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Dragones sin cielo. por YaoiNoAkuma

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Notas del capitulo:

¡He vuelto! Y a mitad de mes ¡Yay!

Bueno, prácticamente aquí empieza la tercera y última parte de esto que es DsC. Dije en el capítulo anterior que tuve que forzar la salida de la segunda parte y es mejor así o nunca saldría (en serio).

Bien, finalmente hemos llegado a lo que nos interesa, el porno, XD no es cierto… Pero sí, no me ha quedado como esperaba pero qué más da.

Puede que parezca algo cortado, pero supongo entenderán cómo es que este capítulo empezó así.

XIII

-Pero mira nada más lo que me he encontrado. –Escuchó la voz del albino, intentó no prestarle atención y volvió la mirada a las letras del libro. –Ey, Yami… esto podría interesarte. –Rodó los ojos al escucharlo más cerca. –Hablo en serio.

-¿Podrías centrarte en el trabajo? No sé porqué has traído esos papeles… -Se quejó mientras dejaba la lectura para mirar al mayor.

-Me sorprende que te preocupes por ello… -Le sonrió con sorna. –Como sea, deberías leerlo.

-Mientras menos tiempo tenga que pasar contigo, mejor. –Le respondió fastidiado y le arrebató los papeles. Escaneó las palabras, pasando líneas y líneas…

-¿Y bien? –Escuchó la voz del albino muy lejana, apenas un murmullo.

Abrió los ojos tras cada línea que pasaba, ¿podía ser cierto? -¿De dónde has sacado esto? –Continuó leyendo, deseaba parar pero no podía.

-Son los archivos que mi hermano tenía… probablemente investigó todo lo que pudo sobre ti. –Se quedó quieto tras las palabras del albino.

Las manos le temblaron mientras arrugaba las hojas; la cabeza comenzó a dolerle. Las líneas impresas en aquellas hojas venían acompañadas por una fotografía suya y la de un anciano, al cual no pudo reconocer pero extrañamente le era familiar. El dolor en su cabeza se volvió más constante, más punzante; soltó las hojas y se contrajo sobre la silla, comenzó a rascar sus antebrazos al tiempo en que su respiración se aceleraba. Varias imágenes comenzaron a llegarle a la mente; cosas que no recordaba… pero las sentía en la piel.

-¿Yami?

Lo había vendido. Miró con rabia la fotografía en las hojas que estaban en el suelo; un anciano de ojos malva…

-Oye, ¿estás bien?

-Ese maldito…

 

-Ese trabajo me costó la libertad… -Su mirada rubí calvada en el suelo, jugando con sus manos. –Él me había vendido a cambio de dinero fácil… Sin embargo no tengo más recuerdos claros, no hay nada más. –Levantó la cabeza y miró al menor en la cama, quien le miraba atentamente, con un rostro dolido.

-…Entonces, ¿a quien persiguen ahora es a ti? –Le preguntó, sabía la respuesta, simplemente no quería creerla.

-Sí. Así es. –Bajó la mirada a las manos del menor, jugaban con la sábana, nerviosas. Las tomó con delicadeza con su mano derecha, apretándolas en un sentimiento cálido. –Yuugi… ¿no me tienes rencor por lo que hice? –Quiso olvidar por el momento su situación actual, necesitaba al menor, por razones que seguía sin entender.

El menor lo pensó, cerró sus ojos con fuerza mientras lágrimas bajaban por sus mejillas, lamiendo su tersa piel. Movió la cabeza de un lado a otro, un movimiento lento, -No… no lo sé, ¡no quiero pensar en eso! –Alzó la voz mientras le miraba con angustia. –Sólo… -El mayor pasó su mano libre por su mejilla, limpiando las lágrimas.

El carmesí podía entender lo que el menor intentaba decir; sus ojos no le miraban perturbados, le miraban con cariño, tristes por él, queriéndolo… Yami se acercó al rostro del menor, tocando sus frentes al tiempo en que lo hacía recostarse en la cama. El menor calmó sus sollozos, azorado por la mirada intensa del carmesí; se dejó llevar hasta quedar recostado completamente. El mayor se acomodó sobre Yuugi, bloqueando un posible escape pero sin tocarlo.

