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Dragones sin cielo. por YaoiNoAkuma

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Notas del capitulo:

¡Siguiente!

Ha sido más rápido de lo que creí… Justo acabo de terminarlo así que cualquier error ortográfico procuraré corregirlo en la semana (si me da tiempo). Debería ir a dormir ya, por lo que haré lo posible por revisar sus comentarios en la semana, algunos los he leído pero tengo un teflón por memoria y olvido responderlos. Disculpen por eso.

Bien, es tiempo de indagar en el pasado.

Sobre la “alternación de narradores”, no es en sí una alternación. En unos párrafos se refiere a Bakura, en otros a Yami y posiblemente un narrador omnisciente.

Sólo eso, creo.

X

Una noche húmeda; no hay luna ni estrellas, obstruidas por las oscuras nubes en el cielo. La ciudad está calmada, las calles solitarias… excepto por el automóvil de lujo andando por ellas.

Detuvo su andar en la afueras de la ciudad. Un lugar peculiarmente grande. Del automóvil bajaron un par de chicos; uno de tez morena, rondaba los veintes de edad, de rostro afilado y ojos lavanda, con una característica cicatriz que bajaba de la comisura de su ojo derecho hasta su mejilla, cabello blanco con sombras violetas, el otro un chico de 14 años, tez blanca, ojos chedrón y cabellera albina. Ambos se dirigieron a la entrada de la mansión.

-¿Disculpe? –Un hombre de corpulenta complexión interrumpió su corta caminata.

El joven moreno le extendió un pequeño papel. –Tengo una cita. –Sus violáceos ojos sonrieron.

Examinó de arriba abajo al joven de cara marcada. Después al más bajo. –De acuerdo. –Le regresó el trozo de papel y se hizo a un lado. El par de albinos avanzó, pero el paso al menor se vio impedido. –El niño se queda. –Su mano sobre el hombro del albino.

Los ojos lavanda enfocaron los chedrón del menor, -Está bien. –El menor no objetó y se quedó. –No tardaré. –Dijo para continuar su camino y entrar.

El lugar estaba iluminado por luces pardas. Un aroma a incienso llegó a sus fosas nasales. No tardó mucho en ser recibido y escoltado por un joven vestido en traje. Fue llevado a una habitación con iluminación moderada, el joven se retiró.

Bajó un poco la mirada encontrándose con varios menores de edad.

-¿Cuál es el que le interesa? –No necesitaba mirar al dueño de aquella voz para saber la nauseabunda apariencia que debía tener.

Miró con más atención a los niños, haciendo lo posible por no mirar al pervertido dueño de tan asquerosa voz. Sus ojos lavanda brillaron al ver a un niño de peculiar cabello, Debe ser de la misma edad que Bakura, pensó. El niño era un poco más alto que el resto, de tez ligeramente tostada, ojos rojos y cabello tricolor, mechones rubios cayendo sobre sus ojos y otros perdiéndose en el resto de su cabello negro de puntas guindas, el cabello en su nuca rozaba sus omóplatos. Sonrió satisfecho y le apuntó.

Fue escoltado a otra habitación donde se quedó a solas con el menor.

Observó la habitación, buscando cámaras de seguridad. Comprobó la inexistencia de éstas y volvió a enterrar la mirada en el menor. Los ojos rubíes le miraron sin mucho interés. Se hincó para estar un poco a la altura del niño. –Dime, ¿a qué crees que sabe la libertad? –Una media sonrisa se dibujó en su rostro en el momento en que la mirada perdida del niño recobró algo de vida. Movió su mano izquierda hacia su espalda, levantó su camisa un poco y sacó una daga. –Puedo darte la exquisitez de la libertad… -Jugó con el arma entre sus manos, sujetándola del mango y después del filo. –Tienes veinte minutos, toca la puerta dos veces y te llevaré conmigo. –Le tendió la daga, ofreciéndole tomarla de la empuñadura.

Se levantó y acarició levemente la cabeza del niño. Avanzó hacia la puerta y salió de la habitación.

 

-¿Qué estás esperando? –La voz del albino le llamó la atención mientras miraba su reloj de mano.

-No te impacientes. –Respondió sin mirarle, enfocando la puerta.

