada, cuando lo terminaron de molestar, volvió al palacio, no quería ver a nadie... Ni a su propio hermano.




—¿Yugi, estás aquí? —preguntó el tricolor mayor, entró al cuarto de su hermanito sin pedir permiso. Éste estaba en un rincón llorando en silencio.




—Vete...




—No. No lo haré, ¿dime que te hicieron mis padres?




—No fueron ellos... 





Su recuerdo fue interrumpido por un papiro amarrado con una liga había caído desde su bolso. Lo miró extraño, no entendió qué hacía ahí. Se encontraba en un campo de rosas, el mismo en el que había estado con su hermano, lo leyó, era un deseo. Yami había oído que el mar cumplía los deseos de cualquier persona, sólo tenía que ponerlo en un frasco, y se cumpliría.




Buscó algún frasco de vidrio, buscó por todas partes hasta que lo encontró, fue a la costa, y miró el cielo, puso delicadamente el frasco en el agua salada, muchas lágrimas resbalaban en sus mejillas, sintió que alguien lo abrazaba, apareció una mano en su hombro izquierdo, sonrío mientras lloraba, el espíritu de Yugi se posicionó frente a él, y le dio un beso en la mejilla, cuando se separó, vio cadenas en sus muñecas, abrió los ojos como platos, y lo miró.




—¿Por qué?...




—¿Por qué qué?




—¿Por qué moriste tú?... Es injusto.




—Por que debo pagar mis pecados, Yami, y los tuyos.




—No quiero... Prefiero pagar los míos y los tuyos que en vez de esto.




—Yami, ya los estás pagando. Sé que sufres por que no estoy, pero ten en cuenta, que siempre te protegeré, aunque yo muerto esté. Te prometo que lo haré.




—Gracias... —el tricolor mayor se abalanzó a Yugi, muchas personas murmuraban que había un fantasma parecida a esa persona. Otras que era una reencarnación prediciéndole el futuro. Entre más que decían que eran dos enamorados que se reencontraban y éste pedía un deseo para que volviera...




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El de ojos amatistas abrió los ojos, recordó que estaba en una costa, con Yami, que lo abrazó, luego besó, y lloró, después, todo negro. Sentía frío, sintió algo pesado en su cuello, en sus muñecas y tobillos, eran cadenas, uno de cada color.




Una voz aterradora se escuchó y el cuerpo de Jouno apareció ante él. Abrió los ojos, éste no le podía ver los ojos, pero su voz se escuchaba como la tempestad, furiosa y seca.




—Serás castigados por tus pecados, los tuyos y los de Yami, traicionaste mi confianza, cariño y amistad, sólo la única paga será que te quedes toda la eternidad aquí, sólo. Cuando veas que se pone más frío el cuarto de los espejos, es que ha transcurrido un milenio. Así qué, ten cuidado. Puede que padre 6 mil años, y tu hermanito todavía espere tu renacimiento. Aunque sé que no llegará.




El de ojos amatistas sólo podía ver su reflejo en los espejos, no era necesario respirar, ya que no lo necesitaba, no sabía cuanto tiempo había pasado, para él era toda la eternidad, se sentía tan sólo triste, pero, él dijo, que daría la vida por su hermano. Lo cumplió.

—Ahora Yami debió de haber encontrado mi deseo... Pero, la llave no puedo alcanzar, me quedaré aquí para siempre, perdóname Yami, soy un bueno para nada tú lo dijiste y es cierto —pasó mucho tiempo, la habitación se hacía más fría, puesto que Yugi traía un short, para él era una ropa rara, pero no importaba, en la parte de arriba traía sólo una camisa de algodón. Muy fina. Tenía mucho frío, cada vez que hablaba sólo consigomiso, el bao hizo su acto de presencia.




