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Dragones sin cielo. por YaoiNoAkuma

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Notas del capitulo:

Perdón por la tardanza.

Explicaciones al final. ¡Disfruten!

XV

-¡No es justo! –Su voz lacerada por el llanto contenido hizo eco en la habitación de la castaña.

Anzu y Honda no se atrevieron a detenerlo, él necesitaba más el desahogarse. El rubio estaba cargando no sólo con la ausencia de Yuugi sino con la desaparición de Kaiba y el asesinato de su hermano menor, simplemente no podía negar la relación que llevaba con el heredero del imperio Kaiba.

El televisor estaba atiborrado de la noticia que había hecho que el corazón de Jounouchi se tambaleara, la muerte del menor de los Kaiba. Las investigaciones aún estaban siendo llevadas a cabo sin embargo no había rastro de Seto Kaiba.

-¡¿No es suficiente con Yuugi?! ¡¿Por qué también Kaiba?! –Su voz desgarrada preocupó a la de ojos azules y con tristeza se acercó a donde el rubio y lo abrazó.

Aceptó el gesto y se aferró al magro cuerpo femenino que le ofrecía cobijo. Lloró con fuerza, como pocas veces lo hizo cuando niño, pero eso era ahora, un niño, asustado y enojado. Las lágrimas empezaron a humedecer la ropa de la castaña y sus gritos fueron ahogados contra el cuerpo de la chica. Ella compartió el llanto, más por verlo de esa manera; esta era la primera vez que lo veía tan devastado.

Pudieron pasar horas antes de que el rubio se calmara, pero algo en el televisor pudo detener su llanto.

Ha sido encontrado el mayor de los hermanos Kaiba, las autoridades dicen que el chico aparentemente fue abandonado por sus agresores. Se encuentra en urgencias tras haber sido herido de gravedad…”

Jounouchi detuvo su llanto de manera forzada y escuchó con atención al reportero en pantalla y tras ver algunas imágenes donde el castaño era llevado en camilla dentro del hospital, pudo relajar su cuerpo. Su rostro consternado se torció en una mueca de alivio estropeada por las lágrimas y no pudo hacer más que seguir llorando. Anzu sonrió y recargó su mejilla contra al rubio.

 

Las luces nocturnas de Nueva York apenas entraban por las ventanas del automóvil, con polarizado oscuro sólo era posible para quienes estaban dentro el distinguir las cosas afuera. En los asientos de pasajeros se encontraban Bakura y Valon, éste último miraba con hostilidad al albino, conteniendo su ira.

Iban de regreso a Londres, dejando un notorio camino de migajas que Valon no podía ignorar.

-¡¿Nos has llevado del cuello contigo por tu maldito capricho?! –Ya en el avión privado el castaño no pudo resistirse más. -¡Nos has vendido! ¡Y lo peor es que no te importa! –Se levantó de su asiento y se dirigió a donde el albino estaba.

Sonrió de medio lado y no hizo más que escuchar las quejas del castaño. Sus ojos cerrados, ignorando por completo las acciones del otro. No pasó mucho para que sintiera cómo el menor lo tomaba del cuello de la gabardina y lo alzaba de su lugar.

-¡Pero qué más da, ¿no?! ¡Lograste lo que querías, nosotros ya no somos útiles, ¿verdad?! –Rugió iracundo contra el rostro de Bakura, con el ceño fruncido y la quijada apretada fuertemente; su agarre comenzaba a lastimar sus propias manos.

Y así era. –Si ya lo sabes, ¿por qué te enfadas? –Por un instante sus ojos chedrón se tornaron color sangre, y Valon vaciló un poco, retrocediendo incluso un par de pasos. Sacando provecho del tambaleo en la voluntad del castaño, Bakura se las arregló para incorporarse y llevar al menor contra uno de los asientos, e invirtió los papeles. Con su mano izquierda tapó  la boca del castaño, impidiéndole decir alguna palabra más, mientras que con la derecha tomó la pistola en el bolsillo interior de su gabardina. -¿Prefieres acaso que te decapite yo y no esas ratas llamadas autoridades? –Se acercó al rostro ajeno.

La voz de Bakura penetró con prisa los tímpanos de Valon, congelando su voluntad. Sintió cómo los ojos del albino lo perseguían como una bestia hambrienta, con esos ojos rojos que petrificaban cada fibra de su ser. Se perdió en los extensos mares de sangre que eran ese par de orbes, y su corazón se detuvo cuando sintió el gélido cañón del arma sobre su la tela, presionando fuertemente debajo de sus costillas.

-No estás exento de nada… Nos pudriremos juntos en el infierno.

Un frío abrasador comenzó a esparcirse por su cuerpo, incapaz de gritar sus gemidos chocaron contra la palma del albino.

 

-Tal parece que son hermanos. –El moreno tenía entre sus manos los papeles de la prueba.

-¿Contento? –Hasta cierto punto a Yami le había cabreado la insistencia del mayor por descubrir si había relación sanguínea entre Yuugi y él, además era por demás obvio que eran algo. Aún si ninguno tenía memorias de ello.