Sólo estaban ellos dos, hacía pocos minutos el guardapuerta había entrado.

19 minutos, pensó al echar una mirada más a su reloj. Qué desperdicio. Comenzaba a girarse con la intención de irse, sin embargo el sonar de la puerta le detuvo. Una sonrisa maniaca se pintó en su moreno rostro.

 

-Rishid, llévale a que tome un baño. –El joven mencionado hizo una leve reverencia y comenzó a ir escaleras arriba. Vio que el niño de tricolores cabellos no avanzó y le hizo una seña para que siguiera al moreno.

Siguió la trayectoria que la mano del mayor le había indicado… Sin razones aparentes, ¿qué podía hacer? De un momento para otro había conseguido salir de aquel desagradable lugar, en tan sólo veinte minutos había hecho lo que tanto deseó durante… ¿cuatro años? Era para alucinarse.

Llegó a una habitación de tenues paredes, -Límpiate. Hay toallas en ese mueble, -miró a donde el moreno apuntaba –te traeré un cambio de ropa. –El mayor salió. Miró la puerta un par de minutos y finalmente se dirigió a la tina.

Giró las llaves y el agua comenzó a caer. Había un espejo de cuerpo completo a un metro de ahí, examinó su maltrecho cuerpo; su ropa estaba gastada, sucia, estaba demasiado delgado, sus clavículas eran bastante visibles; miró entonces la sangre que le cubría en pequeñas gotas en todo su cuerpo y su vestimenta… Se quedó absorto en las manchas en sus manos, ¿esto le había dado libertad?

¿A qué crees que sabe la libertad?

-Es salada. –Pensó en voz alta. Se miró en el espejo nuevamente sin embargo su reflejo estaba borroso… Estaba llorando.

Se metió a la bañera y se quedó ahí hasta que las yemas de sus dedos se arrugaron.

¿Por qué no podía dejar de sentir aquellas repugnantes caricias? Se abrazó a si mismo con fuerza. Tembló un poco al recordar las voces que le hablaban con obscenas palabras, al recordar las manos que tocaban su cuerpo con impuras razones… Inconscientemente comenzó a rascar sus antebrazos.

Si tan sólo pudiera arrancarme la piel…

 

-¿Por qué lo has traído? –Sus ojos chedrón buscaron los violáceos, sin mucho éxito.

-¿No hice lo mismo con Rishid? –Respondió el mayor. Le vio buscar con desespero algo entre sus bolsillos.

Mordió su labio inferior. ¿Estaría mejor si no sabía la verdadera razón por la cual el chico de peculiar cabello estaba ahí?

Pensó insistir, pero se vio interrumpido por Rishid. –Ya está, amo. –Movió la vista hacia el nuevo inquilino en la mansión, chasqueó la lengua con rabia al verlo más presentable.

-¡Excelente! –Su enojo se esfumó por un instante al escuchar las palabras del mayor.

Y no necesitó más que él le respondiera. En ese momento la mirada que le dedicaba al carmesí era suficiente, pudo leerla y entenderla tan fácilmente que le molestó.

 

Tomó la bolsa sobre la mesa del comedor. Salió de la cocina y avanzó con pereza hacia su habitación.

Esa habitación no era suya en realidad, su hermano menor dormía ahí. Miró con desdén la bolsa en su mano derecha, eran más medicinas que antes.

Golpeó la puerta dos veces y entró. –Ryou, tu medicina. –Su voz parecía cansada. Se detuvo a escasos centímetros de la cama, la habitación estaba iluminada por una solitaria vela. Clavó la mirada en la espalda del menor y después la subió hacia la nuca. En ocasiones tenía envidia del menor, encerrado todo el tiempo y sin necesidad de salir, atendido con cuidado… Observado por él. Se enojó al recordarlo y pateó la cama para liberar la frustración.

-¡¿Qué pasa?! –Se incorporó con rapidez el menor, mirando inquieto a todos lados sin enfocar nada realmente.

-¡Cállate! Sólo pateé la cama. –Alzó la voz. Probablemente no era tan buena idea permanecer encerrado… no al menos si le volvía un gato miedoso. –Te traje la medicina y la pomada. –Dejó la bolsa en la mesa de lado. El menor le sonrió cálidamente y se sentó en la orilla del colchón.

