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Dragones sin cielo. por YaoiNoAkuma

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Notas del capitulo:

¡Me disculpo infinitamente! A pesar de que tuve mi descanso de primavera no me bastó.

Pero bueno, aquí está el siguiente capítulo, un poco más largo de lo usual, creo. Y justo el último día del mes.

Por cierto, no había usado un nombre para el hermano mayor de Bakura, por no estar segura de cómo llamarlo y porque no lo creí necesario pero me resigné al no tener más sinónimos para mencionarlo.

XII

Durante ese tiempo vivió asustado, esperando el frío metal cortar su piel, incrustándose en los músculos de su cuello y abriéndose paso con relativa facilidad hasta alcanzar las vértebras, quebrando los huesos y pasando hasta el otro lado; perdió la cabeza durante horas, días, meses e incluso años. Cargó la pesada cadena del miedo en su cuello, arrastrando el gélido acero, haciendo ruido y alimentando los deseos homicidas del albino.

En ese periodo de paranoia observó en silencio al albino; su lenguaje corporal, su comunicación verbal y vocal. La contracción de su entrecejo, lo rasposa que se volvía su voz y el tono que usaba en ésta. Sus miradas asesinas, sus palabras filosas y los ecos de su voz.

Al principio no había comprendido el aparente odio sin razón, sin justificación alguna. No lo había comprendido porque sus relaciones humanas se habían visto quebradas, rotas, laceradas por el aislamiento que vivió durante cuatro años en aquél lugar de mala muerte. No había entendido que, si bien seguía sin ser una razón bien fundamentada, lo que agobiaba al albino era su sola presencia…

Porque eso desviaba la atención que el de cara marcada dirigía al albino.

De una manera u otra se había vuelto el “favorito” de aquél joven de ojos lavandas. A tal punto que había empezado a llevarlo a sus trabajos en lugar del albino. Y aunque sabía que eso podría enojar al chico siempre accedió, probablemente en un intento suicida que siempre se veía interrumpido por el de cara marcada.

Pasó un año desde el primer intento homicida del albino.

Con dificultad conservó algo de la cordura que había recuperado al ser liberado de aquel prostíbulo. Durante ese año  no salió de su habitación y cuando lo hacía pedía –imploraba- que Mai lo acompañase y no lo dejara solo; comenzó a depender de la mujer y la convenció de no prestar atención a los niños que seguían a Bakura. Porque cuando el albino logró estar a solas con él, ellos se llevaron a la mujer mintiendo sobre algo que realmente no prestó atención, cuando el de cara marcada le pidió explicaciones a la chica. Al pasar un año ahí comprendió que no saldría de ese lugar.

Un año le bastó para olvidar el concepto de libertad. Si bien aún conservaba una espina de deseos infantiles, comenzó a comportarse de manera diferente. No podía depender del de mirada violácea para siempre, ni mucho menos podía pensar en que la relación con el albino fuera a cambiar, porque no lo haría. De hecho, si lo analizaba bien, su odio sólo se acrecentaría con el paso de los años. Aún pedía a la rubia lo acompañara, sin embargo comenzaba a ir por lugares que aún no conocía de la mansión, e incluso había salido a los jardines. Y cometía la estupidez de pasar frente al albino con aire de superioridad, porque el albino no podía hacer nada pues su hermano mayor estaba en la mansión.

Sin embargo, aunque intentaba engañar al albino sobre su repentina confianza, durante las noches no dormía.

El simple hecho de caer en su cama y cerrar los ojos le traía el recuerdo de aquel temor experimentado hacía un año. Tenía pesadillas con ese incidente e incluso las cicatrices volvían a arder. Temblaba cada noche, maldiciendo su perturbada mente.

Las marcas debajo de sus ojos se hicieron cada día más notorias, más negras. Y sabía que no pasarían desapercibidas para el albino. Había comenzado a sonreírle con sorna cada vez que se encontraban. Disfrutaba sabiendo que lo asustaba sin tener que hacerlo realmente.

Se volvió una competencia; si acaso Bakura caía ante las provocaciones del carmesí o si él terminaba perturbado, mostrándose miedoso frente al albino.

Durante medio año más su juego continuó. Y en ese momento le fue más claro qué tipo de mirada le dedicaba Bakura a su hermano.