Contó cuantas veces había subido la temperatura, habían pasado cinco milenios, escuchó una voz cantando en ebreo, una lengua muy vieja para Yugi, antes del egipcio, se iba y venía esa voz y la misma canción con la misma tonada. Hasta que pudo comprender, el alma de Yami nunca lo dejó, entonces, nunca estuvo sólo, ¿o sí?. Era confuso para Yugi.




Una puerta se abrió, ¿de dónde había salido esa puerta?. Sus cadenas sonaban mucho, cada vez las cadenas se tornaban a un color fuerte, con cada milenio que pasaba en la tierra, lo que para el tricolor sólo eran minutos, incluso horas y días. No sabía con exactitud qué día era, pero, era para terminar un año ya.




—Yugi... Debes irte, debes reencontrarte con tu hermano...




—¿Ah.. Sí? —se levantó con dificultad, puesto que el frío era horrible.




—Sí, pero tus pecados no serán olvidados. Anda...




—Renacerás y te encontrarás con tu hermano... —dijo una voz, después en el espejo apareció una sombra similar a la de Seth, de echo era él.




—La historia se reescribirá y vivirás en el presente con Yami. Un deseo te concederemos.




—¿Un deseo?...




—Así es, dinos, ¿cuál es?.




—No lo sé...




—Te daremos tiempo para pensar, apareceremos en tus sueños —dijeron los tres al unísono, las cadenas de Yugi se deshicieron, haciéndose pedazos, nunca cayeron al piso, pero, sin embargo, los pedazos que caían, desaparecían.




Yugi se sintió mareado, se encontraba justamente en el principio... Una voz hizo que él reaccionara...




—¡YUGI!, necesito pastelillos, estos niños se mueren de hambre...




—¿Ah?.. ¡LO SIENTO! ya voy —el tricolor salió corriendo por ellos, y le dio los pastelillos a cada uno de esos niños, quien agradecieron con un abrazo, todos se aventaron encima de los gemelos, sus manos cayeron juntas... Una encima de la otra.




—Ustedes quedarían bien como pareja, tú la mami, y usted el papá.




—Eh.. ¿Qué?... No no no niños, eso no puede ser, él es el Faraón, y no se permite casarse con los sirvientes. Tiene que ser una princesa, lo lamento niños —sonrío con algo de tristeza. Los niños dijeron un típico "Ah.." Yami notó el cambio repentino de Yugi, después de acabar con sus labores, el tricolor mayor tomó a Yugi de la cadera y lo besó. Éste lo empujó, y le dijo:




—¿¡Qué rayos te pasa!?




—Pues te beso, que más, lo hago si yo quiero.




—No soy un juguete, faraón.




—¿Por qué le dijiste eso a los niños?.




—Por que es real, y no puede ser tal cosa.




—¿Pero si tú quisieras lo harías aunque esté en contra de las reglas? —el tricolor mayor abrazó al de ojos amatistas por la espalda, no sabía que hacer así que se quedó inmóvil. Una lágrima resbaló por su mejilla, Yami se dió cuenta, lo volteó bruscamente y lo vío con la mirada baja muchas lágrimas salían, éste quiso levantar su cara pero el otro se negó y se fue a su aposento.




Yami siguió a Yugi, le cerró la puerta en la cara, no quería verlo, era obvio, fue cuando Yugi decidió su deseo...




—Deseo, deseo con todo mi jodido corazón, que me ame.. Que no fuera un juguete, amor verdadero, no niñerías —.Las tres almas aparecieron, hablaron con Yugi, projuraba siempre estár lejos de Seth, decidió salir a pasear, había una pareja paseando, era Jouno y Seth, decidió esconderse en un durmiente de madera, bajó la vista, Yami decidió seguirlo y esconderse en un durmiente atrás de Yugi, le dolía que Seth estuviera con otro, pero ya no era tanto, lo iba superando, ahora el que había arrebatado su corazón, era su hermoso hermano...




