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La Hija De Kamijou por kakashiruka

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Notas del capitulo:

Holas a todos! llegué con el nuevo cap! ^^ espero que os guste =D 

Ha sido una semana dura en la U, pruebas y más pruebas, además que estoy aprendiendo a derivar (matematicas, no lo intenten jakajakj XD)

Espero que sigan atent@s a las actualizaciones... espero XD

Sé que me demoro en publicar... no como antes cuando era puntual... qué tiempos aquellos!! XD

Gracias por su comprension, y espero que nos sigamos leyendo =D 

A proposito del fic... No sé si hacerle un tercer cápitulo. Pero sería el último, ya que no he escrito nada para halloween y se viene en muy poco @.@ no sé qué hacer... aparte me llamaban para un concurso del mismo tema festival, pero con la pareja KakaIru... vaya... no se que hacer! aparte en esa misma fecha tengo prueba de contabilidad y matematicas... ¡y este sabado tengo prueba de derecho! kyaaaaa X.X

bueno... espero poder publicar algo lo antes posible... XD

 

 

Aunque en un principio lo dudó, definitivamente era hija de Hiroki Kamijou. Sólo la hija de ese tipo se iría a los puños por el simple hecho de que mientras exponía su disertación, y alguien la ignoraba, lanzó el libro de matemáticas por sobre la cabeza del chico, luego de haber volado unos metros dentro del aula, caería acertando al objetivo. Por otro lado, pese a algunas miradas desconfiadas de los demás padres, ya ir a buscarla por algunas tardes, mientras sus turnos en el hospital se lo permitieran, se estaba haciendo natural su llegado por la escuela. Y de cierto modo la maestra se lo agradecía, confesándole, que el padre de la niña aún no moldeaba sus horas de tal manera que llegara puntual a recogerla.

Luego de ser reprendida frente a su supuesto tío, pese a que la mayoría, por boca de la muchacha, ya sabían la verdad, fruncía el seño entre el flequillo castaño que le colgaba por la frente. Sus ojos de chocolate buscaban la forma de mostrar indiferencia y orgullo ante sus actos. A Nowaki, más que el hecho netamente hereditario, le asombraba como era ver a Kamijou con apenas un metro de estatura y con faldita. No deseaba imaginarla a sus quince años en medio de la edad rebelde, los novios, menstruaciones, sin mencionar el énfasis especiales con que son atacados los chicos, y más las chicas, durante la adolescencia.

De regreso a casa ninguno habló. Bastaba con el boche de los autos. De seguro habría un alboroto en pocas horas, cuando llegara Hiroki. La chica podría tener a penas doce años, pero poseía argumentos y un volumen de voz que incluso, esporádicamente, silenciaba al mismo demonio Kamijou.

Creyó por un momento que llovería. El cielo estaba nublado desde el día anterior, y una que otra nube sospechosa le hacía dudar de un buen futuro clima. Descansó al recordar que al otro le correspondería hacer el almuerzo. Pero pese a todo amaba ese tipo de clima, le ayudaba a traer recuerdos a su mente con facilidad, como en aquellos tiempos en que no era tan necesario guardar los condones con tanto cuidado para que Mina no los confundiera con globos, o preguntara qué eran esas cosas, o como la vergüenza que habrían pasado hacía pocos meces; que los llevara a la escuela. La profesora no se enfado, mas Hiroki se veía tan sometido y avergonzado como nunca. Obviamente la discusión en casa no parecía tener fin, él apelando a que Mina no debía tomar cosas que no fueran de ella, mientras la muchacha declaraba que ellos se negaban de hablarle de muchas cosas.

De repente le soltaron la mano, y al mirar la causa del por qué la chica lo hizo, la vio parada frente a un aparador.

—Me gustan los croissants.

Ese hecho no lo dejó ajeno. Recordaba bastante bien la primera vez que la vio. Él mismo se oponía a que Kamijou asistiera a una invitación por parte del escritor Usami Akihiko a una cena por el éxito de su último libro, evento al cual fue invitado solo, sin acompañante. Y frente a tal cosa no dudó en plasmar su molestia. En medio de la discusión sonó la puerta. Hiroki se acercó para abrir, mientras tenía la mano en la cabeza por el escándalo que provocaba la contraparte. Cuando sintió que abrían la puerta y que un silencio de adueñó del conflictivo hombre, fue directo donde él para entender el asunto, mas al mirar simplemente había una chica común, con el cabello algo desordenado y con el rostro algo sucio. Pese a que si hubiera sido cualquier situación Hiroki era bastante insensible para haberle cerrado la puerta en la cara, pero era como que sin saber nada, ni haber cruzado  palabra alguna se comunicaran por los ojos y los auras.