Y su alrededor despareció. Todas esas heridas, todas esas acciones ilícitas, toda es podrida vida no significaba nada en comparación de ese momento… El pasado no importaba más; olvidó todo lo que hizo, todo lo que fue, todo lo que era. Porque tenerlo ahí, frente a él, indefenso e inmaculado; suyo y de nadie más, era quimérico; tan utópico que le asustaba el simple hecho de tocarlo, que desapareciera al nunca haber sido real, que se desvaneciera en un sueño… Y no podía hacer más que mirarlo, deleitarse en la vista que el mundo le ofrecía del niño, bañado en ingenuidad y ansiedad. Atento de sus movimientos como un roedor, temeroso incluso. ¿Podría tocarlo? ¿Tenía la oportunidad de considerarse afortunado al permitírsele sujetar a tan bella criatura?

Con zozobra levantó su mano izquierda, fascinándose al terso tacto de la mejilla del menor. ¿Qué significaba la distancia entre sus rostros? Tan corta y a la vez tan amplia; tan intensa… acortarla rompería la conexión que guardaba con el pasado, aquella que mortificaba a su desequilibrada mente, porque él no sabía lastimarlo, por el contrario, curaría el estropeado corazón del cual era dueño. Y se acercó más, ignorando el pecado que estaba por cometer, no tenía un dios en el cuál creer y le traía sin cuidado el castigo que pudiese recibir, si había uno; no, nada le haría cambiar de idea, ni porque ambos fueran hombres, ni porque Yuugi era menor de edad, ni siquiera si fueran hermanos… Tenía que satisfacer esa necesidad que le secaba la garganta, que le picaba las manos, que le quemaba el estómago y le desgarraba el corazón. Porque sabía que no era sólo él, sentía en los ojos amatistas del menor la misma necesidad, esa sensación de soledad no se desvanecería hasta poder tocar los labios ajenos por tercera vez.

No quería hacerlo esperar más; pero le asustaba romperlo. No había pasado mucho desde que el albino violó su magro cuerpo; no deseaba causarle el mismo dolor ni mucho menos el mismo temor. No soportaría ser visto con terror por él, ya no. Sin pensarlo y sin notarlo el calor del cuerpo ajeno lo embargó, quizá fue él mismo o tal vez el menor; no importaba mucho, en esos momentos se expandía la temperatura desde su boca. No era la primera vez que lo besaba, pero así se sentía. Una algarabía de sensaciones que comenzaban a nublar su razón. ¿Cuánto más podría controlarse?

Con calma movió sus labios sobre los ajenos. Sintió los pequeños choques que el contacto le provocaba y percibió lo mismo en el menor. Con inseguridad Yuugi aceptó sus avances y se dejó guiar por él. Con su pulgar rozó la comisura de los labios del amatista, estimulándolo para conseguir acceso a su cavidad bucal, el cual fue concedido después de unos segundos. Entreabrió los ojos para observar el rostro del menor; mantenía el ceño fruncido y sus ojos sutilmente abiertos, agobiado por el roce de sus lenguas. Se separó sin prisas, disfrutando el contacto antes de perderlo en su totalidad. Escuchó un gemido por parte del menor una vez terminó de besarlo; y se embelesó de su imagen. Extasiado por el reciente placer su respiración estaba agitada y sus mejillas rojas; un gesto sumiso que le impedía controlar su libido.

Volvió a acercarse mientras pasaba una de sus manos por debajo de su camisa, juntó sus frentes de nuevo y dejó que sus alientos se mezclaran. Se pensó desesperado cuando el menor se removió un poco al sentir su mano moverse sobre su piel. Está fría, pensó el quinceañero, reaccionó intentando evadir el frío tacto. Nervioso, Yami retiró la mano y se alejó del menor, bruscamente.

Se precipitó y sostuvo al mayor del rostro. –No te vayas. –Un rostro avergonzado y necesitado. El mayor le miró absorto. –Por favor. –Acercó al mayor a su cuerpo y le rodeó el cuello con los brazos.