Yugi Halakti. Haría todo lo posible por enamorarlo y hacerlo suyo.... Fue hacía si enamorado y lo abrazo por la espalda, le susurró un leve "Te amo", esto hizo que el de ojos amatistas sacara una sonrisa, en todo el día, eso era lo mejor que le había pasado, ya no más el Yami cruel, despiadado y soberbio, si no uno dulce, de buen corazón y bondadoso, como él.




—Yami, a ti te gustaba Seth, ¿no es así? —bajó la mirada, la pareja anteriormente mencionada ya se había ido, Yugi se volteó a ver a su hermano, éste sonreía como nunca antes, era contagioso, lo cual hizo que él también lo hiciera, lo abrazó, como nunca antes.




—Me gustaba, Yugi, ¿te casarías conmigo?...




Lo abrazó, con un leve susurro le dio un sí....



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Era 6 de Agosto del 2005, 5:24 de la tarde, Yami Halakti y Yugi Motou se encontraban en la luna de miel, aunque recordaban su vida pasada, puesto que el de ojos amatistas volvió a renacer y la historia se reescribió, nacieron juntos, crecieron juntos, se enamoraron, se casaron, ahora les falta un gran camino por recorrer.




—Perdóname por ser un gran idiota en el pasado —decía entre besos, caricias y abrazos, Yami se encontraba exitado, y su fiel compañero también. Se iban desvistiendo.




—Tranquilo, ya pasó, hay que ser felices ahora. Yami.




—Te amo —dijo éste, metió el primer dedo en la entrada de su compañero, intentando abrir aquél orificio que luego sería atacado por él. Luego dos, tres, los quejidos de Yugi se hicieron presencia en un pequeño tiempo, luego se fueron apagando, siendo reemplazados por gemidos y pequeños gritos de placer.




El tricolor mayor acarició el miembro de Yugi, gemía, cuando estuvo listo, lo penetró delicadamente, con el cuidado de no lastimarlo, esperó un tiempo y luego lo embistió, con el paso del tiempo fue más rápido, y profundo, hasta que Yami tocó un punto donde al de ojos amatistas lo hacía gritar como loco.




Una corriente eléctrica pasó por el cuerpo de Yami, sintió que en su viente se oprimía, Yugi también lo sintió, los dos se corrieron al mismo tiempo, el tricolor mayor dentro del de ojos amatistas, y el otro entre los dos vientres, se acostaron, se taparon y se durmieron.




—¿Son felices no? —preguntó Seth.




—Sí, pero, yo aún no descanso, quiero descansar pero si él no muere, no podré hacerlo nunca.




—¿Entonces no quieres vagar conmigo para toda la eternidad? —le dijo éste dándole la mano al rubio, lo cual la tomó, y caminaron hacia la nada. Desapareciendo de ella.




Pasado de una semana, los dos tricolores se encontraban felices, puesto que Yugi esperaba un hijo de Yami, pero el tricolor menor no recordaba que él fuera un doncel, ¿por algo pasan las cosas no?.




Los dos se encontraban muy felices, Tea y Tristán esperaban un hijo, Mokuba y Noah se conocieron en la preparatoria, están comprometidos ahora, finalmente, Seto y Joey, el rubio también esperaba un hijo.




—¿Puedes creer por cuánto pasamos, Yami?.




—Lo sé, pero, se nos dió una segunda oportunidad. Hay que aprovecharla, ahora que esperas un hijo, si es niña, ¿cómo la llamaremos?.




—Nefthis, así quiero que se llame si es una niña.




—Si es varón será Aaron.




—¿Aaron?, ¿tan bonitos nombres que hay eliges ese?. Yami no tienes sentido para elegir nombres, piensa en otro.




—Pero yo soy el padre.




—Y yo seré el que lo tendré, Yami. Así qué nada...




—¿Así?... Pues tendré que cambiarte de opinión —dijo éste correteando a Yugi por todo la casa...




Fin.

Notas finales:

¿Zapatazos, tomatasos, recomendaciones, correciones, golpes? 8D acepto de todo!. 


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