Se alejó para agarrar los trastes sobre la cajonera. Sobre una bandeja de aluminio estaba una jarra con agua y un vaso de cristal, vertió un poco de agua en el vaso y lo llevó al menor. Al dárselo buscó entre la bolsa las medicinas correspondientes. Se giró para poder abandonar la habitación pero su camisa fue tomada por su hermano menor, volteó el rostro lo suficiente para mirarlo.

-Hermano… -Su voz casi inaudible, temblorosa. La anaranjada luz provocada por la vela iluminaba las infantiles facciones obstruidas por algunos mechones blancos. –Quédate. –Y ahí estaba… esa mirada cargada en sentimientos que tanto deseaba de aquella persona… Los ojos castaños del menor le miraron con deseo, con ansia. ¿Por qué no podía tener la misma atención proviniendo de él?

Tomó la delgada mano del niño y se viró para quedar frente a él. Le hubiera gustado sonreír… pero hacía tiempo que no lo hacía de manera sincera. Se acercó, quitó con lentitud las sábanas y las cobijas sobre el pequeño cuerpo y le hizo levantarse y que tomara la vela. Le guió hasta la puerta del baño y cerró con seguro dentro.

Sólo estoy yo… Sujetó al menor de los hombros y le mordió sobre la clavícula izquierda, se retiró. Segundos después una marca roja empezó a manchar su blanca piel, haga lo que haga… volvió a acercarse, lamió toda la extensión de su clavícula y el menor sólo tembló ante el contacto, me querrá incondicionalmente…

Me mira a mí, y sólo a mí.

Y no pudo evitarlo, pasó sin quererlo. Sus labios se curvaron, en un sentimiento puramente infantil, una sonrisa evocada ante el obsequio de algo anhelado… Porque era suyo y de nadie más.

 

Salió de la habitación con charola en mano, necesitaba traer más agua. Se detuvo un par de pasos afuera del cuarto.

-¿Qué hacías con Ryou? –Una voz grave llegó a sus oídos.

Alzó la mirada para encontrarse con el moreno de cicatriz. –Le daba a Ryou su medicina. –No hubo emoción alguna en su rostro, no le alegraba mucho verlo.

O eso creyó. De un instante a otro el severo semblante del mayor se ablandó, levantó la mano y la puso sobre la cabeza del menor, agitándola para alborotar los cabellos blancuzcos del niño. –Bien. –Le sonrió para después continuar su camino.

Se quedó ahí por lo menos unos diez minutos. Repasaba el momento una y otra vez, queriendo guardar las sensaciones, hacerlas permanentes. Probablemente era algo cruel, porque él no lo reconocía lo suficiente y cuando lo hacía era por cuidar a su hermano menor, pero estaba bien… Lo estaba. Cumplía con lo que le había prometido después de aquél incidente en su viejo pueblo natal…

 

-Todo estará bien. –Las palabras de su hermano apenas le llegaban, la voz le temblaba. No era miedo… era coraje, al igual que él. Vio cómo su cuerpo se tensaba mientras su vista se paseaba por el lugar que alguna vez habitaron.

-Hermano… -Abrazaba a su hermano menor, aferrándose a él.

-Haré lo que sea… para darles la vida que se merecen. –Su cabeza giró levemente para poder mirarle por el rabillo del ojo.

Comprendió el sentimiento tatuado en los orbes lavanda de su hermano, lo entendió con tanta facilidad que le provocó escalofríos el pensar que él mismo pudiera tener la misma mirada. Hueca y fría.

-Sólo te pido una cosa… Cuida a Ryou. –Las palabras se marcaron en su cerebro con cincel. Porque no era un encargo de momento, le pedía lo cuidara en su lugar…

Le pedía fuera el hermano que no podría recibir de él.

Era suficiente si podía aligerar la carga sobre su hermano.

 

Había terminado de asearse hace media hora atrás, el joven de nombre Rishid le llevó a una habitación para huéspedes que ahora sería suya. No hubo gran interacción con ese chico de cara tatuada y no era que realmente se interesara en tener a alguien con quién platicar.