Akefia tenía asuntos fuera del país. Había llamado al albino antes de marcharse y entonces lo notó. Bakura miraba al mayor de manera diferente; sus ojos chedrón se aclaraban y brillaban más; enfocaban nada más que los ojos lavandas del mayor, con ansiedad… admiración tal vez. Incluso sonreía, algo muy extraño en el albino; creaba una especie de barrera alrededor de ellos dos, y podía notarla, era tan fuerte el deseo del albino que podía notar una densa presencia rodeándolos, o quizá su dañada mente le hacía creer eso. No, lo que los orbes chedrón expresaban eran sentimientos prohibidos y vetados entre familiares; el albino no sólo quería a su hermano, lo deseaba como algo más…

La ausencia del de cara marcada no pudo ser más oportuna, para el albino. Para su persona, fue desastrosa.

No pudo mantener la cordura que había recuperado y su confianza se vino abajo dramáticamente. No hubo más provocaciones y eso le vino mal. Sus deseos suicidas incluso se tambalearon, quedó entonces sobre una cuerda floja; dudoso sobre avanzar. En ocasiones recurrió al cuidado de Mai y en otras simplemente atrancó la puerta. Sin embargo su paranoia fue un tanto inútil.

Porque Bakura no se interesó en él en lo más mínimo.

Hasta cierto punto lo agradeció, pero le molestó tener que preocuparse por nada.

Calmó sus nervios en cuanto el albino pasó de largo de su persona por enésima vez. En realidad llevaba una cuenta pero se había cansado en la número veinte.

Por el momento Amelda y Valon no estaban en la mansión, hacía un par de meses que se habían ido con un hombre de nombre Raphael; ignoraba quién era él pero parecía ser el tutor del par de chicos. Aprovechó entonces la situación para continuar explorando la mansión.

 

Lo había logrado, después de tanto tiempo había conseguido que su hermano lo mirara. Después de todo hacía mucho tiempo desde que le había dado una orden.

Le pidió encargarse del negocio; eso significaba que lo consideraba suficientemente capaz…

Subió al segundo piso, era hora de darle la medicina a su hermano menor. No pudo evitar en pensar decirle sobre la ausencia del mayor; después de todo era su hermano sin embargo se arrepentía de la idea ante el hecho de que Akefia lo había abandonado.

-Habré hecho cosas demasiado terribles por darles una buena vida… -Miró su palma derecha –No quiero que él cargue con mi podrida vida.

Esa fue la última vez que se refirió a Ryou como su hermano.

Entró en la habitación con inusual lentitud. Se recargó en la puerta y caminó hacia atrás hasta cerrarla. Miró al menor descansar plácidamente, la vela en la mesita de noche apenas lo iluminaba; faltaba poco para que la candela muriera, consumida por la flama. Se separó de la puerta y avanzó hacia la mesita de noche para coger la vela; fue a la cajonera frente al pie de la cama, abrió el segundo cajón y sacó una nueva vela. Cambió la vela  y sirvió un vaso con agua de la jarra localizada sobre la cajonera. Dejó la vela sobre la cajonera y agarró el vaso para dárselo al menor.

Depositó el vaso sobre la mesita de noche e intentó despertar al menor.

-¿Hm? –Con los ojos semi-abiertos se movió en la cama. -¿Kura? –Somnoliento se incorporó, se sentó en la cama.

-Es hora de tu medicina. –Fingió molestia.

El menor le sonrió como siempre lo hacía. Se acomodó al borde de la cama sosteniendo las cobijas cubriendo su cuerpo. Las cobijas cubrían su torso hasta medio muslo dejando sus blancas piernas descubiertas, incapaces de alcanzar el suelo. A pesar de la carente iluminación su lechosa piel resplandecía en la oscuridad. Sus ojos castaños miraban con ansiedad al mayor mientras sus mejillas se enrojecían.

Desvió la mirada, con quince años cumplidos sus hormonas comenzaban a hacer atrocidades en su mente. Le dio el vaso con agua y rodeó la cama para ir al buró del cual sacó la bolsa con las medicinas. Regresó frente al menor y tras sacar una caja de la bolsa le dio la cápsula que debía tomar. Mientras el niño tragaba, buscó la crema que le ayudaba a no recibir la luz con tanta fuerza.

Una vez tomó las pastillas necesarias le tomó de la mano y lo llevó al baño.

El niño cargó con las cobijas sobre su cuerpo y no las quitó hasta que la tina de baño estuvo llena. Dormía con ropa bastante ligera, un pantaloncillo corto de algodón azul y una playera azul cielo de manga corta. Se desvistió para poder entrar a la tina. En el baño tampoco había luz pero tenía una vela sobre uno de los muebles.

Ayudó al menor a lavarse el cuerpo, sintiendo la suave piel y los estremecimientos del menor al sentir sus manos. El tiempo le pasó lento.