Lo intentó de nuevo, minucioso tocó la piel de su vientre, su abdomen, su pecho. Observó al menor, sintió sus piernas moverse y su agarre aflojarse. Aprovechando la situación se escabulló entre el hueco que su brazo izquierdo formaba con su cuello; se hundió en el aroma que el amatista tenía y comenzó a morder la blanda piel. Con cuidado acarició el pezón derecho del menor en pequeños círculos y apretándolo en ocasiones. Los gemidos del niño no se hicieron esperar, llenaron sus tímpanos y la necesidad creció. Tras endurecer los botones rosados del niño bajó las manos para alojarlas en sus costillas, delineó la caja torácica mientras llegaba a su esternón con su boca. Lo sintió temblar y su respiración quebrar; no era una mala señal, de hecho a juzgar por el gesto del menor le estaba gustando. Luchó internamente por controlarse, y continuó haciendo de sus caricias roces sensuales y calmos.

Sacó las manos de debajo de la camisa para comenzar a desabotonarla; pero no pudo continuar. En su cabeza aún era prohibido tocar al menor, aún a estas alturas. Le molestaban los recuerdos; nunca le gustó que le tocaran y temía que el menor reaccionara de la misma manera. Le asustaba, le perturbaba…

El toque del menor le trajo de vuelta a la realidad; las cándidas manos ajenas rozaron las propias con cuidado, le miró a los ojos y eso le bastó.

Abrió finalmente la camisa y le rodeó por la espalda con ambos brazos, le hizo levantarse y quitarse la camisa. Se sentó en posición de flor de loto y pegó al menor a su cuerpo, con el agarre en su espalda lo levantó del improvisado asiento sobre su cuerpo. El abdomen del niño quedó a la altura de su cuello y comenzó a repartir besos en la blanca piel. Los brazos del menor rodearon su cabeza y recargó la barbilla sobre ésta. Con las manos recorrió la espalda, delineó las vértebras de la espina dorsal hasta donde se conectaba con la cadera, dio caricias en forma de círculos sobre el cóccix. Con la mano izquierda bajó de su cadera y la movió a la parte interna de sus muslos. El menor se aferró a su cabeza sin saber qué hacer; respiró el aire caliente contra los cabellos del carmesí, quiso juntar sus piernas cuando sintió el calor acumularse en su parte baja. El mayor empezó a bajar por su abdomen, llegando a su vientre, donde la pretina de su pantalón comenzaba; tragó pesado pero no se detuvo. Sostuvo al menor por la espalda y con su mano izquierda se ayudó para ir bajando la prenda de vestir.

-Yami… ah… -Reaccionó al sentir los fríos dedos del carmesí bajar por su vientre. Comenzó a echarse hacia atrás, dándole al mayor más libertad.

Volvió a recostarlo y se deshizo del pantalón dejando al de ojos malva en ropa interior. Las piernas del menor descansaban en la cadera del mayor. Se sacó la musculosa que traía y dejó su abdomen expuesto, el menor pudo ver las cicatrices que se esparcían por su piel. Se acomodó sobre el amatista y sin esperarlo el menor tocó su cuerpo. Sintió los gráciles dedos recorrer las marcas en su cuerpo, aquellas a punto de borrarse, aquellas recientes… Vio la expresión triste en el rostro del menor y le besó la frente. No tenía que preocuparse por esas viejas heridas, esas que sólo marcaban su cuerpo, esas heridas eran insignificantes.

Le besó de nuevo, un beso casto. Miró los ojos malva del menor y le sonrió melancólicamente. Yuugi entonces le besó y el mayor ya no se separó, movió sus labios y con su mano izquierda continuó el trabajo que había dejado hacía un momento. Provocó un gemido que el menor ahogó en el beso y sacó provecho de eso para volver a entrar en su boca, tocó su lengua y pasó por su paladar. Comenzó a masajear el sexo del menor en caricias lentas y terminó el beso; un gemido más se liberó de la garganta del menor. Retiró en su totalidad la única prenda de vestir del menor para continuar espoleando su miembro.