-Supongo que nada cambiará, ¿verdad? –Por su parte, el carmesí no le había contado nada a Mahado así que pensó que el menor lo habría hecho…

No. Mahado era demasiado observador y Ryou ya le había hecho notar el cambio en sus ojos. Debió enterarse por su cuenta.

-¿Y qué si es así?

El mayor soltó un suspiro y permaneció cabizbajo, tal vez pensando en lo que le diría. Harto, el carmesí se alejó, con la intención de salir de ahí.

-¿A dónde vas?

Yami vestía un traje negro, en el corto trayecto a la entrada principal se puso un par de guantes de piel –Tengo trabajo por hacer, además no quiero estar aquí cuando Bakura llegue. –Prefirió decirle la verdad al egipcio. Era cierto que estaba enojado con el moreno pero el asunto de Bakura le alteraba más.

-¿Y qué hay de Yuugi?

-Ryou y Yuugi se están llevando bastante bien. –Fue lo último que dijo antes de salir de la mansión.

En la mente del carmesí permanecía la duda sobre si lo que había hecho con el amatista estuvo bien. No se conocían lo suficiente, pero era más que obvio que ambos se sentían de la misma manera. Encendió el automóvil y se alejó de la mansión.

Mientras veía el cambio de paisaje su mente se llenó de lo experimentado con el menor. El sabor de su piel, los sentimientos en sus ojos malva, el sonido de su voz, sus uñas contra su piel, la suavidad de sus labios… Su nombre en sus gemidos. ¿Se podía permitir ser feliz por ese efímero instante?

Detuvo la marcha antes de llegar a su destino. Soltó el volante y se perdió en la profundidad de su conciencia.

. Podía ser cruel y doloroso, pero para personas como él la felicidad era un ideal que se había convertido en una imposibilidad. Personas como él ya no podían vivir tranquilamente y cualquier atisbo felicidad era bien recibido.

Personas como él no pertenecían más a ningún lugar.

-¿Y si es tu hermano? –La suave voz del albino le adormeció. Le hizo tomar un par de pastillas mientras pensaba en qué responderle. -¿Algo cambiará? –Preguntó cuando pasó el agua junto a las pastillas por su garganta.

Normalmente le diría que él tenía la misma situación, sin embargo era completamente diferente. Ryou no conocía suficientes personas y Bakura fue la primera en hacerle sentir vivo, querido. En cambio él conoció a muchas personas, y no de las mejores. Su cuerpo y su mente estaban dañados, heridos, demacrados. Difícilmente confiaba en las personas y no tenía razón alguna para seguir viviendo. Ryou vivía gracias a su hermano y él vivía sin hacerlo. Resignado a una vida de dolor continuó trabajando para Bakura, esperando algún día morir en alguno de aquellos trabajos o en manos del de mirada chedrón, era demasiado cobarde como para matarse por mano propia.

Pero ahora estaba Yuugi…

-No. No puedo cambiar esto que ha crecido. –Tomó el vaso con agua de las manos de Ryou y lo dejó sobre la mesita de noche. –Porque yo no lo conocí como mi hermano; en mi cabeza sigue siendo una persona más. –Miró fijamente los ojos castaños del albino.

Ryou le sonrió. –Tienes una mirada que no había visto nunca, tienes el corazón en ella. –Rió quedo y cándido.

Tras recordar la plática que había tenido con el albino menor volvió a emprender marcha.

Eran hermanos, no tenía duda ya. Pero no había error alguno en lo que habían hecho.

 

-¡Mahado! –El mencionado llegó tan pronto como pudo a la entrada principal de la mansión. –Encárgate de él. –Con el pulgar de su mano derecha apuntó a sus espaldas, Rishid cargaba con Valon, quien sangraba de su costado derecho.

Mahado se acercó con prisa a Valon y tras examinar con rapidez la herida volvió la mirada a con el albino, éste le miró de regreso y sólo chasqueó la lengua para después dirigirse al segundo piso.

-Ese maldito… -Con dificultad Valon habló –nos ha llevado… con él. –Mahado únicamente le pidió que no hablase pues sólo se lastimaría más.

Sabía a qué se refería Valon, no tardaría mucho para que Amelda estuviera herido también. Se había enterado que ellos no estaban realmente relacionados con Bakura, sino con un viejo compañero. Amelda y Valon habían seguido al albino bajo amenazas de éste último, tarde o temprano algo se saldría de control y le reclamarían a Bakura por ello, a costa de sus vidas. Ese par era por demás orgulloso.

Media hora más tarde la puerta principal volvió a abrirse dando paso al carmesí. Tan pronto cerró la puerta detrás de sí avanzó hacia la segunda planta, Sólo debe querer jugar conmigo, pensó al recordar el mensaje en su celular recibido por parte de Bakura.

Entró al estudio del albino sin advertir su llegada y dejó el maletín a un lado de la puerta.

-¿Qué es lo que quieres? –Su falta de humor se reflejó en la voz de Yami.