Tras el baño llevó al menor de nuevo a la cama cubierto con una toalla. Le hizo sentarse al borde y tomó el tubo de la crema. Desde hacía algunos meses había empezado a aplicarle las cremas al menor, por razones que no entendía. Las delgadas piernas del menor lo seducían, tragó saliva intentando ignorar aquellas ideas. Apretó el tubo y colocó la cantidad que consideró necesaria para untarla en las piernas del niño. Frotó sus manos para distribuir la sustancia y después las pegó en los tobillos del menor, subió y bajó por la extensión de sus extremidades para poder untar la crema con propiedad. Una vez terminó le hizo voltearse mientras tomaba asiento al borde de la cama, tenía que aplicarle la crema en la espalda.

Fue ahí cuando no aguantó más.

Pasó las manos por los costados de su torso, bajándolas hasta alojarlas en su cintura mientras besaba su columna vertebral. El niño gimió ante el inesperado toque, pero no dijo nada. Movió las manos a su abdomen pasándolas por su estómago y subiéndolas hasta su pecho. Hizo un camino de besos sobre su espina dorsal y le hizo inclinarse hacia el frente, al niño le extrañó lo que hacía pero no se quejó, antes ya lo había tocado…

Le hizo recostarse sobre su abdomen sobre la cama y colocó a sus costados sus rodillas para continuar las caricias en su espalda.

Se había quedado tan absorto en el acto que no escuchó la puerta abrirse.

 

Nunca había entrado a esa habitación, en ocasiones había visto al albino entrar y no salía hasta el día siguiente. ¿Qué podría haber ahí?

Le pareció extraño que no estuviera atrancada la puerta pero eso no lo hizo retroceder… Probablemente debió hacerlo.

-Bakura… -Susurró al distinguir al albino sobre la cama.

Tragó saliva cuando el mayor reaccionó, le fulminó con la mirada. Retrocedió un par de pasos y con miedo empezó a correr, alejándose tanto como pudo del albino.

Pudo escuchar la furiosa voz del albino pero no pudo distinguir alguna palabra, probablemente por el pánico o porque quizás no decía absolutamente nada. Corrió sin rumbo, sin pensar que su habitación estaba cerca de aquella habitación y pudo esconderse ahí; pasó por la cocina y abrió la puerta que llevaba al jardín trasero. Sin fijarse tropezó con una de las macetas, apenas logró poner sus brazos frente a su cara; tan rápido como pudo se volteó para quedar sobre su espalda para poder ver dónde venía el albino pero tan pronto se volteó el albino se sentó en su abdomen y le impidió levantarse.

-Te dije que te arrancaría la cabeza la próxima vez… -En su mano izquierda tenía agarrado un cuchillo.

-¡No… no! –Intentó quitárselo de encima, lo agarró de las piernas pero no pudo lograr mucho.

-No te resistas… ¿no querías morir con tanta ansia?

Abrió los ojos asustado, sí, lo había querido… pero en un instante su devoción por provocar al albino se había desvanecido. Sin pensar una manera para evitar el cuchillo sólo atinó a cruzar los brazos sobre cuello, escuchó la risa burlona del mayor y sintió algo encajarse en su piel, hundiéndose en la carne de su muñeca izquierda y abriéndose paso hacia su codo. Gritó ante la herida y cuando dejó de sentir la cuchilla en su brazo la retiró e intentó cubrirla pero se quedó inmóvil una vez sintió la punta del cuchillo en el costado derecho de su cuello. Con ojos llorosos miró al albino… ¿podía resignarse a morir?

Lo hizo y todo se oscureció.

 

Abrió los ojos con dificultad. Un pitido constante comenzó a molestarle. ¿Qué había pasado? ¿Estaba muerto? Escaneó el lugar como pudo, ¿su habitación?

-¡Despertaste! –Escuchó una fémina voz a su izquierda.

Intentó incorporarse pero un dolor punzante le regresó. Miró a su brazo izquierdo donde sentía el palpitante ardor. Tenía el antebrazo vendado.

-Te desmayaste… Rishid alcanzó a detenerlo antes de que cortara tu cuello… -La mujer de rubia cabellera se sintió culpable, sin embargo no pudo sentir nada hacia ella.

Miró con frialdad a la mujer y volvió la vista a su brazo herido. Al parecer no sería fácil morir.

 

Tres años más pasaron. Las heridas recibidas por parte del albino no fueron más que golpes y además poco frecuentes. La calma dominó a los jóvenes.