-Ah… Mhm… -Apretó los labios al sentir los labios del carmesí en su vientre. Se alarmó al advertir al mayor más cerca en aquella zona que comenzaba a doler. –No… -vio los ojos rubíes llenos en deseo y se derritió al sentir la húmeda cavidad del mayor cubrir su despierto miembro. -¡Ah-ah! –Involuntariamente su cadera se levantó, buscando más profundidad en el reciente tacto. Llevó sus manos sobre la boca, incapaz de soportar las nuevas sensaciones. –Yaaah-mi… -Logró articular.

Además del trabajo que hacía con su boca y lengua sobre el sexo del más joven comenzó a rozar la entrada del menor. Pasaba los dedos en el borde, lenta y cuidadosamente. Los gemidos del estudiante no se hicieron esperar, sin embargo eran ahogados por las manos que bloqueaban su boca. Subió entonces la mano derecha hacia las del menor, le sostuvo del codo y le obligó a alejar la palma de su boca. Le miró con dificultad desde su posición, el rostro suplicante que le ofrecía el menor era suficiente para aumentar su propia excitación. Decidió jugar un poco más mientras comenzaba a prepararlo; apretó un poco la quijada sobre el miembro del menor.

-Mmmhh… aahh… -Sintió los dientes del mayor marcar su excitación, apretó los dedos de los pies mientras volteaba el rostro a su lado izquierdo. Sin advertirlo sintió algo entrar en su cuerpo, se retorció un poco, incómodo por la sensación.

Le preocupó un poco que reaccionara de esa manera pero continuó, quizá cegado por el placer. Terminó de meter su dedo índice y el menor se arqueó, moviendo un poco su cadera y ahogando quejidos ante la intrusión. Sin pensarlo mucho comenzó a introducir otro dedo, con aparente cuidado, pero esta vez el menor se removió con más fuerza.

-Duele… Para… -Intentó alcanzar al mayor, lágrimas en sus ojos y una voz débil, chillante.

Sin embargo no se detuvo, dejó de masajear el sexo del menor con su boca. Llegó hasta el fondo, nervioso al lastimar al chico y se calmó una vez la quebrada voz liberó un sonoro jadeo de placer. Había rozado su próstata.

Jadeó para intentar recuperar el aliento. Sin entender de dónde había llegado esa sensación trató como pudo alzarse un poco para mirar al mayor, sin embargo esa sensación que se extendía desde su cadera volvió a sofocarle. Se arqueó en varias ocasiones al sentir los hábiles dedos del mayor moverse dentro de su cuerpo.

Sacó sus dedos cuando lo creyó necesario. Su propia excitación comenzaba a incomodarle; pero le asustaba seguir.

Yuugi respiraba con dificultad y se extrañó cuando notó la quietud del mayor. Miró su gesto, al parecer perdido en sus recuerdos. –Es… Estaré bien. –La mirada rubí del mayor se clavó en la suya. –No te preocupes.

Se acercó con parsimonia a la boca del menor, restregando su cuerpo contra el ajeno, sus pieles desnudas chocaron adormeciendo al más joven. Sintieron el aliento del otro, caliente y húmedo. Una vez Yami estuvo a la misma altura que el quinceañero sus ojos se encontraron, ahogados en deseo, brillantes en fruición. Los labios del mayor tocaron los del menor, un beso lento pero demandante. Mientras su boca se ocupaba de aquello sus manos se deshacían del cinto y desabotonaban su pantalón. Como un obseso continuó besando al menor, para después tomarlos de las piernas, alzándolo un poco para acomodarse mejor. Se separó del beso y le clavó la mirada, sus ojos carmines de oscurecieron –o eso le pareció al menor- deseosos del cuerpo ajeno, un color vino. Tomó su miembro y lo situó en la entrada el menor. El amatista rodeó el cuello del mayor, apretó los labios una vez comenzó a sentir el nuevo intruso en su cuerpo; sostuvo la respiración cuando el carmesí llegaba más adentro.

-Yuugi… Necesitas calmarte. -Su voz ronca, la presión sobre su miembro le dificultaba un poco el hablar.