Después de haber recibido las indicaciones respecto a dónde estaba cada cosa el mayor le dejó solo en su nuevo cuarto. Percibió en silencio el olor viejo del cuarto polvoroso, paseó la mirada por la habitación, bastante elegante… ¿Quién es exactamente esta persona? Le parecía extraño haber sido recogido de aquel lugar y no sólo eso, el lugar en el que estaba era una mansión… Desconfió entonces, debía haber una razón oculta detrás de todo esto. Si él era una persona con tan buena posición económica debía buscar algún tipo de diversión con él.

¿Había caído en un lugar peor?

Sus pensamientos se interrumpieron al escuchar la puerta abrirse, volteó el rostro hacia la puerta y con lentitud comenzó a voltear el cuerpo también. Era ese chico de ojos lavandas.

-Eso sí es un cambio. –Le dijo con una sonrisa torcida, supuso intentó ser amable.

Le miró sin ningún sentimiento. No sabía cómo reaccionar y pasara lo que pasara ya no le importaba mucho.

-¿Cuál es tu nombre, niño? –Volvió a hablar el mayor.

Lo pensó, pero al final respondió. –Yami.

-Inusual nombre. –Se hincó para conseguir una igualdad entre sus estaturas. –Te preguntarás por qué te traje aquí ¿no? –Dejó de respirar por un instante, ¿sería capaz de responderle? –No tienes padres, ¿cierto? –Negó con la cabeza, ¿a dónde quería llegar? –Yo tampoco. Hace años que los perdí… Dirás que es lástima lo que hago, pero no puedo evitar recordar el rostro de mi hermano menor cuando veo a chicos como tú.

¿Hermano? Debía referirse al chico que vio en el vehículo hace rato.

El mayor se levantó. –Mi hermano pudo terminar como tú… -Se giró mientras le hacía señas para que le siguiera.

Notó el dolor en su voz y le sorprendió que alguien de aspecto tan severo se comportara de esa manera. Siguió entonces al moreno fuera de la habitación.

Llegaron a la sala. Una chica de rubia cabellera entró después que ellos y se retiró cuando el moreno le dijo algo.

-¿Tienes alguna familia? –Comenzó el mayor una vez tomaron asiento en los sillones.

Clavó la mirada. ¿La tenía? No recordaba… -…No. –Respondió quedo.

La chica de hacía unos minutos regresó con una charola y un par de tazas. Después de depositar los trastes sobre la pequeña mesa central se retiró.

 

Regresó a la habitación de su hermano menor para dejar la jarra con agua. No se quedó mucho tiempo dentro y se dedicó a entretenerse por el momento, no saldría hasta más tarde junto a su hermano mayor.

Entró en la sala buscando a Rishid para pasar un poco de tiempo antes de volver al trabajo. Se detuvo en el umbral de la entrada al ver al nuevo juguete de su hermano, justamente con él. Fingió no estar perturbado por la escena, pues el de ojos lavanda acariciaba con cierto cariño la cabeza del niño de ojos rojos.

Salió de ahí para correr hacia la habitación contigua a la de su hermano menor, que ahora era suya. Se recargó en la puerta e intentó calmarse, perder la cordura sólo demostraría su debilidad.

Él no era débil, no lo era. Se levantó con un aire lúgubre a su alrededor y comenzó a buscar algo en los cajones del buró.

Sí lo soy, una sonrisa apareció en su rostro.

Dejó su cuarto y fue a la habitación de huéspedes. No anunció su llegada y entró sin más.

La sonrisa torcida permanecía en su rostro.

Notas finales:

¡Listo!

Vaya… Bakura tiene cierta obsesión por su hermano mayor. Sí, he usado a los tres Bakuras. Aún no es muy concreto, pero en los siguientes capítulos explicaré mejor el porqué de que Bakura haya intentado matar a Yami.

Y no, no pasó nada más allá con Bakura y Ryou en el baño. En serio.

Oh cierto, Yami no recuerda con exactitud si Sugoroku es su abuelo, durante ese tiempo bloqueó su mente… Después creo explicaré eso también.

Hay muchas cosas por contar… sólo espero poder poner todo lo necesario.

Disculpen si resulta un poco confuso… de repente me he vuelto al pasado, pero hay muchas por contar (y de esto va la “segunda parte”).

¡Sean felices~!


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