Él llamó inmediatamente a la policía, luego de que la chica preguntara por Kamijou Hiroki, alegando que aquel hombre fuera su padre. Las autoridades no tardaron en llegar, junto con los responsables de un orfanato ubicado en el distrito siguiente, los cuales mencionaron que la chica vivía en el establecimiento hacía ya ocho años, y que nunca vieron a la madre, simplemente estipulaba de quién era el padre en una roñosa hoja de papel que se perdiera con el tiempo.

Nunca imaginó verle así. No comentaba nada por aquella información que le daban. Pero por otro lado no se negó a hacerse cargo de ella cuando le consultaron si estaría dispuesto a realizar tal labor. Ellos si le advirtieron que estaría sujeta a un psicólogo para ver si estaba capacitado para ello, o simplemente se la volverían a llevar. Entonces fue en esa misma semana en que escuchara de los labios de el mismo Hiroki, luego de llegar del trabajo, que debía abandonar el lugar. Nowaki intentó mediar la situación, aunque sus esfuerzos simplemente le llevaron a entender que la relación se había acabado. Tampoco lo iría a discutir, en su niñez hubiera dado lo que fuera por encontrar a sus verdaderos padres, y no podía negárselo a una chica de diez años, que se habría escapado del orfanato para buscar, y perderse durante dos días en la ciudad, al que, mediante una escueta confesión en un papel, fuera su padre.

Durante el primer año separados Nowaki vivió con un sempai. Dejando de lado una gotera que le atormentó por lo que duró el invierno, lo pasó tranquilamente, a excepción de las fechas especiales como el año nuevo. No le gustaba interpretar el destino, pero hallaba demasiada coincidencia toparse en el asiento de junto en el tren subterráneo el día antes de su cumpleaños. Posiblemente, a su juicio, la ley de atracción no vacilaba a las personas, sino antes bien, le gustaba enredar aún más las cosas. Con torpes saludos buscaron los ojos del otro. El roce de sus hombros era tentador para intentar buscar las manos contrarias, mas cuando uno accedía el otro se negaba por medio de los movimientos corporales. Cuando llegaran a la mitad del recorrido, Kamijou se puso de pie y se despidió sin más preámbulo.

Una vez más lo vio, dentro del año segundo a su separación. Mina calló gravemente enferma, a tal punto de tener que ser hospitalizada por una semana completa. Ahí fue cuando notó todo un cambio en el tipo. Hiroki no se despegó de ella sino simplemente para ir a tomar un café de la maquina o tener que ir al baño. Inclusive le pasó las llaves del departamento para que el mismo Nowaki le fuera a buscar mudas de ropas. En los últimos días, ya recuperada la pequeña, Hiroki se la presentó. Ella con algo de decaimiento le saludo respetuosamente, pero sin valer su leve recuperación le reconoció por ver una foto de él en uno de los libros de su padre, sin mencionar que se hallaba en el departamento el mismo día en que viera por primera vez a su padre.

—Es como la ex esposa de tu padre — dijo irónico el sempai al pasar por fuera de la habitación del hospital. En ello su padre tomaría un libro enorme y saldría tranquilamente en busca del entrometido.

La chica no lo entendió en un principio, aunque a Nowaki le confesó haberlo entendido hacía ya pocos meses.

 

  

 

— ¡A tu habitación! — Gritó imperativo el hombre de cabellos castaños.

— ¡Voy porque quiero! — respondió ella a voz en cuello.

Desciñéndose la corbata se sentó del golpe en el sofá, rascándose con una mano la cabeza.

— ¿Por qué le compraste el maldito croissant?

—No lo sé.

Por supuesto que ambos lo sabían. Nowaki se veía en ella completamente, y a la vez era algo de lo cual Hiroki se sentía imposibilitado de sacarlo en una discusión, por mucha que llegara a ser su frialdad. Si bien, Nowaki, no tenía ese carácter del demonio, sin embargo daba por hecho que fue imposible durante su adolescencia. Por su lado no recordaba con exactitud la propia; tranquilo, inteligente y con un amor imposible. Eso creía. Además nunca pensó que criar sería tan ardua labor. Hubiera preferido una mascota, tal como hacía un par de años le propuso Nowaki, aunque el olor a perro no lo toleraba, y no soportaba la actitud soberbia de los gatos, con la propia bastaba. Y ahora todo tan distinto; hija, novio y, como burla sublime del destino, un gato negro.

En ello Kuro, el gato, se le subió al regazo, denotando que buscaba alguna caricia. Pudo sentir a la distancia la mirada de Nowaki, casi reprendiéndole para que no le fuera a rechazar, como en su mayoría de las ocasiones. Por ello, le dio una mirada despectiva, y le rozó desde la cabeza hasta la punta de la cola en varias oportunidades. No era que disfrutara regañarla, pero se ganaba cada rapapolvo proveniente de su boca.