El menor soltó el aire e intentó acostumbrarse al mayor; una vez su respiración fue constante sintió al carmesí moverse, saliendo y entrando en un vaivén lento. Se aferró a la espalda de Yami y contraía los dedos mientras más rápido se movía.

Su velocidad aumentaba un poco a cada momento; sentía las uñas sutilmente largas del menor clavarse en su espalda, mordiendo la piel.

-Yuugi… -Susurró en el oído izquierdo del menor, recibió un gemido más como respuesta. Repitió su nombre más veces contra su cuello.

-¡Yami…! –Contrajo con más fuerza sus dedos en la espalda del mayor, sintiéndolo más adentro.

 

Abrió los ojos con pesadez, de hecho el cuerpo le pesaba. Miró lo que pudo con pereza, ¿Qué ha pasado? Intentó incorporarse en su sitió sin embargo un ligero peso extra se lo impedía. -¿Hm? –Se mantuvo sobre su costado izquierdo y se recargó en su codo, alzándose un poco. Se desconcertó por lo que vio, e hizo un esfuerzo por recordar, enrojeciéndose al instante en que la memoria le volvía.

Un brazo lo rodeaba por la cintura, de piel casi igual de blanca que la suya, maltratada y con varias cicatrices; aquel joven de ojos rojos, gélidos y lacerados lo mantenía abrazado.

Se volvió a acomodar en la cama y se giró a su lado derecho. Pudo observar el rostro del carmesí con más detenimiento. Extrañamente lo notó más ligero; sus largas pestañas caían de sus párpados, su boca un poco abierta, dejando su aliento salir. Y en ese momento se sintió como hacía tiempo no lo hacía; era como un niño asombrado ante la espera de algo… Se atrevía a decir que estaba feliz.

Aquello que se aferraba a su corazón y lo asfixiaba se había desvanecido, las cicatrices en su joven alma dejaron de sangrar.

 

Sonrió con fruición. Pasó su mano izquierda por su barbilla mientras miraba el televisor. Estaba en su oficina saboreando la venganza…

El timbre de su celular interrumpió su momento de gloria, pero volvió a sonreír una vez reconoció el número.

Amo, ¿lo ha visto? Ensanchó la sonrisa, -Claro que lo he hecho, Rishid. –Respondió con notable placer. ¿Qué procede? Le preguntó al otro lado de la línea. -¿Acaso no es obvio? Dile a Valon que la fiesta empieza esta noche. –No esperó la respuesta del hombre al otro lado de la línea y colgó mientras volvía a dirigir la mirada a la pantalla.

Había mandado a Rishid y Valon a Estados Unidos para completar una transacción y, benditas sean las coincidencias, no podía haber sucedido en mejor momento. Se levantó de su sillón y agarró el maletín que tenía sobre una de las cajoneras.

Marcó un número en su teléfono celular -Otogi, llévame al aeropuerto.

Finalmente podría hacerle pagar por lo que le había hecho, era bien sabido por el mundo que el magnate empresario sufría una enfermedad del corazón y que no faltaba mucho para que heredara su imperio a su hijo mayor…

Haré que te pudras solo en tu lecho de muerte, Gozaburo Kaiba.

Notas finales:

¡Listo!

Bien… finalmente he revelado con quién busca venganza Bakura y por lo tanto DsC está llegando a sus últimos capítulos. No quisiera decir cuántos para no presionarme ni para ilusionarles.

Gozaburo Kaiba... Bueno, a alguién tenía que echarle el muerto >.>

No se alarmen, Bakura es uno de los protagonistas pero no es quien dé un final concreto, sino que es quien lo desata.

De alguna manera u otra Yami ha logrado olvidarse de su pasado, o probablemente sea el calor del momento, ya lo veremos. Lo cierto es que Yuugi ha encontrado lo que le faltaba, pero, ¿durará?

Y eso, espero volver antes de que termine el mes si no lo más probable es que vuelva después del 8 de mayo, mis proyectos finales están a la vuelta de la esquina y lo más seguro es que desfallezca.

¡Se cuidan~!


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