Bakura le daba la espalda, miraba por los ventanales del balcón. –Yami, ¿crees que mi petición es egoísta? –Un tono de voz bastante impasible que extrañó al carmesí.

-¿De qué hablas?

El albino dejó de mirar para voltearse para con el carmesí, avanzó con calma hacia el tricolor y se detuvo a un metro enfrente de él. –He vivido todo este tiempo con el objetivo de vengarme por lo sucedido en mi infancia. No me importó nada más, simplemente quería hacer pagar al imbécil que había hecho de mi vida un infierno; ni siquiera Ryou, ni tampoco Akefia.

Yami se quedó quieto, intentando descubrir la razón del discurso de Bakura.

-No me importó si llevaba conmigo al infierno todo el trabajo que Akefia había logrado, no me importó y no me importa a quién le haya puesto la soga al cuello. Pero durante todo este tiempo viví atado. Akefia me había atado con cadenas a Ryou, y si eso hacía que me aprobara entonces estaba bien.

Frunció el ceño; Bakura bajó el rostro al tiempo en que alzaba sus manos para poder mirarlas.

-Y durante un tiempo viví con ello, si yo podía obtener la misma mirada que tú por parte de mi hermano, entonces estaba bien. Pero no hice más que apretar la cadena en mi cuello, porque Ryou me miró de una manera en que nadie lo había hecho. No importó lo que yo le hiciera, él seguía mirándome con candor. Y entendí porqué, pues yo era la única persona que seguía con él.

La mirada chedrón se clavó en la carmín.

-Y sólo por él me abstuve de perder la vida… Porque personas como nosotros no tienen lugar al cual pertenecer.

Yami lo sabía.

-¿Qué nos queda entonces, Yami? –Le preguntó, buscando alguna respuesta en los rubíes que le miraban con atención.

Y entonces el carmesí supo a qué se refería Bakura.

-Podré tomar el camino de los cobardes, pero finalmente romperé las cadenas que me sofocan y Ryou estará libre de mí.

Durante los siguientes segundos el albino no dijo nada más. Buscó entre la ropa de Yami un arma y sonrió victorioso cuando notó que el menor aún traía sus guantes puestos. Le tomó de la mano derecha y le hizo tomar su pistola. Alzó la mano ajena junto al arma para poder colocar el cañón en su frente.

-¿No es placentero saber que finalmente alguno de los dos ganó? –Los dedos de Bakura se movieron sobre los de Yami y comenzó a ejercer presión sobre éstos para accionar el gatillo.

Antes el carmesí hubiera disfrutado eso mientras tiraba del gatillo sin pensárselo más de una vez, pero el rostro dolido de Ryou empezó a torturarlo. Y recordó lo que le había hecho a Yuugi, no podría con algo similar por segunda vez.

 

-Yuugi, ¿qué es Yami para ti? –Con dificultad enfocó la mirada amatista del mencionado.

El menor clavó la mirada en el albino. Sinceramente no había pensado en algo como eso. De un momento para otro los sentimientos de rabia que tenía hacia él se desvanecieron, se ahogaron con el nuevo sentimiento que crecía. Desvió la mirada hacia sus manos, con las cuales comenzó a jugar.

-¿Será diferente si son hermanos? –Ryou observó atentamente las reacciones del menor.

¿Hermanos? Cierto, había olvidado esa posibilidad, sin embargo no podía cambiar nada, más bien no quería.

-No, -sonrió melancólico –porque no lo recuerdo como mi hermano… podrá estar mal que me sienta de esta manera, pero así quiero que sea.

El albino sonrió ante la respuesta, Piensan igual. –Tienen la misma mirada. –Yuugi se sonrojó un poco por el comentario.

Le sorprendió un poco que el amatista respondiera más fácilmente la pregunta, quizás era la influencia del pasado de Yami lo que le hizo vacilar o tal vez Yuugi era más maduro; como fuera le alegraba ver que los ojos del carmesí ya no eran tan inexpresivos, ahora rebosaban en emociones.

Un rugido les distrajo. La sangre de Yuugi se heló, escalofríos recorrieron su cuerpo desde su columna hasta las puntas de los dedos y las manos comenzaron a temblarle. Con el temor impreso en su rostro miró a Ryou y éste le sostuvo de la muñeca al notar sus intenciones de salir y averiguar lo sucedido.

-No salgas. –La voz que el albino usó fue suficiente para obligar al menor a quedarse.

Los ojos castaños de Ryou se empañaron un poco, alzó la cabeza y clavó la mirada en el techo. Bakura, pensó con pesadez.

Notas finales:

Bien.

Pretendía subir este capítulo el día en que lo terminé, sin embargo opté por esperarme hasta tener lo siguiente lo más avanzado que pudiera, y al final me esperé hasta que terminé todo.

Después de esto sólo falta un capítulo más… y algo que explicaré en la siguiente actualización, que espero sea dentro de una semana.

Esto ha sido por demás culminante. No queda mucho por contar y finalmente nuestros niños han aceptado eso que creció en sus corazoncitos <3 (extrañamente estoy de buen humor).

Y bueno… eso.

¡Sean felices~!


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