Durante tres años no hubo más incidentes. Hasta ese día…

-¡Maldita sea, no se rinden! –Al volante estaba el moreno de la cicatriz y un hombre de cabello rubio le acompañaba en el asiento trasero. -¡Dispara a las llantas, Raphael! –Le gritó mientras giraba bruscamente el volante.

-¡¿A dónde intentas ir?! –Le preguntó tras cubrirse de un disparo.

-¡Mierda! –Giró el volante mientras pisaba el freno junto al embrague, una vuelta que la haría volver sobre el camino recién avanzado. – ¡Necesito ir con Rishid! –Con dificultad esquivó el auto que los perseguía y tras lograrlo cambió a cuarta velocidad.

Liberó un par de disparos al vidrio frontal del automóvil que los seguía y no pudo evitar aliviarse al haber disparado a la frente del piloto. –Nos libramos de estos… ¿Para qué quieres ir allí?

-Tienen que moverse de ahí, ya han localizado la mansión…

Después de media hora de trayecto llegaron a la mansión del de ojos violáceos. Con prisa bajaron del automóvil, no sin antes verificar el perímetro.

-¡Hazlo tan pronto como puedas! Creo que desde hace quince minutos nos siguen… -Dijo el más alto mientras sostenía una ametralladora, se quedó afuera vigilando los alrededores.

-¡Rishid! –Tan pronto entró llamó al moreno, el cual acudió pocos segundos después. -¡Toma a los chicos y váyanse de aquí! –Lo tomó de los hombros por un momento y corrió escaleras arriba.

-¡¿Pero qué ocurre?! –Siguió al de mirada lavanda.

-Quieren venganza y vienen por mí. –Abrió la puerta del cuarto donde el más joven de la mansión estaba. Tomó al niño que descansaba en la cama junto con la cobijas y se lo dio a Rishid. –Ve a Londres, agarra el Porsche y no te detengas hasta llegar al aeropuerto, ahí estarán algunos de nuestros socios, -sacó una pequeña nota del bolsillo de su chaqueta, -dales esto y te darán acceso.

Rishid tomó las cosas del niño que cargaba en sus brazos y bajó para encender el automóvil. El de cara marcada despertó al albino y al par de chicos que Raphael custodiaba.

-Se irán con Rishid, Raphael y yo nos quedaremos aquí. –El pelirrojo y el castaño asintieron inseguros y se dirigieron a la puerta trasera; -Bakura, necesito más que nunca que te encargues de tu hermano, no sé si podré salir de este asunto… -No pudo continuar y se abrazó al menor. –Olvida lo que hice… No cargues con mi sombra; Ryou necesita de un hermano y yo no se lo pude dar; tú sí. –Le puso una mano en el hombro y le dijo saliera.

Por último subió por el chico de cabello tricolor y tras platicar con él le hizo irse con Rishid.

 

Despertó una vez el avión aterrizó. Somnoliento siguió a Rishid. Una vez salieron del aeropuerto un chico de ojos verdes y cabello negro le llamó para que subieran el automóvil que traía. Ignoró quién era y realmente no le importaba. Miró por la ventanilla evitando por completo a los demás, en especial a Bakura.

El automóvil detuvo la marcha en las afueras de la ciudad y con parsimonia bajó del mueble. Era otra mansión.

Hubieras sido perfecto para continuar mi negocio…

Sacudió la cabeza, quería quitar las palabras del mayor de su cabeza. Simplemente no podía llevar la responsabilidad de algo de tal magnitud…

 

Un año pasó desde que llegaron a ese lugar. Un año durante el cual Bakura guardó luto. Akefia había muerto en aquel enfrentamiento con una de las bandas locales. Fue una gran noticia en Francia, considerando que el Rey Ladrón había muerto.

Miró su antebrazo izquierdo, la cicatriz de aquella herida comenzaba a desvanecerse…

-¡Rishid! –Escuchó el grito del albino desde el segundo piso. Prefirió no prestarle atención y se dirigió a la cocina. -¡Continuaré el negocio de mi hermano! –Sin embargo no pudo ignorar aquello.

Sé que Bakura tomará el control, y no puedo decepcionarme más de él… pero no puedo evitar su manera de ser.

Bajó la mirada, sintiendo la decepción que Akefia debió sentir si escuchaba aquello. Miró por la ventana que tenía más cercana, pudo haber escapado y estaba seguro que el albino no le hubo importado pero sentía que tenía una deuda con el joven de la cicatriz…

Otro año pasó, más pronto de lo esperó. Un año durante el cual el albino se dedicó obsesivamente al negocio que su hermano tenía.