— ¿Vas a dejar que Mina cene? — consultó Nowaki la resolución del padre.

—Es terca como mula. Avísale, pero su orgullo no se lo permitirá.

Y ahí iba otra vez. No era el padre, pero la mimaba más que él como el propio progenitor que era. Sólo que por desgracia no podía reprenderle por ello al ser que le quitaba gran peso en la tarea de criarla; le preparaba de vez en cuando los almuerzos, sin mencionar que era el único que asistía a las reuniones de padres. Oh, sí, aquellas reuniones. Las odiaba, parecía que revisaba la ortografía de aquellos chicos que, por su forma de escribir, no conocían otra coa que el de los famosos chats, al oír que ya llegaba una citación para ello. Lo que sí, debía permitir una segunda ronda al compañero en cama por cada reemplazo.

Una vez que terminó de lavarse los dientes no pudo evitar pasar por frente a la puerta del dormitorio de Mina. Dando un pesado suspiro, pasó su mano por toda la faz, desde la frente hasta el mentón. Casi imaginaba como el tarado de Nowaki le decía en un susurro que entrara. Y así lo hizo, giró el asa de la puerta y empujó suavemente la lámina de madera. Todo estaba oscuro, y por poco tropieza con los patines que le regalara para su primer cumpleaños junto a ella. Desde la altura que le daban sus piernas, buscando desde arriba el otro rostro, estaba dormida. Dio otro suspiro y se ubicó, sentándose, de junto a la muchacha. No pudo evitar acariciarle el cabello. Quizás le gozara haber conocido a la madre de la chica. Quién diría que una fugaz visita al barrio rojo tendría tantas consecuencias, y para más descubrir que lo suyo no estaba con las féminas; ninguna ganancia. Pero qué diablos, pensó luego, esos dos años junto a la pequeña habían sido parte de lo mejor que le regalaba la vida.

—A veces creo que el orfanato lo estaría haciendo mejor que yo — susurró algo arrepentido.

—En ocasiones en verdad le das al clavo — replicó ella.

En un acto de molestia, Hiroki, le hundió la cabeza en la almohada a modo de reprimenda.

—Los buenos niños no deben estar despiertos a estas horas — aún empujándole el rostro, suavemente, con ira.

—Cotorreas muy fuerte — respondió tan altanera como la primera vez.

Luego da darle otro regaño de que esa no era la forma de hablarle a su padre, guardaron silencio ambos y en momentos él se puso de pie y caminó a la puerta para marcharse.

—Buenas noches — se despidió él.

—Buenas noches — respondió ella —. Papá — agregó, y a lo cual, Hiroki, se detuvo —, lo haces casi tan bien como el orfanato.

Ahora entendía el por qué aquella vez Miyagi le comento; no hay duda que es tu hija. Era una enana, pero ironizaba todo tal como una Kamijou. Estuvo a punto de regañarla, sólo que recordó a la ocasión en que Nowaki le pidió un beso de buenas noches y él simplemente le dijo; púdrete. Eso le aseguró que no le odiaba, simplemente una confirmación de que algún día su hermosura florecería junto a ese aún pequeño, pero ya ácido, carácter.

Llegando a su dormitorio, que estaba desértico, se acostó, encendiendo la televisión, y acomodándose para ver si había algo digno de ser mirado en el aparato. A pocos minutos llegó Nowaki vistiendo un pantalón azul oscuro y una toalla sobre la cabeza. No le dio importancia, sino que solamente frunció el ceño. Al momento su acompañante tomó su lugar de junto en la cama, lo cual no duró más de un par de minutos y le quitó el control del televisor, apagándolo. El siguiente movimiento fue ponerse de sobre Hiroki, compartiendo un beso y de paso quitarle con las manos propias la camiseta al profesor.

—Hoy no estoy de humor — comentó Kamijou al poder tomar aire.  

—No importa — agregó Kusama ante tales palabras, saliendo de encima del contrario.

Eso sí que era raro. Hiroki no supo que pensar. Si bien jamás le obligaba a hacerlo, tendía a ser más persistente hasta obtener un sí, o un golpe, lo que llegara primero. Pero ahora simplemente se rendía y como nunca apagaba la luz para poder dormir. En primera instancia, sospechó de que se había encargado de sí mismo en la ducha, como cualquier hombre. Después le vino a la mente un posible desvío con el famoso sempai, aunque por el carácter de Nowaki era más probable la primera opción. Por otro lado podría ser que tampoco estuviera de ánimo. Pero fuera cual fuera la razón le extrañaba ese modo de proceder. Aunque se le derrumbó el rostro, en medio de la lobreguez, al escuchar un débil susurro que se esparcía, juntamente con el beso de buenas noches.

—Mañana hay reunión de padres. 

Notas finales:

Un beso y un abrazo... gracias por leer ^^ 


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