Bajó al sótano tras revisar que nadie le veía. En algún punto había comenzado a hablar con el hermano menor de Bakura, Ryou. En ocasiones le ayudaba al chico con las medicinas, las cuales habían comenzado a disminuir. Sabía que el chico no podía estar mucho tiempo bajo la luz o sino aparecerían ampollas y úlceras en su piel; aunque tras el tratamiento que llevaba desde su infancia el efecto de la luz debió disminuir.

Tocó la puerta para advertir su intromisión y tras esperar dos segundos entró en la habitación.

-Yami… -Le saludó el menor, ahora de catorce años. Le sonrió débilmente en respuesta. -¿Cómo está mi hermano?

Su semblante se endureció, sabía lo que el albino mayor le hacía. Y le enojaba. Posiblemente no era quién para juzgar lo que se hacía entre hermanos, lo que estaba bien y lo que estaba mal, después de todo él no tenía familia; pero comenzó a cargar la responsabilidad del difunto hermano sin saberlo… -Excitado por continuar lo que Akefia dejó. –No pudo mirar al menor.

-Sé que no tienes una buena relación con mi hermano, pero no puedes culparlo. Así es él.

Tenía razón, no podía culparlo.

Después de una pequeña plática se retiró. En su caminata hacia las escaleras para ir a la planta baja se encontró con Bakura, qué oportuno, pensó sarcásticamente.

-¿Y ahora qué le has dicho? –Comenzó el albino.

No respondió y simplemente le miró en desapruebo. El mayor hizo una mueca de asco, más bien de fastidio y tras chasquear la lengua continuó su camino para con el menor. Le siguió con la mirada y cuando le vio abrir la puerta decidió continuar él su camino.

Esa no era la primera vez que Bakura reaccionaba de esa manera. Desde que abandonó su luto comenzó a evitarlo, incluso pareció huirle. No pudo comprender la razón de aquello y dejó de analizarlo cuando comenzó a hablarle de vez en cuando.

Quizás debió prestar más atención.

Habían pasado un par de meses desde que Bakura retomó los negocios de su difunto hermano mayor; y qué mejores socios que Amelda y Valon. Nunca llevó una buena relación con ellos, los aborrecía incluso y le alegraba que el sentimiento fuera mutuo. Ese par era igual de sádico que el albino; aunque tenían por punto malo que fueran un par de vale-madres.

-Yami, Bakura quiere hablar contigo. –Abandonó su lectura para ver a quien le llamó; entrecerró los ojos en notorio fastidio. -No querrás que te corte la garganta, ¿o sí? –Una media sonrisa.

Maldijo en sus adentros al pelirrojo y cerró con fuerza el libro para levantarse e ir a donde Bakura estaba.

 

-Adelante. –Escuchó la aprobación y entró en la habitación. –Sé que no hemos tenido una buena relación Yami… pero desde que mi hermano murió tu persona ha pasado ha ser parte de mi propiedad. –Se acercó a él y le miró con superioridad.

No contestó y simplemente esperó a que dijera algo más.

-Además, no puedo usar a Ryou para los trabajos… y desde que fuiste a algunos negocios con mi hermano has de tener buena habilidad. –Le miró con pesadez una vez mencionó al albino menor. El de ojos chedrón retrocedió un poco al tiempo en que levantaba un poco el labio superior, -¡Deja de mirarme así! –No entendió a qué se refería. -¡Tú no eres él, ¿por qué rayos me miras de esa manera?! –Le tomó por el cuello y en el proceso le tumbó. –Te arrancaré los ojos si sigues mirándome así…

Se asustó, alarmado se movió debajo del albino y consiguió liberarse del agarre; sujetó su cuello mientras respiraba agitadamente.

Y ese día lo supo. Cargaba con el sentir de Akefia y consiguió expresar lo que el de la cicatriz debió. Para Bakura, él era la sombra de su hermano, aquella que le juzgaba y le perseguía.

Notas finales:

¡Listo!

Creo que he contado lo suficiente, aunque he forzado un poco esta segunda parte de DsC. Me era necesario salir de esta parte o perdería el hilo, en serio.

Puede que no haya contado algunas cosas, pero aquellas partes del pasado que siguen a estas líneas de este capítulo las presentaré narradas por los personajes… Espero me entiendan.

Bueno, he intentado aclarar el porqué Bakura reacciona tan bruscamente contra Yami.

Y eso, cualquier duda la resolveré en sus comentarios.

¡Se cuidan~!


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